30. Grandes noticias
El grupo fue llegando poco a poco al estudio de grabación. Cuando Benjamín apareció ya se olió a gato encerrado. ¿A qué era debida su presencia? ¿Qué se les escapaba y no había dicho todavía? ¿La petición de alguna nueva maqueta para el próximo álbum? ¿Algo no tan bueno? Los nervios se acrecentaban.
—Vale, chicos, hay algo que quiero deciros... —empezó. Jayden cortaba las pizzas y Ámbar lo ayudaba. Seth había rogado que se quedara, ya que formaba esa parte importante para él, y Benjamin accedió, siempre que no se fuera de la lengua—. Estamos nominados a los Grammy.
Hubo un silencio impactante que duró segundos, con un posterior estallido de alegría, vítores, de celebración.
—Un segundo, chicos. Podemos celebrar que estamos nominados. Pero aún no lo tenemos entre nuestras manos. No nos precipitemos. Aunque sí puedo decir que, para haber llegado hasta aquí, os lo habéis currado muchísimo y merecéis ese premio. Viajaremos a Los Ángeles. Id haciendo las maletas.
—¿Cuándo?
—Tenemos que estar allí el sábado.
—Madre mía. ¡Me voy a poner mi mejor traje! Un smoking de esos lujosos donde se me vea de lujazo —largó Danno, completamente emocionado—. Lo alquilaré. Total, me van a llover los dólares a mares.
Reid palmeó su espalda.
—No es necesario que vayas de pingüino, aunque sí, con tus mejores galas —se burló.
—¡Pues claro que pienso ir de pingüino! A lo James Bond. —Se puso en pose del personaje como si sujetase una pistola entre ambas manos luciendo valentía y un claro pavoneo—. Las chicas van a caer rendidas a mis pies.
—¡Ay, Danno, Danno! Se te está subiendo la fama a la cabeza, majete.
—Porque puedo. Porque podemos. Somos famosos.
—Tu cara aún es nueva.
Se la señaló el rostro.
—¡Mi cara ya corre por todo Internet! Incluso tengo a mis propias concubinas.
Reid le dio un empujón.
—Qué embustero. Además de creído.
Este le mostró el dedo corazón.
—Estoy orgulloso de vosotros, chicos —los felicitó Jayden. Señaló hacia las pizzas de varios sabores que había adquirido para la ocasión. Había adquirido, además, refrescos. El champán lo tomarían para la celebración. Confiaba en tener suerte y que fuesen premiados. Habían trabajado muy duro desde los comienzos. Por lo que se merecían aquella distinción, en su opinión.
—¿No podemos indagar y enterarnos, con tiempo, para celebrarlo muchas más veces? —formuló Michael, ya frotándose las manos, casi palpando el premio entre sus dedos.
—Sin trampas, muchacho. Tenemos que hacerlo por el método tradicional y esperar. Como todo el mundo.
—Los Ángeles... —Ámbar entristeció su semblante—. No podré estar. Trabajo por la mañana. No puedo ir.
—¿No puedes pedir permiso? Podría cubrirte Abie.
—Podría... pero...
—Entiendo. —La abrazó—. No te preocupes. Me acordaré de ti. Te mencionaré.
Ella se separó espantada.
—¡Espera! ¡No! ¡No!
—¿Te vas a cortar ahora que has plantado cara a los paparazzi y ya hemos anunciado que estamos juntos? —Alzó las cejas—. ¿Lo dices en serio?
Ella sonrió sonrojada.
—No. Claro que no.
—Además, no vamos a quedarnos mucho. Cenaremos algo y nos vamos.
—¿Ir? ¿Dónde? Mañana trabajo.
—Quiero hacer algo... si me dejas.
—¿Hacer? ¿Qué?
—¿Confías en mí?
—Ahora mismo no. ¿Qué estás pensando?
—En decírselo a tus padres... por videollamada.
—¿Qué? ¡No! ¿Estás loco?
—Ámbar, voy muy en serio. Y quiero que la gente cercana sepa que vamos en serio.
—Estoy pensando que, en mis próximas vacaciones, me dejes ir a visitarlos.
—¡Ni lo sueñes!
—Ámbar...
—No.
—Oye, ¿nos vamos a pelear ahora por esto?
Michael le pasó el brazo por los hombros de Seth.
—¿Se puede saber por qué discutís en un día tan célebre como este?
—Por nada —masculló Seth.
—Es asunto nuestro, no tuyo.
Michael levantó lazos brazos en alto.
—¡Vale, linda señorita! No me atice.
Ella le dedicó una mueca de desagrado mostrando sus dientes y torciendo loas labios.
Ámbar tiró de Seth para alejarlo de todos. Quería hablar a solas con él. Sentía la necesidad de saberlo. Se lo había tragado por demasiado tiempo. Y tenía que saber qué diantre hacía en aquella joyería, aquel día. Y si estaba jugando a dos bandas. Porque a ella eso no le gustaba nada. Porque, en su mundo, la infidelidad sí que importaba, y no era ninguna clase de juego monetario o de interés mediático.
—Ey, ¿qué pasa? —formuló preocupado.
—¿Hay alguien más, aparte de mí?
—¿Qué? ¡No!
—¿Y qué estabas comprando en aquella joyería, aquel día que la prensa te pilló? Y no digas que es un regalo para tu madre.
Él negó, con una amplia sonrisa.
—No puedo decírtelo.
—¡No juegues conmigo, Seth!
—Te juro que no es malo. Pero tienes que esperar.
—¿Me prometes que no hay nadie más? ¿Que no estás metido en ninguno de esos marrones de los famosos, los cuales pueden tener amores en cada puerto al que van?
—Tendré amores entre las fans. Porque no puedo prometerte que no haya ninguna mujer enamorada de mí y no pueda evitarlo. —Atrapó su rostro con las manos—. Pero mi verdadero amor eres tú. El real, verdadero, único, y el que quiero que se quede en mi vida por cuanto tiempo pueda retener. —La besó. Ella no pudo negarse y se lo devolvió. Solo esperaba que estuviera siendo sincero. Seth se quedó con la frente pegada a la suya y murmuró con una voz ronca—: Quiero hacerlo real. Deja que anunciemos que estamos juntos.
«Deja que anunciemos nuestro compromiso».
https://youtu.be/5xx9gTEQaiQ
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