Capitulo Treinta y cuatro: Lluvia de cristal
Sentía que estaba en el planetario, al alzar la cabeza se cernía ante mí un imponente domo de cristal que permitía vislumbrar el cielo nocturno estrellado. Era increíble la cantidad de lujos que tenía esta casa para estar tan lejos de la civilización y los servicios públicos. Unas figurillas doradas en forma de espiral con flores sostenían la gran cúpula circular que era el techo del comedor, era como estar acampando sin la necesidad de dejar la casa.
La música inundaba el ambiente, tocada por una esbelta chica con un elegante violín color oro que combinaba con la decoración. Reconocí la canción inmediatamente La vie en Rose una pieza hermosa pero sentía que algo le faltaba, el arco estaba clavado en las cuerdas y sus manos se movían mecánicamente pero hacia falta esa chispa en su ojos que destaca a los músicos.
Entraron al salón exactamente ocho mujeres, tenían la misma complexión delgada y el mismo uniforme de sirvienta negro con blanco. Empujaban pequeños carros con bandejas de comida caliente que impregnaban el lugar con un olor fuerte a especies.
Mi estomago se revolvió, lo último de lo que tenía ganas ahora era de cenar. Los nervios y el agotamiento me quitaron el apetito, solo tenía unos enormes deseos de tumbarme sobre el húmedo césped a ver las estrellas y meditar que había hecho mal, como cuando era niña y las cosas no salían como esperaba.
Colocaron frente a mí unas charolas con tapa redonda, dándole misterio al platillo. A cada lado de los platos hay una línea de cubiertos de plata tan pulidos que podía ver mi reflejo; la cara pálida, manchada aun con un hilo de sangre en el labio. Me enjuagué la tierra para que no se infectaran las heridas, pero seguramente tendré un par de moretones mañana.
- Espero que no les importe -comenzó Gabriel mientras se acomodaba la servilleta en la pierna.- no suelo mezclar a mi familia con negocios pero mi esposa cenará con nosotros esta noche.
Nadie dijo nada, todos estábamos cabizbajos, con la vista clavada en la mesa, sin probar bocado o mascullarle una respuesta. Éramos como unos niños molestos por ser atrapados haciendo algo incorrecto.
- ¿Esta casado?-pregunté levantando la cabeza. Me estaba comenzando a hartar eso de jugar a que el gato me comió la lengua.
- Bueno, no le doy el título de "mi esposa" a quien sea.- bufó arqueando una de sus cejas rubias.-¿es muy difícil de creer que pueda encontrar amor?
Alec rió entre dientes.
- ¿Ahora nos vas a hablar de lo bellas que son las relaciones?-sus ojos azules bailaban con diversión.-¿a eso nos trajiste, Baker?
Gabriel chasqueó la lengua con reprobación.
- No se que es peor, muchacho, tu insolencia o tu arrogancia.-declaró sin rastro de empatía.- Además, si mi memoria no me falla, ustedes fueron los que vinieron a mí...aunque les agradezco, no son los cobardes que imaginé escondiéndose tras las faldas del consejo.
- Por supuesto que no.-dictaminó Alec. Su expresión era sombría y calculadora.- nos sometimos a un gran riesgo, porque dudo que podamos salir de aquí por nuestra propia voluntad ¿o me equivoco?
Gabriel levantó una copa larga por encima del hombro una chica se acercó a servirle un líquido azul tan obscuro que parecía negro. Sus delgados labios blanquecinos le dieron un pequeño sorbo y formaron una mueca.
- Quieren hacerme ver como el malo de la historia, ya veo.-murmuró con un brillo peligroso en sus ojos.- no es personal, lo único que necesito que uno de ustedes se quede conmigo para hacer un par de tareas.
- ¿Que clase de tareas?-se aventuró Sarah.-¿matar? ¿Jugar con humanos?
- ¿Como que clase de tareas? Son viajeros del tiempo ¿crees que los necesito para que saquen la basura y poden mi césped? -se lamió los labios.- Además si quisiera matar a alguien no los llamaría a ustedes, son patéticos. Los humanos idiotas los encontraron muy fácilmente.
Así que los hombres que estaban en el bosque eran humanos, por eso no usaban magia. Me siento realmente estúpida, pudimos haber salido de ahí caminando y no podrían haberse opuesto.
- ¿Volviste a las andadas?-preguntó Alec con una mueca socarrona mientras destapaba su plato.
- Nunca lo dejé.
- ¿De qué hablan?-interrumpió Peter, era la primera vez que hablaba desde que nos sentamos.
Gabriel lo miró divertido por encima de su copa.
- Tú eres la criatura de John Lockwood.-afirmó complacido. Sus dedos enguatados tamborilearon el borde de la mesa de mármol con frenesí.- Debí saberlo, te pareces a él.
- Espero que solo sea en lo físico.-respondió con amargura y odio en su voz.
- Concuerdo contigo, es un gusano miserable que vino a rogarme que lo convirtiera el brujo, si no fuera por él no estaríamos en esta incómoda situación.-dejó caer la cabeza el el respaldo de la silla con cansancio.- El día que...
- ¿Es posible?-lo interrumpí de forma que si mi abuelo hubiera estado aquí me habría obligado a comer con cubiertos calientes por ser descortés en la mesa.- convertir a humanos en brujos, quiero decir.
- No, querida. Me temo que no se puede, la naturaleza hace a todos diferentes ¿alguna vez has visto a un pez fuera del agua o a un perro con alas?-sacudió la cabeza lentamente sin mover un cabello rubio platinado de su perfecto peinado.- sin embargo, siempre puedes jugar a ser dios y desafiar a la naturaleza.- bajó la vista al mantel y tomó un cuchillo para mantequilla, lo deslizaba entre sus dedos rápidamente para calmar la ansiedad.
- John es humano y podía mover cosas sin tocarlas cuando lo vi.-empezó Peter picando con el tenedor una pasta rosa que tenía enfrente.- ¿cómo es que lo hiciste?
- Por lo que veo saben muy poco de este mundo.-carraspeó y luego se metió una cucharada de una extraña crema gris.- Les explicaré...-limpio la comisura de su boca con la servilleta. - Existe un hechizo en mi Extrasensory que transfiere poderes a un simple mortal, pero como su cuerpo es débil y no está diseñado para almacenar tanta energía... ¿Que ocurre cuando una batería de sobre carga?
- Explota.-musité con un hilo de voz.
- Muy bien. Luego de un tiempo los humanos mueren como los bichos putrefactos que son al querer adquirir algo que esta mas allá de sus capacidades y conocimientos...
La música paró abruptamente dejando en su lugar un chirrido seco, como cuando tallas una pizarra con las uñas o como el ruido que hace la tetera cuando el agua ha hervido. Todos giramos las cabezas hacia la esbelta joven del violín pero en su lugar había otra persona, una mujer. Era alta y muy pálida, llevaba puesto un vestido largo y negro con destellos que le abrazaba las curvas. Tenía el cabello color caramelo recogido en un moño severo que la hacia parecer más joven pero su rostro con pequeñas arrugas la delataba.
En sus manos sostenía unas tijeras largas y en el piso estaba la chica que tocaba hace un momento, sosteniendo su violín arruinado de las cuerdas.
- ¡Mentecato!-le dijo a Gabriel con una voz melodiosa y seductora que le restaba odio a su insulto.- ¿es que no puedes hacer nada bien? Te dije que quería a alguien que toqué el chelo no a la arpía del violín con la que te revuelcas mientras no estoy.
- Mi bella Viven, siempre es un placer escucharte decir lo que todo el mundo sabe...retírate, cielo.-le dijo lo ultimo a la chica con lagrimas en los ojos que salió del salón corriendo con su instrumento roto.- Ahora por que no nos acompañas en la mesa y dejas de fruncir el ceño, te ves mas vieja.
Con una expresión indescifrable, Viven se sentó en la otra punta de la mesa lo mas lejos posible de Gabriel. Levantó su copa y le dio un repaso a cada uno de los que estábamos en la mesa.
- ¿Tienes servicio de guardería?-dijo después de darle un gran sorbo a la copa con el mismo líquido azul. Tragó he hizo una mueca.- ¿o son los hijos bastardos de tus múltiples aventuras?
Gabriel se separó a regañadientes de su plato y le respondió.
- Lo creas o no, estas frente a la nueva generación de las joyas del tiempo...-anunció mientras masticaba.-El chico de la derecha es Alexander, el Rubí esta en su anillo- empezó señalando a Alec con su dedo.- La joven junto a él es Sarah Morgan, la amatista...
Sarah levantó su tobillo para que Viven pudiera apreciar la joya.
- La morena de baja estatura es Lana, el Zafiro Azul lo lleva en el cuello... Y el chico que esta jugando con la comida es Lockwood junior, el hijo de John y la hermosa Rose, trae la Esmeralda en la muñeca izquierda.-ladeó la cabeza con una sonrisa siniestra en los labios.-Estos niños son valiosos y pienso quedarme con uno antes de que se agoten.
- No somos objetos.- para sorpresa de todos esas palabras vinieron de Peter.
Gabriel puso los ojos en blanco y su sonrisa se esfumó.
- Como les estaba diciendo antes de que acabaras con la música de fondo, Viven...
- Escuché.-lo cortó su esposa.- acabas de confesarles que eres un charlatán cínico y que te aprovechas de personas inocentes, bravo por ti, amor.
- John no era un inocente.-replicó su esposo con el mismo tono de aburrimiento cuando hablaba con ella, como si lo hiciera mas por obligación que por querer.
Los anchos y gruesos labios escarlata de la mujer se afinaron en una sonrisa juguetona que no se molestó en disimular. Sus uñas largas pintadas de un intenso bermellón se enroscaban en su cabello cuando intentaba acomodarse el perfecto y alto moño.
- Naturalmente, John no era ningún inocente. -dijo con su voz seductora y ojos soñadores, como si se acordara de un buen momento.-de hecho era un tipo malo, muy malo desde mi punto de vista...
Gabriel contrajo la cara en una mueca de asco, con la nariz arrugada y los labios fruncidos pero no sorprendido por las fuertes declaraciones de su esposa.
- No quiero escuchar sobre tus amoríos, respeta, aquí está su muchacho.-señaló a Peter con el tenedor.
Arrugué el entrecejo. Si quisiera escuchar dramas familiares me iría a pasar Navidad en casa de mi tío Owen, ahí siempre hay gritos y los jarrones de cerámica terminan hechos pedazos por pequeños desacuerdos.
Me dispuse a dejar de escucharlos y concentrarme en mi plato. Era una especie de carne color roja con naranja picada en trocitos y tiras de distintos tamaños, junto a ella habían unas bolas chicas de color celeste, se parecían a las canicas, era lo mas apetecible del plato así que tomé una y me la metí a la boca. Sabia dulce, pero no como las frutas, ellas siempre son dulces, esto primero estaba desabrido y luego que lo saboreabas comenzaba una explosión de sabor, el liquido acariciaba tu paladar de una manera tan suave que justo cuando tragué me volví a meter una más, y luego otra mas...
Sentí como algo se atoraba entre mis dientes, igual que una envoltura de algún caramelo, su textura rugosa me lastimaba las encías, y creo que tocaba la úvula. Tosí un poco y metí un dedo entre mis labios para sacar lo que me estaba lastimando. Es un pedazo de papel, totalmente seco a pesar de la saliva de mi boca, lo desenrolle con cuidado y leí "consigue tiempo"
Levanté la vista y Alec estaba de pie.
- ¡Que momento mas inoportuno!-dijo sin ganas.-pero necesito ir al baño, y considerando que te quedaras con uno de nosotros al final de la noche lo mínimo que podías hacer es permitirme usar...
- Adelante.-lo cortó receloso. Al igual que todos los presentes nadie se había creído que Alec iba solamente al baño. Espero que vaya a hacer algo como llamarle a alguien o escapar por la ventana y traer ayuda.-Pídele indicaciones alguno de mis sirvientes...y no intentes nada, lo sabré.
Alec fingió indiferencia ante su amenaza. No se sabía cuanto iba a durar, pero si tenía en claro una cosa: debía ganar tiempo.
- ¿Qué eres de Francis?-pregunté por encima del ruido. Gabriel me miró perplejo.- El hombre que vivía en Francia, usabas su nombre para algunos de tus negocios.
Me había quedado con esa duda desde hace mucho tiempo, desde la puesta de largo cuando Francis me llevó a una taberna y me dijo que no confiara en nadie, fue algo dramático de su parte ahora que lo pienso. Eliot me dijo que los brujos con dones obscuros tratan a toda costa de confundirte, platicar con ellos es como entrar a un laberinto con las salidas selladas.
- El hecho de que use su nombre no quiere decir que tenga relación con él.-declaró con el fantasma de una sonrisa.
- No soy ingenua, ambos tienen el mismo apellido, podría decir que también algo de parentesco a pesar de que sea del pasado.
Gabriel entre abrió los labios sorprendido.
- Me atrapaste.-levantó ambas manos en señal de rendición.-Francis fue uno de los brujos más importantes de su época y sentí que usar su nombre me daría cierto prestigio. Mi linaje proviene de él.
- ¿Tienes que usar el nombre de un fósil para sentirte importante?-inquirió Viven con reproche.- cuando creí que no podías ser más patético.
Su esposo apretó las manos en puños claramente enojado. Una corriente de aire cálido invadió el lugar a pesar de que todas las ventanas estaban cerradas.
- Mujeres.-resopló con odio.-creen que lo saben todo. Por eso hay tantas abominaciones homosexuales hoy en día. Yo solo las tolero por dos cosas; para que me preparen el almuerzo y para sexo.
Viven retrocedió como si le hubieran propinado un fuerte bofetón.
- Eres un cerdo sexista.-le recriminó. El lunar café encima de su boca se torció con desprecio hacia el hombre que tenía en frente. Me pregunto cómo habrán terminado casados ¿una apuesta? ¿Matrimonio arreglado?
Gabriel murmuró un comentario aun mas sexista que hizo a su esposa rechinar los dientes de rabia y de nuevo se fueron involucrando en una discusión más elaborada. Mis pensamientos divagaron hasta parar en Alec ¿que estará haciendo? ¿Lo habrá conseguido? ¿Por qué tarda tanto? Esas preguntas atormentaban mi cabeza con preocupación. La noche no durará tanto y si queremos irnos todos juntos debemos hacer algo.
- ...¿Lana?
Levanté la vista y vi que todos tenían los ojos clavados en mí.
-¿C-Cómo ?-balbucee.
- Gabriel te ofreció un vaso de su bebida casera y rara.-me explicó Peter hablando como si él no estuviera presente.-pero yo le dije que tú no tomas nada mas que agua y gaseosas que tengan etiquetas con marcas para poder demandar a la empresa en caso de algún acontecimiento no deseado.
Sarah mordió su labio inferior con fuerza para no reír mientras Gabriel miraba mal a Peter y me pasaba un vaso cuadrado de cristal grueso con el extraño liquido azul marino dentro.
Me lo llevé a la nariz, olía muy fuerte, como a tequila y a cítricos.
- ¿Qué es?-pregunté antes de beberlo.
- Alcohol.-dijo Vivían confirmando mis sospechas.-¿cómo se podría vivir en esta maldita casa sino fuera eso? ¿Se lo imaginan? ¿Estar en el infierno sin poder ahogarte en alcohol?
Gabriel puso los ojos en blanco pero antes de que pudiera abrir la boca para protestar el sonido de una campana hizo que parara en seco. Tannn... Tannn... Tannn... Constantes campanadas resonaban por todo en salón como si estuviéramos en una iglesia. Todos a diferencia de nosotros sabían lo que significaba; los sirvientes corrían de un lado a otro retirando los platos de la mesa intentando pasar desapercibidos. Viven se puso tan rígida como un alambre pero su expresión solo mostraba indiferencia. Gabriel estaba quieto como una estatua pero se podía leer en su rostro alegría y deseo igual que si fuera un libro abierto.
- Me temo que la cena a terminado.-anunció con una fingida tristeza.-¿Ya decidieron quien se queda?
Tragué saliva con fuerza ¿donde te metiste Alec?
- ¿Y si nadie se queda?-Sarah lo miró desafiante, no temblaba pero si habían titubeos en sus palabras.
Gabriel la miró con desdén, como si fuera el sucio barro que le ha arruinado los zapatos después de una caminata por la lluvia.
- Entonces nadie vivirá.-sonrío con bravuconearía.-¡vamos! ¿No creyeron que podían pasearse en mis aposentos he irse sin entregarme nada a cambio? -levantó los brazos para darle énfasis a sus palabras.- Yo soy Gabriel Baker, y ténganlo en cuenta cuando les digo que tarde o temprano siempre obtengo lo que deseo.
Peter se puso delante de él con una mascara altiva y petulante que no estaba acostumbrada a ver en su anguloso rostro.
- Yo me quedo.-se ofreció con seriedad.-déjalos ir.
Mi pecho se contrajo con preocupación, era la misma emoción que me inundó durante años cuando se trataba de él; cada vez que iba en su bicicleta y se raspaba las rodillas al caer, cada vez que John amenazaba con mudarse a otra cuidad si no mejoraba sus calificaciones, cuando se metía en peleas... Era un sentimiento conocido pero siempre se sentía como la primera vez.
- No, Pet...-estaba apunto de correr con él pero la mano de Sarah me detuvo.
- Voy yo.-la voz se le quebraba.
Gabriel nos miraba complacido consigo mismo, como si esa hubiera sido desde un principio el efecto de deseaba tener en nosotros y hasta ahora lo consiguió.
- Estoy rodeado de un montón de mártires.-afirmó con una mirada conmocionada de horror.-hasta hace unos momentos todos querían salir corriendo, y ahora resulta que van a sacrificarse ¡que encantador! ¿No lo crees, Viven?
Su esposa dio un resoplido a manera de respuesta y murmuró por lo bajo una palabra muy impropia para una dama.
- Mmm...-los ojos del hombre nos miran a través de sus bordeadas pestañas.-Me llevaré al Zafiro ya que fue por el que pagué a John.
Avanzó un paso hacia a mí pero un cuerpo de interpuso entre nosotros bloqueándole el paso. Al alzar la mirada me encontré con unos ojos azules como el ciel... No, eran como el cielo, esos son celestes y apaciguados, eran mas bien como el cielo del infierno, brillaban de un azul marino irreal con la intensidad de noche.
- Sobre mi cadáver.-rugió Alec levando el brazo.
- Ah, ah, ah.-Gabriel meneó un dedo con reprimenda.-No te adelantes...es mas, si se ponen de acuerdo les doy permiso de salir de aquí con dignidad antes de que lleguen sus refuerzos.
Alec palideció.
- ¿Creíste que no me daría cuenta?-dijo con aspereza.-esta es mi maldita casa, se lo que ocurre aquí las veinticuatro horas del día. Y déjame decirte que para cuando llegué la "autoridad" yo estaré muy lejos.
- ¿Seguro? Porque yo creo que vas a hundirte aquí.
Sarah dio un paso adelante con determinación, su mirada feroz hizo que Gabriel se confundiera. Me recordó a un personaje feminista que leí en algún libro;su pose, la firmeza en sus palabras y ese toque de valentía en su mirada que destacaba a las heroínas.
Gabriel se mostró elegante y altanero.
- Tengo tiempo para una pelea.-consideró con diversión, como si estuviera tratando con un ser inferior a él.
- No lo suficiente.-bramó Sarah, levantando la mano.
Su brazo se estiró tan alto que creí que se haría una luxación. De sus manos salió ese característico material parecido al fuego de color violeta. Giraba las muñecas con frenesí apuntando en dirección al techo, pero cuando me di cuenta de lo que iba a hacer era demasiado tarde. El domo de cristal se partió en miles de pedazos causando un gran estruendo, pedazos de vidrio estaban apunto de caer sobre nuestras cabezas. Pareciera que el tiempo se detuvo, sentía como si las paredes se contrajeran dejándome sin oxigeno. Entonces el cristal comenzó a descender en picada a una velocidad sorprendente.
Mis piernas se negaban a moverse, debía irme, lo sabia. Pero estaba asustada, lo suficiente como para no poder gritar. No sentía que estaba viviendo esto, era como ser el espectador de una película, una película de horror. Cuando finalmente desperté de mi trance, Sarah me jalaba de la muñeca obligándome a correr junto a ella lejos de la lluvia de cristales que se desmoronaba como galletas encima de nosotros.
Podía oír los gritos histéricos de Viven pero no tuve el valor de mirar atrás para verla. El sudor frío corría por mis cienes y humedecía mi espalda, estaba muy cansada por la persecución del bosque pero mis deseos de permanecer con vida eran mayores que los de descansar.
Alzo la cabeza mientras muevo las piernas a una velocidad que no creí que fuera capaz de alcanzar, intento ver a Alec o a Peter corriendo detrás de nosotros, se me encoge el corazón de imaginar que algo pudo haberles pasado. Mi desesperación aumenta cuando escucho la lluvia de vidrio causando golpes secos en el suelo de mármol blanco, detrás de mí no hay nadie.
Oigo los gritos enfurecidos de Gabriel dando indicaciones y a lo lejos vislumbro destellos de colores tan irreales como la situación.
Doy un traspié y caigo de rodillas, el pánico se apodera de mí al sentir un cuerpo impidiéndome levantarme. Sus manos son como de acero, fuertes, no me dejan hacer nada, quiero patalear y gritar que me ayuden pero me falla la voz. Logró ver a la persona con nitidez; es un hombre de hombros anchos con la clavículas saltadas, me muestra los dientes en una mueca de dolor y furia. Sus ojos estaban inyectados de sangre y me dedicaban una mirada despreciable. Detrás de él había una especie de muro invisible que nos protegía de la lluvia de cristales, podía verlo por que cada vez que algo caía sobre el, el muro brillaba de un ámbar.
Le lancé una mirada venenosa luchando por levantarme.
Luego todo el ruido seso, como si fuera una película a la que podían pausar, los cristales se detuvieron en el aire y descendían con lentitud impidiendo que dañaran a alguien. El hombre sobre mí estaba boquiabierto he igual de asombrado que yo con lo que sucedía a nuestro alrededor.
Fijé la vista más allá del hombro de mi opresor y me encontré con otro hombre. Al parecer el había parado el caos, tenía la mano extendida y miraba fijamente al centro. A diferencia de la mayoría, él tenía una actitud serena y sofisticada, en su rostro se podía ver la elegancia y el aburrimiento, igual que si hubiera parado una pela de niños.
Aclaró su garganta y dijo con voz ronca y profunda igual a la de un narrador de cuentos de miedo.
- Señor Baker, queda arrestado por crímenes en contra de su misma especie.-sacó una tarjeta de su traje bien planchado y leyó.-Robo ilícito de armas, experimentos ilegales con seres humanos, robo de identidad, asesinatos múltiples, tráfico de pociones... ¡Vaya! Seguiremos en la mesa directiva para consultar los demás atentados contra brujos.
El pecho de Gabriel subía y bajaba con rapidez, su mirada llena de ira asesinaba a aquel hombre con tal brutalidad que hubiera sentido miedo estado en su lugar. Para sorpresa de todos los presentes Gabriel sonrío de manera siniestra y colocó las manos adelante.
- Canciller.-puso una mueca de tristeza falsa.-¡por favor, arréstenme! Soy un peligro.
El hombre no se inmutó ante su juego.
- Me siento tan arrepentido.-musitó en un gimoteo. Se dejó caer en el suelo y comenzó a sollozar ruidosamente. Sus grandes manos se aferraban a la cabeza despeinando el cabello rubio platinado. Cualquiera lo haría pasar por un loco, porque de la nada empezó a reírse a carcajadas sin motivo, ahora en lugar de lagrimas de tristeza eran de alegría, agarraba su barriga mientras se mecía.-...lo siento.-le dijo entre risotadas- no puedo hacer el papel de marica, lo lamento. Denme cinco minutos y vuelvo a interpretar.
El canciller no se inmutó, ni se veía asombrado por su actitud.
- Eres un asesino cruel, despiadado, y lunático.-aseguró con los dientes apretados.
- Y no lo has conocido a él.-siseó lo suficientemente fuerte para que pudiera oír, luego empezó a partirse de la risa.
- Llévenlo a la cabina y preparen un interrogatorio con Puma.-ordenó a otras personas que no podía ver por los anchos hombros del hombre encima de mí.- ¿¡no hablo español!?-gritó cuando nadie se movía. Casi al instante escuché fuertes pisadas y como le colocaban unos cables trenzados alrededor de las muñecas.
La respiración del tipo encima de mi era pesada. Podía sentí sus miembros aplastando mis huesos sin piedad alguna, y antes de gritar o volverme a retorcer, ya no estaba, se teletrasportó tan rápido que no le vi ni el polvo.
Me incorporé con lentitud y vi a Camelia, Eliot y hasta a Max en el centro del comedor, las puertas estaba abiertas permitiéndole la entrada a hombres uniformados de gris con blanco. Grité pero no salía ni un sonido de mi garganta.
- ¿Lana?-no tuve que girarme para saber que era Sarah la que me llamaba.
Sus ojos estaban húmedos y la voz le fallaba, tenía pequeños cortes en los brazos y en la cara pero a demás de eso estaba bien.
Para mi sorpresa, corrió hacia mí, me envolvió en un grande y cálido abrazo, aunque no quería admitirlo, lo necesitaba.
Peter y Alec estaban acercándose pero Camelia y Max se cruzaron en su camino.
- Ahora si la armaron en grande.-observó Max alegremente.
Camelia solo tenía una flama furiosa destellando en sus ojos.
- Confíe en ti, Alexander.-su voz era firme y seca.-y me fallaste tanto.
- Esperaba un "gracias"-masculló por lo bajo.
Antes de que Camelia pudiera replicar, el hombre al que Gabriel había llamado "canciller" se abrió paso para llegar a ellos. Desprendía autoridad por todos los poros de su cuerpo, debía ser el jefe de los uniformados o algo así.
- Terminaremos esta discusión en casa.-determinó apartándose el cabello pelirrojo del rostro.
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Tenía mucho tiempo sin subir, perdón, espero que haya valido la pena. Intentaré subir pronto. 😎
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