Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✨Primaveral, III✨

Durante la boda de Arabella.

Los novios se habían ido, Circe y Peggy se adueñaron del karaoke, y alguien más cuidaba a los niños de las diferentes parejas. Mientras que Olivia se había quitado de encima la responsabilidad como organizadora, en el momento exacto que ese ramo de flores rosas cayo en sus nerviosas manos.

Y eso no fue lo único. Como si no le faltaran motivos para estresarse o llorar, su novio, ahora ex, creyó que lo mejor sería cortar con ella antes del gran festejo de casamiento.

¿Disfruto la fiesta? No realmente. Aunque días atrás se había mentalizado con que no lo iba hacer del todo, y el asunto de alguien cortando con ella, ayudo a eso.

Olivia se cuestionó cómo es que se mantuvo intacta con lo ocurrido. El corazón lo tuvo envuelto de tristeza por largas horas, y ella sonriendo como si nada.

Pues, había alguien más.

Quien llego en el momento exacto cuando estuvo a punto de dar vuelta los estantes llenos de libros, y la contuvo entres sus brazos cuando la respiración parecía faltarle; y aviso sobre su maquillaje corrido antes de ir al salón, le saco a bailar e hizo reír cuándo estuvo a punto de llorar frente a un gran público, y acepto un trago cuando todo hubo acabado.

Mejor amigo, pensó, y le dio un sorbo a la fuerte mezclas de bebidas alcohólicas. Porque cuando el tequila se acabó, y no había nada con que acompañar el fernet, a hurtadillas volvieron a la cocina para buscar que más beber. Porque ella aún sentía pena, y pretendía ahogarla del modo que fuera.

Y trago, tras trago, se fue olvidando la combinación y medidas. Del corsé que dejó en la cocina, y lo escotado que era ese vestido. De lo poco que comió, y lo mucho que lloró. De su corazón roto, y el futuro, que, según ella, poco a poco se volvía catastrófico.

—No quiero ser aguafiestas —dijo Marius—, pero creo que debes tomarlo con más calma.

Olivia se detuvo, y lo vio muy fijo. Él estaba serio, con las mejillas a penas sonrojadas, y esperaba a que riera por lo que acaba de decir, pero no, se mantuvo intacto, creyendo su mal chiste.

Le tuvo envidia a su resistencia. Él a penas se le notaba, y ella parpadeaba un ojo a la vez.

Calmez-vous— repitió con un francés envidiable (tómalo con calma)—. Vous êtes comédien ou quoi? — (¿Eres comediante o qué?)

Y en ese momento, Marius no resistió más, y se quebró de la risa. No sabía bien porque lo hacía; si la razón era su amiga ebria y molesta, el francés que hablaba sin tropezar, o que él mismo haya dicho un chiste y resistido al mismo por varios minutos.

Ah désolé mademoiselle, je devais le faire — dijo y dio un respiro (Lo siento señorita, debí hacerlo)—. Entonces, ¿Es la primera vez que tomas, o que lo haces con el corazón roto?

—El corazón —dijo y le dio un sorbo al vaso—, lo tengo roto hace mucho, creo que, desde siempre, y si es la primera vez que tomo ¿Así?

Se acerco a Marius, y apoyo la cabeza en su hombro. En ese momento juro haber sentido que él se tensionaba frente a ella, y eso le saco una sonrisa. Que se borró, de inmediato, tras decirse así misma que él no hacía más que verla como una amiga.

—Me he acostumbrado a un corazón roto —continuo—. Pero no deja de doler, cuando lo rompen un poco más cada día.

Marius la oyó con atención, era la única forma en que lo hacía. Cada palabra que salía de su boca, una que entonaba lindas melodías cuando tenía la suerte de estar en momento adecuado, la risa más contagiosa y colorida, o podía maldecir tomando por sorpresa a cualquiera, le hacía doler. Y sentía que su corazón, maltratado también, se iba rompiendo junto al de ella.

—Bueno —dijo y tomo su mano libre—, ahora que estoy aquí, me gustaría ayudarte a parchar tu corazón.

Olivia sonrió, sincera por primera vez en lo que iba de la noche. Sabía que se lo decía para hacerla sentir bien, y lo estaba logrando. Tenía esa magia sobre ella; siempre y parecía no cambiar con el tiempo, tan solo mejorar.

Guiada por la ebriedad, apoyo el mentón en el hombro del muchacho, y este la vio. Aclaro la garganta antes los nervios de que sus narices casi se rosaran, y de la poco tímida sonrisa de la joven bruja.

—¿Qué haces? — pregunto.

—Pensé en la pregunta que me hiciste ¿Con quién me voy a casar? —dijo ella, y le dio hipo.

—Era una pregunta retórica. Me imagino que sabes lo que significa ¿Cierto?

—Se lo que significa retórico, y ya pensé una respuesta —sonrió.

Y él vio aquel brillo en sus ojos. Uno tan propio de ella, que lograba quitarle el aliento. Ahora más que nunca. Y siempre encontraba peros para hacer desvanecer esa sensación que le provocaba verla brillar. Era muy joven, él estaba en pareja, ella a punto de casarse, o una gran distancia espacio temporal, y ahora estaba ebria, y con el corazón hecho trizas.

Entonces, en ese instante, se cuestionó si acaso su mayor maldición era verla brillar y el no poder hacer más verla.

—Un día —continuo, trayéndolo a la realidad de vuelta—, un día me casa . . .

Circe llego, y Olivia cayo hacia atrás del susto. No se levantó, le dolía todo, y ahora, la cabeza.

—Uh —la hechicera vio feo la escena— ¿Bebió mucho?

—Si, yo diría que mucho es poco —respondió Marius.

En silencio agradeció que la hechicera haya llegado en el momento justo en que Olivia diría algo más grande lo que podría soportar, cualquiera de los dos.

—Bien, ella me dijo que no iría a casa, así que estas son las llaves del cuarto del hotel. Te encargó que la lleves, y dejes en la cama —dijo Circe—, aun seguimos en el karaoke con tu mami, así que vuelve si gustas.

Marius no le dijo nada, y en cuanto ella se marchó, ayudo a Olivia a llegar a su cuarto. Y a partir de ese momento, la joven bruja olvido todo. Que se durmió en sus brazos, o que la cobijaron con cuidado.

Él se quedó por un instante, percatándose de que estuviera bien. Cuando se quiso levantar del borde de la cama, Olivia lo detuvo. Lo tomo con cuidado del brazo, y lo vio con un ojo.

—Marius —murmuro— ¿Por qué no te quedas? Quédate.

—No, Livi, lo siento —apenas sonrió, y corrió un mechón del fleco que se colaba frente a sus ojos.

Y cuando se estaba por marchar, más bien correr de ahí, Olivia dijo algo que le hizo latir el corazón con fuerza, como un shock eléctrico, quedo paralizado.

—Pensé una respuesta —balbuceo—, me quiero casar contigo —rio por su propia voz— ¿Te casarías conmigo?

—Livs —dijo, y noto que su corazón corría enloquecido, y sus mejillas se habían encendido.

Tras un muy audible quejido, se escuchó un ronquido. Marius noto que se había dormido de inmediato. A la mañana siguiente, ella despertó con una gran resaca, y una nota en la mesa de luz.

"La respuesta es sí.

-M"

—¿De que habla? — se cuestionó al leer la nota—¿Si, que?

Entro corriendo al cuarto donde estuvo antes. Y por detrás, tan emocionado como ella, llego Marius. La capturo por la espalda y la hizo girar. El lugar se llenó de sus risas, y de los brillos que habían quedado enganchados en su velo.

Luego de un par de vueltas, la dejo de nuevo en el suelo. Acomodo su velo con cuidado y algunos cabellos que se iban sobre su rostro enrojecido. Olivia lo vio con el ceño fruncido, e inflando una mejilla.

Y Marius la encontró más encantadora que nunca.

—Eres hermosa —murmuró, y le dio un beso en la frente.

Olivia se derritió. O al menos esa era la palabra que usaba cada vez que le decía eso. Ya no era un secreto que debía murmurar, y se lo decía hasta cuándo recién despertaba, sin embargo, siempre la tomaba por sorpresa, y le robaba la sonrisa más ingenua de todas.

—Lo dices porque soy tu flamante esposa —sonrió y le mostró el anillo.

Marius tomo su mano y la beso.

—Lo digo porque te amo —respondió.

Lo abrazó y se apoyó contra su pecho. Sonriendo al oír el calmó latido de su corazón. No existía un momento en su vida, donde aquel sonido no fuera el más reconfortante. Le daba paz.

—También te amo —murmuró.

Y en su mente se dibuja la sonrisa que este daba ante sus palabras.

Él se apartó y tomo su mano para hacerla girar, y otra vez de frente la tomo de la cintura. Ella cerró los ojos, y se movió al mismo compás. Sin música, ni interrupciones de ningún tipo, sin creer que eso podía ser de mala suerte o lo que sea, bailaron en silencio.

—Ya deberíamos irnos —murmuró Olivia—. Te doy permiso para que te robes a la novia.

Marius le hizo girar una vez más, y la arrimo aún más contra él. Aquella sola oración era extraña viniendo de ella. Era una sorpresa que quisiera huir dejando a todos, y eso le hacía amarla un poco más.

—No me tientes —murmuró—, sé que lo dices en serio.

Olivia paso los brazos sobre sus hombros y frunció el rostro sacándole una risa a Marius.

—No puede ser, lo digo en serio —chillo—. Me contagiaste la irresponsabilidad.

—¿Qué? ¿Yo irresponsable? — exclamó.

Entre las risas y la falta de una respuesta, Marius la tomo de la mejilla con la intensión de besarla. Pero alguien más entró al cuarto.

—Es hora — canturreo una muchacha—. Ya sepárense

—Ay no, que recién nos casamos —dijo Marius.

—Si, un divorcio ahora nos costaría más que la boda —dijo Olivia—. Hola Jen.

La joven de ojos claros los vio a ambos y negó antes sus comentarios tan extraños.

—Ah, sí que son tal para cual —bufo—. En fin, dame todo.

Olivia la vio con confusión.

—¿Qué? —pregunto.

—Esta en el acuerdo que me obligaste a firmar.

La bruja sin salir de la confusión vio a su recién esposo, y este corrió la vista de inmediato. Estaba segura que no había firmado nada, o al menos así recordaba.

—¿De qué hablas? —pregunto y comenzó a sonar irritada.

Por suerte para los otros dos, Clara llegó junto con Zoe. Y le refrescaron la memoria.

—¿De verdad hice eso? —pregunto consternada.

—Amor, nena, la mujer que más brilla en la tierra, la criatura más exquisita y bella . . . —Marius tomo sus manos.

—Ay, no ya van a empezar. —murmuro Jess.

Zoe le dio un leve codazo, sin embargo, río por el comentario.

—Traté de detenerte, pero lo hiciste cuando no estuve. —continuo Marius.

Olivia bufó, y vestigios de esa noche la azotaron de un momento a otro.

—Ya, está bien —soltó sus manos para abrazarlo—. Ahora lo recuerdo, y es por eso que no voy a beber más que unas copas.

—Yo me encargo de eso —dijo Zoe—. Mientras disfruta de tu boda ¿No es que estaban ansiosos por este día?

Aunque sentía pena por la decisión que tomo un mes atrás, no pudo evitar sentirse eufórica.

La ceremonia fue hermosa.

Su vestido era tal y como lo había imaginado.

Se casó con su mejor amigo, y todos esos anillos, sobre todo el más importante en su dedo anular, eran un símbolo del mutuo amor que se tenían.

Ahora solo le quedaba disfruta la fiesta, y tratar de no comerse las uñas por la próxima luna de miel.

—Cásate conmigo.

—Si, me caso contigo.

Ahora que veía con atención el anillo, de plata y con una piedra azul, en el dedo, no podía dejar de pensar en las historias de este. Y fue cuándo se dio cuenta que ese momento de su vida se podía comparar con tranquilidad con otro momento en su vida.

Y le molestaba. Odiaba tener un punto de comparación en ese aspecto de su vida, no ser una hoja en blanco.

—Las personas deberían casarse solo una vez en la vida —murmuro.

Luego recordó que existían personas como su madre, y se enojó por seguir arrastrando un pensamiento como ese en pleno siglo XIX

—Aun es muy temprano para esto —protesto tan bajo como pudo.

Pero cualquier enojo se disipó al oírlo. Venía cantado, alegre, y brillante como el suave sol que se colaba por las cortinas finas del cuarto.

Y la sonrisa que nacía de tan solo pensarlo se dibujó en su rostro. Y Marius, en la entrada, se detuvo a contemplar cómo es que Olivia no hacía más que brillar. Lo hacía aun usando una remera de él, o el cabello recogido en un penoso rodete que se iba desarmando. Lo hacía con apenas un rato de luz de la mañana. La penumbra se disipaba a su alrededor.

Y él no hizo más que suspirar. Más enamorado que el día anterior.

—Buenos días —saludo, y se acercó a ella.

Dejo una charola con el desayuno a un costado en la cama, y la saludó con un beso en la frente.

—Te escuché quejarte —dijo.

—Sino me he quejado en voz alta —exclamo, y vio a su novio quien tenía una expresión burlona—. Qué tramposo eres, Dubois.

—Bueno, era eso o señaló eso que veo justo en este momento.

—¿Qué ves? —pregunto con clara curiosidad.

Él puso un dedo entre las cejas de Olivia, y está vio tratando de comprender que señalaba.

—Cuando frunces el ceño se hace una pequeña marca, justo ahí —dijo, y dio una sonrisa—. Solo aparece cuando algo te disgusta.

Y fue en ese preciso instante que Olivia se dio cuenta que no existía ningún punto de comparación. Qué lo vivido hacía un siglo estaba lejos, no se acercaba en nada, a lo que era su presente ahora.

Marius no tenía comparación. Porque era cálido, y esa calidez, le contagiaba y hacía sacar lo mejor de sí. Y aun habiendo malos momentos, Olivia estaba segura que se superaría.

Ella aclaro la garganta, y tomo la taza de té.

—Lo admito, eres buen observador —sonrió.

—Bueno, cuando algo me gusta mucho no le puedo quitar los ojos de encima. —dijo, y le guiño un ojo.

Eran tres o quizás cuatro años de noviazgo, y él seguía haciendo eso. Le provocaba las sonrisas más ingenuas, y sentía que flotaba por los aires. Y se quedaba sin respuesta ingeniosas.

—¿De dónde sacaste este té? Huele horrible —pregunto tratando de aminorar el rojo de sus mejillas—. Oh, no digas nada si vas a decir algo sobre el té.

Entre risas, y charlas que no llevaban a ningún lado, Olivia supo que nada de eso comparaba con su pasado.

Jess se marchó en cuanto tuvo los papeles de la organización, y comunicador de oído. Detrás de ella fue Zoe, y Clara salió al último.

Olivia se quedó unos minutos más, en silencio, junto con Marius. Ninguno decía nada, y disfrutaban del silencio del otro. No hacían más que ver sus manos, esas que tenían los anillos que decían que todo eso era cierto.

—Bien, saldré —anuncio Olivia.

—¿Lo dices para que te detenga? —pregunto Marius.

Y ella se detuvo a verlo en detalle. Otra vez, para ver si descubría algo nuevo. No, no descubrió nada nuevo, pero si lo halló más atractivo que en otras ocasiones. E iba allá de una atracción física. Quizás era la emoción de que recién se casaban, pero no quería apartarse de su lado. Verlo, con esa sonrisa llena de paz, y su mirada tan cálida, le llenaba el pecho de cientos de emociones.

Y lo reducía a un suspiro. Lleno de amor.

—Lo digo para que no me pierdas de vista —sonrió, tratando de supera la abrumadora sensación de amarlo.

—Bueno, tienes suertes, nunca podría perderte de vista —dijo.

Y cuando estuvo a punto de besarla, llego Clara, y se llevó a la novia.

Ahora que estaba sola, esperando a Marius, se detuvo pensar un poco todo. Llegó a la conclusión de que nada de lo que estaban viviendo en ese momento, lo imagino antes.

—Oh, vaya —se dijo a sí misma.

Olivia pensó en lo que le supo decir a su terapeuta. Debía imaginar lo que pasaría para saber cómo se sentiría. Ahora que se encontraba ahí, feliz y sintiendo plenitud, concluyó que antes, hacía mucho tiempo, nunca llegaría a estarlo. Había pasado por una boda que nunca fue, por amores que sacaron lo peor de ella, o que solo se dedicaron a romper su corazón.

Una y otra vez.

Ahora se alegraba, aún más, al caer en cuenta, que había superado ese miedo, y que viva ese momento inimaginado. Que el miedo que supo vivir, era un recordatorio de lo que no quería volver a repetir, y que la persona que tenía a su lado, era quien le hacía recordar que no volvería a pasar.

Nunca más un corazón roto.

—Mi cabeza —suspiro.

—¿Qué ocurre con tu cabeza? —pregunto Marius, llegando por detrás. La abrazó por la espalda, envolviendo su cintura, y respirando su perfume—. ¿Viste? Aún no te perdí de vista.

Ella sonrió. Claro que no la prefería de vista.

—No paro de pensar en todo esto —respondió—De lo feliz que soy, y lo poco que lo he imaginado.

—¿No lo has le pensado antes?

—Es que luego de ...—hizo una pausa, y espero que el supiera de que hablaba—. Pensé que nosotros no volveríamos más. Ya sabes, la gente tiende a dejarme cuando se complica, o yo lo hago.

Tomo aire, y lo largo lento. Quería llorar por los viejos recuerdos, por los nuevos y emocionantes que se hacían en ese momento. Aun así, no dejaba de sentir esa opresión en su pecho.

—Me rompí, de algún modo, y otra vez me sentí incapaz —dijo con voz temblorosa—. Solo pude imaginar oscuridad, y soledad.

Pudo sentir como el abrazo se hacía más intenso, y que una conversación como esa no debía darse justo en ese momento. Así que giro sobre sus talones, y tomo con cuidado las mejillas de Marius.

Estaba sereno, pese a lo que ella decía.

—Gracias por no rendirte —murmuro—. Es importante para mí que no lo hayas hecho cuando más silencio guardé.

Sonrió, y él también lo hizo. Entonces pensó que esa sonrisa era la causante de que ahora estuviera ahí. —Esa maldita sonrisa —pensó—. Esa hermosa sonrisa.

—Y que hayas adoptado a Christopher, para darle un poco más de color a todo —añadió.

—No me he rendido, porque sé que tú tampoco lo harías —dijo con suavidad—Porque si me caigo, me ayudaras a ponerme de pie, y haría lo mismo por ti. Y de ser necesario, te llevaría en brazos.

—No sé cómo podría hacer eso yo, pero si encuentro la forma, también lo haría —murmuro con voz temblorosa.

Sonrieron a la par, y después de tantas interrupciones, al fin pudieron darse ese beso tan deseado. Tan dulce, tan cálido, tan apasionado. Y cuando las puertas del salón de abrieron, los invitados aplaudieron aquel beso.

La fiesta se dio tan bien como lo habían planeado. Llena de brillo y alegría. Habían elegido una temática brillante para eso, y fue de gran agradó para todos.

La amistad forzada entre Ámbar y Jackson se terminó por romper a la hora del cotillón. Ambos querían lo mismo, pero ninguno quería ver al otro usando lo mismo.

Circe y Peggy demostraron su talento vocal en el karaoke. Y que las fotos con su gran mayoría de edad, eran su fuerte. John termino por clasificarlas como modelos por excelencia.

Baltimore bailo con Lucero, y Olivia juro que se enamoró de aquella imagen. Y que le dieron muchas ganas de llorar. Cómo todo en esa noche. No había nada que no hiciera emocionarla hasta las lágrimas. Desde el primer plato de comida. Cortar el pastel, el brindis colorido. Qué Zoe le haya dicho que los únicos que no querían admitir su amor eran ellos dos.

—El amor puede ser ciego, y tonto —dijo alzando una copa—, pero también el bueno, más cuando viene de ellos.

Sonrió enamorada cuando bailo por segunda vez con Marius. Y el mundo se detuvo a su alrededor, solo eran ellos dos, y muchas palabras de amor susurradas, en muchos idiomas diferentes.

Entonces Arabella seco las lágrimas de Hisirdoux, y lo abrazó con fuerza.

—Eres una gran persona, el mejor papá que a esa niña le pudo haber tocado —murmuro.

Porque si la hija de su esposo reía, él lo hacía, si lloraba también lo hacía. Se alegraba de saber que, si Olivia estaba feliz y dichosa, Hisirdoux entonces también lo sería.

Entonces cuando el deseo por ser ellos dos no dejaba de crecer, y no existía rincón alguno para encontrar un minuto para contemplarse, y el pequeño mundo de personas que era esa fiesta, ya no los necesito más, se marcharon.

Olivia lanzo el ramo, y a partir de ese momento comenzaron a vivir otra vida juntos.

Despertó. No por la claridad que entraba por la ventana cubierta con una cortina clara. La razón tampoco era que a su lado no había más que un espacio tibio, y nadie envolvía su cintura con abrazó, ni llenaba de besos la espalda para hacerla reír.

Despertó porque a sus oídos llegaba alguna canción en francés, entonada con gran alegría. E impulsada por la fascinación de oírlo cantar, salió de la cama. Se cubrió con las sábanas, y salió apurada hasta la cocina. No sé calzo, y el frío suelo le hacía ir en puntas de pies, dando brincos por la emoción y el mismo choque de temperaturas.

Al llegar, no corrió hasta él, se quedó observando desde el marco de la puerta. También estaba envuelto con una sábana, y veía con concentración la cocina. Algo que ambos habían aprendido a dominar a duras penas. El cabello rizado lo traía suelto, y no dejaba de sonreír.

Era claro que se había dado cuenta de su presencia.

—Todos los días debería pasar algo emocionante para tener que oírte cantar en la mañana siguiente —dijo Olivia.

—O, me puedes pedir que lo haga, y lo hago.

Ella negó con una sonrisa que iluminaba su rostro. Se acercó, y lo abrazo por la espalda, sintiendo calma una vez más.

—No, mejor que sea en los momentos especiales —murmuro.

—Bueno, si lo dices así, dormir contigo todas las noches, y despertar a tu lado cada día, es un buen motivo para cantar. Pienso yo.

Olivia sonrió, y dejo un beso en la espalda.

—Pienso lo mismo —murmuro—Y eso me hace muy feliz.

Marius giro en sus brazos, y alzó su rostro para verla a los ojos. Brillaban, y supo que nunca estuvo maldito, y eso le hacía feliz.

El tiempo al fin les correspondía.

—Entonces, ¿Ya no tienes el corazón roto? — pregunto.

—No, no desde el momento en que ayudaste a parcharlo —respondió.

★★★

Hola mis cielos ¿Cómo les va?

Hasta el que al fin pude hilar las mil ideas que tenía para esta parte.

Si se quedó fuera eso que dije una vez, pero ¿A quién le importa? A nadie jajajajja

Pero quedó lo lindo, como Circe y Peggy sacándose fotos, y siendo las reinas del karaoke 😎

Los otros días le dije a en un comentario algo sobre corazones rotos, y es capitulo es puro de eso y lo otro también 😭 acá sanamos por el bien de la felicidad de ellos.

En fin, no tengo mucho que decir más que comieron perdices y vivieron felices hasta una parte *supuesto fin de la magia como se la conoce* y luego vuelven a ser felices 😭

Sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro