43.1
—«Akemashite omedetō gozaimasu, Jerome-tan» —pronunció Ámbar en un susurro dulce.
Seth frunció las cejas.
—¿Qué significa?
—Feliz Año Nuevo —aclaró, torciendo una risilla traviesa. Lo besó una vez más—. Lanzaré una plegaria por nuestro amor.
Seth elevó una ceja.
—¿Desconfías de mí?
Su relación era como ese hilo de seda flotando debajo de una afilada cuchilla todo el tiempo.
—Lo haré por nuestra seguridad —agregó cabeceando un par de veces.
—Para nuestra seguridad tenemos a Jaxon —bromeó él.
—Sé a qué me refiero. En fin. ¿Probamos con los omikuji? Mis deseos son que estos hablen bien de ello. Que nos auguren un futuro lleno de dicha y grandes proyectos.
—Desconfío en que puedan anunciar desgracias —lamentó él, preocupado, frunciendo los labios.
Ella se rio dándole una palmada en el brazo, a lo que él lanzó un quejido. Ella era fuerte, por delgada que se viera. ¿De dónde lograba sacar tanta energía?
—¡Serás quejica!
—No puedes ni imaginar lo desconfiado que soy para todo.
—Sí. Sí que puedo imaginarlo. Y opino que deberías de cambiar tu chip.
—No tengo chip. No soy ningún robot.
—Es un decir.
Exhaló rodando los ojos.
—Ya sé que es un decir. Pero, bueno, soy así de desconfiado. Por todo cuanto me ensombrece de mi pasado. De algunos de los baches que siguen presentes.
Lo abrazó a ella como una madre protectora.
—La vida no es fácil. Pero haré que te sea un poco más aceptable —lo besó en la mejilla. Estaba algo rasposa por la barba incipiente de un afeitado hecho a prisas y corridas.
Ella miró a su alrededor. Había perdido la costumbre de no mostrar afecto en público, algo que la gente solía hacer por prejuicios y timidez, a ella le resultaba de lo más cómodo con él. O era porque ya se había acostumbrado a aquellas tradiciones occidentales.
Realizaron las plegarias. Habían esperado un buen tiempo a que llegase su turno. Siendo la noche que era, los templos estaban llenos, hervían de ánimo, devoción, alegría y festejo. Escribieron los kanji deseando que la buena fortuna les sonriera de ahora en adelante. Para Seth, todo esto era nuevo para él, demostrando curiosidad y sorpresa, e interés, por este tipo de costumbres. Lo que se podía aprender de otras culturas cuando tu novia tenía otras culturas y tradiciones. Eligieron sus omikuji colocados en un cesto a la salida del templo. Cuando Ámbar lo abrió, lo pegó contra su pecho.
—¿Qué?
—¿Qué de qué?
Él señaló hacia el papelito.
—¿Qué pone?
—Nada...
—¿Cómo que nada?
Intentó quitárselo cómo pudo montando una escena donde había quien los miraba con una mueca de humor, y otros que no les parecía nada correcto que estuviesen haciendo esto en un lugar así de sagrado.
—¿Qué pone en el tuyo?
Seth escondió el suyo.
—¡Ah! Ah. Donde las dan, las toman.
Ella trató de quitárselo como había hecho él. Pero con la misma mala suerte de no conseguirlo.
—Bien. Guardaremos nuestro secreto hasta que no tengamos más remedio que desvelarlo.
Él elevó un pulgar.
—Hecho.
Jaxon rodó los ojos, avergonzado. Este comportamiento infantil les estaba poniendo en ridículo. Ambos eran tal para cual.
—Venga. ¿Vas a decírmelo? —insistió el de todos modos.
Ella negó, dedicándole un guiño.
—Misha es más adorable que tú —la acusó. Ella le sacó la lengua—. Por cierto, mañana llamaremos a Melinda para saber cómo sigue ese pequeño sinvergüenza. Mira que me cae bien.
—No era necesario que le buscaras la mejor residencia gatuna. Debe de estar a cuerpo de Rey. Mejor que yo. Lo envidio.
Ella la abrazó por sorpresa apretándola fuerte contra su cuerpo.
—¡Como si no estuvieras bien! —La estudió con la mirada entornada—. ¿No estás bien? ¿Hay algo más con lo que te pueda complacer?
—¿Más? Te va a salir por un ojo de la cara su estancia a cuerpo de Rey. Y no deberías de pagar tú todo el total de este. Aunque ya llevamos unas cuantas regañinas porque no deseas cambiar de pensar. Pienso pagar parte de ello. Digas lo que digas.—Él se encogió de hombros, aferrándose a su testarudez, sin soltarla—. Y, sí, hay algo más que quisiera y necesito —miró a su alrededor—. Pero no es lugar, ni hay tiempo para ello.
Al principio no lo había entendido a qué se refería. Al momento cayó en la cuenta. Sonrió, sonrojado.
—Te lo compensaré —le aseguró, agregando una risilla maliciosa. Experimentando la misma efervescencia de necesidad por navegar sin rumbo fijo, y sin límites sobre su piel.
Kanji: Poemas para atraer la suerte en el nuevo año. Suelen ser mensajes de felicidad, larga vida o suerte.
https://youtu.be/lCxXo3LFDa4
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