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Alma Pura

Meses después, llega un señor extraño de visita a casa de la vecina Chena, Sabina, quién está en compañía de sus amigas, la mami y su hermana menor Tany; escucha una conversación sin querer entre los adultos que visitaban la casa. Ellos hablan sobre las extrañas apariciones de duendes y hadas en las cabeceras de ríos y quebradas y mencionan que el pueblo de Maparari ha sido objeto de visitas de estas extrañas criaturas mágicas llenas de espiritualidad.

Sin embargo, mencionan que existe un tipo de duendes llamado Sereton o Burlón, al que le encanta ir de visita a las casas de aquellas mujeres bellas. Comentando que son personas que se convierten en animales o duendes para pasar desapercibidos dentro de las casas que frecuentan: —¡Son muy enamorados! —exclaman ellos entre risas.

Sabina se retira a casa. Quiere preguntar a su madre sobre esos pequeños aparecidos, tal como lo describieron los extraños señores en casa de Chena.

¡ Y es así como Rosa le comienza a contar a sus hijos una historia relacionada con los Seretones enamorados y los reúne a todos en el cuarto muy atentos:

Érase una vez un extraño señor que llegó al pueblo, había comprado una humilde casa y se había mudado solo. Ahí montó una pequeña tienda para vender frutas y hortalizas. Un día, llegó una bella chica a comprar y el señor quedó perdidamente enamorado de ella. Pero ella por ser tan joven y bonita ni cuidado le puso.

El señor era un flaco, de piel muy negra y rasgos de raza africana, mientras ella era muy blanca y de hermosa figura con unos grandes ojos marrones.

Al cabo de unos días, la bella joven comenzó a sentir la presencia en su casa de alguien que la visitaba en su cuarto.

Las siguientes noches, sentía ya semi dormida que alguien sobaba y tocaba su piel y sus piernas, y eso la despertaba asustada y nerviosa; todo esto la pasaba continuamente, hasta que ya tenía miedo de dormir porque le llegaba a la cama como especie de un animal parecido a un ratón.

Las noches siguientes le despertaba lanzando sobre su cama tierra y tirando piedras para despertarla. Ya ella no tenía tranquilidad al dormir.

Un día la visitó un viejo y sabio señor, y ella le cuenta lo que le pasa en las noches. De inmediato el viejo y sabio señor le contestó que esas visitas frecuentes de noche se trataban de un seretón burlista y enamorado, a quienes les encanta saludar mujeres bonitas para acariciarlas.

Ella, muy preocupada, le pide que la ayude y le indique qué debe hacer para liberarse de aquel maleficio del Sereton.

Y es así como el sabio señor le indica que debe poner en la puerta y ventana de la habitación una tijera en forma de cruz, además de colocarse la ropa íntima al revés. Y cuando ella sienta la presencia del Seretón travieso en su habitación, rece un Padre Nuestro.

De esta forma el Seretón quedará encerrado por las tijeras y no podrá salir. Y es ahí donde, debe tomar una correa o palo y darle una buena golpiza. Al día siguiente debe averiguar entre los amigos y vecinos quien amanezca golpeado sin poder pararse de la cama.

Y afectivamente, eso hizo la siguiente noche. Logró atrapar al ratón y darle una buena paliza. Al día siguiente, salió bien temprano a visitar a los vecinos, pero todos amanecieron muy bien, pero, al llegar la tarde, se dirige a la tienda a comprar unas frutas; la tienda está cerrada y al tocar, observa que el dueño se levantó de la cama, casi que no podía caminar y marchó cojo de una pierna muy bien golpeada, y es ahí donde se dio cuenta de quién era el extraño de la tienda, quien por las noches se convertía en Sereton para ir a manosear su cuerpo. Ella lo insultó y le amenazó en ir por la policía para llevarlo preso, pero éste recogió todas sus cosas y antes de que llegara la policía, ya se había escapado y jamás se volvió a saber de él en el pueblo.


Uyuyuy que miedo... Al terminar de escuchar a su madre le preguntan: —¿Mamá, y esa historia es real... ellos sí existen? Y ella les contesta: —¡Tu abuela Elena dice que existen... tal vez si fue real...!

Así continúan los niños de Rosa, entre juegos, historias místicas y estudios... Después de la escuela, desarrollan todas sus tareas y luego corren a jugar en el patio con sus vecinos. Carlota ya tenía un mejor amigo; se trataba del hijo de la comadre de Rosa, Aura; su nombre Elio; un chico de estatura media; moreno oscuro de cabello liso; siempre su cabellera bien peinada a medio lado y sus camisas abotonadas de manga corta. Todo en él era una sonrisa o un chiste; le encantaba hacer reír a Carlota y Sabina disfrutaba de su visita a la casa.

Elio visitaba a Carlota todos los días y le ayudaba a moler el maíz para hacer las arepas para la cena. También era su compañero al buscar la leña en los potreros para prender el fogón. (No contaban con una cocina a gas).

Un día, era un jueves del mes de marzo en horas de la tarde; no hacía tanto frío por ser vísperas de Semana Santa, y el clima se hacía más fresco con un toque de calor; secando la humedad de los suelos por tanto que ha llovido en todo el año pasado. Se sentía la llegada de la estación de otoño al pueblo de Maparari; la brisa dejaba caer las hojas de casi todos los árboles y del gran árbol zapatero, dejando sus ramas peladas en espera de la llegada de la primavera.

Él, hijo de la comadre Aura, llamado Elio, llega a la casa de Rosa como acostumbraba todos los días a ayudar a Carlota a moler el maíz, para hacer la masa de las arepas y al terminar de cocinar le propone a sus hermanos Librado y Rafael que por el potrero o hacienda adentro, siguiendo un camino, se llega hasta una siembra dónde abundan las matas cargadas de una fruta llamada Mango; el lugar del que Elio hablaba se llamaba La Veguita.

Carlota, era experta en hacer travesuras; había aprendido a defenderse en la escuela y en la calle. Por lo que, cuando su mejor amigo Elio le propone ir en busca de los Mangos en medio de una gran aventura, le contesta... —¡Por qué no nos llevas a ese lugar a buscar Mango para comer...!

Elio le contesta: —¡Podemos ir en grupo, pero tenemos un problema... ¡Hay un cuidador llamado el Bocaladia...! El Bocaladia era un señor mayor de 65 años quien cuidaba de esa finca y siembra; era de muy mal carácter y siempre cargaba un tabaco prendido en su boca de medio lado y su machete bien afilado para planear y corretear a todo aquel que visitara la finca La Veguita sin permiso.

Carlota exclama: —¡Y cuál es el problema... miedo! ¡Vamos, no importa un carajo ese tal Bocaladia!... ¡ ¡Vamos por esos mangos!

Carlota les explica a Librado, Rafael y a ellos se les suman los sobrinos de Chena, Quito y la Mami. Se reúnen en la calle, llevan los bolsos para traer los mangos y se adentran por ese potrero, muy pendientes en los matorrales por las culebras o serpientes que abundaban en la zona.

Al llegar al lugar, cruzaron una cuerda de alambres de púa y recogieron sacos de mango y partieron a casa, siempre con el cuidado de que el vigilante de la siembra apodado por ellos, él Bocaladia, no apareciera con su machete a perseguirlo por meterse sin permiso a su terreno.

Esto lo hacían cada año que llegaba la cosecha de mango en el mes de marzo y abril. Ya el señor cuidador de la finca llamada La Veguita, gracias a los chismosos del pueblo, está enterado de que los muchachos andan merodeando la siembra y tomando los mangos sin permiso y decide vigilarlos. Es así como Elio y Carlota, quiénes eran los líderes del grupo, deciden organizarse para poder tomar los mangos sin ningún riesgo.

Por lo tanto, toman la decisión de que Elio se monte en el árbol más alto y actúe como el vigilante. Si él observa al cuidador de los mangos venir, debe silbar de una forma que parezca un pájaro; de forma repetida, esa sería la señal para saber que el cuidador ya está cerca y deben correr para no ser vistos y atrapados por él. Carlota, por ser la líder del grupo, hacía cargar a Elio su saco de mangos; y ella se encargaba de comandar el grupo. Ella era quién tomaba las decisiones. José, a pesar de ser menor que Sabina, era el más tremendo de los hijos de Rosa, el más inventador, y por nada del mundo se quedaba en casa. También se encaminaba con Carlota hacia La Veguita.

Cuando Carlota llegó a casa con los mangos, Sabina estaba muy feliz de verla. Ella era su héroe preferido porque a nada le temía. Al día siguiente, se reunían en la calle toda la pandilla de muchachos entre niños y niñas y salían por el mismo sendero en busca de las frutas llamadas Mango. Sabina se quedaba en casa jugando con los niños más pequeños de Rosa; Guadalupe y Eduardo.

Uno de esos días, llaman en la puerta de la entrada de la casa: —¡Buenas tardes!... ¡Hay alguien en casa...!, Sabina, quién está jugando en el patio de atrás haciendo corrales de piedra con sus hermanitos, corre a ver de quién se trata. Era una señora muy gorda, vestida con un camisón que más se parecía a una bata ancha de color blanco con gris (detalles de flores), y un pantalón de tela fina negra. Su cabello era muy corto, pero con muchas canas que resaltaban entre los pocos mechones negros. Tiene varios bolsos llenos de cosas; Sabina no distingue ver qué lleva dentro de tantas maletas y bolsas.

Se sonríe con Sabina y pregunta: Hola, preciosa... ¿Está tú mamá?

Sabina contesta que sí, pero solo moviendo su cabeza de forma afirmativa. Ella era de muy poco hablar con desconocidos.

—¿Me la puedes llamar por favor? ¡ Y dile que soy doña Carmen!

Sabina corre con sus pies descalzos atravesando el patio de la casa y llega donde su mamá, que está en la vieja cocina colando café.

Sabina: —¡Maita, Maita, te busca una señora gorda, se llama Doña Carmen y trae muchas maletas...!

Rosa: - ¿maletas... Doña Carmen...? ¿Quién será? y qué quiere, es tan tarde ya...!

Rosa se dirige al frente donde la espera la Doña y Sabina camina detrás de ella, dejando ver solo su carita por entre sus faldas.

Rosa: —Buenas tardes, joven, me llamo Carmen y cariñosamente me dicen la Buhonera; vendo ropa interior, sabanas, toallas, ropa de niño, ¡medicinas y todo lo que necesite usted me lo encarga y en 15 días se lo traigo...! - (sonríe)

Rosa: — ¿Y usted es de dónde?

La doña: —Hija, vengo de muy lejos de la capital Caracas, y estoy conociendo estos pueblos... emprendiendo mi negocio; de algo se vive, lo importante es no quedarse acostado esperando que las cosas te lleguen a la cama y sonríe a carcajadas (jajajaja).

Rosa: —¡Eso es cierto, Doña, y pase adelante, debe estar cansada del viaje! ... ¡Y tanta maleta, Dios mío...!

La doña: —Gracias, hija, pensé que nunca me lo dirías, ¿vives aquí con tus niños?
Rosa: - Bueno tengo 8...! - (entre risas)

La Doña asombrada: —¡Muchachaaaa!, ¡cómo te ha rendido el tiempo! -Y nuevamente se sonríen las dos. Rosa ofreció arepa y café que era lo que tenía y comenzaron a echar cuento. La doña le pide que sí pueda pasar la noche en su casa.

Rosa muy amablemente le dice que sí y le acomoda una hamaca y cobija para dormir. La doña aprovecha y muestra lo que vende. Rosa escoge unas medicinas para la fiebre y encarga chanclas para los pies de sus hijos. Al cabo de unas horas llegan los niños del mangar o la Veguita cargados de Mango, y la Doña, Rosa y el resto de los niños disfrutaron hasta el final de la tarde comiendo Mango.

Ya en la noche, la Doña sacó de un bolso un libro para Sabina, pero era muy delgado; se trataba de una revista. Sabina era muy curiosa. Se le acerca y se queda mirando la revista. La leía callada, lo que podía leer, mientras la Doña tomaba un cuaderno y un lápiz y procedía a sacar unas cuentas raras. Sabina observaba que eran sumas y restas.

Cuando termina de sacar las cuentas, Sabina le pide a la Doña sí puede dar un momento prestado esa revista para leer. Y ella muy gustosamente le dice: —¡Claro que sí... hermosa, pero al leer me la regresas...!

Sabina afirma que sí. Y toma la revista y se sienta en el piso a leer. Había información del horóscopo, los signos zodiacales; y una parte interesante sobre los astros y planetas. Para Sabina estaba muy interesante la información. Quería que aquella Doña le regalara esa revista para ella leer todo con calma.

Al terminar de revisar Rosa le pide que entregue la revista a la señora porque ya van a dormir; serían como las 10 de la noche.

Al día siguiente, Rosa se levanta bien temprano, ya es viernes. La doña ya anda por el patio sentada en una vieja silla, fumando un cigarrillo y con el mismo cuaderno sacando cuentas. Rosa ofrece una taza de café, y le pregunta.

Rosa: —¿Qué tanta cuenta sacas y anotas... son las deudas y las personas que te deben? ¡Llevas un control de clientes!

La doña: (Entre risas...) —No, hija, es que estoy sacando cuentas para jugar la lotería esta noche... Tratando de ganarme el triple gordo. (nombre de una lotería), ¡pero qué va...! ¡No he ganado un numerito en años!

A Sabina, quien, al igual que su hermanito menor Eduardo, se levanta muy temprano, le gusta tomar café con su mamá. Se dirige al patio donde Rosa está conversando con la Doña y escucha toda la conversación.

Sabina es muy inteligente; ella quiere esa revista para leer; jamás había visto una desde la escuela de monjas. Se acerca a la señora y le dice, que sí le puede regalar la famosa revista.

La doña muy amablemente le contesta que no puede, porque con esa revista ella busca los números de la lotería para jugar. Y si ella logra encontrar el número correcto, será millonaria y no volverá a caminar tanto vendiendo trapos y se sonríe (jejejeje). La revista contaba con una parte llamada "La panchita", que servía para buscar los supuestos números ganadores, pero al final nadie los encontraba.

Rosa se sonríe también a carcajadas y le comenta que eso es solo propaganda; que eso de las loterías es un robo y, por lo tanto, a ella no le gustan los juegos de azar. En ese momento Sabina le comenta a la señora en tono muy bajo.
—¿Si te digo los números que quieres... me la regalas?

Rosa y la Doña la miran extrañadas, y en un minuto de silencio, pregunta: —¿Cómo así, mí niña? - Mientras fumaba, como el 3er cigarro.

Sabina: —¡Cuántos números tengo que darte por la revista!

La doña le contesta: —¡Son solo tres! Pero no son cualquier número; ¡debe ser el ganador... el ganador de la lotería de esta noche...! La doña está confiada en que Sabina solo quiere la revista e inventará cualquier número para obtenerla. Sabina le dice: -Le voy a decir ese número y será el ganador...!

La doña: —¡Está bien hermosa..., pero ¡cuándo gane esta noche te la entrego, antes no...! - Rosa, quién se sienta en una piedra muy cerca de la Doña, solo escucha como su hija hace trato con la doña desconocida para ella.

Sabina: —¡Bien...!, —contestó segura de lo que hacía.

La doña: —¿Y cuál es entonces el número? Mientras sale un montón de humo de su boca por el cigarrillo. Sabina observa el humo que va saliendo lentamente, y de forma mística o mágica se forma un primer número en forma de 5; luego, mientras el humo se mueve de forma, el segundo un 2 y, por último, cuando ya casi desaparece el humo en el aire, el 8.

Rosa ni la Doña se dan cuenta de que Sabina observó los 3 números tan deseados por la Doña... La doña pregunta nuevamente a mi niña cuál es el número.

Sabina: -Cinco, dos, ocho... 528, repite para no olvidar. La doña anota el número en su cuaderno y le pide a Rosa que cuide sus cosas. Va hacia la banca de loterías a comprar el número que Sabina le acaba de decir. Igual le pide a Rosa que lo juegue.

Rosa: —¡No... yo no juego eso!

La doña: —¿Pero solo por hoy compra uno?

La doña convence a Rosa de jugar, pero por no tener mucho dinero no le invirtió mucho.

Al llegar la noche, la Doña saca su radio para escuchar noticias y las loterías... A las 8 de la noche comienzan a dar los resultados. Sabina como siempre en las noches se sienta en el piso a dibujar antes de dormir. Rosa está estudiando en su cuarto. El lunes debe asistir a clases. El radio tiene volumen, y comienzan a dictar los resultados. ¡... Primera bolita... Número 5; segunda bolita. Atentos, atentos, números 2 y tercera bolita para todas las radios. escucha es el número 8...! - La Doña, quién tiene a la mano el radio entre sus piernas y el boleto del número o triple gordo, pego un grito de alegría que creo lo escucha todo el pueblo.

-¡¡Gané Rosa Rosa, ganamos... el triple gordo. Rosa no lo puedo creer...! ¡Sabina hija ven acá...! - Y tomó a Sabina a cargo en sus brazos y la besaba y abrazaba fuerte. - ¡Gracias, hija, gracias! A cada momento lo repetía. Una gran emoción y Rosa no lo podía creer; pero no que había ganado algo en la lotería; lo que la asusto o impresionó más fue, por primera vez, observar a Sabina adivinar unos números que casi nunca nadie ganaba. Y Sabina solo, como si fuera algo normal para ella, los dijo y esos fueron los números ganadores de aquella noche.

Sabina no adivinó... Solo dijo los 3 números, como sí pudo hacer visible el gran deseo de la Doña. Hacerle ver y escuchar a la doña lo que en realidad ella quería ver y escuchar. La mente una vez más muestra su poder. La sabiduría viene del conocimiento y todo está conectado a los pensamientos, proyectados por la mente.

Sabina no sabe lo que pasa. No entiende por qué tanta alegría, solo por 3 simples números. Y le dice:

- ¿Ahora sí me entrega la revista...?

Ahora sí Rosa se da cuenta que Sabina tiene algo mágico que estaba entre lo espiritual y la sabiduría. Se acordó de las palabras del viejo Chamán; y los bellos de su piel se erizaron con el solo pensar lo que su hija tan pequeña podía hacer. Allí se dio cuenta, que lo del viejo del sombrero en el patio de la casa y la presencia en la Parroquia con la Monja, sí era verdad. La niña no mintió; ella sí había visto el fantasma de aquella noche de luna llena.

Rosa también ganó algo con el número que jugó y al siguiente día compró comida y bebidas frutales para los niños. No ganó mucho porque no creyó en Sabina; pensó que solo jugaba e inventaba, pero no fue así.

La doña regresa a casa de Rosa 15 días después; le lleva regalos, libros y revistas a Sabina para leer; y le pide un nuevo número ganador, pero no para jugarlo en la banca del pueblo porque ahí no se pagaba tanto dinero. Quería jugarlo en bancas grandes de la capital y así poder ganar lo suficiente y salir de las dificultades. Sabina nuevamente le da los números y ese mismo día se regresa a Caracas. Se despide y dice a Sabina que sí llega a ganar le llevará muñecas de regalo.

La doña se paró en la carretera nacional vía Estado Lara; tomó el autobús amarillo llamado La Federación y se montó. Después de ese día Sabina no volvió a verla. ¡Jamás regresó! ¿Sería que la Doña invirtió todo su dinero y pegó el Triple Gordo? ... ¿ganaría el triple gordo y no tuviera necesidad de volver al pueblo a caminar tanto para vender sus trapos? Y ¿por qué no regresó más?

El don de sabiduría de Sabina apenas está comenzando a hacer sus primeras apariciones; ya comienza a presenciar situaciones extrañas y ya Rosa sabe que debe estar pendiente de la forma como impactará a Sabina, por ser una niña muy tímida.

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