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Creer y Aceptar

Llegó la Navidad al pueblo, está vez con la visita de muchos amigos a la casa de Sabina. Además, los acompañó esa linda fecha una de mis primas preferidas llamada Luisa. Otra de las muñecas de papel, criada por Rosa. Ella con su fina figura y cintura hermosa y un cabello que, aunque a ella no les gustaba, a otras encantaba. Los rulos bien marcados.

Al llegar se enamora de un buen amigo de Sabina y de José; su nombre Naro. Pero aquí pasaba algo que me inquietaba... Y que, me preocupa, observó que las miradas de Naro (Fernando) van dirigidas hacia Guadalupe. Pero ella no lo sabía y no se atrevió a decirle nunca que él gustaba de ella... y no de Luisa mi prima.

Además, era muy amigo de Yojan, el chico de quien Guadalupe estaba perdidamente enamorada. Creo que esa situación. Lo obligó a callar sus verdaderos sentimientos. Pero siempre tuve la esperanza de que algún día lo dejaría salir, y Guadalupe sería muy feliz a su lado.

La mañana del 24 de diciembre pasó a la casa a saludar y tomar un poco de agua; venía de la hacienda de su padre a caballo. Y decidió pasar un momento a saludar a su recién novia Luisa.

Pero Luisa había salido con Rosa a comprar algunas cosas para preparar la comida de la cena familiar, celebrada por el cumpleaños de Rosa.

Sabina estaba esa mañana sola en casa, arreglando y limpiando todo, era estricta con la limpieza y el orden. Vivía en una humilde casa, pero la mantenía tan limpia como una tacita de cristal.

Naro llega y saluda preguntando donde están todos; él era un joven muy alegre que por cualquier cosa te hacía reír.

Él pide por favor agua a Sabina y ella le dice que espere un momento mientras la busca; es así como Sabina va y viene con el vaso de vidrio lleno de agua.

Pero fue impactante lo que sucedió al pasar el vaso de agua de la mano de Sabina a la mano de Naro; cuando las dos manos tocaron el vaso, el mismo se partió en pedazos, quedando solo los vidrios entre las dos manos.

De inmediato, los dos soltaron los vidrios que cayeron al suelo. Y el agua moja sus zapatos. Y la imagen que pasó por la mente de Sabina en ese momento fue como una película donde Naro, estaba en peligro de muerte.

Sabina se asustó mucho, pero mucho; no sabía que decirle a su amigo. No sabía cómo decirle algo tan fuerte. Podría pensar que estaba loca. Quería escapar de ese tipo de situaciones, pero recordó lo pasado en casa de la abuela Elena y decidió decirle algo.

Naro se había cortado un poquito la mano con una estilla de vidrio del vaso roto y estaba limpiando la sangre con su camisa.

Y Sabina la dice:

- ¡Amigo... esto es un mal presagio... debes tener mucho cuidado estos días de Navidad! Siento a tu alrededor un peligro inminente, algo que te golpeará en lo más profundo de tus sentimientos. ¡La vida te va a golpear muy fuerte...!

-Sabina...porque dices eso...! ¡Ahora sí que me asustaste con esas palabras!

Sabina:

—¡Tú sabes lo mucho que te quiero, eres como un hermano más para mí!... ¡Sólo quiero que te cuides mucho!

Naro: —¡Mi muñeca consentida... no te preocupes, yo voy a estar bien!

Y de inmediato le dio un fuerte abrazo, y al ver a Sabina sus ojos los tenía llenos de lágrimas. Y así se despide de Sabina esa mañana. Diciéndole:

- ¡Nos vemos esta noche en la fiesta de Navidad en el club...!

Sabina le sonríe y le asegura que así será, ¡allá estaremos...! - Susurrando muy callado: "Que sea el mismo Dios quién te proteja está noche, mi amigo, Dios te bendiga".

Cuando llegó la noche, ya terminada la cena de Navidad y haber picado la torta de Rosa, todos se dirigieron a la fiesta en el club del pueblo. Todo estaba fluyendo muy bien; Sabina, como siempre pendiente de José; él era un imán para los problemas.

Naro está bailando con Luisa y de repente recibe un empujón por la espalda. Se trataba de un chico ebrio joven que había tropezado con Naro.

Naro quiso pelear con él y le da un golpe, haciéndolo caer contra el piso, y se golpea muy fuerte su cara.

Sabina y José corren hacia donde él está y tratan de calmarlo. José no quiere que terminen la fiesta en medio de una pelea. Sabina habla con él y logra convencerlo de que se quede tranquilo. Es así como, se retiran hacia una de las mesas y el chico golpeado, quién andaba acompañado de su hermano menor, se van de la fiesta.

Sabina está inquieta; algo la preocupa y sus bellos se erizan al estar cerca de Naro y José. Por lo que pide a José que se retiren de la fiesta.

- ¡José, vámonos a casa, ya no quiero estar aquí...! Tengo una mala corazonada y un mal presentimiento... algo muy malo se está acercando a este lugar y hasta tú corres peligro.

Guadalupe, al escuchar a Sabina, opina que es mejor hacer lo que Sabina dice. Ya Sabina había presenciado muchas cosas anormales y Guadalupe había sido testigo de muchas.

José siempre hacía caso a lo que Sabina le decía; casi todos sus hermanos menores la escuchaban cuando se trataba de tomar decisiones.

Pero Naro no quería irse a casa; él esa noche estaba en compañía de su hermano mayor, quién era como un padre para él. Su hermano tenía reservada una mesa familiar y estaba acompañado de su esposa y sus dos hijos pequeños.

A Naro, no hubo manera de convencerlo de irse a casa. Por lo tanto, Sabina se retiraría con José, Luisa y Guadalupe. Sin embargo, cuando estaban despidiéndose para salir; se para una camioneta tipo Chevrolet, negra con vidrios ahumados oscuros y se baja un señor como de 30 años.

Sabina, quién está parada en la puerta de salida del club, sabe que algo está muy cerca de llegar al lugar donde ellos están. Ella espera a sus hermanos, y ahí observa un señor gordo y alto bajar de la camioneta y saca de un costado un revolver tipo calibre 32; lo trae en su mano derecha...

Al verlo, su corazón comenzó a latir rápidamente; lo primero que pasó por su pensamiento fue José, quién estaba despidiéndose de Naro. Salió corriendo hacia José y le gritó:

—¡Corre José, corre...! —Mientras lo toma de la mano y corre con él.

José no sabe qué pasa, pero corría al lado de Sabina hacia uno de los baños del club. Y es ahí cuando, escuchan tres disparos.

José quería salir corriendo para saber qué pasaba, pero Sabina no le dejó. Lo detuvo lo más que pudo. Guadalupe y Luisa se habían escondido debajo de una mesa. Y vieron todo lo que pasó.

José gritaba desesperado:

—¡Sabina déjame salir! Naro...mi amigo... seguro lo mataron...!, —Mientras se escuchaban gritos de toda la gente.

- ¡Lo asesinó... esta muerto...!

Pero Sabina no lo dejó salir hasta que unas chicas que estaban cerca de la puerta del baño tocan para que salgan.

Y al abrir la puerta, José salió corriendo hacia la mesa de la familia de Naro. Y ahí estaba el cuerpo del hermano mayor de Naro; lo habían asesinado.

Naro estaba tendido sobre el cuerpo sin vida del hermano, pegando gritos de ayuda, pero ya estaba muerto. Mientras su esposa y sus hijos lloraban; no había palabras para calmar aquella humilde familia que se reunía ese 24 de diciembre a celebrar la noche buena y terminaron en una horrible tragedia. Había sido su propio compadre (padrino de su hijo) quién le quitó la vida.

El chico a quien 1 hora antes Naro había golpeado, salió en busca de su hermano mayor y le contó lo que le sucedió... Es así como se montan en la camioneta y se dirigen a buscar a Naro. Pero al no verlo al entrar a la fiesta, Tomo como venganza al hermano inocente del problema, quién está sentado en una mesa al lado de su esposa e hijos y le disparó a quema ropa sin ningún remordimiento.

Esa noche, Sabina, no hacía más que llorar. Fue una noche de mucho dolor para todo el pueblo, que traspasó los límites de una pesadilla. Recordó lo que había pasado en la mañana, con el vaso de vidrio partido en pedazos entre sus manos. Quiso advertirle que algo pasaría, pero no logró que creyera en sus palabras. — ¡Si tan solo me hubieras escuchado...!

Al salir Guadalupe llorando abraza a José y le dice a Sabina:

—¡Gracias a Dios que te llevaste a José!... Ese señor preguntaba a las personas donde estaban Naro y José. De no ser por Sabina esa noche, ese señor lo hubiera asesinado.

Fue muy duro para Sabina; odiaba tener que ser así. No quería saber más de esos presagios o mensajes. Para Sabina no fue nada fácil vivir con eso. Esa no fue la única vez que le tocó cuidar de José. La vida se encargará de que Sabina proteja a su hermano. Sin embargo, al ver el lado positivo de su don, fue una manera de cuidar de la vida de su hermano.

Al día siguiente, después de largas averiguaciones, el amigo de la casa de Rosa Naro y toda su familia tuvieron que irse del pueblo y jamás volvieron. Otra vez el destino cambia la vida de los hijos y amigos de Rosa.

Con los años, Sabina se entera que los hijos del señor asesinado esa noche, su madre se encargó de formarlos y prepararlos en la escuela militar, llegando a formarse como Generales de la Fuerza Militar Venezolana.

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