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La decepción se asentó en el pecho de Midoriya, se reprendió en silencio por haber sido tan tonto, tan crédulo, la vida no cambiaría para un estúpido Quirkless inútil, la llegada de su peculiaridad, del curso de héroes, de maestros amables... todo éso, no cambiaría nada, y aunque le tomó tiempo, por fin esa verdad pareció gravarse en él, unos meses de un sueño de calidez, amigos y esperanzas seguían siendo solo éso, un sueño.



Ignoró a los pocos audaces que lo esperaban en la entrada de la escuela, donde una patrulla esperaba, ignoró la mirada fría y enojada de Lida, ignoró el rostro lloroso de Uraraka. No, éstos no eran amigos, si alguna vez pensó que lo eran, estaba tan equivocado, los amigos no revisan tus cosas a escondidas, no te delatarían con nadie, pero sobre todo, cualquier amigo decente te daría algún tipo de beneficio de la duda, te daría la oportunidad de cualquier tipo de explicación. Ellos no eran amigos, y se negó a mirarlos porque lo único que se le venía a la mente cada vez que pensaba en ellos era la traición.



El viaje en patrulla duró mucho menos de lo que imaginaba, o tal vez estuvo demasiado perdido en sus pensamientos; tratando de organizarlos, la confusión aún era grande, varias preguntas rondaban por su mente ¿Era realmente tan poco importante como para no merecer siquiera la oportunidad se explicarse? ¿Tan poco significaba para sus ''amigos'' que ni siquiera dudaron de que era el traidor en base a una evidencia puramente circunstancial? Su libreta era condenatoria por sí misma, pero, estaba junto a las demas, suponía que si revisaran ésas también verían que no solo escribía cosas negativas, sino también numerosos consejos e ideas que ayudarían a mejorar a sus compañeros ¿Valía tan poco que ni siquiera se dignaron en intentar buscar algo que lo redimiera en sus otros cuadernos?


Se dejó guiar todavía en silencio, no protestó cuando le pusieron las esposas que inhibían su quirk, tampoco cuando Aizawa respondió por él en el llenado de datos del expediente que hacía el oficial frente a él, tampoco lo hizo cuando lo llevaron a una sala de interrogatorios y lo dejaron allí, tal vez por una hora, ¿O fueron dos? Quizás más, conocía ése tipo se juego de poder, no solo los policías lo usaban, cualquier persona con una autoridad superior a la suya lo había usado.

Lo había vivido muchas  veces en su escuela primaria y secundaria, cuando sus maestros o directores trataban de hacerlo sentir nervioso y culpable, ya no tenía mucho efecto en él, es más, su mente parecía fluctuar entre la indiferencia, la ignorancia selectiva y el enojo; hacia sus compañeros que no podían meterse en sus propios asuntos, hacia el mundo que sin parar lo golpeaba y lo empujaba cada vez más abajo, hacia sí mismo, por haber nacido sin una peculiaridad, por ser débil, por ser él.



Y entonces, en medio de sus pensamientos odio y el autodesprecio el primer detective ingresó a la silenciosa sala, no lo conocía, el leve vistazo que dio antes de que sus ojos volvieran a la mesa de metal pegada al suelo le dijo que parecía amable, ojos azules tranquilos, arrugas de risas alrededor de ellos, sonrisa suave y postura encorbada; como si tratase de hacerse lo suficientemente pequeño como para no causarle algún tipo de miedo o nerviosismo, sin embargo, esos ojos tranquilos lo observaban con la intensidad de un halcón que persigue a su presa. Reprimió una mueca de disgusto, no era un maldito niño que merecía compasión, suficiente tenía consigo mismo, no necesitaba que alguien más lo mirara con fingida lástima.


—Hola Midoriya, sé que ésto debe ser bastante abrumador para ti, pero realmente necesito hacerte unas preguntas, ¿Crees que puedas responderlas para mí?— preguntó, su voz también era suave, un barítono tranquilizador que podría relajarte, pero solo causó más disgusto en él, por lo que no respondió, solo siguió mirando la mesa frente a él.


—¿Puedes decirme si tu nombre es Izuku Midoriya?— sin respuesta nuevamente, la ira virulenta de una decada de abusos y silencio apenas era reprimida en su garganta.

—¿Quieres hablarme de lo que pasó el lunes por la tarde?— sus manos esposadas sobre la mesa se apretaron, siendo notada por el detective cuyos ojos se entrecerraron con sospecha. Los ojos de Izuku obstinadamente se centraron en sus manos y en elenojo que sentía.

—¿Hiciste algo durante esa media hora que estuviste encerrado en los baños del exterior de la escuela?— su mandíbula se apretó, perturbado de que supieran éso, no tenía ni idea de como obtuvieron ésa información, pero el brillo rojo de una de las esquinas de la habitación pareció responder a su pregunta no formulada, las cámaras; de alguna manera vieron una semana de vigilancia en ése poco tiempo que pasó entre tomarse una ducha, vestirse y que aparecieran sus maestros en su habitación unas horas después de éso.

—Tengo una pequeña hoja aquí con preguntas, como veo que no quieres hablar, ¿Crees que podrías llenarlas con tus respuestas?— deslizó una hoja con aproximadamente diez preguntas y una pluma común para escribir, las ganas de escupir su enojo eran grandes, pero ignoró al hombre a favor de la hoja casi vacía notando algunas preguntas sobre su relación con la Liga de Villanos, así como escribir sobre las varias actividades que realizaba todos los días, y algunas más personales que ni siquiera terminó de leerlas.


Se negó a cooperar, y no solo porque no tenían nada que probara de manera absoluta que fuera el traidor, sino por todo lo ilegal de la situación ¿Secuestrar a un menor para un interrogatorio sin una orden y sin avisar a los tutores legales del niño? No, definitivamente no estaba continuando con aquél sistema turbio en el que se acaba de enterar que los héroes se manejaban.

Además, tal vez la simple rebeldía de no ayudar y hacer absolutamente nada para éstos policías, para Aiwaza y Nezu, era lo que lo poseía, sí, la vida era una perra recordándole que no debía confiar en nadie, pero Izuku también podría ser una perra cuando quería, por lo que solo entrelazó sus dedos sobre la mesa y cerró los ojos, fingiendo dormir, pero su respiración e incluso los movimientos de sus párpados lo delataban. No estaba durmiendo, pero la declaración tras ésa acción era clara, y era que no estaba ayudando de ninguna manera.




Pasaron los minutos y el detective de rostro amable se fue, y el tiempo continuó y ningún otro policía volvió a ingresar en lo que solo podría suponer fueron varias horas, estaba sediento, hambriento y con sueño a pesar de que se negaba a ceder al cansancio, lo habían sacado se la escuela justo al anochecer y ya era lo que suponía la madrugada del día siguiente. ¿La privación de sueño y comida suponía algún tipo de tortura? Creyó leer algo de éso en la ley del quirk en la clase de historia, pero de alguna manera no podría recordar mucho de ello, ahora, solo se mantenía despierto gracias a la fuerza de voluntad y al puro enojo que sentía. El sonido de la puerta abriéndose volvió a llenar el silencio de la sala de interrogatorios, Midoriya abrió sus somnolientos ojos y el verde se enfrentó al puro disgusto de sus los ojos negros de su maestro.

Midoriya no apartó la mirada, no, la imagen debía quedar gravada a fuego en su memoria, ésta era la realidad, ésta era su realidad, y Aizawa era el retrato exacto de todo lo que estaba destinado a obtener; disgusto, enojo, apatía, indiferencia... Aizawa era el retrato de aquél médico indiferente a los cuatros años, de aquella maestra apática del jardín de niños, del director disgustado de la secundaria Aldera, del maestro enojado en su primer día en U.A



Aizawa representaba todo lo que le hizo daño durante su vida.

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