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9. Mu y Shaka, sala de cuidados intensivos de La Fuente


Aries y Virgo estaban apostados, cada uno, a un lado de Camus, en la cama de la habitación que le habían asignado en el área de cuidados intensivos: una sábana lo cubría de la cintura para abajo y dejaba al descubierto su torso desnudo, con los electrodos del monitor cardiaco adheridos. El aparato mostraba un ritmo constante y estable, aunque ese no era un indicador de que el joven fuera a despertar pronto. En la coronilla llevaba una gasa, como recordatorio de la herida sufrida mientras subía las Doce Casas. Por debajo de la sábana salían sondas cuyas bolsas permanecían colgadas y ocultas a un lado del lecho. Tal como lo había dicho el médico de guardia, estaba intubado como parte del proceso de reanimación y previendo una posible recaída.

―Lo mejor es que entres tú, Shaka. El año pasado ya viste lo que lo perturba, y aunque nos lo has descrito, tú lo reconocerás mejor que yo. Por favor, entra y revisa sus recuerdos. Se enfadará horrores si sabe que estuvimos los dos hurgando en su cerebro...

―No seas cobarde, Mu. Entre los dos podemos terminar este proceso más rápido.

―¡No es cobardía! Bueno... un poco... es que... me da pudor meterme en la cabeza de Camus: la tiene llena de imágenes de Milo, ¡no quiero eso en mi propia mente, por la diosa!

―¿No tienes ni un poco de curiosidad? ―preguntó con fingida neutralidad Shaka, mientras una casi inexistente sonrisa se le dibujaba en el rostro. Mu lo miró furibundo. ―Ya, está bien; sé que no quieres husmear en las intimidades de nuestros hermanos, pero... es necesario, ¿lo entiendes? ¡Se nos va a morir! ¡Y al menos debemos saber a quién buscar para sacarle los ojos por ello!

Mu suspiró, derrotado. Tomó una mano de Camus y la acarició dulcemente.

―Por ti, Camus. Siempre has sido tan amable y justo... mereces una vida plena y feliz. Y nuestras propias vidas se empobrecerán si dejas de estar en ellas. Por favor, lucha un poco más, ¿quieres? Y no nos congeles el trasero cuando despiertes.

―Porque queremos que despierte es que haremos esto, Mu. Deja de preocuparte. Si entras con dudas, no encontrarás nada. Al menos, nada útil.

―Ya. Tienes razón. Como siempre. Sabelotodo.

―Ah, vamos. El león cree que todos son de su condición...

―¿El león? ¿En serio?

―El carnero, pues...

Ambos tomaron las manos de Camus: Shaka, además, tocó con su mano derecha la frente del pelirrojo, y Mu, la sien. Cerraron los ojos y buscaron la mente, la presencia de su hermano yaciente. Cuando la encontraron, ambos fruncieron el ceño. Permanecieron así los minutos iniciales, sin que pareciera suceder gran cosa, pero después de un rato, primero Mu y luego Shaka, se pusieron pálidos. Los demás santos, que observaban los acontecimientos a través de la gran pared de cristal que aislaba al paciente, notaron el cambio de situación, y Milo y Kanon, sin ponerse de acuerdo, entraron cuando vieron a sus compañeros tambalearse. Shion, que vigilaba a una distancia ligeramente mayor, se materializó al lado de Aries y lo sostuvo antes de que éste cayera al suelo, y de esa manera impidió que se cortara su contacto con Camus: en cuanto tocó a Mu, su rostro se ensombreció. Shaka alcanzó a derrumbarse a medias, pero Kanon lo atajó en su caída. Milo los miró alarmado.

―¿Qué está pasando?

―Camus tiene recuerdos muy malos, Milo. No querrás saber qué tanto.

―¿De qué? ¿De la bruja que lo persigue?

―Sí... Ojalá fuera una bruja. Es peor que eso...

―¿Y por qué no nos ha contado nada, por qué no me ha contado nada?

―Porque no lo recuerda. Tiene las memorias sepultadas en el rincón más oscuro de su mente, con la esperanza de no tener que traerlas de vuelta jamás. Aún así, no lo dejan vivir tranquilo, ¿entiendes? Por eso volvió del entrenamiento tan distante, tan diferente... Por favor, déjame regresar. Mu está enfrentando el dolor de Camus por su propia cuenta. Nadie debería soportar eso solo.

Milo asintió y permitió que Shaka volviera a unir sus manos a Camus, cuyo pálido rostro había adquirido una expresión desolada. Sus manos buscaron por cuenta propia tocar el cuerpo de Keltos: se aferró a uno de sus pies, intentando consolar de esa manera a su amor.

―Anda, mon coeur, chouchou; coopera. Que esto sea rápido e indoloro, para ti y nuestros hermanos. Ya deja de guardarte las penas, sólo te alejan de quienes te amamos. Te alejan de mí...

Unos segundos después, Camus abrió los ojos de golpe, desmesurados e impregnados de un miedo y un dolor tan agobiantes que Milo se espantó. Intentó incorporarse, con Shaka y Mu aferrados todavía a él, y al no conseguirlo, empezó a manotear desesperado, intentando sacarse a sus hermanos de encima y de arrancarse el respirador cuando sintió que le obstruía la tráquea. El monitor mostró que su ritmo cardiaco se alteró de manera violenta y alertó peligro de fibrilación.

―¡No, Camus, cálmate! ―gritó autoritario Mu mientras le tomaba las manos para evitar que se hiciera daño.

―¡Basta, Acuario! ¡Vas a matarte! ¿No te das cuenta? ¡Detente!

―¡Médico! ―gritó Milo con voz estentórea al tiempo que ejercía presión en los hombros de Keltos para mantenerlo pegado a la cama.

Médicos y enfermeras entraron corriendo, ante la mirada incrédula de los santos y de Saori. Uno de ellos inyectó con prisas el contenido de una jeringa en el brazo de Camus, que luego de unos segundos más de forcejeo, empezó a quedarse inmóvil e inexpresivo. Cerró los ojos, aunque los mantuvo ligeramente abiertos. Shaka y Mu, exhaustos, miraron a su hermano con dolor. Mu le tomó un hombro a Milo y lo apartó de Camus.

Los tres, seguidos de Shion, cuyo rostro se mostraba hermético, salieron de la sala. Mu se detuvo ante Athena.

―Haz que vengan el psiquiatra y el psicólogo de Camus. Después de esto los va a necesitar.

―¿Por qué? ¿Qué está sucediendo?

―No pretendíamos que sucediera así, pero desbloqueamos los recuerdos de Camus. Ahora ese horror habita de manera consciente en su cabeza. Será una pesadilla. Lo siento, Milo; no era nuestra intención que tuviera que lidiar con esto...

―¿A qué te refieres con horror? ¿Qué le pasó? ¿Qué le hizo esa perra? ¿Quién es? ¡Quiero saber! ¿Qué le hizo, qué le hizo?

―Es complicado y confuso, Milo; era un niño...

―Por los dioses... ―Milo se apartó de ellos respirando entrecortado, con el rostro largo de espanto y mesándose los cabellos. ―La maldita desgraciada abusó de él... ¿Es eso, cierto? ¡La malnacida lo violó, le puso la mano encima, osó tocarlo...! ¡La mataré! ¿Cómo se ha atrevido?

―No, Milo, no. Camus no sufrió abuso sexual, cálmate... ―le dijo Shaka mientras le estrujaba los hombros y lo obligaba a mirarlo a la cara. ―Lo que sufrió lo afectó mucho, pero no fue una agresión sexual... no llegó a serlo...

―No parece que sea así. Pero la verdad es que no podemos descartarlo. ―intervino Shion con mirada y tono tan lúgubres que dejaron a Milo aún más inquieto. El Patriarca dirigió la vista hacia Athena y dijo con una seriedad abrumadora. ―Tienes que reescribir tu carta entera. Tienes que informar a Hilda que Camus fue atacado en su infancia por una deidad del Norte, y que desde entonces le agobia la existencia. Tienes que decirle que ese encuentro transformó a Acuario en un ser triste y solitario, al borde continuo del suicidio, voluntariamente aislado al percibirse como un peligro para todos, incapaz de establecer lazos afectivos sanos. Tienes que pedir que la alianza que une a Santuario y Asgard se haga válida, so pena de entrar en estado de guerra abierto. Debes exigir que Asgard haga lo necesario para finiquitar la persecución que sufre tu Santo de Acuario.

―¿Qué? ¿De qué demonios me hablas, Shion? ―preguntó la joven diosa sorprendida.

―Camus no mató a Sinmone, Dama. Pero él se ha hecho creer a sí mismo que lo hizo. Se sentía... se siente culpable. Una diosa... una diosa se fijó en él cuando estuvo de visita en Asgard... deseó quedárselo, poseerlo... porque vio en él un atisbo de su propia naturaleza. La niña, Sinmone, lo impidió, no permitió que se lo llevara... y ella la mató...

Athena guardó un silencio profundo y cauto, meditando en las palabras de su pontífice. Todos los santos a su alrededor, especialmente los que habían asistido a Acuario, se mostraban sorprendidos e inmóviles, procesando la información recién recibida. Afrodita suspiró agobiado, con la preocupación pintada en el grácil rostro.

―¿La Dama del Invierno se fijó en Camus? ―preguntó con suavidad. Shura frunció el ceño y estrechó los hombros de su amigo. ―¿Es por eso que... que el invierno está enojado, porque no ha obtenido a Camus? Por eso... por eso se comportaba con crueldad...

―¿De qué Dama del Invierno hablas, Afro?

―De Skade. De la Reina del Invierno. ―respondió Saori con voz monocorde. ―Los mismos dioses de Asgard le temen. ―La muchacha tomó asiento y apoyó su mentón sobre la palma de su mano derecha, pensativa. ―En las edades antiguas, Odín y Loki se unieron para aplacarla luego de haberla ofendido. Todos los Ases, en realidad. ¡Qué situación tan horrible! ¿Qué oportunidad tenía Camus contra una diosa a la que sus mismos hermanos del Norte temen? ¡Ha tenido esta batalla perdida desde el inicio!

―Quiero saberlo todo, ¡todo! ―exigió Milo. ―Por favor, Kyría. Tienes que explicarme todo. Necesito saber qué le ha pasado. ¿Qué es eso de que no fue él quien mató a Sinmone? ¿Por qué entonces Surt lo culpó? ¿Por qué Camus aceptó esa culpa sobre sí? Quiero entender... quiero ayudarlo... ¡y quiero ir a partirle el alma a esa desgraciada, a esa degenerada que lleva años regodeándose en el dolor de mi Keltos!

―Milo... realmente no sabemos mucho... sólo lo que hemos podido avizorar en la mente de Camus. ―le respondió Mu con tristeza. ―El por qué Surt lo culpó o por qué esa... mujer se ha ensañado en Camus... eso no lo sabemos. Tendríamos que averiguarlo. Lo que sí conocemos es el estrago que estos hechos hicieron en el carácter y la personalidad de nuestro hermano. Pudo haber sido una persona distinta, más abierta y confiada. Ahora resulta que siempre ha estado a la defensiva, que siempre se ha considerado a sí mismo un peligro, y que si nos mantiene a todos alejados es porque teme provocarnos algún daño. Tendríamos qué preguntarle por qué cree eso.

Milo se acongojó y tomó asiento en una de las sillas de la sala de espera. Un mundo de incertidumbres se abrió para él y sus acompañantes. Saori dirigió una mirada larga al escorpión y se acercó a él, para tomar asiento a su lado. Le tomó las manos.

―Iré a mi templo a redactar de nuevo mi carta. Y me acompañarás a entregarla en persona a Hilda. A menos que prefieras quedarte con Camus y cuidar de él, en cuyo caso lo comprendo a la perfección y pediré la compañía de Shaka o Mu.

―Quiero ir contigo. Y creo que Shaka y Mu deberían acompañarnos, para explicar a dama Hilda lo que han visto en la mente de Keltos. ―Escorpio la miró dubitativo un momento y continuó. ―Nada desearía más que quedarme a guardar la recuperación de mon coeur, pero necesito saber por mí mismo qué pasó. Surt puede dar algo de luz sobre ello. Quiero que me explique qué fue lo que vio y qué le hizo pensar que Camus había matado a su hermana.

―Bien. Entonces no hay mucho más qué decir. Iré a mi templo a preparar la carta. Y partiremos en una delegación diplomática. Descansa lo que puedas. Y lo mismo va para Shaka y Mu. Los tres serán mis custodios.

―Sí, Kyría


____


Aclaraciones

Hace un minuto que es lunes acá en México. Va la primera actualización de la semana, la segunda será hacia el miércoles o jueves. Ya estoy finalizando la redacción del epílogo, así que, si todo sale como espero, ya solo estaré corrigiendo antes de publicar.

Skade es la mujer a la que el subconsciente de Camus lleva y trae de cuando en cuando y es también la responsable de su estado actual. En la mitología escandinava es una Jotun, en decir, una gigante del hielo. Efectivamente, tiene un encontronazo fuerte con los Ases, porque éstos se toparon con el padre de la diosa, se hicieron de palabras, y acabaron matándolo. La dama se puso loca furiosa, y Odín y Loki se cagaron en los pantalones de miedo, porque la chica era de temer, y se unieron para buscar la manera de apaciguarla. Consiguieron tranquilizarla, pero no dejarla satisfecha con las retribuciones que recibió. Me estoy pescando de esta parte del mito para que a la señora se le antojara quedarse con Camus niño, como compensación por sus pérdidas del pasado.

Skade es un personaje muy interesante: algunas fuentes establecen que de su nombre se ha derivado el de Escandinavia y Escania, de modo que los escandinavos serían algo así como sus hijos. En las Eddas la muestran como una dama hermosa y poderosísima, bella y terrible, temible en su ira y amable en su alegría. Es también la inspiración de La reina de las nieves, de Andersen, y por supuesto de la Elsa de Frozen. En ambos casos se muestran versiones muy ligeras del personaje mitológico.

Y bueno, por supuesto que Camus tendrá su encuentro con la señora, que en esta historia no es en absoluto buena onda. Pero bueno, él tampoco lo es cuando se lo propone.

El crédito del fantástico fanart de este capítulo es para su autor o autora (¿verdad que es la onda?), que se pasó de talentos@ con Shaka y Mu, que se ven todos chulos.

Gracias por el tiempo que se toman en leer esta locura (en serio que sí, gracias) así como por los comentarios y votos que dejan. El amor va de vuelta, bandita: es la onda leer sus comentarios cuando me quiero arrancar los cabellos de hastío luego de un día de trabajo que con frecuencia resulta aburrido o excesivo. En fin: que su lunes sea la onda y su semana bien chida.  Abrazo.   

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