Capítulo 9
Tad: ¡Hola a todos! Tengo buenas noticias :)
Marco: Cállate.
Víctor: Deja que hable, pesado
Eddie: He encontrado un sticker de uno que salta y se da contra una canasta
Marco: A nadie le importa.
Oscar: lol
Ellie: Se supone que este grupo es para hablar de cosas importantes, no de chorradas...
Marco: Ya ha llegado la alegría del equipo.
Víctor: Tad, qué ibas a decir?
Tad: ¿Eh?
Oscar: jaja
Eddie: Nadie quiere ver el sticker?????
Marco: No.
Tad: Bueno... la noticia es que he encontrado una furgoneta donde habría espacio de sobra para que fuéramos a los partidos :D
Marco: Nadie usa emojis, actualízate.
Víctor: Lo dice el moderno que pone un punto final a sus mensajes
Oscar: boom
Ellie: Entonces, ¿ya tenemos transporte?
Eddie: Pasaré el sticker por aquí y que lo mire quien quiera, vale????
Tad: Siii, tenemos transporte
Víctor: Dime por favor que no has dejado de usar emojis por lo que ha dicho el idiota
Tad: ...
Oscar: loooool
Eddie: *sticker de chico que salta y choca contra una canasta*
Ellie: ¿Podemos centrarnos en la parte de la furgoneta?
Oscar: jaja que bueno eddie
Marco: Oye, Ally, deja de hablar como si tuvieras algún tipo de poder sobre el equipo.
Víctor: Tiene tanto derecho a opinar como tú, cállate
Tad: Estoy de acuerdo...
Marco: Uy, cómo defienden a su novia.
Ellie: No soy la novia de nadie
Marco: Su mascota, entonces.
Oscar: oye eddie quieres un sticker de un pito partido?
Eddie: Siiiiii
Ellie: WTF
Tad: No paséis cosas raras que mis padres luego lo ven :(
Marco: ¿Tus padres te miran el móvil?
Tad: ...
Oscar: *sticker de un pito partido que pone 'me parto el pito'*
Ellie: Qué ASCO
Eddie: sdojashdiuashdiab
Ellie: Víctor, tú eres el administrador, ¿no puedes echarlos?
Víctor: JAJAJAJA QUÉ BUENO
Ellie: -.-
Víctor: Yo tengo uno de un niño con escopeta y patinete que pone 'peligro al volante'
Eddie: Mandaloooooooooo
Oscar: tengo q ver eso
Ellie: Bueno, ha llegado el momento de retirarse
Víctor: Oye pero no te enfades
Ellie: Estoy asqueada, no enfadada.
Oscar: victor partete el pito y mandale una foto para que se ria
Ellie: ja, ja, ja
Oscar: ves q le hace gracia?
Ellie: Es una risa irónica
Oscar: a
—Vaya panda de idiotas —murmuré para mí misma.
Ya había hecho mi ejercicio diario y ese día no tenía entrenamiento, así que estaba bastante aburrida. En mi horario planeado no contemplaba la posibilidad de tener una horita libre, por lo que me tiré sobre la cama y me dediqué a mirar el móvil.
Dejé que siguieran hablando y, acto seguido, salí de la página del grupo para cotillear el muro principal de Omega. No había nada muy interesante, pero por lo menos tenía algún que otro comentario en mi post sobre la fiesta. Invitaba a venir a quien quisiera —de mis seguidores, por supuesto—, y luego ponía la hora y el lugar. Ah, y que no dejaba entrar a nadie sin regalo. Era mi cumpleaños, después de todo.
Di que sí, reina.
Justo estaba cotilleando las últimas publicaciones de la gente cuando me llegó un mensaje privado de Víctor. Lo contemplé unos segundos sin abrirlo y, aunque mi propuesta inicial era dejarlo sin leer un rato para hacerme la interesante, terminé abriéndolo enseguida.
No había hablado con él por privado en mucho tiempo, y no me atreví a subir para ver las conversaciones de cuando teníamos quince años.
Qué raro, la maniática del orden sin borrar conversaciones.
A ver, normalmente las borraba todas. Lo de Víctor era... mmm... una excepción. No por interés, solo para poder echarle cosas en cara.
Ajá.
¡Era verdad!
Todavía tienes un mensaje sin leer, no sé si te acuerdas.
Víctor: Creo que ya no estás leyendo los mensajes del grupo, así que te lo digo por aquí: hemos quedado esta tarde para ir al desguace a ver la furgoneta. Marco pasará a buscarnos con su coche
Ellie: ¿Marco? Será una broma
Víctor: Era eso o ir andando, y está en la otra punta de la ciudad
Ellie: Bueno... vale
Víctor: De nada por mantenerte informada
Ellie: Es tu responsabilidad como capitán
Ellie: ...
Ellie: ¿No vas a contestar?
Ellie: Oye, a mí no me dejes en visto
Ellie: OYE
Ellie: >:(
Ellie: Vaaaaale, gracias
Víctor: De nada
Encima de pesado, soso. Ya podría haberme mandado algo más interesante.
Ellie: Qué simpático
Puse los ojos en blanco y estuve a punto de contestar, pero entonces llamaron a la puerta de mi habitación.
—Oye —dijo Ty desde el otro lado—, ¿por qué echas el pestillo?
—Porque lo tengo.
—¿Qué ocultas?
—Tu dignidad. ¿Se puede saber qué quieres?
—Tenemos visita. Vamos todos al lago y papá dice que vayas.
—Ahora bajo, déjame cinco minutos.
Ty suspiró pesadamente.
—Es decir, que bajarás dentro de media hora. Vale.
No esperó respuesta. Enseguida escuché sus pasitos en dirección a la habitación de Jay, donde repitió el proceso de invitación. Yo, mientras tanto, lancé el móvil a la cama y fui al armario, donde me hice con mi bikini.
Ya me había puesto la parte de arriba cuando el móvil volvió a vibrar. Lo recogí con más velocidad de la que quisiera admitir.
Víctor: Lo dices como si me dieras muchos motivos para ser simpático contigo...
Dejé el móvil de nuevo. O, al menos, estuve a punto de hacerlo, porque entonces tuve una idea un poco maligna.
Como todas las ideas que tienes.
En el espejo que tenía delante, se veía mi cuerpo entero sentado en la cama. Todavía llevaba los pantalones cortos, pero como me había puesto el sujetador del bikini, aproveché para recoger una de las tiras con un dedo. Empecé a hacerme fotos antes de ser consciente del motivo.
En cuanto hice la foto ideal, la envié sin siquiera pensarlo.
Ellie: Dime algo más simpático y quizá baje un poco más la tira del sujetador.
Y... a esperar.
Me dejé caer sobre la cama con el corazón latiéndome a toda velocidad y los ojos pegados a la pantalla del móvil. No entendía por qué de pronto estaba tan nerviosa, si había mandado nudes mucho peores en muchas otras ocasiones.
Eso sí, las respuestas normalmente eran más rápidas.
Deja que procese la información, puede llevarle un rato.
Víctor vio el mensaje y permaneció unos segundos sin responder. Después, empezó a escribir. Dejó de hacerlo casi al instante. Empezó a escribir de nuevo. Volvió a dejar de hacerlo.
Conté cinco veces antes de que se quedara en línea un minuto entero y, finalmente, me respondiera.
Víctor: No tiene gracia
Ellie: ¿Por qué debería tenerla? No es una broma
Víctor: Ya... lo que tú digas
Ellie: Pruébalo y lo verás
Víctor: ¿El qué?
Ellie: Mándame un emoji y a ver qué pasa
De nuevo, se quedó un buen rato sin responder. Llegué a pensar que se había cansado de mí y dejaría el chat de esa manera, pero... no.
Víctor: ._.
Y... había caído.
Buena soldado, así me gusta.
Me incorporé de nuevo, en la misma postura que antes, solo que esta vez bajé la tira del sujetador hasta que me quedó colgando del codo. La tela todavía me cubría el pecho, pero una parte de esta había empezado a bajar. Hice la foto y se la mandé.
De nuevo, no dijo nada en un buen rato. Aunque, eso sí, me fijé en que ya no estaba saliendo del chat. Y eso que en el del grupo seguían hablando.
Ellie: ¿Ves cómo soy buena persona y no bromeo?
Víctor: Mmm
Ellie: Manda otro emoji...
Víctor: .-.
Bajé del todo el sujetador, esta vez hasta que tuve un pecho descubierto. Me tapé el pezón con dos dedos e hice la foto. De nuevo, se la mandé. Víctor tampoco había salido del chat, y esta vez respondió bastante deprisa.
Víctor: mmmmmm
Ellie: ¿Te gusta?
Víctor: Con los dedos delante no puedo apreciarlo bien
Ellie: Pues ya sabes lo que tienes que hacer
Víctor: :/
Cada vez es más rápido, ¿eh?
Esta vez, me deshice por completo del sujetador y lo dejé a un lado. Después, me tapé con un brazo, apretando las tetas entre sí para que parecieran más grandes, e hice la foto. La respuesta fue inmediata.
Víctor: :)
Ellie: Esta vez no me vale con un emoji
Víctor: ¿?
Ellie: Quiero una foto de vuelta
Víctor: ¿De qué?
Ellie: -.-
Víctor: Ahhhhh
Esperé la foto unos segundos, moviendo la rodilla de arriba a abajo. Ya estaba empezando a idear una postura para que se me vieran bien las tetas cuando, de pronto, escribió de nuevo.
Víctor: Quiero una contraoferta
Ellie: ¿Cuál?
Víctor: Una foto mía a cambio de quitarte los pantalones y hacerte una foto de espaldas al espejo
Me quedé mirando la pantalla unos segundos, sorprendida. No sé si por su atrevimiento o por la petición en sí. ¿Los pantalones? Me miré a mí misma. ¿Quería verme el culo? Tampoco lo consideraba mi mejor atributo, era demasiado grande.
Además, siempre que hacía estas cosas, la otra persona se quedaba cortada y no me respondía. ¿Por qué él pedía más cosas? ¡Ante eso no tenía una respuesta guay!
Ellie: Te estás envalentonando mucho
Víctor: Quieres mi foto, ¿no?
Ellie: Nah
Víctor: Pues no me mandes la foto y no la tendrás
Oh, cómo lo detestaba. Contemplé la pantalla unos instantes y, tras dudar un poco más, volví a escribir.
Ellie: Tú primero.
Víctor no respondió inmediatamente, pero cuando lo hizo fue para bien. Mandó la foto. Estaba sentado en su escritorio, y se había levantado la camisa lo suficiente como para que le viera todo el abdomen. Me quedé mirando los abdominales unos instantes e hice un poco de zoom hacia la cinturilla de los pantalones, pero lo alcancé a ver lo que me interesaba de verdad.
Exclamó la dulce dama.
Víctor: Sigo esperando
Vale, alguien estaba impaciente.
Me quité los pantalones con una mano y me puse de pie de un salto. Miré por encima del hombro, buscando la postura adecuada, y no tardé en darme cuenta de que, quizá, las bragas anchas de florecitas no eran el atuendo más adecuado para hacer algo así. Tampoco es que tuviera otras opciones si quería hacer una foto rápida, así que subí el móvil y traté de encuadrar mi culo lo mejor posible.
Y, por supuesto, alguien eligió ese preciso momento para abrir la puerta.
—Oye —dijo Jay, entrando como si nada—. Mamá pregunta por qué tardas tant... ¡AAAAAAAAAH!
—¡AAAAAAAAAAH!
Presa del pánico, me lancé en picado hacia abajo. El móvil voló hacia algún rincón oscuro de la habitación, y yo caí sobre la cama y me tapé rápidamente con una camiseta.
Jay seguía plantado en la puerta con cara de horror.
—¡¿QUÉ HACES?! —chilló con voz aguda.
—¡¿QUÉ HACES TÚ?!
—NO, ¡¿QUÉ HACES TÚ, COCHINA?!
—¡VETE DE MI HABITACIÓN!
Jay soltó un sonido agudo parecido al de una hiena moribunda y salió corriendo. En cuanto cerró la puerta, hundí la cara en la camiseta.
—¡Mamá dice que bajes de una vez! —añadió, todavía incómodo—. Solo venía a decirlo. No esperaba encontrarme una escena porno.
—Exagerado.
—Bueno, ¡que bajes de una vez!
Se marchó, muy indignado, y a mí no me quedó otra que recoger el móvil perdido.
Ellie: Lo siento, me reclaman. Te quedas sin foto.
Víctor: Ya
Ellie: ¿No te lo crees?
Víctor: No, pero vale, nos vemos luego
Ellie: No es una excusa
Víctor: Ajá
Frustrada, cambié a la cámara y me hice una foto a mí misma de cuello para abajo, para que se me vieran bien las tetas. Como ingrediente extra, le enseñé un dedo corazón. Cuando le mandé la foto, la acompañé de un para que no llores, zanahorio.
No me quedé esperando una respuesta, sino que volví a ponerme el bikini rápidamente y bajé las escaleras. Efectivamente, los demás estaban ya dando saltos desde el muelle al lago. Reconocí enseguida a papá lanzando a Ty, que chilló insultos hasta que tocó el agua. Mamá estaba en la tumbona con las gafas de sol puestas, riendo. Jay nadaba tranquilamente, y Mike tiraba a alguien del brazo para lanzarlo al agua con él.
En cuanto reconocí a la última figura, esbocé una gran sonrisa. ¡Tía Sue!
Hacía mucho que no la veía. Como no vivía cerca de casa, solo lo hacía cuando nos visitaba y se quedaba unos días con mi tío. Me pregunté si habría viajado a algún sitio y traería regalos, como era bastante habitual en ella.
Desde luego, no era el momento de preguntarlo, porque tío Mike tiraba insistentemente de su brazo, arrastrándola por el muelle como si quisiera lanzarla al agua todavía vestida. Ella se resistía con uñas y amenazas de muerte, pero cada vez se le estaba haciendo más complicado.
Por suerte, me tenía a mí de guardaespaldas.
Tío Mike no me vio llegar, sino que directamente sintió el impacto de mi cuerpo contra el suyo. No le quedó otra que soltar a mi tía y caer conmigo.
En cuanto saqué la cabeza del agua, divertida, me miró como si acabara de presenciar la peor traición de su vida.
—¡Traidora! —exclamó con dramatismo.
—No llores tanto —recomendó tía Sue, y luego me guiñó un ojo—. Así me gusta. Si le hundes la cabeza otra vez, quizá te ganes una propinilla.
—Ni se te ocurra —advirtió él enseguida.
Le saqué la lengua a tío Mike, a lo que él me salpicó agua en la cara.
De pequeña siempre esperaba las visitas de mi tía porque, básicamente, significaban que por una vez pasábamos el rato todos juntos en el lago. No era lo habitual, porque todo el mundo tenía sus quehaceres y era muy difícil coincidir todos a la vez. A medida que fui creciendo, esos momentos dejaron de importarme tanto. Supongo que es lo que va pasando con los años.
Empecé a nadar hacia atrás de forma distraída, pero me detuve nada más chocar con Jay. Él puso mala cara, no sé si por la incomodidad de antes o por el enfado que todavía arrastraba del otro día, y se apresuró a nadar en dirección contraria. Hice un ademán de acercarme, y nadó todavía más rápido.
Bueeeeno, estaba claro que ese no iba a ser el día en el que nos reconciliáramos.
No me digas.
Jay pronto se olvidó de mí porque, básicamente, tío Mike se puso a perseguirlo para pedirle que le dejara sentarse sobre sus hombros. Papá tenía a Ty, y la idea de mi tío era jugar entre ellos a empujarse para ver quien caía antes. A Jay la idea de tener que aguantarlo no parecía hacerle tanta gracia.
Yo, mientras tanto, ya había salido del agua y estaba sentada en la tumbona de mamá, que no dejaba de ponerse crema solar. Tía Sue era más práctica y estaba en la otra, bajo la sombrilla.
—No entiendo que a la gente le guste tomar el sol —comentó con una mueca de desagrado—. Me siento como una sardina en la barbacoa.
Mientras tanto, mamá empezó a frotarme crema por los hombros. Suspiré.
—Mamá, ¡ya me has puesto diez litros!
—¡Es para que no te quemes! —insistió, frotando con más fuerza.
—Bueno, ¿y qué tal todo por aquí? —preguntó mi tía mientras mamá me zarandeaba de un lado a otro para que no quedara un solo rincón sin protección—. ¿Alguna novedad interesante? Por ahí veo que todo sigue igual.
Se refería a papá y tío Mike, que se estaban peleando entre ellos mientras Jay y Ty los contemplaban con cansancio.
—Ellie ha entrado en el equipo de baloncesto que le interesaba —murmuró mamá, todavía centrada en su tarea—. Dentro de poco empezarán con los partidos.
—¿En serio?
—Bueno... —Yo no sonaba tan convencida—. Tampoco es que seamos muy buenos...
—¡Tonterías! —aseguró mamá.
—Es verdad, somos un poco desastre.
—Bueno, aunque lo seáis (que no lo sois), ¡lo importante es pasarlo bien!
—Lo importante es ganar —interrumpió tía Sue con el ceño fruncido—. Si tienes que clavar un codazo o un mordisco, no lo dudes.
—¡Sue, no le digas eso!
—¡Solo intento que sea una ganadora!
—La conclusión es —interrumpí— que no hace falta que vayáis a ver ningún partido.
Mamá dejó de frotar crema al instante, pasmada.
—¿Cómo? ¿No quieres que vayamos?
—¡Claro que no!
—¡¿Por qué no?!
—¡Porque somos malísimos! No quiero que me veáis haciendo el ridículo...
—Oh, tú tranquila —aseguró mi tía con un gesto vago—, todos hacemos el ridículo a diario y nadie se sorprende.
—Es un gran consuelo.
—Ellie —intervino mamá, muy seria—, si vamos a verte, no es para que ganes. Es solo para animarte.
—No sé, mamá...
—Mira, si te da vergüenza, convenceré a Naya para que no haga un cartel gigante animándote.
—¡¿Ibais a hacer un cartel gigante?!
—¡Ya te he dicho que le pediré que no lo haga! Solo seremos nosotros, ¿de verdad te crees que nos importa que ganes o pierdas?
Me encogí vagamente de hombros. Quizá a ella le daba igual, pero a mí no. Odiaba perder. Jugar conmigo al parchís o similares era una pesadilla, porque si perdía lanzaba el tablero al aire y me marchaba con los puños apretados. Curiosamente, a mis dos hermanos no podía darles más igual ganar o perder. De hecho, solían dejarme ganar para no tener que aguantar mis enfados.
—¿Eres la capitana del equipo? —preguntó mi tía entonces.
—No..., es Víctor.
—¿Víctor? ¿Y ese de qué me suena?
—Es su amiguito desde hace mucho tiempo —comentó mamá.
—No le llames amiguito —pedí con una mueca—. Haces que suene a niño pequeño.
—Perdón, es la costumbre, como lo conocemos desde que era chiquitín... Es el vecino —añadió para mi tía, que asintió como si por fin hubiera pillado quién era—. Muy buen chico. Alguna vez he llegado con la maleta cuando él estaba fuera de casa y me ha ayudado a entrarla.
Tía Sue debió ver mi cara cuando mencionó lo de buen chico, porque sonrió con diversión.
—¿Por qué siento que hay cierta tensión en el ambiente?
—No la hay —aseguré.
—Oh, solo un poquito —aseguró mamá, por su parte—. Es que Ellie siempre ha estado un pelín enamorada de él, pero no pasa nada.
—¡MAMÁ!
—¡He dicho que no pasa nada!
—¿A ese no le hacías poemas de amor cuando eras pequeña? —preguntó mi tía con curiosidad—. Creo que me acuerdo de alguno...
—...por favor, deja de hablar...
—Oh, pelirrojo, pelirrojo... eres más bonito que un pimiento rojo.
—Había otro peor —comentó mamá, intentando acordarse—. Oh, pelirrojo, pelirrojo... por ti me sonrojo.
—Oh, pelirrojo, pelirrojo... contigo nunca me enojo.
—...por favor, dejad de hablar o me meto piedras en los bolsillos y me lanzo al lago...
—Vaaaale, ya está bien —dijo mamá, divertida, y retomó la tarea de embadurnarme en protección solar—. No sé por qué te dan vergüenza, si son poemas muy bonitos.
—Creo que no tenemos el mismo concepto de bonito.
Pareció que tía Sue iba a hacer algún comentario más sobre los poemas, pero en cuanto vio que papá se acercaba se calló de golpe. Papá se dio cuenta, por supuesto. Cuando se detuvo a nuestro lado, todavía goteando por el lago, nos contempló con los ojos entrecerrados.
—¿Qué me he perdido?
—Nada impor... —Mamá se cortó a sí misma, alarmada—. ¡ESTÁS GOTEANDO SOBRE MI REVISTA!
—¿Eh?
—¡APARTA!
Le dio un manotazo en el abdomen para apartarlo, pero en lugar de eso se dobló sobre sí mismo por el impacto. Una oleada de gotas dieron contra las páginas, y mamá soltó un grito todavía más ahogado. Pareció que a papá se le hacía muy divertido, porque hizo un ademán de escurrirse los cortos mechones de pelo sobre las hojas, a lo que mamá salió corriendo con la revista en la mano.
Mientras mamá intentaba llegar a la puerta de casa profiriendo insultos y papá la perseguía sacudiendo el agua hacia ella, yo suspiré y me volví hacia mí tía.
—Aunque no te lo creas —comentó ella observándolos—, de jóvenes eran todavía más insoportables y empalagosos.
—Me lo creo perfectamente.
Ella sonrió y volvió a fijarse en mí, esta vez con una sonrisa más pausada.
—Tienes suerte de que sean tan inocentes.
—¿Por? —pregunté, confusa.
—Si vas a hacerte nudes, luego acuérdate de volver a ponerte bien el bikini. Lo llevas al revés.
Me quedé contemplándola unos instantes, perpleja, y entonces mi cara se volvió del mismo color que el pimiento rojo del poema. Miré abajo, donde efectivamente vi que llevaba el sujetador del revés. Tía Sue, al verme la cara, soltó una carcajada y se incorporó para ir con los demás a la piscina. Mientras mi tío aplaudía que por fin se uniera a ellos, yo me apresuré a entrar en casa.
Víctor no me había respondido a la última foto, pero sí que me había dicho la hora a la que pasaría a buscarnos Marco. No me daba tiempo a ducharme y ponerme un poco presentable, así que me limité a quitarme el bikini y ponerme unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Bajé rápidamente las escaleras, fui a despedirme de los demás hasta hora de cenar y abrí la puerta de casa.
Puntual como de costumbre, Víctor esperaba sentado en las escaleras de su casa. Llevaba la misma camiseta que le había visto subida en la foto, y eso me distrajo un poco.
Supongo que él también debió acordarse de las fotos, porque en cuanto aparecí sus ojos fueron inconscientemente a mi pecho antes de volver a subir a mi cara. Carraspeó, incómodo, y se apartó un poco para que pudiera sentarme a su lado en los escalones.
Una vez sentada, no se me pasó el detalle de que ninguno de los dos estaba mirando al otro.
—¿Estabas en el lago? —preguntó, supongo que por sacar conversación.
—¿Cómo lo sabes?
—Todavía llevas el pelo húmedo.
—Ah... pues sí, estaba ahí.
Y... silencio.
Vale, teníamos más comunicación por mensajes que en persona. Cuando lo tenía delante, no me sentía tan valiente como por una pantallita.
Víctor carraspeó, claramente incómodo, y se apoyó sobre los codos, estirando las piernas. Lo miré de reojo. Especialmente la parte que había visto sin camiseta. Lamenté que Jay hubiera interrumpido antes de que me mandara algo más.
Cuando subí un poco más la mirada, vi que me había pillado inspeccionándolo. Enarcó una ceja.
—¿Qué? —pregunté.
—No sé, eres tú la que mira.
—No te estoy mirando.
—Sí que lo haces.
—Bueno, tú me has visto antes.
—O sea, que admites que me mirabas.
—¿Tú no has mirado mis fotos?
—Claro que sí.
—Pues estamos en paz.
No sé por qué de repente empecé a sonar tan enfadada. Más por orgullo que por nada más, esta vez le mantuve la mirada en lugar de apartarla. Él hizo lo mismo, y sospecho que por motivos similares.
—¿Qué? —Esta vez lo preguntó él.
—No sé.
—Deja de mirarme, entonces.
—Deja de mirarme tú. ¿O estás pensando en las fotitos?
—Sí, Ellie..., lo que tú digas.
Oh, ¿eso había sido un pequeño temblor de voz?
Esbocé una sonrisa. Así que por ahí podía molestarlo, ¿eh?
Y... ha despertado al diablo.
Ahora más confiada, me incliné un poco en su dirección. Víctor frunció ligeramente el ceño, como si no subiera cómo reaccionar.
—¿Te han gustado las fotitos? —pregunté, subiendo y bajando las cejas.
—¿Por qué siento que es una pregunta trampa?
—Es una duda inocente.
—Nada en ti es inocente.
—Lo que tú digas, pero no me has contestado.
Me incliné un poco más. Víctor repiqueteó un dedo sobre el escalón, ahora un poco tenso. Lo cierto es que yo también me estaba poniendo nerviosa, pero me encantaba poder irritarlo, así que no permití que se me notara.
—¿Para qué quieres que te conteste? —preguntó al final, a la defensiva—. Ya sabes la respuesta.
—Oh, pero me encantaría que lo dijeras. Casi tanto como me ha encantado verte desesperado por más fotos.
—Te recuerdo que no fui yo quien se puso de rodillas en medio del campo de baloncesto.
—Podría hacer que te arrodillaras para más fotos.
—¿En serio? ¿Tanto te gusta la perspectiva de que me arrodille delante de ti? No puedo imaginarme por qué será.
Abrí la boca y volví a cerrarla. No estaba acostumbrada a que alguien me igualara en la escala de descaro, así que me había quedado en blanco. Él debió notarlo, porque esbozó una sonrisita divertida.
—¿Qué? —preguntó—. ¿Ocupada imaginándotelo?
—No.
—Entonces, ¿te has quedado en blanco y ya está?
—¡No me he quedado en blanco!
—A ver si eres tú quien quería fotos, y por eso ha empezado.
—No... no es...
—Después de todo, me las has pedido directamente.
—¡P-pero no...!
—¿Qué es eso? ¿Un tartamudeo? ¿Te has puesto nerviosa, Ellie?
—¡No! —exclamé, ya rojísima.
—Si quieres una foto, solo tienes que pedirla. No hace falta que mandes una a cambio.
—N-no me interesa...
—¡Otro tartamudeo! —señaló con una gran sonrisa.
—¡DÉJAME HABLAR DE UNA VEZ!
—Es que no estás hablando, estás balbuceando.
—¡P-por las tonterías que... que dices!
—Pues mira, te diré algo en serio: sí que me han gustado.
—¿El qué?
—Tus... —Se calló un momento, bajando la mirada a mi torso, y luego volvió a subirla a mi cara— ...fotos.
Lo dijo tan serio que, de nuevo, me quedé sin respuesta que lo dejara sin palabras. Tragué saliva, supuse que con la misma expresión desconfiada que él había puesto un rato antes.
—Pues vale —murmuré al final, decepcionada por no tener algo mejor.
—Aunque es un poco injusto, ¿no?
—¿Eh?
—Yo he visto cosas muy interesantes y tú no has visto nada... no es justo.
—Ah...
—Pero puedo enseñártelo ahora.
No sé si fue la media sonrisa o la ceja enarcada de forma sugerente, pero de pronto me puse muy nerviosa. Víctor se acomodó mejor sobre los codos, y yo bajé la mirada a su cuerpo de forma inconsciente. Volví a subirla con la misma rapidez, por supuesto, y su sonrisa pasó a ser completa.
—Adelante —sugirió.
—¿Eh...?
—Ahora estamos solos. Haz lo que quieras.
—¿Lo que... quiera?
—Tienes pase libre.
Bajé la mirada, algo insegura con lo que iba a hacer. Víctor debió darse cuenta, porque alcanzó una de mis manos y se la puso sobre el pecho. El contacto tan repentino hizo que diera un respingo, pero él no me soltó, sino que apoyó mi palma sobre su corazón.
—Puedes tocar lo que quieras.
Quise decir algo que lo callara, pero me había quedado sin palabras. Especialmente cuando, todavía sujetándome la mano, bajó mi palma hasta que la tuvo sobre el abdomen. Lo acaricié con el pulgar de forma inconsciente, y sentí que su cuerpo se tensaba bajo mi tacto.
—Lo que quieras —insistió, esta vez en tono más bajo.
Observé su expresión y traté de decir algo, pero solo conseguí entreabrir los labios, porque entonces empezó a bajar mi mano por su abdomen. Su sonrisa ya se había borrado. Especialmente cuando empezó a meterme los dedos bajo el elástico de su pantalón corto.
Y entonces, justo cuando era yo la que empezaba a avanzar, me atrapó la muñeca y se sacó la mano de los pantalones de un tirón.
Sus risotadas hicieron que parpadeara, confusa.
—¡Has caído de lleno! —aseguró entre carcajadas.
Tardé varios segundos en darme cuenta de que se estaba burlando de mí.
—¿Qué...? —empecé, y luego me puse de pie de un salto—. ¡Serás...!
—¡Ha sido buenísimo! —siguió, casi llorando de la risa.
—¡NO TIENE GRACIA!
—¡Eso es porque no te has visto la cara!
Furiosa, estuve a punto de recoger un puñado de gravilla y lanzársela a la cabeza. Tuvo suerte de que Marco eligiera ese momento para detener el coche a nuestro lado. Por primera vez, me alegré de verlo. Me senté en el asiento trasero de brazos cruzados, y Víctor no tardó en ocupar el copiloto. Todavía se limpiaba lágrimas de risa.
Marco nos contempló con una mueca de desagrado.
—Iba a preguntar, pero... creo que prefiero no saberlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro