4. Suposiciones
Entre tanta parafernalia, quehaceres y quebraderos de cabeza, Seth recordó a Ámbar. No había dado señales de vida hacia ella. Y eso que le había insistido en que le diera su número de teléfono como si se le fuera la vida en ello. Pensó que se le habría pasado el capricho de conocerla todavía más. No era así. Y si quería volver a presentarse delante de ella, tendría que volver a ejercer el papel del Brayden humano otra vez. Ejercerlo de la mejor manera posible para no delatarse. En cuanto terminase de ejecutar la agenda que tenía para hoy, le diría algo por mensaje. Miró el póster de su anterior disco, colgado en la cabina de la emisora. «Soy el gemelo de Seth». Qué bien que se lo hubiese tragado. Pero, ¿hasta cuándo? La voz de la locutora lo sacó de su ensimismamiento.
—Y hablando de vuestros éxitos en la música ¿Cómo son los referentes al amor? Quiero decir... ¿Os inspiráis en vuestras canciones en historias que os han ocurrido? —se dirigió a Seth.
—A ver, hay veces que sí. Otras, es simple ficción. Ya conoces este mundillo.
—Y si es así en algunas de vuestras canciones ¿Cómo son vuestros amores reales? ¿Hay algún romance a la vista?
Continuó mirando a Seth a la espera de una respuesta. Este tragó con fuerza. No respondería a algo así de personal.
Paul se adelantó.
—Veamos, es normal que tengamos algunos amoríos fugaces por quienes somos. Pero creo que, ninguno de nosotros, tiene algo serio ahora mismo. ¿No es así, chicos? —inquirió, mirándolos a todos.
Noah miró de soslayo a Seth con el gesto torcido. Seth estuvo a punto de lanzarle un derechazo como se atreviera a largar.
Todos negaron con una risilla boba en los labios, además de evasiva.
—Vamos. Vamos. Sé que algo hay por aquí. Seguro que pronto, alguno de vosotros, dará la exclusiva.
Seth apretó los puños con fuerza. ¿Y si Jayden tenía razón y lo vio algún paparazzi salir del piso de Ámbar? Negó para sus adentros. Había sido cauto. Se había encasquetado la gorra y agachado la cabeza al salir de allí. Y Jaxon había sido cuidadoso a la hora de recogerlo en el portal.
Se dirigió a Seth.
—Veamos, tú mismo tienes a un sinfín de seguidoras besando el suelo que pisas. Pero, ¿en verdad no tienes ninguna pareja estable en este instante?
Negó.
—En serio que no.
La locutora se quedó un minuto callada esperando la respuesta correcta. Adivinaba que estaba ocultando la respuesta correcta por privacidad. Acabó desistiendo tras soltar una exagerada exhalación.
—Bien. Acabáis de escucharlo, chicas. Nuestro Seth está soltero. Así que... —bromeó con un guiño—. ¿Dónde se harán vuestros próximos conciertos? Delante de vosotros tenéis el micrófono para recitar vuestra agenda de conciertos, además de que, nuestros oyentes, podrán revisarla en la página del grupo.
Él lo hizo. Se lo sabía de carrerilla. Aunque había mirado varias veces la chuleta que llevaba consigo. Porque era fácil trabarse con los nervios. Y porque seguía con la cabeza en otro lugar.
Luego hablaron sobre las últimas canciones. Sobre la inspiración y cómo la conseguían. Y otras cosas relacionadas con ellos. Con lo profesional.
La entrevista tocó su punto y final. Saludaron a las fans que habían tenido la suerte de acceder al pequeño cuarto de la emisora. Desde detrás de un cristal, observaban, flechadas por los rostros juveniles y atractivos de los chicos, sobre todo, de Seth, saludando como si les hubiera salido un tic nervioso, de manera exagerada, a su ídolo.
Luego, los chicos saludaron a los fans que se apostaban afuera para verles. Habían chocado alguna mano, firmado algún autógrafo fugaz, y sacado alguna foto con alguno de ellos. No solo iba Jaxon como guardaespaldas, con ellos. Logan y Oliver se habían unido al equipo de seguridad. Estaban demasiado expuestos. Y allí, a la salida de la radio, había un gran puñado de fans eufóricos con unas ganas tremendas de tocarlos. De que cualquiera del grupo les hiciera caso y sacar una instantánea del momento.
Alcanzaron la furgoneta de lunas tintadas. Respiraron aliviados cuando accedieron adentro. Habían aguantado estoicamente la entrevista. Habían respondido de la mejor manera para no aclarar nada de lo que no fuera necesario, pero sí de aquello que interesaba realmente. De esquivar el momento embarazoso de la exclusiva que aquella mujer esperaba sacar en la entrevista y ganarse un extra. ¿Es que no había ningún reportero decente? Todos iban a lo que iban. Tras un incentivo. Y porque ¿No es obvio? Ese es su trabajo.
La furgoneta se dirigió hacia el estudio de fotografía donde se realizarían las fotografías para la portada del próximo disco. La agenda seguía siendo extensa. Posó lo mejor que supo hacerlo todavía con la tensión de la mirada inquisitiva de Noah. Se lo llevó con él un momento.
—¿Puedes cortarte un poco? Me gusta la armonía durante el trabajo —siseó entre dientes.
—¿Cortarme? —entornó los ojos con diversión—. ¿Por qué no has dado la exclusiva de tu nueva novia? Ah. No. Espera. Porque la habrías armado.
—¿Yo me meto con tus ligues? No te metas con mis rollos.
—Te recuerdo que eres tú quien no está concentrado últimamente.
—¿Sabes? En ocasiones, creo que lo haces todo por envidia. Te hubiera gustado ser el cantante del grupo. ¿Es lo que quieres? Si es lo que quieres ¡Adelante! Te cedo el puesto.
—Como si pudieras hacerlo cuando Jayden te adora a ti. Eres el niñito de sus ojos.
—¿Eres imbécil o qué?
Jayden los pilló en mitad de la pelea.
—¡Vosotros! Basta ya. Hay que trabajar. Terminemos lo que vinimos a hacer. El fotógrafo quiere sacarnos unas cuantas fotos más.
—Claro —gruñó Seth, encaminándose de retorno al interior de la habitación donde estaba montado el equipo y el fondo.
Jayden detuvo a Noah.
—¿Qué? —formuló este con inquina.
—Seth es bueno en lo que hace. Y me gusta cómo lo hace. Su voz. Su carisma. Sus millonarias cuerdas bucales. —negó amenazador—. No me jodas el negocio, ¿sí? No jodas al grupo por tu dichosa envidia.
—Te gustaría que dejase el grupo, ¿no es así?
—Pues no. Os quiero a todos conmigo. A cada uno de vosotros. Así que aplícate o, de no hacerlo, sí que tendré que echarte —advirtió con sequedad.
Noah emitió un gruñido de rabia. Jayden clavó la mirada en él con frialdad. Este acabó marchándose, escupiendo un centenar de aberraciones por su boca.
Terminaron de sacarse las fotos. Ya era tarde. Se acercarían a un restaurante donde habían reservado mesa en un lugar apartado del resto de los comensales para mayor privacidad. Seth miró la hora en su teléfono. Quizá ella estaría comiendo en aquel momento.
—¿Me dais un segundo? Voy al baño.
—Eres muy joven para tener la próstata tocada —bromeó Michael.
—Muy gracioso —gesticuló sin palabras de un modo exagerado.
Esquivó cualquier mirada. Se metió en el bañó de hombres, en uno de los pequeños cubículos, y llamó. Uno, dos, tres tonos y al cuarto, ella respondió.
—Pensaba que ya te habías olvidado de mí.
—Me ofendes. ¿Cómo podría olvidar a la chica que besé anoche? Sería un crimen.
—¡Menudo adulador!
—¿Cómo te está yendo el día?
—Como siempre. Ya sabes. Mucho trabajo...
—¿Dónde trabajas? ¿A qué te dedicas? —preguntó, aunque lo supiera de sobra.
—¿Recuerdas el lugar donde nos tropezamos? Precisamente, en esa tienda mismo.
—¡Vaya por Dios! Qué pequeño es el mundo.
—¿Y tú?
—Bueno, con mi don de gentes, me dedico a algo de cara al público. Al igual que tú.
—¿Trabajas en un comercio?
—No. Aunque sí, de cara al público. Es complicado. Pero bueno.
—¿En qué? Si puedo saberlo. Yo te lo he dicho.
—A ver, es algo un poco... peculiar y secreto. Y si te lo contara, tendría que matarte luego —bromeó, por no mentir. ¿Por qué le resultaba complicado mentir con ella? Aunque tampoco quería decirle la verdad.
—Te gusta hacerte el misterioso para resultar más atractivo, ¿no es así?
—¿Funciona?
—No.
Seth chasqueó la lengua.
—¡Lástima! En fin. Solo quería que supieras que sigo dando señales de vida.
—Pues gracias.
—No hay de qué. ¿Y qué hace mi felino favorito?
—Con Misha tengo una cuenta pendiente por ser tan mal guardaespaldas.
—Venga, no la tomes con el minino. Gracias a él profundizamos un poco más.
—Sois tal para cual.
—La verdad es que lo soborné para que me dejase entrar.
—Claro. Ya veo.
—Oye, ¿tienes entradas para el concierto del sábado? Puedo conseguirte de las mejores.
—Sí. Claro. ¿Sabes el dineral que valen?
—Tengo un colega entre bambalinas que me podría hacer un favor.
La tentación estaba servida. ¡Eso sería lo más! Pero no podía abusar así de alguien que acababa de conocer. Pues ¿Qué le pediría a continuación como cambio por este chollazo?
—No te preocupes. Mi amiga ya las tiene.
—Oh. Ya veo. Lástima. Pues nada. Espero que disfrutéis del concierto.
—¿Tú irás?
—¡Por supuesto que sí! A un amigo mío le encanta el grupo. Y yo, pues voy por no hacer el feo.
Ahora sí mintió. Le salió natural en mitad de las bromas.
—¿No te gusta este grupo? Tiene canciones chulísimas.
—Sí. Las tiene. Pero. No sé. Bueno. Sí. Sí que me gusta.
—¿Entonces?
—Vale. Me gusta. Ya me has hecho reconocerlo. ¿Contento?
—Lo estoy.
—Podríamos vernos allí. Mi amiga no se cree que conozco a un tipo que es igualito a nuestro ídolo.
—Dile a tu amiga que todos tenemos un doble perdido por alguna parte. Consúltaselo a Google y verás.
—No es necesario. Ella me cree.
—Oye, tengo que regresar al trabajo. Hablamos en otro momento.
—¿Cenamos esta noche otra vez y hablamos? —se atrevió ella y, acto seguido, se tapó la boca. ¿De verdad había sido así de osada con él?
—Esta noche no puedo. Mañana, en la madrugada, salgo de viaje.
—¿Eres representante? ¿Relaciones públicas? ¿Jefe de alguna empresa importante? ¡Me tienes intrigada!
—Algo así.
—¿Algo así? ¿Con respecto a qué?
—Tengo que colgar. Cuídate.
—Que tengas un buen viaje. Y ten cuidado.
—Lo tendré. Gracias.
Al colgar, la risilla boba que se le puso lo hizo sentirse estúpido. Pero solo un pelín. Porque esa estupidez era agradable. Tan dulce como esa chica misma. Lo había invitado a cenar. ¡Bravo! Eso significaba que le tenía confianza.
«Y tú mintiéndole, capullo».
Es por mi propia seguridad, estúpido.
«Algún día tendrás que contárselo si te empeñas en seguir con ella por mucho tiempo».
Prefería no pensarlo hasta que llegara el momento. «Vas a terminar con su privacidad. A poner su vida patas arribas». Las palabras de Jayden se quedaron grabadas a fuego en su cabeza. Quizá, hasta montaba en cólera por ello. Seguramente, sí. Bien. En su momento se enfrentaría a lo que fuera si la relación fuera adelante. Puede que, a lo mejor, durase lo que un suspiro y se estaba preocupando demasiado. Aunque juró y perjuró que ella le gustaba mucho.
****
ÁMBAR
•«Brayden me ha llamado»
Daria llamó al teléfono.
—Espera, ¿es en serio?
—Sí. Quería saber cómo estaba. Decirme que sigue ahí.
—Madre mía. Qué bonito. ¿Le has pedido una foto suya?
—Dariaaaa.
—¡Yo quiero verlo! Si es igualito que Seth...
—Tía, me he atrevido a invitarlo a cenar esta noche. ¡Debo de estar volviéndome una suicida adelantándome!
—¡Esa chica empoderada! Siendo capaz de atreverse a lo que quiera.
—Es una locura.
—No importa. Ya lo has hecho una vez. Y lo has besado.
Hubo una breve pausa.
—Me ha dejado un poco en duda cuando le he preguntado por su trabajo. Primero me preguntó a mí. Lo informé. Y luego no me aclaró el suyo.
—¿Y qué más da? Mientras no trabaje como gigoló. Y aun así, los gigolós suelen ser sexys, atractivos, con muchos dólares en el banco, y deben de dar unos polvazos de miedo.
—¡Son prostitutos, tía!
—¡Sé lo que son!
—Me niego a que me pegue una ETS. Es resuelto, natural y muy extrovertido. Tiene don de gentes, tal como ha confirmado hoy.
—Igual trabaja como gerente en un hotel. O algo así. O es un jefazo de una oficina. Un rico sexy y endemoniadamente sexy, gemelo de Seth. Igual su madre tuvo un hijo secreto gerente de hotel. O azafato de vuelo. O uno de esos jefazos que saben cómo engatusar al cliente, o a quien se le ponga delante, como en las novelas. O yo qué sé. El chico es requetesimpático. Pues mira tú qué bien.
Ámbar arrugó la nariz perdida.
—Daria, hablar contigo es de locos. ¿Pero tú te estás oyendo?
—Igual es un gemelo de Seth gigoló, buenorro, además de ser el mejor del mundo follando. ¡Tendrías que comprobarlo!
—¡Vale! Esto se está yendo de madre. Tengo que colgar. Voy de camino a casa.
—¿Por qué te gusta cortarme el rollo cuando estoy inspirada?
—Deberías de ser escritora. Tienes una gran imaginación. Sucia. Pero gran imaginación.
—Y a ti te encanta. ¡Reconócelo!
—Vale. Cuelgo. Chao.
Se descubrió dibujando una risilla burlona. Con su mente volando hacia la idea de que Brayden le realizara un estriptis que la pusiera cachonda con su cuerpazo. Lo que se marcaba por debajo de su camiseta decía mucho como para enardecerla. Luego la tiraba sobre la cama y se lo hacía hasta dejarla sin aliento, consiguiendo que tuviera no uno, sino un buen puñado de orgasmos. Se notó mojada. ¡De acuerdo! Tenía que parar si no quería tener que masturbarse al llegar a casa para aliviar el calenturón, o meterse debajo del agua fría, para lo mismo.
—Esto se me está yendo de las manos —masculló, adjuntando una risilla traviesa—. Gigoló... ¿En qué demonio piensas, Daria? Ya me has dejado con la mosca detrás de la oreja, capulla —masculló para sí.
****
La tarde la tuvieron libre. Seth la usó para desconectar. Se metió entre las burbujas de la bañera de hidromasaje dejando el teléfono en silencio. No tardaría luego en activarlo por si Jayden lo llamaba. Este momento era para él. ¡Que llamara si quisiera! Que no iba a responder.
Tarareó la nueva canción que escribió para Ámbar. Un puto flechazo. Eso consideraba que era. Un flechazo que iba a costarle la carrera si no espabilaba. «Tu padre está con una influencer. ¿Por qué tú no puedes elegir a una grupi guapa, increíble, terriblemente sexy?». Pues sí. Claro que podía. Al margen de lo que Jayden, su mánager, y Seth: ese puto hater que se había decidido quitarle el puesto. O, también podría referirse a él como el compañero traidor que acabaría echándolo de una patada del grupo. Ganas, no le faltaban, desde luego. Y ya se lo había dicho bien claro.
Hizo una inmersión contabilizada hasta que se quedó sin oxígeno y emergió. Porque la paz del silencio debajo del agua era agradable. Donde ningún sonido molesto lo interrumpiera. O donde cualquier palabra cruel no doliera al no ser escuchada.
Salió. Se secó. Se puso algo cómodo y pidió algo de cena por teléfono. Se pondría aquella gorra y la mascarilla cuando se presentara el repartidor. Podría decirle al tipo que era el doble de Seth tal y como le había mentido a la chica. Que eso era lo que decían de él. Igual no hubiera servido. Si conocía al famoso, reconocería al instante la mentira. ¿Cómo es que ella no lo reconoció como tal? Para ser una ferviente seguidora y saber tanto de él, le parecía imposible que no fuera capaz de identificarlo, aunque le mintiera. Él también era un villano por ocultárselo.
Se sentó en el piano que tenía en el enorme salón del apartamento. Tocó unas notas. Porque las musas no dejaban de acosarlo para que compusiera nuevas canciones. Rogó que la inspiración no lo abandonase nunca, o estaría perdido.
«No entiendo cómo he podido caer.
Me haces sentir cosas
que no sentía desde que dejé de ser un humano
para convertirme en algo más artificial.
No entiendo cómo he podido caer.
Sabes cómo tocar mi corazón
con solo hablarme.
No dejo de pensarte.
Estás en cada cosa que hago.
En cada canción que escribo.
No entiendo cómo he podido caer.
Sabes cómo tocar mi corazón
con solo hablarme.
... Y quiero quedarme contigo [...]»
Desde que ella había aparecido no podía dejar de componer canciones. Le hacía tanto bien que se negaba a alejarlo de ella. Por poco que la conociera. «Prácticamente, la conoces de ayer». Podría decirse que sí. Que lo exageraba todo. Pero esa exageración se volvía la dopamina que necesitaba para sentirse rebosante de felicidad. Para que su voz y su guitarra no dejasen de sonar. Ni sus musas, de conspirar.
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