44. Sapporo
Terminaron reservando un par de habitaciones para descansar unas pocas horas. Se encontraban tan exhaustos que qué mejor reposar un poco para no sentirse tan enfermos al día siguiente. Porque el acontecimiento lo valía. Era de gran necesidad sentirse despejado por lo que se pudiera armar en casa de Ámbar. Aunque sí. Serían tan pocas que sería tocar el cuerpo el colchón, y, de inmediato, salir a toda prisa cargando el equipaje.
Jaxon devolvió el vehículo a la empresa de alquiler a la vez que Seth y Ámbar terminaban de hacer sus equipajes. Más tarde, un taxi llevó a los tres hasta el aeropuerto internacional de Haneda que se encontraba a unos veinticinco minutos de la ciudad.
Seth no se despegaba apenas de Ámbar. Su tacto era tan formidable y lleno de vida, tan curativo que se resistía a perder ese agradable calor por demasiado tiempo.
Se toparon con más fans de Seth. Jaxon supo conducirlos adecuadamente para que les hicieran perder el menor tiempo posible, ya que tenían un vuelo que tomar. Igualmente, se hicieron algunas fotos, firmaron algún autógrafo o posaron, simplemente para la posteridad.
—Muy bien, ya tenemos que marcharnos. Por favor, no obstaculicen. Sean buenos. Gracias —iba rezando al tiempo que se colocaba cerca de la pareja, evitando que nadie se le acercase más.
Seth y Ámbar iban cogidos de la mano. Los flashes de los teléfonos cercanos de fans del líder de los Electrocuted los iluminaban por cuestión de segundos. La mano de Seth temblaba. Su pulso, acelerado.
A punto de entrar a la puerta de embarque Ámbar lo detuvo.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Estás a tiempo de regresar a Seattle. Estamos a punto —se incluyó.
Este asintió intentando esbozar una sonrisa que salió algo fingida con la preocupación.
—No pienso huir, si es lo que quieres.
—Yo no quiero que huyas. Pero esta relación...
Él no la dejó terminar. Alzó la mano que tenía cogida; la que llevaba el anillo.
—Voy muy en serio, cariño. Y no pienso volverme atrás.
—Esta relación sabes que no es de aquellas más sólidas y reales. Puede que sea un capricho temporal, puede que sea...
—¿Soy un capricho temporal para ti?
Ella negó.
—No me refiero a eso.
—Sí que lo has mencionado.
—Digo que esto podría terminar antes de lo esperado. Podrías encontrar a...
—¿La mujer de mi vida? —terminó por ella—. La tengo aquí. —Respiró hondo, preocupado—. Pero no quiere creerme.
Ámbar sonrió complacida con su repuesta.
—Sabes que mi madre seguirá desaprobando esta relación, ¿verdad?
—Quiero ver con mis propios ojos cómo lo hace.
—¿O quieres ganar la apuesta de mi hermana?
Jaxon se cruzó de brazos esperando a que terminaran de deliberar y se subieran al dichoso avión.
Seth hizo una mueca de «me has pillado».
—Puede...
Le dio en el brazo.
—¡Ay!
—Eres un condenado granuja.
Jaxon los interrumpió.
—¿Habéis terminado? Porque el avión saldrá a su hora.
La azafata que estaba cerca los observaba con cara de mal genio. No podían seguir retrasando el vuelo.
Hubo algunos contratiempos más de fans del grupo que había abordo. Hicieron el paripé lo mejor posible para no sacar más de las casillas a la azafata que esperaba que ocupasen todos los asientos que se les había adjudicado, para poder dar paso al despegue.
Durante el vuelo Ámbar cerró un poco los ojos. Seth se dedicó a editar sus canciones por escrito y a ensayar qué le diría a sus queridos suegros. Sobre todo, a una suegra tan severa y autoritaria. No había en el mundo, en este instante, un argumento tan bueno para ablandar el corazón de alguien con ideas claras y así de anticuadas.
Ámbar abrió los ojos de golpe. Seth tocó su mano.
—¿Has tenido una pesadilla?
—Algo así.
Seth se rio.
—Me parece que tú estás mucho más preocupada que yo.
—¿Sabes que esto es un error? ¿Y si nos casamos en secreto? No sería la primera vez que lo hiciera.
—La miró estupefacto.
—¿Te casaste con Mason? ¿En serio?
—Estuvimos a punto de cometer esa estupidez. Suerte que me adelanté pidiendo tiempo. Todo, para que luego me rechazara y me dejara por otra. ¡Todo un gilipollas!
Seth acarició el dorso de su mano con el pulgar.
—No te merecía.
—¿Y tú sí?
—No lo sé. ¿Sabes? Intento comprobarlo.
—Ya... —Suspiró—. ¿Den serio quieres viajar a Sapporo para ganar una apuesta?
—No. Lo hago porque nunca he estado allí y quiero conocerlo. Quiero conocer tus raíces.
—Espera... ¿En serio?
—Y porque quiero que los paparazzis saquen fotos bonitas. Los fondos, con nosotros de protas, van a salir brutal.
—¿Qué? —Estaba confusa—. ¿Lo dices en serio?
—Ajá. ¿Lo dudas?
La hizo reír.
—Eres toda una caja de sorpresas, Seth.
—¿Lo soy? —Ella asintió—. Pues guay.
El avión tomó tierra. Era momento de buscar con qué moverse por la ciudad. Que Seth avisara a Jayden que llegaron bien. Y que Ámbar realizara una llamada importante.
—Reiko, ya aterrizamos en Sapporo.
Ella se quedó impresionada.
—¿Hablas en serio?
—Completamente en serio.
—¡Va a ser un Año Nuevo formidable!
—No lo será tanto cuando mamá vea que Seth vino conmigo a celebrar.
—Esa parte la etiquetaría de divertida.
—Lo imaginaba...
—Nosotros hicimos noche aquí. Así que podéis veniros ya. Por cierto, ¿al final Jaxon se ha venido contigo?
—¿Sabes que Jaxon le gusta a alguien?
—¿Y ese alguien le gusta él?
—¿Recuerdas que estás casada con Keiji y tienes una preciosa hija?
—¡Solo quiero alegrarme un poquitín la vista!
—No puedes ser tan desvergonzada, hermanita.
—A eso me ganas. Así que no discutas.
—¿Que yo soy...? ¿Te olvidas que yo soy la engañada?
—Y no has tardado en ponerte de caza.
—No estoy engañando a nadie. No estoy cometiendo ningún delito.
—Eso es verdad.
—Pues tengamos la fiesta en paz.
—La cuestión es, ¿él ha venido contigo?
La escuchó gruñir en mitad de un largo suspiro, al otro lado del teléfono.
—Dile a mamá que ponga tres platos. Que es una sorpresa.
—Me va a matar.
—Te lo tienes merecido por retarnos. A Seth no le gusta nada perder, ¿sabes? —sentenció Ámbar, finalizando la llamada.
Lo encontró muerto de risa.
—¡Qué!
—¡Cómo sabes que no me gusta perder!
Le tapó la boca.
—Cierra el pico.
Miró hacia el otro lado. Jaxon tenía la mirada fija al frente, de brazos cruzados, mosqueado.
—Y tú, como intentes ligar con mi hermana casada, y con una hija, te corto las pelotas.
—No necesito más acosadoras. Ya tengo suficiente.
—Ya. Claro.
Jaxon la fulminó con la mirada. Ella negó en un «no puede ser contigo».
De camino, se detuvieron y adquirieron cajas típicas de Año Nuevo «Osehi ryori» para no ir de vacío. Porque, aunque llevaban los obsequio que traían desde Tokio, quedaba feo dejar que fueran invitados totalmente a esta comida, si avisar. Se gastaron bastantes yenes. Abonaron el total entre los dos.
El taxi se detuvo delante de la casa natal de Ámbar. Ahora sí que iba su corazón a un ritmo tan frenético que pareciera que fuera a destrozarle las costillas. Adivinó que el de su acompañante llevaría el mismo ritmo a punto de infartar.
—¿Seguro que quieres hacer esto?
—No... lo sé —jadeó amedrentado.
—Espera... ¡Dijiste que querías hacerlo!
—¡Y quiero! Pero eso no alivia mis temores.
Ella apretó fuerte su mano.
—Podemos dar vuelta atrás cuando quieras.
Seth señaló hacia las cajas.
—¿Después de gastarnos un dineral con esto? ¿Quieres que se eche a perder la comida?
—Yo podría ayudaros a zampársela toda —se ofreció Jaxon, divertido.
Seth lo miró frunciendo el ceño de manera graciosa.
—No. Hemos venido a compartir, y nos quedamos. Compartiremos nuestros buenos deseos, nuestros sueños, y nuestra comida adquirida, con la familia. ¿Por qué no?
—¿Porque te estás arrepintiendo? —le recordó ella.
Puso el dedo índice sobre sus labios.
—No alimentes a mis miedos o saldré corriendo con el rabo entre las piernas —bromeó, un poco convencido de que sería lo mejor que podría hacer si fuera sensato, pero no lo haría. Sacó la cartera para pagar la carrera al taxista y bajarse del coche—. Ya estamos aquí. Vamos a enfrentarnos a esta catástrofe de la mejor manera posible, con nuestras mejores armas —discurseó, como si fuese el presidente de cualquier nación.
Osehi ryori: Son cajas de alimentos que se obsequian, que pueden tomarse en frío, y que simbolizan los buenos augurios, riqueza y salud, o longevidad. Típicos de Año Nuevo en Japón.
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