El Don
El Don. Con Dios todo y sin Él nada.
¡Si pudiera borrar todos los errores de mi pasado, estaría borrando toda la sabiduría de mi presente...! (Autor desconocido)
Junio Año 1987
Los niños de Rosa y Nora comenzaron una muy hermosa amistad desde niños hasta la etapa adulta. Una amistad de más de 20 años; pero sobre todo con Librado y Sabina, prácticamente los 3 hijos varones de Nora, vivían en la casa. Solo iban a su casa a bañarse, comer y dormir. El resto del tiempo después de la escuela o liceo, lo pasaban en casa de Sabina.
Todos eran muy especiales para Sabina, pero los más importantes y que serían significativos en la vida de Sabina, serían Samuel, Josué, quién llevaba el mismo nombre de su padre, e Isaías.
Este último, Isaías, tenía como 4 años menos que Sabina, pero amaba a Sabina. La adoraba, le encantaba estar con ella y hacerla reír a carcajadas. Le encantaban las historias de terror que Sabina les contaba todas las noches. Todo lo que Sabina presencia es lo invisible y visible algunas veces; todo eso a ellos les encantaba escucharlo.
Por ello, se hizo una costumbre de que todas las noches a las 8 pm en punto, Isaías bajaba por el camino de la loma y buscaba a Sabina para ir a sentarse con su hermano mayor Josué a echar cuentos y cantar canciones a la luna llena. Mientras Isaías recostaba su cabeza en las piernas de Sabina en silencio, ella le sobaba su amarilla cabellera.
¡Sí, amarilla y lisa cabellera... con unos grandes ojos verdes!; ¡pero lo más hermoso y extraordinario era su sonrisa...! Sabina podía pasar todo el día observando como sonreía. Y como la hacía reír, era impresionante la energía vital que proyectaba. Para Sabina era un regalo totalmente de Dios; para hacerla feliz con sus ocurrencias; él jamás estaba triste; toda su esencia era de alegría. Sí, Sabina estaba triste; él hacía cualquier cosa para hacerla reír.
Ese mismo año, están todos los niños jugando en la calle; son como las 4 de la tarde, de lejos Sabina observa que, en la larga vía de la carretera Nacional viene un señor caminando con varias maletas y bolsas. Pero no lo distingue bien. Viene a paso rápido, pero aún lejos está la distancia. Su vecina Chena, quién sale a cada rato a vigilar a los niños, también observa que alguien se acerca por la vía. Y de inmediato avisa a los niños.
Chena: — ¡Allá viene su papá... Don Carlos...!
Los niños de inmediato dejan de jugar por un momento y todos voltean su mirada hacia la larga vía.
Carlota expresa luego de varios segundos.
Carlota: —Nooo. ¡No es papá...!
Chena: ¡Sí, es él; corran a recibirlo...!
Y aún todos los niños observándolos callados esperan unos minutos más... ¡Que se acerque más y más y definitivamente sí era su papá...!
Todos corren, Sabina corre y a la vez llora de la alegría; no recordaba a su papá; tenía tiempo sin visitar la casa. Llego de sorpresa. Sabina y todos los demás no recordaban su forma de caminar; estaban felices. Lo abrazan, lo besan fuertemente todos... Casi lo tumban al piso. Una locura Papá regresó a pasar un fin de semana con ellos. Trajo comida, dulces y fruta.
Los niños dejaban de jugar, papá había llegado a casa y pasarían el mayor tiempo posible con él. Ya estaban ansiosos de escuchar las experiencias de su papá. Mamá preparará una sabrosa comida para él. La llegada de su papá a casa era uno de los momentos más hermosos y significativos para los niños de Rosa. Era muy inteligente; les contaba las mejores historias y daba los mejores consejos.
Los niños de Nora se quedan en casa de Rosa hasta muy tarde, para escuchar las historias de Don Carlos y así reír a carcajadas, más que todo Isaías a quien le encanta estar en compañía de Sabina todo el día. ¡Su mamá Nora en algunas oportunidades le dice a Sabina que se lo va a regalar...! (Entre risas)
El siguiente día, su papá los reúne a todos; quiere contarles una muy bonita historia que vivió cuando muchacho. Los niños felices se sienten todos en el piso a su alrededor para escuchar callados y atentos la narración de su papá. Mientras, Rosa prepara un sabroso dulce de leche de vaca para merendar.
Narración de don Carlos.
—... Cuando era niño me tocó vivir en compañía de mi abuela... Ella era una hermosa mujer de rasgos y descendencia española. Su abuelo llamado Jacinto Morles había emigrado a Antillas Venezolanas desde Irlanda; era irlandés y visitó Venezuela por medio de barcos comerciantes que venían a vender o intercambiar por medio de trueques alimentos, telas o mercancía.
Jacinto Morles llegó a Pedregal, Estado Falcón, y allí conoció a la madre de Presenta, mi abuela llamada Bartola. Se enamora y se casa. Quedándose definitivamente en Venezuela y formando una bella familia.
Es así como nace Presenta. Mi abuela (menciona don Carlos).
Los niños están admirados por la historia y Antonieta pregunta.
Antonieta: —¡Papá!... ¿Cómo sabes eso? ¿Irlanda? ¿Quién te contó esa historia de nuestros ancestros?
Don Carlos: —¡Mi mamá Presenta! (Carlos llamaba mamá a su abuela Presente.)
Sabina: —Papá, dime cómo era ella... ¿Cómo era tu abuela?
Don Carlos: —¡Mamá Presenta era una mujer muy hermosa, muy elegante y educada!... Tenía su cabello muy largo y era alta, ¡muy alta, con sus largos vestidos de colores que rozaban el piso por donde caminaba! Tenía un gran conocimiento; le gustaba leer mucha literatura española que su padre le había traído de España... Vivió todo el tiempo con mi madre, doña Sabina, y con nosotros...
Yo era su nieto consentido; me encantaba escuchar sus historias, pero hay una que aún hoy en día recuerdo... ¡Mi mamá Presenta siempre me mencionaba que ella quería en alguna oportunidad soñar con un elefante...!
Sabina: —¡¿Elefante?! ¿Por qué con un elefante, papá?
Todos los niños a la vez: —... ¡¡ Sí... ¿Por qué ella quería soñar con un elefante...?!
Antonia: —¡Papá, un elefante...! ¡Cualquiera lo sueña...!
Don Carlos: - No hija, no cualquiera; es más, casi nadie sueña con ellos... Mi mamá Presenta y mamá Sabina pasaron toda una vida casi queriendo soñar con ellos. Sobre todo, mamá Presenta, quien ya casi a los 100 años que cumplió al morir, quería soñar con un elefante... ¡Y yo, al igual que ella, he esperado todos estos años por soñar con..., aunque sea una sola vez...!
Sabina: —¿Y para qué soñases con ellos, papá? ¿Qué significa?
Don Carlos:
—¡Soñar con elefante, decía mi abuela Presenta Morles, que significa; poseer la grandeza de la sabiduría... un elefante en tu sueño es sinónimo de abundancia, espiritualidad y liderazgo; pero sobre todo la persona que lo sueña estará rodeada de buena providencia y será una persona sabia y culta! Será buscada y seguida por otras personas, porque tendrá el don de conocer y dar consejos sabios...
Sabina: — ¡Asombroso lo que cuentas, papá!
Don Carlos: —... Mi mamá Sabina siempre me decía que soñar con elefantes representa la fuerza, ¡la memoria y la astucia para superar cualquier obstáculo, además de desarrollar la energía para llegar hasta dónde te lo propongas...!
Todos callan. Están impresionados con lo que su padre cuenta, sin preguntas. Sabina: ¡y que más papá, que más te dijo la abuela...!
Don Carlos:
-Los elefantes son reconocidos por su grandeza hija... por su nobleza y sabiduría... sinónimo de buena memoria y de protección hacia los suyos; ¡además, están llenos de mucho simbolismo...!
Así don Carlos termina la historia. Rosa llama a la mesa a comer un rico dulce y Don Carlos, sin más nada que decir y sin más preguntas que responder, se levanta de la silla y se dirige detrás de sus hijos hacia el comedor.
Pero Sabina... Se quedó por unos segundos sentada reflexionando y tratando de entender lo que había escuchado; ella debía averiguar si de verdad lo que su papá decía era cierto o falso.
¿Será una simple historia o la abuela presente de su papá estaba en lo correcto... sí vivió tantos años porque no soñó con algo que anhelaba tanto? Esas preguntas pasaron por su mente. De hecho, ya Sabina era muy lista.
¡Se levantó, y corrió a disfrutar de su dulce con el pensamiento en esos elefantes! Luego fue y tomó nota en su diario.
Días después: Por la tarde, Carlota prepara el almuerzo y pide a Sabina que la ayude. En eso observa al señor Dimas entrar a la casa con una bolsa de aguacates. En ese momento Sabina recuerda lo que le contaron sus amigas sobre la enfermedad con la que a él le ha tocado luchar desde los 13 años y decide preparar una comida para él Algo diferente a lo que comía todos los días, bien aliñado, pero sin nada de sal.
Carlota le pregunta: ¿Para qué prepara ese guiso que huele muy rico? Si ya la comida está lista; y ella muy feliz le contesta: "¡Es para Dimas el señor del diente de oro, porque él no puede comer sal!"
Carlota se sonríe, y le dice en un tono muy suave...
—" Hermanita, tú si eres un pan de Dios..."
Sabina termina de preparar aquel plato y sale corriendo a casa de Chena, y Dimas, quién estaba sentado sobre una pequeña silla de madera, le recibe la comida.
Comienza a comer de forma apresurada; parecía que tenía años sin comer algo tan rico. Al terminar agradeció a Sabina el gesto; tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas o quería llorar en medio de una sonrisa que jamás faltaba en su rostro, no sabía si de alegría o por la sorpresa que Sabina le regaló.
De ese día en adelante todas las tardes, Sabina preparaba una comida para él. Lo que hizo que, con el paso del tiempo, él le tomara un gran afecto. Como no pudo tener hijos, veía a Sabina como una hija. Cada vez que llegaba de trabajar, bajaba de su camioneta una pequeña bolsa donde llevaba algo para Sabina. Una fruta, un caramelo, pero algo le tenía todos los días.
Por otro lado, algunas veces en horas de la noche, la visitaba la bella Ady Alejandra para reunirse y desarrollar tareas del liceo; su segundo nombre por su padre, el joven Alejandro. Sabina y ella desarrollaron un gran vínculo de amistad. Iban y regresaban juntas del liceo. Lo primero que Sabina le pregunta: —¿Has soñado con un elefante alguna vez?
Ady: — ¡No! ¿Por qué?
Sabina: - ¡Por nada... solo curiosidad...! - Y se sonríe.
El siguiente día, el papá de Sabina parte nuevamente, debe seguir trabajando. Regresará unos meses después. Su padre salía en horas de la madrugada mientras ellos dormían; seguro para no verlos tristes. Pasan los años, entre amistades, juegos y estudios para Sabina.
Tiempo después, Sabina ya cursa su 4to año e Isaías comienza el 1er año. Ya viste de camisa azul. Será compañero de clases de Eduardo, el hermano menor de Sabina. Así que se van juntos a la clase.
Su mamá, Nora, pide a Sabina que lo ayude con las tareas y como en casa de Sabina lo que sobraban eran loa libros de todas las áreas, se compromete en ayudarlo.
Pero era más la echadera de broma: le hacía bajar todos los libros del escaparate del cuarto y al final terminaba cantando.
Todas las tardes después de llegar del liceo, Sabina preparaba la cena y al terminar se sentaba a estudiar con sus compañeros de clase que la visitaban para que ella les explicara las Matemáticas, la Física o porque no la Química. Aunque Sabina ya dominaba cualquier tema en específico,
Algunas veces, Isaías llegaba muy callado sin hacer ruido y mientras Sabina estudiaba o cocinaba entretenida; él tapaba sus ojos y no dejaba que Sabina viera de quién se trataba. Era tanto así que su mamá debía ir a buscarlo a la casa de Sabina. ¡Si fuese por él no se iría de allí...! Era muy feliz en compañía de Sabina.
Su hermano mayor, que es Josué. Un chico bello, delgado. Con el cabello liso y piel blanca. También lo caracterizaba ser muy delicado, pero a la vez muy educado y amable.
En las noches, enviaba a su hermano Isaías a buscar a Sabina para hablar hasta largas horas de la noche; debajo del protector de la vieja posada y ahora la nueva casa de Rosa, el Gran Cují.
Ahí se sentaban en sus largas raíces y hablaban de cualquier cosa o tema. Al principio, Sabina vio como algo normal, pero al pasar el tiempo, cuando Isaías no bajaba a buscarla, ella se preocupaba.
De alguna manera, Sabina quería volver a ver a ese chico Josué y así sea a sentarse a hablar cosas tontas... El simple hecho de estar con él un raro era gratificante.
Cuando subía hacia la loma, ya Josué tenía rato esperándolo. Sabía, no sabía lo que pasaba, solo que su estómago se movía como miles de mariposas y su corazón latía a millón. ¿Se estaba enamorando Sabina por 1era vez? Otros días, visitaba la casa, creo que disimulada, que iba a buscar a su hermanito Isaías, que no quería apartarse de Sabina y aprovechaba y le ayudaba a moler el maíz para las arepas.
Le encantaba verlo llegar, la ponía nerviosa. A veces no sabía ni que decirle. Él, por otro lado, era serio, pero cuándo se trataba de jugar, era todo un líder. Todos los días quería verlo. Siempre que nos sentábamos bajo el gran árbol, el cují le cantaba una canción a la luna:
Luna de Margarita, esa.
Como tú luz.
Como tu voz
Como mi amor
Frente a ti
El mar de las Antillas
Junto a ti
Tu carita sencilla
Para reír
Para llorar
Para cantar
Con Tigo
Para reír
Para llorar
Para cantar
¡Contigo...! ♩
- ¡Que bella canción -Decía Josué... - Cántala otra vez...! ¡Si te sabes otra cántame, por favor...! (entre risas). Sabía que él quería decirme algo. Todas las noches lo intentaba, pero no lo decía. Sabina esperaba escuchar lo que su corazón le decía. Sabina sabía que estaba enamorada... enamorada de él, pero no estaba segura sí él le correspondía.
Pero su hermanito Isaías sí lo sabía. Sabina lo tomaba y comenzaba a hacer cosquillas para sacarle una respuesta de... si él gustaba de ella; ¡pero no...! No salía ni una palabra de su boca. Decía: —¡Son secretos confidenciales de mi hermano...! Y solo sabía reírse... de todo hacia un chiste o un juego.
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