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24. Desempolvando emociones

 Seth se aferró con decisión al micrófono. El estadio estaba lleno hasta no caber ni un solo cuerpo humano más. Sus fans ingleses gritaban con euforia, con una emoción incandescente hacia su ídolo.

    —¡Qué pasa, Birmingham! —La marabunta volvió a rugir—. Estamos encantados de estar esta noche con vosotros. —Hubo más gritos y vítores, aderezados con algún «cásate conmigo», o un «quiero un hijo tuyo», incluso, «tengamos una noche loca». Seth fue mencionando uno por uno a cada uno de su banda, al tiempo que cada cual hacía sonar su instrumento durante unos pocos segundos sonriendo y saludando a la peña—. Y sin más dilación, ¡hagamos eso que tanto nos gusta!

    Los gritos aumentaron de volumen. Entonces, los primeros acordes de la canción que abría el concierto empezaron a sonar, con el público enloqueciendo.

    Seth se sintió como en casa cuando fue capaz de apartar los problemas del escenario, empezando a disfrutar de verdad. La frescura de Danno con su optimismo, y la confianza que volcaban el resto de los miembros de Electrocuted sobre él, había logrado que abriera su mente y regresara a ser el que era antes de la hecatombe personal. Escuchó al público corear sus canciones, e incluso en algunos fragmentos, los dejaba a ellos cantar. No se podía explicar con palabras el éxtasis que estallaba en todos ellos, regresando de nuevo a la vida, a una vida musical que volvía a sonar más perfecta imposible.

    Cantaron canciones de su último disco, y algunas más de los anteriores. Además de algunas de aquellas nuevas compuestas recientemente. Precisamente, esas nuevas, a Seth le recordaron a Ámbar. Desde que había aparecido en su vida, la inspiración no se apartaba de él ni un segundo. Se había sentido más vivo que nunca. Bueno, mientras estuvo con él, porque ahora se había empeñado en darle la espalda por culpa de su inseguridad que, a ver, la entendía. Nadie puede jamás acostumbrarse a que lo acosen constantemente por su fama, o por formar parte de la vida de un famoso. Él lo experimentaba en propias carnes.

    Pero el momento más emotivo vino cuando, sobre el escenario, se hizo un silencio acompañado de unas luces tenues que dieron paso a una atmósfera mucho más íntima. Fue entonces cuando Seth bajó la mirada hacia el micrófono con una tristeza que dejó mudo al público. Empezó a hablar:

—El amor es una bendición —empezó, con un hilo de voz, rasposo y cansado—, aunque, en ocasiones, puede doler tanto como una piedra de dimensiones colosales que te aplasta hasta las entrañas —agregó con su yo más poético, y dolorido.

    Tomó aire con dificultad. Se le veía afectado. Se aferró a su guitarra y empezó a cantar una de aquellas canciones que se habían quedado en el cajón tras la ruptura con Ámbar. Notas que conseguían romper el alma a cualquiera de los presentes, incluso sacarles alguna lágrima. Era una de aquellas canciones que había costado mucho ensayar. Porque el tono de voz, a Seth se le rompías, nada más en los inicios. En este momento buscaba las fuerzas necesarias para no detenerse hasta sacarla afuera completa. A pesar de que hubo algún momento que el nudo en su garganta le hizo hacer alguna pausa algo más larga de lo normal antes de los estribillos. Logró terminarla, escuchando los gritos y silbidos de felicitación del público que había dejado unas milésimas de segundo, un silencio suspendido en el aire por el impacto de la letra y las notas de aquella canción. Danno, que era quien acompañaba actualmente su voz, se acercó, púa en mano, dándole unas palmaditas en la espalda con la mano desocupada. Su guitarra oscilaba sobre su abdomen. Seth asintió. Este asintió sonriendo. Seth miró a Michael que elevó un pulgar felicitándolo, al igual que el resto del grupo. Porque había logrado sacar afuera toda la rabia, el dolor, y la frustración con aquella melodía y letra.

    El grupo pedía más. Pero había llegado el momento de finalizar. El grupo se despidió uno por uno, tal y como habían iniciado su concierto al principio. Las luces se apagaron. Lo habían hecho. Lo habían logrado. Había sido un concierto brutal y lo habían disfrutado.

    Jayden buscó a Seth, lo abrazó a él sin permiso. Sin importarle que le gritara, que estuviera empapado de sudor o cualquiera de aquellos contratiempos. Y Seth se abrazó a él para llorar escondido en el hueco de su cuello. Jayden lo abrazó todavía más fuerte.

    —Lo has hecho bien. Lo has hecho muy, muy bien —lo felicitó en un murmullo.

    La escena era conmovedora. Seth no fue el único que derramó lágrimas. Aunque el resto lo hicieron de manera disimulada, y alguno se las tragó por orgullo y vergüenza.

    —¿Lo celebramos? —pidió Michael con la mirada puesta en Seth que empezaba a soltarse de Jayden; a recomponerse.

   —Yo estoy hecho una mierda. ¿Qué quieres que te diga? ¿Y si regresamos al hotel? —pidió Paul, experimentando una flojera inmensa. Porque hoy había sido intenso, energético, satisfactorio.

    —Yo sí iría a celebrarlo —se apuntó Reid, con Danno levantando un dedo con cualquier alumno de clase, apuntándose al bombardeo.

    —Si os apetece salir, no hay problema. Os lo habéis ganado —les dio permiso Jayden adjudicándoles a un par de los guardaespaldas que se habían llegado consigo. No quería tener ninguna complicación que resolver en una noche tan buena donde todo había salido a pedir de boca.

    Danno se acercó a Seth y le dio un apretado abrazo.

    —Joder, tío, cuando sacas tu mejor versión eres la hostia. Reid se quedaba corto al decirlo —añadió, apartándose de él para dedicarle un guiño.

    Seth no supo qué decir. El nudo que se había ceñido a su garganta seguía ahorcándolo con inquina. Quería llegar cuanto antes al hotel. Tenía algo importante que hacer una vez se hubiera dado una buena ducha.

    —Te diré una cosa —Michael lo señaló—, tus palabritas emotivas provocarán un revoloteo de los buitres interesados por saber qué hay escondido detrás de tu ocurrente adivinanza —agregó, con una risilla mordaz.

    —Que les den por donde más amarga —maldijo Seth, aunque con la misma risilla mordiente.


    Después de la ducha las ganas le quemaban. Llamó a Jaxon. No tardó en responder.

    —¡Estaba sobado!

    —Mentiroso.

    —Una cosilla, tu frasecita sacará a todos los vampiros de paseo. ¿No caíste en la cuenta antes de soltarla? —se burló.

    —¿Cómo está ella, Jaxon?

   —¡No sé por qué te preocupa tanto! Esa mujer es capaz de darle un buen derechazo a quien se pase de listo. No es precisamente una frágil florecilla —aclaró divertido.

    —Cuídala bien de todas maneras. Acabo de dejar en tus manos mi tesoro más preciado.

    —¿Sabes que tu precioso tesoro, la princesita melocotón, no deja de discutirme que la lleve a todos lados? Dice que la convierto en un cartel de neón.

    —¡Cómo no! Esa es mi chica. Larga lo que piensa. Y es independiente.

    —Independiente o no, un día me pillará de mala hostia y la dejaré en la cuneta.

    —Eso no es verdad. Jamás lo harías. O te las verías conmigo. Te echaría de patitas a la calle.

    —¡Cómo lo sabes!

    —En serio, Jaxon. ¿Cómo está?

    —Bien. Y debo confesar, aunque alguno de vosotros termine sacándome las entrañas con un tenedor, que no dejáis de preguntar el uno por el otro. ¡No soy ningún emisario! ¡Os queréis llamar y decirlo a la cara y dejar de meterme de por medio! Me está entrando una depresión de mil demonios.

    Lo hizo reír.

    —No es un chiste. Hablo muy en serio.

    —Es ella quien no se decide.

    —Ya. Ya... Bueno, te dejo descansar. Debes de estar agotado. El concierto ha estado fenomenal. Hacía mucho que no te había visto tan vivo y disfrutando a tope de lo que haces.

    —Ha sido fantástico. Por un tiempo he podido olvidar el dolor que me atrapa. Y he disfrutado con los míos.

    —Deberías de hacer eso más a menudo. Te haría mucho bien.

    —No podemos ignorar los problemas.

    —No digo que los ignores. Pero estaría bien que los aparcaras durante un ratito y vivieras. Que para eso sigues siendo humano. Un humano con un sueño hecho realidad.

    —Joder, Jaxon. Qué profundo.

    —Sí. Será mejor que me vuelva a la cama que, como tenga que salir pitando, no me va a despertar ni Dios.

    —Sí. Será mejor. Me preocupa tu sentimentalismo.

    —¡Ja! Graciosillo mi jefe. Disfruta, o descansa. Sea lo que sea.

    —Esta noche me quedo en la habitación del hotel.

    —¡Qué raro!

    —Siento que mis fuerzas están al borde de su término.

    —Qué raro para ti.

    —Sí. Y no quiero meterme nada en el cuerpo. No quiero seguir destruyendo mi salud. No quiero terminar demente por esta vida frenética que olvida que soy humano y tengo límites.

    —Y luego me llamas a mí sentimental. En fin. Descansa. Yo voy a pegar la oreja un rato. Espero que tu girlfriend no me llame a mitad noche.

    —Sería una señal buena.

    Seth finalizó la llamada. Miró hacia alguna parte de la habitación sin fijarse en ello. Sonrió. ¿Preguntaba por él? Eso significaba que no lo había olvidado. Puede que hubiese una mínima probabilidad de que, algún día, no le importara ser la chica de un famoso, si este la amaba de verdad.


https://youtu.be/VlUSg_RHCeU

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