Capítulo 55 - Consecuencias y secuelas
Línea para decir hola 🩷
No es el final, nos queda 1 más
⋅༺༻⋅
Capítulo 55 | Consecuencias y secuelas
Daphne Barlow
—Estoy bien.
Lo he dicho tantas veces en voz alta que empiezo a dejarlo como una simple mirada que estoy cansada de dirigir a mi hermano. Esta vez lo acompaño de un agarre en su brazo como silenciosa insistencia de que no tiene de qué preocuparse.
—De verdad, Dereck. Estoy bien. —Dejo la mano caer y mi voz se abre camino en la pequeña y oscura sala de comisaría en la que llevo los últimos... Desde que me han pedido contarles todo un par de veces hace un rato—. Me siento más centrada. Todo parece más claro y sé que...
Mi hermano me interrumpe con un extraño sonido tan fuerte como seco. Me quedo en blanco al oírlo. Confundida por mil razones diferentes.
—¿Se puede saber a qué viene eso? —pregunto.
—Hasta que no pueda interrumpirte y mantengas el hilo, no me creeré que estás perfectamente de nuevo —señala.
Se acerca al arsenal de vasos de agua que he ido olvidando que iba usando y elige uno de forma aleatoria antes de acercarse a la fuente de agua para llenarlo.
—Y me va a costar todavía más creerlo cuando hemos venido literalmente del hospital porque has encontrado la forma de provocarte una conmoción y de hacer que te disparen en cosa de diez minutos —añade.
—Primero, no he dicho "perfectamente" sino bien. Segundo... —Cierro los ojos por un momento cuando mi hermano se esfuerza en hacer un exagerado sonido al sorber el agua—. Segundo... ¿Puedes parar con eso?
—¿No decías que tenías la cabeza más clara? ¿Que podías pensar más claro incluso con distracciones?
—No he dicho...
Sorbe de forma más sonora.
Cierro las manos a mis costados y dejo el aire ir.
—Eres imposible —señalo.
—Solo estoy marcando mi punto y mi punto es que no estás bien. Puedes desestimar el disparo como un simple roce tantas veces como quieras, pero no vuelvas a intentar fingir que una conmoción moderada no es importante.
—No estoy fingiendo nada. Solo te digo que me siento mejor. Me han hecho pruebas, me han dado el visto bueno para irme. Esa es buena señal o me habrían hecho pasar la noche en el hospital. —Me echo más hacia atrás al entenderlo—. Todo esto es por lo que te he dicho sobre irme a dormir en cuanto lleguemos a casa, ¿no?
—Solo digo que es importante esperar al menos doce horas después de un golpe como ese para hacerlo. Por precaución.
—Dereck, la doctora ha dicho que necesitaba descansar, no que tuviera que mantenerme despierta ni que tuvieras que despertarme cada dos horas como sé que quieres hacer. Me ha dicho que descanse, que evite los sonidos altos, las pantallas, que no escuche música ni mucho menos haga deporte en unos días. Nada de no dormir. —Al ver que va a interrumpirme, levanto la mano para acallarle y añado—: Me han hecho una tomografía. La doctora ha estudiado muchos años para estar ahí, ten por seguro que ella sabe lo que dice para mi caso en concreto mejor que lo que sea que hayas leído por Internet.
—Sigue diciéndote eso —murmura.
Junto las manos sobre mi rostro sabiendo que no va a dejarme dormir hasta que se cumpla su propia norma y que no me voy a librar de que me despierte. Quizás, si hablo con mis padres, logre algo. Dejo las manos caer en un intento de recuperar la compostura.
—Lo hablamos cuando lleguemos a casa —digo—. Pero estoy bien. Mejor que antes, al menos. Mis recuerdos de hoy son una completa nube, pero ya no estoy tan mareada y ahora sé que estoy aquí. Lo noto. Es como si llevara horas con vértigo y ahora apenas esté presente salvo cuando cierro los ojos.
—Vale —acepta tras unos segundos.
Sonrío hacia él.
Entonces me señala.
—Pero avísame si cualquier cosa empeora, literalmente tendríamos que llevarte al hospital porque es una mala señal y muy peligroso. Eso sí que se lo he oído repetir varias veces a tu doctora. Así que, a la mínima que cualquier cosa empeore; vómitos, mareos, dolor de cabeza, me avisas. ¿Queda claro? —pregunta.
—Como el agua.
Asiente.
Luego empieza a moverse por la sala.
—Dereck, ¿has podido hablar con mamá o papá? Deben de estar preocupados —digo y dejo el aire ir ante la idea—. No quiero asustarles, hay que pensar bien cómo vamos a contarles esto.
—Lo saben.
—¿Les has llamado?
—Spenc llamó a papá en cuanto salimos de la casa. Luego se quedó contigo en la ambulancia mientras te miraban las heridas porque a mí estaban haciéndome preguntas mientras tanto. También se organizó con él para ir a buscarle y llevarle hasta nosotros en el hospital. Papá ha venido con nosotros a comisaría, ¿recuerdas?
Abro y cierro la boca.
Quiere sonarme, pero el día de hoy es como intentar encontrar las imágenes entre una bruma tan profunda que apenas me deja ver pequeños detalles de cada momento. Me es familiar y no lo es al mismo tiempo. Sonrío hacia mi hermano igualmente esperando que al menos pueda tranquilizarle a él.
—Sí, solo pensaba que quizás no conocería los detalles todavía.
—Daph, está bien si necesitas preguntar algo. No voy a enfadarme.
—No, pero yo sí. —Me humedezco los labios y vuelvo la mirada a la pared cuando siento las ganas de llorar por culpa de la impotencia. Por un miedo que me aterra aún más poner en palabras. Pero es Dereck. Es Dereck—. ¿Sabes el miedo que da olvidar cosas tan obvias? He rellenado más de cinco vasos de agua porque me olvidaba de que ya tenía uno. Veo en tu cara cuando ya te he preguntado algo antes y lo odio porque me asusta. Porque tengo miedo de que no vaya a arreglarse y...
—Eh, no. Claro que va a arreglarse. Solo es demasiado reciente.
—Pero me asusta igualmente. Me aterra, Dereck.
—Lo sé —murmura.
Dereck me envuelve entre sus brazos con cuidado de no tocar la herida en mi cintura. Tuve suerte de que solo me rozara, pero eso no quita el dolor ni la cantidad de sangre que tanto hizo palidecer a mi hermano al verlo.
—También me has aterrado a mí antes —admite en bajo—. Podía notar cómo la cordura se iba un poco más y no sabía qué hacer para pararlo. Pensaba que era por la mezcla de estrés con quizás algún shock emocional, pero luego empezaste a estar tan confundida y tan rápido que sentí pánico. Llegaste a mirarme como si fueras a preguntarme quién era más de una vez porque no parecías reconocerme. Fue todo en cuestión de minutos y no sabía cómo mantenerte conmigo.
—Lo siento.
—No, no fue culpa tuya. —Apoya su barbilla sobre mi cabeza y cierra más los brazos a mi alrededor—. Debí haber hecho más. Intentaba pensar, pero no sabía cómo mantenerte a ti segura, evitar el arma y agarrarle al mismo tiempo. No podía centrarme en nada. Si lo hubiera hecho mejor...
—Lo hemos hecho, eso es lo que importa. Además, incluso si sé que no vas a creerme; eres la única persona en la que confiaría para pasar por algo como eso. Pero odio tu manía de poner a otros primero, incluso si es tu familia.
—No voy a pedir disculpas por eso.
—No, sé que no.
Nunca me atreveré a hablar con él de ciertos momentos que no se van de mi cabeza sobre hoy, pero sospecho. Sospecho que su conversación con mi profesor nunca fue para provocarle sino para hablar conmigo. Me pedía que me fuera en cuanto le hiciera un daño irreparable a él. Me pedía que corriera todo lo rápido que pudiera hacia la casa de algún vecino.
Como si pensara que iba a hacerle caso de haberlo entendido. Echó su vida a un lado en cuanto encontró la forma de que eso hiciera prevalecer la mía y no puedo evitar sentir cierta rabia hacia él por ello.
Me aclaro la garganta intentando echar el pensamiento a un lado.
—¿Se sabe algo de mi profesora? —pregunto.
—Está estable, ya he preguntado. Algunos agentes están allí con ella, le tomarán declaración cuando despierte, pero estará bien. No tienes de qué preocuparte.
Rompo el abrazo primero y me muevo por la habitación en busca de que el movimiento ayude a ordenar mis pensamientos. Estará bien. Está viva. Me vuelvo hacia mi hermano tras unos segundos.
—Por cierto, más te vale cuidar a Spencer. No muchas personas se portarían como ella ha hecho hoy —digo.
—Y eso que no sabes que se ha ofrecido a llevar mi coche al hospital para que yo pudiera ir contigo en una de las ambulancias o que está dormida en una de las sillas de comisaría porque no quería irse hasta asegurarse de que todo estaba bien.
—¿Y dices que solo lleváis un mes juntos?
Dereck simplemente sonríe.
Hay un brillo nuevo en sus ojos, suave pero cargado de un tipo de cariño que guarda para su novia. Sí, ella es alguien a quien espero que mi hermano valore, y ojalá ella le valore de vuelta pese a que eso implique soportar también el horrible humor que puede llegar a tener Dereck.
Pero de eso trata querer, supongo.
De hacerlo con todo lo que forma a esa persona; lo que encaja contigo y lo que puede romper tus esquemas pero que hace de la persona que quieres alguien que se siente feliz y realizado.
Dereck está a punto de añadir algo cuando la puerta vuelve a abrirse. No demasiado, solo lo suficiente para que una cabellera rubia pueda asomarse. Mira hacia el interior en silencio, como si no quisiera ser vista, hasta que nos encuentra y abre la puerta por completo.
—Hasta que doy contigo —dice.
—¿Gigi? —Miro hacia Dereck en busca de una respuesta, sobre todo cuando ella me envuelve entre sus brazos sin dudarlo un solo momento, pero mi hermano simplemente se cruza de brazos y se queda en silencio—. ¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo? ¿Estáis bien? ¿Está Reece bien?
—¿Que si ha pasado algo? —devuelve ella—. Eso vengo a preguntarte yo a ti. Mira esa cara. ¿Pero qué te han hecho?
Se echa atrás. Sus manos caen en mi rostro y su atención recorre todas esas heridas que los sanitarios me han curado en la ambulancia. Sé que se ve mejor que antes, pero la expresión de Gigi me hace pensar que esas marcas que me han quedado se ven más imponentes de lo que me han parecido a mí en el espejo del baño de comisaría hace un rato. Claro que, para mí, cualquier cosa es mejor que ver la sangre pintando mi piel.
—Mírame a los ojos —pide.
—Gigi...
—Da la luz —pide hacia mi hermano. Luego sus manos vuelven a mi rostro con más cuidado y noto esa mirada fija en busca de cualquier señal que le resulte preocupante—. Todos estos golpes, ¿te has dado alguno de ellos en la cabeza?
—¿Te refieres a cuando se cayó de la cuna al nacer u hoy? —pregunta Dereck—. Porque entonces es mejor que te sientes. La historia es larga.
Él se ha apoyado junto al interruptor de la luz, pero más que para darla parece estar asegurándose de que nadie lo haga. Algo que agradezco porque estar aquí a oscuras es por la forma en la que la luz intensifica un dolor de cabeza que estoy empezando a poder mantener a raya.
—¿Mareos? ¿Vómitos? —pregunta Gigi hacia mí.
—Le ha vomitado al sanitario en los pies —señala Dereck—. Deberías haberla visto. Ha sido el único momento donde parecía cuerda y solo era para avergonzarse. Sus mejillas estaban al rojo vivo por la vergüenza y...
—¿Puedes parar de interrumpir? —Me quejo en alto. Demasiado alto. Cierro los ojos con fuerza por un momento. Mi cabeza punza de dolor, una extraña sensación similar a un latido constante después de que me hayan metido la cabeza en una centrifugadora—. Estoy bien, Gigi. De verdad.
—No estoy del todo segura de eso. —Su atención vuelve a mí y su voz se vuelve más cauta—. Puede que vayamos a tener que hacer una visita al hospital para que te miren mejor. Sé que puede asustar ir, pero es mejor ser precavidos, sobre todo si te has golpeado la cabeza y tus reacciones no ayudan. No te preocupes, todo estará bien, ¿vale?
—En eso te hemos adelantado —señala Dereck, y la atención de Gigi vuelve a él—. Le han tenido que hacer una, ¿cómo se llamaba? Una tomografía o eso de la foto del cerebro. La mocosa se las ha apañado para provocarse una conmoción moderada como regalo de cumpleaños.
—Al menos no es severa —devuelve Gigi—. Podría haber sido peor, pero las conmociones no son un juego sin importar la severidad. Os han dado ya las pautas, supongo, ¿no?
—Tengo una lista —responde Dereck.
—Vale, tened un ojo en ella al menos veinticuatro horas de forma constante, luego podéis ir relajándoos, pero seguid vigilando que nada vaya a peor. Especialmente cuando empieces a hacer deporte de nuevo —añade hacia mí—. Espero que no tengas exámenes pronto, es mejor que te des un par de semanas antes de volver a clases.
—Gigi, agradezco tu preocupación y no quiero que te tomes esto a mal, pero, ¿por qué estás aquí? ¿Ha pasado algo? ¿Estáis bien? —insisto.
—¿Nosotros? —devuelve confundida.
Dereck se aclara la garganta.
—¿Podemos hablar fuera? —pregunta hacia Gigi.
—No, quiero saber...
—Aquí no —interrumpe él con cierta brusquedad—. Por favor, hablamos fuera. Daphne no está teniendo el mejor día y bastante le ha costado contar todo a los agentes hace un rato. No quiero que se estrese de nuevo reviviéndolo porque le cuesta más pensar cuando está así y no pienso dar tantos pasos atrás. Quiero cuidar de mi hermana pequeña, creo que entenderás ese sentimiento.
—Claro.
Mi hermano saca a Gigi de aquí antes de que ella pueda despedirse. Alcanzo a ver su confusión antes de irse con él y a oír el: "¿No recuerda...?" antes de que cierren la puerta en mis narices.
...
Gigi vuelve largos minutos después. Lo hace sola, con su mirada cargada de una atención más cauta y delicada. Cierra la puerta detrás y yo miro hacia ese punto sin entender por qué mi hermano no viene detrás.
—Ha dicho que iba a revisar a Spencer —explica—. También me ha pedido que te diga que te prepares para iros. Al parecer van a traer aquí desde el hospital a quien os hizo esto y es mejor que estéis lejos antes de que pase.
—¿A qui...? —Se me revuelve el estómago mientras me doy un momento para centrar a la persona de la que habla. El señor Stuart. Solo necesito un minuto más para procesar las cosas, es normal, voy a estar bien—. Supongo que te ha dado detalles.
—Suficientes.
—¿Quieres saber algo más o...?
—Daphne, no voy a presionarte. No voy a preguntarte más por algo que sé que puede volverse un trauma al nivel que sea. Lo único que quiero saber es cómo estás porque, en este tiempo, te has vuelto alguien demasiado importante para mi hermano como para no necesitar saber cada detalle para poder asegurarle que todo está bien. —Más suave, añade—: Además, no puedo evitar sentir cierto cariño hacia cualquier persona que haya hecho algún bien en la vida de mi hermano.
—No diría que lo que he hecho ha sido un bien en su vida.
—¿Crees que terminar con alguien significa eliminar todo lo bueno que esa relación ha tenido? —pregunta—. No puedo decir que conozca todos los detalles porque estoy segura de que sabes que Reece es alguien muy privado, incluso conmigo, pero un conflicto de intereses no borra todo lo bueno. Ni todo lo que le importas.
Cierro y abro las manos a mis costados.
—¿Podemos no hablar de esto? —pido.
Mis emociones ya están de por sí a flor de piel y suficiente me ha costado sentir que he podido pasar esa página como para que alguien meta la mano en la herida para reabrirla ahora que mis emociones lo permiten y agitan.
—Lo siento, pero vamos a tener que hacerlo —devuelve con auténtico arrepentimiento en su voz—. Porque está en el aparcamiento y necesito saber si puede verte o si es mejor que yo le dé los detalles y nos vayamos antes de que salgáis.
Mi corazón da un vuelco.
—¿Cómo que está aquí? ¿Por qué está aquí?
—Reece te ha llamado antes —explica.
—¿A mí? ¿Hoy?
Su mirada cambia. Esa extraña compasión con la que ha vuelto a la sala crece de forma notoria. Se intensifica hasta que se lleva cada recoveco de cualquier otra emoción.
—Por lo que me ha dicho, quería felicitarte por tu cumpleaños y ver si podíais hablar. Solo que te ha debido llamar en medio de todo y tu hermano no ha conseguido calmarle. Sus palabras han sido: "Me ha dicho que lo tenía todo controlado y que estaba con ella".
—¿Y eso no es bueno?
—Eso pensaba, pero al parecer Reece piensa que, si hay algún problema, estar con tu hermano lo haría el doble de malo que estando sola. No parece fiarse mucho de su criterio —responde, y no puedo culparle—. Haberos oido hablar sobre llamar a emergencias y ambulancias tampoco ha ayudado demasiado.
¿Ha oído eso?
La culpa me golpea con fuerza.
Bajo la atención a mis pies mientras mi corazón se agita en con incomodidad y me aseguro de devolver mi atención a Gigi de forma pausada porque los movimientos de cabeza bruscos me matan.
—Siento mucho haberle preocupado —digo—. No recuerdo mucho y creo que sí hay algo de Reece o alguna llamada, pero no lo tengo claro y pensaba que lo había imaginado. —Doy un paso hacia ella—. Gigi, te prometo que no quería preocuparle. Nunca habría contestado de haber sabido que era él o habría dicho cualquier cosa si hubiera tenido la cabeza clara.
—Daphne —interrumpe mientras levanta las manos como si no supiera ni qué decir—. Nadie está enfadado contigo. Estamos preocupados por ti —corrige—. Has pasado por algo horrible y no tienes que disculparte con nosotros por preocuparnos por ti. Cielo, no has hecho nada malo contestándole. Es más, sé que Reece se hubiera cabreado muchísimo de haberse enterado de otra forma que no fuera al momento y por ti.
—Aun así, debería haber tenido más cuidado. Sé cómo son las cosas con él y jamás habría hecho anda para preocuparle así.
—Lo sé —devuelve con suavidad.
Me fallan las palabras. Las emociones del día me sobrepasan de nuevo y me vuelvo hacia una de las paredes mientras me doy un momento. No quiero llorar, pero mis emociones están hechas un desastre.
El agobio crece y me doy cuenta de que solo quiero que todo pare. Quiero que no haya nadie para recordarme que hay algo mal con el día de hoy. Quiero meterme bajo la mesa y que nadie pueda encontrarme. Sin preguntas, sin preocupar a nadie. Quiero desaparecer por un momento porque no puedo con todo.
Necesito... No pasa nada.
Tomo una profunda bocanada de aire.
No pasa nada.
Dejo el aire ir con lentitud.
Estoy bien.
—¿Daphne? —llama Gigi y me doy un segundo más antes de volverme hacia ella—. ¿Necesitas algo? ¿Quieres que llame a tu hermano?
—No. Estoy bien, pero gracias. Estaré bien —corrijo—. Deberíamos irnos antes de que el prof... —Me aclaro la garganta sin ser capaz ni de mencionarle. Una vez se ha ido la adrenalina, su imagen me genera un miedo que antes no he tenido oportunidad de sentir—. ¿Quieres quedarte a cenar en casa? Estarás cansada después de haber venido hasta aquí. Puedes quedarte a cenar o dormir si quieres, no estoy segura de qué hora es, pero tiene que ser tarde.
—Las once.
—¿Once?
La sorpresa me golpea. Sé que era temprano cuando ha pasado todo, también recuerdo el viaje al hospital, las pruebas, y que nos acompañaron un par de agentes a comisaría en busca de una declaración. Eso no evita que mi noción del tiempo se haya ido por completo entre un momento y el siguiente.
—Puedes quedarte si quieres —insisto.
—Recuerdas que Reece también está aquí, ¿no?
El miedo de antes vuelve en la forma tan sencilla en la que las conversaciones desaparecen entre mis dedos. Podría llorar cuando vuelve a pasar y estoy demasiado cansada para esconderlo.
—Sí, me lo has dicho. Perdona. —Paso la mano por mi frente con impotencia. ¿Por qué no puedo tener mis pensamientos en orden?—. Puede quedarse también. Es tarde y estaréis agotados. ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
—Solo un par de horas.
—¿En comisaría?
¿Cuánto he tardado en dar declaración?
—No. —Gigi rompe a reír al pensarlo—. Reece me ha sacado a rastras del hospital sobre las seis. Tenemos la norma de no conducir cuando uno de los dos está alterado, así que vino a pedirme que le acercara yo. Como ni tu hermano ni tú contestabais nuestras llamadas, fuimos a vuestra casa.
Me oigo decir "Espera" en un intento de procesar las primeras frases. Dereck me habla más lento desde hace un rato y con más pausas. Lo odio, pero necesito esos segundos antes de pedirle que siga para poder entender lo que dice.
—Tu madre nos ha explicado por encima lo que ella sabía —sigue con más lentitud y atención a mi reacción—. Íbamos a esperar a que tu padre le llamara diciendo que volvíais a casa, pero habéis venido a comisaría y Reece es muy poco paciente. En cuanto le he perdido de vista, ha salido por la puerta porque sabía cómo llegar hasta aquí andando. Le he encontrado a medio camino y le he hecho subir al coche sin otra opción que traerle porque iba a venir de una forma u otra.
—¿Está aquí? ¿Ahora?
—Le he tenido que dejar en el aparcamiento después de que entrara dando gritos. No le dejan entrar porque ha estado teniendo una acalorada discusión con los agentes que os despacharon la última vez, pero dudo que no se las apañe si tardo demasiado en volver con él. Lo último que he visto era que tu padre esperaba fuera con él mientras os criticaban juntos a tu hermano y a ti.
—Espera, ¿qué?
—¡Lo sé! —devuelve con humor—. Reece se vuelve el chico más carismático cuando se agobia por alguien y no hay nadie a quien no sea capaz de hacerle pensar como él cuando lo hace. Incluyendo a tu padre, por lo que parece.
Abre la puerta de la sala y me ofrece la mano como gesto de apoyo que no dudo en aceptar. Aprieta mi mano devolviéndome una nueva seguridad.
—Daphne, escucha —añade, más bajo mientras algunos agentes con los que he debido hablar me devuelven un gesto de reconocimiento o incluso una sonrisa apenada de camino a la salida—. Sé que no es mi tema y no pretendo meterme, pero quiero que sepas que Reece siempre necesita más tiempo que otras personas para entender ciertas cosas. Es muy introspectivo, pero eso también hace que pase más tiempo que otros dándole vueltas a todo. Lo que quiero decir es que sé que puede sonarte mal que haya esperado tanto tiempo para hablar contigo, pero con Reece es así. Siempre ha necesitado tiempo para intentar entender solo cualquier cosa que le afecte. Me duela o no, creo que siempre ha pensado que tenía que lidiar solo con todo y ahora lo sigue haciendo. Va a diseccionar sus emociones y cada una de las posibilidades que le preocupan antes de poder compartirlas con nadie.
Mi atención cae en las sillas de la entrada, ahora vacías salvo por el abrigo de Spencer. Luego reconozco una botella de agua con la que creo haber visto a Dereck en algún punto y me relaja saber que estarán juntos por algún lado. Conociendo a Dereck, estará pidiendo más detalles de cómo terminará todo a cualquier agente que haya tenido la mala suerte de cruzarse en su camino.
—¿Daphne? —oigo.
—¿Sí?
Gigi aprieta mi mano y me devuelve una sonrisa tan compasiva como la de los agentes aunque no termino de entender la razón. Luego deja mi mano ir y presiona la puerta principal de la comisaría sin llegar a abrirla todavía.
—¿Quieres que me lleve a Reece de aquí antes de que salgas? —pregunta—. Puede ser muy intenso cuando se asusta y sé que lo que menos necesitas es que alguien te agobie, pero te prometo que él solo es así porque se preocupa.
—Puedo hablar yo con él.
—¿Estás segura?
—Claro. No creo que pueda ser peor que el día que he tenido hoy.
Empujo la puerta abierta cuando ella vacila y el frío se abre camino de forma afilada. La oscuridad ha caído hace horas y se estira con una gran profundidad hacia un aparcamiento casi desierto. Mi padre está cerca del primer escalón y es el primero en notarnos. La preocupación pinta su mirada mientras mantiene el móvil en su oído y no tardo en entender que está hablando con mi madre.
Bajo las escaleras hacia él.
Me tiene en sus brazos antes de colgar el teléfono y oigo sus palabras suaves antes de apartarme lo suficiente como para levantar la mirada hacia él.
—Lo siento —digo.
—Luego lo hablamos. Por ahora me conformo con saber que tu hermano y tú estás bien. —Golpea mi nariz como no ha hecho desde que era una niña pequeña—. Por hoy volvemos a casa, cenamos juntos, y os abrazamos tantas veces como queramos. Mañana estaréis tan castigados que no os quedarán días libres en el calendario.
Rompo a reír, pero paro en cuanto el dolor de mi costado se mezcla con el de mi cabeza. Abrazo una vez más a mi padre.
—Te quiero —digo.
—Y yo a ti, duendecillo.
Tuerzo los labios hacia otro detalle que borró con el tiempo. No, nunca me ha gustado ese apodo, pero él se encariñó con esa forma de llamarme porque al parecer mi emoción constante y no parar quieta le recordaba a uno. Ahora besa mi cabeza por unos segundos.
—El chico con el que salías está aquí —me avisa en bajo—. Nunca pensé que alguien tan formal como él pudiera maldecir como lo hace ni fumar como un camionero. Creo que le he visto terminar una cajetilla entera en los últimos diez minutos.
—Lo está dejando —excuso.
—No lo parecía.
Cierro las mano sobre mi cintura al echarme atrás. Una de las pocas cosas que recuerdo (antes de vomitar en los pies del sanitario que estaba midiendo la severidad de mis heridas) ha sido bromear diciendo que nunca pensé que tener una cintura pequeña pudiera salvarme la vida. Pero aquí estamos. Porque un centímetro más y podría haber sido un grave problema. Por suerte, se ha quedado solo en un susto. Un roce de una bala que ha debido quedar contra alguno de los muebles.
—¿Estaba enfadado? —pregunto.
—Estaba que echaba humo.
—Señor Barlow —llama Gigi—. ¿Le importa acompañarme un momento dentro? Dereck me ha pedido que le avise de que también quieren hablar con usted antes de poder irse.
—Claro. Dame un momento.
Mi padre se quita su abrigo y lo pone sobre mis hombros. Lo acomoda un par de veces hasta que está conforme y noto sus hombros caer con un suspiro en cuanto termina. Presiona mi mejilla con cariño.
—Vuelvo en un minuto —dice.
—Espera. —Agarro su brazo—. ¿Dónde...?
—En el coche. Se ha metido ahí en cuanto se ha cansado de intentar hacer un agujero en el suelo dando tantas vueltas mientras miraba hacia la puerta como si estuviera planteándose cómo meterse ahí sin que le sacaran de nuevo.
—Gracias.
—Vengo enseguida. Te quiero. Muchísimo.
—Y yo a ti, papá. Siento todo esto.
—Sé que lo haces —Frunce un poco el ceño—, pero no creas que eso va a ablandar a vuestra madre con el castigo. Empieza a rezar para lo que os viene mañana.
—No esperaría ninguna otra cosa de ella.
Mi padre sonríe hacia mí antes de subir las escaleras hacia Gigi. Ella abre la puerta hacia comisaría para ambos y me da una última mirada antes de volverla hacia su coche. Después ambos entran en comisaría y el lugar cae en completo silencio.
Cuento hasta tres y voy hacia el coche de Gigi.
Me es tan familiar incluso tras este tiempo que el corazón reacciona por costumbre. Se agita en mi pecho con una dulce emoción pese a que lo último que uno con él son malos recuerdos.
Pese a que había pasado página.
Apoyo la mano en la puerta del copiloto mientras miro a través de la ventanilla, pero Reece no está sentado ahí. Pensando que quizás esté demasiado oscuro para ver algo, abro la puerta. Lo único que queda en los asientos es su sudadera de equipo en el asiento del copiloto. Está mal puesta, como si Reece se la hubiera quitado y la hubiera tirado ahí con más molestia que otra cosa. No sé qué me lleva a agarrarla para poner bien las mangas, pero lo hago. La doblo y vuelvo a dejar en el asiento con un cuidado que me hace sentir mejor.
Mi mano se queda ahí. Sobre la tela. Encuentro algunas de mis uñas rotas al bajar mi atención a ese punto, pero eso no me roba la sensación de ese material grueso contra las yemas de mis dedos ni las conocidas letras que trazo.
Es familiar y me hace sentir tan segura como siempre ha hecho. Entonces llega un nuevo peso. No he mentido a Dereck al decirle que no habría querido pasar esto con nadie más que con él, pero los recuerdos de mi última relación llueven con fuerza con ese intenso azul frente a mis ojos.
Quizás sí habría querido llamarle a él.
Haberle avisado. Haberle pedido su opinión. Haberle pedido que me ayudara a convencer a mi hermano de hacer todo por otra vía aunque en ese momento no podía verla, pero sé que Reece lo habría hecho. Reece siempre sabe pensar en frío. Y eso me rompe el corazón un poco. Porque no había pensado que habría sido la persona con la que habría querido contar hasta que ahora me golpea con tanta fuerza.
Quizás no he pasado página tanto como pensaba.
Quizás la herida sigue abierta y doliendo aunque me esfuerce en no mirar en esa dirección. Puede que ignore el color que relaciono con él hasta el punto de haberlo guardado al fondo de mi armario. Puede que le recuerde cada vez que preparo un bagel y que le haya pedido a mi madre que deje de comprarlos para mí. Puede que todavía me siente en el porche algunas noches rememorando todos los momentos que hemos compartido ahí.
Y puede que pensar en él rompa un poco más el corazón las tardes de juegos en familia donde sonrío hacia mis padres mientras pienso que me gustaría poder haberle invitado alguna vez.
Pienso en la lista que escribí en busca de encontrar el mejor orden con el que ir escalando hacerle sentir parte de mi familia sin lanzarle mucho encima de golpe.
Pienso en los libros sobre la pérdida de un ser querido que pedí queriendo prepararme para ser la persona a la que pudiera confiarle sus sentimientos sin hacerle sentir mal y que llegaron después de haber terminado.
Pienso en las fotografías que guardé para llevar a imprimir. Quería enmarcar una que le saqué en el evento de San Valentín mientras hablaba con Isaac, Howard y otro chico cuyo nombre no recuerdo. Su habitación parecía carecer de esa parte que le hace feliz y que he visto cuando está con sus amigos y quería poder darle algo con la que lo tuviera siempre presente.
Porque le hacía feliz.
Porque quería traer más felicidad a su vida.
Mi corazón se agita. La opresión vuelve. El dolor de no tenerle en mi vida se mezcla con las emociones de hoy y la dulzura de sus recuerdos y tira de mí de forma dolorosa. Llevo una mano a mi corazón en busca de calmarlo.
No pasa nada.
Ojalá pudiera creer que cortar el contacto también corta lo que sientes por alguien o que ignorar su nombre en tu cabeza hace que la impotencia y el dolor desaparezca por completo, pero no lo hace. Nunca del todo.
Miro en los asientos de atrás y me aparto del Jeep.
Cuando cierro la puerta, noto el movimiento detrás del coche. Entonces le veo. Reece está sentado en el suelo detrás del Jeep. Tiene el móvil a un lado, el mechero con el que le he visto jugar de forma distraída más de una vez a sus pies, y la cabeza apoyada contra el coche antes de moverse para mirar hacia aquí.
Las palabras vacilan sobre mis labios al verle después de semanas. Me fallan. Dos. Tres veces. Reece se pone en pie dejando todo en el suelo. Lleva un abrigo oscuro cerrado, las zapatillas desatadas, su pelo hecho un completo desastre, como si hubiera pasado las manos por él hasta robarle la forma.
Pero sigue viéndose como siempre ha hecho; de una forma que me ha robado el aliento antes y lo hace más después de haberle podido conocer tanto como he hecho. Revive un hueco en mi corazón que solo tiene espacio para él.
Trago saliva.
Lo que me sale decir es:
—¿Has estado criticándome con mi padre?
⋅༺༻⋅
Capítulo final: Sábado 17
Ahora sí, hora de decir adiós
⋅༺༻⋅
#♥ por Spencer siendo un rayito de sol
#♥ Porque Daphne empieza a tener la cabeza más clara (poco a poco)
#💔 por su terror a sentir que olvidaba cosas
#💔 por el "llegué a sentir que no me conocíais a mí" de Dereck
#♥ por GIGI APARECIENDO MODO MAMÁ OSA (Te queremos Gigi😭)
#💔 por el "Reece siempre ha sentido que tenía que lidiar con todo solo"
Él con ciertas emociones es como Daphne con sus pensamientos después de ese golpe: Va algo lento y necesita su tiempo - pero así les queremos.
Reece preocupado es un mood:
- le echan de una comisaría por discutir con todo el mundo (#déjà vu)
- se pone a criticar a los hermanos con cualquiera que escuche
- intenta cruzar media ciudad andando porque tienen cero paciencia
- se sienta detrás del coche modo cachorro abandonado
y no olvidemos que literalmente ha sacado a su hermana del hospital para que conduzca por él porque puede estar cabreado, pero sigue siendo nuestro chico responsable #♥
Ahora sí, un abrazo y nos leemos el sábado con el capítulo final...
—Lana
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro