19. Soltar
Jayden se puso en contacto con los periodistas. Tenían que retirar todo rastro de aquellas fotos antes de que se volvieran virales. Seth temió que Ámbar estuviera mucho más cabreada que la vez anterior. Aquella que ya le falló. Que no fue sincero con ella. Metiéndola en un profundo agujero del que difícilmente saldría una vez la habían relacionado con él. Ella no dejaría de gritar a medida que se fuera precipitando hacia el vacío. Sería tan doloroso para él...
Se había empecinado en visitarla en su apartamento. Pedirle las disculpas adecuadas, y saber en qué grado de indignación se encontraba. Solo esperaba que no fuera el suficiente como para alejarse. Aunque esa sería una primera opción tras dos veces como esta de meterla en semejantes fregados. Pero Jayden lo descartó de inmediato. No podían darle más material a aquellas pirañas. Estarían apostados por los alrededores de su apartamento acechando como los tiburones hambrientos que eran en busca de más información.
En un primer momento, había estado apostado al lado de Jayden mientras aquel resolvía el problema con llamadas. Discutía acaloradamente. Amenazaba. Trataba de razonar. Solo esperaba que sacase algo en claro, ya que aquellos eran fríos e impasibles siempre que la exclusiva les otorgase una buena suma de dinero. Le diera más visibilidad. Prestigio y popularidad en su trabajo. Todos trabajaban para lo mismo. Para llegar alto. Solo que estos lo hacían para joder vivos cuando se dedicaban a ese lado más turbio y competitivo.
Se habían movido hasta el local donde solían ensayar cuando no estaban en el estudio. Seth pidió privacidad para hablar con Ámbar. Le urgía. Y se encerró en una de las dos pequeñas habitaciones que había en él. E hizo una videollamada.
—Lo siento, Ámbar. Juro que lo siento.
Ella cargaba con Misha en brazos como si llevase a un bebé entre ellos.
—¿Ya lo has resuelto? Necesito que lo soluciones cuanto antes.
—Estoy en ello. No te preocupes.
—Sí que me preocupo. Pensaba que aquella mujer no cumpliría sus amenazas.
—¿Qué mujer?
—La periodista que me amenazó. Si no hablaba, las publicaría.
—¡Joder! No me dijiste nada.
—Te dije que nos habían descubierto.
Seth apretó la mandíbula sintiendo una rabia. Una rabia cortante que dejaba sus entrañas al rojo vivo. Ojalá y pudiera salir en busca de aquella mujer para decirle lo que pensaba. La violencia no era el mejor camino para solucionar esto cuando se metería en peores problemas. Tenía que dejar que Jayden lo solucionase, por poco que le apeteciera no hacerlo él a la antigua usanza. Como un enfurecido neandertal.
—¿Cómo se llama ella? Tengo que informar a Jayden.
—Creo que dijo Claudia Bennet.
—Tengo que decírselo. Tiene que estar al corriente y llamarla para que recule. ¡Maldita sea! Esos carroñeros me tienen hasta los huevos. Te lo juro. Arreglaré esto.
—No hay solución. Me he metido demasiado de lleno. Y me relacionan contigo. ¿Con qué cara salgo a la calle? ¿Cómo voy al trabajo sin que nadie me siga y me aguijonee con preguntas? Sin que todo el mundo me observe como a ese objeto interesante, odiado o dispuesto a ser criticado por la posición que acaba de adoptar.
—No digas eso. Buscaré a alguien que te acompañe.
—No quiero a nadie conmigo. Necesito espacio, libertad, ser quien soy sin mudar. No quiero que me adjudiques a ninguno de tus escoltas, Seth. Eso no va conmigo. Es mejor que lo dejemos. Nos distanciemos. Hagamos que la gente deje de relacionarme contigo. Que las aguas regresen a su cauce, por difícil que sea.
—No puedes estar hablando en serio.
—Sí que hablo en serio.
—Por favor, Ámbar, deja que lo solucionemos de otro modo.
Bajó al suelo a Misha. Volvió a asomarse a la pantalla.
—Adiós, Seth. Por favor, no vengas más por aquí. Es más una orden, que un ruego —dictó, desapareciendo de la pantalla con el corte de la videollamada.
Seth se quedó sin palabras. No podía estar pasando. No podía marcharse de su lado. Poner distancia entre ambos. Trató de llamarla de nuevo. No lo cogió. Acto seguido, seguro que acababa bloqueándolo. No podía dejar esto así.
Colocó el teléfono en el bolsillo de su chaqueta. Salió veloz hacia la parte más amplia del local donde el resto esperaban noticias suyas sobre cómo estaba. Qué había dicho ella.
—¿Dónde vas? —quiso saber Jayden.
—A verla. Me ha dejado.
—¡No! —le gritó.
Seth forcejeó para que lo soltase. Fue entonces cuando Michael se le acercó para sujetarlo del brazo.
—Por tu bien, y por el suyo, detente. Por favor —le rogó. Deja que los que saben, lo solucionen.
—Me odia. Me odia por meterla en esto. Y yo la quiero demasiado.
Danno se adelantó.
—Tío, no me jodas el sueño ahora que estoy dentro. No puedes hundirte por esto. Sigues siendo el vocalista del grupo. Sigue tu sueño. El mío, ahora. El del resto.
—Se arreglará. Ya lo verás —intentó animarlo Paul.
Reid asintió. Aunque supieran que no estaba precisamente el éxito asegurado con la situación como estaba. Eran más puntos negativos, que positivos a su favor. Seguramente, el barco terminaría hundiéndose del todo, y con él, Seth. Y con este, el resto. No podían consentirlo.
Se encerró en la habitación donde guardaban los instrumentos, además de un minibar para momentos de celebración. O, simplemente, tomar algo entre descansos. Buscó la botella de Whisky. Quitó el tapón y bebió a de ella sin parar sorbos. Quería emborracharse, olvidar. Quedarse allí sin que se le molestase. Había cerrado con llave. Afuera, Jayden llamaba golpeando con insistencia la puerta. No iba a dejarles entrar. Quería estar solo, con su soledad. Buscó una de las guitarras, se aferró a ella. Se acomodó en el sofá de cuero marrón de dos plazas que había allí, puso el teléfono en modo grabadora y empezó a tocar:
No puedes dejarme así
necesito tu perdón
sé que he sido un cabrón
pero te quiero demasiado.
Sé que la he cagado,
que no hay vuelta atrás.
El daño ya está hecho.
Ojalá pudiera volver atrás y repararlo.
Aun así
necesito que me escuches.
Que me perdones
y me abraces.
Regresa otra vez.
No soy nada sin ti.
No puedes dejarme así
necesito tu perdón
sé que he sido un cabrón
pero te quiero demasiado.
No soy alguien perfecto.
Tengo el don
de estropearlo todo.
Sobre todo
contigo.
Regresa otra vez.
No soy nada sin ti.
No puedes dejarme así
necesito tu perdón
sé que he sido un cabrón
pero te quiero demasiado.
Regresa otra vez.
No soy nada sin ti [...].
Las lágrimas salían a borbotones. Había tocado fondo... otra vez. Sabía que, los de fuera, lo estarían escuchando todo. «Se solucionará». No tenía que ser ni tan listo como para saber que no sería así. Ella había tocado el límite. Y necesitaba marcharse para que no le hicieran daño. «No me mandes a nadie». No podía consentirlo. No quería dejarla a su suerte. Que aquella periodista volviera a plantarse frente a ella para amenazarla. Le mandó un mensaje a Jayden con su nombre y apellido para que hablara con ella. No podía quedar impune con lo que había hecho.
El timbre de una llamada en su teléfono lo despertó. Le costaba abrir los ojos con el terrible dolor de cabeza que se traía. Era la temida resaca. Lo palpó en busca del pequeño aparato. Respondió sin mirar la pantalla.
—¿Sí? —su voz sonó como congestionada.
—Ya está todo solucionado. Ella es libre —dijo, como si estuviera al tanto de todo. ¡Cómo no! Había sido Jayden.
—No te lo he pedido.
—No importa. Te dije que cuidaría de ti desde las sombras, ya que no quieres que lo haga directamente.
No le salía darle las gracias. No, después de cómo se sentía por su culpa con todo lo pasado con la familia.
—Me ha dejado, papá. Ya no importa.
—Importas tú. Levanta el culo de donde estás y vete a trabajar. Allá afuera, tus fans te esperan. Independientemente de que tu vida se esté yendo al garete, no los puedes abandonar. Así es la vida del cantante, hijo. Tu gran sueño.
—No puedo hacerlo, papá —repuso, sollozando.
—Puedes. Y tienes que hacerlo. Por tu vida pasarán personas, unas más profundas, otras más hirientes, otras más interesantes, y otras, muy fugaces. No te encariñes con nadie. Lo sé. Es imposible. Mírame a mí. Que me he enamorado dos veces. Y aunque sé que nada es eterno, al menos, compensa parte de mi vida para seguir adelante.
—La quiero, papá. No la dejaré atrás como quien abandona algo de lo que se ha cansado o ha perdido su interés. Ella no es uno de tantos caprichos. Sé que ella es la mujer que quiero tener conmigo.
—Así lo pensé de tu madre. Y mira. El destino nos bifurcó en un momento dado.
—Fuiste tú quien salió huyendo.
—Fuimos ambos cuando el amor se fue apagando. Hijo, no dejaré que te hundas en la miseria por este bache. Eres bueno, eres grande, eres un gran cantante y compositor. Jayden dice que compones canciones muy buenas cuando estás feliz, o cuando te da un bajón semejante a este.
—¡Maldito cabrón! Ha estado hurgando en mis libretas.
—Le pedí que ejerciera del padre que no podía tener cuando me alejaste. Al menos, deja que él cuide de ti. Ama de verdad a tu madre. Como tú dices amar a esa chica.
Seth se frotó la cara sintiéndose indispuesto.
—No puedo. Me siento... mal.
—Date una ducha, tómate un par de analgésicos y sal ahí fuera a triunfar. Eres magnífico, eres un tipo con éxito, eres yo en mi plena juventud. Mereces estar donde estás. Que nadie pisotee tu trabajo. Como trató de hacer Noah.
—Pero...
—Estoy al tanto de todo. Sí, hijo. Te lo he dicho antes.
—Tengo que colgar, papá.
—De acuerdo, hijo. Manda saludos a Jayden. Te está esperando afuera, ejerciendo de tu guardián —dijo Anthony con tono agradecido.
—¡Ese estúpido! Nunca me dejará en paz.
—¡Deja de gruñir y mueve el culo! —lo regañó—. Bien. Espabila. Se hace tarde —lo azuzó antes de colgar.
Seth respiró con fuerza sintiendo asfixia. Llevaba una carga inmensa sobre sus hombros. ¿Cómo salir de semejante atolladero? ¿Por qué todos se empeñaban en hacerlo trabajar como un mulo de carga cuando él solo deseaba hacerse un ovillo dentro de la cama?
Escuchó unos golpecillos en la puerta.
—Seth, espabila. Te he pedido el desayuno —anunció Jayden, al otro lado de la puerta.
Abrió la puerta. Alzó la mano pidiendo ir primero al baño. Sintió que todo el contenido de su estómago quería salir disparado hacia afuera. Llegó al baño y devolvió. Llegó a sentir el regusto de la bilis. ¡Qué malas eran las borracheras! Su hígado debía de estar ya resentido con tanta cantidad de alcohol desparramada por su organismo constantemente. «Tienes que dejarlo. ¿Quieres morir como Cameron?». Morir sería algo —¿Cuántas veces se lo había repetido ya?—. Sería mucho mejor que la espiral infernal en la que se había internado.
Se plantó frente a la puerta. Respiró tan hondo como pudo. «Tienes que avanzar». La voz de su padre se había quedado incrustada en ese lugar de la cabeza más cabrona que, a la desesperada, lo intentaba rescatar. Abrió.
—Por fin. Hay cosas que hacer. —Señaló hacia la improvisada mesa que preparó—. No es lugar para hacer todo esto. Pero improvisar es lo mío. —Miró el reloj—. Date prisa. Tenemos una programación extensa.
—¿No salimos pasado mañana de gira a Reino Unido?
—¿No te importan los ensayos? ¿El grupo? ¡Evita otra pataleta de Danno! Ese chico me cae bien pero, cuando se pone así, me entra dolor de cabeza —bromeó—. Desayuna. Te llevaré al apartamento, te asearás y te llevaré a un sitio.
—¿Qué sitio?
—No voy a adelantar nada.
—Esta mañana no estoy bien para ir a ver a mi madre.
—No es allí donde iremos.
Seth entornó la mirada. Si no era allí, ¿Dónde tenía la intención de llevarle? No soltaría prenda. Así que, mejor, obedecer paso a paso si quería averiguar dónde.
https://youtu.be/ShZ978fBl6Y
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