Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I


Al día siguiente, una serie de golpecitos leves en la puerta la despertaron. Bianca se irguió sobresaltada y saltó de la cama. No sabía qué hora era y le dolía un poco la cabeza, quizá por haber dormido demasiado.

—¿Quién es? —preguntó, en una exclamación.

—Soy yo, Alpha.

Bianca se acercó a la puerta y dando una vuelta de llave, abrió. 

—¿Qué sucede?

­—Son las nueve y media, creí que querrías desayunar algo antes de que empiece el consejo —respondió él. Al mencionarle la palabra desayuno, las tripas de Bianca rugieron protestando, hambrientas.

—Vamos —dijo ella.

—¿No te vas a cambiar de ropa?

—¿Y qué debería ponerme?

—Tienes un montón de vestidos. Las sotanas son para los sacrificios, los escotados para las orgías. Ponte el clásico, a los Ilmagrentha le gustará.

Bianca asintió con la cabeza, cerró la puerta y le pasó llave. Abrió el armario y eligió un vestido clásico, tal como Alpha le había sugerido. Rodeó la cama para comenzar a vestirse, pero la percha se le resbaló de las manos y el vestido se cayó en el suelo de madera. Echando una maldición, Bianca se acuclilló para recogerlo. Al hacerlo, se dio cuenta de que bajo la ostentosa cama había una valija, o un cofre, no sabía definirlo con exactitud. Sin duda, la noche anterior no había revisado bien el cuarto, se dijo mentalmente.

Dejó la percha con el vestido encima de la cama, y estirándose, tomó por el asa la valija, arrastrándola hacia ella. Le quitó los seguros de la tapa y la abrió. Ante ella vio al menos ocho compartimientos acanalados, repletos de monedas. El mismo estilo de moneda que Alpha le había dado antes de llegar, según pudo hacer memoria.

Volvió a cerrarla y la dejó bajo la cama nuevamente. Eso le daba muchísimas ideas, quizá en algún momento podría hacer una rápida escapada a la armería del castillo, y adquirir algunas cosas que podrían serle de utilidad más adelante, se dijo. Eso si no se perdía por el camino, claro está. Podría pedirle ayuda a Alpha, pero aún no confiaba en él, y no podría arriesgarse a que su idea de permanecer armada dentro del castillo se revelase a alguien más.

Se quitó la ropa y se puso el vestido rápidamente. Aún a pesar de todo, se fijó que aquella pieza de ropa le quedaba como si estuviera pintada en su cuerpo. La fina cintura que se le marcaba, los detalles de tul en las mangas y en el bordado del cuello, le daban un aire de nobleza muy bonito, a sangre real de las más altas esferas.

En cuanto estuvo lista, abrió la puerta y Alpha la miró un instante.

—Te queda mejor a ti de lo que le quedaba a Constanze —le comentó.

—No me interesa saberlo, así que limitémonos a desayunar —dijo ella.

Ambos caminaron por el pasillo hacia el final. Subieron dos escaleras y atravesaron un puente colgante de madera que atravesaba un jardín ornamental. Al llegar al siguiente torreón, bajaron por tres escaleras más y luego de un pasillo, ya estaban dentro del enorme comedor. Había varias mesas servidas con diferentes mermeladas, frutas, panes de ajo, granolas, huevos y carne. Al menos unas trescientas personas, entre hombres y mujeres, estaban allí conversando entre ellos, mientras comían. Ambos se acercaron a una de las mesas que más al fondo estaba, y tomaron asiento. Bianca tomó una taza y se sirvió café de una gran jarra humeante.

—¿Qué creé que me pregunten? —susurró ella de repente, sin mirarlo de forma directa, mientras revolvía su bebida—. ¿Acaso es un interrogatorio?

—No, pero los Ilmagrentha querrán saber que tanto éxito has tenido persiguiendo a la hija de los Connor. Solo permanece tranquila, y piensa bien las cosas antes de hablar.

Bianca se sirvió unas cuantas galletas saladas, y se dedicó a desayunar sin decir nada más. No se había dado cuenta del hambre que tenía hasta ese momento en que dio el primer bocado. Se devoró las galletas que se había servido y estiró el brazo para tomar más de la pequeña canasta que tenía frente a ella. A lo lejos, más miembros de la secta seguían llegando al comedor. Un hombre la miró, con una sonrisa, y se sentó en la mesa que había junto a ella a su izquierda.

—Constanze, que bueno verte de nuevo. Lindo vestido, ¿hoy toca reunión de consejo? —preguntó, mientras se servía café.

—Así es, al mediodía —respondió ella.

—Cuando termines, pásate por mi habitación. Quizá podamos tener un buen momento, echarnos unas copas, ¿qué dices?

—Lo dudo, tengo muchas cosas que hacer.

—¿Cómo cuales, por ejemplo?

Alpha la miró mientras comía, en completo silencio, y aquello hizo poner aún más nerviosa a Bianca. Con la mirada parecía estarle diciendo "¿Ves? Te dije que tenías que pensar dos veces antes de hablar"

—No son de tu importancia ­—respondió ella.

—Anoche estuve pensando que hubiera sido una buena idea visitar tu habitación mientras dormías, pero me arrepentí. Tal vez hoy no me arrepienta, y haga que me comas la verga. ¿Qué te parece?

Bianca se giró en su asiento, y lo miró. Aquel tipo llevaba una sonrisa burlona en su rostro, los ojos azulinos mirándola con obsesiva lascivia, como si ella fuera un objeto. Casi sintió como le miraba el bulto de los pechos, y fue en aquel momento que sintió el odio aflorar a todos los rincones de su mente, pensando que, con toda seguridad, ese malnacido creía que la había dejado sin palabras.

—Ven —dijo, con total seguridad—. Quizás te coma la verga, se me antoje arrancarte las pelotas con los dientes, y usarlas como abono para los gusanos del jardín. ¿Qué te parece eso?

Todos los presentes hicieron un gran "¡Ooooh!" a coro. Aquel hombre borró la sonrisa de su rostro, y de pronto se puso de pie con el puño cerrado.

—¡Perra engreída!

Alpha se puso de pie y también lo miró, interponiéndose delante.

—¡Günter, ha sido suficiente! —exclamó.

Ambos hombres se miraron fijamente, mientras todas las personas del comedor guardaban un pesado silencio. Finalmente, el agresor miró de nuevo a Bianca, y tomó asiento. Por último, Alpha.

—Gracias... —susurró ella.

—Vas a hacer que nos maten a ambos, no sabes lo peligroso que es ese hombre.

—Sin embargo, a usted parece respetarlo —comentó ella.

—Porque soy peor que él —respondió.

Bianca lo miró, asintiendo con la cabeza, y en el resto del desayuno ninguno de los dos volvió a hablar. Al terminar, se levantaron de la mesa y mientras los empleados de limpieza recogían las mesas, Alpha y Bianca se marcharon hacia los patios internos. El castillo resplandecía de elegancia, y el sol de aquella mañana parecía iluminar todo de colores tan alegres y vividos, que parecían contrastar con todo lo que Bianca sentía en aquel momento. Atravesaron una serie de pasillos y salones, y una vez en el patio, tomaron asiento en una banca de madera, al lado de una fuente de peces Koi.

—En unas tres horas tendrás la reunión con el Consejo, ¿recuerdas como tienes que saludar? —le preguntó él.

—Cubrir el tercer ojo, sí.

—¿Qué les dirás?

—Todo lo que sé, todo lo que ocurrió, todo lo mucho que odio a Bianca Connor por haberse escapado luego de matar a Friedrich.

­—Perfecto.

Bianca miró las rosas del jardín, se estiró para acariciar con los dedos el agua de la fuente ahuyentando un par de peces, y se lamentó por no haber tenido un cigarrillo en aquel momento. Por desgracia, el vestido no tenía bolsillos, como era de esperarse.

—Aún sigo sin poder creer que esté aquí, sentada. Nunca me imaginé que iba a dormir en el mismo sitio que alguna vez habitó Luttemberger —dijo, pensativa.

—Él nunca vivió aquí, si te consuela de algo. Su castillo fue demolido luego de su muerte, y con sus piedras se construyeron las catacumbas de Kirchlengern.

—Quiero ir allí cuanto antes, me urge salir de aquí y terminar con todo esto de una maldita vez.

—Lo sé, pero primero debemos pasar las festividades.

—Necesito acabar con todo esto, y sé que usted también. No podré soportar aquí dentro un día más, fingiendo y ocultándome —dijo Bianca, casi suplicando—. Ha visto la mirada de ese hombre, me matará o me violará antes de que podamos irnos.

—No, no te hará nada de eso.

—¿Por qué? ¿Usted se va a apostar en mi puerta día y noche a vigilar si me atacan cuando duermo? —le preguntó, con ironía.

—Si es necesario, sí. Pero él sabe que nuestros cuartos están uno al lado del otro, a la menor señal que grites, me tendrá encima suyo con mi cuerda de piano.

—Como prefiera —respondió Bianca. No tenía ningún sentido continuar discutiendo por lo mismo.

Alpha la miró de reojo y luego sonrió, negando con la cabeza.

—Continuas sin confiar en mi —dijo.

—Jamás confiaré en usted.

—Tengo para perder tanto como tú en todo esto.

—Tal vez.

Bianca se puso de pie, para caminar por el patio. Alpha la dejó hacer, y luego que se hubo distanciado un poco, se levantó de su banca y con las manos a la espalda, caminó con lentitud sin perderla de vista por cualquier problema que surgiese. Bianca asumía que quizá, por mucho que le costase reconocer aquella opción, aquel fuera el punto final de su viaje en la vida. Nunca se imaginó que estuviera planteándose aquellas cuestiones a esas alturas, después de que había matado para sobrevivir. Sin embargo, allí estaba, latente, el miedo a cerrar los ojos por última vez.

¿Qué vería del otro lado? Se preguntó. ¿A sus padres? ¿A Ellis? O tal vez nada. Solamente oscuridad, un mar de infinita quietud eterna por los siglos de los siglos, sin dolor, sin consciencia, sin pensamientos. Meditar en aquella posibilidad le generaba una inquietud casi temerosa, más aún estando dentro de aquel sitio. Sin embargo, ya estaba embarcada a su destino y tendría que continuar, a costa de cualquier precio. Se lo debía a sus padres, se lo debía a Ellis, pero por sobre todas las cosas, se lo debía a sí misma.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro