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43. Nochevieja en Tokio

Jaxon capeó el temporal de maravilla. Desde la llegada de Seth al aeropuerto, se había producido una gran expectación. Con educación, autoridad y desparpajo guio a Seth y a Ámbar al interior del avión sin mayores preocupaciones que la de ir pasando todos aquellos obstáculos con entereza y paciencia. Siempre bajo el amparo de Jaxon. Porque, por el camino, se habían sacado alguna que otra foto con algún fan, o los había saludado en un estrechar de manos o un simple roce de dedos para no meterse dentro del arriesgado ovillo del tumulto.

    Una vez dentro del avión, una azafata les indicó la zona donde se encontraban sus asientos. Seth los había solicitado en primera clase. Por el camino hubo más saludos, más fotos, mucho más rápido por la hora que era, y el pronto despegue del avión. Además de que Jaxon ya había puesto en vereda con su mayor educación, pero rectitud, a los últimos coletazos de la muchedumbre, que no se ceñía al respeto de un tiempo ya agotado para cualquier saludo, o lo que fuese.

    Seth, durante todo el camino desde la entrada al aeropuerto, hasta el interior del avión, donde habían sido punto de popularidad, no había dejado de fijarse en ella. Había momento que le sacaba una sonrisa por cómo arrugaba la nariz harta de tanto halago y ruego.

     —¿Qué se siente al ser famosa?

    —¿Asfixia?

    —No me refería a eso. Es más, deberías de sentirte orgullosa porque la gente te adora.

    —O me odia. Cada quien va a su bola.

    Seth frunció los labios de acuerdo con su lógica.

    —Bueno. También.

    Jaxon se hallaba sentado al otro lado del pasillo, cerca de los asientos de Seth y de Ámbar. Repasaba en su teléfono la agenda de todo cuanto se podía hacer en los lugares a los que se había decidido ir. Conocer lo más importante por si hubiese una emergencia. Y, por supuesto, esperar la confirmación del coche de alquiler que habían solicitado en Tokio. Harían lo mismo en Sapporo.

    —¿Le has dicho a tu hermana que vamos? —Ella lo observó con una mueca de inocencia. Luego negó despacio con una risilla burlona—. ¡No me jodas! La hostia, va a ser todo un espectáculo.

    —Lo será en cuanto mis padres nos vean aparecer en su puerta.

    —Uf, ni lo menciones.

    La mano de Seth tembló. Ella lo había percibido. Se rio, burlona.

    —¿De verdad estás asustado?

    —¿Quién no lo estaría en el caso de tu madre? Ella no me ha aprobado.

    —Podemos salir del avión antes de que este cierre su puerta. Podríamos volvernos atrás —propuso ella.

    —No he llegado hasta aquí para salir corriendo como un cobarde. No huiré.

    Ella asintió despacio sin dejar de sonreír. Una sonrisa taimada y burlona.

    —Así que nadie sabe que vamos.

    —Nadie —confirmó ella.

    —Genial...

    —Querrás decir: divertido.

    —Te aseguro que esto no tiene nada de divertido. Más bien de espeluznante.

    Ella estalló en una carcajada.

    —¡Miedica!

    —¡Seguro que tú también tienes miedo de lo que vaya a pasar mañana!

    Ella cabeceó.

    —Bastante. Mi madre se va a poner hecha una furia.

    —¿Puedo decir algo? —interrumpió Jaxon metiéndose en la conversación sin poder evitarlo—. No sé qué coño hacemos de camino a Japón si los dos estáis muertos de miedo y no os hace gracia enfrentaros a ellos. ¡De verdad que no lo entiendo!

    —El riesgo... El riego te aporta un chute de adrenalina. Y la adrenalina es emoción.

    Jaxon chasqueó la lengua rodando los ojos.

   —Claro. Hombre. Te entiendo —ironizó.

    Seth apretó la mano de Ámbar.

    —Además, quiero complacer a mi futura esposa. Quiero poseerla de la manera más formal posible. Al menos, caerle un pelín bien a los suegros —entornó los ojos al mencionar la cantidad.

    —A ver, para poseerla adecuadamente tienes el baño. Pero te advierto que es muy menudo.

   La azafata que pasaba en ese momento por el pasillo le lanzó una miradita obscena. Él simplemente suspiró. Ambos estaban trabajando. No podían zafarse de sus trabajos. La señora mayor que estaba al otro lado los observaba contrariada. Y un hombre mucho más joven los miraba con disimulo esperando el enlace de tanta pasión. Ese debía de ser un exhibicionista en potencia.

    —¡No seas bruto! Todo a su tiempo.

    —El tiempo es un dato importante que debes de aprovechar. Lo que se va ya no regresa.

    —Eres todo un gran consejero en el amor.

    Sacó pecho.

   —Sí que lo soy.

   —Tanto como para dar un primer paso, y al momento, salir escopeteado en sentido contrario, como un cobarde —le recordó Ámbar.

    —Ese es asunto mío, ¿no crees?

    —Pobre Abie sigue deseándote y tú pillando puerta y largándote.

    —Más o menos sí.

    —Debería de haberse venido al viaje.

    —Estás loca —masculló Jaxon disgustado.

    Ámbar pensó en Reiko. Su hermana se había fijado en Jaxon, era quien le había pedido que viajase con ellos, y esperaba que no hiciera ninguna estupidez. Su familia no se merecía ese desplante. La pequeña Aiko no lo comprendería. Por pequeña que fuera. No tenía derecho a sufrir sus consecuencias. A poner su mundo del revés por los repentinos caprichos de su madre. ¿Dónde estaba el romance de drama asiático con Keiji? ¿De verdad que tan fugaz había pasado?

    El aviso por megafonía del despegue del avión provocó una pausa en aquella conversación que había iniciado su punto más incómodo. Seth aseguró el de ella, y luego se puso el suyo, para después, entrelazar los dedos con los de ella. Ámbar le sonrió. Él estaba feliz de tenerla allí, consigo, para él, con aquel espectacular a. Suspiró con alivio.

    El avión tomó vuelo. No tardaron en visualizar el sol saliendo de su letargo, dispuesto a iniciar un nuevo día, tan rojizo, tan ajeno a cuanto estaba sucediendo. Seth sonrió Que seas mía.

    —Ni yo que haya tomado rumbo hacia la boca del lobo con mi ídolo.

    —Tu gran amor...

    —Mi gran embaucador, demente impreciso, indescifrable, un cabeza loca de armas tomar. No sé qué se te estaba pasando por la cabeza cuando te empecinaste en viajar hasta allá y ganar el reto con mi hermana. ¡Estos retos no se hacen! ¡Preferiría ser la perdedora antes!

    Podría decirle que la palabra «terror» sería la más significativa a cuanto se le pasaba por esta y sentía en cada poro de su piel. Mejor era disimularlo. O ese terror acabaría por estropear esta surrealista aventura. Además, ¡menuda lista le había colgado en la frente!

    —Veo que me describes divinamente.

    —Porque esto es una completa locura.

    —Pues, fíjate, que yo estoy hasta emocionado.

    —¡Qué mentiroso! Estás aterrado.

    —¿Yo? —se señaló—. ¡De eso nada!

    —Te es imposible disimularlo.

    —¡Qué no!

    Él aún la sujetaba de la mano.

    —El golpear de tu pulso se irradia hacia los dedos. Y está frenético.

   Él se soltó de golpe, tocándose la mano liberada con la otra.

    —¡No es cierto! —Observó de reojo a Jaxon que se estaba riendo—. ¡Y tú cierra el pico! No necesito saber tu opinión.

    Este dibujó una cremallera imaginaria sobre sus labios.

   Seth la volvió a coger de la mano.

    —¿Sabes? Estoy casi convencido de que voy a tener mucho éxito con mis suegros.

   Ella se encogió de hombros, cerrando los ojos durante ese gesto.

    —Tú mismo.

   —Tendré éxito. La señora Thompson me aceptará. Hasta le voy a caer bien como yerno.

    Ella no pudo evitar reír.

    —Y de ilusión también se vive, ¿sabes?

    Jaxon se reía con malicia desde el otro lado del pasillo. Encontrar a Seth en apuros era divertido e interesante. Aunque hacía mucho que no lo veía actuar con tanta emoción o ánimo. Además de ser una pareja peculiar que no dejaba de sacarle unas risas.


    Ámbar se había llevado unos cuantos libros para leer durante el viaje, más su música favorita metida en su IPhone. Tras la cómica charla, después de echar una pequeña cabezada, se había puesto a leer uno de ellos, con los auriculares colocados en sus oídos. Seth repasaba sus apuntes musicales. Escuchaba parte de sus grabaciones. Había mucho trabajo aún hasta pulir las melodías, la letra y lo que necesitasen sus nuevos bebés.

    Les habían ofrecido el desayuno. La verdad es que sentaba muy bien llenar el buche después de un par de horas de vuelo. El hambre empezaba a apretar. Les esperaban unas diez horas en vuelo directo.

  Ámbar se interesó por sus apuntes.

  —Oye, podríais cantar alguna canción gamberra.

   —La tenemos. ¿Recuerdas? Aquella de «Barricada de ignorancia» en la que nos desfogamos con el sistema y los políticos. Nos extraña no nos hayan censurado o metido en la cárcel.

    —A ver. Tampoco me refería a algo así tan directo. Pero sí. Esa vale.

      —¿Lo ves? Te dije que había una. Bueno, unas cuantas —se rio.

    —La mayoría son sobre romances.

   —El amor vende. Y tú formas parte, como protagonista, en la mayoría de ellas.

     —Eres muy considerado.

     —Le pellizcó la barbilla e hizo un gesto infantil de estar enfadado. Obviamente no lo estaba.

     —¡Me traes de cabeza, joder! Estoy loco por hacer todo esto por ti.

    —Te dije que retrocedieras.

   —De ninguna manera. Mi testarudez suele conducirme al éxito.

   —O a desgracias, en este caso.

    —Y yo pensando que tú eras la parte positiva de ambos...

    —Es que esto es una condenada locura.

    Seth acarició su mejilla.

    —Deja de pensar en ello y disfrutemos del viaje. Quizá y lleguemos a tiempo para hacer unas cuantas cosas.

    —Son demasiadas las que quiero hacer.

    Él abrió los ojos, sorprendido.

    —¡Vale! Ya me tienes intrigado.

    —Me gusta verte intrigado.

    Puso cara de sorprendido.

    —Oye, tanta tensión no es sana.

    —Esta tensión sí. —Ámbar ladeó la cabeza sonriendo—. Me gusta cuando estás animado y sonríes. Tu rostro se ilumina. Las sombras que encontré en tu gesto cuando te conocí parecen haberse disipado.

    —Estar contigo es lo que me hace tanto bien. Gracias por aceptar, finalmente, conformarte a vivir en mi mundo. A querer estar conmigo.

    —Tuve mis dudas. Pero, bueno, estoy aprendiendo a cómo deshacerme de los «personajillos». A tomarme menos en serio las mentiras que se cuentan. Yo sé mi verdad. Tú la sabes. Mi familia es un poco quisquillosa para diferenciar. Ya les aclararé las cosas para que vean la luz por entre tanto lodo.

    Seth abrió la boca sorprendido.

    —¡Podríamos escribir una canción sobre eso!

    —Podríamos. Pero mejor no. Es deprimente.

    Le sacó una carcajada. La abrazó como pudo ladeado en el asiento.

   —Eres especial, Ámbar —añadió, con una seriedad emotiva—. Te quiero. Mucho.

    Ella sonrió.

    —Yo también te quiero mucho, Jerome.

   Seth abrió los ojos al máximo.

    —Es la primera vez que me llamas por mi nombre real. Y suena magnífico.

   Acarició la mejilla de Ámbar.

    —Prométeme que nunca desaparecerás.

    —Lo intentaré. Prometer, no se puede prometer nada, porque luego puede salir torcido, y sentirse culpable. Lo intentaré, Jerome. Igual como tú también lo intentarás.

    —Sí.

   —Uf, esto es muy serio.

   —Lo es. Oye, si quieres nos quedamos en Tokio a celebrar y regresamos para después de Año Nuevo.

    —Dije que quiero hacer esto. No me apetece discutirlo más.

    Seth asintió.

    —Vale.

                                                                           ****

    Llegaron a Tokio. En primer lugar, avisaron a Jayden de que habían llegado bien, sin ningún contratiempo. Alquilaron unas de aquellas taquillas, en el aeropuerto, que, con un módico precio, se podía guardar en ellas el equipaje que más tarde recogerían. No harían noche en Tokio. Luego tomarían otro avión, en cuanto terminaran las campanadas, con destino a Sapporo. Todo muy ajustado si querían pasar más tiempo con la familia. O llegar a tiempo de que pusieran algo más sobre la mesa. Ámbar ya le había comentado a Seth que en su casa solía cocinarse mucho más de lo que iba a comerse. Incluso con ellos como invitados, puede que hasta sobrase comida. O no. Dependiendo de cómo engulleran los «no invitados aún».

    Era por la tarde. Tenían que aprovechar cada hora que les quedaba antes de que el día se esfumase. Tomaron un taxi para acercarse hasta el establecimiento de alquiler de coches. Necesitaban uno para moverse libremente sin necesidad de usar el transporte público y exponerse a mayores complicaciones o riesgos. Jaxon lo conduciría.

    No era la única vez que Ámbar había estado en Tokio. Quería sacarse una foto reciente en el famoso cruce de Shibuya, esta vez con Seth, aquella frenética intersección rodeada de tiendas, restaurantes y zonas de ocio que pronto cerrarían para permanecer así durante uno o dos días más desde la gran celebración. En ese preciso momento bullía como si se tratase de un hormiguero. Pronto cerrarían. Y pronto darían las últimas campanadas del año. La gente quería hacer todo cuanto les quedaba pendiente en la máxima brevedad de tiempo. Además de respirarse festividad, alegría, se respiraba celebración, la decoración se volvía de lo más vistosa. Seth no dejaba de observar todas aquellas novedades. Porque ellos todavía no habían viajado al país Nipón. Estaría bien que algún día lo hicieran para realizar uno de sus famosos conciertos.

    Ámbar los invitó a ambos a probar el famoso fuji soba en el mismo Shibuya. Jaxon se sentó en la misma mesa que ellos a petición de ambos. Se sentía extraño apartarlo por ser el escolta simplemente, porque, para ellos era mucho más: un gran amigo.

    El sonido de sorber se escuchaba exagerado.

    —¡Madre mía! ¡Esto está muy rico! —murmuró Seth complacido.

    —Tenéis que probar la carne a la parrilla con verduras. —Alzó un dedo para pedir—. Os va a encantar.

    Seth bebió del vaso que Ámbar había llenado con shōchū . Hizo una mueca extraña.

    —Esto está fuerte, pero delicioso. Sabe como a frutos secos. A almendras y nueces con licor. Y un poco a madera de roble.

   —¿Verdad? Sabe muy bien, pero se sube muy rápido a la cabeza. Debes tener cuidado.

    Jaxon había pedido una bebida exenta de alcohol. Al fin y al cabo estaba trabajando. De él dependía la vida de ambos.

    —¿Te apetece un traguito, Jaxon? —inquirió ella con diversión.

    —Estoy trabajando. Además, soy quien conduzco.

    —¡Solo un poco! Un simple traguito para saborearlo. O te irás de aquí sin probar todas estas cosas deliciosas que dan un placer inmejorable.

    —Un placer inmejo... —Jaxon sacudió la cabeza—. Se te ocurre cada cosa.

    —Toma. Bebe un trago del mío —le ofreció Seth.

    —He dicho que estoy trabajando. ¡No puedo!

    Él se encogió de hombros y regresó el vaso a su lugar.

    —Eres un tío muy profesional.

    —Muchas gracias.

    Probaron la parrillada de rodajas de cordero cortado muy fino con verduras, y algunos platillos más que Ámbar conocía y que sabía que les iba a gustar. ¿Cómo podían tener tanto vacío en el estómago cuando ya habían comido en el avión? Pues sí. Eran capaces de engullir como limas. Y porque Ámbar se había propuesto que probasen platillos típicos de su país natal.

    Se dieron un rodeo por la zona. Habían descargado una aplicación donde informaban sobre qué ver en Tokio. Bueno, Ámbar conocía aquello. Así que ayudó a orientarse dentro de la desorbitada ciudad. Tenían que darse prisa. Sacar fotos de todo. Fotos que, cuando regresasen a casa y eligieran las más bonitas, las subirían a las redes sociales. El tiempo era escaso. Tenían que apechugar.

    Llegó el turno del karaoke. ¡Eso sí que iba a dar mucho juego! Ámbar interpretó a la perfección la canción Darling de la cantante Kana Nishino. Había dejado perplejo a Seth.

    —¡No sabía que cantabas tan bien!

    —¡No me lo preguntaste! —Le pasó el micrófono—. Te toca —exigió, yendo hacia su asiento para beber de su botellín de cerveza. Seth se había pedido lo mismo. Jaxon, agua con gas. Este observaba, ejerciendo de un público no demasiado entusiasta, el espectáculo.

    —¿No hay ninguna en inglés? No hablo tu idioma.

    Ámbar dejó el botellín sobre la mesa. Se movió hasta la lista de canciones. Fue pasando una por una. Encontró una que no era conocida. Igualmente, tenía mucha curiosidad de saber cómo se desenvolvería Seth sin saberse la melodía, ni la letra.

    —Esta. Prepárate.

    —¡Lo divertido es la sorpresa!

    —¡Oye!

   —¡Vamos, cariño! No me jodas.

   Ella chasqueó la lengua.

    —Ay, vale, de acuerdo —la buscó en su teléfono—. Es esta.

     Seth la escuchó un par de veces.

   —Vale. Ya le tengo.

   —Guay. —Ámbar se puso cómoda—. Soy todo oídos.

    Lo hizo bien. Se le daba genial poner aquella voz varonil para interpretarla adecuadamente, y la facilidad de cantarla en su idioma fue ya la guinda del pastel. Ella y Jaxon le dieron un fuerte aplauso.

    —Y ahora le llegó el turno a Jaxon. Pásale el micrófono.

—¡No! ¡De eso nada! —protestó él entre aspavientos.

    Ella insistió llevándole el micrófono hasta donde estaba sentado.

   Si quieres buscamos una que te sepas.

   —No voy a cantar —gruñó.

    —¡Vamos, tío! ¡Nadie te va a oír!

    —Excepto vosotros...

    —¿Te da vergüenza? —inquirió ella.

    —Un poco...

    Ella exhaló con fuerza.

     —Venga, ensaya un poco. Tendrás que cantarle algo bonito a Abie algún día.

    Jaxon frunció mucho el ceño.

      —¡No empieces! ¿Quieres?

       Le acercó más el micrófono para que lo cogiera.

    —Canta. O la llamo.

    —¿Me estás amenazando?

   —Pues sí.

  —No vas a sacarme nada, Ámbar. ¿Y para qué vas a llamarla?

   —Para decirle que se venga a Tokio con nosotros.

   —¡Ah, no! ¡De eso nada!

    Carcajadas.

  —¡Era broma! Venga, anímate. ¿Qué quieres que busque? —consultó, acercándose hacia la pequeña pantalla del enorme repertorio de canciones.

   —Una de Depeche Mode.

    Ella lo observó tan incrédula como Seth.

   —De acuerdoooo —canturreó arrastrando las vocales—. Marchando una de Depeche Mode.

    Se quedaron patidifusos con una interpretación que, aunque estuviera carente de ritmo en su cuerpo y demasiado quieto, lo hizo fenomenal. Aplaudieron con fuerza cuando acabó.

   —¿A que todo el mundo aquí vamos a tener dotes de cantante y sin enterarnos?

     —¡Yo soy cantante! Las tengo desde que nací —les recordó Seth con una risilla burlona.

  —Tú haces trampa. Vas con ventaja —lo acusó provocando que él se acercara a ella como si fuera a pelear, terminando por fingir un forcejeo y terminar besándola en los labios.

   —Vale. ¿Qué hacemos más? —quiso saber ella.

    Seth miró el reloj.

    —Para cerrar este maravilloso repertorio vamos a cantar todos juntos una canción.

   —Paso —protestó Jaxon.

    —Una de Bon Jovi —propuso Seth.

    —Me apunto. —Ámbar señaló hacia Jaxon—. Te apuntas. Y no abras el pico si no es para cantar —lo regañó, muerto de risa.

    Fue pura diversión. Un coro distorsionado de voces que salían fallidas con las risas intercaladas. Era agradable pasar tan bonitas fechas con gente de gran aprecio. Sobre todo, con Seth. Iba necesitando soltarse, ser natural, ser él mismo, aparcando a un lado su tristeza. Cantaron algunas más con Jaxon frunciendo el ceño tratando de huir de hacer coros, pero Ámbar pellizcaba su camiseta, tirando de él para hacerlo regresar.

    —¡De eso nada, monada!

    Acabaron casi afónicos. Era momento de cambiar de diversión. O, mejor, hacer algo para aplacar el hambre que hacía que sus estómagos rugieran feroces casi por encima de la música.

    —Bien. Llenemos el buche —sentenció ella, feliz por un día así de extraordinario.


    Repitieron la carne asada a la parrilla con cervezas y algo de shōchū. Debían de moderarse con la bebida cuando todavía les quedaba noche por delante. El shōchū no ayudaba mucho a sentirse claro y moderado. De camino al templo de Meiji-Jingu, en el mismo Sibuya, compraron unos cuantos objetos típicos, algunos de ellos para obsequiar al día siguiente a aquellos que visitarían. Se escucharon las 108 campanadas tradicionales de esa noche — ritual de joya no kane—, que simbolizan los 108 pecados terrenales y humanos de la tradición budista de los que hay que deshacerse al comienzo del nuevo año. El nuevo año se desperezaba. Había llegado el momento de las felicitaciones.

    Ámbar se abrazó a Seth con fuerza. Lo besó en los labios, apretando los suyos con fuerza y decisión contra los de él.

    —Feliz Año Nuevo, Jerome —le deseó, con un brillo de felicidad en la mirada—. Deseo que esta historia se prolongue mucho más de lo que podamos predecir —agregó, sonriente, llena de dicha—. Por mí, podía durar todo el tiempo del mundo.

    —Me encantaría que no desaparecieras jamás. Eres lo que más quiero, preciosa —murmuró él, frotando su nariz contra la de Ámbar en un gesto cariñoso. Más bien amoroso.

    Se separó un poco de él acariciando su mentón.

    —Espero que no te aburras de mí.

    —Jamás.

    Jaxon carraspeó.

    —Feliz Año Nuevo, chicos. Me jode admitirlo. Pero me lo paso genial en vuestra compañía. Ha sido un día de locos. A la vez, un día divertido.

    Ámbar y Seth soltaron un larguísimo «Oooh» abrazándose a él con fuerza. Los dejó unos segundos para luego forcejear y que le soltaran.

    —¡Vale! ¡Vale! ¡Dejadme ya! Que me estáis agobiando.

    —Te jodes. Deberías de ser menos achuchable —lo acusó ella.

    Seth se apartó observando a Ámbar, experimentando celos por lo que ella le dijo a Jaxon.

    —¿Achuchable? ¡Yo soy mucho más achuchable que él!

    Ámbar alzó las manos en señal de rendición.

    —Eso no pienso discutirlo —aseguró ella con una sonrisa sincera—. Por cierto —señaló a Jaxon—, llama a tu chica. Deséale un buen año.

    —¡Ni lo sueñes!

    —Sé que lo estás deseando. —Señaló hacia un rincón un poco apartado de ellos—. Te daremos un poco de espacio. Pero no tardes. Necesitamos de tu seguridad.

     —Estoy trabajando. No voy a...

    —Es solo un momento. Además, sé que te apetece mucho. No te cortes por nosotros.

    —Esto no tiene ni pies ni cabeza —argumentó nervioso mirando hacia todos lados intentando buscar la claridad de sus pensamientos.

    —Las locuras más bonitas atesoran los recuerdos más hermosos.

    —Tú siempre tan profunda...

    Ámbar señaló de nuevo hacia el rincón medio vacío de gente.

    —Llámala. Seth tiene que hacer otra llamada.

    —¿Quién? ¿Yo? —preguntó este, estupefacto.

    —No olvides a tu padre. Mañana felicitaremos a los mío. Oh, espera. Le mandaré un mensaje a mi hermana. O, de lo contrario, me la guardará. Ella es muy rencorosa.

    —Estás dando mucho trabajo a todos, Ámbar —la acusó Seth.

    —Trabajo que traerá futuras recompensas. No perdamos el cariño que guardamos en nuestros corazones por culpa del rencor.

  —Es complicado. Lo sabes.

    Ámbar acarició su nuca haciendo círculos con los dedos por la pelusilla del nacimiento de su cabello.

    —Me hubiera encantado conocer a tu hermano. Estoy segura de que ambos tenéis mitad y mitad de esa locura traviesa que os identifica. Hubiera sido un cuñado honorable. Lo hubiera hecho padrino de nuestra futura descendencia.

    —O de nuestra boda.

    —También...

    Los ojos de Seth se empañaron. Miró hacia el cielo que esta noche estaba estrellado, colorido, animado. Con el frío gélido, el brillo de cada astro se intensificaba aún más.

    —Feliz Año Nuevo, tío. Te echo mucho de menos.

    Ámbar murmuró algo parecido mirando hacia el cielo dándole las gracias por cuidar de su hermano desde allí arriba, o, de al menos, intentarlo. Antes de eso se presentó para no parecer una perfecta extraña. Aguardó a que Seth le hablara con el corazón y no interrumpirlo. Cuando este regresó la mirada hacia ella le recordó que tenía que realizar la importante llamada.

    —Todos tenemos algo pendiente —reconoció ella. Jaxon todavía estaba a su lado desobedeciendo a su orden—. ¡No te escaquees, chico! Atesora un poco de amor, sea el bueno, o sea uno breve aunque intenso.

    —Esa mujer da miedo.

    Ámbar fingió estremecerse.

    —Tienes toda la razón. Pero me da en la nariz de que haréis una pareja increíble. Vale, tengo que llamar también a Daria. Ella está con su escritor favorito.

    Seth arqueó una ceja.

    —¿Están juntos?

    —Es su musa. Como yo lo soy de ti. ¿De qué te extrañas? —dejó caer, divertida, apartándose para mandar el mensaje a su hermana y hacer la llamada a Daria. Había tanta alegría y dicha en el aire que daba miedo que la burbuja estallase, rompiendo así tan bonito sueño. Atrás quedaría el Año Viejo con los mejores deseos de que este Nuevo fuera todo a mejor. Con Seth, a su lado, ya no podía pedir nada más. Solo, que su bonita historia de amor se extendiera el mayor tiempo posible, porque durar, en sus circunstancias, ya era demasiado pedir.


  Shōchū: Licor tradicional. Se destila en barricas de roble. Tiene notas de frutos secos, principalmente almendras y nueces.

  Fuji soba: Ramen de Shibuya.

https://youtu.be/4Ut2eFkgAuI

https://youtu.be/Qdskk_oJdbY

NOTA DE LA AUTORA:   

    Perdonad tantos cambios de correcciones, en poco tiempo. Me gusta dejar los capítulos lo más perfectos posible. Gracias por vuestra paciencia. Gracias, También, a M. D. Atian por echarme un cable con algunos datos. Espero que esta vez sea ya la vencida y no tenga que hacer ninguna corrección más.

@M.D. Atian   @indiramax

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