Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12 - Entrenamientos y reencuentros

⋅༺༻⋅

12 | Entrenamientos y reencuentros

Daphne Barlow

Tardo una semana en encontrar el momento para ir a hablar con Reece.

Una semana en la que Dereck insiste en que espere unos días más hasta poder hacer esto sin que tenga que ser a escondidas. Es solo que esos "días" serían en realidad semanas, y una semana es todo lo que he aguantado teniendo clases con la señora Hagery. Verla es demasiado.

Demasiado para mi cabeza.

—¿Estás segura de esto?

Mi hermano me ha acercado a la parada de autobús. Tiene su bolsa de deporte tirada en los asientos detrás y esa expresión preocupada mientras se asoma por la ventanilla del coche.

—Solo quiero hablar con él, contarle cómo están las cosas.

—Existen los teléfonos. Aunque estés castigada sin el tuyo.

—No me lo recuerdes, y deja de reírte de mí por eso. —Por supuesto, Dereck está sonriendo. Si recordarme que estoy sin móvil no es su nueva afición favorita, entonces no tiene una—. No tenemos tanta confianza como para llamarle. Además, ya te lo he dicho, quiero hablarlo en persona.

—Tú y tus manías.

—¿Vas a estar en el gimnasio hasta que vuelva? —pregunto.

—No puedo volver a casa hasta que mi hermana pequeña no esté aquí, así que pasaré la tarde allí. Recuerda que tengo tu bolsa de deporte en el coche, no te olvides de decir que la dejaste ahí para no cargar con ella al volver si te preguntan.

—No me olvido.

Miro hacia Dereck al oírle maldecir, luego hacia el autobús que está acercándose. Mi hermano no tiene otra opción que irse al verlo. A través de la ventanilla, grita:

—Recuerda, antes de las seis en casa. Di que yo te he dejado en casa pero he ido a comprar uno de los bocadillos que me gustan del supermercado. ¡Y ten cuidado! No termines en comisaría de nuevo.

Se va sin esperar una respuesta y el autobús ocupa su lugar. Elijo el asiento más alejado y desdoblo la sudadera de Reece. He hecho una bola con ella esperando que así los colores fueran poco notorios y no llamaran la atención de mi hermano. Ahora hay pequeñas arrugas que intento alisar con las manos.

No sé por qué, pero esto ha sido lo único que no he sido capaz de contarle a Dereck. Lo que no he contado a nadie. Incluso si la sudadera ha estado apoyada sobre la silla de mi escritorio como un constante recordatorio para mí.

(...)

Encontrar el instituto de Reece es realmente sencillo, sobre todo porque puedo ver el edificio desde que bajo del autobús. Si a eso le sumo que nadie me mira dos veces cuando cruzo la puerta y que, una chica que sale de una de las aulas, me señala dónde entrena el equipo de rugby, es más que simple.

Llego a las gradas junto a un pequeño grupo de estudiantes un par de años más jóvenes que yo. Les oigo hablar de forma animada antes de ir a la zona más alta mientras yo busco el modo de acercarme todo lo que puedo al campo. La barandilla es baja, pero hay una altura marcada desde aquí hasta el césped.

—¿De nuevo? —oigo preguntar a uno de los chicos.

—Deja de quejarte y empieza a correr —responde su entrenador.

El chico echa la cabeza hacia atrás y hace lo que le piden. Pasa cerca, pero no lo suficiente como para poder llamar su atención. En el centro de campo, los jugadores han creado distintas secciones en las que practican en grupos más pequeños. Sus uniformes son más simples de lo que recuerdo. Algunos mantienen ese intenso azul, pero son más básicos, otros se han decantado por ropa oscura de deporte.

—¡Isaac, maldita sea! ¿Puedes dejar de hacer pases como si intentaras reventarme la cara? ¡Gracias! —grita uno de los jugadores.

No puedo leer el número de su camiseta desde aquí, pero la molestia está clara en su postura cuando echa a correr en esta dirección. Apoyo las manos sobre el borde de la barandilla para poder inclinarme más cerca.

—¡Un pase más así y te lanzaré el balón directo a las pelotas! —añade.

Recoge el balón de rugby del suelo, lo lanza al aire, y se prepara para devolver el pase a Isaac. Isaac rompe a reír al verlo, enseñándole sus manos mientras dice "Tiemblo de miedo" solo para apartarse bruscamente en cuanto ve la pelota volar en su dirección.

—¡Perdona! —llamo antes de que el chico pueda alejarse, pero él no mira hacia aquí, ni siquiera da la impresión de estar escuchándome—. ¡El que acaba de lanzar! ¡Aquí! ¡Es un minuto!

El chico se vuelve y, al verme, señala su uniforme para asegurarse de que le estoy hablando a él. Cuando se acerca, es con pasos cautos. Me agarro mejor a la barandilla para no caer de tanto inclinarme al intentar hablar con él.

—Estoy buscando a Reece, ¿podrías decirle que quiero hablar con él?

—¿Y tú eres?

—Daphne. Dile que he venido a devolverle su sudadera.

El jugador da un paso atrás, asiente, y trota hacia el centro del campo. Se junta con un grupo pequeño con el que intercambia y par de palabras. Justo cuando estoy segura de que uno de ellos es Reece y va a volverse hacia aquí, les veo alejarse.  Ninguno de ellos mira hacia aquí, ninguno viene. El chico al que le he pedido el favor se va con otro grupo y nada cambia.

No vuelvo a saber de él.

Levanto la mirada al cielo, a esas nubes grises tan típicas del otoño aquí. Como si el universo estuviera riéndose de mí, siento la primera gota caer en mi mejilla. Luego otra. Bajo la cabeza a tiempo de sentir una suave lluvia. Lo siguiente que oigo son los pasos apresurados de quienes estaban hablando en las gradas mezcládose con sus carcajadas mientras salen de aquí.

Quizás debería seguirles.

—Me han dicho que me estabas buscando.

Reece.

Le encuentro a pocos pasos de la barandilla cuando miro hacia el campo. Pasa una mano por su pelo, la leve lluvia mezclándose con el sudor y dándole un toque más apagado al rubio oscuro. Su mirada cae en la sudadera que tengo en mi mano y una pequeña sonrisa se abre camino hacia sus labios.

—Llevo semanas pensando dónde podía haberla perdido —dice.

—Me la dejaste y no he tenido oportunidad de devolvértela.

—Pasa. —Con un gesto de las manos unido a esa palabra, lanzo la sudadera en su dirección—. Estaba pensando en pedir otra. Son difíciles de conseguir. —Levanta la mirada y su sonrisa desaparece—: Gracias por traerla.

Vuelve la mirada a la sudadera y se vuelve hacia el resto de su equipo. Me estiro todo cuanto puedo sobre la barandilla como si eso pudiera ayudarme a llegar a él.

—¡Reece! —llamo—. ¿Puedes esperar un momento?

Aunque deja de andar su forma de volverse hacia mí no es la de alguien que tiene ganas de parar y hablar. Sé que he interrumpido su entrenamiento, pero no esperaba una reacción tan negativa por su parte. No me dio la impresión de que fuera esa clase de persona cuando le conocí.

—También quería hablar contigo de lo del viernes —explico—. He hablado con mi profesora de Literatura después de lo que pasó. Un par de veces.

—Tu profesora de Literatura —repite. Pasa una mano sobre sus labios mientras asimila esas palabras—. ¿Qué has usado? ¿Una Ouija?

—No hizo falta, estaba de una pieza. Me lleva dando clase la última semana.

—Misterio resuelto entonces.

—No, no está resuelto. Por eso quería hablar contigo.

Su mirada vuelve hacia el resto de sus compañeros. Levanta la mano hasta su pelo y un par de gotas de agua caen entre sus dedos cuando lo aparta de su cara. Su uniforme, sucio con una mezcla de barro, hierba y lluvia, todavía deja ver su número con un intenso brillo plateado.

—Podemos hablarlo después, cuando termines —añado al notar que no está prestándome atención.

—No salgo de aquí hasta dentro de otra hora. El entrenador está decidido a hacernos aprender a no "destrozar pertenencias ajenas" alargando los entrenamientos. —Su respiración sigue agitada cuando mira hacia mí—. Dudo que quieras quedarte esperando.

—¿Cuánto te queda?

—Es una hora. Eso si no lo alarga.

—Puedo esperar.

Reece vuelve la atención hacia sus compañeros y, como él, noto las cortas miradas que vienen en nuestra dirección. Mientras sus compañeros entrenan, Reece se está tomando un pequeño descanso que dudo que sea bien recibido por el resto.

—Si insistes...

Deja ahí la frase y vuelve con su equipo. Lanza la sudadera en el banquillo antes de unirse al resto y un par de chicos le golpean en el hombro o la espalda justo antes de empujarle hacia un grupo pequeño.

Apoyo los brazos sobre la barandilla, echo mi peso hacia delante, y miro en su dirección. ¿Hace cuánto que no veo un entrenamiento de rugby? ¿Un año? ¿Medio?

Una vez me gustó ir, pero todo te cansa cuando sientes que no tiene significado para la persona que te importa. ¿De qué me servía ir a ver a James si lo máximo que él iba a darme era un corto saludo con la mano antes de desentenderse? ¿Por qué seguir yendo a verle, entrenando o en sus partidos, cuando no significaba nada para él?

Ahora me quedo mirando cómo el grupo usa cada pequeño espacio que encuentran para divertirse como pueden. Sobre todo Isaac. No consigo centrarle, pero no dejo de oír su nombre todo el tiempo. Doy por hecho que es el de ropa oscura que salta sobre la espalda de uno de sus compañeros, el que le quita el balón de la mano a otro y echa a correr sin rumbo, el que placa a otro sin razón cuando ni siquiera estaban en la misma zona del campo.

Sonrío todas las veces.

Incluso si no les conozco.

Tardo poco en darme cuenta de que Reece no estaba exagerando al darme el aviso. Su entrenamiento se alarga incluso si empieza a llover más fuerte y yo tengo que salir de las gradas para esperar a que amaine antes de volver. Ellos siguen ahí. Con sus uniformes más sucios a más tiempo pasa, pero la misma energía haga lluvia o cese. Para cuando terminan (y después de ver a un par de los jugadores, Reece incluído, recoger) los uniformes no son ni un fantasma de lo que habían sido. Ni siquiera el número en el uniforme de Reece, de un plateado casi reflectante, ha salido impune de las capas de suciedad.

—Sigues aquí —dice al llegar.

—Sigo aquí. —Apoyo los brazos sobre la barandilla—. ¿Has pensado en lo que te he dicho?

—¿Sobre cómo has invocado a tu difunta profesora solo para intentar destrozarme la cabeza? Un par de veces. Échate a un lado.

Toma impulso y salta hacia la barandilla. Aunque me estiro para agarrar su brazo, no parece necesitar ayuda cuando pasa por encima para caer en las gradas sin demasiado esfuerzo.

Con la respiración todavía agitada, sudor rozando su frente y el uniforme hecho un desastre, se deja caer en el asiento más cercano. Sube un pie, dobla la pierna, y apoya un brazo sobre la rodilla mientras recupera el aliento.

Yo miro hacia el césped una vez más antes de devolverle mi atención. ¿Es que la altura no es una definición que exista en su cabeza? ¿Quién sube así hasta aquí?

—¿Has hablado con ella? ¿En persona? —pregunta.

—Sí. Es como dijeron los agentes, está bien.

—Entonces no es a ella a quien vimos en el aparcamiento.

—Lo era. No puedo enseñarte una foto porque me han quitado el móvil y tampoco es que tenga una, pero sé que la reconocerías si la vieras. Era ella. Estoy segura. Por completo. —Me siento frente a él—. Sé que tú no puedes poner la mano en el fuego con esa parte, pero quería saber si sigues seguro de lo que vimos.

—No suelo echarme atrás.

—No se trata de eso.

—No cambiaría mi versión, pero parece que tú sí la tuya.

—Es difícil no ponerlo en duda cuando todo el mundo te dice que no tiene sentido. Tengo clase con ella cuatro días por semana. Siento que estoy perdiendo un poco más la cabeza cada vez que la veo.

Reece asiente, baja las piernas y termina por ponerse en pie. En silencio, se inclina contra la barandilla unos segundos antes de echarse hacia atrás y devolverme su atención.

—¿Puede ser una hermana? —pregunta.

—Lo dudo. —Porque entonces no actuaría como siempre en el instituto, no nos hablaría como siempre ha hecho. Habría algo. Cualquier detalle que delatara que algo no está bien con ella o en su vida—. ¿Crees que deberíamos olvidarlo? ¿Fingir que nada ha pasado?

—No es como si hubiera estado pensando en ello estos días de todas formas.

—¿Quieres decir que no te ha preocupado? ¿Ni un poco?

—No. —Se inclina hacia la barandilla una vez más, balanceando su peso mientras echa un vistazo hacia el campo ahora vacío—. Avisé a la policía y les conté lo que vi. Ahí es donde termina mi implicación en todo esto. Si ellos no han querido hacer su trabajo, ese ya no es mi problema. Tengo otras cosas en las que centrarme.

Abro la boca, pero las palabras no salen. No lo entiendo. Esto ha sido todo en lo que he podido pensar y siento que ha condicionado mis días, ¿cómo es que para él ha sido tan fácil olvidarlo?

—¿Hemos terminado aquí o hay algo más de lo que quieras hablar? —pregunta. Su brusquedad me echa atrás y sé que se da cuenta—. No te lo tomes como algo personal, no es que tenga algo en tu contra, pero prefiero pasar el menor tiempo posible contigo. Hace un par de años que empecé a desentenderme de dramas innecesarios.

—¿Acabas de llamarme drama innecesario? —pregunto.

—Como he dicho, no es nada personal.

Siento sorpresa, luego incredulidad y, por último, enfado. No he traído nada conmigo además de la cartera y el trozo de papel que hay en mi chaqueta, pero eso no me impide recoger mis cosas con la mayor brusquedad que puedo. ¿Dónde quedó el chico que quería revisar que estaba bien solo porque me había alejado?

Ahí me golpea, desapareció en cuanto consiguió lo que quería de mí.

—¿Por qué al final del día sois todos unos capullos? —pregunto enfada. Quizás por él, puede que porque James me tiene harta, o tal vez sea una mezcla de todo—. Dile a tus amigos que no vuelvan a destrozar nuestros vestuarios, dejar el grifo abierto durante días fue pasarse.

—Lo de los vestuarios no fue cosa nuestra.

—No, seguro que no.

—¿Crees que no teníamos nada mejor que hacer que conducir una hora solo para montar un pequeño numerito después de haberles destrozado el ego un día antes? No conoces a nuestro entrenador, nos habría destrozado de haberlo hecho. Maldita sea, nos la tiene jurada incluso si sabe que no lo hemos hecho nosotros.

—He visto en qué estado estaban, eso no pasa por accidente.

—No he dicho que haya sido un accidente.

Reece baja la mirada al trozo de papel que he sacado del bolsillo, ese que tiene las indicaciones para saber cómo venir y, más importante, cómo volver a casa. Cuando sus ojos encuentran los míos, su expresión es más suave.

—Deberías preguntarles a tus amigos qué estuvieron haciendo el fin de semana, porque suena a que intentar que nos descalificaran tiene todas las papeletas —añade.

—¿Insinúas que fue cosa de nuestro equipo?

—Al último equipo que se metió en una pelea contra el equipo rival después de un partido le descalificaron durante toda la temporada. ¿Quién crees que tiene más que ganar con todo esto? ¿Nosotros o ellos?

Ellos.

Lo sospeché cuando Mackeyla me lo contó, pero eso no quita que tuviera mis dudas, sobre todo después de la forma en la que James me contó que tuvieron que arreglarlo todo ellos. Parecía realmente molesto por la situación.

Levanto las manos para señalar que voy a desentenderme.

—¿Sabes qué? Voy a tomar tu consejo. No es tema mío, no quiero más dramas innecesarios en mi vida —repito sus palabras porque, sí, me ha dolido el comentario—. Ya te he devuelto la sudadera, así que me voy a casa.

Apenas he dado unos pasos cuando reviso el papel y me veo obligada a tragarme el orgullo, pisarlo, y volverme hacia Reece.

—Pero necesito que me dejes el móvil un minuto antes.

—¿Mi móvil? —devuelve reacio.

—No tengo el mío y también me prohibieron conducir por todo el tema de... Todo el tema del viernes. Apunté los horarios de autobuses antes de venir, pero no contaba con esperar una hora más para poder hablar. Solo quiero revisar el horario.

—¿Has venido en autobús? —pregunta sorprendido.

—Era o eso o venir andando.

—No lo digo por... —Pasa una mano por su pelo y tensa la mandíbula antes de dejar los hombros caer con un suspiro—. Después de las cuatro los autobuses en dirección a vuestro instituto pasan cada dos horas.

—Bromeas.

Niega.

—Pero, ¡hay gente que vive allí! No tiene sentido que no haya más autobuses.

—No sé si lo has notado, pero vives en otra ciudad. La ruta no es muy turística que se diga. Agradece que al menos haya algún autobús. —Casi creo encontrar compasión en sus ojos mieles—. Puedo acercarte, pero tengo que pasar por casa a por el coche. Será media hora. Luego te puedo dejar en la primera parada de autobús que haya en tu ciudad. ¿Sabrías volver desde ahí?

—Claro.

No parece hacerle demasiada gracia, tampoco a mí, pero tengo que llegar a casa antes de las seis y él es mi mejor opción. Mi orgullo no supera las pocas ganas que tengo de meter a mi hermano en problemas.

Aunque admito que me lo pienso dos veces cuando le veo saltar la barandilla y dejarse caer sobre el césped. Más bien cuando se acerca para ofrecerme las manos y ayudarme a bajar.

Nosotros y las alturas, me llega el pensamiento, ¿por qué siempre terminamos igual?

—Por favor, no dejes que me caiga —pido pasando sobre la barandilla.

Reece no responde, pero siento sus manos en cuanto estoy a su alcance. Me ayuda a bajar y, cuando mis pies golpean el suelo, es él me devuelve el equilibrio antes de echarse a un lado. Con un "Por aquí" me hace seguirle a recoger su sudadera del banquillo y, después, hacia la puerta del vestuario que abre.

Obviamente, no entro.

—No puedo entrar ahí. Son los vestuarios.

—¿Qué tiene que...? —Se da cuenta antes de terminar la frase. Coloca la sudadera sobre su hombro y me enseña la mano antes de acercarla a mí—. Se sale más rápido atravesando los vestuarios y tengo que recoger mi mochila.

Espera mi reacción antes de rozar mi espalda con una mano y dejar que la otra tape mis ojos. Es la primera vez que siento vacilación en él, pero desaparece en cuanto me guía hacia el interior del vestuario.

El primer "¿Qué demonios?" no se hace esperar. Las preguntas se mezclan en distancias cortas y largas, incluso alguna queja de la que Reece se desentiende dando la misma explicación que me ha dado a mí. Aunque, a ellos, se lo pone en menos palabras y termina por ir a lo fácil.

Los "¿Qué haces metiéndola aquí?" y "Maldita sea, Reece" se mezclan con sus "Le estoy tapando los ojos, no seas crío" o "Métete en tus asuntos".

Me da un corto aviso antes de empujar una mochila hacia mis brazos, luego sigue dando largas hacia sus compañeros, devolviendo quejas hasta sacarnos del vestuario y, por fin, quitar la mano de mis ojos.

—¿Ves cómo no ha sido para tanto? —pregunta.

—No. Solo han insultado a toda tu familia ahí dentro.

—Esa era su versión de ser amables. Si les vieras en las cenas después de los partidos, eso sí que es...

Mira hacia mí y, su sonrisa, tan genuina, desaparece cuando pasa la mano sobre sus labios. Se deshace de esa corta emoción en un solo gesto y acomoda la mochila sobre su hombro antes de volver la vista al frente.

Corta el momento tan bruscamente que no sé cómo reaccionar.

—La salida está por allí —señala.

Llegamos en silencio hasta la puerta del instituto que Reece abre para mí y se apresura escaleras abajo. En cuanto pisa la calle, dobla los dedos y acomoda la mochila sobre su hombro una vez más antes de animarse a hablar.

—Lo de antes no lo decía por ti. No era personal, pero sé con quiénes te relacionas. No tengo ganas de darle más razones a los que han montado el numerito del vestuario para ir en nuestra contra. Tengo un equipo en el que pensar.

—Que vaya al mismo instituto que ellos no quiere decir que sea parte de una venganza suya en vuestra contra por haber perdido un partido.

Reece mira hacia el cielo, hacia las nubes tan oscuras que amenazan con romper en una fuerte tormenta en cualquier momento. Solo espero que él viva cerca porque ninguno de los dos llevamos nada similar a un gorro o paraguas y es imposible no preocuparse cuando sabes cómo son los otoños aquí. La lluvia aparece, desaparece, y cambia su intensidad de forma repentina en esta época del año.

—Puede que me quitara las redes sociales hace unos años y que no esté tan al día de los dramas, pero incluso yo me he enterado recientemente de que tienes una relación bastante cercana con James Zager —dice—. No te juzgo, todos tenemos gustos horribles en algo, pero no quiero darle más razones para que intente descalificarnos.

—¿Crees que hablar conmigo sería una razón para eso?

Casi rompo a reír al oírlo. Sí, definitivamente Reece no está muy al día de los dramas. De hacerlo sabría que James no está en esa clase de página conmigo. Aunque, en cuanto a su intento por descalificarles, la rivalidad que viene desde el incidente del año pasado y cómo terminó el último partido, ha podido ayudar.

Reece se queda en silencio unos segundos.

—Lo que yo crea no importa —termina por responder—. Vamos, no vivo lejos.

No vuelvo a preguntar.

Pero me preocupa conocer ya la respuesta.

⋅༺༻⋅

Capítulos los sábados

⋅༺༻⋅



HABEMUS REENCUENTRO

¿os gusta su dinámica? yo AMO su dinámica - incluso si aún reece es reece y ha llamado a nuestra mirrorball drama innecesario :')

Contadme, James planeando que descalifiquen al equipo de Reece destrozando ellos mismos los vestuarios y acusándoles... ¿Creemos a Reece? ¿O James es inocente? ¿O QUIZÁS FUE UNA TERCERA PERSONA PARA UNA DISTRACCIÓN?

🍿☕

y, lo de Reece no queriendo tener que ver nada con dramas...

Él realmente se marcó un "¿Oh, tu profe ha vuelto de la tumba? Bien por ella, venga, lo siguiente" JAJAJA más a lo suyo no puede ir (así le queremos, daphne ya se preocupa por los dos)

Solo esperemos que no siga intentando alejar a Daphne aunque...

Él se toma muy en serio cuidar de su equipo...

No como otros *COFFF JAMES COOOFF*

Por cierto, en el próximo capítulo tendremos MUCHO más de Daphne & Reece y ¡también conoceremos a la familia de Reece! ¿Cómo creéis que irá? ⬇

#Eso terminará en desastre JAJAJA

# IRÁ GENIAL ♥

Ahora sí, nos leemos el próximo sábado - love u ♥

Lana 🐾

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro