
Gárdian (Parte 1)
Un silenció incómodo y preocupante asechaba los pasillos de la escuela. Habían pasado poco más de tres horas desde que se armó el escándalo de Gabriel y la información que circulaba de boca en boca era escasa. Se decía que alumnos de último año que caminaban cerca de la entrada lo encontraron desmayado en el suelo, de allí estalló un fuego de rumores. Todos hablaron de ello, ninguno mencionó al culpable, y aun los de último año que si lo sospechaban ni siquiera se atrevieron a mencionar el nombre de Matt entre sus palabras por miedo de pasar por lo mismo.
Shawn estaba sentaba junto a la ventana que daba al pasillo, observaba molesto el reloj en el tope de la pared esperando que alguna noticia avecinara. Todos los alumnos fueron mandados inmediatamente a sus clases, a nadie se le permitió quedarse afuera en los pasillos. Extrañamente, pasaron las horas en solitario, los profesores apenas y aparecían de cuando y cuando para verificar que todos estaban adentro y en orden. Shawn espiaba por la ventana buscando pistas de lo sucedido. A veces veía algunos maestros corriendo de lado a otro con objetos en las manos, haciendo llamadas, y hablando en voz alta. Creyó ver en algún momento un carabinero [Policía] pasearse las instalaciones. Ninguna señal del ojiazul, ni de Gabriel, ni de que las clases empezarían pronto.
Adentro del salón todo andaba regular, como si fuera un día de pinta: algunos hicieron grupos para hablar, otros escuchaban música de sus celulares, otros se tomaron la libertad de rayar sobre el tablero u otras superficies, otros hacían locuras según se las imaginaban. Corría el tiempo y Shawn, alejado de aquellos grupos, empezó a cabecear de aburrimiento.
— Shawn, ¿viste algo? — Preguntó Felipe despertándolo.
— No realmente — respondió—. No sabremos mucho hasta que nos dejen salir. ¿Por qué no empiezan clases? Al menos así el tiempo se iría más rápido. ¿Te llamaron tus padres? A Rosa la llamaron de casa y le dijeron que la vendrían a buscar para llevársela aunque la última vez que vino el profesor le dijo que debían quedarse hasta el término de la jornada. ¡Qué dicha!
— No, a mí no — Respondió Felipe — Si hable con ella y me dijo que a su madre la llamo no sé quién y le dijo que iban a cerrar el colegio por hoy. En fin, no entendí mucho. Hasta donde se encontraron a este cabro allá fuera tirado y ya. ¿Por qué arman tanto lío?
— No es solo eso. — Dijo Shawn —. Hable con David, él es el Personero. Resulta que tienen en jaque a los colegios después de lo de Viña del Mar, lo de la otra noche. Sabes que los colegios de Santiago no dieron clases, y nosotros sí. Debieron haber cerrado este colegio esta semana hasta que pasaran las sospechas pero henos aquí.
— ¿Sospechas? ¿Qué sospechas? — Preguntó Felipe.
— ¿Tanto te la pasas en el celular y no ves las noticias? Búscalo si quieres. Me preocupa más lo que le pasó a Gabriel.
Felipe calló un segundó y luego siguió.
— ¿Hace cuanto no hablas con él? Recuerdo que pasaban mucho tiempo juntos desde que llegaste. ¿Nunca llegaron a arreglar nada?
— No. Él dejó de hablarme así no más. Sé que algo pasó con sus padres, aunque si te soy sincero, preferí no involucrarme mucho. Desde entonces él me evade y se la pasa peleando con Matt.
— ¿Crees que esté celoso? — Preguntó Felipe queriendo encender una conversación mal intencionada.
— Prefiero no hablar de eso Felipe — Concluyó Shawn de manera directa.
— Mmmm, está bien. ¿Y Matt? ¿Has sabido algo de él?
— ¡Ugh! ¡No! — Dijo Shawn desesperando —. No lo he visto desde que sonó el timbre y ya me estoy aburriendo aquí. Le fuese dicho que se viniera a este salón y estuviéremos escuchando música ahora pero no ha aparecido... Estoy esperando una respuesta de él. Solo espero que él no haya cometido un error.
Felipe vio a su compañero decaído. Podrá ser tan volátil y poco sutil en sus palabras como Mario, no obstante el aura de Shawn lo preocupó. Intentó cambiar la conversación.
— Oye Shawn, ¿qué pasó con el collar de ayer? No te lo veo puesto, ¿me lo prestas?.
— ¿Mh? ¿Te refieres al que mi abuelo me dio? Lo tengo aquí en el maletín. Ayer en la noche pasó algo muy raro y preferí no ponérmelo, pero él insistió que me lo llevará así que lo guarde.
— ¿Algo raro paso? — Preguntó Felipe con una sonrisa pícara.
— ¡No! ¡Bájale a tus humos o vete de aquí! — Exclamó Shawn.
— Ya, Ya, no te molestaré con eso más. ¿Puedo verlo? El collar.
Felipe lo tomó y lo reviso detalladamente.
— Es muy bonito. ¿Es una amatista o lápiz lazuli? ¿Lo compró en la feria de San Jose? ¿Es caro? — Preguntó con avaricia.
— No, me dijo que lo trajo de Estados Unidos. Era de mi hermana. — Respondió Shawn intentando quitárselo de la mano.
— Entonces es una reliquia familiar, ¡Qué genial! Si era de tu hermana debes usarlo todo el tiempo — Dijo Felipe tomando el collar y colocándoselo en el cuello de Shawn. — Mira, mejor, te luce. Aunque... debería decir que le luciría más a tu novio. Combina con los ojos azules de él.
— ¡Felipe!
Shawn se levantó y salió por la puerta. Felipe solo le alcanzó a preguntar por qué se iba cuando sintió el golpe de la puerta cerrar. Ignorando las instrucciones, marchó hasta la primera planta y llegó a los baños. Ningún profesor lo detuvo, no había alguno alrededor. Allí abrió la pluma del agua y se inclinó para beber. Bebió hasta llenarse.
— (Suspiro) Ojalá y no hallas cometido un error Matt — Pensó el joven.
Tim Tim Tum Tu Rim
Bajo él techó, una ligera melodía empezó a susurrar. Se sentía fresca y agradable, pero invasiva como tambores de guerras.
— Eso... ¿Es un piano? — Dijo Shawn confundido —. Deben estar tocando desde el salón de artes.
La melodía envolvió las cuatro paredes, los acordes sonaban como si vinieran directamente de ese cuarto. Shawn notó algo que lo alteró: eran la misma sonata que escuchó la noche pasada cuando estaba atrapado en la cueva. El recuerdo vivido de su pesadilla despertó y creyó volver a aquel lugar que le quitó el sueño. Asustado, caminó apresurado hacia la salida, en eso, la puerta de entrada abrió de golpe.
— ¡Disculpe profesor yo no...! — Exclamó Shawn.
Carlos apareció.
— No soy ningún profesor Shawn, solo vine a orinar.
— ¡Carlos! Lo siento, me asustaste. ¡¿T-Tú puedes escucharlo?! El piano.
— ¿Piano? — Preguntó Carlos — Debes estar dormido. Tienes tremendas ojeras, yo también. Pero no te preocupes, al parecer los profesores ya están a punto de mandarnos devuelta a casa de todos modos. Me hicieron levantarme temprano para nada.
— Ehm, ¡si! Debe ser eso — Rió Shawn — Y gracias, le diré eso a los chicos. — Dijo Shawn insistiendo en irse lo antes posible.
— ¿No quieres saber lo que pasó con Gabriel? — Preguntó Carlos atrayendo la atención inmediata del otro — Yo lo vi todo. Y sí, es lo que te imaginas, si entiendes a lo que me refiero. A estas alturas ya no es un secreto lo que Matt puede hacer. Me intriga saber por qué te haces el que sabe nada.
— ¿Tú qué sabes, Carlos?
— Lo suficiente, incluso cosas que no debería. vete ya mejor, otro día hablaremos con más calma. Aunque... — Carlos se lo quedó viendo como si notara algo nuevo en él —. ¿Te puedo preguntar una última cosa?
— Preferiría no — Respondió Shawn.
— Igual te preguntaré. ¿Has escuchado alguna vez el nombre Gárdian?
— No, no lo conozco. — Respondió Shawn rápidamente — ¿Es de un videojuego?
— No importa, no importa, pensé que sí. Bonito collar por cierto, ojalá y tuviere uno de esos. — Dijo Carlos con una mirada sospechosa, casi como riendo por dentro.
Shawn salió del baño y caminó devuelta al salón. El sonido de las teclas del piano aún sonaba a lo lejos persiguiéndolo.
— ¿Gárdian? — Pensó —. Porque siento que lo he escuchado antes...
Su corazón sobresaltó de repente, misteriosamente sintió una presión en su pecho que lo empujaba al suelo. Miró el collar y notó el mismo brillo de la otra noche. Ahora la melodía única parecía venir de lo profundo del cristal. Asustado se lo quitó y la música paró de repente.
— Debo estar soñado. Uff, me siento mal. Tengo que despertar o me quedaré dormido.
Guardó el collar en su bolsillo y en un instante las rejas de los barandales comenzaron a moverse, los árboles se escucharon crujir, un leve temblor sacudió el edificio. Algunos profesores, los que se dieron cuenta, salieron a los pasillos a verificar que todo seguía en orden. Vieron a Shawn y le pidieron regresar a su salón inmediatamente, el cual lo hizo sin mencionar nada sobre Carlos. De camino, Shawn pasó cerca del salón de profesores. En el piso gris notó gotas rojas regadas en dirección a ese salón, venían en hileras desde el pasillo de entrada de visitantes, subiendo por las escaleras y perdiéndose por debajo de la puerta. Imaginándose lo peor, siguió derecho y volvió al salón donde Felipe lo esperaba ansiosamente para seguir conversando.
***
Muy lejos de allí, en el lugar de la batalla, la calma antes de la tormenta hacia su aparición. El último sismo se detuvo, dando a paso a la quietud aparente. El cielo despejado dejaba entrar los rayos de luz y la brisa soplaba fuerte llevando lo que podía consigo.
El gran abismo tenía como pavimento una infinitud multitud de escombros y rocas filosas, tapando lo que en pocos minutos fue un gran hangar militar, el Hangar Pirita. Entre las muchas peñas una tambaleó, y rodando a un lado, dos personas aparecieron.
— ¿Estás bien?— Preguntó Mateo colocando a Rafael en el suelo.
Tanto Rafael como Mateo estaban agotados, sus ropas y cuerpos se cubrían de rasguños y polvo que se mezclaban con la sangre de sus heridas. Rafael seguía moribundo por los intensos golpes del joven, tras sentarse, respiró aliviado por no decir agradecido.
— ¿Esto te hará sentir mejor? — Preguntó Rafael.
— Igual te debía una — dijo Mateo —. No espero que me perdones, o tal vez sí. Viendo todo esto, creo que al final hice lo correcto.
— No esperes unas gracias de mí... Hay días que me pregunto si realmente vale la pena luchar por esto, esta empresa, estos ideales. La promesa que se nos ha hecho, ¿la consideras?
Mateo lo meditó y luego respondió señalando al valle en ruinas.
— No tendría sentido para mí hacer todo esto si lo considerara con esa facilidad. La fe es algo que no ha germinado bien en mi interior. No quiero ni pensar en lo que sentiría si algo le pasara a mi familia, en especial a Mario. Por las noches aún me persigue mi conciencia por aquello que sucedió hace tres años; jamás podre expiarlo. Sin embargo, hoy he pagado un poco de ese precio. Toma esto — Mateo le paso una de las pepitas en su chaleco —. Trágala. Ayudará con el dolor y la perdida de sangre, pero no curará las heridas graves.
Rafael tragó la pepita. Sintió un alivio casi de inmediato desde la punta de su pie hasta los cabellos rubios de su cabeza. Fue casi milagroso. Se levantó del suelo con facilidad, revisó su cuerpo: torso, brazos y piernas. Estaba compuesto, exceptuando por las heridas internas.
— Tengo varios huesos rotos, un par de costillas además — Dijo.
— Eso se cura con el tiempo. Preocúpate más por alguna contusión. Aunque siendo tú... No sé ni porque me molesto, eres una simple marioneta.
Ambos se asomaron para contemplar el paisaje. Avistaron todo el panorama. El silencio reinaba junto con la desdicha de millones de almas y trabajo que jamás se recuperaran. El firme viento traía consigo culpas de antaño, tocaba a los dos varones, y partía con ellas para volver en otra ocasión futura.
— ¿Por qué razón querías al niño? — Preguntó Mateo.
— Violette me ofreció salir de la cárcel si completaba la entregaba de Gárdian, puntos extra si le traía el chico, ella fue quien me confirmó que él vendría. Y tú, ¿por qué impediste que lo tuviera?
— ¡¿Qué no viste lo que podía hacer?! Aún lo estoy digiriendo. Aparte de eso, me recuerda a mi hermanito menor — respondió Mateo con una sonrisa cálida.
Mateo caminó alrededor buscando pistas. Tenía su espada en mano lista para cualquier evento. Deseaba confirmar que todo acceso al hangar estuviese exitosamente sellado. Y así fue, toda entrada, toda pista, todo indicio de aquel lugar quedó tapado bajo un mar de tierra y escombros.
— Imposible que alguien se abra paso hasta la última cámara — dijo Mateo para sí —. Tendrían que cavar el equivalente a dos montañas para llegar a él. Hasta aquí llegan tus días Gárdian. Que un Dios te maldiga para que no vuelvas a ver la luz del día y tu historia sea borrada de la faz de la tierra.
Mateo regresó con el Séptimo.
— ¿Ya contactaste con Violette? — Preguntó —. Sé que tienes algún dron en el aire. Ella debe estar detrás viéndolo todo. ¡¿Estás allí Violette?! — Gritó al aire — ¡Manda otro helicóptero para él! ¡Si quieres, yo me iré caminando! Tengo mi moto parqueada unas millas al norte. ¡Uh! ¡Mi casco!
Para sorpresa de él, el casco de su moto estaba en la superficie, roto pero servible. Lo tomó y se dispuso a irse. A Rafael lo cautivó algo que avistó en el horizonte, se lo quedó viendo por unos momentos mientras su compañero se marchaba, tras breves segundos alzó su voz.
— Mateo — Dijo Rafael —. ¡Mateo! — Exclamó fuerte. Mateo seguía sin voltear, avanzaba entre las grietas a paso firme.
— ¡MATEO!
— ¡¿QUÉ?!
— ¡PODRÍAS DECIRME QUE DEMONIOS ES REALMENTE ESE CHICO! — Gritó Rafael. — ¡MIRA!
Mateo volteó a donde Rafael apuntó. A lo lejos vieron una figura obscura y macabra levantándose de desde la tierra.
— ¡Siguen vivos! — Exclamó Mateo.
La apariencia de Éel había cambiado. Su aspecto delgado y ágil se remplazó con uno robusto y fornido. Su cola cambió de aspecto, siendo ahora más larga y amenazante. Aquellas uñas óseas que usaba para encestar un golpe que cubrían solamente la punta de su cola ahora las tenía nuevas y adornando los hombros y espalda del Void. Poseía 6 grandes protuberancias puntiagudas en su espalda y de sus hombros salían como garras. El void inspiraba temor con solo su presencia.
Rafael disparó dos veces ahorrando balas. Los dos proyectiles alcanzaron el pecho y el rostro del void, rebotaron de su cuerpo sin ningún problema.
— ¿Este que? ¿Se inyectó esteroides?— Exclamó Rafael—. ¡Ayúdame a encontrar mi fusil!
— ¿De entre toda estas rocas? ¿En serio? — Reaccionó Mateo — Mira toma esto mejor.
Mateo sacó de su bolsillo lo que parecía ser un plumero, uno metálico y bastante grueso y extraño, tenía grabado un símbolo a su lado. Mateo lo sacudió un poco y presionó el extremo tres veces. Con un movimiento de mano el plumero se extendió y transformó en un fusil de asalto.
— Tómalo — Dijo Mateo —. Es de tiro único, como te gusta. Alto poder de fuego, calibre 35mm con estabilizador, pero le faltan la culata y la mira, no creo que sea un problema para ti.
— Es un Mandamiento — mencionó Rafael sorprendido —. ¿Cuántos tienes contigo?
— Tantos que ya ni me acuerdo — Respondió Mateo quisquilloso y luego habló con un tono serio —. ¿Puedes activarlo?
Rafael sonrió y apuntó al rostro de la criatura con su nueva arma, los símbolos se extendieron una vez más por todo el brazo. Disparó el arma. La criatura se cubrió con sus brazos pero la potencia del proyectil lo empujó hacia atrás.
La reacción del Void fue inmediata, su cuerpo empezó a sacudirse y temblar. Mateo detuvo a Rafael de jalar el gatillo por segunda vez. Del tórax de la criatura cayó Matt al suelo quien de manera instantánea comenzó a toser intentando recuperar el aliento, mientras que la fisiología del Void cambiaba a su estado gaseiforme.
— Ya veo. Para eso quieres al chico entonces — Dijo Mateo para sí —. ¡Rafael! Llévale ese Void a Violette y dame al chico a mí. Así ambos tendremos nuestra parte. Créeme cuando te digo que ese Void será más beneficioso para ella que el mismísimo Gárdian. Violette solo le importa su hermano menor, esto le parecerá una jugosa propuesta. Por esto te mando acá.
— ¿Estás seguro de que ese es un Void clase 2? — Preguntó Rafael.
— Ehmm, en cuanto a eso...
¡DUM! — Retumbó de repente desde el interior de la tierra haciendo temblar el firmamento de todos los presentes y disolviendo un silencio mortal en el aire.
¡DUM! — Retumbó desde el interior de la tierra alarmando, enervando a los dos militares que empezaban sospechar que podría ser ese ruido.
¡DUM! — Retumbó desde la tierra trayendo a la memoria de Matt un sentimiento pasado de temor y angustia.
¡DUM! — Retumbó aún más fuerte desde la tierra. Mateo deseó que ese sonido fuera alguna explosión no detonada, que ese sonido fuese ha sido el mismísimo Azrael, el ángel de la muerte, que subía para llevárselo al infierno, deseo que las incalculables toneladas de tierra le cayeran encima del para no aceptar la posibilidad de creer que ese sonido venía de un ser al cual temía con todo su ser.
¡DUM! — Hubo silencio absoluto en el aire. Todos rogaron que un milagro sucediera.
— Allí esta de nuevo — Dijo Éel al chico —. Esa melodía... viene de casa. Nos está llamando.
— ¿Nos? — Preguntó Matt.
El fundamento tembló. Las rocas empezaron a zarandearse de un lado a otro. Un gran montículo de tierra se alzó en medio de los presentes y, tal como un volcán, un pilar de humo disparó al aire un objeto pálido que luego cayó a tierra hundiendo el terreno por su peso. Un aura escalofriante lleno de angustia a los presentes. Vieron en frente de ellos a la criatura que para el Sexto y Séptimo de los Doce les prohibieron enfrentar, y para Matt era el recuerdo vivo de sus peores miedos.
— He allí a Gárdian — Dijo Éel nostálgico de ver a un viejo amigo.
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