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La pequeña quimera lo observaba en silencio mientras bebía una taza de té, le hubiese venido bien un poco para intentar calmarse, pero al parecer, no consideraron oportuno darle aquella cortesía, y seguía confundido, moviendo nerviosamente las manos, siendo rodeado ésta vez no solo por All Might y Aizawa, sino también por Present Mic, Snipe, Midnight, Vlad y Ectoplasm. Todos ellos en un semicirculo mortal alrededor suyo.


—¿Qué estabas haciendo el lunes por la tarde después de clases?— preguntó Nezu, por fin rompiendo el tenso silencio. Se removió un poco incómodo, pues ése día había tenido uno de sus tantos ataques de pánico, había corrido hacia el gimnasio beta por un poco de tranquilidad luego de derrumbarse en uno de los baños cercanos por al menos media hora antes de decidir entrenar hasta que el miedo paralizante y la sensación de persecución quedaran en segundo plano en su mente.

—Fui a entrenar al gimnasio beta— respondió, mirando nerviosamente la madera del escritorio frente a él, diciendo la verdad, pero no toda, pese a lo que el psiquiatra y los psicólogos le han dicho sobre compartir sus emociones para sentirse más ligero o menos presionado por siempre mentir cuando tenía un ataque o se escapaba para las consultas; Midoriya no lo hizo por miedo, y tal vez ése mismo miedo ahora le pasaría factura pues todos en la habitación lo miraron con sospecha, no creyéndole, pero tampoco estaba dispuesto a admitir nada.

—¿El miércoles y el jueves también?— volvió a preguntar, su tono plano pero leves tintes de incredulidad en él, y Midoriya conocía demasiado bien ése tono; era el mismo que usaban sus profesores de primaria cuando acusaba a Katsuki por lastimarlo, y ellos lo excusaban diciendo que él solo estaba jugando y que era un mentiroso, sin embargo no faltaban el maestro que decía que su cuerpo Quirkless era demasiado débil, que algo normal para un niño con quirk era demasiado para él, por lo que era su culpa.


Midoriya frunció el ceño, tragar se le hacía difícil por el nerviosismo y sentía que dentro de muy poco empezaría a llorar debido a la presión, estaba pensando demasiado y las garras de la ansiedad estaban comenzando a desilachar su temple. Apretó las manos sintiendo las uñas clavarse en las palmas, un escalofrío recorrió su espalda que no pasó desapercibido para ninguno de los héroes, sin embargo, fue contraproducente para él, puesto que ellos; con la idea ya preconcebida en sus mentes, lo tomaron como un signo más de culpabilidad.


—El miércoles fui a correr alrededor de la escuela, y el jueves volví al salón beta— otra vez mintió, el miércoles había sido un día de sesión de terapia, el Dr. Cho le había dicho que tarde o temprano levantaría banderas rojas sus constantes escapadas, pero que no podía obligarlo a decir nada si no se sentía seguro, ésto era algo personal, y su madre ya estaba al tanto de sus terapias y medicación, así que si su hijo no quería hablar de ello en la escuela, no lo haría, conocía demasiado bien el estigma que cargaban aquellos con una enfermedad mental, Inko al menos iba a apoyarlo en éso y no revelaría nada, no volvería a fallar como madre.

—Entiendo— murmuró la quimera de laboratorio, dio un asentimiento a Aizawa y el otro, con expresión derrotada le devolvió el asentimiento —Aizawa te acompañará a la estación de Policía, joven Midoriya, allí será interrogado y presentará una declaración— el se quedó de piedra, sus rostro perdió todo color y miró al director, a su maestro de Aula y a su mentor en busca de auxilio, pero ninguno se atrevió a mirarlo a los ojos, Aizawa se veía derrotado, el rostro de Toshinori estaba en constante cambio entre la decepción, la incredulidad y el enojo.


Se estremeció con fuerza al determinar que era él mismo la causa y el objeto de ése enojo.

—Puedo... ¿Puedo preguntar por qué?— con temblorosas respiraciones miró al roedor. Quien impasible, simplemente deslizó sobre la mesa su cuaderno de notas número 14, y se quedó de piedra nuevamente, el contenido del cuaderno se podía malinterpretar de muchas formas si no tenían todos los datos, y era obvio que no los tenían, dio una inspiración temblorosa nuevamente, mientras la realización pareció llegar a él.

—Yo no soy el traidor— dijo, aliviado de que su voz no hubiera titubeado de ninguna manera, la mano de Aizawa aterrizó en su hombro y ésta vez no se sintió nada tranquilizadora, es más, el agarre era casi mortal, como si de alguna manera el intentara escapar, como si ni siquiera creyeran en la posibilidad de su inocencia.


—Éso lo veremos después de que te hayan interrogado— sentenció la rata, Midoriya retrocedió como si lo hubieran abofeteado, nuevamente el sentimiento de saberse traicionado por sus maestros lo recorría.


Apretó los labios, frunció el ceño pero no dijo nada mientras su maestro de aula estironeaba su ropa obligándolo a pararse, no tenía sentido hablar, no cuando la certeza de su culpabilidad estaba instalada en la mirada de cada  uno de sus maestros.


Sentía que volvía a estar en Aldera, donde sus maestros siempre sospechaban de él y creían lo peor de él por acciones que sus propios compañeros realizaban. Se sintió pequeño y estúpido otra vez, una década de autodisciplina echadas a la basura, su mantra era ''nunca confíes en los adultos, nunca confíes en tus compañeros, nunca confíes en nadie''. Todo lo que se enseñó a sí mismo, todo lo que tuvo que soportar para que aquello quedara gravado en su mente a fuego, sangre y lágrimas y todo para volver  caer en la misma trampa.


Se había confiado, de éso no había duda, se cegó con la premisa de que en U.A, siendo una de las mejores academias de héroes, tendrían algún tipo de decencia común hacia él ahora que poseía el One for All, ahora que ya no era un quirkless inútil, se cegó ante la cercanía de compañeros... amigos; repitió la palabra con burla en su mente, se cegó ante maestros que también eran héroes, porque, si ellos eran héroes entonces se supone que podría confiar en ellos ¿Verdad?

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