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6. Las escaleras de las Doce Casas al caer la noche, Santuario


―Me encanta el Theseus. Tenemos que volver pronto. Es más, mañana mismo. ―dijo Milo, animoso.

―Por favor, deja pasar una semana al menos. Deathmask se nos morirá de una congestión alcohólica.

―No tenemos que emborracharnos, podemos simplemente ir a beber retsina y comer spanakópitas. ¿Es mañana tu clase en la plaza, Keltos?

―No, es pasado mañana. Aunque la cancelaré si el frío sigue tan inclemente. Si todo marcha bien, podemos ir a pasar un rato en un par de días.

―Le diré a Kyría que haga construir un salón de usos múltiples para el pueblo. Hace tiempo que quiere hacer algo así, pero no encuentra el modo de no parecer impositiva.

―Estará bien que lo construya, pero no me uses de excusa, hellenoi.

―¿Cuál excusa? ―dijo Milo alegremente, mirando de soslayo a Camus. ―A la gente de Rodorio le gustan tus clases. Es una pena que haya que cancelarlas cuando el clima no está a tono.

―Dohko y Shion podrían mudar allí el taller de carpintería oriental. Ahora mismo usan un local arrendado. Shaka podría abrir sesiones de meditación, y a mí me gustaría ayudarle. ―reflexionó Mu.

―Ya. Y de paso yo hago mis prácticas de terapia psicológica allí, Afro prepara ungüentos personalizados y Shura declara impuestos, ¿no? ¿Y Death, recetará aspirinas?

Ma vaffanculo! ¡Alacrán idiota! ―gritó Deathmask con voz arrastrada por la borrachera. ―¡Soy estudiante, no puedo recetar nada hasta que me gradúe! Stronzo! (1)

―Pues no es mala idea. ―continuó Aldebarán ignorando a Cáncer. ―Ya que sabemos hacer algo más que partir narices, sería agradable compartirlo con nuestros vecinos.

―Siempre hemos hecho algo más que partir narices.

―Sí. Partimos narices, brazos, piernas, edificios, montañas, portales dimensionales...

―Oigan, no es que no los quiera, pero ya dejamos atrás Tauro. ―dijo Milo, suspicaz. ―Se quedarán en Cáncer con Sebastián, ¿verdad?

―Milo, sei un rompipalle. (2)

―Sí, sí; lo que digas, don Cangrejo. ¿Qué me ha llamado, estúpido?

―Más bien imbécil.

―No. Dice que eres un... ¿rompebolas? Un dolor en el trasero. En estos casos Shura te llama gilipollas. Y yo, connard.

―Ah, vaya. Creí que me decía algo peor. Pero bueno, ¿podrían por favor quedarse en Cáncer? Keltos y yo tenemos que...

―¿Follar?

―Eso por descontado, gatito. Tenemos que hablar.

―Ah, seguirás jodiéndolo porque no te había dicho nada de su condición hasta ahora.

―¡Ash, que no! Pero quiero que hablemos. Bien. En serio. Extensamente. Y luego coger.

―No piensas en otra cosa.

―Qué curioso, justo eso es lo que dice Camus. Aunque no me parece que sea queja. Y no es por meterme, pero ¿qué no estás en las mismas con la Santa del Águila?

―Eso no te importa, metiche cabrón.

―Hacen bonita pareja, Aiolia. Y se llevan muy bien. Te felicito. Los felicito a ambos. ―dijo Aldebarán muy serio.

―¡Gracias! Espero que tú también estés avanzando con Shaina.

―¡Ah, eso! Ahora mismo sólo somos amigos. No hay prisa, todo a su tiempo.

Una ráfaga de aire gélido les azotó la cara e hizo bailotear sus cabellos. Aldebarán y Deathmask llevaban un gorro metido hasta las orejas y bufanda alrededor del cuello. Aun así, maldijeron. Aiolia metió las manos en las profundidades de los bolsillos de su abrigo, mientras Mu se ajustó el cuello de la chaqueta. Milo se enredó la bufanda una vuelta más, subió las solapas de su abrigo y vio unos cuantos copos de nieve, exiguos y sutiles como plumas perdidas, revolotear en el viento. Una bocanada de vapor se le encapó de los labios.

―Apuesto que el clima te viene que ni pintado, ¿verdad, mon coeur? Después de todo, no traes más que tu abrigo ligero, y sólo por no hacernos sentir mal. A mí también me vendrá de maravilla en cuanto nos metamos debajo de los edredones, aunque te advierto que no para descansar. ―comentó el escorpión, risueño, mientras se volvía hacia Camus, quien ya no estaba junto a él.

Milo entonces se detuvo, igual que sus hermanos, y dio media vuelta. Camus estaba de pie unos cuantos escalones más abajo, con la vista perdida en el cielo encapotado y oscuro. Las manos colgaban a sus costados, el largo cabello era arrebatado por el viento. Una espesa columna de vaho se elevaba de su boca entreabierta.

―¿Amor? Mon coeur? ¿Tienes frío? Nunca te había visto sacar vaho. ¿Estás bien?

―¿Camus...? ―preguntó Mu, alertándose.

Camus abrió los ojos enormes, desorbitados, y levantó una mano, trémula, como para protegerse. El vapor se volvió aún más denso y el cuerpo del joven se estremeció con un temblor violento.

Ne me regardes pas, je t'en prie. Ne me regardes pas! Ne me regardes pas! (3)

Las rodillas se le doblaron y habría azotado de cara contra los escalones, pero Milo, asustado por el repentino cambio de situación y del daño que pudiera hacerse en la prótesis craneal al caer de ese modo, se le abalanzó y pudo evitarlo. Lo abrazó con desesperación y, sin soltarlo, lo recostó con la mayor delicadeza que pudo entre los peldaños, mientras sus hermanos los rodeaban, azorados.

―¿Qué te pasa, Keltos? Qu'est-ce que ce, mon coeur, mon amour? ¿Qué tienes? (4)

Dis-lui de ne pas me regarder! Dis-lui, dis-lui...! Qu'elle ne m'approche pas! Je ne veux pas partir avec elle! (5)

La espalda de Camus se arqueó con violencia hacia atrás y su cabeza golpeó el filo de un escalón con un ruido seco: de inmediato empezó a sangrar. Sus brazos y piernas adquirieron una rigidez alarmante. Milo lo levantó lo suficiente para que ya no se lesionara más, pero la expresión aterrorizada de su rostro y de sus ojos denotaba que su estado empeoraba a cada segundo. Empezó a hiperventilar. Milo sintió un regusto amargo en la boca: el miedo empezaba a embotarle el raciocinio. Mu tomó una mano del pelirrojo y le buscó el pulso, mientras Deathmask, sobrio de golpe, se agazapó junto a él y le tomó el rostro con una mano mientras con la otra abría los párpados de uno de sus ojos, para observar su aspecto de cerca.

―¿Death...?

Che diavolo...? Ragazzo, ragazzo, fratellino! Guardami, parlami! (6)

―¿Qué rayos le pasa?

Come diavolo faccio a saperlo? ¡No tengo una puta idea! ¡Estaba bien hace 30 segundos! ¡Maldita sea, keltoi! ¿Qué te pasa, que sientes? (7)

―¿Quién te mira, Camus? ¿Quién te mira? ―apremió Mu con voz firme, pero con la desesperación reptándole en el ánimo. ―¡Por favor, di quién te mira para echarlo!

―Es una mujer, dijo que es una mujer. ¿Quién es la perra que te está hostigando? ―gritó Milo iracundo y asustadísimo. ―¡Voy a matarla! ¡Le arrancaré la cabeza!

―¡No hay ninguna mujer aquí! ¡No hay nadie, solo nosotros! ―gritó Aiolia. Aldebarán, con toda la calma que podía, barría el terreno inmediato con la vista y los sentidos alerta, buscando un intruso.

Camus se puso aún más rígido y abrió la boca como si tratara de gritar, pero no emitió ningún sonido. Entonces, poco a poco se relajó y la mirada, vidriosa y vaga, perdió expresión; Milo observó espantado cómo el vapor dejaba de brotar de entre los labios de su amante y su faz palidecía, cómo sus ojos ya no lo miraban. Deathmask le palpó el cuello, en busca de la carótida.

Porca miseria. Tiene un infarto.

Durante un par de segundos, el mundo giró vertiginoso para Milo y se sintió a punto de perder la razón: abrió la boca para empezar a maldecir y llorar a gritos. Pero al alzar la vista para soltar su desesperación en lágrimas, vio a Mu horrorizado, a Deathmask incrédulo y a Aiolia y Aldebarán pasmados: los cinco estaban rebasados por lo que sucedía. Se obligó a respirar hondo. La voz, que se le había atorado en la garganta, se le liberó de pronto, clara y resuelta.

―Mu, llévatelo ahora mismo a La Fuente. ―pronunció la orden con voz mesurada, fría y autoritaria. ―¡Aprisa! Tal vez puedan ayudarlo.

Aries recuperó la compostura al instante, abrazó a Camus y desapareció con él. Milo se quedó así, agazapado, con los brazos ciñendo el aire que el cuerpo de Keltos había dejado tras de sí al desvanecerse. Le sobrevino un intenso mareo, sus oídos se aturdieron con un zumbido ensordecedor y se dejó caer sin querer y sin fuerzas hacia atrás. Aldebarán lo sostuvo y evitó que también se golpeara la cabeza. Deathmask le tomó las manos y empezó a masajéarselas, sin que el escorpión pareciera percatarse de ello.

Milo, fratellino, alzati. Per favore. (8)

―Espera... dame... dame un segundo... ―Escorpio se pasó la mano por la frente y abrió los ojos, sobrecogido; respiró profundo el aire helado, se incorporó con dificultad y se miró las mangas del abrigo: una de ellas tenía manchas de sangre. Quería gritar y llorar, pero en ese momento estaba impedido incluso para eso. ―Por la diosa... Por Athena... me dará una apoplejía... me moriré en este instante... ¿Qué demonios ha sido esto? Estaba... estaba bien... y de pronto... en un instante...¡lo tuve agonizando entre mis brazos! ¡Sin causa aparente! ¡Ustedes dijeron que solo se desmayaba!

―Shaka lo encontró inconsciente hace un año. No sabemos si ya pasó por esto.

Non è possibile. Se habría muerto. ―respondió Deathmask. ―¿Cómo estás? ¿Te conseguimos agua? ¿Quieres que te llevemos en brazos? Podemos hacerlo si lo necesitas. Y no se lo diremos a nadie.

―Estoy bien. Vamos a La Fuente: sólo necesito saber que está vivo. O muerto. Pero necesito saberlo, ahora mismo. Aiolia, Aldebarán, por favor, suban y avisen a Kyría, aunque ya debe saberlo. También informen a Saga y Aiolos en el camino.

―Saga no está, Milo: no hay nadie en Géminis ahora mismo.

―Tiene que estar con Aiolos.

―Tampoco Aiolos está. Se fue a Athenas: hoy participó como expositor en un Congreso de Astronomía, presentó un adelanto de su investigación para su defensa de grado. Invitó a Saga hace semanas y ahora es su acompañante. En este mismo momento deben estar fornicando en el hotel.

―Pues ya quisiera yo tener la fortuna de ellos. Mañana se enterarán, qué remedio. Vamos con Camus, por favor.

Shion se materializó a unos pasos de ellos, para sorpresa de nadie. Su rostro estaba tranquilo, pero los barrió a todos con la mirada en un segundo y la fijó luego en Milo, evaluándolo. Se dirigió a Deathmask en cuanto terminó su escrutinio.

―¿Enloqueció?

Cáncer negó rotundo con la cabeza.

―No. Está bastante bien, dadas las circunstancias. Es quien mejor conservó los nervios de todos nosotros.

Shion hizo un gesto apreciativo y se dirigió a Milo.

―¿Estás bien? ―Milo, que luchaba por conservar la estabilidad, hizo un ademán negativo. ―Ya veo. ¿Estás funcional? ―el muchacho rubio dudó un instante y asintió. ―¿Vamos con Camus? La Dama ya se encuentra en La Fuente; está de más decirlo, pero he venido por ustedes.

―¿Está vivo? ―preguntó Milo con voz neutral. En su corazón se preparaba para escuchar lo peor. Shion lo notó: sus esfuerzos por conservarse entero, por no perder la cabeza, y tuvo el mismo gesto que cuando eran niños y cometían una torpeza o se lastimaban. Extendió la diestra, que tomó el escorpión, lo ayudó a levantarse y luego lo abrazó, suave y tierno, como un padre. Escorpio exhaló un suspiro profundo y cansado, se ciñó a Shion y recargó la cabeza en su hombro. Lloró silencioso unos segundos. Luego lo soltó, secándose las lágrimas. ―Llévanos con él, por favor.

El viento removía el cabello de Su Ilustrísima, que sonrió tenuemente, y asintió. Cuando terminó el movimiento de su cabeza, estaban en un salón de La Fuente, donde Saori, acompañada de Dohko, ya hablaba con el médico de turno. Los cuatro santos y el Patriarca se acercaron con pasos lentos a la Diosa, y escucharon en su compañía el diagnóstico inicial. 


____

Aclaraciones

¡Hey! ¿Qué onda? Espero que la vida les sea leve. Gracias por estar leyendo este capítulo, que es el más álgido que he publicado para esta historia hasta el momento.

En esta ocasión, las aclaraciones corren para Camus y Deathmask. Doy las gracias a @LaDiosaEos, que me apoyó en la correcta traducción al italiano de algunas de las frases que he puesto en boca de DM (¡besos, querida!), y a mi asesor doméstico, que no me lee, pero igual es de gente decente ser agradecida XD

Algunas expresiones no las estoy refiriendo porque son relativamente transparentes:

Stronzo: estúpido, idiota...

Connard: cabrón, estúpido...

Porca miseria: Mierda, santa mierda...

Non è possibile: No es posible, imposible...

Para las más complicadas, van las siguientes aclaraciones:

1. Ma vaffanculo!: ¡Vete al carajo, a la mierda!

2. Sei un rompipalle: Eres un dolor en el culo, eres un rompebolas, eres un jodón... (creo que nuestra expresión mexicana "eres un chingaquedito" puede también acercarse en significado).

3. Ne me regardes pas, je t'en prie. Ne me regardes pas! Ne me regardes pas!: ¡No me mires, te lo ruego! ¡No me mires! ¡No me mires!

4. Qu'est-ce que ce, mon coeur, mon amour?: ¿Qué pasa, corazón mío, mi amor?

5. Dis-lui de ne pas me regarder! Dis-lui, dis-lui...! Qu'elle ne m'approche pas! Je ne veux pas partir avec elle!: ¡Dile que no me mire! ¡Dile, dile! ¡Que no se me acerque! ¡No quiero ir con ella!

6. Che diavolo...? Ragazzo, ragazzo, fratellino! Guardami, parlami!: ¿Qué rayos...? ¡Muchacho, muchacho, hermanito! ¡Mírame, háblame!

7. Come diavolo faccio a saperlo?: ¿Cómo diablos voy a saberlo?

8. Milo, fratellino, alzati. Per favore: Milo, hermanito, levántate. Por favor.

Y ya. Mis vacaciones se han terminado. Las próximas vienen hasta navidad (¡falta un montón!).

Los créditos de la imagen de portada son para su talentisísim@ aut@r.

Como siempre, agradezco sus lecturas, comentarios, votos: su tiempo y su amor, pues. Les aseguro que toda la vibra bella que dejan tiene vuelta desde acá, de todo corazón.

Cuídense. La vida dura un latido, y es una fortuna compartirlo con ustedes. Abrazos y besos.  

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