Las voces del universo
Un largo trayecto los llevó a atravesar un largo camino para verse dentro de uno de los conglomerados de arboles prominentes con raíces fuertes que se extnedian por el camino de tierra. Había pasado un par de días en los que Naheim trazó el camino luego de que el vehiculo dejara de funcionar.
—Considero que si hubieras seguido mi trayecto ahora mismo estuviéramos camino a los bosques —Reclamó Forany.
—Tu idea nos llevaría directo a un grupo seguidor de Nebul —contestó Naheim lanzando al aire los últimos vestigios de un pedazo de bambú.
—Pero no estaríamos perdidos —Refutó la maga.
—No estamos perdidos —contraatacó él.
—¡Claro que sí! No tienes ni idea de dónde estamos —dijo burlona.
Y la pelea empezaba a fastidiar a Evy. Ya estaba cansada de caminar, no sabía si estaban ya en los bosques de Isadora o estaban en otro lado. La vegetación no ayudaba en nada ni tampoco recordaba haber caminado por esa zona. Sinceramente ella había sido movida por uno de los suyos, así que no tenía ni la menor idea de cuan cerca o lejos se encontraba. Aun así sabía que Naheim era bueno para moverse, dudaba que estuvieran perdidos como Forany reclamaba, pero la escena la agotaba, se dejó caer sobre una gran roca. El calor la sofocaba, llevaban horas caminando y no había señal de Isadora o del pueblo que Naheim comentaba.
Naheim fijó la vista atrás para responderle a Forany, aunque su mirada dio contra Evy y la maga lo imitó. Los tres estaban cansados, de eso no había duda así que tomar asiento un momento para continuar no era tan mala idea.
—¿Hey, todo bien? —preguntó Forany a Evy.
La nebula asintió con la cabeza. A su panorámica se acercó una botella con agua que Naheim le ofrecía.
—Quizás sea buena idea descansar un rato —murmuró forany.
—No mucho, no podemos pasar la noche aquí —calculó Naheim.
—Por amiad, solo será un momento —reclamó la maga echándose al suelo.
La consternación de Forany hacía sonreir a Evy.
—¿Segura que estas bien? —preguntó Naheim.
Evy asintió con la cabeza.
—Sí, solo un poco cansada —musitó—. Naheim, ¿estamos cerca?
—Sí. —respondió él.
Evy respiró profundo. Tiempo es lo que menos tenían, no había cavidad a otra cosa que no fuera encontrar a Isadora. Una vez que Forany se recompuso, el trío volvió a andar. El sendero que Naheim trazaba parecía no terminar, pero no fue hasta entrada la noche que lograron llegar al pueblo del que él les había dicho y fue en ese instante que Evy recordó cierto lugar. Justo fuera de un local, un nebula había fallecido. Lo recordaba con mucha claridad.
—¿Evy? —Naheim la llamó.
Evy reaccionó y caminó hacia él, y aunque ella sonrió para tranquilizarlo, él sabía que algo se cruzaba por la mente de la nebula.
—¿Podremos descansar aquí? —preguntó Forany.
—Sí, este lugar es una posada. Podremos dormir hasta el día siguiente —aclaró Naheim.
El mago pidió dos habitaciones a un recepcionista y entregó una de las llaves a Forany. Buscó con la mirada a Evy y se acercó cuando la encontró ensimismada viendo el ajetreo en la zona del bar.
—Esto me trae recuerdos —musitó.
—Verena —afirmó Naheim.
—No, Maregana —contradijo Evy.
—La última posada —Recordó Naheim.
Evy solo asintió con la cabeza, recordaba a la anciana que la echó de su casa con una sonrisa en su rostro. No sabía donde quedó la piedra de Abe y la verdad, con lo sucedido, entendía que la hubiera perdido.
—Iré con Forany —dijo simple.
A Naheim le había caído como un golpe que lo dejó sin aire, sin embargo el comportamiento de Evy solo podía deberse a él y aunque no podría discutirlo sí le había generado cierta tristeza. Bufó.. Dejaría que pasara como había decidido hacer a un lado su interés por ella antes de iniciar ese viaje o como había decidido asegurarse de que no siguiera el camino a Ehorla'hum en el pasado. Sus decisiones se deshacían y se convertían en agua cuando de la nebula se trataba, no podía haberlo visto antes.
El mago visualizó la presencia de varios hombres con un aura diferente. Se acercó hasta el barman y pidió un vaso de su bebida preferida y miró por encima del hombro.
—Horroroso. No encuentro forma en que alguien guste de algo así —exclamó el barman dejando caer el vaso frente a Naheim.
El mago solo mostró una mueca, volvió su mirada atrás y luego hacia el hombre delante de él quien ya entendía lo que sucedía. Cuando Naheim quiso abrir la boca ya el hombre tras la barra le contestaba.
—Son de la guardiana del bosque. Últimamente se pasean mucho por aquí —comunicó—. ¿Cuánto? —preguntó.
Naheim arrastró su mano con una moneda debajo de ella que el sujeto aceptó con una sonrisa.
—¿Tienes alguna idea de por qué? —inquirió Naheim.
El chico negó con la cabeza.
—Ha estado muy tranquilo estos días. Aunque aparecieron recientemente, no he visto ningún movimiento o motivo por el que anden por aquí —comentó el barman—. No suelen salir mucho ¿sabe? Quizás hayan visto algo, quién sabe.
Naheim se limitó a asentir con la cabeza.
—Vaya, aquí vienen —lanzó el barman.
El mago alzó todas sus defensas al enterarse. Hizo un gesto con el que despachó al hombre y esperó paciente porque los pasos se detuvieran detrás de él. Uno de los hombres se posicionó a su lado, se dejó caer sobre la barra buscando una naturalidad que a ojos de Naheim se vio forzada. Esperaba, con paciencia, con el deseo de que fuera lo que tuviera que decir terminara. No esperaba, en ningún momento, que alguien más interviniera.
—¿Vienen por Isadora? —escuchó preguntar.
El hombre al lado de Naheim miró hacia atrás, al igual que él. Notó la mirada suspicaz de Forany y la seriedad en el rostro de Evy.
—¿Tu eres Evy Gothiel? —preguntó el hombre.
La nebula se limitó a asentir con la cabeza.
—Quinag Welli —Se presentó y el asombro llegó al rostro del mago
—¡Quinag! —Contrapunteó el otro que no había hecho ningún amago para interferir hasta ese momento.
Welli solo lo observó y el hombre de rostro ovalado desistió.
—Isadora tenía razón, desconoces tu propia raza. —dijo en tono conciliador.
—Está demáshablarle de esa forma —reclamó Naheim—. Evy, este señor es un nebula, de los que quedan, y hoy por hoy líder de tu raza. Pensé que solo era un mito
—Los mitos son reales hasta cierto punto y no esperaba ver a una nebula en este cuchitril, pero tu eres la única que camina por el mundo Inverso como si nada —dijo sarcástico.
—Ya que hablamos de cuchitriles, podríamos ir a otro lado —comentó Forany—. Solo para que nos conozcamos mejor —Se mofó.
Quinag Welli marcaba el paso, a su lado el segundo hombre —quien terminó por llamarse Faber—, lo seguía y ojeaba al resto como deprededor pendiente de cualquier eventualidad. Naheim iba varios pasos detrás junto con Evy a quien le cortaba el camino para que no se adelantara lo suficiente y poder protegerla en caso de que fuera necesario. Era allí donde Evy notaba el pasado de Naheim, el mismo donde ella no estaba presente. Había regresado muy tarde a su parecer, tanto como para solo ver los restos del hombre que alguna vez la invitó a conocer el mundo Inverso. Atrás había quedado la forma en cómo lo había hecho, de no ser así no lo hubiera conocido, tampoco podría conocer al resto de su raza y ni imaginar que en ese instante dos de ellos estaban al frente de ella. A Evy le encantaba la idea de regresar al mundo Inverso que conoció, pero sin Nebul.
Lo meditó tanto que hizo una finta y aceleró el paso, dejó a Naheim atrás con su nombre en sus labios. Ella decidió tomar las riendas de ese viaje, se acercó tanto como le fue posible al par de nébulas. Faber fue el primero en girar, su rostro no varió. Quinag lo había sentido, y a diferencia del primero, él sonrió.
Cuando la mirada de Evy dio contra el horizonte, notó los techos de las edificaciones que había conocido una vez. Donde Isadora y los suyos vivían. No imaginó regresar algún día y tampoco imaginó que el resto de su raza estuviera ahí; los tuvo cerca y no los conoció a excepción de uno.
—Vamos, te presentaré al resto —comunicó Quinag.
Evy lo siguió por el sendero serpenteante que se generaba a esa altura. El grupo rapaba por la tierra hasta estar a unos metros cerca del sitio.
Quinag se apresuró a ingresar en el lugar seguido por un Faber que era recibido por una mujer delgada y ojos peuqeños. Llevaba un niño en sus brazos al que besó como si no lo hubiera visto en décadas. En cambio, Welli hablaba con Isadora. La madama de los bosques se emocionó al ver el rostro de Evy una vez más.
Se acercó hasta ella hasta estar a una distancia apropiada. Sus ojos brillaban, como si uno de sus hijos regresara a su hogar. Al escuchar el resto de los pasos, puso su mirada sobre Forany y Naheim; suspiró y en su mirada, Evy notó un cambio latente.
—Isadora —comenzó Evy.
—Deben estar cansados. El viaje que han hecho y que Quinag les ha hecho seguir no es el mejor, pero seguro fue mejor que caer directo del cielo —dijo solo para Evy, le guiñó un ojo que la nebula tomó con gusto.
—Aunque quisiéramos, creo que allá afuera hay gente que no tiene mucho tiempo —explicó Naheim.
—¡Oh, mi pequeño mago! Si lo tienen. Aun no están cerca —comunicó la mujer dando media vuelta.
—Nunca vayas en contra de un dios o una guardiana del bosque. Solo es un consejo —lanzó Forany en tono burlón.
Naheim contemplaba el rito entre los allegados de Isadora. No lo había visto, aunque caminara por el mundo Inverso como un fantasma errante. Isadora era de esas leyendas de las que solo sabías por "boca en boca", pero nada más. Si lograbas verla, estabas bendito. En cuyo caso estaba destinado a que la madama del bosque te encontrara. Siendo que alguna vez formó parte de las filas de Grad Nebul, él nunca tendría tal bendición hasta ese momento en que estando al lado de ellos, aquel no era un sitio al cual alguna vez pertenecería y eso era mucho decir de los designios de Isadora.
Contempló una vez más al grupo conglomerarse. Eran llamados por la madama, mientras que él prefirió alejarse y anidar entre las columnas de aquel viejo templo. Se sentía consternado y hasta cierto punto en blanco. Desde hacía cinco años no había tenido la oportunidad de un descanso, pero en ese instante lo hacía. Podía relajarse, dejar de pensar en Tern y de sentir la energía de Jenar. Y eso ultimo era lo más frustrante. Jenar estaba ahí como un gusanillo que le mostraba que jamás se iría de su lado, no mientras que fuera él quien le proveyera de energía para existir. Al final de cuentas había cambiado una cadena, por una correa y lo sentía tan iguales que encontraba sus decisiones como una completa tontería.
Fijó la vista en el grupo al escuchar el silencio. El ruido que hacían entre tambores y cantos cesó de un instante a otro; Forany se unía a la celebración portando una falda larga y plizada con una camisa que dejaba al descubierto sus hombros y una cicatriz llamativa en su piel. Intuyó se trataba del castigo que había recibido al convertirse en una simple maga.
—Naheim.
Giró al escuchar la voz de Evy detrás de sí. Portaba el mismo traje solo que en Evy parecía ser demasiado grande para su cuerpo.
—Deberías estar ahí, con el resto. Sería una falta no presentarse —comentó él, señalaba la reunión.
—Tu también deberías estar ahí, ambos somos inivtados.
Naheim rezongó.
—No, Evy. Solo tú, el resto somos... consecuencias —musitó.
Evy se molestó. Se notaba en la línea que hacía sus labios, la respiración que dejó salir forzada como si la hubiera cortado en algún momento. Se encaminó hasta él y se sentó a su lado. Fijaba la vista en el grupo, quienes retomaban los tambores y los cantos alegóricos.
—Haras enojar a los dioses —siseó.
—Que lo hagan y lo dejen notar. Por lo menos sabremos que están aquí —lanzó sin ningún tono de burla. Aunque bien generó un carcarjada en Naheim.
De un momento a otro el par se rio ante lo dicho. De un momento a otro ambos se detuvieron sin más que poder decirse entre ellos ¿En qué momento el tiempo los habías cambiado tanto como para generar silencios incómodos entre ellos? A Evy le empezaba a preocupar que estar ahí la pudiera alejar de él más de lo que ya lo está haciendo y sin darse cuenta, acercó un poco su cuerpo hacia él. Naheim la rodeó en un abrazo que la nebula aceptó como si nada.
—Será como la primera vez. ¿No podré detenerte de nada de lo que pienses hacer? —murmuró al oído de Evy.
Ella se limitó a asentir con la cabeza, entre sus labios se dibujaba una sonrisa pícara.
—¿Cuándo has podido...? —musitó.
Naheim bufó. Llevaba toda la razón.
—Acéptame —pidió ella.
Él se alejó para observarla, mientras que Evy lo miraba desde su posición con sus ojos del color de las violetas aguardando por un sí.
—Somos capaces si estamos juntos. —dijo Evy.
Naheim no negó su comentario, no se opuso. No podía hacerlo. Si miraba al pasado todo había salido tan mal que no podía negarse a nada. Así que tan simple como un leve asentimiento le bastó a Evy para saber que en aquella pelea interna ella había ganado.
—Perdóname. Con solo verte tuve miedo. Aun lo tengo —respondió él.
—Te perdono, tan solo deja de portarte como un idiota —contestó ella.
Él la observó consternado, no tenía palabras para responderle ni las tendría. Evy sonrió amplio, para ella era mejor cuando los dos estaban de acuerdo como en esa ocasión pues al final de cuenta él siempre estuvo en su constelación.
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