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Llegada a Camelot

–Arwen, ¿Qué significa esto? ¿Por qué quiere una desconocida que vayamos a Camelot?

Ese era el interrogatorio que Nyneve y Lunete le hacían a su hermana mayor después de días siendo atosigadas por la misteriosa voz y a esta se le habían acabado ya las excusas.

–Yo... De veras que no lo sé, para mí que sólo es alguien gastándonos una broma pesada.

–Pero siempre nombra a alguien en concreto, Merlín. Eso parece demasiado elaborado para una broma... - rebatió Lunete.

–Sí, eso es cierto. ¿No nos estarás ocultando algo, Arwen? - preguntó inquisitiva Nyneve.

–Ya basta. Tenemos demasiadas cosas que hacer cómo para discutir por tonterías.

Y dicho eso se retiro de la habitación sin darle tiempo a sus hermanas a replicar.

Salió al exterior, se sentó en el banco del jardín... Y se echó a llorar.

La verdad es que no sabía que hacer, si contarles finalmente la verdad a sus hermanas o si por el contrario proseguir con su mentira piadosa. Y si se decantaba por esta última opción, ¿por cuánto tiempo más podría realmente mantenerla? Además, ¿realmente tenía algún derecho a negarles a su hermana la verdadera respuesta a sus preguntas?

Y sin embargo no quería llevarlas a Camelot, no después del destino que había sufrido su madre allí. En ciertas ocasiones envidiaba a sus hermanas por haber conocido apenas a Brunilda, y por ende no tener que sufrir el dolor del luto

Seguía inmersa en su dilema cuando una voz a sus espaldas interrumpió sus pensamientos.

–¿Lady Arwen? Lo siento, no quería sobresaltaros.

Era el Padre Tuck, un joven clérigo que vivía cerca de ellas desde hacía un par de años y enseguida se había ganado la confianza de las hermanas.

–Oh no, Padre, no tenéis que disculparos. Y luego me alegro veros de nuevo.

Él sonrío y pidió permiso para sentarse a su lado, a lo que ella accedió gustosa.

–Os veo disgustada, ¿puedo preguntar qué es lo que os aflige?

Arwen hizo una mueca de duda pero entonces pensó que el monje realmente era la única persona con la que podía hablar con total libertad.

–Sí, hay algo que no sé si contarles a mis hermanas o si por el contrario abrirme a ellas.

–Bueno, supongo que eso depende de las consecuencias que tenga cada opción.

Arwen suspiró.

–Esa es justo la cuestión, que ambas son igual de malas.

–Entonces la opción que consideréis menos mala. Si resultáis estar equivocada ya se verá después.

Arwen sonrío. Su amigo siempre era muy cabal en sus consejos.

–Entiendo. Muchas gracias, Padre.

–No hay de que - contestó devolviéndole la sonrisa - Siempre es un placer ayudar, tanto a vos cómo a vuestras hermanas. Por cierto hablando de ellas, ¿está Nyneve en casa? Le traigo el arco nuevo que me pidió.

Arwen le llevó adentro junto a su hermana menor,  la rubia se quedó prendada del arco desde el primer momento, desde siempre le fascinaban las armas, especie las espadas y los arcos.

Tuck pareció llevar consigo todo el disgusto y la tensión que se había generado aquella mañana.

Arwen pensó largarmente el consejo que había recibido, sabía lo que habría hecho su madre. Sería algo difícil para todas y sus hermanas estarían molestas con ella durante un tiempo, especialmente Nyneve con su carácter tan encendido.

Pero tal cómo había dicho el Padre Tuck debía hacer lo que ella considerará mejor.

Aquella noche apenas durmió; justo antes de que se pusiera el sol ya se había vestido y dejado una nota de despedida en la mesa de la cocina.

Arwen y Nyneve aún tardarían un par de horas en levantarse, tiempo de sobra para evitar que fueran tras ella.

Sólo vaciló un momento antes de salir, no por sus hermanas sino por un cuchillo carnicero que relucía desde el aparador de la cocina. La imagen de Uther Pendragon cruzó por su mente igual que un hierro candente. No creía que nadie en la ciudad la reconociera siendo ahora una mujer adulta pero...

"Por si acaso" se contestó a si misma mientras metía el cuchillo dentro de la mochila.

Había dos caminos por los que se podía ir a Camelot: Uno era más corto pero también más difícil de transitar mientras que el segundo era algo más largo pero más seguro. Arwen se decidió por este último.

El viaje fue duro y arduo, por fortuna tenía a Lavinia, una mula que habían comprado hacía unos años.

Dormía en pequeño jergón con la mochila cómo almohada con Lavinia cerca suyo por si acaso alguien con malas intenciones se les acercaba.

Afortunadamente eso nunca ocurrió.

No, el viaje estuvo exento de incidentes... Hasta que se encontró con el basilisco. Estaba despistada mirando unas hermosas rosas silvestres cuando oyó un sonido extraño a su espalda. Por puro instinto de supervivencia se giró , sólo para encontrarse con una criatura gigantesca en claro tono agresivo.

Se quedo paralizada sin poder evitarlo mientras la criatura  corría hacia ella.

Entonces la salvación llegó en forma de un desconocido que se plantó delante del monstruo con una espada mientras gritaba:

–¡¡Corre!!

Ella obedeció y se escondió detrás de un tronco.
Cuando el peligro hubo realmente pasado, se ánimo a buscar con la vista a su salvador, para su alivio este se encontraba totalmente sano y salvo.

–Muchas gracias. Estaba aterrorizada.

–No hay de que; se comprende perfectamente.

Era un hombre joven, más o menos de la misma edad que ella , de piel morena y cabello castaño oscuro.

–Creo que era un basilisco. No sabía que tuvieran un hábitat aquí - comentó Arwen

–Yo tampoco tenía idea. Espero que no se acerque a ninguna población humana.

Ella asintió y él le ofreció la mano para ayudarla a levantarse.

–¿Sois así de gentil con todo el mundo o sólo he sido afortunada?

–Oh lo sois pero por vuestra belleza, no por haber tenido mi ayuda, milady.

Ella río.

–Que gracia que me llaméis milady - replicó señalando a su mula y sus ropas ajadas.

Él sonrío con dulzura.

–Detalles sin importancia en mi opinión.

Ella guardó silencio mientras le miraba con atención: Al igual que ella, el desconocido llevaba ropa humilde y en sus manos se notaba un esfuerzo físico constante.

–¿No sois noble, verdad?

Él se giró para mirarla, haciéndola arrepentirse al momento de su pregunta.

–Lo siento, no lo digo por nada malo, yo tampoco lo soy - aseguró con una sonrisa.

Y no era estrictamente mentira, el título de princesa había desaparecido junto con Brunilda.

–Está bien, comprendo vuestra pregunta. Y tenéis razón, no lo soy - Su rostro se tiño repentinamente de seriedad - Milady, ¿puedo preguntaros a donde os dirigís? Tal vez sea más seguro que os acompañe.

–Gracias pero no quiero ser una molestia, además ya habéis hecho mucho por mí. Y de todas formas me dirijo hacia Camelot así que no creo...

–¿Camelot? ¿Bromeáis?   !Yo también me dirijo hacía allí¡

–... Oh

Él río de nuevo.

–Qué espléndida casualidad. Ahora con más razón reitero mi oferta - La miró esperando su respuesta con una sonrisa abierta.

Ella lo considero. Le había salvado la vida y parecía genuinamente amable. Además en verdad agradecería tener compañía durante todo lo que le quedaba aún de viaje.

–De acuerdo. Usted gana, señor...

–Lancelot. Soy Lancelot.

–Yo soy A... Ailin - reprimió su vergüenza ante su pequeño lapsus.

–Ailin. Bonito nombre.

"Si y no es mío realmente..." pensó Arwen mientras ella y Lavinia seguían finalmente a Lancelot.

Merlín dormía a pierna suelta en su habitación, estaba teniendo un sueño muy plácido y a la vez muy extraño, en el que una joven rubia de su misma edad montada en burro y armada con un arco le miraba desde la lejanía. La joven le parecía realmente hermosa y pensó que desde luego no le importaría conocerla...


–!!MERLÍN¡¡ - bramo la voz de su mentor Gaius desde el umbral de la habitación.

–¿En serio seguías dormido?
!!Dioses, ¿Sabes que hora es ya?¡¡

–No, ¿Qué hora es?

–Las diez, así que ya te estás levantando.

–Oh Gaius... Pero estaba teniendo un sueño increíble, aparecía una muchacha y...

El mago se dio cuenta de su error al ver la mirada inquisitiva del anciano

–No me refería a... No era ese tipo de sueño... Mejor olvídalo.

–Hablando de muchachas, Lady Morgana necesita que le lleves un remedio para el dolor de cabeza.

–¿Está enferma?

–No lo suficiente cómo para preocuparse, tranquilo.

–Entiendo. Desayunó y se lo llevó.

Y así lo hizo; llevaba tan sólo unas semanas en Camelot pero la protegida del rey Uther ya había conseguido lograr su afecto. En el camino se cruzó con Gwen, sirvienta personal de Lady Morgana y también amiga suya.

–Buenos días, Merlín.

–Buenos días, Gwen. Justo voy a dónde Lady Morgana, Gaius me dijo que sufre dolor de cabeza.

–Así es, afortunadamente ya le ha remitido un poco.

–Me alegro de oírlo. Voy a llevarle esto a ver si se lo quita del todo.

Finalmente llegó a la habitación de Lady Morgana y tocó a la habitación antes de entrar:

–Adelante.

–Lady Morgana, os traigo un remedio de parte de Gaius para vuestro dolor de cabeza.

–Oh muchas gracias Merlín. Dádselas también a Gaius de mi parte.

–Por supuesto.

–Merlín ¿Puedo pedirte un favor?

–Por supuesto, milady.

–Oh, no me llames así por favor. Llámame directamente Morgana a secas mejor.

–Cómo vos digáis... Mi... Morgana.

La joven le dirigió una sonrisa divertida.

–Cuando me recupere de esta espantosa migraña, y conociendo la eficacia de Gaius estoy segura de que será pronto, me gustaría que me acompañarais a la nueva taberna de Camelot.

Merlín palideció y titubeo.

–Morgana, no creo que el rey Uther este de acuerdo con eso.

–Lo sé y por eso no pienso decírselo.

–Yo... No sé... Tal vez Gwen sea más indicada...

–Oh no, no puedo pedir que se arriesgue a la ira de Uther  solo por un capricho mío

–...

–Oh, ya me entiendes, tú tienes a Gaius para que te proteja, ella no. ¿Lo harás?

Merlín suspiró, en verdad no era capaz de decir que no, ni tampoco lo deseaba realmente.

–Está bien, Morgana. Por vos iré.

Arwen y Lancelot llegaron a Camelot y decidieron hospedarse en una posada llamada "La cueva de Rosalind"

Ninguno se arrepentía de haber aceptado la compañía del otro, en el poco tiempo que tenían de conocerse ya habían establecido una buena relación.

El sitio parecía realmente decente, mucho más de lo que Arwen realmente esperaba.

–Buenos días - les saludo una joven rubia - ¿Habitación para dos?

–¿Perdón?

–No, no estamos casados - aclaro Arwen.

La rubia río para confusión tanto de Lancelot cómo de Arwen.

–Igual que muchas parejas que vienen a las tabernas...

Les dirigió una mirada cómplice indiferente a la vergüenza ahora presente en la cara de ambos.

–Isolda, acabarás por ahuyentarme a los clientes con tus bromas - la reprendió una mujer de cabello negro trenzado.

La muchacha llamada Isolda se limitó a encogerse de hombros.

–Discúlpenla, es buena chica pero algo indiscreta. Soy Rosalind y soy la dueña - dijo tendiéndoles la mano.

–Encantada de conoceros.

–Igualmente, Lady Rosalind.

–¿Lady Rosalind? Vaya, que muchacho más formal. En fin, pido dos habitación separadas ¿no?

–Sí, por favor.

–Saben, ya es la segunda pareja que llega a la ciudad esta semana, la otra son dos hermanas jóvenes.

–¿De verás? Si es algo curioso - comentó jovial Lancelot.

–Oh sí, sobre todo porqué sus habitaciones y las vuestras están en la misma planta - sonrío - En fin aquí tenéis las llaves.

–Hum, habitaciones una al lado de la otra... Tengan cuidado, parejita.

–Isolda...

–Está bien, ya no digo nada más.

–Una muchacha con la lengua muy aguda esta Isolda, ¿no creéis? - comentaba Lancelot  mientras subían las escaleras.

–Sí, en mi opinión demasiado.

–Pero yo estoy seguro de que pronto demostrará ser simpática, tal cómo dijo su jefa.

Arwen sonrío ante el jovial optimismo de su amigo y estaba a punto de replicarle cuando las vio y se quedó varada en silencio en las escaleras.

Recordó enseguida las palabras de Rosalind: "También han llegado dos hermanas jóvenes "...

Insólito cómo ahora todo parecía cobrar sentido de la manera más retorcida imposible.

Y es que delante suya estaban Lunete y Nyneve.

**ACLARACIONES: He decidido alterar un poco la cronología de la serie, haciendo que aún pasarán días para que Lancelot y Merlín se conozcan y por ende este último decida ayudarle en su sueño de ser caballero.
¿Habéis pillado las referencias a otra leyenda británica? Por favor, decidme que

En el próximo capítulo nos espera mucha más acción y sobre todo el inicio de varios romances... Nos vemos

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