8. Tres camas, diversos lugares del mundo
Advertencia: Contenido adulto
―¡Ahhhhh! ¡Brusco!
―¿Brusco bueno o brusco malo? ―preguntó Aiolos mientras embestía a Saga con firmeza. Se inclinó un poco para morderle el lóbulo de la oreja, a lo que el Santo de Géminis respondió con un leve gemido.
―Solo brusco...
―¿Me detengo?
―Te detienes y te mato, imbécil.
Aiolos soltó una risa cristalina y pícara, y continuó moviéndose en el interior de Saga, quien se arqueaba con fruición cada vez que el arquero atinaba a su próstata.
―Te estás... te estás desquitando...
Aiolos se detuvo un momento, sonriente. Acercó sus labios a los de Géminis y lo besó suavemente, descendiendo después del mentón al cuello. Saga suspiró complacido, y ronroneó como respuesta a las caricias de su acompañante. Aiolos mordisqueó la clavícula de Saga, le masajeó los pectorales, le acarició el muslo derecho y luego subió la pantorrilla a su hombro izquierdo. Tomó impulso y embistió con fuerza el trasero de su amante, quien gimió de placer.
―¿Crees... crees que esto es un desquite? ¿No implica eso... que me lo pasé mal? Sólo trato de hacerte sentir el placer que me entregaste hace un rato. Ya sabes, ser... ser... recíproco... ¡ahhhh, por la diosa! ¡Cabrón maldito, pero qué delicioso eres!
Saga, estimulado en un punto sensible, gemía sin control y tenía el cuerpo convulso ante la inminencia de su orgasmo. De pronto lo sintió llegar, inexorable: el hormigueo eléctrico recorriéndole la piel, el semen tibio cayéndole en el abdomen, las contracciones en su recto haciendo perder la cabeza a su amante, el gemido ronco y profundo de éste, y luego su peso desplomándose sobre su pecho. Ambos respiraban agitados, y mientras trataban de recuperar el aliento, Aiolos se retiró para luego recostarse a un lado. Sintió cómo lo ceñía con los brazos y juntaba su frente con la suya. Lo besaba con gentileza y profusión. Sagitario jamás le había dicho que lo amaba, pero se lo demostraba con acciones.
―¿Yo, delicioso? ¿Te has visto en un espejo, nerd cabrón? ¡Imagina lo que yo tengo qué decir de ti! ¡Pareces un maldito modelo, un jugador de futbol americano! ¿Cómo puedes ser tan guapo y atlético, y venir de dar una conferencia sobre supernovas? ¡Es obsceno! ¡Hubieras visto las miradas que te echaba el auditorio completo, hasta tus maestros! ¡Date la vuelta, cerebrito! ¡Ahora yo te montaré y te hablaré de delicias!
―Eso suena tentador... pero ya me cansé. Y tú también, aunque te hagas el valiente y propongas una tercera ronda. Vamos a dormir... te abrazaré toda la noche, y toda la noche sentirás mi verga tentándote el culo... Mañana, antes de volver a casa, te permitiré darme una revolcada digna de un expsicópata instigador de una guerra civil. ¿Qué te parece?
Saga soltó una carcajada alegre, coreada por el arquero, que no dejaba de besarlo. Bostezó, agotado. Dio la razón a Aiolos, y también la espalda, permitiendo que sus brazos lo estrecharan. Tal como Sagitario lo explicó, sintió sus atributos rozarle el trasero. ¡Ah, sería una larga noche!
Aiolos, por su parte, abrazó a su compañero con ternura y le besó los hombros. Hubiera querido decirle al oído, como si de algo confidencial se tratase, lo mucho que lo amaba. Pero el otro se ponía rígido cuando sentía que esa confesión se aproximaba. Aún le causaba conflictos el pasado, aún le provocaban remordimientos las malas acciones ejecutadas, así que le respetaba su espacio y su tiempo, a la espera del momento en que hablar de sus emociones se convirtiera en una ocasión de felicidad y no de angustia.
Empezaron a adormecerse. Las respiraciones se les amortiguaron. Saga se apretó un poco más contra Aiolos. Casi se habían entregado al sueño. Y entonces una voz se les deslizó en la mente. Ambos despertaron de golpe y se incorporaron en la cama, azorados. Luego de mirarse uno al otro unos instantes, se levantaron y empezaron a vestirse, apresurados.
―Pediré que nos tengan lista la cuenta y que nos llamen un taxi que nos lleve a Rodorio. Termina de empacar tus cosas, yo ya tengo listas las mías.
―¿Taxi? ¿Bromeas? Baja a pagar y regresa. Llegaremos de inmediato con mi Another Dimension.
―¿Te arriesgarás a usarla fuera de Santuario?
―Kyría está por declarar estado de emergencia. Me importa un comino usar mis técnicas aquí o en mi templo. Quiero estar en casa dentro de cinco minutos, así que apúrate.
Aiolos acudió apresurado al lobby del hotel para pagar la cuenta y regresó. La recepcionista esperó en vano verlos bajar a él y al otro galán con el que compartía habitación. Temiendo un engaño de parte de los jóvenes, ella y un botones subieron para averiguar por qué no habían entregado la llave. La encontraron sobre el escritorio. No había rastro de los ocupantes, y de no haber sido por las sábanas revueltas en la cama, habría jurado que en aquel cuarto no se había hospedado nadie por días.
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Shaka yacía tendido en su cama, en el hotel que era su residencia temporal junto con la delegación Solo. Había pasado una tarde agradable acompañado de Kanon, que no paraba de bromear con Thetis e Isaac, y de Krishna, con quien conversó sobre budismo y ascetismo. Mientras escuchaba los razonamientos de su interlocutor, se tomó la libertad de "hablar" con Mu y enterarse del estado de su hermano, ése que hacía unos años había terminado de unirlos para cuidar de él y no para pelear contra ejércitos enemigos: Shaka lo consideraba responsable de haberlos convertido en una verdadera familia. El antiguo Marina de Crisaor le dedicaba miradas tan profundas que le hicieron pensar que, o tenía intenciones no muy inocentes, o se había dado cuenta de que su mente estaba en otra parte, como ocurría en realidad; sin embargo, la tarde transcurrió tranquila y sin incidentes, por lo que al despedirse sólo tuvo claro que despertaba un interés genuino en el ceilanés.
Tratar de conciliar el sueño se convirtió en una labor ardua: cuando empezaba a quedarse dormido lo asaltaba la sensación de un frío intenso, la de una soledad aplastante y letal, o el sonido de gritos y murmullos ahogados. En algún momento, se hundió en una negrura absoluta y angustiante de la que emergió con la respiración agitada y preguntándose qué demonios le sucedía, por qué tenía esas pesadillas. Se incorporó en la cama y se dirigió al baño: se echó agua fría en la cara y bebió un poco, esperando tranquilizar su ánimo con ello. Trató de meditar y no pudo: su mente se le rebelaba, tomaba vericuetos nimios y exasperantes. Luego volvió a la cama, tomando un libro para pasar el rato: ya le llegaría el sueño una vez que se cansara un poco más.
Tenía unos minutos de haber iniciado la lectura cuando la voz de Mu le llegó clara y apremiante desde la distancia: "Regresen ahora mismo", le dijo, y Shaka se levantó apresurado, así como estaba, para abrir la puerta y buscar a Kanon. Al abrir, se encontró con Julián Solo a punto de llamar a la puerta, con el puño ligeramente levantado para ese fin. Kanon estaba detrás de él con expresión alarmada en el rostro.
―Shaka, tu dama se ha comunicado conmigo. Me dice que hay estado de emergencia en Santuario. Tú y Kanon tienen mi anuencia para retirarse, y aunque ya se lo he dicho, infórmale de mi parte que estamos dispuestos a honrar nuestra alianza y apoyarlos en cuanto ella lo requiera. Kanon ―se dirigió al ex Dragón Marino―, informa a Saori que enviaré a Kraken en cuanto lo ponga sobre aviso.
Luego de eso, Poseidón inclinó la cabeza como despedida y se retiró. Kanon se acercó a Shaka, con su pequeña valija en la mano.
―¿Estás listo? Debemos irnos ya.
―Dame un minuto. Pasa, que no tardaré.
Un minuto después, tal y como lo solicitó Virgo, el vórtice de la Another Dimension se abría en La Fuente, donde ya eran esperados.
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Shura dormitaba en un sillón, en la habitación caldeada por la chimenea. Afrodita, que estaba desarrollando una complicada tesis sobre las especies de plantas y flores silvestres de su Suecia natal para su cada vez más próxima defensa de grado, había solicitado permiso para desplazarse un par de semanas a Escania, donde su familia (ahora extinta) poseía una vieja finca cuyo último heredero era él. Hacía cinco días que Capricornio pasaba las horas leyendo, descansando, disfrutando los cortos días invernales y el calor de Piscis en la cama. Si bien no habían tenido intimidad, había sido grato y reconfortante dormir abrazando a su compañero.
Ese día había resultado particularmente frío. Afrodita había pasado la mayor parte de la jornada en el campo, recogiendo sus observaciones sobre la escasa flora de la estación: había salido abrigado hasta las orejas y, aunque no se quejaba en absoluto del clima, sí había hecho el comentario de que había fríos y fríos, incluso en aquellas latitudes del mundo. "Hoy, el invierno está cabreado", había dicho como al paso, y se había concentrado en tomar notas en su diario de campo y fotografías y pequeños videos de sus muestras. Mientras deambulaba por la campiña, Shura se había encontrado una piedra tallada con caracteres curiosos. Al preguntar a Afrodita al respecto, éste le había respondido con un escueto "runas", como si esa sola palabra bastara para que el español supiera de qué rayos le hablaba. Ya que la explicación de su compañero no le satisfizo, se puso a investigar en Google al respecto.
Y en esa investigación lo había agarrado el sueño. Soñaba con alfabetos rúnicos, lenguas escandinavas y memoriales grabados en piedra cuando el anochecer trajo de vuelta a Afrodita, quien preparó la cena. Luego de un rato, Piscis se detuvo al lado de Shura y le sacudió suavemente el hombro para hacerlo despertar y mostrarle la mesa servida.
―Ah, gracias, Afro. Debiste despertarme para ayudarte.
―No importa. No es como que me haya esforzado. Recalenté la ärtsoppa, aunque sea tan tarde. Espero que no te moleste. También calenté un poco de punsch. ¿Comemos?
Shura se levantó y acompañó a Afrodita en la mesa. Comieron en silencio y con buen apetito. El punsch les resultó particularmente bueno, y más cuando Piscis acercó un plato con kanelbullar. Capricornio, que notaba extraño a su amigo, esperaba con paciencia a que soltara lo que fuera que lo inquietara, pero o no quería hablar o no era plenamente consciente de que algo lo molestaba. Al final, fue Shura el que se decidió a hacer plática.
―¿Qué tal te fue con tus notas?
―Muy bien. Por hoy he terminado. Me gustaría descansar un poco y luego, tal vez, sentarme a leer un rato ante la chimenea. Conseguí un par de tratados sobre la flora de Escania, y quiero revisarlos a profundidad.
―¿Quieres dormir? Échate en la cama, yo ya he dormido demasiado; te cuidaré mientras descansas.
―Qué tierno, cabrita. Gracias por el ofrecimiento. Te tomaré la palabra a medias; échate conmigo, ¿quieres?
Shura se le quedó viendo, buscando el trasfondo sexual en la petición de su amigo, pero no lo halló. Le sonrió apenas y asintió. Se levantó y le ofreció la mano para que a su vez se levantase, y lo acompañó a la cama. Allí, le quitó de encima el suéter que llevaba y lo descalzó. Entonces lo hizo entrar al lecho, se acostó junto a él y los cubrió a ambos con las mantas. Lo envolvió en sus brazos y lo acurrucó con fuerza. Afrodita, que le daba la espalda, se revolvió hasta quedar de frente a él y se le pegó. Así, silencioso y abrazado a su pecho, permaneció largos minutos, pensativo y ausente. Al cabo de un rato, Shura empezó a aspirar el aroma de su cabello y a acariciarlo, mientras besaba su frente. El muchacho sueco suspiró y bajó sus manos, ancladas en la espalda, hacia los glúteos firmes del español. La verdad era que, de seguir así, acabarían follando. No era problema para ninguno de los dos: sin ser propiamente pareja, eran ―por así decirlo― compañeros de juegos, junto a Deathmask. Sin embargo, Shura tenía claro que eso no era lo que en realidad quería Afrodita, así que mantuvo sus caricias con la menor carga erótica posible.
―¿Me dices qué te pasa? Has estado muy raro hoy. ¿Quieres que te folle, eso te ayudaría? Sabes que no tienes más que pedirlo. ¿Te hace falta el cangrejo idiota?
―El cangrejo idiota siempre me hace falta. Y a ti también, no te hagas el tonto. Deberíamos dejarnos de estupideces y mudarnos los tres juntos.
―¿Eso es lo que te molesta, que no vivamos juntos? En cierto modo lo hacemos...
―No. No es eso. Bueno, sí me molesta que no hagamos las cosas oficiales, no es como si los demás no supieran que los tres estamos enredados... digo, es un secreto a voces.
―Te equivocas, no es ningún secreto. ―dijo Shura entre risas discretas. ―Creo que a los demás les extraña que no hablemos abiertamente de ello. ¿Me dices ya qué te preocupa?
―Tengo frío. ―respondió con llaneza Afrodita. Shura se le quedó viendo extrañado un momento y luego le tomó las manos, que empezó a besar con devoción.
―Si tienes frío, yo me encargo de calentarte...
Y acarició los muslos de su compañero, que no opuso resistencia. Shura revolvió un poco las ropas de Afrodita y empezó a repartirle besos en el cuello, los hombros y el pecho, mientras éste se estremecía de manera casi imperceptible, suspiraba suavemente y metía las manos bajo el suéter de Capricornio para acariciarle la espalda y el nacimiento de las nalgas. El español se tomó su tiempo para disfrutar el tacto de Afrodita sobre su piel y entonces le coló las manos en el pantalón, para masturbarlo. Un gemido leve se escapó de los labios sonrosados del santo de las rosas, y Shura, en lugar de escalar el nivel de las caricias, besó la boca entreabierta y susurrante de su amigo, esperando a que expresara lo que le preocupaba.
―¿Entonces...? ¿Me hablarás de lo que te sucede...?
―Hace mucho frío.
Shura sopesó las palabras de Afrodita y guardó silencio. Esperó.
―El invierno... está cabreado. Enojado. Hace demasiado frío...
―Hace el frío de costumbre en estas latitudes, ¿no?
―No. Sí... No, Shura. Te lo dije por la mañana. Hay fríos y fríos. Este es un frío malo. Cala en los huesos y se clava en el alma... Quiero ir a casa...
Shura le besó la nariz y lo miró con suspicacia.
―¿Interrumpirás tu trabajo de investigación, tu tesis, por una... sensación... por una impresión subjetiva?
―Sí. ―susurró Afrodita, pensativo: su mirada vacilante tomó decisión. ―Eso hago. ¿Podemos irnos a casa?
―¿Hablas en serio? ―preguntó el español al tiempo que se incorporaba un poco en la cama para ver bien a su acompañante.
―Sí. Hablo en serio. Vámonos a casa...
―Bueno. Contactaré a la aerolínea y reservaré boletos para antes de que termine la semana.
―No. Vámonos ahora mismo.
―Afro... ponte serio, ¿quieres? Estamos lejos de la ciudad... conseguir los boletos de avión será un poco... complicado...
―Consíguelos con tu teléfono... activa el wifi...
―Pero...
―La conexión de internet es magnífica en mi país. Por favor, busca la página de la aerolínea y consíguenos dos boletos para esta noche. Quiero irme ahora mismo. Nuestras maletas son pequeñas y nos movemos con rapidez. ¿Podemos irnos, por favor...?
Capricornio se había sentado en la cama y descansaba su peso sobre el brazo izquierdo, mirando fijamente a Piscis: las ganas de coger se le habían esfumado por completo y escrutaba a su amigo como queriendo leerle la mente, cosa que, por supuesto, no consiguió.
―Afro, querido, ¿me explicas de una jodida vez qué cosa se está cocinando en tu cabeza? ¿Cuál es la prisa? ¿En serio quieres irte porque hace mucho frío? ¡Por la diosa! ¿Me estás tomando el pelo, cierto? ¡Naciste aquí, en pleno invierno! ¿Qué diablos te importan a ti el frío y la nieve? ¡Es como si Camus se quejara de ello, por favor! ¡Me quieres decir qué carajo está pasando?
Afrodita también se incorporó en la cama y le dirigió una mirada fría y afilada, de esas que dirigía a sus oponentes antes de tundirlos con sus rosas mortales. Luego, como si hablara con un alumno rezagado, dijo:
―No sé qué está pasando, pero algo pasa. Aquí no me siento bien. Y en casa sucede algo que no sé qué sea, pero es malo. ¡Ahora deja de fastidiarme y haz tu maleta! ¡Nos vamos ahora mismo, con o sin reservación! Si tenemos que correr todo el puto camino a Santuario, lo haremos, no es como si no pudiéramos.
Shura quería seguir indagando, tratar de razonar, pero ambos sintieron una presencia repentina afuera de la cabaña. Afrodita se acomodó la ropa con prisa, seguido del español.
―¿Ya ves, cabra cabeza dura? ¡Incluso han venido a buscarnos! ¡Te digo que algo muy nefasto sucede en casa! ¡Cállate de una buena vez y prepara tus cosas, ya!
En el exterior, acercándose a la puerta, venía Kanon, con expresión adusta en el rostro. Se detuvo a unos pasos cuando la puerta se abrió abruptamente y Afrodita salió por ella. Los observó en silencio, a él y a Shura, que se asomó también al quicio, y luego dijo en voz baja:
―Tienen cinco minutos para recoger sus pertenencias y dejar la cabaña en orden. Nos vamos.
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Aclaraciones
Al terminar este día y llegar casi al final de la semana, puedo decir como la abuela de los Croods: ¡Sigo viva! XD
Aquí está el capitulito siguiente, como ofrecí en la madrugada. Mi próxima semana laboral pinta tan tétrica como esta, y haré el intento serio y sincero por actualizar entre lunes y martes.
Las aclaraciones son para la gastronomía sueca:
Ärtsoppa: sopa de guisantes, de chícharos. Hace un tiempo, me di cuenta de que llevaba años preparando Feijoada sin saberlo: en mi país existe un platillo socorridísimo y delicioso llamado frijoles charros, muy, muy popular. Pues con los años yo empecé a hacer los frijoles charros a mi modo y hace relativamente poco tiempo descubrí que en realidad lo que preparo es más parecido a la feijoada que a los frijoles charros. En fin, c'est la vie. Igual me ha pasado con la ärtsoppa: en mi casa nos gustan muchísimo los chícharos o guisantes secos y los hemos ido preparando a nuestro modo, que resulta se parece un montón al platillo sueco. Y tiene una enorme tradición, cuando lo investigué resulta que se sirve los jueves. Eso es lo que Afrodita sirve de cenar a Shura.
Punsch: bebida alcohólica tradicional sueca que se sirve caliente para acompañar la ärtsoppa.
Kanelbullar: deliciosos rollos de canela. La onda lo que acostumbra comer Afrodita, neta que sí XD
El crédito del hermosísimo fanart del bellísimo Afrodita es para su talentosísim@ autor o autora, Akinominori, según creo.
Espero que pasen un fin de semana bien chido. Yo voy por mis cervezas. Deseo que ustedes también.
Gracias por su lectura, comentarios, votos y amor. ¿Ya les dije que el amor tiene vuelta? Pues la tiene: que la vida sea la onda para tod@s ustedes.
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