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Los caminos de una nebula

Las hojas se movían en el líquido; navegaban y se estrellaban con los bordes de las tazas. El aroma de la lavanda impregnaba la habitación, generaba una frangancia cálida que Evy no había presenciado en mucho tiempo. Por supuesto le hubiera encantado pensar que ese delicioso olor era servido por alguien que ultimadamente recordaba con mucha frecuencia.

En cambio, al entrar en la sala, se dio cuenta que Petunia y Folg habían llegado a casa y por ende, Naheim era visto como una mala semilla. A pesar de eso el ambiente era ameno. ella se sentía en un hogar que creyó olvidado o al que empezaba a retornar; no podía describir ese sentimiento de encontrar un lugar al que desees regresar más allá de que haya una prueba que realizar. Era, para ella, la primera vez que la calidez de un hogar la inundaba.

-¿Sucede algo, Evy? -preguntó, Petunia.

Evy negó efusiva. Entró de una vez en la sala para tomar asiento junto al sujeto en el que se había convertido Folg.

-Los guardias están dispuestos en zonas estratégicas. Lugares de mayor movimiento e incluso se resguardan como civiles. No será fácil moverse por el centro de la ciudad sin que los vean. Por eso deben usar la misma pócima que tomó Folg. Los distraerá. Desconozco del efecto que pueda hacer en ti, Evy, después de todo eres mitad nébula y es sabido que algunas sustancias no tienen el mismo resultado, pero no intentarlo es una locura.

»Si Madame Berthi estuviera aquí, les aconsejaría desistir... -musitó.

-No lo haremos -interrumpió Evy

Petunia levantó la cabeza, erguida en su silla con los miles de libros que debía usar para observar bien al trío frente a ella, contemplaba la naturalidad con la que Evy respondía. Guió su mirada hacia Naheim ante la negativa. El silencio imperó por segundos, muy breves, pero cruciales para hacer que todos se sintieran incómodos.

-Creo que no debieran insistir en eso. Ya está listo, ella decidió ir y él acompañarla -comento Folg desganado, se encogió de hombros y bufó-. Tú y todos los que están detrás de esa idea barata para detenerlo.

-No es una idea barata, ir hasta ese lugar sería hacer un sacrificio. No hace falta que te recuerde cuan difícil fue hacer que salieras de la ciudad en su momento, Naheim. Yo, a diferencia de Madame Berthi, no te detendré, pero mi lugar es aquí. Mi maldición me confina a este sitio.

»Sí, ustedes deben hacerlo; pero deberías tener cuidado, Evy, sobre todo porque quien te guía no está bien...

-Lo viste -afirmó Naheim.

-Estaré maldita, pero llevo conmigo parte de mis habilidades -lanzó Petunia-; puede que no sean eficaces para saber qué tan grave es, pero lo son para saber que al poner un pie allí te desmoronaras y que no puedes seguir haciendo esto solo por complacer a una nébula

-Mitad nébula -corrigió Evy-. Suelen decir que soy una nébula, y no es verdad. La otra mitad de mi es humana.

-¡Por los mares de Amilava!

-Al principio parecía muy dispuesta a ayudarnos -comentó Evy.

-¡Lo estoy, pero no puedo borrar la cantidad de guardias que hay por toda la ciudad!

-Yo también tengo miedo -dijo, Evy y eso atrajo la atención de todos-. Se lo comenté a Naheim. Temo mucho y más aún porque no sé qué haré cuando estemos allí; por ahora solo sé que debemos ir.

-Tu mama te lo dijo ¿o fue la constelación? -preguntó la gata con cierta ironía en su voz.

-Al principio fue mi constelación, pero en estos momentos lo he decidido yo. Iremos hasta Ehorla'hum con tu ayuda o sin ella.

El silencio siguió a la discusión y en ese momento cuando las emociones estaban tan agitadas, Evy prefirió volver a tomar asiento. No se había dado cuenta en qué momento se había levantado. Tragó profundo y prefirió relajarse. La emoción comenzaba a agitarlos de una forma que era la incorrecta. El cambio de aire también se sintió en las afueras de la pequeña casa de Petunia, el viento comenzaba a revolver la cantidad de hojas que habían caído. Llegaría un temporal que los mantendría resguardados, eso fue lo primero que Folg pensó, por supuesto no fue lo mismo para Petunia, quien saltó al suelo y corrió hacia uno de los ventanales.

Las nubes negras habían ocultado el cielo violáceo. La frialdad se repartía entre la niebla que surgía como si hubiera sido invitada a formar parte de una escena de terror. Petunia lanzó la vista hacia el trío que, sin saber qué esperar, se mantenía en sus lugares como piezas de arte de algún museo hasta que Naheim rompió el silencio.

-No es el clima -afirmó.

-Corran. Detrás de las columnas verán un vehículo, úsenlo para huir -exclamó Petunia quien caminó hacia ellos con el temor en su voz-, no volteen hasta que estén lejos de Valquicio, Naheim, si se quedan un segundo más no podrán salir de aquí.

-¿Qué está sucediendo? -exclamó Folg

-Es hora de irnos -exclamó Naheim.

Evy se quedó pasmada en el sitio con su vista sobre el menudo cuerpo de Petunia. La gata no decía nada y a la vez lo decía todo en sus ojos amarillos.

-Ve.

-¡Evy! -escuchó el grito de Naheim en la distancia y decidió moverse.

Detrás de las columnas y los asbetos, oculto entre enredaderas que parecían haber consumido lo que en su interior ocultaban, se encontraba un auto antiguo de tonalidades rojizas y metal en su frente. Los seis tubos emergían como manubrios fuera del lugar donde el motor se ocultaba. Folg fue el primero en entrar y hacer lo propio para encender la máquina. La llave estaba oculta en un pequeño compartimiento al que accedió luego de registrar todo el interior.

-¡Deprisa! -exclamó.

-¡¿Qué pasará con Petunia?! -preguntó Evy cerca de los pilares.

Naheim corrió hacia ella y la tomó de la mano justo en el instante en que una de las columnas caía como una pieza hueca y ligera frente a ellos.

-Estará bien, es una maga; debemos irnos -susurró.

Aun cuando se sentía mal por dejarla atrás, no pudo hacer más que asentir y seguir a Naheim al auto. Cuando el par estuvo dentro, Folg se dispuso a arrancar, pero había sido muy tarde. Ellos los habían rodeado.

Ataviados en trajes blancos con bordados de oro y la insigne esfinge alada rodeada de su escudo, la guardia de la Orden de Magos estaba frente a ellos, apuntándoles con todo tipo de armas y ocultos bajo sus mascadas.

-No se parecen a las sombras, ninguno de ellos -dijo Folg con sorna.

-Forany... -musitó Evy.

Abrió la puerta absorta por la ver frente a ella a la chica que la relevaba en el bar. La misma que ansiaba bailar con las abulas y buscar los pasajes del baile eterno.

-Evy, no.

Naheim quiso detenerla, pero su mano solo alcanzó rozar sus dedos cuando ya estaba fuera del auto. Seguía la imagen de la persona que por muchos años actuó como una amiga con quien hablar aunque solo fuera de sus aburridas clases.

-Es bueno verte otra vez, Evy -musitó.

Su respiración se agitaba, ansiaba correr a abrazar a la nebula como una amiga más, sin embargo estaba bajo la mirada del resto de la guardia y debía guardar su postura. El maullido de Petunia al caer sobre sus patas luego de ser lanzada al suelo por otro de los guardias, las alertó. Pronto Forany dio un paso atrás y su expresión sincera cambió.

-Estábamos preocupados. No aparecías -comentó Gogen Datell.

La imagen de Datell al emerger entre ellos era algo inesperado, aun cuando habían hablado de él, nunca imaginó verlo frente a frente en un lugar como el mundo Inverso. Creía que al volver a Verena sería reprendida y amonestadas; quizás cumpliría excesivas horas de trabajo, por supuesto que vería esa misma cara de temor en los ojos oscuros de Datell y al final del día le diría que se alistara para volver a casa y lograr su mayor objetivo.

Sin embargo sabía que si Petunia conocía a Datell de una forma en que ella jamás lo había visto, tarde o temprano ella también lo haría. El destino no ocultaba los dos caminos de una persona, al contrario, por mucho que alguien deseara esconderlo siempre saldría a relucir como en esa ocasión.

Y a pesar de ello, no podía evitar decirse así misma que después de todo quien estaba frente a ella era Gogen Datell, el gerente de recursos humanos del hotel Las Espigas.

Se acercó hasta él, corrió a sus brazos y lo estrechó como el padre que alguna vez quiso poder abrazar. Él, sin temor a nada, accedió a ese gesto de vulnerabilidad que no había esperado pero que le reconfortaba.

-¿Estas bien? -preguntó en susurro solo audible para ella.

Evy asintió con el rostro contra su pecho y sus dedos aferrados a la gabardina de Datell. Él la alejó un poco solo para encontrar una mirada temerosa y afable en ella.

-Bien -dijo y fijó su mirada en Naheim-. Por qué será que siempre que sucede algo, tú estás detrás de todo ello, Naheim Ecknar -exclamó.

-Tengo cierto delirio por los problemas -comentó con ironía.

-Y en ello, te llevas a personas que son importantes. Ya lo hiciste con Petunia...

-Señor, yo lo decidí -exclamó la gata dando un paso al frente.

Datell observó a Petunia afligido, miró a su lado donde Evy se encontraba observándolo como a una estrella en medio de la oscuridad.

-Y a ti te llamó tu constelación -afirmó.

-¿Conoce la constelación de Evy? -preguntó Naheim.

Aunque la pregunta levantó todo tipo de curiosidad en Evy y esperaba que respondiera, había otras más rodando en su mente que no podía articular con facilidad.

-Sí, la conozco. Wira era muy enfática en ella; en que debía reconocer la forma en que actuaría y si era necesario, detenerla. Las Espigas actuaba como una burbuja para mantenerte lejos de los designios de ella -comentó.

-Aun así, ella entró y lo dejó pasar sin dejarnos opción a nada -Forany dio un paso al frente-. Supongo que era como Wira anunciaba: cuando llegara, porque llegaría, no habría nada que le detuviera. Y, naturalmente, él no se detuvo.

-Lo mejor es continuar esta conversación en otro lado. Estamos expuestos aquí -zanjó Datell.

-No lo estaríamos de no ser porque rompieron mis pilares -aclaró Petunia.

-Tus pilares estaba obsoletos, Petunia -alargó Forany quien le guiñó un ojo.

Evy estaba en el medio, entre Naheim quien miraba por la ventanilla las montañas de arena ya alejadas del invierno de Valquicio y Datell quien se mantenía de brazos cruzados con la vista al frente, pero sin ver nada. Frente a ella, Forany tenía una media sonrisa que intentaba por todos los medios disimular sin éxito alguno. Y es que la imagen de los tres era, en cierta forma, divertida. Evy no podía estar más avergonzada en medio de aquellos dos cuando su energía era tan tensa que todos en el aeroplano podían sentirla. Si ella tuviera la capacidad de cortarlo como si fuera una hoja de papel, no dudaba de que lo haría de una vez.

Cuando las torres de cal y teja se alzaron en el horizonte, una voz recorrió el lugar, pronto aterrizarían.

-Bienvenida a La torre -dijo Forany con una emoción que había reprimido desde hacía horas.

-No es la gran cosa, es solo un edificio antiguo -señaló Naheim.

Un golpe en el entre pie hizo que gimoteara, más una sonrisa sarcástica se dibujó en los labios de Naheim.

-La verdad duele a todos -se burló.

-Quiero conocerlo, si Forany está emocionada por llegar debe ser porque es un lugar genial -recalcó Evy.

En Datell solo pudo aproximarse una sonrisa de alegría.

-Evy...

-Y luego iremos a Ehorla'hum -continuó ella.

Tomó de la mano de Naheim con aprensión y confidencia, lo suficiente como para hacer borrar la sonrisa de los labios de Datell y generar una mueca en Forany.

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