La Visita de la Doña
Éste capítulo contiene escenas de fantasía.
El nacimiento velado en las instalaciones del hospital causa una gran curiosidad en los pobladores. Se corre la voz en el pueblo, y llega a oídos de una familia de hacendados muy ricos dueños de tierras y de ganado, dónde la señora de la casa llamada Doña María, no podía tener hijos. Llevaba años de casada con Don Pedro, anhelando tener una hermosa familia, pero con el vacío en su corazón por no tener la dicha de ser padres.
Unas de las trabajadoras de la hacienda que había estado en el hospital por motivos de salud y malestar, se enteró del nacimiento de está bebé y al llegar a casa de Doña María, dónde labora en los oficios domésticos, le comenta lo que escuchó en el hospital.
Y ella, quien estaba sentada en un sillón de cuero frente a su alcoba, se levanta en silencio y fue hacia su habitación, Doña María acarició suavemente las páginas amarillentas de su grimorio. Cada símbolo y palabra inscrita en el pergamino era un recordatorio de su poder. Conocía los secretos más oscuros de la magia y había dominado hechizos capaces de alterar la realidad. Sabina era la pieza que faltaba en su plan, la llave que abriría las puertas a un poder ilimitado.
En las sombras de su mansión, Doña María realizaba rituales oscuros, invocando a entidades antiguas. Sus ojos brillaban con una luz sobrenatural mientras pronunciaba palabras en una lengua desconocida. El poder que buscaba estaba al alcance de su mano, pero a un precio terrible.
La sangre de su familia corría por sus venas, cargada de una magia ancestral. Desde niña, Doña María había sido consciente de sus habilidades. Había pasado años estudiando los antiguos grimorios de su familia y perfeccionando sus hechizos. Ahora, con la beba a su alcance, podía llevar a cabo sus planes más ambiciosos.
Al cabo de un rato, se coloca su sombrero Tornasol y toma el paragua y sale de su casa.
Lugar que era muy grande con pasillos llenos de flores aromáticas entre ellas prevalece el Jazmín, lavanda y gardenia, convirtiendo esas fragancias encontradas, en poemas olfativos y emocionales, invocando el amor hacia la vida, para quien entraba en ese misterioso lugar.
Se dirige al hospital a conocer a esa niña a quién llamaban y se comentaba que nació bajo la magia de un nacimiento extraordinario.
Doña María, era una mujer misteriosa para los habitantes de la localidad, hablaba o se relacionaba muy poco con las personas y de vez en cuándo se desaparecía sin dejar rastro por varios días y regresaba de igual manera de forma inesperada, como sí se transportará a un lugar desconocido.
Todos comentaban en el pueblo que aquella vieja mujer, algún secreto escondía por su extraño comportamiento, otros decían que ella podía ser una hechicera, pero no tenían prueba de ello.
La madre de la bebé esperaba en la habitación la orden del médico de turno para darla de alta y así, dirigirse a su casita dónde ella vivía alquilada ya que, no poseían una casa propia, la había tocado mudarse de lugar ya 3 veces. En casa, la esperaban sus cuatro hijos a quiénes le dejó al cuidado su Madrina.
Estaba preocupada porque sus 4 niños, estaban al cuidado de su madrina Mary, pero la Doña tenía sus propios hijos y con ellos eran más la responsabilidad, pero confiando en que su hija mayor llamada Antonieta, con tan solo 7 años estaría protegiéndolos y dándoles de comer mientras ella estaba ausente.
En horas de la tarde mientras Miriam descansa, Rosa toma una silla que está en la habitación y se dirige a la ventana; quiere observar el paisaje y respirar aire fresco de las montañas que rodean el pueblo de Churuguara. Mientras que, la brisa fresca entra por la ventana e infunde una agradable y rica fragancia a Mandarina que impregna toda la habitación.
Estando ahí, observa un pequeño clavo que alguien dejó puesto en el marco de la ventana; tal vez cuando colocaron las cortinas olvidaron ese clavo. Lo toma y decide escribir la fecha del día que nació Sabina. Toma el clavo y comienza a esculpir en el pedazo de madera que forma parte del marco de la ventana y coloca: —¡" junio 1976 "!
En eso observa un señor que limpia los alrededores del hospital, notando sus manos muy desgastadas llenas de sucio y callosidades... cicatrices dejadas por el delgado y largo trozo de madera que sostiene su escardilla, instrumento para arar la tierra, también observa su blanca y brillante cabellera que combina muy bien con el color de su barba, siempre con la mirada hacia abajo, ¡No logró ver sus ojos...!
Le pregunta:
— ¿Señor usted sabe qué hora es...?, —él, amablemente le contesta.
—"Joven según este aparato son las 4 y 34 de la tarde. — Menciona al observar un viejo reloj que sacó de su bolsillo.
Es así como, le agradece la hora y termina de esculpir en la madera.
"junio 1976. 4:34 pm",
Nuevamente observa un rato, como el viejo limpia lentamente la tierra y hojas secas de todo el jardín, — Preguntó, como una forma de entablar una conversación. —¿Lleva tiempo trabajando en este hospital? ... ya quisiera yo trabajar aquí, siempre he querido curar a los enfermos, — El detuvo lo que hacía y respondió, pero esta vez voltea lentamente a observar a Rosa. — Llevo siglos, — Y sonríe — Así Rosa pudo observar un fascinante brillo en sus grandes ojos azules como zafiros. Después de pronunciar esas palabras se retira hacia los árboles que rodean en lugar.
El siguiente día, caracterizado por la presencia de mucha lluvia, entra a la habitación una hermosa señora, muy bien vestida, con gestos muy amables y un tono de voz muy fino y adecuado. De ante mano Rosa se da cuenta que, se trata de alguien importante en el pueblo por la vestimenta y los collares de oro que cuelgan de su cuello y los anillos en sus dedos... Pero, no pudo pasar desapercibida una llave de oro puro que brillaba colgada de su cuello.
Se acerca a la madre de Sabina y le entrega una cesta de frutas que pidió recoger a sus trabajadores en su hacienda antes de salir, y aparte le entrega una cesta de ropa muy fina para la bebé como regalo.
Rosa se muestra muy agradecida con está desconocida señora, quien le pide si puede cargar a su bebé
Doña María: — "¿Puedo cargar a tú bebé un momento?, es tan hermosa...", — y entusiasmada por lo obsequios y ropa le responde:
Rosa: —Claro que sí, se ve usted muy amable bella persona, "¿? acaso usted me conoce?" —Pregunto, respondiendo de inmediato y con algo de melancolía: — No jovencita... es primera vez que nos cruzamos en este camino de vida solitario...
Miriam desde su cama que se encuentra frente a la de Rosa, sólo escucha muy atenta sin decir ni una palabra lo que cuenta la extraña Doña.
Doña María, toma a la bebé en sus brazos y no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas, ella no podía tener hijos. Rosa, observa una gran tristeza en el alma de Doña María, un vacío de que a pesar de tener tanto dinero y todo en abundancia no tenía lo que más ansiaba un hijo. Al caer sus lágrimas sobre el rostro de la pequeña bebé, la dejo impregnada de una rica fragancia a Mandarina.
Doña María toma una silla que había en la habitación, la coloca mirando hacia la ventana cerca de la cama donde esta Rosa con su bebé y comienza a cantarle lo que le pasa y todo lo relacionada a su vida. En medio de una larga conversación, le dice a la madre de Sabina que su propósito al ir a conocer a la beba es proponerle un intercambio de lo que ella pida, a cambio de que le regale a la beba o la cambie por tierras o ganado, lo que ella considere necesario para salir de la pobreza y criar a sus hijos que esperaban en casa.
Rosa, entre el asombro y el miedo, le dice a la señora que no, que ella no cambiaría a ninguno de sus hijos por dinero o tierras a pesar de la necesidad que están pasando. Doña María le explica que, no quiere causarle daño a ella ni a su familia, solo que considere su situación económica, y le recuerda que ya tiene 4 niños en casa en comparación con ella, que no tenía. Y a cambio, le daría unas tierras con una casa cómoda, ganado para trabajar, tener una vida cómoda con sus hijos y salir de la pobreza, además, le ofrece monedas de Oro que para la época eran llamadas Morocotas de Oro.
Rosa al terminar de hablar Doña María, le comenta con mucha preocupación, que entiende su situación, pero que los hijos no son objeto para ser regalados, como prendas o trapos, los hijos son regalos de Dios para darle sentido a la vida y continuidad a la familia.
Doña María acarició suavemente el rostro de Sabina. Sus ojos, oscuros y penetrantes, parecían leer el alma de la pequeña. Un escalofrío recorrió la espalda de Rosa. ¿Quién era realmente esta mujer? ¿De dónde había adquirido ese conocimiento sobre los partos velados? Quizás Doña María no era solo una rica hacendada, sino alguien con un pasado misterioso y una conexión profunda con lo sobrenatural."
Doña María al escuchar esta respuesta, le expresa que lo piense, toma una pequeña página y un bolígrafo de tinta azul de su cartera y deja escrito una nota.
Es así como, le entrega la nota y con esa fragancia cítrica a mandarina que jamás olvidara; señala su dirección y dejando entre dicho, que lo considere cuándo esté sola y si llegará a cambiar de opinión la buscará y ahí estaría ella esperando, para cambiarle el futuro a su niña recién nacida y a su familia. La nota que dejó Doña María era más que una simple propuesta. Era una invitación a un mundo oculto, un mundo donde la magia y la realidad se entrelazaban. Rosa guardó la nota con cuidado, sintiendo una mezcla de miedo y curiosidad. ¿Qué secretos ocultaba esa mujer? ¿Y qué destino le esperaba a su hija?
—Sólo debes leer la nota en voz alta, para que el viento eleve cada palabra y de paso al acertijo e Invoques mi presencia, y ahí estaré de inmediato. —Le susurro la Doña casi al oído.
La Doña se levantó sin decir ni una palabra más y sin despedirse, se retiró muy lentamente de la habitación.
—Que extraña señora... primero por sus vestidos parece de otra época, y que locura pedir cambiar a tu niña por dinero. ¿No te parece raro Rosa? — Diserta Miriam.
Pero Rosa no contesta, aún no puede creer lo que le acaba de pasar y muy extrañada de la misteriosa visita de la Doña, se dirige a la puerta de la habitación para detallarla bien y es así como, no la observa por el largo pasillo. Ya no está.
Miriam aprovecha y se levanta sin que Rosa se dé cuenta y revisa la cartera y lee la nota. Dicen por ahí que la curiosidad mato al gato... lo cierto es que, la tomo.
Mientras Rosa en la puerta de la habitación, observa en silencio que solo caminaba una pequeña niña de más o menos 4 años con un vestido color vino tinto, estampado con hermosas flores blancas... muy hermoso, por cierto, y la cabellera larga, la niña voltea y mirando a Rosa a los ojos se sonríe. Rosa solo se preguntó... — ¿De dónde salió esta niña y con quién anda...?
Doña María se desvaneció en la oscuridad, dejando a Rosa con más preguntas que respuestas. ¿Era posible que hubiera sido testigo de un encuentro con una bruja? ¿O quizás Doña María era simplemente una mujer desesperada, buscando un hijo a cualquier precio? Sea cual fuera la verdad, una cosa era cierta: la vida de Sabina nunca volvería a ser la misma
De esta forma, se retiró por los pasillos caminando lentamente con su lindo y largo vestido de sedas de color Vino Tinto, con encajes blancos... Rosa no sabe de dónde salió la niña y donde estaba la Doña que acababa de salir de su habitación, solo se desapareció entre los pasillos del hospital como por arte de magia, dejando todo el pasillo con una fresca fragancia.
Carlos había salido en busca de comida para Rosa, ajeno a la extraña visita que había tenido Rosa. La joven mujer dudó en contarle lo sucedido; el miedo a preocuparlo la paralizaba. La imagen de Doña María desvaneciéndose en la oscuridad la perseguía, y una sensación de frío recorrió su espalda. Con voz temblorosa, le dijo: —'Carlos, deberías volver a casa con los niños. Creo que me quedaré aquí un día más'. —Y así, Carlos se fue, mientras Rosa se sumergía en una profunda reflexión, atormentada por la duda y la incertidumbre. Solo se escuchan el canto de los pájaros que visitan a la bebé desde la ventana, adornada con finas cortinas de tela transparente.
La oscuridad se adueñó de la habitación, interrumpida solo por el suave resplandor de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Rosa y Miriam, exhaustas pero vigilantes, observaron a las bebés dormir. La pequeña Sabina, con sus mejillas rosadas y sus pestañas largas, parecía un ángel. Rosa, sin embargo, no podía sacarse de la cabeza el encuentro con Doña María. Cerró los ojos con fuerza, tratando de conjurar aquellas imágenes perturbadoras. Al final, el sueño las venció, llevándolas a un mundo onírico donde la realidad se mezclaba con la fantasía.
Afuera, el jardín estaba bañado por la luz de la luna, que hacía brillar las gotas de rocío en las hojas. Los árboles susurraban con el viento, y el canto lejano de los grillos añadía un toque de misterio a la noche. Dentro de la habitación, El reloj de la pared, marca que ya es la media noche se despierta y sobre la cuna de la bebé se encuentran unas pequeñas y misteriosas hadas o Ninfas que iluminaban como luciérnagas en medio de la oscuridad la habitación, con tonalidades verdes y azul con un mágico brillo que se esparcía en todo el alrededor de la bebé. Todo el lugar estaba envuelto en una penumbra mágica, con sombras danzantes proyectadas por la luz de las hadas. El aire estaba impregnado con el aroma de menta y hierbabuena, mezclado con el dulce olor de las flores nocturnas.
La mantilla del parto velado no era simplemente una membrana que rodeaba a Sabina al nacer. Era un velo que la separaba del mundo ordinario y la conectaba con una realidad más profunda. Esta energía, que emanaba de la mantilla, atrajo a las hadas, quienes sintieron en Sabina un potencial extraordinario. Ellas, como guardianas de este poder, se encargarían de protegerla y guiarla en su crecimiento.
Doña María no solo deseaba a Sabina por el simple hecho de tener un hijo. La mantilla del parto velado le indicaba que la niña poseía un poder único, un poder que podría aumentar el suyo propio. A lo largo de los siglos, había buscado a niños como Sabina, pero ninguno había sido tan poderoso. Con Sabina, creía que finalmente podría alcanzar la inmortalidad, la cura de la peor enfermedad que aún la ciencia médica no le conseguía la solución que tanto anhelaba."
Las hadas, al sentir la codicia de Doña María, se volvieron protectores de Sabina. Sabían que la niña estaba destinada a grandes cosas y que su poder no debía caer en manos equivocadas. Se prepararon para defenderla de la oscuridad que acechaba. La nota que dejó Doña María era más que una simple oferta. Era una declaración de guerra. Sabía que las hadas protegerían a Sabina, pero estaba dispuesta a enfrentarse a ellas para obtener lo que deseaba. El destino de Sabina y el equilibrio del mundo se encontrarían en juego.
Las hadas parecían flotar en el aire, sus alas transparentes vibraban suavemente, creando un sonido casi imperceptible. Sus ojos brillaban con una luz propia, y sus movimientos eran gráciles y etéreos. Una de ellas toca suavemente el delicado rostro de la pequeña bebé, de sus dedos sobresalía unas largas uñas en forma de pico y de color verde brillante... entonando una hermosa melodía de bienvenida, parecida al cantar de los pájaros Turpiales.
Y en la ventana de la habitación observa sentada una más grande... parecía la reina de todas. La reina hada tenía una presencia imponente. Sus alas, aunque delicadas, emitían un resplandor que iluminaba la habitación. Su voz, cuando habló, resonó como un eco suave, llenando el aire con una melodía hipnótica. Parece una pequeña mujer de cabello rizado color amarillo. En su frente lleva una muy detallada corona de flores y hojas verdes y su vestido es de frescas hojas verdes con tonalidades color naranja, que impregna un olor a menta y hierba buena. La brisa mueve su cabello mientras ella está posada con las piernas cruzadas... detallando unos delicados pies descalzos. Uno de Sus pies esta adornado de raíces estampadas de flores rojas y violetas y a su alrededor se posan mariposas de diferentes colores. Sus alas son transparentes entre finos hilos brillantes.
La madre muy asustada se levanta rápidamente a observar más de cerca las pequeñas hadas y las espanta lejos de la bebé.
— ¡fuera... fuera de aquí...!
Ellas salen volando, dejando un largo camino lleno de brillo por donde pasaban hasta salir por la ventana. La madre se acerca a la ventana y la cierra. Aún no entendía como se abrió, si una enfermera había entrado horas antes a cerrarla.
Regresó a la cuna a ver como se encontraba su bebé y para su gran sorpresa la cuna estaba vacía. El corazón de la madre latía con fuerza, mientras buscaba desesperadamente a su bebé. La cuna vacía parecía un abismo, y el silencio de la noche se volvió ensordecedor. Afuera, las sombras parecían moverse, y un susurro inquietante llenaba el aire. Pegó un grito lleno de desespero y espanto:
— ¡Dios mío y dónde está mi niña...!
Rosa se sobresaltó al escuchar el grito desgarrador de Miriam. Su corazón palpitaba con fuerza en su pecho mientras se sentaba en la cama, la mente nublada por el sueño. Al encender la luz, la habitación se iluminó revelando a Miriam pálida y temblorosa, con los ojos muy abiertos. Un frío gélido envolvió la habitación, y Rosa sintió como si una presencia invisible las observara. —¿Qué te pasó?", —preguntó Rosa, su voz apenas un susurro. Miriam tragó saliva y respondió con la miraba fija en la ventana, donde los árboles se agitaban violentamente, a pesar de la calma de la noche. —"Creo que vi... algo o estaba soñando... no lo sé", —susurró. Rosa tomó la mano de Miriam y la apretó con fuerza. —"Estoy contigo, tranquila, solo tenías una pesadilla", —dijo, tratando de tranquilizarla. Ambas mujeres se quedaron en silencio, escuchando los latidos de sus corazones, unidas por un vínculo más profundo que la amistad. Un débil resplandor se filtró por debajo de la puerta y fugazmente desapareció, como si alguien hubiera encendido una vela en el pasillo y el viento la apago. Rosa y Miriam se miraron, sus ojos llenos de temor y asombro.
Y es así como el destino se encargará de que se conozcan las dos bebes, pero no será por mucho tiempo. Ellas se harían amigas, que curioso, de esta forma las dos se visitarían y conocerían para crecer juntas o por lo menos conocerse y contar sobre su nacimiento.
Cada madre experimentó su experiencia de ver nacer a su bebe, pero creo que él de la madre de Sabina era algo inexplicable, se imagina que su quinta hija, sería alguien especial, en el sentido de la vida y de las emociones, la acompañará toda la vida un corazón humilde y muy pero muy sensible.
Bastante, creo que más de lo normal, esos pensamientos pasaron por la mente de la madre en medio de aquellos sucesos.
¿Pero qué pasará con la otra Savina y porque su madre le colocó el mismo nombre?
¿Sería que las hadas se confundieron por el nombre y le cantaron a la bebé equivocada?
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