3.Respuestas inconexas
Seth se había levantado con un terrible dolor de cabeza. Finalmente, había bebido demasiado. Se metió debajo de la ducha esperando que el agua lo despejase. Quería pasarse a ver a su madre. No le gustaba ir allí. No le agradaba aquel lugar desangelado y triste. Pero ya que su padre no lo hacía, qué menos que lo hiciese él. Porque él no era capaz de abandonarla. Por muy mal que estuviera, seguía siendo su madre. Y la quería. Una mujer que fue todo amor y belleza, en su día. Desde que cayó en su enfermedad mental, había envejecido mucho.
La resaca le golpeó duro en la cabeza. Tenía que tomarse un buen analgésico si no quería que eso lo tumbara. Luego de la visita a su madre, tenía que acercarse al estudio para ensayar con los chicos las nuevas canciones que habían sacado. Él había compuesto una más, aparte de aquella que nació de su borrachera que no se la cedería al grupo, desde luego. Michael había compuesto otra. Y tenían que aprendérselas bien para incluirlas en su próximo disco, junto a aquellas que ya habían cantado y se habían hecho famosas. La música era su mejor terapia, siempre que no se le exigiera. Porque lo que Jayden le hizo ayer, entendía que era por el bien del grupo, pero asegurar que su padre quería lo mejor para él, había estado fuera de lugar. Prefería no saber nada de su padre. Ni de su nueva madrastra, veinte años menor que él. Al lado de su padre parecía su hija. Y al lado de Seth, su hermana mayor. ¿En qué estaba pensando cuando le dio permiso para entrar en su vida? Seguro que ella buscaba su dinero. Incluso fama. Ya que era una de esas famosas influencers del mundillo de la belleza y de la moda que aspiraba a ser reconocida por el resto del mundo. ¡Como para que luego le viniera con el rollito del famoso sermón de andar con cuidado en no enamorarse de una seguidora! ¿Pues qué era su actual pareja? Una simple humana con fama de oportunista y descarada. Su padre sí podía romper las normas, ¿pero él no? ¿Por qué Jayden no se lo consentía cuando su gran amigo sí lo hacía deliberadamente y de cara al público? No iba a consentir que lo pusieran como excepción para etiquetarle en prohibiciones que no venían ni al caso cuando, quien tendría que dar ejemplo, se lo saltaba a la torera.
Se pasó las manos por la cara dolorido y sudoroso. En primer lugar se daría una ducha. En segundo lugar se tomaría el maldito analgésico que le vendría que ni al huevo. Y en tercer lugar... después de un desayuno que no le entraba ni por asomo, pero que no debería de saltárselo para no tener un bajón de glucosa por hambruna y caer redondo en el momento en el que debía de atender a su madre, y no ser él a quien atendieran por descuidado. Suficiente tenía con la flojera de la resaca. Respiró profundo sintiéndose angustiado. Se le hacía cuesta arriba tener que ver a su madre en estado tan lamentable y mantenerse entero para no desanimarla, ni hacerla sufrir aún más. Aunque apenas se diera cuenta de nada. Tal vez, debería de pedir de la misma medicación que le daban a ella para adormecer tanto dolor como se agolpaba en su corazón.
Se movió hacia la ducha. El teléfono sonó.
—¡Joder! ¿No vais a dejarme tranquilo? —tronó hacia él. Este no dejaba de vibrar y de emitir un sonido chillón, sobre el lavabo.
—¿¡Qué?! —respondió seco.
—¿Estás despierto?
—Ahora sí, Jayden. ¿Qué quieres?
—Recuerda el ensayo con los chicos. Trata de darte una ducha bien fría porque te necesito despejado.
—Como siempre.
—Eso es. Como siempre.
—Una preguntita...
—Dime.
—¿Vas a hacerme la vida imposible para divertirte de lo lindo? ¿O es que eres así de fábrica?
—¿Qué? Mira, es mi trabajo apretarte de cuentas. Eres el vocalista de un grupo de música importante, ¿recuerdas?
—¿Sigues creyendo que deberías de hacerlo por tu mejor amigo? ¿Ese que rompe tan fácilmente las normas como su propio matrimonio?
—Vuelves a las andadas...
—Quiero recordarte que sé hacer las cosas por mí mismo. No necesito que me vayas detrás constantemente. Hazlo, como con el resto. Soy suficiente, Jay. Y no te preocupes. Llegaré fresco al estudio de grabación. Pero antes, tengo que ir a otro lado.
—¿Vas a visitar a tu madre?
—Eso no es de tu incumbencia.
Jayden tardó un poco en responder.
—Solo sé puntual. Es lo que te pido. Y dale un abrazo de mi parte.
—Pues claro que no se lo daré —sentenció, finalizando la llamada.
Seth miró hacia la nada. En su cabeza había miles de pensamientos. Jayden era como un hermano para su padre. Pero también había cosas que a él no se le escapaban. Cosas que había visto en él, en presencia de su madre. Jayden miraba a su madre de un modo «distinto». Lo había hecho cada vez que los había visitado. Sabía de buena tinta que le gustaba. Que si no se hubiera casado con su padre, ahora él estaría casado con ella. ¿Por qué puñetas, entonces, no iba a verla? ¿O sí lo haría? Su cerebro centrifugó hasta dar una triple voltereta, a punto de implosionar. Muy bien. No quería pensar en todo ello. Al menos, alguien la seguía amando a pesar de su delicado estado de salud. Al menos era amada, no solo por su hijo. Así que tampoco es que eso lo cabreara. Su madre necesitaba mucho amor para momentos tan críticos como estos. Bien. Tenía que cerrar el grifo de sus pensamientos y abrir el de la ducha. O no sería capaz de llegar a cuanto quería hacer durante la mañana, a tiempo.
Se plantó frente al sanatorio. Jaxon se aseguró de que nadie sospechoso deambulaba por los alrededores. Para los periodistas, esta visita hubiera sido una fuente de ingresos con la publicación de las fotos y del hecho.
—Puedes pasar. Ve.
Le encantaría. Pero, de repente, sus pies habían adquirido el don de mantenerse fijados al suelo con la amenaza de no moverse si no se lo mandaba con fuerza. Resting Place se alzaba frente a él con vida, con gente saliendo y entrando de vez en cuando en indumentaria de trabajo, o simples visitantes. El corazón tomó un galope molesto. Se llevó la mano al pecho como si temiera que explotara. Tenía que hacerlo. Quería hacerlo. Miró el pequeño ramo de flores que trajo consigo para alegrarla. Bien. Tenía que entrar. Porque, por algo había ido hasta allí.
—¿Vas a entrar o qué?
Seth miró a Jaxon, aún aturdido. Acabó asintiendo, abandonando el bloqueo que se le había formado.
—Sí —acabó murmurando.
Accedió. En recepción, una chica joven, rubia, de unos treinta y tantos y cabello lacio lo saludó. El personal del sanatorio lo conocían de sobra.
—Hola, muchacho. ¿Qué tal? —Dio gracias a que, a pesar de conocer su fama, se le trataba como a un usuario de a pie más. Porque, al menos, tenía ese instante de paz—. Llamaré para que te acompañen hasta la habitación de tu madre.
—Gracias.
Una de las enfermeras vino a por él tras el aviso de recepción, y con una sonrisa y unas palabras amables, la invitó a que la siguiera.
—¿Qué tal está ella?
—Bueno, conoces su estado. Y es complicado. No es que vaya a mejorar del modo que te gustaría...
—Lo imagino.
—Pero bien. Dentro de lo que cabe, bien. La medicación la tiene amodorrada. De igual modo, no la excites demasiado y evitarás cualquier crisis de ira o de nerviosismo inesperada.
Seth asintió.
—Tendré cuidado.
—Genial.
Al llegar a la habitación la encontró con la mirada perdida al otro lado de la ventana.
—¿Podría darle un paseo por el patio del centro?
La enfermera asintió con un gesto de ternura y agradecimiento por su ofrecimiento.
—Si lo haces, le irá bien. Avísame si necesitas algo.
—Lo haré.
Despacio se acercó hasta su madre. Esta giró la cabeza hacia él. Sonrió. Seth levantó el ramo para que lo viera.
—Hola, mamá. Mira que te traigo.
La mujer, con gesto cansado y ojerizo, sonrió.
—Cam, cariño, gracias por venir.
Una punzada de angustia atravesó el corazón de Seth. Porque Cameron era su hermano. Y ella lo veía vivo en él.
—¿Me das un abrazo, cielo?
—Claro, mamá. —Lo hizo y ella dejó caer unas lágrimas—. ¿Dónde estabas? Has tardado. ¿Y tu hermano?
Prefirió seguirle el juego que exasperarla. Aunque dolía. ¡Pues claro que dolía!
—De gira. Supongo. Sabes lo famoso que es.
—Ese niño ha nacido para ser músico. Con su preciosa voz. Lo ha heredado de su padre. Por cierto, ¿y tu padre? ¿Dónde está él?
Ella había perdido la noción del paso del tiempo. Ignoraba que se había largado con una jovencita sustituyéndola.
—Olvida a papá. Él siempre está ocupado.
—Hace mucho que no viene a verme.
—Lo sé. Estoy molesto con él por eso.
Acarició la mejilla de su hijo. Luego, su flequillo, medio caído por encima de sus preciosos ojos azules.
—Cam, cuídate un poco. Te veo cansado. Agotado. Trabajas demasiado.
—Tranquila, mamá. No es nada.
—Y trasnochas demasiado —lo regañó.
—Eso también lo sé. Y lo siento.
Lo cubrió con un abrazo más apretado.
—¿Damos un paseo? Hoy hace bueno.
—Sí. Por favor —siguió hablando con la voz pastosa por la fuerte medicación. Tenía la mirada cansada, perdida, con una mueca de letargo.
Conversó con ella a medida que le preguntaba. Metido en el papel de Cam como si lo fuera, tragándose las lágrimas.
—¿Y Charlotte? ¿Cómo está?
No la había vuelto a ver desde el fallecimiento de su hermano. Igual, hasta habría rehecho su vida.
—Bien, mamá. No te preocupes.
—Dile a Jerome (Seth) que venga a verme. No sé en qué está pensando ese chico. Puede que esté ocupado. Pero soy su madre. Y necesito abrazarlo.
Eso dolía mucho más, ya que era él quien estaba presente ahora mismo y no lo conocía con la bruma de su trastorno de desequilibrio psíquico.
—Seguro que ha venido a verte y ni te acuerdas.
—No. No. Lo habría reconocido.
Seth le dio unas palmaditas en el hombro a su madre, dolido.
—Perdónale. Él te quiere mucho.
—Si me quisiera, vendría a visitarme.
—Te quiere. Lo sé.
—¿Y Jay? ¿Sigue cuidando de él cuando no está tu padre delante?
¿Por qué demonios se acordaba de Jayden, pero no se acordaba de él?
—Trabaja para él, ¿recuerdas? Quédate tranquila, pues lo vigila de cerca.
La giró y se sentó en un banco frente a ella en un lugar de mitad sol, mitad sombra.
—¿Tienes alguna canción de tu hermano en el teléfono? —lo señaló, descubriéndolo en el bolsillo delantero de sus jeans.
—Claro, mamá. Espera. —Lo sacó.
Buscó una de tantas. De las más emotivas. Y se la puso. Ella ensanchó su sonrisa, cerrando los ojos para sentir correctamente la melodía y empaparse de ellas.
—Siempre he dicho que ese chico tiene un gran don. Desde menudo ha sido un niño precoz. Llegará alto.
—Ya ha llegado, mamá. Ya ha llegado —acomilló.
Siguió disfrutando de la melodía con los ojos cerrados y la sonrisa activa. Adoraba su talento, su música, su voz. A pesar de que su cabeza estaba muy allá como para entender más de cuatro cosas que se habían emborronado como una acuarela muy aguada.
Seth aguardó paciente sin decir ni una sola palabra. Dejando que su madre disfrutara de lo que él sabía hacer. Aunque lo confundiera y creyera que no la quería porque no la visitaba. Todo era demasiado duro. Y Cameron se había largado y no podía traérselo de vuelta para que ella se recuperara de su estado de catatonia emocional. Sorbió por la nariz a punto de derramar unas lágrimas. No podía dejarlas caer. Tenía que aguantar el tipo tal y como solía hacer cuando la visitaba, para llorar luego como un niño sin consuelo, escondido dentro del coche de miradas ajenas.
Jaxon conducía en silencio, observándolo preocupado por el espejo retrovisor interno. Conocía la dureza de las visitas al sanatorio. De cómo estaban las cosas. Y de cómo el padre del chico se había quedado al margen tras haberla cagado bien. Trastornado también por la pérdida de su hijo más pequeño. Con su muerte, la familia se había roto totalmente. Como una cadena en el que se rompe el eslabón central que la sujeta.
—¿Quieres que pare? —sugirió Jaxon reconociendo que él necesitaba de un poco de tiempo más para sacar afuera tanto dolor contenido. Él negó—. Diré que había mucho tráfico. Te sacaré de este marrón. De este retraso de tiempo.
—Tengo que trabajar. Ya estoy fallando mucho a los chicos como para hacerlo de nuevo.
—Ellos deben de entender que tú tienes tu vida, al margen del grupo, de la fama.
—He de cumplir. Sigamos de camino al estudio. Jayden no tardará en llamar. Debe de estar comiéndose las uñas ya.
Jay... Su madre lo recordaba. ¡Lo recordaba! ¿Habrían hecho algo fuera de la vista de su padre para que lo recordara con tanta nitidez? Quizá los dos pecaban de infidelidad sin importarles nada.
Jaxon asintió aferrando el volante con fuerza, tan preocupado por el chico al que transportaba.
—¿Qué tiene esa chica que debas de arriesgar? No la conoces, Seth.
—Tengo una corazonada. Nunca me había ocurrido. Tengo a mi alcance todo cuanto quiera y esto jamás me había ocurrido.
—Lo prohibido, tienta. ¿No crees?
—No es la prohibición. Es como si, cuando nos miramos a los ojos, algo me hubiera murmurado al oído: te he encontrado.
Jaxon rio.
—¡Exagerado! Seguro que te han pasado en más ocasiones.
—Ella me ayudó a pisar suelo firme recordándome que sigo siendo humano. Que no soy alguien que necesite de toda la atención mundial por como soy. A ver, que me gusta recibir esa atención y sentirme bien porque les gusta lo que hago. Pero, en ocasiones, me encantaría cobijarme en una burbuja aislada donde recuerde cómo era todo antes de esta nueva vida.
—Sabías a qué te exponías cuando lo elegiste.
—Sí. Pero, como he dicho antes, necesito recordar mi lado humano de vez en cuando. Y ella lo rememora.
Jaxon chasqueó la lengua.
—Para una vez que has profundizado con ella, sigo diciendo que eres un exagerado. Pronto cambiarás de capricho. De chica. Te lo digo yo. No vale la pena arriesgar tanto.
Seth entornó la mirada en una mueca traviesa que expresaba eso de: «¿Qué te apuestas?».
—Sería una exclusiva jugosa que engrosaría mi dinero en el banco —farfulló con ese tono que usan los villanos en las películas. Esos que aspiran a heredar el mundo entero.
—No juegues con la vida de las personas. Todas tienen su dignidad.
El chico regresó a la seriedad más absoluta.
—Bromeaba. No sé cómo no lo has pillado.
Llegaron al estudio. Lo acompañó dentro. Ya lo esperaban con los instrumentos en la mano, ensayando.
—Hola, chico —lo saludó Jayden con unas palmadas en la espalda que él esquivó, observándolo con rencor.
—Mi madre te manda saludos —escupió de mala gana—. Espero que un día me cuentes qué ocultas sobre ella —lo amenazó, entornando más aún sus ojos.
Jayden lo observó con perplejidad. Con perplejidad y vergüenza. Estaba claro que, entre ellos, había habido algo. No sabía por qué jamás se lo habían contado. ¡Y él acusando a su padre de capullo! Su madre no es que fuera tan legal. Y se adelantó antes que su padre a realizar cualquier locura fuera del matrimonio. Como si eso sí sanase la pérdida del hijo menor. Sí. Se había vuelto una familia desestructurada desde que Cameron había cometido la locura de perder su vida tan tontamente, y convertir a todos en unos insensatos por su culpa.
Reid se aceró a Seth.
—¡Ey, tío! ¿Cómo estás? —tanteó—. ¿Cómo se encuentra tu madre?
—Parece que Jayden no ha perdido el tiempo contándooslo.
—No nos ha dicho nada. Lo he imaginado por tu gesto abatido y desgastado.
Seth negó. No le apetecía dar esa clase de información personal. Las cosas se enredaban a medida que su madre se abría sin darse cuenta de que dicha información dada tan inocentemente, estaba causando un gran daño.
—Está... bueno. ¿Ensayamos?
Reid le dio unas suaves palmadas de aliento en la espalda.
—Sí. Será lo mejor.
Los chicos lo saludaron. Todos, excepto Noah que seguía mostrándose austero y reticente. De hecho, le dedicó una mueca de hostilidad que Seth esquivó como si no le importase nada que le tuviera tanta tirria.
Se plantó frente al micrófono, agarrando de camino su Gisbon, dispuesto a dar todo lo mejor de él, muy a pesar del bajo estado de ánimo que atravesaba.
«Nada nos va a parar
si tú estás a mi lado.
Eres esa bendita adrenalina
que da cuerda a los latidos
de mi corazón.
Tómame entero.
Adoro recorrer
cada fragmento de tu anatomía.
Te idolatro, te necesito;
ojalá pudiera afirmar
que en verdad
eres completamente mía [...]».
Mía... Una posesión impalpable con respecto a sus sentimientos por alguien que era lejana e inalcanzable, o, al menos, prohibida. ¡Qué ironía! Se supone que tendría que ser a la inversa.
Ensayaron varias canciones hasta que estas salieron bien. Seth se sentía exhausto. Ya venía tocado. Y hoy no estaba por la labor. Pero así son los músicos apasionados: no importa el cansancio. Siguen perfeccionándose en su trabajo.
Hicieron un descanso. Jayden se dirigió a Seth. Lo observaba un poco ido y pensativo.
—¿Cómo está tu madre?
Se encaró a él.
—No sé. Dímelo tú. Parece ser que habéis tenido algo cuando ella aún tenía uso de razón.
Jayden se mordió la mejilla. ¿De dónde se lo había sacado?
—¿A qué te refieres?
—Vas a visitarla, ¿no es así?
—Fue la mujer de mi mejor amigo. Y la aprecio.
—O la amas. A mamá se le ha escapado inocentemente que vas a visitarla. A ver, todo sería normal, salvo que, cuando lo dijo, se le llenaba el corazón y le brillaba la mirada como si hubiera algo entre ambos. —Seth resopló—. Y yo indignándome por la infidelidad de mi padre. Mi madre fue infiel mucho antes.
Jayden lo apartó del grupo de jóvenes para que no los escuchasen.
—El matrimonio de tus padres ya hacía agua desde muchos años atrás. Tu madre se sentía triste.
—Y tú la consolabas...
—Seth...
—Jay...
—Tu padre quiere lo mejor para ti.
—¡Deja de repetir eso!
—Deberías de darle la oportunidad a dejar que afirme tu carrera como músico. Es lo que más amas.
—Mi padre está medio retirado de los escenarios. ¿Qué me puede ofrecer?
—¿Su cariño? ¿Sus contactos? ¿Mi ayuda?
Seth puso los ojos en blanco.
—No estoy de humor para seguir conversando. Por lo que te pido que me dejes en paz —sentenció, antes de distanciarse de él.
Había llegado el momento de la grabación tras los ensayos. Al principio se sucedieron varias pifias. Finalmente, salió a pedir de boca. El segundo disco podría salir pronto. De inmediato y después de que el single se asomase en todas las emisoras y lugares de Internet dedicados a este género.
Jayden trató de hablar otra vez con él. Quería que confiara en él. Entender que todo lo que había ocurrido era cosa del destino. Giros de la vida. Pero Seth no estaba por la labor. Y se negó en rotundo a seguir escuchándolo. Además, tenían cita para realizarse las fotos de ese próximo disco. Y no le apetecía salir con el ceño más fruncido con el que ya saldría por los acontecimientos que se estaban sucediendo. «¡Puta vida!», gritó para sus adentros.
https://youtu.be/lB6a-iD6ZOY
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