Línea para decir hola 🩷
⋅༺༻⋅
47 | Rey del baile
Daphne Barlow
El día del baile estoy a punto de no ir.
Los nervios me traicionan a media hora de salir de casa. Sentada en el tocador de mi habitación, mantengo la mano cerrada contra mi pecho como si fuera a poder alcanzarlo y contener la inquietud. Mis dedos se estiran sobre mi piel junto a un suspiro y encuentro el nuevo brillo en ellos por el iluminador corporal que mi madre me ha comprado para hoy.
"Para hacer de un día algo tuyo, tienes que sentir que es especial, incluso si es mediante estos detalles que normalmente no usas", me dijo.
Por ella, ahora mi piel se ve más brillante, especialmente en la zona de la clavícula. Por ella, mi pelo está como recién salido de la peluquería aunque sus manos hayan sido las únicas que lo han cuidado para conseguir esos tirabuzones que hace rato que han empezado a caer. Por ella, mis pestañas me resultan pesadas con unas pestañas postizas que ha necesitado más de veinte minutos para ponerme porque la impresión no me permitirá quedarme quieta.
Encuentro mi reflejo mientras me pongo unos largos pendientes plateados que se pierden entre mi pelo castaño. Mis uñas, de un rosa tan claro que podría confundirse con blanco con la luz adecuada, se mezclan con los pendientes antes de apartar las manos.
Me decido por un rápido medio recogido para que los pendientes destaquen más. Luego dejo el aire ir y me pongo en pie para ir hacia mi vestido. Preparado. Sin estrenar. Aún con un conjunto corto de estar por casa, me acuclillo frente a la cama rozando la tela; satén.
Mi corazón vuelve a apretarse una vez más.
—¿Daphne? —oigo a mi madre.
—Puedes pasar.
—¿Aún no te has vestido? —pregunta sorprendida desde la puerta, pero su expresión se suaviza al notar mi mirada—. Oh, cielo, ¿qué ha pasado? ¿Por qué tienes esa cara?
—No lo sé —admito—. Debería estar feliz, pero... —Me siento sobre la gruesa alfombra blanca que hay bajo mi cama y doblo las rodillas mirando hacia ella. Mis manos caen sobre mis piernas y los anillos se avivan bajo la luz de la habitación—. Tengo a mis amigas. Sé que voy a estar bien una vez llegue, es solo que...
Mi madre entra y mi hermana pequeña viene detrás. Charlotte trae algunos de sus regalices favoritos en las manos y tiene la boca llena de azúcar. Veo a mi madre dejar los tacones cerca mientras mi hermana curiosea las fotografías que hay contra mi armario.
—Char, no toques eso —pido.
Pero lo hace. Toca las fotos con las manos sucias y probablemente pegajosas. Suspiro sin ganas de discutir con ella.
—Pero estás nerviosa —dice mi madre devolviéndome a su conversación—. No deberías. Siempre te han gustado los bailes y estás preciosa. No tienes nada de lo que preocuparte, cielo. Salvo quizás de la mala idea que ha sido que compraras tacones nuevos hace una semana y no hace meses para ir acostumbrándote a ellos.
—Me gustaban para este vestido.
—Y vas a sufrirlo toda la noche. He cambiado las plantillas por unas bastante cómodas, he raspado las suelas para que no te patinen tanto y he intentado que los bordes no sean tan duros, pero no hay mucho que hacer si no les das tiempo para acostumbrarte.
—Gracias, mamá. —Encuentro mis pensamientos pesados todavía—. No es que no quiera ir, es que siento que llevo tiempo deseando un baile idealizado que sé que no va a estar ahí y eso me frustra un poco. El curso pasado no hicieron nada en San Valentín y los últimos dos años no han sido... Quiero más ir a un partido que al baile.
—Ese definitivamente no sería un lugar para estos zapatos, pero tampoco sería una pérdida que no los usaras hoy. —Ella mira hacia Charlotte, que aún sigue curioseando mis fotos, antes de sentarse frente a mí con una queja sobre sus labios por tener que venir al suelo—. Cielo, no tienes que ir a ningún sitio por obligación. Si no quieres ir a ese baile, no vayas.
—Pero quiero ir.
—Entonces ve.
—Pero... No sé explicarme. Quiero... —Alcanzo el tirante de mi camiseta básica—. Sé que habrá más partidos de Reece a los que ir y me hace ilusión que me hayan nominado aunque lo odio al mismo tiempo. Quiero estar ahí, es solo que... —Solo que quisiera vivirlo con Reece como parte de ese baile que siempre imaginé y nunca pude cumplir por cómo era todo con James—. Lo voy a pasar bien, estoy diciendo tonterías —entiendo sola.
Me pongo en pie. Voy a ir. Me quito la camiseta básica antes de alcanzar el vestido. Claro que voy a ir, pienso mientras me deshago de los pantalones cortos de estar por casa y me pongo el vestido. Lo coloco sobre mi pecho y subo los tirantes. Antes de poder arrepentirme, tiro de la falda larga para ir a ponerme los tacones.
El cambio de altura llega sobre la alfombra de mi habitación. Mi hermana mira con curiosidad y yo me muevo hacia el espejo junto al armario que Charlotte también se las ha apañado para manchar.
—¿Qué piensas, Char? —pregunto.
Mi hermana mastica con la boca abierta ese trozo de regaliz que parece bastante asqueroso llegados a este punto. Arruga la nariz hacia mí y ahogo las ganas de dar un paso atrás cuando estira la mano hacia la falda del vestido, pero para. Ella sola. Entonces levanta sus preciosos ojos con dulzura hacia mí.
—¿Me lo das? —pregunta.
—Tomaré eso por un "me gusta".
Paso las manos por mi abdomen, la zona donde la forma, pese a lo relajada que es, se vuelve más apretada. La falda es simple, con vuelo y una larga apertura lateral. Cómodo, minimalista y de un intenso...
—Joder, mocosa —oigo a Dereck desde la puerta—. Has crecido cinco años desde que te he visto hace una hora. —Se lleva una cucharada del yogur que está comiendo a la boca—. Tus amigos están en la puerta, hora de largarte.
—¿Están fuera y no les has echado? —pregunto sorprendida.
—Estoy de buen humor hoy.
—Porque estás viéndote con alguien —señalo.
Nuestra madre suelta un jadeo de sorpresa desde el interior de mi habitación y Dereck me devuelve la mirada con una notoria frustración. Deja la cuchara de vuelta en el yogur.
—Deja de decir tonterías, mocosa.
—No es nada malo, Dereck. —Estiro la falda de mi vestido una vez más frente al espejo. Me vuelvo para quedar de perfil y repasar con la mirada el corte hacia la espalda abierta. Me gusta. Mucho. Me gusta tener un lugar al que poder llevarlo—. Lo que no entiendo es por qué no quieres decirnos quién es. Probablemente porque te saca más de veinte años.
—¿Dereck? —cuestiona nuestra madre con un toque afilado.
—¿Qué? ¡No! —devuelve Dereck—. ¿Podemos dejar mi vida amorosa tranquila? Daphne, dile a mamá que no estoy saliendo con nadie veinte años mayor que yo antes de que le dé un infarto por tu culpa.
—No puedo decirle eso, ¿por qué si no no me querrías decir con quién sales? —Coloco mi pelo hacia atrás para que se vea el fino colgante plateado y me acerco al espejo para asegurarme de que el maquillaje sigue impoluto. El brillo rosado sobre mis mejillas, las pestañas oscuras, el largo delineado bajo unas sombras ahumadas—. Además, recuerdo haberte dicho varias veces que dejaras de meterte en mi vida privada y nunca lo has respetado. ¿Cómo llamarías a esto? ¿Karma?
Mi hermano me sostiene la mirada.
Le doy una amplia sonrisa.
Entonces su mirada cambia.
—Daphne se fue de escapada con su novio un fin de semana completo en diciembre —acusa.
—¡Miente! —señalo hacia nuestra madre.
—¿Quieres que le enseñe nuestras conversaciones?
Mis ojos se abren más por la sorpresa. Así que se la devuelvo. Como dos niños peleando.
—¡Dereck me cubrió para poder irse de fiesta con sus amigos todo el fin de semana! —acuso—. Aunque prácticamente me puso un localizador y sacó fotos del carnet de la hermana de Reece antes de irnos, pero...
—Chicos, estoy cansada —interrumpe nuestra madre. Ella alcanza a Charlotte y la lleva a sus brazos antes de que mi hermana pueda pegar uno de los regalices en mi vestido mientras no miro—. Por esta vez haré como que no he oído esto porque todo ha salido bien, pero no volváis a hacer algo así. Ninguno de los dos. Si pasa algo quiero saber dónde y con quién estáis cada uno. ¿Queda claro?
Con eso coloca bien a Charlotte en sus brazos y se aleja por el pasillo murmurando sobre nosotros como si Charlotte fuera el ángel de la casa en comparación. Agarro mi bolso y me echo por encima la gabardina oscura mientras mi hermano espera junto a la puerta.
—¿Ahora vas a acompañarme hasta la puerta? —pregunto.
—No.
Me golpea en el brazo.
—Mocosa traidora —murmura antes de volverse hacia su habitación. Entonces para y mira sobre su hombro. Estoy presionando mi brazo con molestia por su golpe cuando su mirada se suaviza—. Si pasa cualquier cosa, llámame. Estaré ahí en cinco minutos. Te lo prometo.
—También te quiero, Dereck.
Levanta las cejas exagerando la sorpresa.
—¿También? ¿Quién ha dicho que yo te quiero a ti, mocosa? —Sonríe de oreja a oreja y empuja abierta la puerta de su habitación—. Vete antes de que se vayan sin ti.
Lo hago.
Saco el móvil de camino a la puerta, me aseguro de tener todo en el bolso y me despido de mis padres antes de recorrer el porche a paso rápido hasta el coche oscuro de Kenzo. Lo último que hago antes de unirme a ellos es escribir un mensaje a Reece.
"Suerte en el partido, Número 27"
(...)
El baile es... No es como lo había imaginado.
El gimnasio está irreconocible. Las luces se estiran por cada rincón llenándolo de un toque rosado que los globos que mantienen atados sobre el escenario acompañan. La decoración mezcla ese rosa con un intenso rojo. Hay flores, chocolates en forma de corazón, y el habitual fotomatón que ponen junto a la entrada en los bailes con un fondo cargado de purpurina junto al nombre del evento y el año.
Luego están las coronas, expuestas sobre el escenario a la espera de que alguno de los profesores decida que es la hora de nombrar a sus dueños, lo que no puede quedar lejos teniendo en cuenta lo poco que falta para que termine.
—He votado por ti —comenta Nora al notar mi atención—. Sé que dijiste que no querías ganar, pero pensé que te haría ilusión si pasaba.
El frío recorre mi columna al pensarlo. Ganar. Con James. No, no quiero eso. La sola idea me hiela la sangre, pero no desato esa molestia contra alguien que solo tenía las mejores intenciones para conmigo.
No pasa nada.
Si gano, no pasa nada.
Estaré bien. Siempre estoy bien.
Así que alejo esos pensamientos y me quedo con el grupo intentando olvidarme de ello. Al menos hasta las nueve, cuando uno de los profesores sube al escenario y la música baja de volumen.
—Nora —llamo.
No sé si es porque nota la inseguridad en mi voz o cómo he estado mirando hacia la caja de votaciones tantas veces durante las últimas horas, pero ella me ofrece su mano sin tener que preguntar.
La agarro con mis dos manos y cierro los ojos cuando oigo anunciar el nombre de James. Él, a quien ha sido imposible no ver un par de veces, sonríe ampliamente de camino a las escaleras. Choca las manos con bastantes amigos y le da un abrazo a una chica que se cruza en su camino y a la que no termino de reconocer.
No, la reconozco.
Siempre ha estado alrededor de James, con su mano en el brazo de él cada vez que hablaban, risas constantes a su alrededor, golpes juguetones, toques robados. Incluso si nunca llegué a verlo recíproco, estaba ahí, alimentando las inseguridades que él me fue creando.
Y recuerdo la mirada de ella por los pasillos algunas veces, o cuando me encontraba mirando la escena que estaba creando. Ese aire de superioridad. Esa forma de intentar decirme que el corazón o sentimientos de él nunca fueron míos.
—La reina de San Valentín es...
Nora aprieta mi mano y es ahí, en ese momento, en el que mis nervios llegana su punto máximo. No quiero la corona. No quiero oír mi nombre. No quiero tener que subirme allí junto a James.
Contengo la respiración.
Cruzo la mirada con James cuando ponen su corona.
Por favor, no.
Por favor...
—¡Crissy McGraw! —llaman.
Y yo siento alivio.
La chica ahoga un grito al oír su nombre. Está cerca, a solo un par de pasos. Su vestido es de un intenso rojo con pedrería en el escote y se agacha con las manos en su boca antes de darle la mano a su pareja y subir al escenario.
Veo cómo le ponen la corona sobre un cuidado recogido. Encuentro el brillo de su vestido destacar bajo las luces. La forma en la que los globos caen en cuanto James le da la mano y la levanta junto a la de ella. Morados y rosas. Caen y se deslizan por el gimnasio.
Crissy sonríe, la emoción vibra en sus ojos y yo... Miro hacia esa corona, hacia ese momento, y siento una punzada de envidia que no esperaba. Siento decepción pese a que no era algo que creía querer, y mi sonrisa es forzada al volverme hacia Nora mientras ellos bajan del escenario.
Porque puede que no quisiera las consecuencias, pero quizás sí quería un poco ese momento. ¿Quién no lo ha querido alguna vez?
—La corona es más bonita que la de los bailes de fin de curso —digo hacia Nora—. Aunque le habría cambiado algo a la corona. No tiene ningún toque de color. Debería destacar más, tener más peso frente al vestuario o maquillaje de quien la lleva, ¿no crees?
—¿Estás bien? —pregunta mi amiga.
—Claro que estoy bien.
—Siempre hablas de más cuando estás nerviosa o incómoda. Generalmente de ropa o similares. Así que, ¿estás bien? Sé que los últimos años siempre soñabas despierta con ser la reina del baile de fin de curso.
Agradezco la mano que me ofrece de nuevo. Sus guantes son un detalle bonito que acompaña uno de los vestidos de su hermana Spencer. Con su color de piel, ese intenso rosa hace que se vea como una auténtica diosa.
—Quizás sí quería un poco esa corona —admito en bajo.
—Lo sé, te conozco, ¿recuerdas?
Mi amiga me sonríe con tristeza. Sí, ella se ha dado cuenta antes que yo. Arrugo la nariz con disgusto y tomo sus dos manos por unos segundos. No pasa nada. Esto era lo que yo quería
(...)
Una hora después salgo a tomar el aire. No tengo ganas de abrigarme así que me permito deambular en el pasillo en busca de un respiro.Compartir el evento con personas que han murmurado a mis espaldas solo para que ahora me muestren una extraña cordialidad porque están de buen humor no es mi forma favorita de pasar el rato.
No me gusta.
Me alejo bastante por el pasillo. Estoy buscando un lugar donde sentarme para poder poner los pies en alto un rato cuando lo veo. Le veo. Sentado en unas escaleras frente a las taquillas.
—¿James?
Él levanta la cabeza. Tiene una pierna estirada sobre las escaleras mientras mueve la corona de plástico entre sus manos. Al verme, devuelve su atención al pequeño objeto.
—A nadie le importa —le oigo decir.
Presiona la corona contra su frente y cierra los ojos. Podría irme. No le debo nada. Si no lo hago es por la misma razón por la que he consolado a cualquier chica a la que he encontrado llorando pese a no conocerla; porque algo me envuelve al notar el dolor en otros. Compasión. Empatía. Quizás sea el cariño residual que me queda por él. Tan lejos del amor que una vez fue.
—¿Sabes desde hace cuántos años me conocen? ¿Cuántas veces he salido con ellos? ¿Cuántas veces hemos hablado? —pregunta con impotencia—. Pero no les importa quien sea, solo les importa esta dichosa corona.
El dolor atraviesa su mirada como nunca antes lo había visto.
La aparta. Casi al momento. Murmura una incoherencia cuando hunde el rostro entre sus manos y tiro de mi vestido para acomodarme junto a la barandilla. Lejos de él, pero sin ser capaz de irme. Encuentro ese dolor y la compasión hace el resto. No, no terminamos mal. Simplemente no supimos esta juntos.
No le guardo odio. No le deseo ningún mal.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Mis padres van a divorciarse.
Silencio.
Luego tomo sus palabras y me siento en el escalón más bajo.
—James, eso es... —Sonrío con alivio—. Eso es bueno, ¿no?
—Lo sé. Lo es. Llevo tantos años esperando que tomaran esa decisión que solo... Debería estar feliz, pero todo en lo que pienso es... —Deja el brazo caer sobre la rodilla y sus dedos apenas sostienen la corona—. Que a nadie le importa.
—¿Qué quieres decir?
—Mis amigos. No hay nadie a quien quiera contárselo porque sé que no les importaría. Les daría igual o me darían una especie de pésame porque ni siquiera saben... Están ahí todo el tiempo pero siguen sin ser...
Siguen sin conocerle.
Lo sé porque todavía no he sabido de alguien que conozca la parte de él que yo conseguí atisbar. Lo sé porque no ha habido una sola persona que me creyera al decirles que James sí llegó a quererme, pero que quería más la atención. Ninguna amiga consiguió entender que en privado siempre fue bueno conmigo. Era otro. Era él. Porque conmigo no enseñaba una imagen.
Pero eso no fue suficiente.
Para ninguno de los dos.
—¿Es seguro lo del divorcio? —pregunto.
—Sí. Mi padre va a irse a final de semana. Está con la mudanza.
—¿Con quién vas a quedarte?
—No lo sé. Una madre adicta al trabajo que bebe cada hora que pasa en casa o un padre con cambios de humor que no me dirige la palabra. No es que tenga demasiadas opciones.
—¿Tu hermano? —pregunto.
Sé que no se habla con su hermanastro por parte de padre. Me contó que siempre le ha guardado una mezcla de envidia y rencor por cómo se emancipó y desapareció de sus vidas. Envidia por esa libertad que adquirió. Rencor porque se fue solo. Pero su hermano pequeño se quedó con él. Le ha protegido de las continuas discusiones de sus padres y su falta de atención desde entonces.
Por eso nunca le he culpado.
Porque una parte de mí no podía odiarle por buscar la atención que nunca tuvo en casa en extraños. Necesitarlo. Haberlo ansiado tanto por tanto tiempo que, en cuanto lo pusieron en su mano, no fue capaz de dejarlo ir. Sí, sé que me llegó a querer de alguna forma desde que empezamos, simplemente no podíamos darnos suficiente.
—Él quiere irse con nuestro padre, pero dudo que nuestro padre quiera llevárselo. Nunca se ha encargado de nosotros, no creo que empiece a hacerlo ahora. Nuestra madre al menos prepara la comida y le pregunta por sus clases cuando recuerda que tiene hijos.
Lleva su mirada a las taquillas, su expresión contenida. No sé en qué piensa, no sé si quiero preguntar. No creo que quiera que lo haga. Después de todo, así ha sido siempre. Esos silencios largos que antes eran cómodos, pero ahora son solo... silencios.
—Él se querrá quedar contigo —digo.
—Eso espero. No me imagino abandonándole, pero no me veo capaz de vivir con nuestro padre. Joder, sabes que no le soporto desde que...
Apoya las manos juntas contra su frente.
—Lo sé —interrumpo para que no tenga que revivirlo.
Desde que le debió decir a su padre que nunca se comportaba como uno y su padre reaccionó gritándole de vuelta que, si eso era lo que pensaba, entonces James dejaría de ser un hijo para él para enseñarle lo que eso significaba. Fue la primera vez que me habló de esto en busca de oídos compasivos. En privado, siempre en privado. También fue la primera vez que le vi llorar.
—Dudo que él me soporte a mí —añade—. Mi hermano no sabe cómo puede llegar a ser. Todavía es pequeño y he tratado de protegerle tanto como he podido. Si elige irse con él...
—Entonces explícaselo. Dudo que elija a cualquiera de ellos cuando eso le haría perderte a ti. Eres el que le ayuda a estudiar, el que le pone la comida, el que va a sus partidos. James, vas a recogerle al colegio cada tarde. ¿Crees que no te elegirá sobre ellos?
Asiente sin mirarme.
Cuando levanta la cabeza, ha calmado su expresión.
—Siempre has sabido lo que decir para hacerme sentir bien —dice.
—Siempre me has buscado en los malos momentos por esa razón.
—Lo he hecho, ¿no es así? —pregunta sin ganas.
Hunde el rostro junto a sus rodillas y deja que sus manos recorran su nuca con un suspiro pesado antes de acomodarse.
—Sé esto desde principios de semana y no ha habido nadie a quien sintiera que pudiera contárselo. Daph, es todo lo que llevo años deseando y no hay nadie a quien quisiera contárselo porque a nadie va a importarle, solo... a ti.
Su mirada es demasiado abierta. Sincera.
—Nunca estoy solo, me invitan a todo, me votan para... —Levanta la corona con repugnancia hacia el objeto—. Es como si hubieran levantado un pedestal y me hubieran puesto ahí. Me dicen lo que creen que quiero oír, quieren estar cerca, conocer mi opinión sobre cualquier cosa absurda, pero, a la hora de la verdad... No me conocen. no les importo.
Encuentro sus emociones, tan mezcladas, su expresión tan llena de dolor, que mi corazón se aprieta un poco.
—Es reciente, James. —Me cruzo de brazos para ignorar la conocida tentación de tocar a la gente cuando intento consolarles, por muy inocente que sea—. Es normal que ahora tus emociones estén nublando tus pensamientos. Es mucho que asimilar. Date tiempo. Quizás son más amigos de lo que piensas, pero ahora no puedes verlo.
—Lo dudo.
—Entonces podrías buscar otros si es lo que quieres. Podrías ver quiénes te hacen sentir cómodo y quiénes no. Elegir a partir de ahí.
Pero sé que no lo hará. Pondría la mano en el fuego por ello pese a cómo ahora mira hacia la corona como si acabara de iluminarle el camino. Porque esa es una de las pocas cosas que tengo claras de él; no puede dejar ir la atención. No la echará a un lado.
Aparto la mirada. El pasillo sigue oscuro y vacío. Hay algunas risas distantes de quienes están demasiado lejos como para prestarles atención. Aquel día en las gradas vuelve a mi memoria. Terminar con él. Su forma de mirarme y de confesar que me quería. Su versión de los hechos. En el momento me hizo sentir que nunca habíamos tenido una oportunidad porque yo le quise demasiado pronto y él a mí demasiado tarde, pero me voy dando cuenta de que me equivocaba.
Porque es James. Porque ni siquiera quererme haría que mi sola atención fuera suficiente para él. Incluso de haberlo olvidado todo en ese momento, sé que tampoco habríamos podido hacerlo funcionar. De alguna forma, esa se siente como la última espina de la que me deshago.
—Debería volver al baile —murmuro.
—¿Podrías... quedarte un poco más?
—Lo siento, pero no puedo. No voy a sentarme como una amiga. No de nuevo.
Puedo darle algo de consuelo, pero me enfadaría conmigo misma de abrirle los brazos por completo con nuestra historia. Asiente y pasa la mano por el pelo. Su pelo ha crecido bastante en estos últimos meses y ahora empieza a formar rizos claros entre sus dedos.
—Las cosas van a mejorar, James. En tu casa. Aquí, si quieres. Nunca es tarde para cambiar de amigos. Nunca es tarde para cambiar las cosas. Haz lo que más feliz te haga.
Asiente.
—Y gracias por la rosa —añado.
—No era por...
—Lo sé. James, todos los años me dabas una y lo hacías en mi taquilla. No me costó entender que lo hacías para darme algo bueno porque sabías que el resto no lo serían. Así que gracias por la rosa este año.
Por intentar cuidarme en la distancia aunque ya no haga falta. Le doy una pequeña sonrisa a modo de despedida, pero deja ir ese conocido "Daph" antes de que llegue demasiado lejos que me hace mirar hacia él.
—¿Sí?
—Voté por ti —dice—. Quería que ganaras.
—Espero que solo fuera porque se me vería bien esa corona.
No por ganar junto a él.
—Dudo que haya algo que no se te vea bien. —Su mirada baja a mi vestido, oscurecido con la poca luz pero con su intensidad tan marcada como cuando me lo he probado en casa—. Incluso ese azul. —Sus ojos buscan los míos y hay una sonrisa casi dolorosa sobre sus labios—. Seguís juntos, supongo.
—Seguimos juntos.
—¿Sabes? Cuando Johanna me contó que le besaste, pensé que solo estabas intentando devolvérmela —admite.
—Fue porque quería demostrarme a mí misma que podía besar a quien quisiera porque no estaba con nadie realmente. —Decírselo a él es extraño. Nunca pensé que lo haría. Los recuerdos se arremolinan junto a eso—. Él casi no vuelve a dirigirme la palabra al enterarse de que tenía algo que ver contigo.
Ríe sin humor.
—No me sorprende. Por lo que sé de él no pensé que fuera a durar. —Me tenso al oírlo y abro la boca para saltar al momento cuando añade—: Demasiado cuadriculado para ti.
Oh.
Dereck me dijo lo mismo.
Fue después de que Reece pasara por casa una de las últimas veces. No recuerdo cómo empezó el tema, solo que mi hermano le señaló después de haberse ido diciendo que no creía que fuera a durar. "¿Has pasado cinco minutos contigo? —me preguntó—. No paras quieta ni cierras la boca un solo momento y él es todo lo contrario. Te aburrirás con alguien así. No puede seguirte el ritmo."
Lo dijo como si fuera algo malo. Lo dijo como si necesitara a alguien que es exactamente igual a mí. No saben cómo es cuando estamos juntos. No saben cómo me equilibra. No saben todo lo que siento por él.
No sé por qué me vuelvo una vez más hacia James antes de irme. No le debo explicaciones, pero el resorte de defender a Reece es inmediato y tira de mí con fuerza.
—Lo es, ¿verdad? —pregunto—. Tiene su forma de hacer las cosas. Es estricto, tiene todo fríamente calculado y le cuesta dejarse llevar. Pero, ¿sabes de qué me he dado cuenta? De que ya he pasado por ese primer amor intenso. Ya he vivido contigo lo que es amar a alguien hasta el punto de ser capaz de aguantar cualquier cosa. Amarte a ti eran mil emociones agitadas, nervios y soportar cualquier cosa porque estaba segura de que serías mi "para siempre".
Porque lo fue. Mi primer amor. Un amor intenso hecho para romperse que me marcó en todas las direcciones. Una herida abierta que jamás pensé que alguien podría sanar, tan profunda que llegué a sentirla parte de mí.
—Pero amarle a él es como llegar a casa tras un día horrible, que la habitación esté limpia, las mantas lavadas, tus velas favoritas encendidas, tu serie preferida puesta y envolverte entre las mantas para disfrutar de esa tranquilidad mientras tus problemas desaparecen —comparo—. Él es ese mejor amigo con el que irías a cualquier lugar por mucho que lo odiaras porque sabes que, con él allí, lo disfrutarías de todas formas. Es esa persona a quien no le esconderías nada porque quieres compartirlo todo con él. Y me ha hecho darme cuenta de que no quiero algo intenso, solo quiero algo que me haga sentirme tranquila, segura y feliz como hace él.
No quiero de vuelta las mariposas en el estómago que sentía con James, solo quiero ese segundo hogar que he conocido gracias a Reece.
—Feliz —repite James, casi como si esa palabra fuera extraña sobre sus labios—. Eso es lo que importa al final del día, ¿no es así? —Baja la mirada a sus manos, juntas entre sus rodillas—. Deberías volver al baile. Y, ¿Daph? —Me da una sonrisa apagada, pero genuina al final del día—. Me alegro de saber que estás feliz. Incluso si es con él.
—Avísame si te estás hundiendo, ¿vale? —pregunto tras unos segundos—. Incluso si es dentro de un año y no hemos hablado de por medio. Solo... no te hundas. Por favor. No mereces eso.
James asiente.
Esta vez, no queda nada más que decir. Ni siquiera una despedida. Él se queda con las palabras dichas y yo dejo ir la conversación de vuelta al gimnasio sabiendo que mis pensamientos se han ido aclarando mientras las pronunciaba. La diferencia de mis sentimientos hacia cada uno de ellos se marca más y, de golpe, la sombra de lo que James me dejó no es tan afilada.
Miro una última vez hacia James antes de desaparecer por el pasillo. Está dándole vueltas a su corona de nuevo, más relajado que cuando he llegado. Sonrío un poco hacia él aunque no me vea.
Estará bien.
Igual que yo he terminado estándolo.
⋅༺༻⋅
Próximo capítulo: Sábado/domingo
⋅༺༻⋅
Como dice el título: Era un capítulo para conocer más a James(❤️) ya iba siendo hora de entender a dónde llegaba ese "Me quiere, pero quiere más la atención" que siempre ha dicho Daphne... Espero que os haya ayudado a entender más qué pasó con ellos realmente y por qué ella se quedó a su alrededor tanto tiempo... Ella fue nuestro: I can fix him (no really, I can)
#❤️🩹 línea para corazones heridos porque ellos siempre han intentado ayudarse y ser buenos para el otro pese a todo...
(algunas personas ya estabais empezando a sospechar que james no era tan malo como parecía después de lo de la rosa y amo mucho)
#❤️🩹 porque nuestro corazón hacia james también está sanando
#❤️ por James y Nora votando a Daphne porque sabrían que le haría feliz
#❤️ por Mackyela y Kenzo yendo a buscarla en coche...
#❤️ por la madre de Daphne ayudándola a prepararse
#💙 por ella queriendo ir con Reece
#💙 por el vestido AZUL gGOOOSH
#💙 #💙 #💙 #💙 #💙 POR LA CONFESIÓN DE AMOR POR REECE?? HECHA A JAMES???? MIRA NO SÉ CÓMO REACCIONAR AQUÍ PERO #💙 #💙 #💙 #💙 #💙 #💙 #💙 HABEMUS CONFESIÓN
CON EL EX
GRITO
#❤️ por Dereck siendo Dereck y DELATANDO A SU HERMANA EL TRAIDOR JAJAJA
# ✍️ firmas para que Reece VEA ESE VESTIDO
# ✍️para que REECE TENGA ESA CONFESIÓN
Ahora sí un abrazo y nos leemos el próximo fin de semana desde donde ha quedado este capítulo y CON UNA ILUSTRACIÓN DEL CAPÍTULO EN MI CUENTA DE INSTAGRAM, dulces sueños!
—Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro