Capítulo 15 - Partidos y colores de equipo
Ilustración 🎨 del capítulo en mi Instagram : LanaDvraux
Este es mi capítulo favorito, dadle mucho amor ♥
⋅༺༻⋅
15 | Partidos y colores de equipo
Daphne Barlow
El viernes acompaño a Nora al partido que juega el nuevo novio de una de sus hermanas. Rory, un año menor que nosotras, lleva desde los catorce en un instituto privado y nuestros caminos no se han cruzado demasiado, pero ella tiene una sonrisa para mí en cuanto me ve.
Me cuenta sobre Giovanni, el chico de un instituto cercano al que conoció gracias a un amigo en común hace unos meses. Me habla de cómo empezaron a hablar en verano y siguieron con cortos encuentros hasta que terminaron besándose hace cosa de dos meses. Ahora, lo han hecho oficial.
"Él lleva semanas diciendo que quiere que venga a verle jugar —me ha contado—. No deja de decir que quiere presentarme a todos sus amigos en condiciones."
Aún puedo oír su tono cuando llegamos al lugar, esa felicidad tan pura deslizándose sobre sus labios y adornando sus palabras. También puedo verlo en sus pasos, apresurados, al meternos prisa para tener el que considera el mejor lugar: La grada más baja, lo más cerca posible del campo y de los jugadores.
—No puedo creer que esté aquí —dice en cuanto llegamos. Ella tira los carteles que ha pasado la noche haciendo sobre los asientos y se acerca a la barandilla—. ¿Le veis por algún lado? Es el número quince.
—¿Su uniforme no era verde? —pregunta Nora.
Verde, como el color de las cartulinas. Con los números en blanco, a juzgar por los colores que ha usado Rory para escribir el nombre del equipo, el de su novio, y dibujar los corazones. Recorro la cartulina más grande con mis dedos y el "¡ADELANTE, #15!" me saca una dolorosa sonrisa.
Se siente como una puñalada porque puedo ver el reflejo de la emoción que sentí una vez en una posición tan similar a la de ella. Nunca hice carteles, no pasé la noche en vela tratando de que quedaran perfectos, pero sí fui a partidos de James con sus colores. Sí que usé sus sudaderas. Sí me senté ahí, en primera fila, esperando que me viera.
Esperando compartir su emoción.
Aparto la mano recordando que él es la razón por la que empecé a sentir cierta negatividad hacia todo esto. Solo puedes ir a ver jugar a alguien a quien quieres un número de veces antes de que su forma de simplemente tolerarte te haga no querer intentarlo de nuevo.
—¿Por qué solo hay chicos de azul? —pregunta Rory—. Gio lleva uniforme verde, debería estar... —Ella señala emocionada en la distancia—. Esos van de verde. Están ahí. ¡Gio! ¡Gio! ¡Giovanni!
—No creo que pueda escucharte desde aquí —dice Nora.
Rory frunce el ceño y saca el celo grueso de su bolso para pegar el cartel en la barandilla, apuntando hacia fuera. Ni siquiera sé si está permitido, solo que ella va a hacer todo lo posible por mostrar su apoyo en el primer partido de su novio al que viene.
Mi corazón se aprieta por ella.
Solo espero que no salga decepcionada.
—¿Me puedes pasar el cartel mediano? ¿El que pone el nombre del equipo? —pide.
—¿También vas a pegarlo ahí? —Nora se lo ofrece con la pregunta y termina por quitarle el celo de las manos al ver a su hermana apartarse bruscamente para impulsarse hacia delante—. Cuidado, Rory, vas a terminar cayéndote.
Pero eso a ella no le importa, y la sonrisa que se forma en sus labios al ver a un chico de uniforme verde acercándose es indescriptible. A ras del suelo, ella estira los brazos para abrazar al chico al otro lado. Hunde la cara en su hombro unos segundos para compartir palabras bajas antes de echarse atrás.
Él le aparta un mechón de la cara a ella y comparte su sonrisa, esa forma de mirar. Así es como debería ser, no puedo evitar pensar. Venir a ver a quien quieres debería envolver amor mutuo, no dejarte escondida mientras le ves ignorarte y sonreír hacia las insinuaciones de otra. No verle pisar tu corazón y crearte más inseguridades porque nada de lo que hagas será suficiente para él. Para que se quede contigo.
Rozo el bolsillo de mi abrigo sabiendo que, hoy, en cuanto salgamos de aquí, borraré otra letra del apellido de James de mis contactos. Quizás dos, pienso al volver a mirar hacia la pareja.
Giovanni rompe a reír por algo que Rory le ha dicho y se echa hacia atrás cuando ella nos hace señas a Nora y a mí para acercarnos. Pasa un brazo sobre los hombros de su hermana.
—Gio, esta es mi hermana Nora. Nora, te presento oficialmente a mi novio Giovanni. —Los nervios atacan su sonrisa y Rory junta las manos frente a ella con inquietud. Luego hace gestos para que me acerque también—. Esta es Daphne, una amiga de Nora que también ha venido a animaros. No puedes quejarte con todas las personas que os he traído para animar.
Giovanni nos da un corto saludo antes de volverse hacia Rory.
—Personas y carteles —corrige él—. Me encantan, por cierto.
—¿De verdad?
—Sobre todo este —señala el que tiene su número.
—También es mi favorito, pero me preocupaba que no pudieras verlo desde el campo. —Rory apoya el codo sobre la barandilla, acercándose a Giovanni tanto como puede mientras su conversación se vuelve más baja y privada—. No sabía si iba a poder hablar contigo antes del partido.
—Estaba deseando verte.
Aparto la mirada.
Sí, así es como debería ser. Haber sido.
Pestañeo para borrar el creciente dolor y me siento junto a los carteles que Rory no tiene intención de colgar. Me han dejado una bufanda verde con líneas blancas que Rory compró cuando empezó a salir con Giovanni, y Rory no nos ha dejado salir de su casa ni a Nora ni a mí sin dibujarnos líneas verdes con una mezcla de purpurina pegajosa en las mejillas. Definitivamente encajamos aquí.
Aun así, un cartel no me vendría mal.
—¿Crees que puedo quedarme este? —pregunto hacia Nora.
—Rory quiere los que tienen el número o nombre de Giovanni, pero elige cualquiera de los demás. ¿Qué te parece este con el "Adelante" en verde? —Lo agarro como respuesta, pero Nora me conoce suficiente como para notar que mi estado de ánimo ha caído en picado desde que hemos aparcado—. Ojalá James jugara hoy.
—¿Quieres verle?
—¿Verle? —repite—. Daph, Giovanni parece agradable, podríamos pedirle que le rompiera las piernas al idiota de tu "algo pero no algo". No me mires así, sabes que también lo estás deseando.
—¿Por qué estáis hablando de que queréis que Gio le rompa las piernas a alguien? —pregunta Rory.
A su lado, Giovanni ríe antes de alcanzar el mechón de pelo, teñido de un bonito tono rojizo, que ella está moviendo entre sus dedos.
—El "algo pero no algo" de Daphne nos cae mal. A ti también, Rory —explica Nora—. Juega al rugby e imaginábamos lo bonito que sería que alguien le hiciera un poco de daño.
—Nora, para con eso.
—¿Ese "algo pero no algo", tiene nombre? —pregunta Giovanni—. Quizás pueda pasar el mensaje para la próxima. —Su mirada vuelve hacia Rory, casi como si buscara su aprobación—. ¿Eso está bien?
Ella se encoge de hombros.
—Si Nora dice que le odiamos, le odiamos —dice ella—. Además, ¿no pasa eso mucho en los partidos? ¿Lo de los golpes y todo eso? —Se calla por un segundo—. Olvídalo. Mejor no te metas en eso, no quiero verte con algo roto.
Giovanni rompe a reír.
Sea lo que sea que le dice, ya no puedo escucharlo.
Nora aprovecha ese momento para dejarme a cargo de los carteles mientras va al baño y así no tener que ir durante el partido. Estoy a punto de ir con ella cuando Rory me pide que me quede para guardar los sitios. No hay tanta gente como para que nos los quiten, pero Nora me hace un gesto con la mano para decir que no sirve para nada cuestionarlo y se va sola.
Me siento junto a los carteles, moviendo las mismas cartulinas como si fuera a encontrar algo nuevo en ellas mientras oigo a Rory reír por algo que Giovanni le ha dicho. Miro hacia ellos a tiempo de ver a Giovanni apartarse cuando otro de los jugadores aparece a su lado y apoya una mano sobre su hombro.
De uniforme azul.
No puede ser verdad.
—Eh, Giovanni. Te veo con ánimo, ¿qué tal va la muñeca?
Reece.
Juegan contra el equipo de Reece hoy.
—Completamente curada. Así que olvídate de poder usarlo en mi contra.
—Oh, vamos, ¿por qué iba a hacerlo? —No hay rastro de animosidad en el tono de voz que usa Reece, al contrario. Palmea el hombro de Giovanni de forma amistosa antes de apartarse—. Te desearía suerte hoy, solo que os vi en el último partido. Que quede entre tú y yo, pero vais a complicarnos la tarde.
—Puedo decir lo mismo de vosotros, pero que no se te suba a la cabeza.
Reece le da un gesto de reconocimiento a Rory antes de dejarles a lo suyo. Se aparta de los carteles para no romperlos y le veo apoyar las manos en la barandilla con la intención de pasar por encima.
—Eh, Reece, te estás equivocando de lado —avisa Giovanni al verlo.
—Repentinamente me he vuelto daltónico —responde Reece.
Cae a este lado.
Entre un grupo con los colores del equipo de Giovanni. Compañeros de instituto, amigos, familia. Todos con el corazón en un equipo que no es el suyo. Al ver el pequeño cartel que he elegido, hace un sonido de desaprobación.
—¿De nuevo siguiéndome? —pregunta.
Me trago el malestar y me fuerzo a estar bien. Porque no ganaré nada más que torturarme si sigo así. No vale la pena. Nunca lo ha hecho.
—Claro, no tenía nada mejor que hacer que investigar cuál era tu siguiente partido, conseguir que un chico del equipo rival empezara a salir con la hermana de mi amiga, y venir a animar al equipo contrario. Solo me llevó un par de meses orquestarlo todo. —Levanto el cartel que menos parece gustarle para que pueda verlo mejor—. ¿Qué piensas de este?
—Después de cómo me encontraste la última vez, no me sorprendería. El cartel, ¿lo has hecho tú?
—Rory. Así que cuidado con lo que dices.
—Es... —Mira hacia la pareja. Incluso si no están prestándonos demasiada atención, Reece sabe tan bien como yo que pueden oírnos—. Bonito.
—¿Verdad? Deberías llevártelo contigo.
—No voy a...
Me pongo en pie y se lo ofrezco. Lo hago porque le va a costar negarse con Giovanni cerca. También porque sabe que aquí no hay muchos (por no decir nadie) apoyándole a él. Muchos están empezando a poner en voz lo poco que entienden que Reece esté aquí. "Debería irse", han dicho detrás. Así que, sí, si no agarra el cartel, puede que esas palabras vayan a más y lo sabe tan bien como yo.
Por eso lo hago.
Por eso él lo agarra.
—Ahora levántalo un poco más —digo.
La mirada de Reece lo dice todo. Esa disconformidad, casi molestia, y un toque de enfado por cuánto lo estoy disfrutando. Ellos demostraron ser algo rencorosos cuando decidieron celebrar su victoria en nuestro instituto, así que yo pienso disfrutar de hacerle sufrir un poco con todo esto. Solo porque puedo y porque su expresión lo vale.
—Daph, no vas a creer con quién me he... —Nora se acerca secándose las manos en la camiseta. Deja de andar en cuanto ve a Reece frente a mí—. encontrado. ¿Interrumpo?
—No. Nora, este es Reece, un conocido. Jugó contra nuestro instituto en el partido que fuimos a ver juntas. Fue quien nos invitó a Johanna y a mí a la celebración de después.
—¿El partido de...? —La mirada de Nora se ilumina y se seca mejor las manos antes de estirar una hacia Reece—. Eres del equipo que casi dejó inconsciente a James al final del partido. Es un placer conocerte. Soy vuestra fan.
Reece sonríe al oírlo.
Acepta el gesto encantado.
—Eso fue cosa de Isaac, yo aún no he tenido esa suerte.
Él deja ir su mano en cuanto otro chico con uniforme verde se impulsa hasta casi saltar sobre los hombros de Giovanni. Nos sobresalta a los cinco antes de echarse atrás y fruncir el ceño en dirección a Reece.
—¿Cuándo te has infiltrado? —pregunta.
—Ahora juega con nosotros —dice Giovanni. Hacia Reece, añade—: Vas a tener que dar muchas explicaciones a tu equipo, dudo que les haga gracia que su capitán cambie de equipo porque sabe que van a perder. Bonito cartel, por cierto.
Reece dobla los dedos sobre la cartulina, pero no llega a romperlo al notar la leve negación de Giovanni. Lo ha hecho su novia y no le hace ninguna gracia que Reece pueda romperlo.
Es ahí cuando otro chico de azul se une al grupo.
—Eh, Gio, ¿habéis visto a...? —El chico se calla al notar lo obvio—. ¿Reece, qué demonios? Sal de ahí antes de que te haga salir. Llevamos un buen rato buscándote y el partido está a punto de empezar.
—¿No lo has oído? Ahora juega con nosotros —dice el amigo de Giovanni.
—¡Y una mierda! —se queja el chico de azul.
Reece me devuelve el cartel.
En bajo, me dice:
—Tienes una capacidad sobrehumana para meterme en los problemas más absurdos que puedan existir.
—Está con nosotros ahora, lárgate —está diciendo el amigo de Giovanni antes de volverse hacia Reece—. Ahora en serio, sal de ahí antes de que te hagamos irte. No te ofendas, pero no te queremos aquí.
—Créeme, no me ofendo.
El tono de Reece no pasa desapercibido por nadie.
Pasa sobre la barandilla y su compañero no tarda en empujarle hacia el centro del campo en cuanto le tiene a su alcance. Su "¿Se puede saber qué hacías ahí?" es bajo mientras se alejan.
No sé bien qué es lo que me lleva a asomarme, pero lo hago. No sé qué me lleva a hablar, pero escucho mis propias palabras antes de procesar lo que estoy haciendo.
—¡Eh, Número 27!
—Tenemos que irnos, Reece —avisa su amigo.
Él le dice que será solo un momento y se acerca para ver qué quiero. Mi corazón se acelera cuando formo la imagen en mi cabeza antes de hacerlo. No por la acción, sino por cómo se lo tomará. Lo que menos quiero es quedar en evidencia, pero me encuentro tirando de su uniforme en mi dirección antes de terminar de saber si es una buena o mala idea.
No sé bien cuál es mi intención, pero sé que no es la de disfrutar de un beso cuando atrapo sus labios. Es algo corto. Ni siquiera lo profundizo. Solo un instante antes de apartarme.
—Alguien me dijo que servía para la buena suerte.
Él. En su coche.
Su amigo se lo lleva consigo un segundo después. Alcanzo a ver cómo lanza una última mirada sobre su hombro antes de dejarse llevar. A mi lado, Nora me agarra del brazo bruscamente.
—¿Un conocido? —pregunta con un tono agudo.
—Lo es.
—Un conocido no sube a las gradas, zona del equipo rival, solo para saludarte. —De fondo, Giovanni nos da una despedida corta antes de alejarse con su amigo—. Tampoco se besa a desconocidos.
—En realidad, sí. Todo el tiempo —me respalda Rory.
—Como sea, ese no es el punto.
—No hay punto —digo—, es un conocido. Simplemente ha venido a saludar porque le ha sorprendido que estuviera aquí y, eso —Señalo hacia la barandilla—, no era un beso, solo una broma privada.
—¿Broma privada? ¿En qué universo?
—Nora —llama Rory—, deja a Daphne en paz.
Las dos hermanas empiezan a discutir solo porque ambas quieren tener la razón y yo aprovecho ese momento para escabullirme con la excusa de ir al baño. Puedo esperar unos minutos hasta que Nora se olvide. Quiero esos minutos.
Es al llegar al pasillo interior, bajadas las escaleras, que me pongo a darle vueltas a que quizás debí haberlo pensado mejor antes de besar a Reece, o haberlo pensado, punto. No puedo ir besando a la gente así, incluso si lo han hecho conmigo antes. Nora tiene razón; eso no es una broma privada aunque yo lo vea como tal.
En medio del pasillo, oigo mi nombre. Todavía no ha empezado el partido, pero apenas queda gente en esta zona. Pocos parecen dispuestos a perderse el inicio, y eso hace que sus miradas sean marcadas al darse cuenta de que, quien está dispuesto a perderse el inicio, es uno de los jugadores.
—¿De nuevo siguiéndome? —pregunto al ver a Reece acercándose. Él viene de las gradas y sé que ha vuelto a pasar sobre la barandilla para llegar aquí. Por lo poco que ha tardado, no ha debido llegar muy lejos antes de decidir volver—. Se te está haciendo una costumbre.
—Solo vengo a darte una lección de vida.
—¿Lección de vida?
—Sí. —Acorta la distancia y para a menos de un paso. En su uniforme, sus hombros parecen más anchos, su figura más grande—. Si vas a hacer algo, hazlo en condiciones.
Frunzo el ceño.
—¿Qué quiere decir...
No me deja terminar. Apoya las manos en mis mejillas y borra la distancia. Me besa. Pero no como hizo en el coche ni como he hecho yo hace un par de minutos. Reece me besa como lo hizo el día en el que nos conocimos: de forma intensa y dura. Profundiza el beso en cuanto roza mis labios, llevándome consigo sin tener oportunidad de reaccionar.
Siento sorpresa.
Luego conformidad.
Me estiro sobre mis pies, levantando los brazos hacia sus hombros y sintiendo cómo aprovecha ese espacio para envolverme con los suyos. Me acerca sin espacio para poder tener buen equilibrio si no es sosteniéndome a él. No sé qué concepto tiene de "en condiciones", pero va por la línea de "robarte la razón".
Se lo lleva consigo. Todo. El suelo bajo mis pies, los pensamientos de mi cabeza, la razón por la que lo está haciendo. Si no fuera por los silbidos alrededor, se llevaría también la realidad. Cierro los dedos cerca de su cuello cuando se aparta. No mucho, solo lo suficiente para dejarme sentir su respiración agitada y una dichosa sonrisa complacida.
—Eso es otra cosa —le oigo decir.
—¿Tú crees? —me escucho diciendo.
Su sonrisa crece.
Apoyo la espalda contra la pared que tengo detrás mientras Reece me va soltando. Pone distancia sin esforzarse demasiado en terminar de alejarse antes de fijarse en la atención que nos hemos ganado por el pasillo. Enrojezco, sé que lo hago. No por él, sino porque las muestras de afecto en público nunca han sido mi fuerte, o lo que sea que se le pueda llamar a esto.
Reece pasa la mano por mi mejilla y empieza a quitarme las líneas de purpurina verde que me ha dibujado Rory. Incluso con el sonido creciente en las gradas, con el partido a punto de empezar, él se toma su tiempo para limpiarme la cara del color de sus rivales.
—Te das cuenta de que, si ganáis hoy, no podrás volver a decir que te doy mala suerte, ¿no? —pregunto. Para un momento y desvía la mirada hacia la purpurina verde que ahora hay en sus dedos—. Deberías irte.
—Y tú deberías dejar de complicarme la vida, pero ninguno de los dos parece que vaya a hacer lo que debe pronto.
Esa frase me golpea. ¿Dónde ha quedado el "no quiero tener nada que ver contigo"? Le echo hacia atrás porque él realmente tiene que irse, y me doy cuenta ahí de las pocas ganas tengo de que lo haga.
—Solo que yo no tengo un partido que jugar, Número 27.
Pasa las manos por su uniforme para limpiarlas, sobra decir que ahora hay rastro de purpurina verde sobre su número. Luego parece buscar algo con lo que no da hasta que termina por levantar la mano como si quisiera revisar un reloj que no está ahí, en lugar hay una pulsera de tela algo gruesa. Es azul y plateada, con una bola pequeña como cierre simple similar a las que se usan en festivales.
—¿Qué tienes que hacer después? —pregunta.
Sus dedos presionan el cierre, doblando la tela para poder aflojarla. Sus ojos, más oscuros en corta distancia, pasan su atención de los míos a mis labios.
De fondo, el ruido crece.
Él no tiene tiempo para seguir aquí, pero no muestra prisa por irse.
—Volver a casa. Las amigas con las que he venido van a quedarse solo media hora cuando termine y yo tengo aún toque de queda por el castigo. No puedo quedarme.
Asiente de forma distraída y la pulsera cede.
—Dame la mano.
Noto, entre los colores de equipo, su número en esa pulsera.
—¿Qué quieres? ¿Que me echen de las gradas? —pregunto.
Eso no evita que haga lo que me pide y, con cuidado, intenta volver a meter ambos extremos de la tela por la pequeña bola plateada para poder ajustarla. Se toma su tiempo en hacerlo, atento a cada pequeño detalle.
—Es una tradición en nuestro instituto —explica—. Cada vez que alguien se va, le pasa su número a los nuevos. Generalmente los repetimos para que encajen, pero algunas veces eligen nuevos por una razón u otra. Solo las usamos en los partidos. Es una forma de conmemorar a los que vinieron antes.
Coloca bien la tela y no sé qué decir.
Es importante para él, para ellos, y me la está dando a mí. La suya.
—Es decir, que la quiero de vuelta —añade—, pero, por ahora, quédatela. Alguien tiene que asegurarse de que apoyas al equipo correcto.
De nuevo, no sé qué responder.
Es un gesto pequeño pero se siente tan...
No.
—Suerte, Número 27. —Le doy un último empujón hacia las gradas—. Ahora vete antes de que el partido empiece sin ti o tengan que mandar un equipo de búsqueda. Te buscaré después del partido para devolvértela.
—Cuento con ello.
Me da una última mirada y se vuelve hacia las escaleras. Él echa a correr en dirección a las gradas y me pregunto si podrá llegar a tiempo. Me pregunto si sus compañeros no le echarán en cara haber tenido que verle desaparecer dos veces tan cerca del inicio, y me pregunto si soy la única que no puede contener una tonta sonrisa después de que se haya ido.
Miro hacia la pulsera, trazándola con mis dedos, y mi corazón se agita aunque no quiera.
¿Por qué siento que ninguno de los dos sabemos lo que estamos haciendo?
⋅༺༻⋅
Nuevo capítulo: El sábado
⋅༺༻⋅
Nota: Mañana subiré una ilustración de este capítulo a mi cuenta de Instagram (LanaDvraux), solo puedo decir que amo esa ilustración tanto o más que este capítulo, espero que os guste tanto como a mí porque me tiene enamorada ♥
Ahora, sobre el capítulo, decidme que entendéis por qué lo amo tanto porque me ha tenido sonriendo muchísimo mientras lo escribía, editaba, y preparaba la ilustración. Siento que cada día amo más a Reece & Daphne pero es que...
Él subiendo a las gradas para hablar con ella.
Reece volviendo solo para besarla
Él dándole algo con sus colores y su número para que le apoye a ÉL
Les amo más que a mi vida.
( Y cómo olvidar la comparación que hace Daphne con James al principio... Ella está viendo cómo podrían ser las cosas y GUREITBGEURGBEWG BEUIRGBUEIAGBE)
Y SU SONRISA AL FINAL? SU "SONRISA TONTA"? LLAMAD A UNA AMBULANCIA QUE MI CORAZÓN NO PUEDE MÁS CON ELLOS.
#línea de apreciación para Giovanni (♥)
#línea de apreciación para Rory (te queremos) (♥)
#línea para apreciar a Nora la violenta (y su odio por James) (♥)
Un abrazo y nos leemos el sábado,
Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro