13. El invierno invasor, Santuario
Advertencia: Sugerencia de violencia sexual
Hacía poco más de quince minutos que el médico y su equipo habían abandonado la habitación de Camus. Lo habían extubado sin contratiempos, y para no cortar de manera tajante con el soporte que el respirador había ofrecido, le colocaron una mascarilla con oxígeno. De igual manera, le habían quitado las sondas y sólo quedaban la vía del suero y el sensor del monitor, que mostraba un ritmo tranquilo y constante. Una enfermera le había puesto un holgado pantalón de pijama y le había dejado el torso descubierto, para no comprometer el funcionamiento del electrodo.
Camus respiraba fluido y dormía tranquilo, con un semblante, si bien pálido, sereno. Desde el punto de vista del doctor Katsaros, el viejo médico de guardia, no tardaría en recobrar el conocimiento, pues el efecto del sedante ya había cesado. Los párpados se tendían sobre los ojos apaciblemente y su frente se mostraba lisa, sin arrugas de dolor o contrariedad.
Cerca de las 7:30, Camus frunció de manera casi imperceptible el ceño. Su pulso saltó un poco y se reflejó por un momento en el monitor. Aceleró la respiración, empañando el interior de la mascarilla. Apretó los puños y los párpados con debilidad, como si detrás de ellos se desarrollara una escena desagradable: un quejido bajito brotó de sus labios.
―Pourquoi... ―musitó entre dientes. ―pourquoi... dites vous... cela? Pourquoi... nous... menacez-vous...? Nous n'avons... rien fait... pour vous offenser...!
Una lágrima furtiva se le deslizó por un pómulo. Un recuerdo lejanísimo, sepultado bajo montones de dolor y culpa le afloraba en sus sueños.
"―¡Vámonos, Camus! ¡Busquemos a mi hermano! ¡Debe necesitar nuestra ayuda!
El pequeño pelirrojo calibró silencioso la situación. No tenía motivos para pensar que la mujer enorme y bellísima que estaba delante de ellos, tendiendo su mano, fuera malvada. Pero que saliera de la nada, que tuviera esas exigencias, que pretendiera que dejara atrás a Sinmone, que lo mirara avariciosa sin haberlo visto jamás antes... le repelía.
―Mi amiga tiene razón, señora. Debemos irnos. Que tenga un buen día.
Camus tomó la manita menuda de Sinmone y juntos dieron media vuelta, con la intención de alejarse de allí. La niña se adelantó unos pasos con urgencia, haciendo que su pequeño acompañante caminara más aprisa. Camus sintió de pronto que el frío se intensificaba y que el viento tomaba fuerza: sin saber por qué, apretó un poco más la mano de Sinmone y se detuvo, para ponerla luego detrás de sí mismo. Escuchó la voz poderosa y enfadada de la mujer elevarse en el aire.
―¡No les he dado permiso de retirarse! ¡A mí no se me da la espalda, insolentes! ¡Qué poco amor sientes por tu amiga, al exponerla de este modo!
Camus escuchó aquello sorprendido. ¿Permiso? ¡Ni siquiera su madre le había reclamado alguna vez por un permiso no otorgado! ¡Ni el Patriarca! ¡Ni el insufrible de su maestro! ¿Cómo podía esta lunática enfadarse por una falta imaginaria? Ya puestos, ¿no era ella la insolente?
―Pourquoi dites vous cela? Pourquoi nous menacez-vous? Nous n'avons rien fait pour vous offenser! (1)
―¡Te he ordenado que me acompañes y te vas con esta criatura insignificante!
―¿Ordenarme? ―preguntó el pequeño Camus sorprendido, incrédulo por lo que escuchaba de labios de aquella señora. ―Pero creí que usted lo pedía, no que lo ordenaba... Además, no sé quién es usted. Y no le debo obediencia, quien quiera que sea. Mi lealtad ya está comprometida en una causa sagrada... déjenos tranquilos, no queremos ir con usted, ni molestarla. Haga como que no nos ha visto jamás...
―¡Camus! ¡Vámonos, busquemos a Surt!
―Dame un momento, chère, este tonto asunto debe aclararse ahora mismo...
―¡No, Camus, no! ¡Tienes que irte ahora, ahora mismo, o nadie podrá evitar que te lleve con ella!
Camus sintió que su mano era apretada con fuerza y jalada desde mayor altura. Volvió su rostro, extrañado. Se sorprendió porque ya no era un niño ―¿un niño? Pero, ¿qué estaba pensando? ¡Por supuesto que no era un niño, era un adulto con una vida prometedora por delante, con rutinas establecidas, intereses definidos y un hellenoi difícil de complacer! ¿Qué le hacía pensar que era un niño?― y delante de él, apretando con dulzura y apremio, estaba una bella muchacha pelirroja que lo observaba con una mezcla de inquietud y devoción. ¿Quién era aquella chica?
―¡Anda, Camus! ¡Tienes que irte ahora mismo!
―Mais... ¿Sinmone?
―¡Qué difícil es captar tu atención, querido! ¡Sí, soy yo! ¡Ahora que me escuchas, toma el consejo y vete, vete en este momento! ¡La maldita loca está aquí y viene por ti!
―Mais... pero... ¿eres tú? ¡Sinmone...! Petite, chèrie... te he extrañado tanto!
―¡Y yo a ti, querido! ¡Cada segundo! ¡Pero igual, te tienes que ir ahora! ¡Estoy tan orgullosa de ti! ¡Te has rodeado de gente tan buena! ¡Me da tanto gusto! Pero corazón, te tienes que ir, ¿entiendes? Tu familia te protegerá. Milo te protegerá. Tú mismo puedes protegerte... ¡pero facilitaría mucho las cosas que no te quedes aquí, indefenso! ¡Vete!
―¡No te quiero dejar! ¡No quiero! Ma petite, ma chère Sinmone!
―¡Oh, querido! ¡Ya tuviste que hacerlo, aunque no fuera esa tu voluntad! No importa... tal vez en otra vida nos encontremos y seamos de nuevo amigos. Tal vez más que eso... ¡pero ahora te vas! ¡No permitas que te atrape! ¡No permitas que dañe a nadie más! ¡Vete! ¡Vete!
―¿Cómo te atreves? ¡Tienes que venir conmigo...!"
Y antes de que pudiera decir algo más a aquella muchacha arrebatadora o intentara oponerse a la dama furiosa, se sintió pequeño de nuevo, y unos instantes después una serie de sacudidas lo sacó de allí, apartándolo de esas dos mujeres que habían sido definitorias en su vida.
____
Escorpio y Cáncer habían desayunado huevos fritos, jugo y café. Cisne, Pegaso y Andrómeda estaban sentados con ellos en la misma mesa. Los jovencitos habían tomado comidas disímiles: Hyoga café negro y una austera porción de avena, Shun jugo de naranja y yogurth con frutas frescas, Seiya una taza de café con leche y un enorme trozo de pastel de chocolate.
Al paso de los minutos, Saga y Aiolos se acercaron a los ocupantes de la mesa y los acompañaron, aunque de pie, bebiendo cada uno un café. Una especie de reunión informal, de sobremesa, empezó a formarse alrededor de aquel núcleo: Kanon entró por la puerta del comedor, bostezando ostensiblemente y con la chaqueta cerrada hasta la barbilla. Se posicionó junto a su gemelo y se dio el lujo de estirarse como gato perezoso para luego arrebatar a Saga su vaso de café y darle un sorbo. Aiolos sonrió con malicia y retrocedió un par de pasos, para observar mejor como Saga le propinaba un golpe en el hombro a su desapacible hermano menor.
―¿Te cuesta mucho ir por el tuyo, cabrón? Qué manía te cargas...
―¡Qué amargado eres! ¿Qué te cuesta convidarme de tu café? ¡No voy a pegarte ningún bicho! ¡Todavía que te doy la ocasión de ser un buen hermano y me tratas así...!
―¡Buen hermano mis huevos! ¡Ve a la barra y pídete tu café, y tráeme otro, que este ya no lo quiero!
Kanon torció la boca, más divertido que enfadado, y fue a cumplir el encargo de Saga, cuyo ánimo era una réplica del de su gemelo. Cuando volvió Kanon, además de dejarle un nuevo vaso con café, le entregó una dona de chocolate, que Saga miró con desagrado pero igual se zampó, ante las risas alegres de Aiolos.
Poco a poco, la élite dorada y los visitantes se dejaron ver en las instalaciones de La Fuente. Shiryu e Ikki, cada uno por su cuenta, llegaron y fueron directo a informarse sobre Acuario, para luego reunirse con sus hermanos en el comedor y ocuparse ellos mismos de ingerir algún alimento. Las santas del Águila y Ofiuco se dejaron ver cada una con su galán: Marín entró arrebujada entre los brazos de Aiolia y Shaina conversando animadamente con Aldebarán, de cuyo brazo venía prendida. Isaac, que entró con su aspecto sombrío y se hizo de un simple café negro, se sentó junto a Hyoga, quien le hizo lugar nada más verlo.
Al final, cuando ya todos estaban instalados en el comedor, Shura llegó acompañando a Afrodita y se acercaron sin mayores trámites a Deathmask, para saludarlo y preguntarle cómo había pasado la noche. Cualquiera que no los conociera dejaría pasar inadvertidas las sutiles señales que indicaban la relación especial que aquellos tres llevaban: si bien no hubo efusiones, tanto Capricornio como Piscis observaban atentos a Cáncer y se interesaban por su relato. En algún momento, Shura le levantó descaradamente el mentón a Deathmask y le indicó con un tono de voz casi desprovisto de emoción que estaba pálido y ojeroso, y que le haría bien ir y descansar de verdad, a lo que el italiano rodó los ojos y rezongó que procuraría hacerlo.
Cerca de las 7:30, Milo, que había pasado unos minutos abstraído, pensando en qué clase de cuidados debería dedicarle a Camus en cuanto estuvieran de vuelta en sus templos, levantó la mirada y la fijó en el amplio ventanal: un viento que en un instante pasó de ligero a fuerte azotaba las copas de los árboles y cimbró los cristales. Apoyó el mentón en la palma de su diestra, con algo parecido a la suspicacia.
―¿Qué no se suponía que el clima mejoraría hoy?
―Bueno, al menos ya no está nevando. ―dijo Kanon quitándole importancia.
―¿Y entonces qué es eso? ―preguntó a su vez Saga, señalando los copos de nieve que empezaron a caer de pronto, al principio leves y luego con profusión, formando una cortina pesada.
Afrodita miraba con el ceño fruncido las briznas heladas que caían incesantes: su rostro mostraba una profunda contrariedad. Deathmask puso mal semblante al notar la expresión de su amigo, se levantó y se quedó a su lado, comportamiento que copió Shura.
―¿Qué tienes, Afro? ¿Qué va mal?
―Que el maldito invierno sigue enojado: no se tranquiliza. ―dijo Piscis de mal talante. ―Y para peor, lo tenemos encima.
El escorpión se quedó quieto en su silla, valorando las palabras de Afrodita y se levantó de golpe, corriendo en dirección al área de cuidados intensivos. En ese momento el cosmos de Athena se manifestó a todos los habitantes de Santuario, dando la alerta del peligro, y Shaka y Mu, ambos a la vez, se desmaterializaron en el aire: cuando Milo entró al piso donde Camus convalecía, Virgo y Aries ya se encontraban allí, en guardia y a la espera. Escorpio pasó entre ellos y se metió directo al apartado donde yacía Acuario, que se debatía y gimoteaba en sueños, entre sudores y lágrimas.
―Ça suffit, je t'en prie; c'est suffisant... (2)
―¡Camus, despierta! ―apremió Milo sacudiéndolo un poco y arrancándole la mascarilla.
―Arrêt, s'il te plaît... je ne veux pas retourner... c'est l'enfer... c'est l'enfer... (3)
―¡Camus, por la diosa! ―gritó Escorpio desesperado. ―¡Despierta de una vez!
―C'est le maudit enfer! (4)
Athena y Shion se materializaron de pronto junto a Milo que trataba de despertar a Acuario. No les dirigieron la vista en ningún momento, simplemente se quedaron en guardia junto a la cama.
―Shion, teletransporta a la mitad de nuestros santos de plata a Rodorio y que verifiquen que no haya víctimas de ningún tipo, y despliega a la otra mitad aquí, en Santuario.
―Dohko ya está liderando una avanzada, Dama. Y ya estoy enviando a nuestros emisarios al pueblo, no te preocupes. Lo que me molesta es no saber qué esperar de esta... señora...
―Arrêt...!
―¡Milo, haz que Camus despierte ahora mismo! ¡Inconsciente quedará aún más vulnerable ante la voluntad de Skade!
―¡Eso intento, pero está hundido!
Saori se apartó un momento de Shion, y sin soltar a Nike, colocó una mano suave y fresca sobre la frente de Acuario. Éste se removió crispando las facciones, con dolor, y entreabrió los ojos.
― Allons à la guerre, soldat! ¡Despierta de una vez o no podremos defenderte! ―exclamó la muchacha con una voz tan autoritaria que llenó de bríos a Shion y Milo. Camus pestañeó y fijó los ojos en la jovencita, que ofrecía una visión tan delicada como férrea: por un momento su expresión fue de incomprensión completa, y luego su vista se nubló con el conocimiento, una vez perdido y ahora recuperado, de los hechos del pasado. (5)
―Mademoiselle... Elle est ici... la Dame Blanche... elle est ici... et l'enfer la suit... (6)
―No, querido... Es el invierno el que me sigue, no el infierno... Porque soy el invierno, y a donde voy, viene conmigo... y tú vendrás también, por supuesto...
Saori volvió el rostro hacia la dirección donde escuchó aquella voz, profunda y hermosa, pero monocorde y distante. Si sintió algún tipo de temor lo supo ocultar muy bien, pues mostró una expresión dura y despectiva hacia aquella mujer que, más alta que Aldebarán, menuda como Piscis y blanquísima como la nieve, se alzaba ante ella; aquella presencia extraña y repentina había dejado atónitos a Shion y a Milo, y había afectado profundamente a Acuario, que terminó de perder el color y se encogió horrorizado en la cama. La mujer fijó sus ojos azules, pálidos e inexpresivos como un manto de agua congelado, en la figura del joven pelirrojo: Camus abandonó la esperanza al sentirse preso de esa mirada, su respiración se volvió lenta y errática, y las lágrimas descendieron raudas e imposibles de detener por sus mejillas. Milo no podía creer que aquella bruja hubiera conseguido anular de esa manera tan absoluta y avasallante a su amado, solo con mirarlo, y se preguntó por la naturaleza y la extensión del miedo que le inspiraba.
―No eres bienvenida aquí, señora Skade. ―dijo Saori con voz segura y estentórea. Por muy alta que resultara la Dama del Hielo en comparación con ella, era una tremolante ira y no temor lo que le inspiraba. ―Has entrado en mis dominios sin permiso y sin anunciarte, has atacado a traición y en emboscada a uno de mis guerreros y ahora mismo turbas su recuperación. ¿No te basta con haberlo puesto al borde de la muerte, como para que además vengas a mermar de nuevo su salud y extenuarlo con sabe qué amenazas? Te advierto que tu presencia aquí es un acto de guerra, y no conseguirás intimidarme.
―Eres una niña... voluntariosa, pero niña al fin. Yo voy a donde quiero cuando quiero. Me da igual que estos sean o no tus dominios. Aquí hay algo que es mío y he venido a recogerlo. Ya me cansé de compartirlo.
―Camus no es una cosa, y no es de nadie...
―¡Es mío! Está bien advertido desde hace años: o viene a mi lado o asolaré su vida. Aplastaré a quien quiera que se permita querer, a quien quiera que ose amar. Y aun cuando él no muestre su amor, me cebaré en aquellos que decidan amarlo. Ya se lo demostré con la chiquilla que impidió su marcha conmigo la primera vez. ¿No la querías acaso, niño? Te dije que la mataría si no venías conmigo. Y mi palabra es ley...
Estiró su mano hacia Camus y este, totalmente perdido en el cúmulo de recuerdos y sentimientos horribles que aquella mujer le despertaba, se quedó laxo, quieto y mudo sobre la almohada, rendido.
―Shion, si me haces el honor... ―dijo Saori con voz fría e inalterable. ―Este lugar no es propicio para que dos damas de nuestra posición hablemos civilizadamente. Búscanos uno que lo sea.
Shion dirigió una mirada cómplice a la joven diosa y cerró los ojos. Al abrirlos de nuevo, las dos mujeres habían desaparecido de la habitación.
―¿Estás loco, Shion? ¿A dónde demonios has movido a Kyría?
―Al coliseo. Pero no por mucho. Estoy tratando de impedir que la maldita desquiciada regrese, pero es fuerte: estará aquí en cualquier momento. Athena también, no te preocupes: Mu la ha seguido. Lo siento mucho, pero no puedo sacarlos de aquí. ¡Trae a Camus ahora, muévete! Si se queda en un mismo lugar será más fácil para Skade encontrarlo...
Milo arrancó los cables y tubos que aún permanecían unidos al cuerpo de Keltos, que seguía anonadado, y lo tomó de un brazo que se pasó alrededor de los hombros, obligándolo así a levantarse y caminar aprisa. Afuera, Shaka seguía alerta y se le unieron Seiya y Cáncer. Salieron hacia el salón comedor.
―¿A dónde quieres llevarlo, Milo? ―preguntó Deathmask sin detenerse.
―No sé. ¿Hay algún lugar seguro, a donde esa loca no pueda llegar, o al menos le resulte difícil?
―Supongo que el Templo de Athena es la mejor opción. ―dijo Shion con el rostro contraído por el esfuerzo de mantener a Skade fuera de alcance. ―Milo, busca a Kanon para que los lleve con la Another Dimension, y que Aiolia y Shaka se vayan con ustedes. Aquí nos quedaremos los demás defendiendo a los pacientes y personal de La Fuente.
―¡Me preocupa Kyría! ¿Estás seguro de que está bien? ¡Esa bruja es de temer!
―La niña ya no es ingenua. Se defiende y ataca si es necesario. Despreocúpate. Además, envié a Saga, Aiolos y Shura con ella. Y Dohko debe estar cerca también.
―Pues al Templo de Kyría, qué remedio... ¡Anda, mon coeur! Tienes que poner de tu parte, tienes que defenderte...
―Non... tu ne comprend pas. Es inútil... Matará a cualquiera que esté conmigo, igual que a Sinmone... Matará a Mademoiselle... a todos ustedes... a ti... a ti... Si me entrego todo estará bien... tú estarás bien...
―¡Y un cuerno, Keltos cabrón! ¿Estaré bien si te entregas a esa maniática de mierda solo porque tú lo dices? Si lo haces te perseguiré a donde sea que te lleve, para tundirte toda la eternidad, ¿quién te has creído? ¡Muévete y hazle cara a la perra desgraciada! ¡Mató a Sinmone y te hizo pagar los platos rotos! ¡La sola idea de que te le entregues es obscena! ¿No te das cuenta?
―¡Milo! ¡Por aquí! ―gritó Hyoga señalando hacia la cocina del comedor. Isaac lo seguía de cerca y al ver a Milo llevando a su maestro se acercó a ambos y se pasó por el cuello el blanquísimo brazo libre. Camus lo miró con toda una gama de emociones cruzando su rostro: conmoción, felicidad absoluta y un temor lacerante. Kraken no supo interpretar aquello con certitud, así que sonrió y dijo:
―A mí también me da gusto verte, maestro...
―Mon cher... Qu'est-ce que tu fais ici? C'est très dangereux pour toi de rester ici avec nous... (7)
―Camus... ne dites pas de bêtises, s'il te plaît... ―dijo Isaac con una sonrisa divertida en los labios. (8)
―¡Que alguien traiga a Kanon! ¿Dónde carajo está? ―gritó Milo.
Mientras se encaminaban con dificultad en la dirección que indicaba Cisne, el gran ventanal del comedor reventó con un estruendo que hizo volar trozos de vidrio, copos de nieve y toda clase de desechos traídos del exterior. Una suerte de lucha entre ráfagas de viento se había desatado afuera de La Fuente y se estaba cobrando los cristales del edificio. La fuerza del viento que entró a la sala empujó por igual platos, utensilios de cocina, muebles y visitantes, y fueron todos a parar al piso. Milo buscó a Camus, que había quedado unos cuantos metros lejos de él, aturdido.
―¡Lo siento! ―se disculpó Shion. ―Trataré de impedir que entre...
―¡Shion, te lo ruego! ¡Ve con Kyría, nosotros nos arreglaremos!
―¡No! ¡Ya te dije que sabe defenderse, y no está sola, tus hermanos están con ella, y también el viejo gruñón!
―¿De qué viejo gruñón hablas? ¡Quien sea no lo está haciendo muy bien que digamos!
Camus, tirado en el piso, pálido, tembloroso y con los cabellos volando salvajes a su alrededor, presentaba un aspecto deplorable: el holgado pantalón lo cubría precariamente de las caderas para abajo y el pecho desnudo se le estremecía al tratar de regular la respiración. Sus ojos buscaban enloquecidos una solución pronta a su desdicha. No quería a aquella mujer monstruosa cerca de él, le repugnaba; pero no podía tolerar la sola idea de que se cebara en Milo, o que descubriera a Hyoga e Isaac. Dejó que su mirada vagara entre los desperdicios del suelo y vio una gran esquirla de cristal al alcance de sus manos: una idea horrible cruzó por su mente atribulada. Arrastró los dedos hasta alcanzarla y la tomó, permitiendo que el filo irregular le hiriera las yemas; así, arrodillado, dirigió la punta hacia su garganta. Hyoga e Isaac, cada uno desde su posición, lo vieron y sus expresiones de espanto fueron tan intensas, que obligaron a Shion y a Milo a mirar al pelirrojo y sus acciones suicidas. Milo sintió que se le secaba la garganta y que el corazón le zozobraba.
―¡No, Camus! ―gritó desesperado, los mechones rubios azotándole el rostro; se arrastró hacia el pelirrojo mientras con una mano alzada trataba inútilmente de impedir aquello. ―¡Por favor, no!
Camus le dedicó una mirada tan desesperanzada, que el escorpión sintió que se le partía el alma. Y cuando al final de aquella muda despedida Keltos empujó el cristal contra su cuello, una ráfaga de viento helado y violento se cernió sobre él, arrebatándole aquella daga hechiza.
Un hombre enorme, mucho más que Aldebarán, con cabellos largos, salvajes y blancos, vestido de pieles gruesas y burdas, tenía atrapadas las manos del pelirrojo y lo observaba con una furia desmedida.
―¡Solo esto faltaba! ¡Que terminaras de perder el juicio! ¿Acaso eres imbécil? ¡Tu señora y yo nos estamos partiendo el lomo enfrentado a esa desquiciada! ¿Qué demonios haces, Shion de Aries? ¿Por qué no impides que este insensato haga idioteces? ¿Y tú, escorpión estúpido, por qué cojones no lo detienes?
―¡Estoy ocupado tratando de alejar a tu familiar demente del norte! ¡Pero no es fácil! ―gritó Shion, furioso.
―¿Quién es este tipo? ―gritó Milo más espantado que enfurecido y gateando hacia Keltos, mirando con desconfianza al hombre que lo apresaba.
―Laisse-moi, connard! ―gritaba Camus encabritado y fuera de sí al hombre que le retenía las manos. ―Qu'est-ce que tu fais ici? Pour quoi viens-tu quand je n'ai pas besoin de toi? Qui t'a appelé? Tu viens quand tu veux... Mais je ne veux pas de toi ici, va-t'en... va-t'en! (9)
―¡Trato de ayudarte, niño tonto! ¡Ambos lo estamos intentando, tu señora y yo! ¡Pero te haces el difícil! ¡Piensa! ¿Qué vas a arreglar matándote? ¡De esa manera te le entregas en bandeja a esa abusiva loca! ¡No te librarías de ella jamás!
―Elle les tuera tous! Elle tuera Mademoiselle! Elle tuera Milo et mes enfants! Et qu'est-ce que tu feras? Quand m'as tu vraiment aidé? Quand t'es-tu intéressé à moi? Je ne suis rien pour toi! Nous n'avons jamais été rien pour toi! Tu nous a abandonné... (10)
―¡No puedo atarme a nadie!
―Si c'est le cas alors pars! Je ne te veux pas avec moi! (11)
―¿Shion...? ¿Quién es este tipo? ―preguntó Milo, que trataba de protegerse del fuerte viento y al mismo tiempo aferraba una mano del Patriarca para ayudarlo a levantarse. ―¿Por qué Camus le habla como si lo conociera? ¿Por qué está tan cabreado con él?
―Porque lo conoce... Estás viendo al gran Bóreas, protector de Athenas y benefactor de la Casa de Acuario... maestro de Camus... y algo así como tu suegro... supongo...
―¡No soy algo así como su suegro! ¡Soy su maldito suegro! ¡Y ya hablaré con él cuando esta estupidez haya pasado y pueda tomarme el tiempo para patearles el culo a ambos!
―¿Cómo que suegro? ¡Camus no tiene padre! ―exclamó Milo anonadado, acercándose a su amante para tratar de quitarle de encima al colosal Bóreas, que lo hacía verse pequeño y desmañado.
―C'est vrai! Je n'ai pas de père! Salop! Connard! (12)
―¡Serás cabrón, niño malcriado! ¡Yo también te quiero, gracias! ¡Ninguno de los míos me había dado tantos problemas antes! ¡Dégel fue todo seda! ¡Y ahora, a ver si haces algo más útil que espantarte de la bacante esa! ¡Si vuelves a intentar hacerte daño, yo mismo te mataré, imbécil!
―¡Maldición! ―dijo Shion poniéndose pálido.
Skade se apersonó en un instante y se abrió paso en el comedor: entre el viento furioso y las briznas de nieve erráticas, entre los vidrios rotos y las sillas volcadas. Llevaba los cabellos larguísimos y pálidos un poco revueltos, pero su rostro y mirada seguían inexpresivos y distantes. Un arañazo le cruzaba el hermoso hombro derecho, descubierto, y un casi imperceptible rastro de sangre le bajaba desde la frente. Vio a Camus en el suelo y enarcó las cejas. Se encaminó hacia él: Milo y Shion se interpusieron en el camino ante el horror de Acuario, que temía por la seguridad de todos más que por la suya. Bóreas se levantó entonces, no sin antes dedicar una severa mirada de advertencia al pelirrojo y encaró a Skade.
―Qué bien te sienta la sangre, Señora del Invierno. Especialmente porque es tuya y no de un inocente. ¡Vete de aquí! Esta ciudad, este recinto y este muchacho cuentan con mi protección. Una larga amistad me une a Athena y su ciudad: siempre han estado y estarán bajo mi cuidado. La Casa de Acuario y sus habitantes son mi estirpe, mis protegidos perpetuos. No tienes derecho a hostigar a mis hijos, lárgate...
―No parecía importarte mucho el chico cuando llegó a mis dominios la primera vez... No lo cuidaste gran cosa cuando lo reclamé como mi legítimo premio, mi verdadero resarcimiento por la muerte de mi padre...
―¡Nosotros nada tenemos que ver con la muerte de tu padre! ¡Ve y haz tus reclamos a Odín, Loki y los Ases! ¡No te hemos despojado de nada y es un hecho que no me despojarás de mi muchacho! ¡Lárgate!
―¡Es mío! Comparte mi naturaleza. Es el digno sustituto de Balder. Lo supera: es mucho más hermoso que él. Más hermoso de lo que Njord, mi erróneo esposo, será jamás. No será ingrato como mis hijos que se han apartado de mí. ¡Él es mi recompensa y lo reclamo!
Athena entró con paso firme en la sala, enarbolando Nike con una mano y portando su escudo con la otra. Su rostro lucía una herida insignificante sobre su ceja izquierda y el breve hilillo de sangre que se le desprendía la hacía ver imponente y furiosa. Se quedó de pie a un costado de Skade y la señaló con su báculo.
―La única recompensa que encontrarás en mi Santuario es tu corazón atravesado por mis armas si no te retiras en este momento. ¡No te he invitado! ¡No serás bienvenida jamás! ¡Es un insulto insufrible que pretendas llevarte a uno de mis santos! Ciertamente a mí no se me ocurriría nunca humillarte de esa manera o de cualquiera otra. ¡Olvídate de Camus! ¡Juro que no lo tocarás ni hoy ni nunca!
―Entonces eres perjura, niña... porque ya toqué la suavidad de su tez infantil hace años... y ya he disfrutado de él en la gloria de su juventud por largos meses... mientras permanecía ajeno a ustedes, atado a su lecho de moribundo. ¿Crees que la tormenta se lo tragó por azar? ¡Hace cuatro años me cansé de esperar y lo tomé para mí! ¡Por años lo llamé con amabilidad, intenté atraerlo a mi seno a través de sus sueños, pero no me escuchó! ¡Aproveché la ocasión y decidí finalmente quedármelo! Pero la maldita chiquilla volvió a interferir y me impidió apropiarme de su alma, ¡incluso muerta frustra mis acciones! ¡Y cuando mi amado finalmente entregó el espíritu, ustedes me lo arrancaron de nuevo! Pero igual, su sueño profundo me ha permitido disfrutarlo de mil maneras... Si bien no he probado su carne, su alma y su mente han sido mías y he hecho de ellas lo que me ha placido. No necesito probar su piel para hablarte de su sabor, sus placeres y sus dolores... Para él, estar atado a mí ha sido el infierno. Pero para mí, el más dulce paraíso... es... exquisito...
―¿Qué...? ―musitó Milo perdiendo el aliento. Se viró hacia Camus, cuyo rostro se mostraba incrédulo y asqueado; buscó con los ojos los de su amante y lo que vio en ellos lo llenó de desesperanza: la vieja repulsión que Acuario sintió por sí mismo cuatro años atrás, en Asgard, la noche que lo insultó y lo devoró aquella vorágine de nieve, la que lo acompañó sus primeros días después de recuperar la consciencia, anidaba nuevamente en aquel azul profundo. ―Keltos... está mintiendo... ―mintió a su vez Milo, que sabía que la maldita invasora decía la verdad, ¿por qué no hacerlo? Eso explicaba la incomprensible alienación de su amado en los meses de convalecencia, la absurda forma en que su consciencia iba y venía difusa y sin control, y el infierno del que hablaba como en sueños y del que se creía merecedor por una muerte que no había provocado. ―Sólo quiere obligarte a ir con ella... sólo quiere torturarte... no le creas, por favor...
Camus no respondió. Hundió la barbilla en el pecho y dejó que el cabello revuelto le cubriera la cara. Se abrazó a sí mismo y su torso desnudo se convulsionó en silenciosos sollozos. No hacía ruido, sólo se agitaba allí, en el suelo sucio, perdido en las odiosas palabras de aquella mujer que podía competir en poder con Mademoiselle y el Viento Norte. La Dama del Invierno lo miró altiva y extendió su mano hacia él.
―Aquella noche recordaste mi sentencia, ¿verdad? Con las palabras arteras del hombre que ahora quiere distraerte de mí. Que nadie te amaría. Te lo dije aquel día en Asgard, cuando te pedí que me acompañaras: te juré que nadie te amaría como yo, que nadie te aceptaría como yo. Que nadie te entendería como yo. Que no habría nadie digno de amarte, más que yo. Y que si te atrevías a entregar el corazón a alguien más, te lo harían pedazos, que haría pedazos a quien quiera que osaras amar. Te lo cumplí con la niña, ¿recuerdas? Y te lo cumpliré con este recinto entero si no vienes ahora mismo, te lo cumpliré con tu amante indigno, a quien jamás debiste volver a ver después de los insultos de aquella noche. Me cebaré con todos, incluso con tu Dama y tu pretendido protector, y haré de ellos las pieles del lecho donde te amaré para siempre...
―Tais-toi! ―gritó Camus consternado. ―Tais-toi, maudite, damné! Je te hais, je te deteste! J'était un enfant! Tu m'as dégradé! Tu m'as transformé en pute! Je ne t'aimerai jamais! Jamais, jamais, jamais...! (13)
―Vete, Skade... ―dijo Saori con profunda repulsión. ―Ya has hecho suficiente daño... Vete ahora que Camus necesita mi consuelo, o te arrasaré con una furia que nadie me ha visto desde las edades antiguas... Ya te buscaré cuando mi ira esté controlada para pedirte cuentas por esta atrocidad. En comparación con nosotros, los humanos viven un día, y mancillar sus espíritus es una bajeza imperdonable. Comparecerás ante mí, ante los Ases y los Vanes. Ante los mismos Jotun, tu raza, a quienes has deshonrado con esta vileza. ¡Que te vayas! ―gritó furiosa.
―No sin él... ―y la enorme mujer levantó el brazo: en su mano se formó una finísima lanza de hielo y la apuntó al joven que, agazapado en el piso, la miraba con un odio profundo y abrasador, retándola a matarlo de una vez y a terminar así con todo. Y como respondiendo al desafío, arrojó el arma contra él.
Muchas cosas, fugaces y decisivas, ocurrieron en los breves segundos entre el lanzamiento de aquel venablo y su llegada al blanco. Athena y Bóreas, cada uno por su cuenta, se abalanzaron contra la invasora, que se rodeó de un aura de hielo que repelió, al menos de momento, sus ataques; Milo se movió con rapidez para quitar a Camus de la trayectoria, pero resbaló con un vidrio: su mano se cortó dolorosamente con los cristales rotos cuando la apoyó en el suelo lleno de esquirlas; Shion buscó con la mirada a la Dama, esperando que le solicitara ayuda, pero sus ojos, beligerantes como nunca los había visto en su larga vida, lo convencieron de buscar a Acuario; Deathmask y Shaka intentaron arrojarse sobre la mujer, pero a ella no le resultó difícil congelarles los pies en el suelo y con ello inmovilizarlos. Y eso dio lugar a las acciones de los más jóvenes: Seiya y Shiryu la atacaron infructuosamente. Ikki y Shun trataron de penetrar (uno con fuego y otro con cadenas) en su fría aura. Isaac cubrió con su cuerpo a su maestro mientras Hyoga se interpuso en el camino de la lanza, recibiéndola y cayendo pesadamente al piso, sin quejarse y sin resistencia.
Por un largo segundo, Camus contempló a Cisne, aquel muchacho que había recibido en las heladas tierras de Siberia a una temprana edad, cuando él mismo apenas se adentraba en la adolescencia y llevaba ya el corazón carcomido por dolores presentes y ocultos; el niñito que lloraba por su mamita muerta, justo como él mismo lo hacía por las noches a escondidas bajo las cobijas; el muchacho rubio que le había hecho sentir orgullo desmedido y angustia sin límites y por quien había sido capaz de morir sin pensárselo para enseñarle una última lección. Luego que ese segundo pasó, en el piso que recibió a Hyoga se formó un charco de sangre, al principio diminuto, y luego más y más grande. Vio a Isaac que se arrastraba desesperado hacia él y a Milo que acudía en su ayuda y lo levantaba con suavidad, para comprobar que el arma no había tocado puntos vitales, para tratar de cauterizar la herida con la aguja escarlata, para hablarle y mantenerlo consciente. Y en todo ese momento interminable, sus oídos no escucharon otra cosa que el atronador latido de su corazón furioso y roto.
Una gruesa capa de hielo se deslizó por el piso, trepó por las paredes y se tragó los muebles esparcidos aquí y allá. Los santos dorados, de bronce e Isaac arrojaron una densa nube de vaho por la boca, Athena y Bóreas se detuvieron alarmados y Skade miró aquello confundida. Shion palideció y Milo, espantado, alzó la vista hacia Keltos.
Una fuerte ráfaga de viento, hielo y nieve arrojó a Skade hacia atrás, hacia las ventanas reventadas, y la llevó al exterior. Camus, lívido y fuera de sí, avanzó con los brazos extendidos hacia la enorme mujer, que incrédula veía a aquel joven, diminuto si lo comparaba con ella, aproximarse con una promesa de muerte en los ojos. El cabello rojo ondeaba en el viento que el gélido cosmos de su dueño producía y el pijama, apenas prendido de la cintura, se le congelaba y hacía jirones encima: no parecía un joven gallardo, sino una Erinia en frenesí de venganza.
―Pas mes fils, sale pute, succube! Pas mes enfants, maudite! (14)
Y una tormenta de nieve como Skade no imaginó que alguien más que ella pudiera convocar, se cernió sobre su cabeza.
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Aclaraciones
Hola, ¿cómo están?
Acá en México todavía es día del maestro y yo me la he pasado celebrando... lo cual quiere decir que no he revisado ni una tarea y no he preparado clase. ¡Mírenme ser rebelde! 😛
Con este capítulo entramos de lleno a la parte final de este fic. Actualizaré esta semana y la siguiente y eso será todo. Espero que el cuento esté resultando interesante y que cumpla con sus expectativas. También sucede que a partir de este capítulo se habla de violencia sexual sugerida, en ocasiones infantil, y esa advertencia estará en cada capítulo que presente esta situación.
Tal vez recuerden que en el capítulo anterior introduje un personaje original: Ingrid, la pareja de Surt. En este le toca turno al doctor Katsaros, el médico que se hizo cargo del caso de Camus por su incidente cardiopulmonar. Ambos seguirán teniendo breves participaciones en el desarrollo general de este universo narrativo.
Y finalmente, Skade y Bóreas han sacado la nariz de donde la tenían guardada. Si bien, al menos en este universo, no son propiamente "parientes", sí comparten naturaleza y eso podría hacer pensar que en efecto son familia. Esa es justamente la razón por la que Skade busca a Camus: es alguien con quien comparte naturaleza y con quien, ella cree, puede llegar a congeniar y compartir una vida armoniosa.
Ya les he contado anteriormente que en la mitología nórdica Skade no es una As, sino que se vuelve una al ser "adoptada" por los Ases. Cuando Odín y Loki le ofrecieron compensación por el asesinato de su padre, le dieron la opción de elegir un marido, pero sólo viendo los pies del interesado. Skade, que veía con buenos ojos a Balder, el hijo bonito de Odín, eligió los pies más limpios y bellos pensando que serían los de él, pero no fue así: eligió a Njord, el dios del mar. Se casó con él y ambos trataron seriamente de ser felices, pero no pudieron por ser tan diferentes: Skade no podía vivir lejos de las montañas heladas, y Njord (una especie de Poseidón) no soportaba estar lejos del mar. Algunas fuentes (que son las que estoy usando de base) mencionan a Frey (dios de la lluvia, el sol y la fertilidad) y Freyja (diosa del amor, la belleza y la fertilidad) como hijos de esta pareja, aunque la mayoría asigna a Nerthus, hermana de Njord, como su madre.
Como acotación: a Skade la consideraban la encarnación de la dureza del invierno, pero también de la fortaleza que los antiguos nórdicos necesitaban para sobrevivir en su entorno. Es una diosa cazadora, indomable y temible. Y esa es la razón por la que son escandinavos: es decir, hijos de Skade.
Van las aclaraciones idiomáticas, todas del francés, y casi enteramente en boca de Camus. Primero las más sencillas:
Chère, chèrie: querida, queridita
Petite: pequeña
Arrêt: detente
Tu ne comprend pas: No entiendes
Ahora las más complejas, que no son pocas:
1. Pourquoi dites vous cela? Pourquoi nous menacez-vous? Nous n'avons rien fait pour vous offenser!: ¿Por qué dice eso? ¿Por qué nos amenaza? ¡No hemos hecho nada para ofenderla!
2. Ça suffit, je t'en prie; c'est suffisant: Basta, te lo ruego; es suficiente.
3. Arrêt, s'il te plaît... je ne veux pas retourner... c'est l'enfer... c'est l'enfer: Detente, por favor... no quiero regresar... es el infierno... es el infierno.
4. C'est le maudit enfer: Es el maldito infierno.
5. Allons à la guerre, soldat!: ¡Vamos a la guerra, soldado!
6. Mademoiselle... Elle est ici... la Dame Blanche... elle est ici... et l'enfer la suit: Damita... Ella está aquí... la Dama Blanca... está aquí... y el infierno la sigue...
7. Mon cher... Qu'est-ce que tu fais ici? C'est très dangereux pour toi de rester ici avec nous: Mi querido... ¿Qué haces aquí? Es muy peligroso para ti permanecer con nosotros.
8. Ne dites pas de bêtises, s'il te plaît: No digas estupideces (bestialidades), por favor.
9. Laisse-moi, connard! Qu'est-ce que tu fais ici? Pour quoi viens-tu quand je n'ai pas besoin de toi? Qui t'a appelé? Tu viens quand tu veux... Mais je ne veux pas de toi ici, va-t'en... va-t'en!: ¡Déjame, cabrón! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué vienes cuando no te necesito? ¿Quién te ha llamado? Vienes cuando quieres... ¡pero no te quiero aquí, lárgate... lárgate!
10. Elle les tuera tous! Elle tuera Mademoiselle! Elle tuera Milo et mes enfants! Et qu'est-ce que tu feras? Quand m'as tu vraiment aidé? Quand t'es-tu intéressé à moi? Je ne suis rien pour toi! Nous n'avons jamais été rien pour toi! Tu nous a abandonné: ¡Los matará a todos! ¡Matará a Damita! ¡Matará a Milo y a mis niños! ¿Y qué harás? ¿Cuándo me has ayudado en verdad? ¿Cuándo te has interesado en mí? ¡No soy nada para ti! ¡Nunca hemos sido nada para ti! ¡Nos abandonaste!
11. Si c'est le cas alors pars! Je ne te veux pas avec moi!: ¡Si ese es el caso vete! ¡No te quiero conmigo!
12. C'est vrai! Je n'ai pas de père! Salop! Connard!: ¡Es cierto! ¡No tengo padre! ¡Hijo de puta! ¡Cabrón!
13. Tais-toi! Tais-toi, maudite, damné! Je te hais, je te deteste! J'était un enfant! Tu m'as dégradé! Tu m'as transformé en pute! Je ne t'aimerai jamais! Jamais, jamais, jamais...!: ¡Cállate! ¡Cállate, maldita, condenada! ¡Te odio, te detesto! ¡Era un niño! ¡Me has degradado! ¡Me has convertido en puta! ¡No te amaré nunca! ¡Nunca, nunca, nunca!
14. Pas mes fils, sale pute, succube! Pas mes enfants, maudite!: ¡Mis hijos no, puta asquerosa, súcubo! ¡Mis niños no, maldita!
Sobre el enorme rechazo que Camus siente por Bóreas se hablará más adelante.
Y es todo por ahora. Hacia el miércoles o jueves subiré la siguiente actualización. El crédito de la imagen es para su talentos@ autor o autora.
Gracias por el tiempo que se toman para leer esta locura: por sus votos, comentarios y amor. El amor tiene vuelta de acá para ustedes, donde quiera que estén. Tengan un bonito inicio de semana.
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