Luna Llena☄
No es necesario ser una bruja o hechicera para causar daño, malestar y temor en otras personas... solo basta con proyectar la envidia y los malos deseos, ya que la mente, por ser energía, tiene el poder de hacer realidad lo que deseas bueno o malo; por lo que, lo mejor es aferrarse a Dios, quién lo imposible lo hace posible.
1985, una nueva etapa escolar para Sabina, nueva escuela, nuevos maestros, nuevos amigos y nuevas experiencias que, aún siendo buenas y otras no muy buenas, todas de alguna manera dejarían un gran aprendizaje en Sabina y sus hermanos.
Sabina recuerda muy bien las palabras de su primera maestra, la Monja, que ya hacía meses había partido del pueblo hacia África. La lleva en su corazón. Están por comenzar las clases. Rosa ya anda en los procesos de inscripción de sus hijos, por ser tantos tomaba tiempo.
Debe asistir a su primer día de clases; en esta oportunidad va acompañada de sus hermanos mayores; ya que asistían a la misma escuela llamada El Maximiliano.
Era una escuela muy grande; constaba de tres pisos, pero en forma de escalera. Cada piso, era para Sabina como un escalón de escalera, muchos salones, muchos niños y muchas maestras. Era un lugar muy diferente a su viejo salón de clases: la parroquia de la Iglesia.
Su hermana Carlota la dirige hacia su salón de primer grado, ahí está su maestra sentada en su sillón de clases. Su nombre, la maestra Mary. Una docente de baja estatura, piel blanca y cabellos cortos; pero se notaba en su mirada y su sonrisa ser una bella persona.
La docente la recibe y la presenta al resto de los niños.
Sabina es muy tímida; por un momento quiso llorar, pero miró hacia la puerta y allí aún estaba su hermana Carlota. La miró a los ojos y solo con una sonrisa le transmitió un mensaje: —¡tranquila... todo está bien, aquí estoy...!
Carlota no lo dijo con palabras, pero Sabina pudo escuchar la voz en su interior.
Y Sabina toma su asiento en la parte de detrás del salón y abre su cuaderno.
Así comenzó su nueva etapa escolar, copiando sus tareas y tomando dictado. La maestra cada día enseñaba algo nuevo y Sabina estaba siempre atenta a sus clases. E igualmente, todos los días Carlota, al dejarla en el salón de clases, esperaba un largo rato observando a Sabina y luego se dirigía a su aula de clases.
La maestra Mary, ya está evaluando a los niños y Rosa preocupada decide buscar a una niña vecina a quien le decían La Mami.
Rosa comenta a Sabina: —¡Hoy viene la niña de la vecina para ayudarte con las tareas...!
Sabina: -¡Está bien mamá... ¿ella tendrá colores?!
Rosa: -¡No lo sé, seguro que sí, su papá tiene un buen empleo y seguro le compra sus colores...!
Sabina se sonríe con su madre y en eso llega la niña de la vecina con todos sus útiles escolares.
Rosa: -¡Hola Mami!, ella es Sabina y quiero que me la ayudes a hacer tareas, ya que están en el mismo grado...
La Mami: - ...Sí señora Rosa.
Rosa se aleja a su cuarto, últimamente se la pasa acostada. Sabina sabe que su madre está preocupada por la situación y trataba de hacer todo lo mejor posible para que no se molestara.
Al comenzar a estudiar con la Mami, toman el libro de lectura llamado Coquito, un libro muy colorido, y su portada tenía un niño sentado en un jardín estudiando rodeado de mariposas y pájaros.
Cuando la Mami comienza a explicar las primeras letras, que se trataba de unir y formar palabras con la M; Sabina toma el libro y lee no solo el contenido de la letra M, si no, de todas las demás letras con la P, la S, la R y así logró leer el libro completo.
Rosa, que estaba cerca de la salita donde estudiaban, escucha a Sabina leer; de inmediato se levanta de la cama y se dirige al lugar dónde Sabina se encuentra y pregunta.
Rosa: -Hija, ¿tú estás leyendo?
Sabina: -¡Sí, mamá, aprendí con mí maestra la Monja...!
Rosa no lo puede creer y le pregunta nuevamente.
Rosa: -¿En qué momento que no me di ni cuenta, hija?
Sabina: —¡Mamá... mientras estabas haciendo tus dulces yo estaba leyendo libros...!
De esta forma, Rosa se entera de que Sabina lee en forma corrida y no solo eso; ya sumaba, restaba y conocía las tablas de multiplicación.
Ese día, fue Sabina quién terminó ayudando a la pequeña vecina, la Mami, y quiénes se hicieron muy amigas. Sabina avanza muy bien en la escuela, para ella nada era complicado a la hora de estudiar. Todo lo podía entender y manejar de forma rápida, retenía todo lo enseñado por sus maestros de forma impresionante.
Como de costumbre, los estudiantes del Maximiliano salían del salón; formaban filas por grado y por orden de tamaño. Luego salían en fila, grado por grado, para caminar varias calles, hasta llegar al comedor escolar. Este comedor quedaba retirado de la escuela. Había que caminar hasta llegar de forma muy organizada. Cada salón, con su respectiva maestra.
Un día, unas niñas traviesas, aprovechan la oportunidad y se dirigen a la escuela. Sabina está en su fila para ir al comedor escolar a recibir como todos los días sus alimentos. La maestra Mary, su maestra de 1er grado, la coloca de primera en la fila, por ser una de las más pequeñas. Y su hermano Librado está en la fila de al lado, porque estudia un grado más que Sabina. Y su lugar era de los últimos de su fila; por ser de estatura más alta.
Mientras Sabina está en la fila, las niñas se dirigen dónde está Sabina. Se acercan y le comentan.
Una de las niñas -¡Tú no vas aquí... tú lugar es al final de la fila!
Y toman a Sabina de la mano y le llevan al final de la fila.
Sabina se queda allí sin hablar. Callada, ya que ella hablaba muy poco.
Librado, que está al final de su fila, observa a Sabina y se dirige hacia ella y le pregunta:
Librado: -¿Sabina, qué haces aquí... tu puesto es adelante... eres más pequeña...?
Y nuevamente, la toma también de la mano y la lleva nuevamente a su puesto. Y se retira a su fila.
Las niñas, al ver a Sabina por segunda vez de primera en la fila, se acercan molestas y le gritan - ¿Quién te crees para estar de primera en la fila? ¿Tu puesto es al final?
Y nuevamente, la toman de la mano y le llevan empujada y la colocan de último en la fila y de paso la amenazan diciendo -¿Sí te vemos nuevamente de primera en la fila... te daremos unos golpes...?
Sabina, muy asustada, se pone a llorar. Tiene miedo y no quiere ir al comedor. No quiere estar en la fila.
Su hermano Librado, estaba entretenido jugando con sus compañeros. Pero uno de los niños, que estudiaba con Sabina, se da cuenta que ella está llorando. Y de inmediato se va en busca de su hermano Librado.
Cuando Librado llega, le pregunta asombrado y a la vez molesto - ¿Por qué estás aquí atrás otra vez... yo no te acabo de llevar a la fila en tu puesto que te corresponde por ser más pequeña?
Y Sabina llorando le cuenta que...unas niñas no quieren que esté en ese puesto..., y si la ven allí la van a golpear.
Librado le pregunta - ¿Dime quiénes son las niñas?
Sabina muy asustada con su dedito le indica quiénes son. Librado, quién era muy impulsivo, además de que tenía que proteger a Sabina, la toma de la mano y se acerca donde las niñas y les dice - ¿Ustedes son las mocosas que están molestando a mí hermanita? Y las toma por los pelos y las arrastra por los pisos y se forma un alboroto con todos los niños de todos los grados. Los maestros tuvieron que meterse a separar a Librado de las niñas. Y cuándo logró calmarse, les dijo estás palabras- ¡Que no se le ocurra a nadie de esta escuela! ¡Meterse con mi hermana! Las niñas salen corriendo, perdiéndose entre los pasillos, y mientras se esconden entre los salones y se retiran por el monte que rodea la escuela, y nunca más se acercaron a la escuela de Sabina.
Esa pelea de librado le costó la expulsión del comedor por una semana. Desde ese día, las niñas jamás volvieron a molestarla.
Mientras esto aconteció en la escuela, los niños de Rosa eran molestados por otros niños más grandes y ellos debían defenderse. Y no faltaba una que otra pelea entre Librado o José contra cualquier niño que los molestaba.
Ese mismo año, Rosa se enferma y cae en una depresión, los problemas económicos, la atención a tantos niños que cuidar y eso la llevó a caer en cama. Es así como Antonieta debió encargarse de cuidar y atender a sus hermanos; tanto así que pasó a hacer como una segunda madre para ellos. Rosa, mientras, debe estar en tratamiento por largo tiempo.
Para el mes de junio ya los niños están terminando las actividades escolares, se acercan las vacaciones y eso para ellos era fenomenal; tiempo para jugar, compartir con todos los amigos vecinos.
Una noche clara, con la luna grande o luna llena, se observaba el patio clarito por el resplandor de la luna hermosa de aquella noche. Para aquella época el pueblo contaba con poco alumbrado eléctrico y había que aprovechar los tiempos de luna llena para jugar en el gran patio de la vieja casa de Rosa.
Mientras juegan, una dinámica llamada "Arroz con leche". Cantando una canción que decía:
... Arroz con leche
Me quiero casar
Con una viudita
De la capital
Que sepa coser
Que sepa limpiar
Que ponga la mesa.
En su santo lugar
Contigo sí
Contigo no
Contigo mi vida.
Me casaré yo...
Así, dos de los niños formaban con las manos un puente y mientras cantaban, el resto de los niños iba pasando por debajo del puente y cuando la canción llegaba al final, en la estrofa. ¡Me casaré yo...!, bajaban las manos y atrapaban al que iba pasando y así uno por uno iba saliendo del juego hasta que el último era el ganador.
A Sabina le encantaba ese juego, en una de esas, mientras cantan y juegan entre risas y gritos de alegría. Sabina está parada casi en medio de todos los niños riendo; pero de repente siente que alguien la observa. De inmediato regresa el recuerdo de lo que le pasó en la escuela de monjas.
En este instante, mientras los niños ríen y cantan nuevamente, ella deja de reír. Esta vez sí sintió miedo, mucho miedo. Alguien estaba entre los niños mirándola. Nadie se daba cuenta; solo ella lo sabía. Podría sentir su presencia.
Comenzó a mirar de un lado a otro, buscando para ver de quién se trataba, y cuándo voltió la mirada hacia atrás. Tenía de frente la imagen y cara de un viejo con su cara muy arrugada; su cabellera era blanca y tonalidades marrones, se le veían los ojos grandes; vestía una camisa blanca pero envejecida y un pantalón como color gris. Esa imagen parecía flotar en el aire a pocos centímetros del piso.
Éste al verla se sonríe, y Sabina logró ver sus dientes que conservaba perfectamente. Estaba justo frente a Sabina. Ella se quedó inmóvil, lo veía tan claro, ya que, la luna alumbraba todo el patio como una lámpara gigante.
Hasta que unos segundos después comenzó a gritar y a gritar:
-¡Carlota, Carlota, ¡mira quién es él! Ese señor míralo. ¡Porque está aquí!
Y Carlota de inmediato corre donde Sabina y la abraza y le dice - ¿De qué hablas? ¡Aquí no hay nadie más que nosotros...!
Sabina: -¡Sí ahí está, nos observa, es un señor y está sonriendo...! Y Sabina lo señaló con su dedito.
Todos voltean hacia dónde ella señala, pero no hay nadie. Nadie más lo pudo ver, solo Sabina.
Carlota toma a Sabina de la mano y todos salen corriendo hacia sus casas; mientras los niños de Rosa corren hacia el cuarto donde Rosa duerme y la despiertan.
- ¡Mamá despierta, algo extraño pasa afuera! Sabina vio algo en el patio, un señor ya viejo, pero nosotros no veíamos. solo ella lo señalaba...!
Rosa se despierta y los regaña - ¡Vamos a dormir todos... seguro fue una sombra que se movía y eso la asustó!
Y todos se quedaron callados, tomaron su sabana y se acostaron todos juntos en su cama. Pero Sabina se arropó bajo la sabana de su madre y se tapó la cara hasta quedarse dormida con la imagen en su mente de lo que había visto. Ella sabía que no se trataba de una sombra. Todo fue real.
¿Quién era el señor de la misteriosa aparición de esa noche de luna clara? ¿Sería que se trataba de otra jugada de la hechicera? O ¿la historia del difunto de la botija o entierro de las Morocotas de Oro en la casa de Rosa ya había encontrado a quién obsequiarle su tesoro? ... A Sabina.
Al pasar los meses, para mediados de noviembre, ya vísperas de Navidad, el clima en el pueblo supera los 16 grados centígrados, la niebla baja de las montañas causando un extraordinario paisaje entre blancos y grises que adornan el pueblo de Maparari; cuyo protagonista es el exagerado frío que obliga a los pobladores a andar abrigados y en cada casa se siente y huele el calor y olor a café caliente con pan de leche.
Rosa de forma inesperada recibe la visita de la hermana de su esposo Carlos, la querida tía Reyes Morles; ella llega cargada de alpargatas y sandalias tejidas para los niños. La tía Reyes, una mujer elegante, hermosa, con el cabello largo muy liso, ojos marrones y le gustaba vestir hermosos vestidos estampados, pero, muy estricta y de carácter fuerte. Ella acostumbraba a ir al pueblo a visitar a los niños y saber cómo estaban, ya que su hermano Carlos no se encontraba.
La tía Reyes era muy especial para Sabina. Lo primero que sacaba de su bolso eran las sandalias para Sabina. La tía Reyes se encargaba de hacer coronas de flores para los muertos, y por otro lado le gustaba tejer, era muy creativa y también muy espiritual.
Ese día llegó en horas de la tarde a la casa de Rosa. Los niños felices la reciben en la entrada alegres y muy contentos. Pasó sentada con Rosa conversando y tomando café. A la hora de dormir, la tía Reyes llevaba siempre en su bolso una hamaca para colgar en cualquier lugar y acostarse a dormir.
Rosa le pide a la tía Reyes, la cuelgue en la vieja cocina que estaba ubicada en la parte de atrás de la casa. Esa era la vieja cocina de la posada de arrieros. Rosa, conservo la cocina de la antigua dueña por mantener un fogón para cocinar a leña en muy buen estado.
La tía Reyes a eso de las 10 de la noche sale de la casa y se dirige a la vieja cocina y cuelga con unas sogas la hamaca para acostarse a dormir; ya debía descansar para el siguiente día regresar a su casa...
Como a la media noche, Rosa y todos los niños escuchan un alboroto, gritando y tocando la puerta. La tía Reyes -¡Abran la puerta rápido...! ¡Rosa abre rápido...! ¡Y tocaba de forma acelerada... top top... top top...!
Rosa y todos los niños se despiertan y corren a abrir la puerta a la tía Reyes, quién está muy asustada, tanto que no podía hablar. Sus manos temblaban y su cara era de susto e impresión.
Rosa la sienta en la cama de los niños y Carlota busca un poco de agua endulzada con papelón. Al cabo de un rato, cuando ella logra calmar los nervios; Rosa le pregunta - ¡Reyes, qué te pasó... qué fue lo que te puso así tan asustada... estás pálida, parece que viste un espanto...!
Reyes: '¡Rosa, no vas a creer lo que me paso... colgué la hamaca en la cocina! Me acosté y arropé por el frío y cuando ya me estaba quedando dormida, de repente siento que alguien se acerca a la hamaca y de repente me dio un sacudón tan fuerte que casi me saca de la hamaca y caigo al piso... De inmediato volteo a todos lados y no hay nadie, ¡miro hacía la puerta y ésta cerrada con el cerrojo o tranca por dentro para que nadie pueda abrir!
Rosa: -Dios mío Reyes, ¿pero qué podrá ser eso, será la difunta y antigua dueña de esta casa...? Y Rosa continúa contando, - ¡Cuentan que la antigua dueña vendía comida a los arrieros y cuándo murió su esposo, ella quedó sola atendiendo la posada! Y se murmura que un día, mientras cocinaba en su fogón las arepas de maíz; le dio un infarto cardíaco y quedó tendida sobre sus ollas negras teñidas por el humo de la leña. ¡Fueron los vecinos, quienes le dieron una justa sepultura porque se cuenta que no tuvo hijos...!
Reyes: - ¡Sí, lo más probable es que esa difunta no está descansando eternamente en la paz de Dios...!
Y Sabina, que era muy curiosa al escuchar a su tía Reyes, le pregunta: - ¿Tía... porque las personas cuándo mueren no descansan en la paz eterna de Dios?
Reyes: - ¡Hija, porque dejaron algo pendiente en esta vida y su espíritu queda desandando en el lugar donde vivieron hasta encontrar a alguien que los saque de pena...!
Rosa: - ¿Y entonces cuál será la razón de que siga aquí? ¡Debemos orar y pedir mucho a Dios, mis niños, para alejar esos malos espíritus...!
Sabina, se queda callada y piensa en voz baja.
Sabina: - Entonces, el señor que apareció de forma repentina en el patio mientras jugábamos, sería un alma en pena, ¿será ese mismo señor el causante del susto en la hamaca de la tía Reyes o se trataba de la difunta dueña de la posada, quien no quiere a nadie en su antigua cocina?
Nota de autor:
Termino este capítulo con una canción venezolana que promueve nuestra cultura y leyendas; ¡por ahora no recuerdo el autor...! Con palabras típicas venezolanas.
Por allá de no sé dónde
Tampoco sé cómo y cuándo
Dicen que andaba un espanto
Que lo vieron no sé dónde
No sé ni cómo ni cuándo
Dicen que andaba espantando
Era un muerto sin cabeza
Sin pantalón ni camisa
Con las manos en el bolsillo
Y una macabra sonrisa
Yo lo vi
Yo si lo vi
Yo lo vi
Yo si lo vi
Tenía los pelos parados
Tenía la barba chorria
Tenía los ojos pelaos
Y bailaba ese merengue con ese ritmo atravesao
Yo lo vi
Yo si lo vi.
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