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La Cráneo y la Intelecto.

La Cráneo y la Intelecto

Sabina cursa sus primeros años en el Liceo Maximiliano Iturbe. Llegó su primer día de clases para comenzar el 1er año con un poco de nervios por ser una nueva etapa, con nuevos profesores y nuevas áreas de aprendizaje. Pero esta vez era diferente; sabía tratar a los demás, había perdido un poco el miedo a hablar y conversar, y había desarrollado más seguridad en sí misma. Además, sus hermanos estudiaban allí también y siempre estaban para ella.

Se arregló más temprano de lo previsto para llegar a su primera clase antes de la hora. Se colocó su fragancia preferida, una crema corporal que su madre le compró con esencia de mandarina. Cada vez que la usaba, se sentía segura de sí misma y, de alguna forma extraña, le brindaba confianza. Le decía a su madre que esa fragancia era algo mágico para ella. La hacía sentir viva y con ganas de hacer todo lo mejor posible.

Llegó a su salón de 1er año, ubicado en la sala justo al frente de la entrada del liceo. Llegaba Sabina, la niña que nació con el "Don de la Sabiduría", al Maximiliano, un liceo caracterizado por las exigencias y competencias de los docentes, quienes eran estrictos en cada una de las asignaturas. Una estudiante más de cientos de estudiantes en dos turnos de clase: mañana y tarde.

Pasados los días, estando en su salón, observa algunos estudiantes ya conocidos. Estudiaron la primaria con ella. Pero antes de conocer a su primer profesor, hace un diagnóstico cualitativo y, por qué no, cuantitativo de la cantidad de estudiantes y su forma de ser. ¡Eran demasiados, cientos de estudiantes, con diferente color de camisa entre azul y beige; más niñas que niños!

Llegó su primer docente; era una profesora muy nombrada en el liceo. Pero no por ser una profesora más del grupo, sino por ser la más estricta en sus materias en todos los grados. Podría decirse que era la más temida por los estudiantes. Sabina sabía su nombre, porque ya Carlota le había hablado sobre ella y su forma de evaluar sus clases.

Carlota: ¡Sabina... vas a ver clases con una profesora muy exigente y estricta, debes estar muy atenta a sus clases y copiar todo lo que puedas!

Sabina: - ¡Pero Carlota... ¿Es tan difícil, ¿Qué tan difícil podría ser...? - Y se sonríe.

Carlota: - ¡Lo suficiente como para quedar reprobado en sus materias un salón completo de 30 o 35 estudiantes...!

Sabina exclama más que asustada: - ¿Qué? ¿Increíble?

Carlota: ¡Sí... así que a estudiar con esmero de ahora en adelante! Ella no es la única; ¡todos son exigentes, ya no es la escuela... es el liceo!

Sabina: - ¿Y cuál es su nombre?

Carlota: - ¡Rosalina. Rosalina Leal...!

Ese nombre se quedó grabado en la memoria de Sabina: "Rosalina". Toda esa conversación llegó a la memoria de Sabina mientras estaba sentada en su pupitre como una película. En segundos, entra una mujer muy elegante con un vestido floreado muy bello, por cierto

Toda esa conversación llego a la memoria de Sabina mientras está sentada en su pupitre como una película, en segundos, entra una mujer muy elegante con un vestido floreado muy bello, por cierto. Cabello corto a los hombros y liso y negro y zapatos cerrados de tacones.

Sabina no sabía de quién se trataba; entró con una sonrisa en sus labios, mostrando una hermosa dentadura. Sus dientes eran muy blancos.

De inmediato transmitió a Sabina a través de la mirada como diciendo a todos los presentes ¡hola aquí estoy yo, no pasa nada, no tengan miedo...!

Saludó con un ¡buenas tardes...! ¡Mí hombre es Rosalina Leal, para los que aún no me conocen...! Todos respondieron a la vez.! ¡Buenas tardes...! - Pero en la mirada de todos había miedo y murmuran en silencio. ¿es ella?, Sabina pensó lo mismo... es ella la profesora Leal...! Nadie hablaba, nadie se movía; era de alguna forma extraño para Sabina. ¿Por qué tanto temor. que tan difícil podría ser, es igual que todo aprender algo nuevo?

Pero, sí era difícil, muy difícil pero no imposible., se trataba de aprender, pero no caletear, se trataba de darle sentido e importancia a lo aprendido. Se trataba de desarrollar una metodología de aprendizaje basada en el análisis crítico y argumentativo de todo lo estudiado. Pero eso no era todo; se trataba de que las clases no las dictaba ella; está vez, ellos los estudiantes serían los que darían y explicarían las clases y ella actuaría como observadora.

Comenzó la profesora Leal a leer la lista de asistencia y cuándo le toca el turno de Sabina. La menciona en voz muy alta.

Leal: - ¡Sabina Morles...!

Sabina contesta - ¡Presente...!

La profesora, por un momento baja la lista que esta frente a sus ojos y dirige la mirada hacía la niña que contesto: " presente" se trata de Sabina...!

Leal: - ¿Sabina Morles?

Sabina: - Sí profesora...Morles...!

Leal: - ¿Por casualidad eres familia de una joven estudiante llamada Antonieta Morles?, ella fue estudiante de este Liceo graduada con honores... - ¿Has escuchado hablar de ella?

Sabina con una pequeña sonrisa en su rostro le contesta.

Sabina: - ¡Sí, claro que sí profesora... ella es mi hermana...! En ese momento se sentía orgullosa muy pero muy orgullosa de su hermana Antonieta; comprendía que era cierto lo que murmuraban sobre su inteligencia; todo un genio.

La profesora al escuchar la respuesta de Sabina le contesta:

Leal: - ¡Si eres como tú hermana, te la llevarás muy bien conmigo... pero deberás llenar los zapatos muy grandes de una estudiante inigualable...!
Y al decir estas palabras, tomó nuevamente su lista y siguió nombrando el resto de los estudiantes.

Sabina se quedó callada, lo que dijo, no solo la impresionó si no que lo vio como un desafío. ¿ser mejor que Antonieta? No, no era posible ser mejor que ella. Eran dos contextos muy distintos; Antonieta fue la estudiante con el mayor y mejor índice académico, quién no contó con materiales de apoyo para estudiar, no tenía ni cuaderno.

Mientras que Sabina, comenzó está etapa de formación pedagógica con todos los materiales; podría decir que ya contaban con una biblioteca en casa. Había libros de todos los grados y de todas las áreas; diccionario, mapas, todo lo necesario para estudiar.

Para Sabina; solo con hacer una pequeña comparación ya de ante mano sabía que no llenaría los zapatos de su hermana. Pero eso sí, trataría de no hacerla quedar mal con ningún profesor, dará todo de sí misma para hacerlo lo mejor posible. En el Maximiliano no valía que fueras hijo o hermano del profesor. Si no mostrabas que de verdad tenías conocimientos no avanzabas.

Comienza un año escolar cargado de responsabilidad y la capacidad de aprender diferentes asignaturas. Aquí se trataba de vivir la realidad; o aprendían y avanzabas o te quedabas aplazado. Entrar en el Maximiliano, no valía la magia o poder místico, dentro de sus instalaciones todo eso desaparecía por completo.

Sabina siempre cumplía la rutina, llegaba al salón, copiaba todas las actividades asignadas por cada docente y al final de la tarde se dirigía directo a casa. En casa repasaba tareas y estudiaba no solo lo aprendido en clases si no que, indaga y profundiza en diferentes libros los diferentes puntos de vista de otros autores. De esta forma lograría un mejor análisis y entendimiento de cada tema. Pero, ya habían pasado unos 2 meses asistiendo a clases, pero no tenía aún la primera amistad en el Liceo. ¡Claro...! En casa con los vecinos muchas o mejor dicho demasiados; pero en él Maximiliano nadie aún.

Es así como, un día de clases estaba copiando una tarea de la pizarra. Todos terminaron de copiar rápidamente para retirarse, pero Sabina se tardó un poco más. Cuando todos salen miró a su alrededor y ya no quedaba nadie en el salón; pero al mirar hacia atrás en los últimos puestos en un rincón; está aún una niña muy callada.

Se trataba de una jovencita delgada, muy delgada, al igual que Sabina; con una cabellera larga, de color negro y ondulada, y unos peculiares lentes grandes que hacían resaltar sus ojos negros. Sabina la observó y ella, de inmediato, la miró, dando paso a una gran sonrisa hacia Sabina en forma de saludo. Sabina también le sonrió y rompió el silencio:

Sabina: - ¿Hola... cómo te llamas?

Ella, nuevamente sonriendo, le respondió muy alegre y segura de sí misma:

Ady: - ¡Me llamo Ady... Ady Palencia! ¿Y tú? - (entre risas)

Sabina: - ¡Yo, Sabina Morles!

Ady: - ¡Mucho gusto, Sabina! He observado que eres muy aplicada en los estudios. ¡Siempre participas y tienes una buena respuesta para todo lo que preguntan los profesores!

Sabina: - ¡Sí, un poco! Me gusta mucho leer...

Sabina además le afirmó: - ¡Tú también eres muy buena! Me encanta tu forma de escribir.

Ady tenía una caligrafía hermosa e inigualable. Sabina, aún sin tratarla, observaba todos los detalles de sus compañeros. Al mirar a los ojos de Ady profundamente, logró detectar de forma mística que ella se sentía triste, sola y con un gran vacío. Ella le transmitió a Sabina, solo a través de su mirada, que la necesitaría en el largo proceso de preparación académica y, por qué no, familiar que Ady iba a atravesar con el paso de unos pocos años.

El corazón de Sabina, que proyectaba la espiritualidad, el don de dar y ayudar, le decía que debía ser su amiga. Una amistad que perduraría por mucho, mucho tiempo. A partir de esa tarde, Ady pasaba buscando a Sabina por su casa; ella vivía a unas dos calles de la casa de Rosa. Sabina la esperaba y juntas llegaban y salían del Maximiliano. Comenzaron a desarrollar las actividades escolares siempre juntas, logrando obtener las mejores calificaciones del salón de clases. Llegó el momento de dar su primera clase tipo ponencia delante de todos los estudiantes y de la profesora Leal.

Sabina y Ady formaron un grupo de dos. Ese día les tocó exponer sobre la Historia Universal; tema sobre el Gran Imperio Romano. Todo lo relacionado a ese tan importante Imperio para el mundo; pero sobre todo el impacto que tuvo para el desarrollo industrial de la humanidad. Se prepararon por una semana, Sabina había leído sobre Roma cuando leía sobre Jesús de Nazaret; pero esto ya era algo diferente para ella. ¿De verdad quiénes fueron los romanos y cómo se convirtieron en el Imperio más grande del mundo? Sabina quedó encantada con este tema tanto así, que se decía a sí misma: ¡algún día iré a conocer estos lugares...!

Llegó el día de la ponencia, y las dos jovencitas Sabina y Ady se destacaron como profesionales en el tema; manejaron el conocimiento adquirido con un buen vocabulario y expresiones de seguridad en lo que expresaban. La profesora Leal les hacía preguntas como para hacerlas dudar y de esta forma saber si estaban claras y seguras de lo explicado. Eran momentos de tensión, por las grandes ventanas del salón; había decenas de estudiantes asomados que cursaban diferentes años; de 2do, 4to y hasta de 5to año, escuchando aquella ponencia que duro alrededor de dos horas con láminas, esquemas y mapas del mundo y sus continentes para ir directamente al sitio y ubicación.

Al terminar, la profesora Leal, quien siempre exigía organización y disciplina, se levantó del pupitre donde se sentaba como una estudiante más. Recogiendo sus libros y notas, solo dijo:

Leal: ¡Bravo... bravo! ¡Felicidades!

Tomó sus cosas y se retiró. Sabina y Ady se miraron a los ojos y de inmediato se abrazaron. Estaban muy felices y todo el salón gritaba de alegría... ¡lo hicieron más que bien, excelente...! ¡Wuaoo...! En las ventanas, los estudiantes murmuraban; eran pocas las veces que un estudiante lograba arrancar ese tipo de palabras de la profesora Leal... era un verdadero reto para todos en el Gran Liceo Maximiliano.

Entonces, una de las compañeras de clase, llamada Yuli, que de vez en cuando saludaban, pidió a todos en el salón que no se retiraran, que tenía unas palabras que decir. Se dirigió al numeroso grupo que aún estaba apostado en las grandes ventanas del salón.

Yuli: ¡Atención todos...! De aquí en adelante, les presento a estas dos estudiantes cuyos nombres quedan bautizados para el Liceo Maximiliano como Ady la "INTELECTO" y Sabina la "CRÁNEO". Desde ese día, todos los estudiantes del Maximiliano, de 1ero a 5to año, las llamaban así: la Cráneo y la Intelecto.

A partir de allí, cada vez que Sabina tenía una ponencia, los estudiantes del Maximiliano se alborotaban y se corría la voz por los amplios pasillos para dirigirse a las ventanas del salón donde Sabina explicaría la clase. Incluso había docentes de otras asignaturas que iban a observar y escuchar los conocimientos adquiridos por Sabina. Ellas eran buscadas por los estudiantes para ayudar con sus tareas, sobre todo Sabina para explicar la matemática hasta estudiantes de 4to año. Y la física que era su asignatura preferida. Sabina en compañía de Ady llegaría a convertirse en las estudiantes más famosas e inteligentes de todo el Maximiliano.

No igual que Antonieta, pero demuestra que el apellido Morles es sinónimo de genialidad y conocimiento. Todos eran buenos estudiantes en su salón de clases; todos mostraron poder aprender; entre ellos competían para saber quién era el mejor. Pero para Sabina, todos fueron muy buenos estudiantes y compañeros de clases.

Así continuaron los primeros 3 años de bachillerato, Ady visitaba a Sabina y otras veces Sabina iba a casa de Ady. La profesora Leal, se convierte en una influencia positiva a seguir para Sabina. La admiraba, le gustaba esa forma de evaluar, transmitía el sentido de la responsabilidad. Era el ejemplo para seguir de Sabina, tenía la fuerza y el conocimiento para tentar la curiosidad de Sabina al querer aprender de forma impresionante como ella lo proyectaba. Era lo que Sabina buscaba, ese reto de aprender o aprender, no había otra alternativa.

¡Rosa Leal una Profesora que llevará Sabina en su pensamiento y su corazón siempre...siempre...!

¡Todo lo que se hoy en día lo aprendí de usted...! Gracias un millón de gracias por su enseñanza.

Para Ady, sé que significó lo mismo, fue la mejor profesora del Maximiliano Iturbe. Ady pertenecía a una familia de clase media alta. Vivía en una de las casas más bellas del pueblo. Grande; espacios de color blanco con muebles de cuero y mesas de vidrio; pisos de cristal... una hermosa casa para Sabina. ¡Era como una princesa dentro de su castillo... su cuarto hermoso...! Su propia cama, sabanas de colores y cortinas Tornasol, era todo un encanto visitar a Ady. Pero aun con todo eso y aunque Ady siempre sonreía, Sabina ya había tocado sus emociones y dentro de su corazón habitaba una gran tristeza. ¿por qué. ella lo tenía todo. porque se sentía tan triste...? ¡Sabina se preguntaba cada vez que podía...!

En casa de Ady, reinaba la limpieza, la blancura; casi todo era de color blanco. Había reglas hasta para sentarse a comer, horarios hasta para la hora del baño; lo estricto y la disciplina eran las grandes compañeras de Ady. ¿Cómo puede un niño ser feliz con tantas reglas y restricciones...? Eso se pregunta Sabina al salir de casa de Ad.

¡Si tú eres la Genio... ¿Por qué Frotas la Lámpara...?

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