Ellos
Folg llegaba con una bolsa en mano llena de comida lista para calentar, con los días persiguiendo a Naheim tuvo ocasiones en que comer se convertía en algo secundario. Aprovechó esa ventana de tranquilidad que les daba el par para abrir la boca y darle un gran mordisco a una hamburguesa de animal crudo, procesado por supuesto, pero crudo al fin. Se limitaba a masticar sin tener en cuenta nada que estuviera a su alrededor; un minúsculo minuto de su tiempo para procesar lo que había vivido hasta llegar a Naheim. El dolor golpeando, los gritos vivos que escuchó y la vergüenza de no saberse tan ágil como quizás alguna vez pretendió. Por su parte, en las horas siguientes Naheim se había limitado a intentar todo lo que estuviera en sus manos para deshacer lo que Evy había creado.
El resultado siempre era el mismo.
A Folg le dolía la voz de tanto repetirle a su amigo que no importara cuánto hiciera, el resultado sería el mismo. Evy había hecho un pacto mayor, uno de nébulas; uno que solo podría deshacer ella u otra nébula con cinco lunas y de esos muy pocos habían. Era un caso perdido.
Naheim suspiró cansado, se lanzó a la cama y giró a ver a la chica a su lado. Cuatro horas después y seguía durmiendo, placida, quizás estaba en una nube con sueños menos trágicos, pero recordaba que ella misma le había dicho ser incapaz de soñar desde que llegó. Él era incapaz de hacerlo después de dos años de haber nacido, dormir era algo que no había hecho jamás ¿Cómo no se había transformado o convertido en un ser demente? ¿Cómo lograba seguir cuerdo cuando cerrar los ojos lo liberaban de tantas ataduras?
—Naheim...—Evy lo llamó.
—Hola, Evy —respondió.
Ella abrió los ojos lentamente; la primera imagen frente a ella sería el rostro amortiguado de Naheim con esos ojos como el mar que parecían estar perdiendo su color.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
«Divertido» Naheim sonrió divertido de lo que escuchaba.
—Estoy bien —respondió. Delineó con sus dedos el marco de sus ojos hasta llegar a su pómulo izquierdo—. Yo debiera preguntar eso. No sabes lo mucho que me preocupaste.
Evy se irguió, notaba el ardor en su mano pero eso no tenía mayor importancia que el rostro contraído y lleno de frustración de quien tenía en frente.
—Siento haberlo hecho —comentó.
—¡Debes hacerlo!
Folg dejó la basura en un pequeño cesto y caminó hacia ellos con un rostro meditabundo, su mirada reflejaba lo que mucho antes le había comentado a Naheim.
—¿Sabes lo que acabas de hacer? Creaste un vínculo que no puede ser borrado hasta que se concrete —exclamó—. Debes deshacerlo.
—No —respondió tajante.
Folg no lo esperaba. Creía que temerosa asentiría y haría lo que le pedía; la Evy que conoció en su posada era más manipulable, era inocente hasta incauta y temerosa de su alrededor. Quien tenía frente a él no era la misma.
La chica había sido clara en una sola palabra y su mirada fuerte y vivaz demostraba que no daría un paso atrás.
—No sabes a quién se enfrentarán, niña... Todo el mundo Inverso está muerto gracias a él —dijo Folg resignado—, han llegado hasta... el puerto y más allá.
—Corin —exclamó Naheim.
La mirada de Folg se había perdido en ese instante; la vida que pudo haber visto en él se deshacía como si faltara color a su alma ahora disuelta por los sucesos de los que ambos desconocían.
—Ella ya no está... —murmuró Evy.
Naheim la miró dudoso; el silencio de Folg hablaba como nunca. Su pena le embargaba de una forma en que no encontraba las palabras para responder a la simple pregunta de su amigo. Una sencilla pero muy difícil respuesta.
—¿Cómo lo sabes? —Le preguntó encarándola.
—Solo lo siento —susurró ella—, porque duele y mucho.
—Dijiste que ella te había enviado, Folg —lanzó—. Dijiste que habías venido porque ella te envió ¿Por qué no dijiste nada? —preguntó, se acercó a él y se aferró a sus manos temblorosas.
—Lo hizo —respondió observándolo—. Iré con ustedes. No hay nada de lo que puedas advertirme que no sepa.
—Hay sombras detrás de mí, Folg. Ya envió a Kabuto en mi búsqueda, se pondrá mucho peor cuando lleguemos a Valquicio —respondió.
—No soy un inútil en peligro, muchacho. Sé que ellos te siguen, tal vez pueda ayudar a despistarlos. Por eso estoy aquí en principio. —zanjó. Se levantó e irguió—. La próxima embarcación para Valquicio saldrá en una hora.
—Te diste la tarea. Ya qué —dijo Naheim, suspiró—. ¿Te sientes mejor? —preguntó
Evy se aferraba a sí misma, aun se sentía inmersa en las sensaciones que Folg transmitía; escuchar a Naheim la sacó de su mente por breves segundos en los que se volvieron secundarios.
—Estoy lista —farfulló.
...
Una gota de agua cayó sobre su cabeza y rodó por su frente como el agua buscando su cauce. Evy veía al cielo buscando el resto de las gotas. No había visto llover desde que había llegado, que lo hiciera justo en ese instante le parecía tan propio como necesario. El trío se apresuró en tomar un vehículo pequeño descapotado, pero con un motor que rugía cada vez que aceleraba. Folg había dado una hora específica, debían llegar al muelle tan pronto como les fuera necesario, pero el camino era tan tenso como para ser cortado con la filosa hoja de una cuchilla.
Saber que Corin había sufrido por los embates de Nebul dejó a Naheim inquieto y él no era el único. Empezaba a comprender por qué Folg estaba ahí, por qué decidió seguirlo cuando en un principio no lo hizo y es que aun siendo viejos amigos, Folg tenía una razón para quedarse atrás. En ese momento todo había cambiado, tanto que Naheim temía que buscara la muerte como si fuera la única manera de volver a ver su eterna compañera. Esa sensación ambigua de soledad la había sentido en tantas ocasiones que aun en ese preciso instante no sabía cómo calmar. El lorne encontró un hogar, la calidez de estar completo ¿Cómo no entenderlo?
Aunque el deseo de sacudir los cimientos de Grad Nebul era tan peligroso como la misma tristeza.
El automóvil estaba por ingresar en el último tramo, era una zona escasamente poblada donde la vida mercantil era lo principal; las aves de colores rosáceos sobrevolaban el mar negro y el aroma salino se intensificaba junto con otros aromas propios de la pescadería. Ella lanzó la mirada hacia atrás donde dejaba la posada, las conversaciones de Ahte, y la misma presencia de Tern. Se preguntaba qué sería de Ahte. Esa mujer era tan cascarrabias como solo ella, pero veía un corazón noble. Se quedaría por siempre ahí donde la conoció y la verdad, aunque era lo justo, creía que ya había merecido lo suficiente.
Entornó los ojos, casi como un águila observando su presa. En la lejanía veía la neblina apoderarse de Maregana. El silencio sepultaba cuanto ruido hubiera en su paso y el resto de la ciudad desaparecía de un chasquido. Evy abrió los ojos tanto como si un fantasma estuviera frente a ella y le hubiera quitado el poder para hablar. Se obligó a mirar al par detrás de ella que buscaban llegar tan rápido como les fuera posible.
—¡Naheim! —exclamó tan fuerte que sintió su garganta carraspear y su voz quebrarse.
Él, que hasta hace poco solo podía ver el muelle, miró a la chica en cuanto lo llamó. No le hizo falta saber más, con solo ver la punta del dedo de Evy señalando la neblina se dio cuenta de lo que sucedía.
—Démonos prisa —siseó.
—¡¿Qué?! —gritó Folg.
—¡Qué muevas esta cosa! Ellos ya vienen y no vienen solos —dijo.
Folg abrió sus pequeños ojos de par en par. Era razonable su temor; casi chocaban contra un barandal metálico que dividía la calle con la carretera secundaria encontrada justo por debajo de la vía que transitaba. Movió el volante con agilidad y retornó a su carril, presionó con fuerza el acelerador restando paso al último tramo. Sin embargo la neblina los había alcanzado.
Frente a ellos, un hombre de larga cabellera azabache y ojos rasgados mantenía una sonrisa irónica. Se dedicaba solo a ver a quien era su presa; quien debía volver al sitio de donde había salido pero prefirió rebelarse.
—Ese es el tal Kabuto ¿no? —preguntó Folg.
—El mismo... —respondió Naheim.
Estaba hipnotizado por su presencia.
—Es más feo en persona —acotó Folg.
—Deberíamos correr a la embarcación ¿No creen? —lanzó Evy.
Sería lo ideal y más evidente, sin embargo a Naheim no se le ocurría mover un solo músculo de su cuerpo cuando frente a él se encontraba una persona que por mucho tiempo compartió la mesa, las risas y la compañía. Evy posó su mano sobre el hombro de Naheim, quien ante el toque asintió.
—¿Tienes la bola de cristal cerca? —preguntó.
Evy lo miró sorprendida y dudosa.
—S-sí —susurró. Sacó entre sus pertenencias el objeto y se lo entregó—. Aquí está.
—Gracias.
—¿Qué harás? —inquirió.
—Observa. Folg, cuando te diga, avanza —dijo.
Él lo miró incrédulo. Haría tal cual lo que Naheim le dijera, aunque no veía claro cómo esa bola de cristal le ayudaría.
Naheim hacía recitales en una voz muy baja. Apenas podían entender sus palabras y era un idioma aún más antiguo de lo que Folg imaginaba. A la señal de Naheim empezó a moverse a toda marcha contra el hombre frente a ellos: de rostro marcado por la tinta con líneas que atravesaban ambos ojos negros. Su mandíbula se tensó al ver el auto avanzar y sin pensarlo hizo lo mismo. La cuadrilla detrás de él se vio entre ellos, solo cuando uno tuvo el valor de dar el paso, el resto lo siguió.
Evy se sostenía con fuerza del mueble y la carrocería. Temía que fueran a chocar contra ellos, que el auto se los llevara por el medio, pero cuando estuvieron tan cerca la orden de Naheim resonó:
—¡Baja, ahora! —exclamó.
A un lado la entrada a la segunda carretera se mostraba libre de obstáculos. Folg giró el volante con todo hasta casi revolcar el vehículo. Por fortuna para el trío, el auto volvió a sus cuatro ruedas y Folg siguió la marcha.
—¿Qué hiciste? —preguntó Evy con la mirada fija en Kabuto y su grupo.
—Nos hice desaparecer de su vista. Solo serán unos segundos, Kabuto es un sujeto listo —farfulló.
Se relajó en el asiento. Observó el cristal en su mano la cual perdió el color con el que lo había recibido. Entrecerró los ojos, extrañado de lo que sus ojos notaban.
Folg se detuvo a unos metros de la embarcación donde el personal apresuraba a quienes partirían en él. el par se bajó del vehículo con plena intención de recorrer el último tramo a pie. No sería sino hasta llegar a Valquicio que podrían encontrarse con Kabuto de nuevo; sería un largo viaje sin verlo ni tener que lidiar con el hombre. Naheim tomó de la mano de Evy empujándola a correr ese tramo con ahínco. Necesitaba salir de Maregana y sus noticias, ansiaba tocar el mar para pensar y para llamar a Amilava. Sabía que una vez en mar abierto podría pedir su presencia.
Mientras estuvieran en tierra no sería igual.
Folg se detuvo antes de tocar el tramo de metal que llevaba a la compuerta principal de la embarcación.
—¿Folg? —Lo llamó Naheim
—Nunca antes hice un viaje en barco —susurró.
—Es hora de que lo hagas, a menos que sepas volar —contestó presuroso.
—No estas siendo muy empático.
—No tengo tiempo para eso —Sonrió—, pero podemos tomar una par de copas una vez adentro.
Folg terció el gesto. No le agrada ni un poco tener que subir a un barco. No se había dado cuenta de ello hasta que estuvo frente a él, pero como bien Corin le decía: «Hay días para renacer y días para comenzar». A saber qué le quería decir con esa frase inentendible para él.
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