Dicen las flores que no hay lunas
Gogen miraba el cielo abstraído en sus pensamientos, hacia omisión de los reportes de Forany, más aun ignoraba por completo a quien hacia una mueca por cada respuesta incompleta que daba a sus interrogantes. La mujer, con un leve movimiento de cabeza le pidió a Forany que se retirara. Ella lo hizo, no sin antes ver el rostro ausente de su jefe.
—¿Por qué se fue? —preguntó cuando notó que la chica se esfumó.
—Le pedí que se retirara —contestó Akali.
Se cruzaba de piernas, dejaba que las cuencas alrededor de su cuello resonaran por el juego de sus dedos, sus cabellos blancos y las arrugas en las comisuras de sus ojos mostraban los años que tenía Akali, y aun así tardaría cien años más en envejecer como le correspondía a un humano común.
—¿Tienes una idea clara de lo que esa niña hará? —preguntó, pero ella conocía la respuesta. Solo deseaba saber si él también.
Gogen ladeó la cabeza y fijó sus ojos en ella. Absorto de preocupaciones que lo llenaban como si se trataran de intrusos que no saldrían de su mente por más que así lo deseara. Temía que, de no seguir en su posición, la madre de esa mitad nébula lo maldijera en la otra vida y si lo hacía no podría detenerla pues sería bien recibido, después de todo su palabra se había convertido en arena. Asintió con la cabeza respondiendo a la interrogante de la maga, ella suspiró y caminó hasta un barandal donde podía ver a un grupo de magos leer plácidamente.
—Deberé reformular mi pregunta en ese caso —continuó—. ¿Sabes qué debes hacer?
Él negó abatido con la cabeza. Podía mentir, pero ante a Akali Mirana, una maga mayor de la orden, sería como mentirle a su propia conciencia.
—Me gustaría escuchar tu propuesta —dijo.
Una mueca de desdén se posicionó en el rostro de ella.
—¿Qué quieres que te diga? Ve con ella, síguela hasta el confín del mundo Inverso. Es absurdo. Pero si puedo aplaudir algo en ella es su persistencia —comentó—. Si Ecos nos escuchara creería que estamos planeando ir hasta allá.
—¿Lo estamos haciendo? —inquirió Datell sorprendido.
—¡Por supuesto que sí! ¿Dejarás a una nébula noble sin protección? Al contrario ¿dejarás a la hija de Wira sin nadie que la apoye? ¡Por los altares de Isadora! Hace mucho que hemos debido hacer algo, la comodidad de nuestros cuerpos no puede estar por encima del sufrimiento de la gente de este mundo.
—No pertenecemos al mundo Inverso, Akali. No hace falta que lo recuerde.
—¡Pero venimos a él, residentes, temporales, puedes llamarnos como desees, pero estamos aquí! En este preciso instante estamos en esta tierra. Creo que ya no puedo hacer de ojos ciegos a lo que sucede...
—Eso es algo inesperado —Silbó un hombre a unos metros cerca de la entrada.
—¡Lo que faltaba! —Bufó Akali.
, y en ese instante no era la excepción. Al igual que Gogen, nunca creyó ver el día en que Mirana se sublevara, pero le gustaba lo que miraba.
—No puedo desperdiciar esta oportunidad, Akali, lo sabes. Mira que ver a una mujer de tu edad llamando a un enfrentamiento es algo inesperado, incluso para Datell y para mí, pero si puedo saciarme de este idílico momento, lo hago con gusto y es que no esperaba menos de ti —murmuró.
Gogen bufó enarcando una ceja.
—Aunque quien nos importa, por encima de todo, es la pequeña —continuó Ecos. Depositó una mano sobre el hombro de Gogen quien solo se hundió más en su asiento.
—Debo hablar con ella —dijo.
Ecos se retiró, lo miró desde su posición para cambiar toda semblanza.
—¿Una última oportunidad? —inquirió.
Datell asintió con la cabeza. Respiró hondo y se retiró del sitio con la prisa que puede tener un hombre que desea evitar a toda costa una partida que no puede detener.
Petunia observaba el movimiento de los ayudantes de los profesores. Si pudiera decir qué extrañaba de haber vuelto a La Torre, ldiría que ser ayudante era de las cosas que menos gustaba y le alegraba ya no formar parte. Sin embargo la nostalgia estaba presente. Tanto como para olvidarse de que Folg estaba a su lado con los hombros caídos y una sensación de derrota que destilaba sin vergüenza. Era la quinta vez que suspiraba y a la gata le empezaba a fastidiar. Sabia que los lorne tenía sus momentos de depresión común porque venía preescritos en sus genes de manera en que todos pasaran por ello, pero le empezaba a estresar.
Al sexto suspiro, lo enfrentó.
—Si lo vuelves a hacer te enviaré a devuelta a la pocilga de donde vienes —refunfuñó.
Folg la observó sorprendido. Tosió y se incorporó.
—Lo siento, no sabía que molestara —respondió en consecuencia.
—¡Vaya que molesta! —exclamó Petunia.
—¿Extrañabas este lugar? —preguntó él, cambiaba de tema para evitar la tensión que empezaba a formarse.
—No. —dijo sin más.
Se lanzó al vacío, y volteó a ver al lorne.
—¿Tienes una idea de dónde está ese par?
Folg negó con la cabeza.
—Pero conociendo a Naheim, es probable que esté buscando la manera de salir de aquí.
No había ninguna mueca en la gata, nada que pudiera decirle a Folg como habría tomado esa confesión. Para él eso era lo peor de ser maldecido o de estar junto a alguien que lo fue. Nunca tenía idea de lo que pasaba por sus cabezas como pasaba en ese caso. Temía que Petunia pensara en las mil formas de abandonarlo o en todas las otras preocupaciones que les aquejaba al grupo. Ir a Ehorla'hum, acabar con Nebul, volver a casa; parecía un plan idílico si no fuera porque Grad Nebul no era cualquier cosa.
Nunca lo había visto, pero se lo imaginaba y en su imaginación era una monstruosidad de proporciones colosales aunque su amada esposa le decía que jamás imaginara a alguien más grande de lo que en realidad es. Volvió a tocar la tierra cuando vio a una maga acercarse a Petunia y verla tan indiscreta que incluso a él le pareció mal educada.
—Supongo que estás disponible para una charla —dijo—. Acómpañame.
Petunia le siguió el camino, no sin antes darse vuelta para ver a Folg confundido.
—Busca a Naheim —Ordenó.
La disposición de seguir las ordenes de Petunia eran nulas en él, pero en ese momento creyó que buscar a Naheim y Evy era lo más sensato. Él no tenía la facultad de su esposa de presentir y entender algunos detalles, sin embargo algo le decía que debía hacerlo.
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Petunia miraba las columnas de granito con los rostros petrificados de quienes habían formado parte de la orden hace cientos de años. Aun podía recordar sus nombres, sus poderes, las enseñanzas que dejaron en La Torre y la forma en la que eran venerados todos los cuartos de siglo.
—Eres la única que se ha atrevido a ir tras las murallas de Ehorla'hum...
La gata levantó las orejas ante las palabras de Akali.
—Conoces mejor que nadie qué hay detrás de ellas y cómo se comportan las nébulas en esa ciudad. ¿Puedes decirme algo al respecto? —preguntó.
—Es como cualquier otra ciudad. Nébulas caminan de un lado a otro, hacen vida dentro de Ehorla'hum, aunque claro, son muy pocos en comparación a los millones que eran antes.
—Pocos... ellos perecieron al enfretarlo ¿no es así? ¿Hay algún rito para engrandecerlos?
—A Grad Nebul no le importa recordar la memoria de los muertos —indicó Petunia quien se detuvo al ver que más allá de las columnas, en el horizonte, Naheim estaba sentado al lado de Evy.
Había una pizca de celos removiéndose en ella. La escena le recordaba a los día en los que, como niños, ambos hablaban y reían sobre cualquier asunto. Eran tontos e inocentes. Quizás más tontos de lo que creía.
—¿Quieres ir hasta Ehorla'hum? —preguntó la gata.
Akali se acercó hasta ella tanto como pudo.
—Iremos hasta allí —dijo.
—Una nebula ha hecho que la orden decida moverse ¡Es increíble! —Bufó.
—A mi me parece más increíble que después de tanto tiempo aun no hayas aprendido nada, Petunia. Eras de las mejores, perfecta para avanzar y reemplazarnos a cualquiera de nosotros, pero sigues sin entender tu lugar.
—Mi lugar... cualquiera que sea mi lugar ustedes lo destruyeron —musitó
—Sigamos con nuestra conversación, Petunia —dijo.
La gata alzó una mirada escrutadora que Akali devolvió con toda la dureza que la caracterizaba.
—Estoy segura que a pesar de todo, no moverán un solo dedo —zanjó Petunia.
—No ahora, no podemos movernos sin que todo el consejo esté de acuerdo, por eso tu debes seguir el camino de Evy Gothiel. Serás nuestra conexión —aclaró.
—¿Qué hay de la tal Forane? A Evy parece agradarle —exclamó.
—Forany. No, Forany debe permanecer aquí —concluyó.
—¿Es demasiado especial para viajar con cuatro desadaptados? —gimoteó la gata con sorna.
Akali mostró una pequeña sonrisa que a duras penas arrugaron su mejilla; Petunia lo vio y sin embargo también noto esa mirada de ironía presente en ella.
—Luego de expulsarme y maldecirme, les parece una excelente opción que yo les sirva de intercomunicador —Bufó.
—Podría levantarse tu sanción. Lamentablemente no podemos hacer mucho por tu forma, pero podrías regresar a La Torre —dijo.
La idea sonó en la mente de Petunia y a pesar de que no extrañaba muchas cosas de ese lugar, esa puerta abierta a la posibilidad de regresar le generaba angustia y emoción al mismo tiempo. Aunque había algo más en su interior que exclamaba y arañaba las paredes, que se volvía tan evidente como para gritar con tanto fervor...
—No —contestó.
Mirana hizo una mueca que a Petunia le encantó.
—Viajaré con Naheim, les indicaré nuestra posición y no me tienen que dar nada a cambio que no sea la presencia de la guardia de Altier. —exclamó la gata.
—Iremos...
—Conozco sus palabras y siempre están huecas, prefiero una firma en la pared, detectable —comentó.
—Te has vuelto petulante —comentó Akali.
—Aprendí de la mejor —contraatacó y aunque era una flecha certera a Akali le agradó.
—Bien, que sea escrito en la pared.
...
Había cierta paz en el medio de aquella plaza que la dejaba absorta. Si la comparaba con cualquiera que hubiera visto antes en Verena, no encontraba con cuál. Evy decidió absorber todo lo que podía de aquel idílico lugar antes de partir. Lo harían pronto, no tenía duda de ello. Lo único que pudiera estorbar en esa decisión sería Gogen Datell y él aun no la enfrentaba. Desde que había llegado a La Torre no se habían visto. Un día y medio le parecía demasiado cuando el mismo la había llevado a ese lugar. No tenía dudas de que La Torre actuaba como una especie de cárcel con lujos, que la única razón de estar allí era impedir que continuara y que muy a pesar de eso, ella encontraría la forma de hacerlo.
—Luces pensativa —comentó Naheim.
—De la misma manera en que tú luces cada vez que te encuentro —reclamó.
Naheim sonrió amplio. Era de esas que le parecían sinceras, claro que aun no tenían su propio brillo.
—Piensas en cómo nos iremos...
Evy negó efusiva.
—Pienso en el señor Datell. No lo he visto aún —comentó.
—No dudo que tarde en aparecer. —musitó
—Lo has visto ya ¿verdad? —inquirió.
Él solo asintió con la cabeza.
—Buscaba la manera de hacerme razonar...
—Pareces clara en este asunto, Evy —comentó.
—Tu parecías dudar, imaginé que algo te habrían comentado —susurró.
—Se trata de ti... y de todo lo que hice y no debí hacer. Me siento culpable en cierto modo —Se rio.
—Sigamos —exclamó Evy.
Se levantó del mueble de cemento.
—No podemos quedarnos más tiempo aquí.
Naheim hizo lo propio y caminó a su lado, tal como se propuso hacerlo. Debía dejar atrás los tiempos de dudas para empezar a actuar.
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