Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. Puntos ígneos


       Daria le mostró las fotos. Como estaba suscrita a unas cuantas páginas del corazón, su teléfono no había dejado de vibrar con el recibo de nuevas noticias sobre la cita de la nueva pareja.

    —Pero qué cabrón. Y luego te anda llamando —espetó Daria, entre dientes, mostrándolos como un depredador—. Los famosos no son trigo limpio. Van a lo que van.

    Ámbar había abierto los ojos al máximo en cuanto vio aquellas fotos que su amiga le mostraba. Le parecía increíble que él tuviera la desfachatez de llamarla pretendiendo citarse con ella y hablar. ¿Hablar? ¿Sobre qué? ¿A qué plato de todos pertenecía ella? Ni postre quería ser. Tomó aire. Lo soltó despacio.

    —Hacen buena pareja —largó mintiendo. Sentía que, dentro de sus entrañas, algo pinchaba como una aguja afilada al verlos en esa posición tan amorosa. O eso reflejaban las fotos. O buscaban reflejarlo.

   —Bien. Veo que te lo has tomado a la tremenda. —Cerró pantallas, bloqueó y devolvió al bolso—. ¿Qué quieres hacer ahora?

    —¡No me lo he tomado a la...! De acuerdo. ¡Déjalo estar!

    —¡Vale! Ya sé dónde. Demos un paseo por el acuario. Ver a los peces nadar tan sosegados otorga calma.

    —Al... acuario.

    —Sí. Te irá bien respirar hondo y ver la tranquilidad que allí se respira.

    —Debes de estar de broma.

    Su amiga se encogió de hombros. Ámbar se llevó la mano a la cara.

    —Madre mía. Estoy en mitad de una casa de locos.

    Daria estalló en una carcajada.

    —Somos un par de locas. No podemos remediarlo. Así que....

    Ámbar rodó los ojos.

    —Así que no hay más ovarios que ver a los pececillos nadar con tranquilidad, detrás de enormes mamparas transparentes —respondió a su amiga.

    —Como un par de pazguatas que no saben qué hacer un domingo por la mañana.

    —De acuerdo. Genial.


     Accedieron al acuario. Fueron visitando parte por parte del recinto. La parte de rabia y preocupación se había adormecido para dar paso a la humorística. Imitaban a los pobres pececillos que las observaban desde detrás del cristal mucho más sorprendidos, o abstraídos, que ellas mismas.

    En el rincón de los peces ángel, Ámbar escuchó a alguien cantar en un susurro una de sus canciones favoritas. Lo hacía tan bien que podría jurar que cantaba el mismo Seth.

    Se movió en su busca, más que nada por curiosidad.

    —¿Eh! ¿Adónde vas?

    Se dio unos golpecillos en el oído derecho para que ella prestase atención. Pegó un grito cuando le dieron un tirón seco llevándosela detrás a gran velocidad.

    —¡Ámbar! —gritó Daria con preocupación cogiendo carrerilla detrás de ellos.

    —¡Que me sueltes! —iba gritando Ámbar, a la desesperada, forcejeando.

    De inmediato reconoció aquella silueta oculta debajo de una mascarilla oscura y una gorra de tonos azul y verde, y Ámbar lo frenó con un tirón. La gente cercana los observaba preocupados de que fuese un rapto por los gritos que ella daba, y la intención de este por arrastrarla con él.

    —¿Quién te crees que eres? ¿Quién te ha dicho que estoy aquí?

    —Los míos conocen cosas que no sabes. Han rastreado tu teléfono, y «voilà».

    —¿Voilà? ¡Lo que eres es un capullo! ¿Te divierte montártelo con todas?

   Sin previo aviso, sujetó su rostro con un cuidado delicioso para besarla sin permiso, tras bajarse la mascarilla de un tirón. Ella lo empujaba a través de su atlético y firme pecho. No cedía. Terminó dejándose. Porque su boca reconoció aquella boca que ya la había besado con antelación. Que había necesitado de esta segunda parte. De muchas más. El beso finalizó entre jadeos y un intento agradable de regresar la respiración a su lugar. Costaba. Sin embargo, había valido la pena. Finalmente, consiguió apartarlo de un tirón.

    —¿Quién te crees que eres? Porque no eres Dios. Digan lo que te digan.

    —Seguro que, al principio, tú sí me consideraste una deidad divina.

    —¡Menuda arrogancia tienes, Seth Gardner!

  Volvió a sujetarla, esta vez desde detrás de la cabeza, con una mano, para acercarla y volverla a besar. Se sentía sediento de ella.

    —Me gustas mucho, Ámbar. No pienses lo contrario.

   —¿Y la tipa de las fotos?

    Arqueó una ceja con sorpresa.

    —¿Estás celosa? —canturreó en una interrogación.

   —Me parece horrible que creas que todo el mundo te pertenece. Somos personas. No somos souvenirs que coleccionar.

    —Hubo un tiempo que lo creí así. Hasta que te conocí a ti.

    —¡Pero qué fanfarrón! Por favor, chico, que solo nos hemos visto... ¿dos? ¿Tres veces?

    —¿Qué importa? Solo me importas tú.

    Rio desganada.

  —¡Perfecto! Tiras por los suelos mi privacidad. Me metes en una relación que dure eternamente. Logras que tus fans me odien y me convierta en una diana mediática.

    —Todavía no conocen el rostro de la mujer por la que me he vuelto un insensato.

   —La mujer con la que sí te has fotografiado ha sido con ese bellezón al que envidio.

    —Esto es solo un juego de intereses. Acordamos este negocio conjunto que nos genere pasta.

   —Sí. Claro. Pero resulta que ahora, si me ven contigo, van a creer que yo soy «la otra». Y tengo dignidad. ¿Sabes?

   —Lo sé. Y lo siento. Pero no quiero apartarme de ti. —Se subió de nuevo la mascarilla y encajó más la gorra para ocultarse mejor. Desenganchó de sus vaqueros otra que había anclado a una de las tiras del cinturón. Se la puso sin perder la sonrisa.

   —Nos largamos. Quiero tenerte solo para mí.

    La hizo reír con malicia. El juego le gustaba. Aunque fuera arriesgarlo a todo o nada.

    Daria le mandó un mensaje. Ella respondió antes de echar a correr.


  Ámbar

    •«Te llamo a la noche. El capullo y yo necesitamos hablar»


    Cerró el chat, bloquear el teléfono y regresarlo a su bolso de bandolera.

    —¿Estás lista?

    —Ahora sí.

    —Bien.

    El teléfono se puso a vibrar en el bolsillo delantero de los vaqueros de Seth. Ella bajó la mirada hacia allí con insistencia.

    —¿No vas a responder?

   —No. Estoy demasiado ocupado —sentenció, llevándosela consigo hasta el coche de lunas tintadas que ya los esperaba una calle más arriba, con Jaxon pisándoles los talones para entrar detrás. No había querido dejar a Seth ni cinco minutos. Un minuto perdido frente a un fan desquiciado podría robarle la vida. Y costarle caro a él por no hacer bien su trabajo.

                                                                         ****

    Entraron al coche. Seth ya no pudo más. Le urgía besarla. Besos que se volvieron más ardientes, con recurrencia, hambriento, urgentes. Las manos se perdieron por la anatomía de sus cuerpos esforzándose por bucear por debajo de la ropa en busca de piel desnuda. Seth dio con el pasador del sujetador de Ámbar desabrochándolo con destreza. A continuación, movió una de las manos en busca de sus pezones. Dio con uno de ellos. Inició una danza en circulo sobre él con su dedo para, enseguida, pellizcarlo. Eso provocó que ella se encorvase de gusto. Que emitiese un ahogado gemido. No dejaban de besarse. De entrelazar sus lenguas.

    —Jaxon —pidió Seth como pudo. Y una robusta mampara separó la parte delantera de la trasera proporcionándoles intimidad.

   Continuó con lo que estaba haciendo, con menor pudor. Ayudó a Ámbar a desprenderse de la ropa. A que lo ayudase a desprenderse de la suya.

    —Joder, como me pones. Como te deseo —susurró, sin parar de torturarla con sus hábiles dedos. Dejando un reguero de besos por su cuello, hombros, pechos y abdomen. Ascendió de nuevo para besar los labios de la chica.

   Ámbar sonreía feliz con la respiración entrecortada regresando a besar con avidez los labios de Seth cuando los colocaba sobre los suyos. Él bajó su mano rozando el borde de su ropa interior. Los gemidos de Ámbar se volvieron mucho más intermitente.

   —¿Puedo? —consultó con una risilla traviesa.

   Le devolvió la sonrisa asintiendo.

    —¡Genial! —ronroneó Seth—. Qué suerte tienes. Vas a tener al deseado adonis de Seth para ti sola.

    —Se... serás creído —lo regañó con un tono burlón pero dulce, y afectado por la falta de aire de la excitación. Bajando las manos hacia la zona abdominal de este, palpándola encantada por su planicie de surcos musculados. Le sacó un quejido de placer al hacerlo.

   Le tocaba el turno. Metió las manos dentro de su ropa interior. Enredó entre sus dedos el vello del monte de Venus. Luego pulsó el menudo botón trazando círculos sobre él. La escuchó acelerar todavía más su respiración. Su pulso ya llevaba rato desbocado. Ambos corazones latían con fuerza.

  —Di que me deseas —demandó en un susurro ronco, cerca de su oído—. Que soy tu ídolo. Que tienes unas ganas tremendas de follarme hasta dejarme sin aliento.

    —Me pon... pones en un compromiso —advirtió ella con burla.

   Seth se apartó de ella un poco para mirarla a los ojos. Quería aclarar eso.

    —¿Por?

    Sonrió victoriosa. Acaba de despertar su curiosidad. Lo tenía agarrado por los huevos metafóricamente hablando. Bueno, no tanto.

    —Porque siento la necesidad de recordarte que eres tú quien más me desea a mí.

    Seth emitió un gruñido gutural de derrota. Puso los ojos en blanco.

    —Sí. Reconozco que me has pillado. Felicitaciones —murmuró, escapándosele un ruidito gracioso que resultó de lo más sensual.

  —Bien. Siendo así, fóllame como merezco.

    Él torció aún más su sonrisa lobuna.

   —Como desees.

    Fue cuando la despojó de sus braguitas. Se deshizo de su bóxer a tirones. Palpó en el bolsillo del vaquero que estaba tirando a un lado, en busca del preciado paquetito metalizado. Lo rasgó con los dientes, sacó el preservativo y se lo enfundó con premura. No podía hacerla esperar mucho más. Y la penetró con una embestida fuerte que la hizo gritar de sorpresa, pero a la vez de placer.

    —Te deseo, Ámbar. Lo reconozco. Te deseo tanto —murmuró con voz áspera y entrecortada sin dejar de moverse sobre ella, con cuidado de no ejercer demasiada presión sobre su cuerpo para no causarle daño.

    Cogió ritmo. Se enlazaron estratégicamente para no golpearse demasiado por la falta de espacio. Quería complacerla. Llevarla hasta el cielo. Hacerla sentir mil cosas. Sentirlas con ella. Quitarle el cabreo que sabía que aún llevaba. Si la sorprendía. Si la amaba como era debido, podría convencerla de muchas cosas. ¿Por qué no?

    Fue más deprisa. No dejó de besarla. Los jadeos fueron subiendo de intensidad, las respiraciones pesadas, algún quejido furtivo y el orgasmo a punto de estallar. Convulsionaron a la vez gritando más fuerte, escandalosos, sin importarles nada. Ni siquiera que Jaxon estuviera al otro lado de la mampara.

    Acabaron convulsionando a la vez. Un orgasmo simultaneo que supo a un buen sexo y a miel. Los cabellos de ella enmarañados. El sudor perlándoles la piel. Las respiraciones todavía ondeando en la atmósfera con pesadez.

    Hubo más besos. Besos y sonrisas cómplices, recostándose unos instantes para intentar recuperar el aliento antes de volver a vestirse.

    —Juro que me estás volviendo loco, joder —confesó Seth, acariciando unas mechas de su cabello caídas sobre el rostro de Ámbar, devolviéndolas a su lugar—. Y me encanta —murmuró, feliz.

    Jaxon había estado dando vueltas en redondo. Se vistieron. Seth dio unos toquecillos a la mampara para dar aviso a este de que ya podía bajarla.

   —Hemos llegado —anunció este al poco rato.

    —Gracias, Jaxon.

   —¿Dónde hemos llegado?

   —Ya lo verás.

    —Tu teléfono vibra. ¿No te echarán del trabajo?

    —Seguiré siendo el cantante de los Electrocuted, les guste o no —bromeó, risueño.

    Salieron del coche, de nuevo ocultos con aquellos complementos.

    —Subamos al Space Needle.

    —¡No! ¿En serio quieres que nos metamos dentro de esa trampa humana? Estará lleno de gente. Nos descubrirán.

    —¿Con esto? Qué va.

    —Seth...

   —Ssshhh —la chistó, poniendo un dedo en sus labios—. Si vas nombrándome, seguro que terminarán por descubrirnos.

    Ámbar puso los ojos en blanco.

   —Acabamos de hacer el amor y pretendes que suba tantas escaleras. ¡Debes de estar loco!

  —¿Entonces?

   —Yo decidiré qué hacer.

    Demos un paseo por el Gas Works Park. Podremos escondernos en algún rincón apartado, espero.

    Seth alzó las cejas.

   —¿Quieres volver a hacer el amor?

   —Quiero que la gente nos deje tranquilos. Pero quiero estar contigo.

    —¿Ya no estás tan enfadada conmigo?

    —No creas que se me pasa tan fácilmente —le advirtió, con una media sonrisa que no supo esconder.


    Sacó una manta del coche. Buscaron un rincón tranquilo. Se sentaron allí, abrazados, exprimiendo unas horas que supieron a gloria. De nuevo, el teléfono vibró.

   —Qué opresiva es la vida de un famoso.

    —Pero es mi sueño. Y no puedo huir de él. —Acarició uno de los mechones perdidos, terminando con un beso sobre su frente—. He compuesto unas cuantas canciones para ti. Un día te las cantaré.

    —¿Cuándo?

   —Cuando las termine y las perfeccione.

    —Entiendo.

    Jaxon los controlaba desde un banco cercano intentando no ser demasiado invasivo cuando los inspeccionaba. Estaba claro que rezumaban deseo y ganas de intimidad. Solo que él debía de estar como la letra pequeña de este asunto, en esta salida, por si debiera actuar.

     Levantó la barbilla de la chica con un par de dedos para besarla. Se estremeció al recordarlos dentro de ella cuando Seth los había usado para excitarla anticipadamente antes de penetrarla. Era todo un portento a la hora de proporcionar placer.

    Otra vez el teléfono. Seth maldijo por lo bajo.

    —Le dije a mi mánager que me obsequiara con un poco de espacio. No escucha mis peticiones —maldijo, para contestar.

   —¿Sí? Sí. Lo recuerdo. Miró el reloj—. Dame diez minutos. Sí. Ok. Sí. Estoy con ella. Me estoy portando bien —elevó una comisura—. Me estoy portando muy bien —insistió, observando con perversidad a su compañera de secretos—. Vale. No tardo.

    Colgó la llamada.

    —Me reclaman.

   —Vale.

    Otro beso. Y otro más. Y más que se resistían a acabar. Seth gruñó contradictorio.

  —No quiero irme.

   —Te espera gente importante. Tienes que cumplir.

    —Sé. Lo sé. Aunque mi mejor fan está ahora aquí, entre mis brazos.

    —No me conoces.

    —Quiero contarte. Solo necesito tiempo y algo de paz.

    —Lo sé.

                                                                              ****

    Se despidieron. En primer lugar, dejaron a Ámbar en su apartamento. Luego tomaron rumbo hacia el centro de la ciudad. Ámbar entró en casa con una risa tonta y su cara sonrojada. Aquello había sido una pasada. Lo volvería a repetir un sinfín de veces. Había dejado olvidado cualquier resentimiento contra él, y ahora le parecía encantador. Todavía podía sentir los toques de sus besos sobre su piel. Su sexo aun recuperándose de semejante orgasmo. Seth era un diez para dar placer sin discusión ninguna. Había tenido sexo con Mason en muchas ocasiones. Pero este, tan clandestino y prohibido, resultaba mucho más excitante.

    Misha salió en su busca moviendo su colita peluda entre ronroneos. Ella lo subió en brazos y rodó como una noria emitiendo unos gritillos graciosos.

    —¡No puedo estar más feliz, pequeño! No me importa cuánto dure esta condenada felicidad. Solo busco atesorarla. Disfrutarla. Recordarla con claridad para cuando se desvanezca. Porque soy consciente de que esto, será temporal. Y no pienso protestar. «¿Y dónde está la parte en la que odiabas a los chicos que te hicieran lo mismo que Mason?». Bien. Ya estaba curada de él. Y solo quería vivir. Porque, quien no vive se siente muerto. Y si su media naranja existía, no dudaba en que algún día se tropezarían, por muchas vueltas a ciegas que dieran encontrarse constantemente con muros distintos.

    Mandó un mensaje a Daria.


  Ámbar

    •«Disculpa que te haya dejado tirada. Ha sido una tarde para recordar. ¿Vienes a cenar y hablamos? Pediré pizza para traer a casa»


  Daria

    •«No. Pasaré a por comida asiática. Prepárate. Porque pienso interrogarte como si fuera un condenado policía. No pienso quedarme sin enterarme de todo»


  Ámbar

    •«Hay cosas que no se pueden contar. El resto, lo sabrás»


  Daria

    •«¿No jodas que te lo has follado?»


  Ámbar

    •«Preguntas demasiado»


  Daria

    •«Acabo de obtener una respuesta bien clarita a mi pregunta»


  Ámbar

    •«Pero qué cabrona eres»


https://youtu.be/VubXnyQHfGY

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro