Línea para decir hola 🩷
Es el último capítulo narrado por Reece en todo el libro, hora de dejar todo el amor que tenemos por él aquí como despedida 💙
⋅༺༻⋅
Capítulo 53 | Las mentiras que nos contamos
Reece Larsson
Me quedo en el campo después de que termine el entrenamiento. No es el primer día ni será el último en el que no tengo ganas de meterme en medio del caos que se forma en el vestuario, así que he dejado mi bolsa de deporte en el banquillo y ahora espero a que todos se vayan para darme un minuto antes de subirme al coche.
Me acuclillo junto a mi bolsa en la mitad del campo. Con el peso del día tirando de mi cabeza hacia abajo, alcanzo mi botella de agua y la termino antes de dejar mis hombros caer por completo.
Es un mal día. De nuevo.
Las últimas semanas siento que no he tenido uno bueno. El sueño me esquiva, las pesadillas han vuelto después de años y el cansancio emocional amenaza con hacerle competencia al cansancio físico del día a día.
Junto las manos sobre mis piernas y cierro los ojos. Estoy sudado, con la camiseta negra hecha un desastre por una caída absurda en plena prueba de resistencia. He pisado mal en un intento por apresurarme de vuelta mientras el cronómetro corría y la lluvia de esta mañana mantenía el suelo demasiado blando como para sostenerme en un giro tan brusco. El barro se ha empezado a secar, pero ensucia el color oscuro de la camiseta que Daphne me regaló la última vez que nos vimos.
He perdido la cuenta de cuántas veces la he lavado desde entonces. Cuántas la he usado en entrenamientos o para salir a correr algunas noches en busca de claridad. Ahora hundo las manos en mi pelo intentando recuperar las fuerzas suficientes para ir hasta mi coche.
Quiero ducharme y dormir.
No necesariamente en ese orden.
—Larsson —oigo.
Dejo el aire ir y me obligo a centrarme. El entrenador lleva tantas tardes vigilándome de forma poco sutil que espero verle a mi lado, listo para preguntar, de nuevo, si hay algún problema del que quiera hablar. "Te necesito centrado, chico —me dijo la semana pasada—. Si te está pasando algo, tengo que saberlo para saber cómo actuar contigo."
Le dije que solo necesitaba unos días para centrarme y su respuesta fue darme más espacio. Me mantiene alejado de mis compañeros en los entrenamientos como si le preocupara que mi humor les pudiera afectar. Que lo ha hecho, porque no estoy tan ciego como para negar que muchos se mueven con cautela a mi alrededor. No preguntan tanto. No vienen a sacarme conversación.
Su forma de mirarme también ha cambiado.
Lo que odio, porque he tenido suficiente de miradas apenadas para toda una vida y me revuelve emociones de una época que creía haber podido dejar atrás. Pero ha vuelto. Por otra razón, y eso no está ayudándome en absoluto a poder recuperar el control.
—Larsson —insisten.
Levanto la cabeza al oír la voz más clara. Sé que no es el entrenador antes de verle, pero esperaba con todas mis fuerzas que fuera uno de mis compañeros. El problema es que no es ninguno de ellos el que se ha acercado. No siguen en el campo, más bien. Nadie salvo...
Me pongo en pie.
Nadie salvo James Zager.
—Sea lo que sea que tienes que decir, no me interesa —digo sin esforzarme en mirarle. Acomodo la bolsa sobre mi hombro al sentir la punzada de dolor por ese mal pase que hice a principio de semana y todavía me pesa—. Puedes intentarlo con el resto, quizás tengas más suerte con ellos.
—No es con ellos con quienes he venido a hablar.
—Ese no es mi problema.
Me llama una vez más mientras me alejo y noto la tensión crecer bajo mi piel de forma abrupta. Me sigue hacia el aparcamiento con palabras que no me esfuerzo en escuchar. Presiona con variaciones de: "¿Puedes parar un momento?" que ignoro hasta que su paciencia se rompe cerca del coche de Isaiah y me empuja contra él.
En el momento en el que siento el coche contra mi espalda, el contraste se levanta como un pensamiento frío. Miro hacia la mano que mantiene contra mi pecho, cerrada sobre la única camiseta que no quiero que toque.
—Podría denunciarte por eso —le recuerdo con sequedad.
Su agarre se afloja y da un paso atrás. Levanta las manos al poner distancia como si eso pudiera corregir su brusquedad. Saco las llaves del coche de mi bolsa de deporte y, esta vez, cuando paso de largo, dejo que mi hombro le empuje al pasar por su lado. No he mentido al decir que podría denunciarle y me guardo la carta resignándome con un gesto más infantil e inofensivo. Por desgracia, no es tan fácil deshacerme de él como quisiera porque le oigo maldecir y venir detrás una vez más.
—No voy a irme hasta que hablemos —oigo.
—De nuevo, ese es tu problema, no el mío.
Abro la puerta de atrás de mi coche para lanzar ahí la bolsa de deporte. Cuando me subo, llega la segunda estupidez de la tarde por parte de Zager. Tercera, si cuento haber aparecido aquí. Agarra la puerta cuando voy a cerrar y es un milagro que no termine destrozándose los dedos cuando la puerta casi llega a cerrar por completo con el impulso.
—Odio estar aquí más de lo que tú odias que esté, pero vas a escucharme. —Afianzo el agarre que tengo en la puerta con sus palabras, sopesando mis opciones—. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a romperme los dedos con la puerta? ¿Atropellarme por no querer irme?
—¿Intentas tentarme?
—Mi padre es abogado, Larsson. —Casi diría que parece contrariado con tener que ponerlo sobre la mesa—. No me obligues a joderte la vida por no ser capaz de portarte como una persona decente dos minutos porque los dos sabemos que puedo arruinarte todo como me toques un solo pelo. Y no voy a irme. No sin antes hablar.
—Entonces habla rápido. —Presiono la lengua contra mis dientes intentando mantener las emociones a raya. Ninguna agradable—. No tengo paciencia para ti ni podría importarme menos tu vida o lo que tengas que decir. Cuanto antes termines, mejor para los dos.
—¿Cómo puedes ser tan desagradable y que ella...? —Pasa la mano sobre sus labios con desagrado y no puedo evitar que sus palabras me revuelven algo por dentro con la mención superficial—. No importa. No es...
—No, ¿sabes qué? Sí importa. Termina lo que ibas a decir. Quiero oírlo.
No lo hace.
—Sé lo que pasó con los del instituto de Bennett el curso pasado. Nadie equilibrado manda a tres personas al hospital porque ha perdido la paciencia —dice en su lugar.
Evito corregirle porque su opinión no es una que me importe. No le debo explicaciones. No le debo la versión real que no parece haber hecho el intento de buscar alguna vez.
—Cuando me enteré de que os estabais viendo traté de advertirla —sigue—. No por controlar su vida sino porque se trataba de ti y estaba cansado de que te tomaran por alguien agradable como si ese incidente no hubiera tenido lugar. Sabía que solo le harías daño. Que la usarías, dañarías y dejarías. —Sonríe, de forma tan afilada como sus siguientes palabras—. Y mírate ahora, es justo lo que has hecho.
Me pongo en pie antes de saber lo que estoy haciendo. Me encuentro a un roce de alcanzarle. Con las manos listas para tirar de su abrigo antes de darme cuenta y cortar el impulso. Tenso la mandíbula tanto que siento dolor. Cierro las manos sin llegar a tocarle hasta que las uñas se clavan en mi piel.
—¿Yo le hice daño? Sé cómo la trataste. Eso no es querer a alguien, eso es querer lo que hace por ti. —La destrozó de tantas formas que ni siquiera meses enfatizando las palabras y acciones pudieron borrar por completo la inseguridad que él le dejó. Siento una afilada molestia al recordar los pequeños gestos. Tantos. Demasiado—. Si has venido a meter mierda por ella, puedes irte por donde has venido. No quiero saber nada de lo que está haciendo con su vida.
Miento, porque conozco cada pequeño detalle.
Incluso ahora.
Pero eso él no tiene por qué saberlo.
—¿Tan poco te importa? —pregunta.
—Es su vida, Zager, no la mía. No tengo opinión ahí. Algo que tú no pareces entender para venir a meter su nombre en cada conversación que puedes. —El disgusto se afianza en mi pecho y no puedo guardármelo dentro—. Aunque, para todo lo que hablas de ella, has hecho un gran trabajo ignorando todo lo que dicen de ella en vuestro instituto.
No responde. Mete las manos en los bolsillos y noto la tensión crecer en su postura. Golpe para mí. Al menos no me miente diciendo que eso ha cambiado, porque lo sabría de haberlo hecho.
—Eso pensaba —murmuro.
—Daph me importa, Larsson.
—No, no lo hace.
—Que tú no entiendas...
—¿Que yo no entienda qué? ¿Crees que no conozco vuestra historia? ¿Que no sentí asco hacia cada detalle nuevo que conocía pese a que ella intentaba quitarle peso o defenderte por razones que nunca he terminado de entender? La usaste cuando te convenía porque te gustaba cómo te hacia sentir y le dabas de lado en cuanto tenías algo que querías más. Si te hubiera importado, al menos habrías hecho algo cuando le pusieron una diana en la espalda por ti y te echaste a un lado mientras otros disparaban. Pero solo son tonterías de instituto, ¿verdad?
—¿Crees que la dejé sola con todo eso? ¿Crees que...?
—¿No lo hiciste? Porque cualquiera de ellos hubiera cerrado la boca con una reprimenda tuya. Solo querían contentarte, pero te quedaste callado. ¿Qué pasa, Zager, era mejor dejarla sola para enseñarle la lección de cuánto te necesitaba a su lado? ¿Querías jugar el papel de héroe? Debió haber sido decepcionante darte cuenta del aguante emocional que tuvo sola.
—No sabes de lo que hablas.
—Pero lo sé. Lo sé mejor de lo que imaginas.
Porque he indagado. He preguntado. He puesto cara a cada nombre y he hablado con varios de ellos. He movido las fichas con cuidado y he puesto en sobreaviso a cualquier conocido a mi alcance para asegurarme de que no volvería a quedarse sola de nuevo si alguien ponía una palabra desagradable sobre sus labios. No hay piedra que no moviera para corregir lo que él nunca hizo.
—Por suerte para ti, ella siempre ha sido demasiado buena como para darse cuenta que solo intentabas manipularla —añado—. Por suerte para ella, yo sí suelo mirar el conjunto.
—¿Quieres que crea que te importa?
—Lo que tú creas o dejes de creer, no podría importarme menos. Te lo he dicho, no soy quién para meterme en su vida y sé que es suficientemente inteligente para no caer en tus tonterías si intentas algo, pero te aviso. Si intentas uno de tus juegos, lo sabré, y pregúntale a quien quieras, no soy demasiado permisivo con cualquiera que haga el mínimo daño a uno de los míos.
De fondo, veo a algunos de mis compañeros junto a la puerta de salida. No pueden escucharnos desde las escaleras, pero Howard parece bastante interesado en la escena mientras habla con Jordan y Kenneth.
Apoyo la mano en el hombro de Zager, un toque de superioridad en el gesto junto a una sonrisa orgullosa. Mi "Buena charla" está envuelta en esa puntillosa victoria antes de subirme de nuevo al coche.
—No hemos terminado —oigo.
—Yo diría que sí.
Pero su mala manía de agarrar mi puerta vuelve y mi paciencia es casi inexistente. Noto el dolor incrementarse en mi mandíbula. Mis dedos pierden el color de la fuerza con la que agarro el volante en un intento de redireccionar mi molestia. Tomo aire y me obligo a aflojar el agarre. Un poco. Suficiente.
—¿Qué quieres, Zager? —pregunto bruscamente—. ¿Joderme la tarde? Vale, lo has hecho. Enhorabuena. Ahora lárgate porque te juro que no me hago responsable de cualquier cosa que pase si vuelves a abrir la boca.
—Lo que quiero es... —Apoya una mano sobre el coche mientras mantiene la otra en la puerta para mantenerla abierta. Aparta la mirada con una marcada incomodidad que le hace soltar maldiciones por lo bajo antes de, de forma forzada, añadir—: No sé qué pudo ver en ti. Puedes pensar lo peor de mí, pero te prometo que no es ni la mitad de lo que yo pienso de ti. Así que ten por seguro que odio cada segundo de esta conversación, pero...
Puedo seguir viendo a algunos de mis compañeros de equipo a través del cristal. Hablan entre ellos y siguen cerca con un ojo sobre nosotros. Desconfiados. Quizás con curiosidad.
—Nadie habla como de alguien como Daph lo hizo de ti si no hubiera algo bueno ahí, por mucho que odie la idea —termina. Traga en seco y tamborilea los dedos sobre mi coche—. No sé qué pasó entre vosotros ni quiero saberlo, pero sé que nadie pasa de decir lo que dijo a terminar en cuestión de días por voluntad propia, así que supongo que fue cosa tuya.
—¿Has venido a decirme que sabes que hemos terminado? Ese es un camino muy largo para una insignificante victoria personal. ¿O has venido porque piensas que esto nos hace amigos de alguna forma? Porque deja que te diga que...
—He venido porque la quiero, aunque no seas capaz de entenderlo —interrumpe, y sus palabras me roban la pequeña sensación de superioridad que mantenía. Revuelven algo desagradable en mí—. Ella no vuelve, Larsson. He estado ahí. He dejado las cosas pasar pensando que ella se acercaría de nuevo porque era lo que solía hacer, pero, una vez toma distancia, no hay nada nada que hacer. Una vez pasa página, que lo hará, no importará cuánto te arrepientas o cuánto hagas; Daphne nunca va a dejarte volver.
Sus palabras se clavan en mí como nada hasta ahora . No han sido días fáciles. No estoy en mi mejor momento. Mi paciencia es casi inexistente. Y Zager... Nunca ha sido mi persona favorita, pero se ha ganado a pulso el nivel más alto en mi lista de persona non grata. En un pestañeo estoy sobre mis pies y una de mis manos alcanza su abrigo antes de que mi parte racional me pare de golpe. Cierro los dedos con fuerza del material sin arriesgarme a llevarlo a mayores. No voy a caer en su juego.
Me niego a dejarle ganar.
—¿Quieres hablar de nuestra relación? —pregunto—. Adelante. Puedes tener un padre abogado, pero yo tengo a veinte testigos que van a decir que estaba en el vestuario con ellos si decides presionarme de nuevo.
—Intento ayudarte —se queja—. Esto no se trata de mí ni de lo que piense de vosotros. No se trata de ti ni de sus cuestionables gustos...
—Irónico. Le dije lo mismo sobre ti hace unos meses.
—No lo dudo. —Levanta más la cabeza—. No somos amigos, no pretendo serlo. Pero tampoco vengo como tu enemigo. Solo quiero darte el aviso que quisiera haber tenido en su día, por Daph, no porque crea que lo mereces.
—¿Intentas que me crea que ahora quieres que vuelva con ella?
—Joder, no. Realmente espero que ignores todo esto y no lo hagas, pero lo que yo quiera no importa. —Se deshace del agarre que tengo en él—. Te he dicho esto por ella, por cómo se refirió a ti cuando... Por ella, porque me importa y quiero que sea feliz aunque no seas capaz de entenderlo, no por ti. Lo que sea que hagas con esa información, ya no es mi problema.
Trago en seco y necesito un momento para asimilarlo. Mis manos golpean el costado del pantalón buscando una cajetilla que no he guardado ahí.
—Y, ¿Larsson? —llama de forma más apagada—. Hagas lo que hagas, no le menciones esto. Dudo que se tome bien que me meta en su vida. Se ha esforzado mucho en recordarme que ya no tengo cabida en ella.
—Puedes tener buenas intenciones, pero te equivocas si piensas que eso nos hace tan amigos como para pedirme favores. Si ella pregunta, no voy a esconderle nada.
Sonríe sin humor.
—Lo suponía —dice.
Con eso mete las manos en los bolsillos y se aleja.
Le veo marchar, como llevo deseando desde que ha llegado y solo...
—No fue cosa mía —admito sin saber por qué. Lo odio porque siento que estoy buscando validación en la única persona que no quiero que conozca la verdad, pero las palabras están ahí y verle volverse me impulsa a añadir—: No fui yo quien terminó las cosas.
Zager rasca su barbilla con un resquicio de humor en sus ojos. Luego niega de forma más animada y mira hacia un coche en la distancia, probablemente el suyo.
—Si piensas eso es que no eres tan inteligente como dicen —devuelve—. Nadie le dice a otro que alguien es el amor de su vida si quisiera terminar. No es de las que se alejan, Larsson, sino de las que se quedarán toda una vida si no la empujas demasiado lejos.
—¡Eh! —gritan de fondo.
Isaac se acerca desde los vestuarios como alma llevada por el diablo. Le han debido avisar y ahora se apresura por el campo con un alegre Howard pisándole los talones.
—Pero si es la Barbie Malibú —canturrea con una peligrosa sonrisa—. Dime, Zager, ¿te has perdido de camino a tu casa de la playa o has venido a medir la paciencia que tenemos? Porque te aviso, Reece es de mecha corta últimamente.
No me esfuerzo en impedir el inminente desastre. Incluso si admito que hay algo que no me incita a dejar el camino completamente abierto a mi amigo, no es que tenga intención de meterme por medio. Eso no evita el "Deberías irte" que mando en dirección a Zager por mera cordialidad.
—¿Irse? Venga, si aquí todos somos amigos, ¿verdad, chicos? —pregunta Isaac, y Howard consigue de forma disimulada apartar el brazo de nuestro amigo antes de que lo ponga sobre los hombros de Zager para mantenerle aquí—. Vamos, Howard.
—No empieces —pide de vuelta Howard.
—¿Tú de qué lado estás? —se queja Isaac.
—Del tuyo, o te habría dejado amenazar con agredir a alguien para que te caigan las consecuencias encima. —Howard apoya la cabeza en la cabeza de Isaac y le echa a un lado de forma amistosa—. Déjalo para el amistoso.
—¿Ahora eres el pacifista del grupo? —murmura Kenneth sorprendiéndose incluso a sí mismo—. ¿Estás probando infusiones? ¿Una nueva mentalidad Zen de la que no nos has dicho nada?
Howard sonríe en su dirección.
Presiono el puente de mi nariz antes de oírlo.
—Sí, me la recomendó tu pu...
—Howard, ni se te ocurra terminar esa frase —interrumpo con brusquedad antes de dejar la mano caer—. Zager ya se iba. No hace falta alargar esto más de lo necesario.
Apoyo la mano sobre el hombro de Kenneth por un momento a modo de disculpa por el casi comentario de Howard. Un intento de mantenerle cómodo entre nosotros después de que uno de los nuestros haga un comentario afilado. Luego vuelvo a sacar las llaves de mi coche con la intención de irme.
—No olvides lo que te he dicho —oigo decir a Zager.
Y paro.
No por él sino porque sé que...
—Pero míralo. Haciendo amenazas un viernes por la mañana.
Ahí está. Isaac. Siempre Isaac. Detrás oigo a uno de los nuestros murmurar un "No has acertado en nada" porque ni es viernes ni es por la mañana, pero eso a Isaac no podría importarle menos. Levanto la mirada al cielo en busca de paciencia antes de volverme hacia el grupo.
—Dime, chico listo, ¿qué pasa cuando vienes a un lugar donde nadie te quiere y te pones a hacer amenazas a uno de los nuestros? —está preguntando un sonriente Isaac.
—Zager, lárgate —aviso.
—Vamos, Reece —se queja mi amigo. Luego mira hacia el resto en busca de apoyo—. ¿Es que nadie va a preguntar qué hace aquí? Porque no sé vosotros, pero yo encuentro pocas razones por las que vendría salvo para meterle mierda a Reece ahora que su otra mitad ha dejado el campo de juego. Lo que hace que esto se vuelva personal porque, ese maldito sinvergüenza —me señala hablando hacia Zager—, es mi mejor amigo y nadie le toca un solo pelo.
—No he venido a buscar pelea, Isaac —dice Zager.
—Eh, eh, eh —irrumpe Howard—: ¿Desde cuándo estáis en tan buenos términos como para usar el primer nombre? ¿Qué es lo siguiente? ¿Un café todos juntos? ¿Un paseo por la playa agarrados de la mano?
—Howard, no les...
—No, no has venido a buscar pelea. Solo has venido y has agarrado a mi mejor amigo cuando estaba solo para ver si podías joderle el día. —Isaac da un paso hacia Zager, ignorando por completo todo lo que pasa a su alrededor—. No eres tan valiente ahora que no está solo, ¿eh, campeón?
—Isaac —llamo, y, quizás por lo ofendido que sueno, mira en mi dirección—. Puedo defenderme solo, que tengas una venganza personal en su contra no significa que puedas usarme de excusa para tus tonterías. Ahora apártate, no queremos líos.
—En realidad yo sí que quiero...
—¡Isaac, ahora! —insisto con más dureza.
Pero nadie tiene tiempo de decir más. Hay ajetreo cerca de las escaleras y le sigue un fuerte: "¿Se puede saber qué está pasando aquí?" por parte del entrenador.
Le han avisado.
Claro que le han avisado.
Isaac se echa atrás, pero Zager se lleva un brusco empujón que es un milagro que no le deje en el suelo. Él me da una última mirada antes de irse en dirección a su coche, pero sé que yo no puedo hacer lo mismo cuando oigo a Isaac decir:
—Oh, esto no vas a creértelo, entrenador.
Y sé que va a ser una tarde larga antes de que el entrenador nos mande a su despacho a hablar. Algo con lo que Isaac se ve realmente complacido y hacia lo que yo no puedo esconder mi disgusto.
(...)
Howard sale antes del despacho del entrenador porque tiene que llegar temprano a casa. Es un milagro que quienes se han ido enterando de la visita no se hayan quedado cerca para curiosear, pero, ¿Isaac y Jordan? Ellos se suben a mi coche para poder hablar del tema por más tiempo.
—No puedo creer que nos hayas mandado a los asientos de atrás como si fuéramos dos niños que no tienen la altura suficiente para sentarse delante contigo —se queja Isaac.
—El día que dejes de comportarte como un niño, podrás sentirte delante —respondo.
—¿Y qué hay de Jordan?
—Alguien tenía que hacerte compañía para asegurarse de que no pasas delante a rastras si hace falta. Tienes una reputación con eso de cambiarte de asiento mientras otro conduce.
Isaac se queja de forma sonora. Sé que no es algo que vaya a hacer conmigo en el coche, pero eso no quita que la excusa sea más cómoda sobre los labios que decir que no quiero a nadie en el asiento del copiloto todavía.
Veo a Isaac acomodarse en el asiento central a través del espejo y suspiro antes de notar su presencia entre los asientos delanteros cuando se inclina para estar más cómodo.
—¿Vas a decirnos qué hacía tu querido compañero de divorcio aquí? Porque el entrenador puede haber dejado pasar tu "Quería organizar el amistoso" a la tercera, pero no había nadie en ese despacho que te creyera —dice.
—No me creerías si te dijera la verdad.
—Prueba.
—Por Daphne. Me ha aconsejado que vuelva con ella.
Isaac rompe a reír.
Fuerte.
—Sé que eres horrible mintiendo, pero es que ya ni lo estás intentando. En serio, Reece, ¿a qué venía todo el drama del aparcamiento? ¿Un "te ha dejado, ahora está conmigo" o alguna mierda similar?
—Isaac —advierte Jordan.
—¿Qué? No es como si fuera un tema sensible. Han pasado tres semanas y nuestro querido desgraciado está en otra página completamente diferente, ¿verdad, Capitán?
No respondo, pero creo poder escuchar un apagado y áspero "Muy sutil" por parte de Jordan. Mantengo la mirada en la carretera y voy en dirección de Isaac para dejarle a él primero aun sabiendo que eso significa que tendré que venir a buscarles a ambos por la mañana porque han preferido charlar a volver en sus coches.
—Entonces... —presiona Isaac.
—Me ha aconsejado que vuelva con ella, no sé qué más quieres que te diga —insisto—. Si no quieres creerme, no lo hagas. Teniendo en cuenta que es lo más surrealista que me ha pasado en lo que va de instituto, yo tampoco lo haría.
En cuanto hay silencio y noto a Isaac volver a echarse hacia atrás, acomodo el espejo central para poder verles. Están discutiendo en bajo. Gesticulan en exceso esperando que yo no alcance a entenderles hasta que Jordan parece aceptar algo y cierra los ojos por un momento antes de volver a hablar.
—Reece —llama—. Los chicos y yo hemos estado hablando. No quiero que te tomes esto como algo malo, solo estamos preocupados por...
—Han estado jugando a sacar el palo más corto en los vestuarios para ver quién participaba en una pequeña intervención contigo —aclara Isaac.
—¿Que han hecho qué?
—Por quinta vez, Isaac, no es una intervención —se queja Jordan—. Lo que quiere decir es que algunos de los chicos estaban preocupados, pero no eres la persona más accesible cuando tienes algo en la cabeza.
—Así que Jordan se ofreció voluntario para jugar a los psicólogos contigo —añade Isaac—. Al parecer es el que menos posibilidades tiene de que le vayas a la yugular si presiona demasiado. Me ofrecí, pero dijeron algo de que yo sería la peor elección posible. Increíble, ¿verdad?
Aprieto más el volante sorprendido por lo que acabo de oír. Giro hacia la calle de Isaac sin saber ni qué decir, pero están demasiado entretenidos discutiendo entre ellos como para notarlo.
—¿Les culpas? —oigo preguntar a Jordan—. Es sorprendente que Reece no te suelte nada a diario, lo que menos necesitabas era darle una excusa. Sin ofender, Reece. Sé que tienes mucha paciencia, pero últimamente...
—Últimamente tu paciencia está algo al límite cada vez que alguien respira en tu dirección. Si no pregúntale a Joshua. El pobre solo pasó a preguntarte si tu ex iba a pasarse por algún entrenamiento porque todavía tenían la foto enmarcada para ella y no se había enterado de que habíais terminado y poco más y sale por patas de la mirada que le diste.
Entonces me golpea.
"Tu ex".
Por un momento había...
El malestar pesa de vuelta sobre mi cuerpo. Se abre camino entre el pequeño momento donde había podido olvidarlo, recuperando un viejo sentimiento de normalidad entre amigos que vuelve a deshacerse entre mis dedos.
—Estoy bien, Jordan. No hay nada de lo que hablar —digo.
—¿Estás seguro de que...?
—Estoy bien —insisto. Aparco en la calle de Isaac y apago el motor sin demasiadas ganas de darles vía libre para una conversación que no quiero tener—. Ya tengo suficiente con las miradas por los pasillos y los entrenamientos. Lo que menos quiero es que vosotros también... No quiero eso de nuevo.
Paso la mano por mi pelo intentando borrar el malestar. Ellos fueron los únicos con los que pude contar en su día. Los únicos que me trataban como si no hubiera algo mal conmigo o roto en mi vida cuando perdí a mis padres. No sé qué haría si un día ellos me miraran como tantos otros lo hicieron.
—Vale. Está bien —murmura Jordan.
—¿Qué? —pregunta Isaac confundido mientras Jordan abre la puerta para salir—. ¿Reece dice "estoy bien" y de golpe está todo arreglado? Gran trabajo, Jordan. Estoy seguro de que de ahora en adelante Reece se abstendrá de aislarse emocionalmente de todos gracias a tus convincentes argumentos.
—Si no quiere hablar...
—¿Entonces le decimos "de nada, yo ya lo he intentado, mándale saludos a tu hermana"? —le interrumpe Isaac—. Sé que nunca te han gustado las charlas sentimentales, pero, joder, esto es otro nivel incluso para ti.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Le atamos en el coche y le obligamos a hablar de cómo está llevando una ruptura que está volviendo a apartarle de todo y de todos? ¿Quieres también que le amordacemos unas horas o eso ya no es parte de tu idea de los "convincentes argumentos"?
—Solo digo que, si tu idea de ayudar es preguntar para luego desentenderte en cuanto te da la primera negativa, eso no es ayudar.
—¿Y cuál es tu idea de ayudar, Isaac? —responde Jordan—. ¿Sacarle el tema del que sabes que no quiere hablar y presionarle hasta que te mande merecidamente a la mierda solo para hacerle sentir mal después por haber reaccionado mal cuando tú mismo te lo estabas buscando?
—Quizás. Aunque más bien empezaría por mantener a nuestro posible futuro secuestrado con nosotros, no dejarle escabullirse.
—¿De qué...? ¡Reece!
Cierro la puerta del coche antes de que pueda terminar de pronunciar mi nombre. Pero mi esperanza de dejarles seguir su discusión solos hasta aburrirse muere al verles salir a la acera también. Presiono el cigarrillo que estaba sacando contra la cajetilla. Un segundo después, Isaac me lo ha quitado y lo ha destrozado entre sus dedos.
—Conoces la regla, no vas a acortar tu vida frente a mis ojos. —Tira de la cajetilla hasta poder esconderla en su bolsillo junto con los restos del primer cigarrillo—. La siguiente vez que te vea con uno en mi presencia, lo grabo y se lo mando a tu hermana. A ver si te quita la tontería de una vez.
—¿Habéis terminado ya? —pregunto.
—Intentamos ayudar —defiende Jordan.
—No necesito la ayuda de nadie. Estoy bien, ¿por qué nadie parece entenderlo? —pregunto—. Es una relación que ha terminado, he pasado por cosas peores así que no, mi vida no va a desmoronarse por eso. No entiendo por qué todo el mundo me mira como si lo hubiera hecho. No necesito la compasión de nadie.
—¿Compasión? —pregunta un sorprendido Jordan.
—¿Crees que no he visto cómo me miran los demás? —Mis manos mueven las llaves esperando encontrar lo que Isaac se ha asegurado de quitarme y me muerdo el interior de la mejilla con frustración—. Me miran como si hubiera algo mal en mi vida, no puedes culparme por no querer aguantar esos tonos compasivos o preguntas absurdas.
—Guau —murmura Isaac—. Tan inteligente para unas cosas y con tan pocas neuronas para otras. —Ignora la mirada que Jordan le devuelve—. Reece, deja que te explique esto porque creo que puedes haberte confundido. Nadie siente pena de que hayáis terminado. Quiero decir sí, ella es maja y todo eso, pero ninguno de ellos la conoce lo suficiente como para decir: "Sí, me gustaba cuando estaba aquí y es una pena que se haya ido, qué mal me siento por el pobre iluso al que ha roto el corazón en el proceso."
—Más tacto no podías tener, ¿no? —murmura Jordan.
—Lo estoy intentando, deja de quejarte —responde Isaac.
—Si hemos terminado aquí, me voy. Es tarde y llevo una hora intentando irme. Mañana paso a recogeros a los dos. Os escribiré cuando salga de casa —digo, pero apenas puedo dar dos pasos cuando se meten de por medio entre los coches—. ¿Ahora qué?
—No seas iluso, Reece, no vamos a dejarte escabullirte —dice Isaac—. Todos sabemos que tú puedes ser todavía más persistente cuando quieres ayudarnos así que estas son las consecuencias de no habernos dejado en paz cada vez que te lo pedíamos. El karma es una mierda, ¿verdad?
—Isaac, estoy...
—Lo que Isaac intenta decir es que los amigos están para ayudarse, incluso si es para tener una conversación que no quieres escuchar. No somos el enemigo, Reece —ofrece Jordan—. No vamos a meternos en tu relación porque no nos incumbe.
—Habla por ti, es mi madre de quien hablamos —devuelve Isaac.
—Isaac, te juro que... —empiezo.
—Pero cuando te vemos caer en viejos patrones y alejarte de todo, entonces quizás sí que tengamos algo que decir —termina Jordan—. Isaac tiene razón por una vez, nadie te está compadeciendo por una relación. Sí, la hemos incluido mucho en nuestras vidas, pero era porque nos lo permitías, porque, por primera vez en años, nos dejaste entrar en una parte de tu vida. Daphne es maja y todo eso, no me malinterpretes, pero seamos sinceros, ninguno ha tenido oportunidad de acercarse tanto a ella como para tenerle un cariño real. Si el equipo te mira de forma diferente, no es porque les apene que ella se haya ido de tu vida sino porque lo que les da pena es que tú te hayas ido de la de ellos.
—No me he ido de la vida de nadie.
—¿Estás seguro? —devuelve.
—Vamos, Reece —añade Isaac—. No irás a decirme que creías que los demás querían conocerla solo porque les hablé de ella. Quiero decir, sí, quizás influyó, pero, si la querían conocer, no era por ella, sino por ti. Porque era buena para ti y eso se notaba. ¿Quién no querría conocer a la chica que bajó de su pedestal a nuestro capitán y le volvió parte del equipo y no solo un líder que te mira desde la distancia?
—Sigo siendo el mismo. Las personas no cambian por..
—No vienes a las cenas, de nuevo —añade—. No te quedas después de los entrenamientos, de nuevo. No colaboras en los planes de equipo porque no te interesa participar, de nuevo. No te unes a las bromas, no te sientas en la mesa con nosotros, no te unes al grupo.
—Esas son cosas que sabes que nunca he hecho.
—Puedes seguir tergiversando la verdad y seguir contándote mentiras si eso te hace sentir más tranquilo, pero a nosotros no nos puedes engañar con eso —interrumpe Isaac señalándose—. Jordan y yo nos criamos contigo. Te conocíamos antes de lo de... Te conocíamos y, este chico, este Reece que ha estado con nosotros los últimos meses ha sido lo más cercano a aquel amigo que teníamos cuando éramos niños. Así que no, no creo que así sea como prefieres las cosas cuando todos hemos visto lo feliz y relajado que estabas cuando ella estaba en tu vida.
Jordan echa a Isaac a un lado de forma superficial, pero suficiente como para que nuestro amigo parezca romper ese momentáneo trance y recuperar la compostura. Pide una disculpa superficial antes de pasar la mano por su barbilla y volver a mirar en mi dirección.
—Te echamos de menos. Te echan de menos. De eso se trata, no de ella. Nunca se ha tratado de ella —termina—. Sé que tu forma de lidiar con las cosas siempre ha sido alejarte, pero apenas nos quedan unos meses antes de que cada uno se vaya a otro estado. No te conviertas en un extraño.
—Sigo siendo la misma persona, Isaac.
Lo soy. Siempre lo he sido. Las personas cambian, la vida las moldea y acomoda con cada página que pasan. Eso no borra quién has sido ni quién eres, solo lo adapta para poder recorrer el camino que quizás otra parte de ti no estaba listo para tomar. Te protege, te hace adaptarte, pero no te borra. Solo te añade capas. Afila esquinas y crea nuevos caminos.
—¿Estás seguro de eso? —devuelve con expresión fría.
—Creo que deberíamos irnos —intercede Jordan—. Vuelvo andando desde aquí. Voy a quedarme un rato en casa de Isaac antes de irme, hay un trabajo de Biología con el que necesita ayuda si quiere terminar el curso y no está colaborando.
—Si necesitas que pida apuntes o...
—No, estamos bien. Yo me encargo —me devuelve Jordan—. Solo... No estás solo, ¿vale? No hablo de lo de tu relación, sino de todo lo demás. Sé cuánto puede afectarte que alguien se aleje y conozco tu forma de reaccionar. No te conviertas en un ermitaño, no va contigo.
—¿Y ya está? —insiste Isaac—. Vaya mierda de intervención.
—Isaac, por mucho que agradezca la preocupación —empiezo—, prefiero lidiar con mis problemas solo, lo sabes. No tengo intención de que sigáis sacando el tema de mi novia hasta hacerme perder la paciencia.
—Solo... Espera, ¿ha dicho...?
—Nos vamos —presiona Jordan.
—¿Pero ha...?
—Cuídate, nos vemos mañana y, si Zager te dice cualquier cosa, mándanos un mensaje. Sé de muchos que están deseando tener una excusa para ir a visitarles. Empezando por Isaac.
—Oh, vamos, J, ahora que estaba poniéndose interesante.
—Sigue andando y cállate.
Jordan le empuja hacia la acera con el comentario y yo me subo al coche. Sus voces se pierden en cuanto cierro la puerta, pero eso no evita las miradas de Isaac, su forma de gesticular, ni la conversación que crece entre ellos y de la que sé que aún formo parte pese a estar lejos.
Abro la guantera antes de arrancar sin saber por... No me atrevo a rozar el pequeño envoltorio verde que lleva ahí semanas. Malcom me dio el regalo que habían preparado para Daphne en cuanto le llegó el mensaje de que habíamos terminado.
"No sé cómo están las cosas entre vosotros, pero sé que algo está mal y que no es buena idea sacar el tema así que ten. —Esperó a que todos salieran al campo antes de dármelo—. No tuvimos oportunidad de darle la foto. Haz lo que veas conveniente con ello."
El regalo no se ha movido de mi coche desde entonces. Presente con la idea de salir de la ciudad en dirección a la suya. Incapaz de apartarlo porque no soy capaz de deshacerme por completo de esa posibilidad.
Envuelto como si estuviera esperando la fecha de un cumpleaños que está a punto de llegar. Una excusa. Pero una que rompería cada cosa que le prometí. Así que cierro de vuelta la guantera y arranco el coche.
A dos días de su cumpleaños.
⋅༺༻⋅
Próximo capítulo: entre este domingo y el próximo
Viene EL capítulo por el que escribí todo el libro - solo diré que preparéis palomitas y todo lo que tengáis porque... VIENEN INTENSO
⋅༺༻⋅
Dos capítulos para el final... ❤️
#Línea para los: James apareciendo para intentar salvar la relación de Reece & Daphne no estaba en mi tarjeta de bingo de este año 👀
¿Qué me decís? ¿Creéis que le importa realmente ella? ¿Que le está devolviendo el favor por el apoyo que Daphne le dio en el baile? Contadme teorías
#like por Reece exponiéndole veinte veces en un solo capítulo
(no estaba en modo amistoso lol)
#😂 por Isaac riéndose pensando que era chiste
#😂 por Isaac y Jordan dejando sus coches en favor del chisme
#♥ por Isaac y Jordan DISCUTIENDO para ver quién empezaba con esa "intervención no intervención"
Son un desastre pero así les amamos ♥
Ahora empecemos con el llanto porque:
#😭 por el: "uso la camiseta que me regaló casi a diario."
#😭 porque no deja que nadie más sea su copiloto
#😭 porque Isaac no mintió cuando dijo que ella era buena influencia MI CORAZÓN SE HA ROTO MIENTRAS LE CONTABAN CÓMO LE VIERON VOLVER A SER COMO ERA DE NIÑO POR UN TIEMPO SOY LÁGRIMAS
#♥ por el equipo cuidando del capi tanto como él cuida de ellos.
Ahora sí, un abrazo y nos leemos pronto con un capítulo que va a ser el más caótico que he escrito en mi vida. Todo el aviso que daré es que solo hay una neurona en todo el capítulo y que ninguno de los personajes la tienen ese día...
Un abrazo y hasta EL CUMPLEAÑOS DE DAPHNE!
—Lana
pd: ¿alguien ha encontrado algo curioso unido con el título por casualidad en el capítulo? porque... ☕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro