Capítulo 13 - Imán para el drama
⋅༺༻⋅
13 | Imán para el drama
Daphne Barlow
La casa de Reece no queda lejos. Está en una urbanización agradable, con vecinos que le saludan al verle pasar y a los que él devuelve un gesto de reconocimiento. El jardín no está muy cuidado, los rosales han crecido en exceso cerca del porche y el césped, algo alto, esconde flores de diferentes colores.
Empuja la puerta abierta y tira las llaves sobre el mueble de la entrada.
—Dame diez minutos. Me ducho, me cambio, y nos vamos.
Reece apenas ha dado un par de pasos hacia el pasillo cuando se vuelve hacia mí. Es imposible que no note mi postura, tensa, mientras junto las manos sin atreverme a dar un paso en cualquier dirección. No nos conocemos. No somos amigos. Quedarme sola en su casa mientras se cambia me resulta abrumador.
—Puedes moverte, solo intenta no romper nada —añade.
Le doy una sonrisa forzada.
Mi mirada va hacia el mueble de madera en el que han caído sus llaves. Cerca, hay una figura que me resulta familiar. Una matrioshka. Nunca había visto una persona y eso me hace estirar una mano en su dirección antes de volverme hacia el pasillo para preguntar si puedo abrirla. Al no ver a Reece ahí echo a un lado la idea.
Aunque no voy a romperla, él ha dicho que...
No. No es mi casa. No tengo esa confianza. No voy a empezar a jugar con esa muñeca para ver cuántas muñecas pequeñas tiene dentro. Me cruzo de brazos para contener el impulso y doy un par de pasos dentro de su casa.
Por el silencio que hay, dudo que haya alguien más. Sobre todo después de que pasen los primeros cinco minutos y, lo único que haya oído, sea el sonido del agua corriendo cuando Reece se ha metido en la ducha.
Todavía en la entrada, alcanzo las llaves que él ha dejado. No hay adorno en el llavero, solo el aro algo cedido por el tiempo que amenaza con dejar caer una de las dos llaves que cuelgan de él en cualquier momento. Cerca, hay una pequeña pizarra donde, en una bonita caligrafía, han anotado:
"No olvidar:
Doble turno el jueves.
Llamar a la tía Marsha.
Llamar a Marsha hoy.
Llamar. A. Marsha."
Las últimas tres frases han sido tachadas un par de veces, como si alguien estuviera intentando deshacerse de esas palabras mientras otra persona insiste en volver a añadirlas.
Estoy a punto de tocar la pizarra cuando la puerta principal se abre de golpe.
—No vas a creer cómo se ha puesto a llover de golpe. —La chica que vino a buscar a Reece a comisaría cierra un amplio paraguas y lo cuelga antes de centrarme. Su sorpresa es inmediata—. ¿Quién eres?
Los nervios me traicionan.
—Soy Daphne, voy a clase con Reece.
—Oh. —Ella mira hacia el pasillo. Al no ver a Reece cerca, vuelve la mirada hacia mí más confundida todavía—. No te ofendas, pero, ¿por qué estás aquí y cómo has entrado?
—He venido con Reece. Se ha ofrecido a llevarme en coche a casa, pero ha ido a darse una ducha antes de salir. Ha tenido entrenamiento y...
—Oh. Vale, entiendo.
Los labios de la chica tiran en una amplia sonrisa y estira una mano hacia mí. Acepto el gesto haciendo mi mejor esfuerzo por no dejar ver que estoy a un minuto de gritar. No me gusta esta situación. No soy buena con las sorpresas, ni improvisando.
Ni siquiera sé por qué he mentido con quién soy.
—Soy Gigi, la hermana de Reece.
Se quita el abrigo largo y lo cuelga del perchero. En un pestañeo, tiene el móvil en su mano. Apenas da un par de pasos antes de hacerme un gesto para que vaya con ella.
—No te preocupes, estoy bien aquí. Solo voy a esperar a que Reece salga y...
—Tonterías —interrumpe—. No vas a quedarte en la entrada. Mi hermano no se da prisa ni aunque le vaya la vida en ello y aún oigo la ducha. Voy a prepararme un chocolate caliente, ¿te preparo otro?
—Me gustaría.
—Fantástico. Ven, la cocina está por aquí. No has venido nunca antes, ¿no?
—No.
Es curioso, Gigi está siendo amable, Reece me ha invitado a venir, no tengo malas intenciones, pero, aquí, sentada en la mesa de la cocina mientras Gigi me prepara un chocolate caliente, me siento como si acabara de meterme en su casa sin avisar y estuviera intentando salir con mentiras.
—Así que vas a clase con mi hermano —dice.
—Sí.
—¿Tienes Historia Contemporánea con él? Me ha contado sobre vuestro profesor y, eso, es una locura. —Se recoge sus tirabuzones oscuros en un moño alto antes de meter las tazas de leche en el microondas—. ¿Es cierto que tiró por la ventana el libro de texto de un alumno solo porque él no estaba prestando atención?
—No doy Historia Contemporánea.
Ella chasquea la lengua.
—Una pena. Sonaba divertido. —Se apoya contra la encimera, revisa su móvil, y vuelve a guardarlo—. Entonces... Vais a clase juntos.
—Sí.
Presiono los dedos, rozando mis uñas y dándoles toda mi atención hasta que suena el microondas y Gigi se ocupa echando el cacao en polvo a las tazas. Claro que, cuando deja una frente a mí y se sienta cerca, sé que no voy a poder esquivar su interés por más tiempo.
—Me suenas de algo. ¿Estás segura de que no nos hemos conocido antes? Sé que Reece rara vez trae a alguien a casa, pero quizás en uno de sus partidos. ¿Sueles ir a verle? —pregunta.
No a ver el partido, sino a verle. A él.
Al menos Gigi es más sutil que mi hermano en cuanto a insinuaciones, pero mis nervios no ayudan. Me planteo contarle la verdad, decirle que apenas le conozco. Decirle que soy la chica con la que su hermano terminó en comisaría. Una desconocida que ha pasado más de una hora en autobús solo para tener una conversación de diez minutos con Reece. Una desconocida que besó a su hermano el día que le conoció.
Llevo el chocolate caliente a mis labios para esquivar la pregunta por unos segundos más con tantas opciones en mi cabeza que olvido que está recién hecho. El aviso de Gigi no es suficiente para evitar quemarme la lengua.
—Debí haberte avisado, siempre lo hago muy caliente. Suele enfriarse rápido y odio eso. —Gigi me quita la taza de las manos y me lo cambia por un vaso de agua—. No te preocupes, eso se te irá en uno o dos días.
¿Uno o dos días?
Termino el vaso de agua con lágrimas en los ojos. Quema. ¡Quema! Gigi se disculpa una vez más y me ofrece un segundo vaso de agua. Apenas estoy volviendo a sentir mi lengua cuando oigo pasos acercarse a la cocina. La escena que Reece encuentra es a su hermana disculpándose mientras sostiene dos tazas en las manos y a mí terminando el vaso de agua como si no hubiera bebido en días.
Él, que ha cambiado su uniforme por una camisa oscura y vaqueros, apoya una mano contra el umbral de la puerta.
—¿Sabes qué? No voy a preguntar —dice, balancea el móvil y sus ojos mieles caen en mí—. ¿Tienes un hermano que se llama Dereck?
Asiento.
Termino el agua y dejo el vaso a un lado.
—¿Por qué lo preguntas? —pregunto de vuelta.
—Porque un tal Dereck está enviando mensajes a la mitad de mis compañeros de equipo preguntando si te conocen. Me han escrito por el grupo que tenemos para preguntar si yo sabía algo.
Maldita sea, Dereck.
—¿Puedes pedirles que le bloqueen? —pido.
—Creo que ya lo han hecho. Aunque deberías echarle un ojo, parece importante.
—¿Puedo? —pregunto hacia su móvil.
Incluso si no llega a soltarlo, me deja ver los mensajes que han mandado por el grupo que tiene con sus compañeros de equipo. Los últimos son capturas de pantallas con mensajes que mi hermano les ha enviado por Instagram.
Dereck, ¿qué estás haciendo?
—¿No le has dicho que venías? —pregunta Reece.
—Lo sabe. Claro que lo sabe. Es solo que él es...
Paso entre las capturas, leyendo el mismo mensaje una y otra vez. No, Dereck no está intentando dar con el chico al que le dije que buscaba, él me está buscando a mí directamente. Está pidiendo que le avisen si alguno me ha visto porque sabe que he ido a hablar con uno de ellos.
—No son ni las cinco, no entiendo por qué está actuando así —termino.
—¿Quieres llamarle con mi móvil?
—No me sé su número. ¿Podrías dejarme entrar a Instagram? —No parece conforme con esa opción y me encuentro olvidando mis palabras en un intento de sopesar la situación—. Siento todo esto, no sé por qué se comporta como lo hace la mayoría del tiempo.
Gigi se acerca lo suficiente como para ofrecerme su móvil.
—Tengo mi cuenta abierta, puedes hablarle desde ahí —ofrece—. Reece no lo tiene ni instalado. No se lleva muy bien con las redes sociales.
—Gracias. Será solo un minuto, él suele responder rápido.
—No te preocupes, no tengo prisa.
—Gracias —repito.
Me aparto un poco mientras busco el usuario de mi hermano y le mando un rápido mensaje para decirle que soy yo. Mientras, Reece abre la nevera y mantiene una baja conversación con su hermana. Ninguno de los dos tocan el tema obvio, en su lugar les oigo hablar sobre cómo Reece creía que ella no llegaría hasta mucho más tarde.
—Pensaba que tenías doble turno en el hospital —está diciendo él.
—Al final me lo han cambiado, una amiga me debía un favor.
—Tú y tus favores —murmura él de vuelta.
Mi hermano responde rápido.
"Maldita sea, Daph, ¿sabes lo difícil que ha sido dar contigo?", escribe.
"No son ni las cinco y me diste hasta las seis, ¿por qué estás acosando a todos los chicos del equipo? Por favor, dime que no es porque...", pero borro el mensaje antes de enviarlo al ver lo que él me manda.
"Mamá y papá lo saben."
Mierda.
"Papá ha venido al gimnasio. Sabes que también es socio, pero solo va los fines de semana. Él quería venir a animarte por haber decidido acompañarme, pero no te ha visto aquí. He tenido que decirles que has ido a estudiar con una amiga tuya pero que no querías decirles la verdad porque pensabas que no te iban a dejar", escribe.
"Daph, están MUY enfadados. Tienes que venir YA", añade.
Mi corazón se acelera.
"Les he dicho que no presté atención cuando me diste el nombre de tu amiga, pero ya han empezado a llamar a los padres de las que conocen. Tienes que volver AHORA", sigue.
"Estoy a una hora de casa", respondo.
"Haré lo que pueda, pero tú ven. Lo más rápido que puedas."
"Estoy de camino", envío.
Salgo de la conversación y doy con la atención de Reece y Gigi. Incluso si, a primera vista, no parecen tener rasgos en común, con el pelo oscuro y ondulado de ella frente al rubio oscuro de él; los ojos mieles de Reece, tan diferentes de los marrones de su hermana; sus rasgos, en general, tan redondeados los de ella y afilados los de él, no dirías que son hermanos en un primer vistazo, pero, ahora, cuando miran hacia mí, tienen la misma expresión.
Exactamente la misma.
—Mis padres se han dado cuenta de que he mentido al decirles dónde iba a estar y mi hermano quería avisarme para que vuelva antes de que se desate el infierno —explico.
—¿Tus padres no saben que estás aquí? —pregunta Gigi.
—Es complicado. Estoy algo así como castigada sin móvil y sin salir hasta dentro de dos semanas. —Pongo una sonrisa sobre mis labios. Quizás por los nervios, o puede porque ya me resulta surrealista la situación—. Mi hermano estaba cubriéndome, pero no ha salido bien.
Gigi frunce el ceño.
—¿Quieres que llame a tus padres? Puedo hablar con ellos y explicarles que estás aquí y bien. —Mira hacia Reece en busca de confirmación—. Puedo decirles que habéis venido un grupo grande a estudiar para un examen y que os estoy supervisando.
Desearía aceptar. Es solo que sé cómo son mis padres, sobre todo mi madre y sé, realmente sé, que no habrá nada que alguien pueda decir para contrarrestar su enfado ahora mismo. Da igual que me acompañe una monja a casa diciendo que he estado ayudándola a limpiar el convento, nada podrá excusar haberles mentido.
—No te preocupes, pero gracias.
—¿Estás segura? —pregunta Gigi.
—Sí. Dereck, mi hermano, me ayudará al llegar.
Gigi se vuelve hacia Reece.
—¿Vas a llevarla a casa? —pregunta.
—Sí.
—Si ves a sus padres intenta explicarles —pide en bajo.
Reece no responde y sale de la cocina mientras su hermana insiste una vez más con el tema de llamar ella a mis padres. Con un movimiento de llaves, Reece me hace saber que es hora de irnos y yo me despido de su hermana de forma apresurada antes de ir tras él.
No puedo creer que mi padre haya ido al gimnasio a comprobar que estuviera ahí. No puedo creer tener tan mala suerte como para que algo tan simple haya podido torcerse tanto.
Reece no me da conversación como ha hecho en el tramo para venir hasta su casa. Incluso cuando estamos ya en su coche, se mantiene en silencio. No pone la radio, no pone música, simplemente enciende la calefacción y hace un largo viaje sin hablar mientras yo no puedo quitarme de la cabeza lo que me ha dicho Dereck.
Trato de inventar una excusa lo suficientemente fuerte como para que mi castigo no vuelva a estirarse. Intento recordar la versión de mi hermano para no contradecirle ni cargarle con la culpa a él.
A más de mitad de camino, me fuerzo a volver a la realidad. Estiro una mano hacia el botón de la calefacción del coche y la bajo un poco antes de estirarme como puedo en el asiento.
—Gracias por acercarme, no recuerdo si ya te lo he dicho.
—No hay problema. —Por primera vez desde que hemos subido al coche, él desvía la atención de la carretera. Me da una corta mirada seguida de una segunda algo más larga—. ¿Está todo bien? Con lo de tu hermano.
Paso una mano por mi frente, queriendo reír, queriendo llorar. No puedo creer que ni siquiera esto me salga bien.
—Me castigaron por haberme colado en el instituto. Casi un mes. Luego me metí en una pelea y, cuando iban a quitarme el castigo, decidieron mantenerlo y aumentarlo una semana más. Ahora les he vuelto a mentir y me he ido sin móvil a otra ciudad mientras ellos creían que estaba en el gimnasio con mi hermano —cuento—. Mi casa va a convertirse en mi propio purgatorio en cuanto llegue.
Reece mantiene la mirada en la carretera y no dice más. Eso no evita que note cómo la comisura de sus labios tira hacia arriba muy ligeramente. Un instante. Luego desaparece. Sus manos presionan el volante y ladea la cabeza para esconder esa media sonrisa.
—¿Puedes disculparte con tus compañeros de equipo de mi parte por lo de Dereck? —pido—. Él me vio encontrar a uno de ellos en Instagram cuando intentaba descubrir dónde estudiabas y parece que, como lo busqué desde su cuenta, mantuvo ese perfil a mano. Luego ha debido mirar las fotos hasta encontrar a cualquiera con el mismo uniforme. No sabe medir cuando quiere conseguir algo y les ha hablado a todos.
—Mejor no me cuentes esos detalles, si seguirte para asegurarme de que estabas bien te pareció de un acosador, no quieras saber lo que pienso de lo que acabas de decirme que hiciste para dar conmigo.
Bajo más la calefacción del coche e ignoro su corta mirada.
—¿Cómo si no iba a dar contigo? —pregunto.
—Podrías haber preguntado en tu instituto. Algo así como "Eh, ¿contra el equipo de qué instituto jugamos el pasado viernes?" Pero, oye, cada quién con sus métodos.
Cruzo las piernas y clavo la mirada en su perfil. En la forma en la que su pelo, empapado por la ducha, enmarca unas facciones marcadas. O en cómo sus ojos parecen más claros cuando su atención está puesta en la carretera.
—Si hubiera preguntado dónde estudiáis en mi instituto, no hubiera podido volver a dormir sin tener un ojo abierto —admito en bajo. Sé que a Reece no podría importarle menos, me lo ha dejado claro hace un rato, pero lo cuento igualmente—. Piensan que fue idea mía. Todo. Ir allí, lo de los vestuarios, y cualquier otra cosa que se te pueda ocurrir. No podía darles más razones para pensar que estoy "confraternizando con el enemigo".
—Suena absurdo.
—Lo es, pero a ellos no parece importarles.
Pasamos el cartel que señala la entrada a mi ciudad. Ya estamos cerca. Si me deja aquí, en menos de media hora podría estar en casa. Veinte minutos, con suerte. Me pregunto cuánto me alargarán el castigo esta vez.
Paso la mano por mi frente. Desde el viernes del partido es como si no hubiera podido tomar un respiro y yo ya no puedo más. Necesito un minuto de paz. Solo uno. ¿Es tanto pedir? Es ahí, cuando estoy perdida en mi propia frustración, que oigo a Reece reír.
—¿Qué? —pregunto.
No se esfuerza en esconder la sonrisa esta vez, tampoco esa apagada carcajada que cruza sus labios de una forma que me hace querer saber en qué está pensando. Niega, y se humedece los labios cuando se fija en los carteles que acabamos de pasar.
—Realmente eres un imán para los problemas —dice—. Mírate, no he pasado ni dos horas completas contigo y he pasado de presenciar un asesinato que nadie más cree, a terminar en comisaría, ver cómo tu hermano acosa a todos mis amigos para dar contigo, tener que traerte a tu casa porque no sabes cómo van los autobuses, y que el Defensor del Pueblo me venga con amenazas para descalificarnos. No me das ni un respiro.
Dicho así suena... Mal. Me echo hacia atrás en el asiento y cierro los ojos con un pellizco de culpa. Sí, quizás he golpeado su vida como un dichoso huracán, pero tampoco ha sido mi culpa, solo... La situación. Las situaciones. Como un gran dominó que ha caído, pieza a pieza, desde el día en el que nos conocimos.
—No lo digo a malas, Daphne. Me ha hecho gracia, nada más.
Juego con mis dedos, rozando esa manicura clara antes de encogerme cuando miro hacia él. Me siento avergonzada, culpable, y nunca he sido buena con esa emoción. Mi corazón se acelera cuando intento salir de ello.
—No he causado una buena impresión, ¿eh? —pregunto en bajo.
—Dios, no.
Pero rompe a reír una segunda vez.
Y yo me relajo al fin.
—Es tu culpa por haber dicho en voz alta que no te gustaba el drama, sabes que ese tipo de cosas son como decirle al universo que te lleve la contraria —digo.
—¿Eso eres tú? ¿La forma del universo de llevarme la contraria?
—Tal vez. Pero míralo por el lado bueno, en cuanto me dejes en la parada no tendrás que volver a verme ni lidiar con todas esas cosas. Podrás volver a tu adorada tranquilidad.
—Cuento los minutos.
—Segundos —corrijo señalando la parada que hay a poca distancia—. Puedes dejarme ahí. Siempre tomo ese autobús cuando vuelvo de casa de una amiga y no tengo coche.
Reece baja la velocidad y lleva el coche hacia la parada. Como ha hecho mi hermano antes, lo deja en un espacio que solo permite autobuses. Me desato el cinturón del coche antes de que pare del todo.
—Eres un amuleto de mala suerte —le oigo decir.
—Un drama innecesario en tu vida y tu amuleto de mala suerte —comento con un toque de humor—. Realmente sabes qué decirle a una chica, Número 27.
Me vuelvo hacia la puerta, pero cambio de idea antes de salir solo para hacer un último comentario. Aunque sea por orgullo.
—Además, no doy tan mala suerte.
—¿Estás segura de eso?
Está sonriéndome, directamente, y su sonrisa es matadora. Aunque quizás, más que su sonrisa, sea la forma en la que su expresión se ve más relajada, o el suave toque de esos mechones de pelo húmedos que sacan a relucir el color de sus ojos cuando rozan su frente.
O puede que el conjunto completo.
—Tendrías que quedarte alrededor para comprobarlo, y ya has dejado claro que es algo que no quieres hacer. —Fuerzo una sonrisa y abro la puerta—. Gracias de nuevo por traerme.
Agarra mi brazo antes de que pueda salir y me dejo caer de vuelta en el asiento al sentir el tirón. Me vuelvo hacia él lista para rechistar ante cualquier otro comentario sobre la mala suerte que traigo a su vida, pero no se trata de eso.
En lugar del comentario, me encuentro con su mano en mi mejilla y sus labios sobre los míos.
Reece me besa. Tan rápido que no tengo tiempo de asimilarlo. Tan corto que no soy capaz de reaccionar, pero me besa, incluso si me acaba de decir que soy todo lo que no quiere tener en su vida de tres formas diferentes.
—Para la buena suerte —dice—, los dos sabemos cuánto lo necesitas.
Su sonrisa es la que vi el viernes, un toque de peligro que roza el deje de astucia que pasa sobre sus ojos. Esa mezcla tan intensa que vuelve el aire más pesado, más atrayente.
Lo siguiente que hace, es echarme de su coche.
⋅༺༻⋅
Nuevo capítulo: Próximo sábado
⋅༺༻⋅
Por favor decidme que habéis amado este capítulo tanto como yo porque...
EL FINAL ✨
parece que alguien se está replanteando su "no quiero ni hablar contigo" inicial, me pregunto quién será...
pd-que nadie se asuste con lo de echarla del coche, sabemos cómo es, solo está jugando con ella como hizo en el partido - es su forma de mostrar interés 👀
AHORA
¡Al fin hemos conocido a la familia de Reece! (En mejores condiciones que en una comisaría ☕️)
# ¿Qué tal os ha caído Gigi?
# ¿Soy yo el tema de Reece sin redes cada vez es más sospechoso?
# Un ♥ por Dereck siendo Dereck ✨
Pobre Daphne, no le sale nada bien, pero, oye, Reece no puede quejarse de que su vida ha sido aburrida las últimas semanas JAJAJAJ POBRE, cuando empezaba a enumerar me he preocupado hasta yo
#velitas por él
#velitas por daphne (y el próximo castigo)
Ahora sí, nos leemos el próximo sábado con un poco más de Dereck (algo suave porque el cap 15 será vuestro nuevo favorito y necesitamos una pausa antes de ese partido...) love u ♥
Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro