11. Asgard, las damas y los guardianes
―Es un problema mayor, sin duda. ―dijo Hilda con la mirada gacha, luego de escuchar las palabras de Athena y de Shaka de Virgo, quienes le habían explicado a ella, Freya y Lifia lo ocurrido con Camus en el pasado reciente y en el remoto. ―Un problema con consecuencias lamentables, por donde quiera que alcances a verlo. ¿Qué demandas de Asgard, Athena? ¿Qué clase de alivio podemos ofrecer a tu guerrero?
Las damas se encontraban reunidas en un salón de descanso. Las cuatro iban vestidas con informalidad: Saori de jeans, blusa de mangas largas y abrigo ligero; las damas de Asgard con vestidos de casa y chales abrigadores. Todas llevaban los cabellos al descuido, por la premura con que aquella reunión tenía lugar. Las damas de Asgard, rodeadas de sus guerreros de guardia, que habían escuchado en silencio el relato de los visitantes. Athena, flanqueada por Shaka, quien le había ayudado a plantear la situación, estaba custodiada solemnemente por Mu y Milo. Éste último buscaba con la mirada a Surt, que no se encontraba presente. Hilda lo notó y sonrió apesadumbrada.
―Surt no está, Santo de Escorpio. Como bien sabes, él está ahora a cargo de nuestro equipo de búsqueda y rescate en aludes. Se ha esforzado mucho porque esta unidad exista: tiene equipamiento y tecnología de última generación; solicitó capacitarse en Suiza y le fue concedido, ha estado haciendo estudios de paramédico, tal vez a la larga de medicina... Cuando la imaginó, creyó que sería solicitada de cuando en cuando...
―¿Y no es así, dama?
―No del todo. Ahora mismo está atendiendo un deslave. Y ayer atendió otro. Y la semana anterior tres más.
Athena y su guardia se sorprendieron al escuchar aquello. ¿Asgard sufría tanto de aludes? Hilda los contempló como si pudiera leerles la mente y añadió pesarosa:
―Temo que no es... bueno, estamos viviendo una situación extraordinaria... Se ha vuelto muy regular que sucedan incidentes de este tipo.
―Las tres lo habíamos adjudicado al cambio climático. ―completó Lifia tomando a Freya de la mano. Suspiró abatida. ―Ahora que nos plantean el caso de Camus de Acuario, me pregunto si la Señora Skade estará actuando también contra nosotros...
―¿Contra su propio pueblo? ―cuestionó Saori con extrañeza.
―Skade nunca consideró a la humanidad como su pueblo. O a los Ases. Supongo que tenemos la culpa de ello: en las viejas edades no pretendimos dañarla ni engañarla, pero eso fue justamente lo que logramos. Matamos a su padre y luego, al tratar de compensarla, le otorgamos un premio que no le resultó agradable. Mi hermano trató de ser justo con ella y de alegrarle los días y la vida, pero él mismo no pudo ir nunca contra su propia naturaleza, y en más de una ocasión la injurió. ―dijo Lifia con voz lejana, como evocando sucesos del pasado. A las damas y los guardianes les costó un momento entender que no era la joven la que hablaba a través de esos labios, sino Odín. ―Deseaba casarse con mi hijo, pero el azar la hizo elegir un esposo bien diferente, con quien nunca pudo hacer una vida armoniosa. Sus hijos no le resultaron afines y se alejaron de ella. Yo nunca supe comprenderla. Y Loki... aunque casi siempre trató de seguirnos... su objetivo en la existencia nos coloca en posiciones contrarias y por lo tanto, acabó poniéndolo también en contra de ella.
Lifia guardó un silencio pesado y triste. Unas cuantas lágrimas se le deslizaron por los pómulos pálidos, y cuando levantó la vista era claro que se trataba de ella, la muchachita elevada de sierva a recipiente divino.
―El Padre de Todos está afligido. Está convencido de que la Reina del Invierno está enfurecida y actuando contra todo aquel que se encuentra en su camino. Skade no es una de los Ases por naturaleza, es una gigante del hielo: no es malvada, pero no siente piedad. Y dado que no siente afinidad ni preferencia por nadie, desquitará su enfado como mejor pueda, a través del viento y el hielo. Cree que empezará por nosotros, en Asgard, y que seguirá intentando quedarse con Camus, en donde lo encuentre. Si no aplaca su furia, quizás continúe sus represalias en otras partes del mundo.
―¿Por eso ha nevado en Athenas? ―preguntó Milo, intranquilo.
―Athenas está resguardada, Milo; cálmate. ―dijo Athena con absoluta serenidad. ―Tenemos aliados que no permitirán que el frío nos haga desfallecer: Bóreas siempre nos ha protegido.
―Si es así, ¿por qué Bóreas no evitó que Camus fuera atacado, Kyría?
―Porque no se mete con la orden ateniense, y en especial con los santos de Acuario: debe haber confiado demasiado en las fuerzas de Camus. O simplemente, al no ser consciente de la naturaleza del mal que le acecha, no pudo... no pudimos prevenir el ataque.
―Athena, ¿quieres que envíe a un par de mis dioses guerreros a custodiar a Acuario? ―preguntó seriamente Hilda, respaldada por un gesto de Lifia. ―No nos vamos a desentender de la responsabilidad de Asgard en este asunto. Comprendemos que uno de los nuestros está atentando contra tu protegido desde su infancia, que le ha infligido un mal que lo ha marcado para siempre. No se me ocurre qué más hacer a corto plazo. Incluso Surt, con lo necesario que es en este momento en nuestras tierras, te será cedido si lo consideras necesario.
―Kyría, si me permites el atrevimiento... ―dijo Milo antes de que Athena hablara. ―No me parece ni por asomo justo que Surt o sus hermanos abandonen su país cuando son tan necesarios en él.
―Tampoco a mí me lo parece, Milo. No te preocupes. Pero lo cierto es ―dijo dirigiéndose esta vez a las damas―, que en efecto, necesitamos asistencia para paliar el estado de Camus. No quiero que Asgard se desprenda de sus protectores. Quiero consejo y la seguridad de que seremos apoyados en la resolución de este problema, si es que deriva en un conflicto. Yo estoy dispuesta a ir a la guerra, Hilda. No es como que Camus acaba de ser atacado hace unas horas, siendo el hombre adulto y capaz que es ahora: fue marcado como presa en su infancia, cuando aún no estaba listo para enfrentar las adversidades de un guerrero. Considero ese ataque como una bajeza imperdonable: ha dañado el alma de Camus y es una ofensa que se extiende a mi orden y a mí misma. Pido que la alianza que pactamos Santuario y Asgard se haga válida: que Santuario reciba el apoyo de Asgard en su incursión contra Skade.
Las damas y los dioses guerreros guardaron silencio. Hilda suspiró, cabizbaja, y sintió como la mano de Freya buscaba la suya y la estrechaba para darle fuerza. Ambas vieron una sombra, al principio breve y luego robusta, proyectada contra el suelo iluminado tenuemente por el fuego de la chimenea: era Lifia que se había levantado de su asiento. Su rostro se mostraba ausente y sus ojos, azules y abiertos, se mostraban a un tiempo opacos y severos.
―La petición es justa. Asgard respalda las demandas de Santuario. Sólo pido, Dama de la Guerra y la Sabiduría, que antes de entrar en hostilidades francas, te permitas a ti misma y a nosotros evaluar soluciones diplomáticas.
―¿Crees, Señor de los Cuervos, que existe tal camino con la Dama del Invierno? ―preguntó Athena con voz segura y sonora.
―Tal vez, si consigo el consejo de mi hermano.
―¿Crees que Loki querrá ayudarte, ayudarnos?
―Loki es ambiguo. No es malvado, pero su naturaleza es problemática: nos ama a su modo, pero su mente y su corazón están con sus hijos en Ragnarok. Trataré de razonar con él y conseguir su apoyo. Tus custodios, especialmente el escorpión celeste, tienen una agenda que podría serte útil. ¿Quieres darles carta libre en sus pesquisas? Tú y los tuyos son nuestros hermanos y son bienvenidos el tiempo que lo consideren necesario. Espero ―dijo dirigiéndose a Milo― que lo que Surt pueda decirte le sea de ayuda a tu compañero. Si me disculpan, debo intentar negociar con mi familia.
Y Lifia se quedó de pie con una expresión azorada, como si no recordara cómo había llegado a esa posición, y en verdad así era. Hilda la abrazó protectoramente y le besó la frente.
―Suficiente por hoy, niña. Te vas a dormir. Pero antes, te beberás una infusión tranquilizante. Me consta que el Señor de la Lanza deja la mente revuelta, llena de cosas no muy agradables la mayoría de las veces.
―Quisiera quedarme, Hilda. Por favor.
―Si así lo quieres está bien, pero tendrás que comprometerte a descansar y no abrumarte. Freya, tú y Balder cuiden de Lifia. Athena y yo conversaremos. Santo de Escorpio, ¿quieres que te lleven a donde está Surt, o prefieres esperarlo?
―Lo buscaré y ayudaré en lo que pueda, dama Hilda. Si no te molesta que ande suelto y sin vigilancia por tus tierras.
―No me molesta en absoluto: eres nuestro hermano, pero temo por tu seguridad. Frodi te acompañará al lugar del siniestro. Abríguense bien.
____
La zona del deslave que Surt y su equipo atendía no estaba tan lejos de Asgard como sí lo había estado el que casi causó la muerte de Camus cuatro años atrás. Estaba a tres kilómetros de la ciudadela, en un área llena de acantilados que a Milo le trajo feos recuerdos: tanto por su enfrentamiento con Keltos como por el accidente horrible que luego había sufrido. Surt trabajaba con un equipo de una docena de personas en rescatar a unos chicos que, irreflexivamente, habían querido pasar la noche al amparo de la montaña. Ninguno había muerto, pero uno de ellos estaba muy malherido y ya había sido trasladado al hospital del pueblo. Los otros dos muchachos estaban hipotérmicos y recibían la atención adecuada al caso. Cuando Surt vio avanzar hacia él a Milo y a Frodi, puso cara de desconcierto.
―¿Qué rayos haces aquí, rubio tonto?
―Vine a ver tu cara de pocos amigos, vikingo deslucido. ¿Hay algo en lo que Frodi y yo podamos ayudarles a tu equipo y a ti?
―No, no a estas alturas. Ya hemos terminado. Sólo estamos asegurándonos de que estos bobos no pierdan los dedos de los pies por su osadía. Ya había advertido a la población entera que estos tiempos no son aptos para excursionar en las montañas, pero ya ves, no falta el idiota que quiere hacerse el valiente y hacer que nos congelemos el trasero.
―¿Tan malo ha estado el clima?
― Nunca ha sido especialmente bonito en Asgard. Pero en los últimos tiempos se está portando de lo peor.
―Como si no los quisiera.
―Sí. Como si no nos quisiera... ¿Vino Camus contigo? Me encantará beber un poco de aguardiente con ustedes dos.
―No. No vino conmigo. Está en el hospital.
Surt guardó silencio un momento, durante el cual revisó aprisa el semblante de Milo, así como su lenguaje corporal. Lucía artificialmente tranquilo, lo cual le hizo suponer que las cosas debían ser en verdad críticas si era necesaria aquella mesura autoimpuesta por el escorpión.
―¿Está...? ¿Se encuentra grave? ¿Qué le sucedió? No hay aludes en Grecia, ¿verdad?
―No, no hay avalanchas en Athenas. Pero está en el hospital como consecuencia de su accidente de hace unos años.
―Caray... Lo siento mucho, Milo. En serio que sí. Esperaba la oportunidad de verlos en el futuro próximo, pues tengo algunas noticias que participarles...
―¿Buenas?
―Para mí lo son. Seré padre en unos meses.
―¿Qué? ¿Estás jugando? ¿Quién es la pobre incauta a la que has enganchado? ―preguntó Milo olvidándose un momento de sus pesares y abrazando animoso a Surt. ―Quiero conocerla. ¿Es guapa? ¿A qué se dedica? ¿Se casaron, se van a casar? ¿Será niño o niña?
―Qué preguntón eres ―respondió Surt entre carcajadas y revolviéndose entre los brazos del escorpión―, si me sueltas te la presento. Para tu información, es bellísima. Es paramédica, como yo; aún no nos casamos y no tenemos una puñetera idea de qué será el bebé.
Milo sostuvo a Surt de los hombros, genuinamente feliz y conmovido. Le sonrió eufórico y añadió:
―Camus se pondrá tan feliz cuando lo sepa...
―Eso quiero pensar, sí. Ya les habría contado aunque fuera por e-mail, pero hemos tenido trabajo a morir. Desde hace semanas hemos tenido una incidencia enorme e inexplicable de aludes. Casi no hemos tenido personas siniestradas, pero sí ha habido algunas. Como esta noche. Y justo en el aniversario de lo de Sinmone...
―De lo de Camus, quieres decir.
―No... Bueno, sí. Tienes razón. Es aniversario del accidente de Camus. Pero también lo es del de mi hermana.
―¿Qué? ¿En serio? ¿Por qué no lo dijiste hace cuatro años?
―Porque lo que todos queríamos era dar con Camus. ¿Qué importancia tenía lo de mi hermana, si ya había pasado tanto tiempo y no tenía remedio? Aunque Camus sí lo recordó. Por eso estaba seguro de que había ido a buscar su tumba: habíamos hablado vagamente de ir a visitarla para rendirle tributo.
―¿A buscar su... su tumba? ¡Surt, eres un zoquete! ¡Tendrías que habérnoslo dicho! ¡Que Camus estaba vulnerable por lo de Sinmone!
―No, torpe. Camus estaba sensible por la pelea estúpida que tuvieron. Reconozco que quizás estuviera más susceptible por Sinmone, pero no lo parecía, pues cuando hablamos de ella conservó la serenidad en todo momento. Fue cuando se trenzaron que perdió los estribos.
―Surt... Camus es especialista en esconder lo que siente... ¡carajo! ¡Ven, tenemos que hablar!
Lo tomó del brazo y caminó con él unos metros: sus respiraciones producían vaho que se elevaba sutilmente en el aire. Surt escuchaba en silencio, y poco a poco su expresión pasó de mostrar concentración a revelar sorpresa, y luego algo parecido al dolor. Surt apretó los puños y clavó la mirada en el blanco manto que cubría el suelo: su rubio acompañante observó como unas lentas lágrimas descendían por sus pómulos.
―¿Estás seguro de lo que dices?
―Sí: es lo que Shaka y Mu han visto en la mente de Keltos. Una mujer, que ustedes llaman Skade, trató de llevarse a Camus y tu hermanita, bendita sea, lo impidió. La bruja arrojó el alud sobre ambos y Sinmone llevó la peor parte. ¿Qué sucedió para que creyeras que Camus era el responsable?
Surt se abrazó a sí mismo y empezó a llorar con desconsuelo, ante la atónita mirada de Milo y de Frodi, quien se aproximó al ver el ánimo de su amigo descomponerse. El pelirrojo negaba con la cabeza y dejaba salir roncos sollozos de su pecho. Una muchacha casi platinada de tan rubia se acercó alarmada y lo abrazó.
―¿Surt? ¿Qué tienes?
―¡Ingrid, Ingrid! ¡He pasado la vida entera equivocado! ¡Y he causado mucho mal y dolor con ello!
―¿De qué hablas? ¡Tú no le harías daño a nadie! ¡Eres la mejor persona que he conocido en mi vida! ¡Mi amor, tranquilízate por favor!
―¡Milo, lo siento tanto! ¡Lo siento, en serio! Yo... aquella mañana me fui a cazar. Dejé a Camus y a Sinmone en el descenso de la montaña, cerca de la cabaña y del bosquecillo de olmos y abetos. Sinmone jugaba, como siempre, y Camus entrenaba. Yo... ni siquiera estaba realmente lejos cuando ocurrió el alud. Escuché el estruendo y corrí, pensando que los encontraría a ambos muertos. Pero hallé a Camus escarbando entre la nieve, repitiendo una y otra vez que lo sentía, que lo sentía mucho. Por eso pensé que él había provocado el derrumbe al entrenar. Ni por un momento pensé que alguien más hubiera estado involucrado. Pero Camus... me escuchó gritarle y culparlo, ¿por qué no me sacó de mi error?
―Porque estaba en shock ―dijo Frodi―, seguramente estaba tan impresionado que no pudo reaccionar. No se le ocurrió desmentirte, Surt.
―Shaka y Mu dicen que Camus se convenció a sí mismo de que él había sido el responsable. Todos estos años él mismo ha creído que provocó la muerte de tu hermana. Relegó el recuerdo de lo ocurrido a un rincón tan oscuro de su mente, que resultaba inaccesible incluso para él.
―Dioses... lo siento tanto... yo provoqué esto... yo lo hice sentir culpable... yo lo obligué a tomar responsabilidad por algo que no le concernía... Milo, tengo que verlo y pedirle perdón... por favor, llévame con él...
―¿Eres tonto o qué? No voy a sacarte de Asgard ahora que la loca que se ensañó con Keltos y tu hermana está suelta en tus tierras y jodiendo a tu gente a gusto... Hubiera querido que me dijeras que la viste, pero me doy cuenta de que no es así...
―No. Yo no la vi... pero Sinmone sí...
―¿Cómo sabes?
―Unos días antes del accidente, Sinmone insistía en que una dama bonita los observaba desde lejos a ella y a Camus cuando salían al campo. Como Sinmone tenía la cabeza llena de cuentos y canciones, no le creí. Nadie se acercaba a nuestra cabaña, Milo; estaba demasiado lejos del pueblo. Nadie se interesaba por los niños huérfanos de los leñadores. Y Sinmone... era muy fantasiosa. Siempre hablaba de hadas, sílfides, valkirias y criaturas mágicas. Camus la escuchaba con una paciencia infinita, con eso me daba cuenta de que de veras la quería. Y como Camus no habló nunca de esa dama, di por hecho que todo era imaginación de mi hermanita...
―Oye, Surt... todo lo que estoy escuchando es muy triste y desafortunado, pero no es culpa tuya. Usted no está culpando a Surt, ¿o sí? ―preguntó Ingrid dirigiéndose a Milo.
―No, señorita. No lo culpo en absoluto. Solo quiero saber qué sucedió entonces para tratar de paliar las consecuencias hoy. De ninguna manera se me ocurriría culpar a su prometido, él también ha vivido un infierno por esos horribles sucesos... ¿Es su prometido, cierto?
―Sí. Lo es.
―¿En serio no me dejarás ir a ver a Camus, Milo?
―No. Aquí eres más necesario que en Athenas. Camus se encuentra estable. Esperamos que se recupere pronto. Cuando lo haga, acordaremos el modo de que lo veas o te comuniques con él. Además, creo que nos reuniremos pronto: Kyría ha declarado estado de emergencia para enfrentarse a la tipa esa, y ha conseguido el apoyo de tus damas para ello.
Surt hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Había caído en un mutismo pesado y triste. Luego frunció el ceño y levantó el rostro hacia Milo.
―Sabes leer francés, ¿verdad?
―He estado tantos años con Camus que sí, he aprendido como no queriendo...
―Quiero darte algo que tal vez te sirva, pero está en Valhalla. ¿Me acompañas? Igual ya tenemos que retirarnos de aquí: la zona ya fue asegurada y permanecerá clausurada hasta nuevo aviso.
―Déjenme avisar que debemos levantar el campamento y nos vamos, ¿de acuerdo? ―dijo Ingrid animosa, y rápida, se alejó corriendo hacia el resto de sus compañeros. Milo la miró con alegría y dulzura.
―Me alegro tanto por ti, Surt. Espero que Surtito o Ingridcita los haga inmensamente felices. ¡Y vaya que es bonita! ¡No la mereces, cabrón! Es hermosa como el amanecer... y tú... pues eres un agrio deslucido.
―Deslucido o no, la mejor chica del mundo me ama y me permite amarla. ¿Qué puede ser mejor que eso?
―Nada. Es la más grande felicidad en la vida: amar y que te amen.
____
Milo, Shaka y Mu estaban sentados en la salita de estar del salón de banquetes. Les habían servido café y pastitas. Frodi, Surt e Ingrid los acompañaban. En una zona próxima del mismo salón, Hilda, Saori, Lifia y Freya aún conversaban.
El escorpión tenía entre sus manos un viejo cuaderno escolar, de lo más sencillo y común. Recordaba haber tenido varios así en su primera infancia en Santuario, cuando Shion y los maestros asignados por él les enseñaban a los pequeños dorados los conocimientos académicos básicos. Lo abrió y su rostro de inmediato se dulcificó: la primorosa letra de Keltos poblaba las hojas amarillentas. Había párrafos escritos en griego, en francés, en ruso y en escritura rúnica. Entendía sin problemas el griego y el francés, pero no tenía idea de lo que decían los otros fragmentos.
―Parece una bitácora. ―susurró Milo mientras hojeaba. Shaka y Mu veían interesados aquel cuadernito, esperando que Escorpio leyera algo que resultara de utilidad. ―Al parecer, viajó mucho, por los lugares más gélidos del mundo. Como si se hubiera propuesto conocer todos los sitios donde el frío fuera amo y señor.
―Muy propio de Camus. ―dijo Mu, a lo que Shaka simplemente asintió.
―¿En serio, a los diez años?
―Te lo estoy diciendo: muy propio de Camus. Hasta parece que no lo conoces...
―Bueno... es cierto. Suena a algo que él haría. Planeaba conocer el Ártico y la Antártida. Eligió primero el Ártico: su visita a Asgard corresponde a esta travesía. ―continuó hojeando la libreta, hasta llegar a unas páginas en las que empezaron a aparecer dibujos infantiles. ―¿Y esto?
―Es de Sinmone. ―replicó Surt con voz presuntamente neutral. ―Somos... nosotros tres.
―Vaya... dibujaba bonito... ―Milo pasó sus dedos por las tres figuritas que unas manos infantiles que dejaron de ser años atrás habían delineado con cariñoso esfuerzo y sonrió nostálgico: no había conocido a la niñita, pero ver sus trazos hicieron que un amor prístino y real naciera en su corazón por la chiquita perdida; continuó con su inspección y se detuvo en un párrafo en francés. ―"Les matins froids sont meilleurs depuis que j'ai rencontré Surt et Sinmone. Ils sont mes bons amis".
―¿Cómo?
―"Las mañanas frías son mejores desde que conocí a Surt y Sinmone: son mis buenos amigos". ―dijo Surt como evocando. ―Sinmone le pidió a Camus una vez que escribiera esa frase en francés, y Camus, que no le negaba nada, lo hizo. Y desde entonces escribía una variante casi todos los días, para luego leérsela a mi hermana. Ella adoraba escucharlo hablar en su idioma.
―"Les matins froids..." ―Milo empezó a leer todas las frases de ese tenor que encontró. ―Las mañanas frías son divertidas porque Sinmone y yo cantamos. Las mañanas frías son hermosas porque el sol se escurre entre las nubes. Las mañanas frías son un momento de hermandad cuando nos sentamos a la mesa a desayunar avena. Las mañanas frías son mi momento favorito del día. Las mañanas frías son el inicio de una nueva aventura. Las mañanas frías son la oportunidad de un nuevo cuento. Las mañanas frías se engalanan cuando Sinmone canta al viento. Las mañanas frías son mi perfecta compañía. Las mañanas frías...
Milo se detuvo. La última página con escritura estaba manchada. La tinta corrida. Aún así, la frase se leía con claridad.
―"Les matins froids sont l'horrible maison de la Dame Blanche. Les matins froids sont la tombe de ma chère amie. Le matins froids sont l'enfer. Le matins froids sont la tombeau de mon âme..." (1)
Milo se detuvo. Lágrimas amargas corrían por sus mejillas, al igual que por las de Surt, que no entendía el francés a cabalidad, pero sabía que algo terriblemente triste encerraban las últimas frases. Athena y las damas de Asgard ya se encontraban cerca en ese momento: Saori, que sí entendía a la perfección el idioma de Camus, también lucía un pesar inmenso en su rostro.
―¿Tú conservaste este diario, Surt?
―Sí, Athena. Cuando Camus se fue, lo dejó en la cabaña. Quise tirarlo, pero como tiene dibujos de mi hermana, no me atreví. Así que lo guardé, entre las cosas que conservé de Sinmone. Hace años que no pensaba en él...
―Gracias por no haberlo tirado, querido Surt. Tal vez nos de pistas de cómo ayudar a Camus.
―¿Qué pistas nos va a dar? Excepto el momento en que se le quebró el alma...
―Es un dato importante. Algo podremos hacer con él. Vamos a casa. Ya hemos importunado bastante a nuestros anfitriones. Hilda ―dijo Saori con profunda emoción, tomándole las manos a su amiga―, cualquier cosa que suceda, cualquier información que puedas darnos sobre lo que hace la Dama Skade, cualquier incidente en el que creas que podemos ayudarles, no dudes en comunicármelo, por favor.
―Sea, Athena. Lo mismo digo para el caso de ustedes. Espero que Acuario encuentre alivio para su aflicción.
Unos pocos minutos después, Surt lloraba desolado en la salita, acompañado únicamente de Ingrid que trataba de consolarlo. Hilda, que miraba a la distancia, suspiró con pesar; se arrebujó en su chal y se dirigió a sus habitaciones.
____
Aclaraciones
Hola a tod@s. Aquí está la primera actualización de esta semana.
En esta ocasión he dispuesto las intervenciones en francés de tal manera que no sea necesario aclararlas en esta sección, con la salvedad de la última. Aquí dejo la interpretación, aunque creo que es más o menos clara.
1. "Les matins froids sont l'horrible maison de la Dame Blanche. Les matins froids sont la tombe de ma chère amie. Le matins froids sont l'enfer. Le matins froids sont la tombeau de mon âme." : Las mañanas frías son la horrible casa de la Dama Blanca. Las mañanas frías son la tumba de mi querida amiga. Las mañanas frías son el infierno. Las mañanas frías son la tumba de mi alma.
Como ya se han dado cuenta, Les matins froids es la frase que da título a esta historia, y es una alusión a los recuerdos que Camus sepultó en lo más profudo de su cabeza, para poder seguir adelante. Les pido disculpas si el ritmo de la narración les resulta muy al ralentí: en realidad así es mi estilo de escritura. Espero que la historia sea lo bastante interesante y compense la lentitud.
El crédito de la imagen es para su talentosísim@ autor, Rusembell.
Gracias a tod@s por su tiempo de lectura, votos y comentarios. El amor tiene vuelta, que tengan un excelente inicio de semana.
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