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4. Tarde de copas, el Theseus



―¿Qué clase de secuelas? ―preguntó Milo con una seriedad que pretendía ser mesurada, pero a leguas se veía que trataba de ocultar su desazón. Se encontraban en un bar confortable, cálido: el Theseus. La barra era de madera oscura, como todo el mobiliario, que era nuevo, pero sin ostentación. Las mesas eran macizas y pesadas, igual que las sillas. Las paredes estaban decoradas con grabados viejos y tapices que representaban escenas mitológicas de la fundación de Athenas y sus héroes, y aunque la luz exterior era mortecina debido a las nubes y al atardecer, se colaba generosa por las ventanas. El lugar olía a resina y madera, a especias y vino dulce. Era, tal como había previsto Deathmask, un agradable lugar rústico. ―¿Por qué no me lo han dicho antes? ¿Por qué Camus me lo ha ocultado? ¿Por cuánto tiempo? ¡Keltos cabrón! ¿Quién se ha creído?

Deathmask suspiró, más bien cansado. En la silla de junto, Aiolia bebía una copa de retsina mientras atacaba con fiereza un tazón de aceitunas. En la barra, Camus conversaba con Mu. Cada uno sostenía un tarro de cerveza oscura. Aldebarán conversaba con el patrón del lugar: le daba su opinión del ouzo, que era el licor que estaba degustando. Debía ser muy bueno, porque el hombretón sonreía soñadoramente mientras hacía los honores al contenido de su vaso. Los tres esperaban la bandeja con los mezzedes. Camus dirigió una mirada rápida y subrepticia a Milo, quien creyó notar angustia en ella. El muchacho rubio suspiró.

―Te tiene miedo. ―dijo Deathmask sin anestesia, a lo que Escorpio resopló. ―No lo culpo: eres muy intenso en tus reacciones.

―Él no se queda atrás.

―Ya, te lo concedo. Pero dado que se tardó varias semanas en convencerte de que podías follártelo sin desbaratarlo, te harás una idea del porqué de sus reservas.

Milo bajó la cara hacia la mesa y la ocultó entre sus manos. Luego empezó a darse de topes en la frente, contra la madera oscura. Aiolia torció el gesto y le tomó un hombro, tratando de apaciguarlo.

―Oye, contrólate, ya no eres un niñito. ¿Cómo quieres que el pesado de tu marido te cuente estas cosas si te comportas así?

―No es mi marido. Es mi novio. ―respondió Milo con la cara aún oculta, lo que provocaba que su voz se escuchara ahogada.

―Ay, por favor, viven como matrimonio. ―resopló el albino. ―Si se lo pides a Donna, seguro que se inventa un rito para casarlos de manera oficial.

―¿Qué te importa, italiano envidioso? Bien podrías tú casarte con Afrodita o Shura. O con ambos.

―Con Afrodita tal vez. Shura es un insoportable, así que no, gracias; coge sabroso, pero no como para aguantarlo el resto de mi vida.

―Yo creo que es él quien no te aguantaría. ―sonrió Aiolia malicioso. Milo soltó un gruñido despectivo, en apoyo a la opinión de Leo. ―Además, no te imagino casado con nadie. No te comprometes.

―¿Qué te pasa, Simba? ¡Claro que me comprometo! ¡Estoy comprometido hasta el culo con ustedes, grandísimo tarado! ¡Y con las cosas que me interesan! ¡No salgo de la puta escuela, yo, que no tengo facha de intelectual! ¡Háblame a mí de compromiso! Stronzo!

―¿Desde cuándo me lo están ocultando? ―contraatacó Milo, con un tono más bien exasperado.

El albino y el castaño suspiraron abatidos. Desde la barra Camus seguía dirigiendo miradas furtivas a la mesa: Mu tenía un gesto serio (tal vez demasiado) mientras conversaba con el pelirrojo. Aldebarán seguía alabando el licor, pero la verdad es que se mantenía al tanto de las reacciones de Mu y Camus, como listo para acudir en apoyo de cualquiera de los dos. Milo, meditabundo, hacía un verdadero esfuerzo por no levantarse, agarrar a Keltos de la mano, y salir con él para gritarle todo lo que se le iba agolpando en el corazón. Estaba en serio cabreado.

―El año pasado lo confirmamos. ―dijo Aiolia.

―¿Cómo que lo confirmaron? Explícate...

―Creemos que ha tenido esta... afección desde el principio. Pero no hubo la oportunidad de notarlo sino hasta hace un año. El primero habría coincidido con su "despertar". Y como sus semanas iniciales de conciencia fueron muy turbulentas, no había manera de diferenciar su estado general de una condición particular. Luego, al año siguiente, se encontraba solo, en Siberia. ―Milo se estremeció al escuchar aquello; recordaba cómo se había resistido al principio a permitir que Keltos se fuera a entrenar solo y cómo éste le había dicho que no le estaba pidiendo permiso: ahora sabía que sus temores no habían sido exagerados. ―Él mismo no tuvo... no, no quiso tener la lucidez para darse cuenta de que le pasaba algo extraordinario; logramos sacarle que una mañana estaba entrenando y que de pronto se encontró a sí mismo echado en la nieve. Creyó que habían transcurrido unos minutos, pero estaba cubierto de escarcha: se pasó varias horas así, desmayado. El año pasado tú estuviste de misión. Shaka pasó casualmente por Acuario: iba a pedirle a Afrodita canela fresca para una infusión. Al cruzar el templo le pareció ver el cabello de Camus a lo lejos, regado en el piso: estaba tirado en la entrada de la cocina. Shaka alertó a los que nos encontrábamos en Santuario, que éramos justo nosotros, y Mu se lo llevó a La Fuente, de emergencia. Pasó todo un día en cuidados intensivos, sin reaccionar y sin que pudiéramos atribuirlo a algo en especial, porque según los médicos se encontraba bien. Fue Donna la que razonó que ese día se cumplía otro año del alud. Y quiso saber qué había sucedido los años anteriores. Hoy también es aniversario del maldito derrumbe. No queremos ser aves de mal agüero, pero esa es la razón por la que estamos observando. Por eso hemos estado alertas de unos días para acá. Y por eso Camus ha estado susceptible... y hasta donde puede tolerante con nosotros: sabe que estamos tratando de ayudarlo, pero no termina de digerir que invadamos su espacio.

―¿Quién más sabe? ¿Y cuándo pensaban decirme? ―preguntó Milo, dolido. ―¿Cuando tuviera que llevarlo en brazos al maldito hospital? ¿Cuando tuviera un colapso nervioso? ¡Idiotas! Puedo lidiar con la estupidez de Camus y con la mía, pero no con la de todos ustedes.

―Llevamos el año entero pidiendo a tu marido necio que te lo diga. ―respondió Aiolia. ―O su autorización para decírtelo nosotros. Pero no conseguimos ni una cosa ni la otra. Kyría no ha querido obligarlo a nada: dice que una vez le exigió hablar contigo de algo que solo les concernía a ambos y que las cosas salieron jodidamente mal. ¿A qué se refiere con eso, eh?

Milo cerró los ojos con fuerza y contó mentalmente hasta mil, tratando de apacentar sus ánimos. Cuando menos lo esperó, Camus le colocó justo en frente una copa de retsina y un plato con tyropitas que pensaba compartir con él. Todos tomaron asiento: Aldebarán entregó a Deathmask un vaso del mismo licor que estuvo bebiendo en la barra y el italiano lo paladeó, complacido, para luego atacar con un trozo de pita un platón con taramosalata. Mu conservaba su cerveza y picaba un bol con hummus. Camus miró un momento a Milo, bebió un largo trago de su pinta y empezó a mordisquear una empanadilla que tomó del plato que compartían. Esperó unos momentos a que se dignara a dirigirle la palabra, pero parecía que el rubio no quería hacérselo fácil.

―¿Te gusta el lugar, hellenoi? Es bonito, ¿verdad? ―preguntó Camus por romper el silencio. Sus hermanos conversaban entre sí, para darles espacio. ―Parece un sitio agradable para pasar las tardes. Deberíamos venir un par de veces por semana. Tal vez al terminar mis clases en la plaza. Igual acostumbras a esperarme para que regresemos juntos a Santuario...

―No te hagas el imbécil, Keltos cabrón, que no te queda. Habla, y que sea rápido y explícito, o el que se queda sin follar el año entero serás tú.

Camus se le quedó viendo, azorado, y rápido se desinfló. Milo pudo verlo encogerse imperceptiblemente y ocultar la repentina acuosidad en sus ojos al inclinar el rostro y permitir que el cabello se lo cubriera un poco. De inmediato se arrepintió del tono empleado, no de las palabras, y buscó la mano pecosa, que no se retiró ni evitó el contacto.

―Oye... me estoy esforzando, en serio. Lo entiendes, ¿verdad? Llevo cuatro años esforzándome por no estar encima tuyo atento a cada suspiro que das, a cada atisbo de hipotético dolor que puedas sentir. Ya sé. Es difícil. Creo que más para ti que para mí, pues eres tú quien debe tolerarme. Pero me da miedo, ¿sabes? Me da miedo que te suceda algo, algo que yo haya podido evitar, que haya podido prever... prevenir...

―Lo siento. ―musitó Camus casi inaudible. ―Lo siento, mon coeur. Yo... Je... no tengo excusa. Je ne voulais rien te cacher... Simplemente temía alarmarte, hellenoi. Es que... esos episodios... son tan esporádicos y no parecen ser graves, así que... (1)

―¿Cómo que no son graves? ―cuestionó Milo con voz más alta de lo que pretendía. Camus y sus hermanos se le quedaron mirando. Incluso el patrón, desde la barra, dirigió la vista un momento hacia la única mesa ocupada del lugar. Milo se avergonzó, carraspeó y respiró hondo antes de volver a dirigirse al pelirrojo. ―¿Cómo que no es grave? Mon coeur, ma vie... Camus, Keltos... amor de mi vida... me dicen que hace un año pasaste un día entero en la inconsciencia. ¿Cómo pretendes decirme que no es grave? ¿Me permitirías tú a mí salirte con eso si intercambiáramos lugares? Kyría nos dijo... cuando estabas en pleno proceso de recuperación... ¿qué digo? ¡Cuando los médicos estuvieron rearmándote, zurciéndote! ¡Nos dijo que podrías morir en cualquier momento, sin importar el tiempo que pasara ni qué tan recuperado estuvieras! Lo dijo, ¿no es cierto? ―y al decirlo, exigió la atención y apoyo de los demás, quienes solamente lo miraron sin querer decir nada. ―¡Panda de tarados! ¿Lo dijo o no?

―Sí, lo dijo. ―respondió Mu con serenidad, mirando más bien a Camus que a Milo. ―Por esa razón nos preocupas, Camus. La verdad es que para todos nosotros es una especie de pesadilla colectiva imaginar que en cualquier momento vas a caer al suelo, muerto. Que te empeñes en mantenernos alejados de tu situación por ahorrarnos inquietudes sólo empeora nuestros temores, ¿entiendes? ―suspiró cansinamente y continuó. ―Sería más fácil para ti, en primer lugar, y para nosotros después, si fueras transparente en lo que concierne a tu salud. Ya sé que nos mantendrás alejados de tu pensamiento y tu sentir: no te discuto nada al respecto. Pero tu estado físico... eso es otra cosa. Ninguno de nosotros se atrevería a considerarte débil: sabemos de lo que estás hecho y de lo que eres capaz. La Dama se ha propuesto que nos comportemos como una familia, y a mí me gusta la idea. He pasado mi infancia y gran parte de mi vida al lado de ustedes: por fortuna, hace tiempo que dejamos atrás las suspicacias y los intereses ocultos. Así que, te guste o no, lo que te pase, o a Milo, o a Death, o a cualquiera de ustedes, me importa de manera personal, porque en serio los considero mis hermanos.

Camus mantuvo la vista baja y suspiró con algo parecido al pesar. Milo, que sabía lo hermético que Keltos podía llegar a ser y lo mucho que le costaba compartir sus estados de ánimo más profundos, sintió pena por él. En los últimos años, había decidido hacer partícipes de su vida a todos sus hermanos, y poco a poco les había permitido la entrada en su vida cotidiana y sus aficiones. Sin embargo, ese último resquicio de decir abiertamente cómo se sentía, no había conseguido franquearlo nadie. Ni siquiera Milo, o al menos no por completo.

Keltos entiende, Mu. ―aseguró Milo apretando la mano del pelirrojo, quien levantó la vista y lo observó un tanto sorprendido. ―Sólo que aún le cuesta creer que no tiene por qué pasar sus penas en soledad. ―luego se le quedó viendo a su novio, con una expresión entre divertida y seria. ―Métetelo en la cabeza, mon coeur, nos importas a todos. Hace tiempo que ya no estamos jugando a quién es la mascota del Patriarca ―Deathmask rodó los ojos y bufó, mientras los demás reían con distinta intensidad―, la llegada de Kyría nos dejó a todos iguales, parejos, pisando el mismo terreno, y la Guerra Santa terminó de volvernos verdaderamente hermanos. ¿Recuerdas cuando éramos niños y en serio nos queríamos todos? En esa época sí que éramos conscientes de que solo nos teníamos los unos a los otros. Ya no tienes que guardar nada de nadie: somos tu familia.

―Sí, ragazzo. Ya déjate de estupideces y comienza a confiar. Shion está vivo de nuevo, Dohko rejuvenecido y listo para darle acción a su Ilustrísima, Donna está entre nosotros para meternos en cintura y Saga ya no le aplica el Satán Imperial a nadie. ¿Verdad, Simba?

―Jódete, Deathmask. ― respondió Aiolia sofocando una risotada.

Je le sais... ―respondió Camus entre risas. ―Je le sais. Por eso los he dejado verme bailar. Porque confío en ustedes. Por eso y porque sé que a Deathmask siempre le ha dado morbo mi trasero. (2)

―No sólo el tuyo. El de todos ustedes... ―cinco miradas interrogantes se fijaron en el albino. ―¿Qué? ¡Es cierto! ¿Qué culpa tengo yo de que todos tengan nalgas tan apetecibles? Aunque... bueno, Simba, no te ofendas, pero tu hermano tiene mejor...

―Con Aiolos ni te metas, don Cangrejo ―respondió Aiolia, reflexivo―, porque como Saga se entere de que te estás metiendo en su territorio, sí que te aplicará el Satán Imperial y terminarás conversando con Bob Esponja.

―¿Ya formalizaron? ―preguntó con interés Aldebarán.

―¿Esos dos? Claro que no. Pero se siguen el uno al otro como perritos falderos. ¿Tú que crees que se traen entre ellos?

―Una sincera camaradería de armas, por supuesto. ―respondió Aldebarán, pensativo.

―Anda, Ferdinando, ¿hablas en serio? ―se mofó Deathmask.

―¿Quieres que saque un cartel de sarcasmo, Sebastián? ―se dobló de risa el toro dorado al tiempo que la hilaridad de sus compañeros, incluido Deathmask, se le iba sumando.

Saga y Aiolos se convirtieron en el tema de conversación mientras Milo tomaba discretamente la mano de Camus para besarla con suavidad. Acuario dibujó en su rostro una sonrisa y le dirigió una mirada divertida.

―Nunca has tenido problemas con las muestras de afecto público.

―Cuando son sinceras y espontáneas, no.

Et ça veut dire...? (3)

―Que eres el primero y el único con el que soy públicamente afectuoso, francés zoquete. ―respondió Milo entre risas. Camus sonrió y juntó su frente con la del escorpión, para luego frotar su nariz contra la de él. Milo cerró los ojos, complacido, y acarició las manos de su pareja. ―Keltos, por favor. No me ocultes nada que tenga que ver con el estado de tu salud. Te lo ruego. Je t'en prie.

D'accord. Ya no te ocultaré nada.

―¿En serio?

―En serio.

―¡Oye, keltoi, Frosty! ¡No me iré de aquí sin haberte vencido en una ronda de vodka, camarada! ―gritó a todo pulmón Deathmask.

―¿Vodka? ¿Te crees que puedes medirte conmigo? ¿Se te murieron las neuronas? Soy más ruso que francés. Será un honor llevarte a rastras a tu templo, monsieur La Mort. Amanecerás con bigotes pintados con tinta indeleble, lo juro por mi honor. ―respondió Camus mostrando una sonrisa torcida.

―Puedes intentar, heladito; quiero verte...

____

Aclaraciones

Pues bien, llegados a este punto es que las cosas empiezan a fluir. Van las aclaraciones, que son de distinta naturaleza.

Primero: Theseus (Teseo) es el personaje mitológico al que se adjudica la fundación de Atenas y también el vencedor del Minotauro. Ya que es una figura tan importante para Atenas, me pareció lindo que hubiera un bar con su nombre. Ya me dirán si fue un acierto o no.

Segundo: puesto que nuestros chicos se han ido de farra (o de jarra, diríamos también en México) se mencionan platillos (mezzedes, como las tyropitas y taramosalata) y bebidas (ouzo y retsina) de la gastronomía griega. Aclaro que no conozco estos bocadillos en particular. Quienes viven en Europa seguro que saben mejor que yo de qué hablo y les ofrezco una disculpa si estoy diciendo necedades.

Tercero: sobre los motes que se dan unos a otros los dorados, creo que todas y todos los conocemos sobradamente. Como pretendo que vivan en una época cercana a la nuestra, me parece apropiado que compartamos cultura pop.

Y ahora sí, las aclaraciones idiomáticas, que son todas de Camus.

1. Je ne voulais rien te cacher: No quería ocultarte nada.

2. Je le sais: Lo sé.

3. Et ça veut dire...?: ¿Y eso quiere decir...? ¿Y eso significa...? 

Habrá algunas expresiones francesas o italianas que no haya incluído, y se debe a que ya las he mencionado en algún capítulo anterior o a que resultan verdaderamente transparentes.

El crédito de la imagen es para su autor o autora. Para variar, no sé quien es y sólo puedo decir que el fanart le quedó genial. 

Y como siempre, gracias a quienes siguen la historia y leen, comentan y votan. Gracias por su tiempo, por el amor, pues, que les aseguro se les retribuye completito. 

La próxima semana actualizo. Quienes tengan vacaciones, deseo que las disfruten. Quienes estén en periodo laboral ordinario, espero que les sea agradable o cuando menos leve. Sea como sea, les mando abrazos, y espero que sus vidas marchen estupendamente. 



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