Capítulo 46 - Hope it never ends
Línea para decir hola 🩷
¡Feliz inicio de semana!
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46 | Hope it never ends
Daphne Barlow
El lunes el instituto se siente diferente. Las paredes están decoradas. El ambiente es más relajado. Los carteles sobre el baile de San Valentín, hecho para los dos últimos cursos, cubren las paredes y decoran algunas de las taquillas.
Incluyendo la mía.
Arranco el cartel y abro la taquilla solo para dar con pequeñas tarjetas sobre el baile dentro. Por cuántas he visto en el suelo, diría que han ido metiéndolas en todas las de este pasillo. Recojo las que hay a mis pies y me acerco al contenedor mas cercano para tirarlas, pero paro al reconocer mi imagen en algunas de ellas.
La parte delantera la han usado como recordatorio del baile, la de atrás tiene las fotos y los nombres de los nominados. Las fotos del anuario. Encuentro esos tirabuzones que tan rápido se me caen después de hacerlos y la sonrisa apagada que tenía aquel día. El recuerdo de esa chica se desliza a través de mi piel y hasta mi cabeza.
Fue a principio de curso. Dos semanas antes de conocer a Reece. Dos semanas antes de saber que iba a ser capaz de salir de eso, de deshacerme de las palabras envolventes y del "quizás" que no me dejaba ver que debía haber más. Es curioso pensar en cuánto han cambiado las cosas en tan poco tiempo.
Esa sensación me hace mantener una tarjeta conmigo mientras las demás caen dentro del contenedor. Porque he odiado esa parte de mí por mucho tiempo de forma injusta. Porque ahora me hace sentir esperanza por algo a lo que en su momento no podía ver el final. Ese es siempre un buen recordatorio que mantener a cerca.
Vuelvo a la taquilla y...
—¡Toc-toc!
Mi mano queda a medio camino entre la puerta de la taquilla y el libro de Historia. Me echo hacia atrás sin saber bien qué esperar cuando veo la amplia sonrisa de Anna. Ella trae una cesta llena de rosas colgando del brazo. No me sorprende encontrarla con una camiseta rosa de mangas abullonadas. Ni el grueso lazo blanco en su pelo rubio. Menos todavía la cinta blanca que dice "Cupido #2" y que ha decorado con pequeños brillantes.
—¿Te han convencido para repartir los regalos de San Valentín? —pregunto al verlo—. Es porque dejan perderte las clases de la mañana para hacerlo, ¿no?
Ella sonríe y sus hoyuelos salen a relucir bajo un tono más platino de su habitual rubio. Ha cambiado los dorados de sus joyas por plata y ahora iluminan más su expresión y resaltan unos ojos que no termino de saber si son de un claro azul o gris.
—Me ofrecí con Paola para organizar el baile, pero no me apetecía sentarme a contar votos así que me quedé con esto. —Su sonrisa sigue ahí, pero la compasión que recorre sus ojos me cierra la garganta—. Hay algo que tengo que decirte sobre las rosas que vamos a repartir.
—Lo sé, no te preocupes. —Agarro el libro de Historia y cierro la taquilla—. Todos los años me llega alguna amenaza desde lo de James, pero son ellos los que se gastan dinero en mandarme flores y bombones. No soy yo quien sale perdiendo.
—Las intenté tirar, pero el profesor que nos estaba supervisando las encontró en la basura y me dijo que no podía hacerse porque las habían pagado. Un aplauso para su preocupación por el bullying.
—No te preocupes, siempre arranco las notas antes de leerlas. No merece la pena. Luego envuelvo todas las flores y se las suelo dar a mi madre al llegar a casa. Le hace más ilusión que a mí.
Sobre todo porque no conoce el contexto.
Y no pretendo que nunca lo haga.
—Esta vez te he hecho un pequeño favor. —Mira hacia las flores que trae—. Le cambié el puesto al chico que iba a repartir en tu clase. Tengo que entregarlas porque vamos con supervisión, pero he tachado todas las notas desagradables para que no tengas que leerlas. Iba a recortarlo pero dudo que quisieras que otros notaran las tarjetas diferentes, esa clase de atención solo les haría hablar más. También hay algunas buenas. Tienes algunos admiradores este año.
Eso me sorprende.
Sé que algunos años mis amigas y yo nos mandábamos flores o bombones con este método en San Valentín, pero, con todo lo que ha pasado este curso, ni siquiera me lo he planteado.
—Quería asegurarme de que sabías esto para que no lo tiraras todo y no te molestaran las malas. Entre amigas debemos cuidarnos, ¿no crees? —Con eso, se echa hacia atrás—. Ahora voy a buscar a mi compañero. Él lleva los chocolates. Te veo en tu clase dentro de un rato.
Me lanza un beso con la mano a modo de despedida antes de volverse por el pasillo y curiosear conversaciones ajenas mientras se aleja.
Es curioso. De todas las personas que he conocido, nunca pensé que Anna llegaría a ser alguien cercana. Siempre ha sido tan... distante. La he visto ignorar por completo a personas que se han acercado a hablar con ella de forma cordial o incluso con cumplidos por el pasillo. No se relaciona si puede evitarlo. No pensé que llegara a ganarme su cariño de ninguna manera. Menos todavía su amistad. Paso la mano por mi pelo, la deslizo sobre el collar y levanto la cabeza.
No, San Valentín no era un día que esperara con ansias. Pero quizás no vaya a ser tan malo después de todo.
No sé si el sexto sentido existe o si es casualidad, pero de camino a mi clase miro al otro lado del pasillo a tiempo de ver a Dalia mirándome. Está junto a las escaleras, con el grupo de conocidas que ahora se han convertido en su grupo de amigas.
Y dejo de andar.
Solo un momento.
Aún la echo de menos, pero el sentimiento no es tan intenso como era antes. Esa frustración que solía acompañarle, esas ganas de estirar la mano hacia ella como si fuera a poder agarrarla y devolverla a mi vida, no está ahí.
Entonces se vuelve hacia sus amigas y siento decepción porque no encuentro rastro de la cordialidad casi amigable de las últimas semanas. Aprieto el libro de Historia contra mi pecho y voy hasta mi clase. Solo había indiferencia. Ha pasado página por completo respecto a nuestra amistad.
No sé por qué eso me duele tanto. Tampoco sé por qué siento que es la primera cosa correcta que ha pasado entre nosotras desde que Johanna llegó a nuestras vidas.
(...)
Cuando llego a clase, Mackeyla ya está ahí. Han movido las mesas para crear grupos de cuatro y ahogo una queja al recordar que nos dejan trabajar en el proyecto grupal una vez por semana y que este es ese día.
—¿Matt no es el primero en estar en clase hoy? —pregunto y saco un bombón solitario del bolsillo que dejo frente a ella—. Feliz San Valentín.
—Gracias. No sabes el hambre que tengo. —Le quita el envoltorio y tapa su boca con la mano mientras sigue hablando—. Mis hermanos pequeños han sido horribles esta mañana. Lu y Gregg están en esa etapa donde solo les gusta comer algo durante una semana y luego lo odian. Así que ahora tienen rabietas porque siempre quieren algo de comer y no saben qué. Desayunar con ellos es casi un imposible. Lo agarran y lo tiran todo. No hay...
—¿Cómo están mis dos chicas favoritas? —interrumpen.
Kenzo tira su mochila al suelo y arrastra la silla más cercana para sentarse frente a nosotras. Pone dos rosas sobre la mesa, una a cada una, pero mentiría de decir que no está claro quién tiene su atención cuando lo hace. Saco otro bombón para él y Mackeyla sonríe con cariño hacia la flor.
—¿Tenéis ganas del trabajo en grupo? —pregunta—. Porque yo quiero saltar por una ventana ahora mismo.
—Al menos tenemos ya el esquema hecho —puntúo.
—Hemos estado dos semanas para ponernos de acuerdo en eso porque el profesor no quiere dejarnos hacerlo por separado —marca Mackeyla—. Matt no quiere dividirlo, ¿cómo se supone que vayamos a trabajar así?
—Matt no va a venir hoy, está enfermo —dice Kenzo.
No lo digo, pero tomo eso como un dulce regalo de San Valentín. Los hombros de Mackeyla caen y se apoya sobre la mesa. Sus mechones pelirrojos se estiran sobre un jersey gris y sonríe antes de cerrar los ojos.
Dejo la rosa al borde de mi pupitre y estiro los dedos sobre la funda de mi móvil. El lunes compré una transparente. No sé si quiero que Reece lo sepa, pero tener sus palabras tan cerca me hace más fácil ignorar la habitual opresión en mi pecho cada vez que piso el instituto.
Encuentro su caligrafía al alcance de mis dedos, el texto que recorté de la cartulina que dejó en mi bolsillo la última vez que nos vimos, y siento esa tranquilidad que me transmite de vuelta. Hace que mis inquietudes pasen a un nivel secundario.
"Tú y yo", escribió.
Rozo sus palabras a través de la funda. Sé que Reece no es de los que te mandan mensaje de buenos días o te deja palabras dulces en un mensaje, pero eso no evita la punzada de decepción cuando vuelvo a revisar mis notificaciones donde su mensaje sigue faltando.
San Valentín no es tan importante, pienso.
—¿Y esa cara? —pregunta Kenzo.
—Nada. —Pero levanto la mirada hacia él y tiene esa capacidad de presionar con el silencio que nunca entenderé, eso unido a lo cercano que siempre ha sido no tarda de tirarme de la lengua—. Esperaba que alguien me hubiera escrito algo hoy, pero no lo ha hecho.
—Escríbele tú —da por obvio.
Miro hacia mi móvil una vez más y entro a su conversación. Hablamos, pero no tanto. Siempre son las llamadas. Siempre es en persona.
—No quiero sonar pesada —explico.
—¿Por mandarle un mensaje a una persona en San Valentín? —devuelve con humor—. Mi compañera de Laboratorio con la que apenas me hablo en clase se pasa las tardes mandándome mensajes preguntando por los deberes porque nunca apunta nada. Eso sí es ser pesada. Lo tuyo es un mensaje.
—Además, salís juntos —señala Mackeyla acomodándose para poder mirar hacia nosotros—. Es el chico del otro instituto del que me hablaste, ¿no?
—Sí, es Reece —respondo—. Es solo que ya celebramos San Valentín el viernes pasado y estaba esperando para dejarle marcar a él el ritmo con este tipo de cosas, no quiero sonar pesada. —Me recojo el pelo en un improvisado moño—. Aún no sé bien dónde están los límites con todo esto así que probablemente lo hable con él después, por teléfono, para tener una idea y no volver a sentir que no sé qué hacer.
Sí, eso suena bien.
Entonces entra el profesor.
Mackeyla se estira y, antes de lo que me gustaría, estamos de vuelta con partes del trabajo grupal que Matt intentará echar atrás en cuanto tenga oportunidad.
Está cerca de terminar la clase cuando llaman a la puerta. La primera persona en asomarse es un chico del anuario. Trae un cuaderno en la mano y el profesor le hace un gesto para entrar al entender quiénes son. En cuanto más personas les van reconociendo como los que entregan los regalos de San Valentín, las conversaciones crecen junto a la curiosidad.
Anna es la primera en empezar a moverse. Deja cinco rosas sobre mi escritorio con una pequeña sonrisa y golpea mi nariz antes de pasar al siguiente grupo de rosas que ha atado juntas. Lee el nombre y busca por la clase hasta dar con el chico.
Mackeyla apoya la mano bajo su barbilla e ignora el osito de peluche que ponen en su mesa para curiosear en mi dirección. A Kenzo le cae una pequeña caja de bombones. Con la falta de atención de ambos hacia las notas que vienen con ello, algo me dice que saben bien quién lo ha mandado. Si el sexto sentido existe, dirían que tienen a la persona justo enfrente.
—¿De quién son? —pregunta Mackeyla.
—De gente que me odia.
Me fío de Anna y abro las pequeñas notas pegadas a cada flor. Las tachadas las dejo a un lado. Tres. Tres personas han querido poner cinco dólares para intentar arruinarme el día. Arranco esas notas y hago una bola con ellas sin tratar de darles demasiada importancia, menos todavía de llegar a leer algo de lo que pone bajo esas capas de borrones que ha añadido Anna.
La cuarta no tiene nada escrito más que un... Le quito la nota y la añado a la bola con las demás.
—¿Qué ponía? —pregunta Mackeyla.
—Nada.
"-J"
Como los últimos dos años. Solo que esta vez la rosa no me la ha dado él en mano junto a mi taquilla.
La quinta no está firmada. Lo que pone es: "De alguien que te admira desde lejos" con una caligrafía que no recuerdo haber visto antes y un corazón. Eso es nuevo. La nota la dejo junto a las demás, pero no la rompo como el resto.
—¿Nada interesante? —pregunta Mackeyla.
—No.
Pasan unos minutos más mientras reparten todo. Llegados a ese punto, nuestros compañeros de clase están en pie y moviéndose para curiosear qué les ha llegado a sus conocidos. Estoy empujando las notas juntas con la idea de hacer una bola grande con todo y dejarle a Kenzo probar puntería lanzándolas a la papelera cuando Anna vuelve a pasar cerca.
—Ya tiro yo esto por ti —ofrece agarrando el montón—. Ten, he dejado lo mejor para el final. Pero no lo enseñes mucho, no llegó a nuestras manos de la forma más... convencional.
Tira de la tela blanca sobre la parte baja de su cesta. Ahí aparece una última rosa que deja sobre mi pupitre.
Una rosa azul.
Anna se va sin explicaciones. Se aleja con los chicos que han entrado a repartir, pero puedo oírles por el pasillo mientras el profesor nos da unos segundos más para disfrutar del pequeño momento antes de seguir con el proyecto.
—¿Se podían elegir rosas de distintos colores? —pregunta Mackeyla—. No han hecho eso ningún año ni recuerdo haber visto entre las opciones que se pudiera.
—No creo que se pudieran elegir —comenta Kenzo.
—¿Entonces qué...?
—Créeme, me estoy haciendo la misma pregunta —digo.
No me hace falta abrir la nota para saber de quién es, pero hay algo en su caligrafía que me devuelve alivio de no haberme equivocado.
"Feliz San Valentín,
de parte del chico rubio que había detrás del volante."
Sonrío por su pequeña burla. Le quiero, pero a veces siento unas ganas inmensas de golpearle con una puerta en las narices. Últimamente, que esas dos cosas empiecen a ir de la mano más veces de las que no.
—Reece tiene conocidos aquí, ha debido pedir a alguien que la añadieran —explico.
Miro hacia las rosas rojas que quedan en mi mesa y arrugo la nariz. Podría guardarlas todo el día para dárselas a mi madre. Podría mantenerlas conmigo para demostrar que no me afectan como los últimos años, pero todo lo que quiero, lo tengo en mi mano ahora mismo. Así que divido las rosas en dos grupos y se las ofrezco a mis amigos.
—Solo me interesa una de ellas, dos porque la tuya, Kenzo, también pienso quedármela —explico—. Además, así puedo decir que sois mi San Valentín. Vamos, son bonitas y os prometo que os las estoy dando con cariño.
Kenzo agarra las suyas primero. Pero las separa. Una la guarda para él, la otra se la ofrece a Mackeyla. Si no están juntos todavía, va a pasar rápido. Estoy tan segura que apostaría todo mi armario por ello.
Mientras hablan, añado la nota que venía con la flor a la funda de mi móvil. Las palabras se tapan entre sí, pero están ahí. Haciéndome compañía con la misma tranquilidad que él siempre me ha devuelto. Antes de que el profesor decida cortar el ambiente para terminar con la clase, le envío por fin ese "Feliz San Valentín, Número 27" al que llevaba dándole vueltas todo el día junto a un "Gracias por la rosa".
Un "te quiero" casi se desliza desde mis dedos. De nuevo. Se siente tan natural que temo que se me vaya a escapar en una conversación, tras una llamada, en un rápido mensaje. Quiero decírselo, es solo que... No es el momento.
Lo que sí le envío es un corazón azul. Por él. Por mí. Porque mis sentimientos brillan con su color y sé que es todo lo que necesita para entendelro. El mismo color de la rosa sin espinas que no tengo intención de volver a soltar.
Me encuentro sonriendo hacia la flor aunque no lo pretenda. Es ahí cuando pienso en la chica de la foto del anuario y quisiera poder enseñarle esto. Saco de vuelta la tarjeta con una nueva atención.
Quisiera poder decirle que está bien que se haya tomado su tiempo porque es eso lo que nos llevó hasta aquí. A esto. Decirle que ha conocido a alguien que vale la pena. A alguien que tiene paciencia para dejarla sanar a su lado. A alguien que la hace sonreír en el lugar que siempre ha sido más duro para ella.
Recuerdo cuántas veces lloré porque el amor que sentía por James no se iba tan rápido, por la impotencia al no sentirse tan fuerte como para cortarlo todo de golpe. Recuerdo la opresión en mi pecho al ver a James todos los días pese a haberme empezado a alejar de su vida. El dolor mezclado con posibilidad cuando volvíamos a hablar algunas veces. La esperanza. Mi esperanza. Sus palabras. La culpa que llegaba después. Recuerdo todo lo que me odié en ese proceso porque hacer todo lo que podía no era suficiente. El corazón me traicionaba y mi mente me atacaba por ello.
Recuerdo, también, la forma en la que el dolor me atravesó cuando pude cortar con todo. Ese momento en el baño en el que no estaba segura de que las cosas pudieran volver a estar bien. Ese salto de fe cuando Reece ni siquiera era algo seguro, solo otro "quizás". Un salto hacia lo que vi que podía ser, si no con Reece, con alguien más.
Aprieto la flor.
Y recuerdo mirar a mi reflejo y prometerle a esa chica asustada y destrozada que me devolvió la mirada que todo iba a estar bien. Que, con el tiempo, el dolor se suavizaría. Pero es más que eso. Venir al instituto ya no me roba toda la energía. Los afilados comentarios ya no se llevan mi atención. James ya no recorre mis pensamientos y yo no me siento tan sola ni perdida como llegué a estar.
Noto de vuelta las ganas de intentarlo. Esa vieja emoción que tenía al iniciar una relación y que el tiempo me hizo perder. Esa esperanza que vuelve a mí, esa emoción, ese bienestar que no terminé de conocer. Esa felicidad tan pura y cálida. Esas ganas de compartir tu mundo con alguien más. Esa confianza que creí perdida.
Miro hacia la foto y recuerdo a esa chica que rompió a llorar en el baño hace unos meses. Quisiera abrazarla con cariño y poder decirle que lo hemos cumplido. Que, después de meses, ha pasado; estamos bien.
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Próximo capítulo: Sábado/domingo
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AMO tanto TANTO ver a nuestra mirroball TAN feliz.
Sé que siempre disfrutáis más de los momentos entre la pareja, pero admito que no ha habido un solo capítulo que haya disfrutado más de escribir que los últimos párrafos. Verla darse cuenta de que es feliz de nuevo, sanar y perdonar a la versión de sí misma que no estaba lista para hacerlo...
Todas las personas tenemos nuestro proceso, y este ha sido el suyo 💙 Pequeña nota: si estáis pasando/habéis pasado por algo de lo que os ha costado salir, por favor, no seáis muy duros con vosotros/as mismos/as... Recordad que esa versión de vosotros y vosotras está haciendo lo mejor que puede con lo que tiene. Y eso es para estar orgulloso/a.
Ahora, sobre el capítulo!
#💙 por Anna llamándola amiga por primera vez
#❤️🩹 por Daphne y Dalia aceptando que iban hacia una despedida...
#💙 por REECE tirando de contactos para MANDARLE UNA ROSA
#💙 por ella guardando las notas de él
# ✍️ Petición para que Isaac se entere de las notas feas que suelen mandarle a Daphne
# ✍️ Petición para que Mackeyla y Kenzo SALGAN POR FAVOR Y GRACIAS
(línea para quienes les queréis solo como amigos 🙋♀️ )
# ? PARA JAMES mandando? una? rosa? aún? (¿amigo o nos asustamos?
#💙 para quienes estáis viendo a Reece también sanar entre líneas...
Siento que les voy a amar toda una vida. No suelo escribir libros de confort, pero estos dos se han ganado todo mi corazón. Nos leemos el fin de semana con un... baile...
Un abrazo,
—Lana 🐾
🙋♀️
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