Capítulo sesenta y uno: Es bueno volver
Subía las escaleras a un ritmo lento, pausado. Aferrando la mano izquierda a la barandilla como si en cualquier momento fuera a tropezar.
Mis movimientos eran torpes y los analgésicos no habían hecho más que empeorarlo, me sentía drogada, estúpida pero sobre todo cansada.
Los días anteriores se llevaron toda la energía en mi cuerpo, dejando esta versión demacrada sin alma. Ni si quiera me gustaba verme en el espejo, estaba pálida con los labios agrietados. El cabello enredado caía por la mitad de la espalda haciéndome lucir igual que una vagabunda, incluso comenzaban a notarse algunos moretones debajo de las rodillas, raspones en la parte inferior de las muñecas. Aunque dudaba que fueron por la caída de anoche, esos me los hice en el viaje anterior mientras corríamos entre la turba desenfrenada.
Lo más difícil de tener un brazo roto fue arreglarme, al tratar de ponerme el uniforme tuve que hacer el doloroso proceso de embutir el yeso en parte de una manga doblada. Jalar el cierre de las botas con los dientes, y dejar la corbata desnudada.
Casi se me saltaron las lágrimas cuando colgué la mochila en mi espalda, esta rozó las vendas haciéndome gemir.
- ¿Lanit? - dijo Wanda del otro lado de la puerta. Transmitía una incomodad nerviosa, como si le costara trabajo hablarme- ¿Necesitas ayuda?
- Lárgate -respondí tajante, trataba de que no oyera mi voz quebrada.
Entró, ignorando deliberadamente mi claro mensaje de que no era bienvenida. No en la habitación, ni en la casa o en mi vida. Ya había hecho suficiente.
Llevaba esa delicada bata de seda rosa con las iniciales WH bordadas en hilo blanco sobre el pecho.
Recogió la melena rubia rojiza en una coleta a la altura de la nuca, y ni una gota de maquillaje; su rostro aún tenía ese aire infantil que me traía viejos recuerdos.
Cruzó los brazos, examinando minuciosa el cuarto y luego a mí. Él miel en sus ojos se volvía frío e intimidaba como el de una villana en los cuentos que solía leernos mi papá. A los ocho, esas miradas me hacían estremecer, después pude sostenerlas con la misma ferocidad.
- Debes dejar de tratarme como mierda -soltó de pronto, tomándome desprevenida.
- ¿Es una sugerencia?
- No somos amigas, sino lo fuimos antes no lo haremos ahora ¿bien? Solo déjame tranquila.
- Tú eres la que está en mi habitación, Wanda. Y la que está saliendo ¡anda! Muévete -la apremié, empujándola para cerrar la puerta. Su escuálido cuerpo de bailarina trastabilló.
- ¡Espera!- chilló, encaminándose hacia el tocador. Abriendo los cajones uno por uno a gran velocidad. Tomó un peine de madera con cerdas gruesas y le dio un par de golpecitos a la silla de enfrente.- Vamos siéntate... ¡Pareces un león! Voy a cepillarlo no a besarte. Idiota.
- ¡Oh! -solté un sonido fingiendo ternura- ¿Vas a acariciar mi cabello y hablaremos de nuestras películas favoritas? Olvidaremos que no fuiste una puta con la familia.
La curiosidad pudo más conmigo, me dejé caer en el asiento esperando que sacara unas inmensas tijeras de tela y me cortara los rizos o la cabeza. Cualquier cosa serviría para decirle al abuelo que era una amenaza, requería una excusa para acabar la tregua.
- Puede que haya sido una puta pero no sin razones -dijo mordaz, pasando el peine sin consideración alguna. Se untó una crema de vainilla en las manos y la pasó hasta el cráneo- A ti no te gusta ver lo que tienes al frente. Te conformas con lo que te dicen y tienes al abuelo en un pedestal.
- Lo quiero -admití con voz seca- y él también a mí. No creo que tú puedas presumir de eso.
Chasqueó la lengua.
- Sientes agradecimiento porque se quedó contigo, es todo. -sentí como sus dedos comenzaron a trenzar desde la coronilla. La ironía podía ser cruel, justo ayer me decía a mí misma que no imaginaba comiendo palomitas y agarrándonos el cabello.
- ¿Llevas un par de días y crees saber lo que siento?
- Te lo digo porque me pasaba lo mismo. No lo cuestionaba, igual que tú con el brazo.
Fruncí el ceño. Esto no tenía nada que ver con el abuelo, tuve un sueño raro, floté en un campo de fuerza mientras dormía y caí desde el techo quebrándolo con mi propio peso... Fue lo que él dijo.
- ¿Tienes una mejor explicación?- la reté.
- No -contestó simple, escogiendo una liga de goma roja para anudarla al final de la complicada trenza.- Mi punto no es lo que ocurrió, es no haberlo cuestionado. Decidiste creer lo primero que te dijo cómo si fuera un hecho.
Me levanté. El corto tacón de las botas nos dejaban a la misma altura así pudimos intercambiar miradas significativas antes de hablar.
- Si tanto te desagrada ¿Qué haces aquí?
- Me iré en un mes, luego de que nos desvinculen.
Sin poder evitarlo, volví la vista a la piedra de ónix que colgaba en su cuello. Una sonrisa sarcástica brotó de mis labios, perezosa. Igual que un felino regodeándose. Y la mueca placentera se transformó en una carcajada áspera, sin humor.
- ¿A dónde se supone que irías? ¿Con tus padres? ¿Junto a Gabriel en la cárcel o Nathan al pasado?
Wanda alargó el brazo adelante, hubiera pensado que iba a golpearme pero lo hizo de forma lenta. Sacaba unas ondas bien definidas de mis cienes dejándolas caer sobre la frente o mejillas para que la trenza tuviera ese aspecto desaliñado que tanto le gustaba en su propio peinado.
También sonreía, sin embargo, el gesto era cálido, divertido. Las comisuras de sus labios arriba decían que yo desconocía un chiste personal.
- Quizá vaya a Europa, me gustaría visitar...-calló abruptamente. Sus mejillas se tornaron de rojo al tiempo que volvía a la Wanda que yo conocía- ¿Qué te importa? Son mis asuntos, no te metas.
Apreté los dientes.
- No lo hago, me tiene sin cuidado si mueres de forma dramática en otro continente- di un paso adelante, acortando la distancia entre nosotras- Si fuera tú cuidaría mi lengua, estas en terreno peligroso, prima.
- ¿¡No me digas!?-exclamó, la ironía teñía su tono- ¿Enserio quieres empezar el juego?
- Ganarte siempre ya no me produce la misma satisfacción.
- No puedes alardear con ese yeso o ese cabello. -contrajo el rostro con desagrado, acariciando mi cabeza igual que un animal callejero que tocas asqueada.
La aparté con un manotazo, girándome sobre mis talones para bajar a desayunar.
Podía escuchar un resoplido haciendo eco, al tiempo que descendía la escalera en un ritmo ridículamente lento y deseé teletransportarme, no obstante, dado a mi poca habilidad con eso seguro terminaría siendo parte de la alfombra con el otro brazo roto.
Ambas nos sentamos en nuestros respectivos lugares de la mesa.
Un fuerte aroma a mantequilla y café impregnaba la cocina. El abuelo se hallaba tan absorto en su lectura que no se molestó decir "buenos días"
En cambio, arrastró por la mesa mi desayuno; wafles con fruta y miel. Debo admitirlo, en otras circunstancias lo hubiera devorado, comería la miel a cucharadas... Pero no tenía ánimos. Odiaba no poder tocar el piano, ni peinarme, o agarrar el tenedor de la forma correcta sin hacer el ridículo.
- Come -ordenó el abuelo, sin despegar los ojos oscuros de las páginas.
- Yo no...-callé, podía considerarme algo rebelde no suicida.- Puedo comer camino a la escuela.
- ¿Dónde están tus modales, Lanette? -apretó la mandíbula, aún sin volver la atención hacia a mí - Come.
Mascullé un apagado agradecimiento dando pequeños mordiscos a la fresa de arriba.
Al pasar, Daniela me acarició la mejilla, su mano aún estaba caliente por sujetar la taza del abuelo.
- ¡Ay, Lana! ¿Cómo fue qué pasó? -señaló despectiva mi brazo envuelto en yeso y sujeto firme con vendas hasta el codo.
Fruncí los labios, acercando el mentón a la comida y tomándola entre los dientes para demostrar cuando importaban sus modales.
- Floté en un campo de fuerza mientras dormía -dije, masticando- caí desde el techo y aplasté mi propio brazo. O eso dijo el abuelo.
- ¿Tienes algo más lógico? -inquirió el aludido, sin inmutarse.
- Lo único ilógico aquí es que seas brujo y no hayas podido arreglarlo -farfullé, intentando agarrar ese tenedor sin sacarme el ojo.
Él me arrebató el cubierto acomodándolo en mi mano entre el pulgar y el índice.
- Fue una fractura complicada -gruñó, poniendo cara de pocos amigos - no soy doctor.
- Camelia pudo arreglarle a Alec el hombro.
- Bien, pues no soy Camelia y tú no te cortaste el hombro, te rompiste el hueso - se llevó la taza de café hirviendo a los labios sin hacer ni una sola mueca luego del sorbo - A partir de hoy comienzas con somníferos.
Abrí la boca sin poder ocultar la sorpresa.
- ¿Estás loco? ¿Piensas drogarme para dormir?
- Una cosa es que grites ¿pero levitar? -negó despacio, esbozando esa mueca silenciosa de dientes apretados y mirada fija que no aceptaba otra replica- Con eso no vas a soñar, y agradece que no son anti-depresivos.
Los reproches se atoraron en mi lengua dejando un sabor agrio.
Me limité a levantar la barbilla, desviando los ojos al plato a pesar de haber perdido el apetito.
Wanda metió su bronceado y saludable brazo entre nosotros para tomar una taza de yogurt con frutos secos.
- ¿Crees que puedas llevarme a casa de Camelia? -le preguntó bajito al abuelo, metiéndose una cucharada a la boca- Alex se ofreció pero
- Alec -la corregí de inmediato.
Ella asintió despacio.
- Te llevo pero regresa temprano -dijo él, echando leche en un vaso.- Esta semana estaré saliendo de casa hasta tarde. Daniela dejará comida y cena preparadas en el refrigerador, no quiero a ninguna fuera después de las ocho, es una regla y si la desacatan lo sabré. Por lo pronto estás a cargo.
- Bien - dijimos al unísono segundos antes de intercambiar miradas desconcertadas.
El abuelo esquivó la atención volviéndose a su periódico y así evadiendo la respuesta ¿Quién se supone que estaba a cargo? ¿Ella por ser mayor o yo por tener más prioridad desde que se fue?
Decidí no insistir y llevarme una respuesta desagradable.
Podía palparse la tensión, la siguiente media hora la pasamos tomando el desayuno en silencio hasta que oí el familiar claxon de Peter, prácticamente corrí a la puerta ignorando el agudo dolor en mi brazo.
Peter se hallaba dentro del coche, dándole pequeños sorbos a una lata de soda fría. En el estéreo tenía a AC DC, balanceaba la cabeza al ritmo de la canción, un comportamiento poco usual para un chico que detesta la escuela por levantarse temprano. Luego de unos segundos se fijó en mí, bajó los lentes oscuros y entreabrió los labios conmocionado. Balbuceaba y señalaba el yeso como si fuera un tentáculo púrpura en vez de una fractura común como la que le ocurre a mucha gente en el mundo.
- Explícate -logró decir trabajosamente a la vez que se estiraba para abrir la puerta de mi lado.
- Mi noche no fue mejor que mi día -subí las piernas al asiento abrazando la mochila sin recargarme demasiado en la orilla- ¿Recuerdas al pequeño Thomas Harrison? ¿Mi antecesor? ¿Ojos azules, cabello negro y cuya alma está atrapada en...
- Lana -me regañó, arrancado el coche- Cálmate, cuando estás nerviosa le das vueltas a lo mismo. Sé quien es ¿Qué con eso?
- Ayer lo soñé, Pet. Fue espeluznante, tenía esos ojos enormes y se escondía en un camino confuso de arbustos, era como El Laberinto del Fauno pero sin fauno y yo era Ofelia, una versión menos curiosa y más desarrollada -me pasé la mano retirándome los mechones rebeldes del rostro, desanudando la trenza de Wanda- El punto es que me dijo una especie de acertijo macabro sobre flores del pasado, que me iban a quitar algo y una cosa sobre relojes sin batería. No tenía sentido.
- ¿Eso qué tiene que ver con tu brazo roto?
- Déjame continuar -le arrebaté la gaseosa, dándole un gran sorbo que mojó parte del saco. El escudo bordado de la escuela se había vuelto más oscuro.- El mocoso estaba asustado porque alguien lo seguía, dijo que arriesgó mucho advirtiéndome... ¡No me mires así, Peter! Sé que suena loco pero aquí viene la mejor parte, dijo: "campos de fuerza, cuidado al caer"
Y luego "Bum" abrí los ojos -señalé con un dedo las retinas para darle énfasis- Flotaba en un campo de fuerza que yo misma había creado, se deshizo muy rápido y yo caí desde el techo a gran velocidad sobre el brazo... Te juro que podía ver el hueso, me desmayé tres veces ¡tres! Solo oía los gritos histéricos de Wanda, mi abuelo maldiciendo... ¿Te estás burlando?
Peter sofocó una carcajada, mordiéndose el labio inferior para reprimirse.
- No puedo creerlo -gesticulé indignada.- Te estás burlando.
- Oh, pobre Lani -dijo atrayéndome hacia él - ¿Es que quién se lastima dormido?
- ¿Si me oíste, verdad? Niño loco, laberinto, se veía el hueso...
Él asintió sin borrar la sonrisa.
- Yo creo que ese sueño fue por todo el estrés del día anterior, tu subcontinente trataba de decirte algo. Es eso o de verdad te estás volviendo loca porque yo jamás he recibido advertencias aterradoras de Daphne Lockwood.
Abrí la boca tratando de replicar un argumento convincente pero me di cuenta que ni yo misma sabía lo que significaba esa especie de premonición en forma de poema.
Ni siquiera se lo comenté a Erick por temor a lo que pudiera decirme.
- Tal vez tengas razón.-solté después de un largo silencio.
- La tengo.
Recargué la frente en la ventanilla, afuera comenzaba a lloviznar. «da igual» pensé. Aquel sueño no había hecho otra cosa más que incrementar la paranoia, ni siquiera estaba segura de recordar todo las cosas que dijo.
- Como sea, aunque no tengo tanta imaginación para crear acertijos.
- Quizá lo viste en televisión -sugirió, subiéndole al estéreo, un gesto que me invitaba a callar - Yo me quedé dormido viendo la página de Emichisme y soñé que mi nombre aparecía en primera plana, un escándalo que involucraba sexo y a la esposa del entrenador Sheridan. Te daría detalles pero creo que Jeremy los apreciaría más.
Contraje el rostro asqueada por la imagen.
- Mientras no se lo cuentes al entrenador o a tu novia estará bien.
- Melanie terminó conmigo.-anunció tranquilo, como si hubiera hecho mención de las inusuales lluvias antes del verano- Por mensaje de texto.
No me sorprendió, ya casi ni recordaba a la chica a excepción de esa vez en su departamento donde se encontraba incómodo por haberla desvirgado.
Sin poder evitarlo, un gusto culpable me invadió. Sin novia, entrenamientos o saltos tendríamos más tiempo para salir antes de acabar la preparatoria.
- Ella se lo perdió -solté, esbozando una sonrisa cansada. - ¿Pero sabes qué? Al demonio ¿Quién los necesita? No hablaremos de nada de magia, no Melanie, ni Wanda, o Alec, nada de Jared, del consejo...
- ¿Jared?
Yo y mi torpe lengua se quedaron paralizadas al caer en cuenta la estupidez tan grande que habíamos hecho, o peor, que no hicimos.
Olvidé por completo contarle sobre el elemental que conocía a Catalina, él sujeto que me entretuvo durante un par de horas en los pasillos del templo.
Sabía de qué forma lo iba a tomar "Lana, sigue delirando por el estrés" Tenía dos opciones, cambiaba de tema retomando la tranquilidad de este precioso día nublado y violaba nuestra regla de contarnos todo. O le decía esperándome la peor reacción.
- Vamos -lo apremié al ver que habíamos llegado- Te cuento en el almuerzo.
************
Ciencias sociales tendía a ser una materia tediosa. La profesora hablaba como si estuviera profundamente enamorada de su propia voz, una palabra salía tras otra sin detenerse a tomar aire.
Entró en un tema de gran polémica, ya que todo el salón daba su punto de vista al mismo tiempo, el murmullo hacía que me doliera la cabeza.
La clase debió haberse terminado cuando ella le dio conclusión al tema, sin embargo, una anécdota llevó a la otra y acabaron discutiendo el aborto en la sociedad actual.
El salón se dividía en tres partes: Los típicos pacifistas neuróticos que hacían huelgas para la autopsia de animales en biología y aborrecían al segundo grupo; esos contra el sistema que sugerían legalizar el aborto alegando por el derecho de hacer lo que quieras con tu cuerpo.
Y estaba el tercer grupo (el mio) donde permanecíamos expectantes a que las agujas del reloj cambiaran.
Las clases que no compartía con Peter fueron sencillas, tenerlo aún lado era como sujetar mi propio reflector. La gente se volvía a vernos sin disimulo y se acercaban a hablarle, a preguntar si le había ocurrido algo grave para no asistir. Ni si quiera creo que se hayan fijado en el gigante yeso pero a él lo inspeccionaban buscándole el más mínimo rasguño.
Él abuelo se encargó de justificar las faltas de ambos diciendo algo sobre un viaje familiar, y como sabían que John lo echó de casa hace dos años tenían entendido que Erick era una especie de tutor.
A los que tuvieron la cortesía de preguntarme mencione que no es grave y van quitármelo en unos días, para entonces espero encontrarme con Camelia.
De la única persona que no estuve a salvo fue Emily Foster, quién actualizó su página antes de que pudiera pisar el estacionamiento:
No hay nada más reconfortante que empezar la semana con noticias, y que mejor que frescas.
Nuestros gemelos de otra madre favoritos fueron vistos luego de varios días sin aparecerse por las instalaciones. Peter y Lana bajándose del coche como si nada hubiera pasado. Así que podemos ir descartando teorías:
1- ¿Lana está embarazada? 👎 Falso. El único peso extra es el de esa horrible porquería sujetándole el brazo.
2- ¿Nuestro deportista dejó la escuela? 👎 Falso. Sabemos que Lockwood es estúpido y mal estudiante pero no abandonaría su única fuente de ingresos en el futuro. Hasta los pululares fracasados van a la universidad.
3- ¿Tiene que ver por el regreso de Wanda? 👎👍 Tal vez. Gracias a una fuente confiable supimos ha vuelto a la cuidad. Esperamos que no a la escuela, la rubia melodramática pasó a ser irrelevante, incluso más que su prima.
Por lo pronto, nos queda saber ¿De cuánto fue la generosa aportación monetaria que Erick Harrison ofreció a la escuela? Sabemos que nuestro director intercambia jugosos cheques por silencio...
Lo demás es basura, habla del engaño de una tal Lucila por su nueva orientación sexual. Todavía recuerdo esos viejos tiempos donde su maldita página tenía menos de veinte seguidores y hablaba de la poca higiene en la cafetería, el acoso escolar o el acné de los chicos. Ahora es una arpía con tendencias suicidas.
¿Quién le habrá dicho sobre el regreso de Wanda si apenas llegó ayer?
Esa bastarda tiene que aprender a meterse en sus asuntos, pensarlo mejor antes de meterse con la gente.
Sin embargo, ahora lo que me preocupaba era entrar a la siguiente clase "Arte" El raro maestro va a hacer un ingenioso chiste sobre la fractura, o peor, tendré que hacer esculturas de papel higiénico con saliva y mi compañero emo. Se me ocurrirá algo bueno.
Recogí mis libros dirigiéndome a la salida, advertí la presencia de un tipo rubio cruzado de brazos en el marco de la puerta, no era Peter.
Jeremy Lombardi vestía el uniforme como nadie; el cuello levantado, tres botones desabrochados, la corbata suelta y esos zapatos costosos de diseñador. Su piel lucia más pálida que de costumbre. Traía ese asqueroso batido verde de proteínas, dándole pequeños sorbos ocasionalmente.
Escudriñé al rededor en busca de un rostro conocido para sacarle platica he ignorar al chico pero llegué antes.
Tuve que alzar la cabeza para mirarlo.
- Mira esto -Jeremy toqueteo el yeso como el Neardenthal insensible que es- ¡No jodas! -se le iluminó la cara- tengo una idea.
- ¿Enserio? ¿Por qué no vas a anotarla antes de que la olvides? -voltee los ojos irónica.
Jer acunó el yeso entre sus manos de forma delicada y comenzó a escribir con un marcador púrpura y caligrafía cursiva.
"Esto es propiedad de Jeremy L."
Alcé una ceja indiferente, no pude evitar el temblor en mis labios hasta convertirse en una sonrisa burlesca.
- No creo que alguien más lo firme.
Se llevó el dedo a la barbilla fingiendo meditar. Luego, volvió a tomar el marcador, pero está vez hizo una caricatura volteada de cabeza, incluso le coloreó el cabello de negro e imitó mi collar. Por si fuera poco le dibujó una expresión apática; la boca fruncida y la mirada recelosa.
- Trata de que hagan corazones o solecitos, esos ocupan más espacio -explicó, colocándole las respectivas tapas a sus marcadores. - Puedes pedírselo a los maestros si nadie quiere, no te sientas mal, será igual que el anuario.
- Púdrete, tengo clase.
Seguí caminando, aunque era consciente de que me seguía, el chico era igual a goma de mascar en el pelo, debías cortarlo porque el hielo no servía de nada.
- Tienes clase ¿Como esa última vez que te saliste? -un brillo travieso surcó su cara, casi pude oír la risita satisfactoria.- ¿Cuál era el nombre del tipo? ¡Alexander! -espetó de repente- no creí que fuera ese el del beso, me pareció que te gustaba el otro ¿el de aspecto metrosexual? Olvídalo.
- No te incumbe... -de pronto, me nacieron unos deseos enormes de abofetearlo- Ahora recuerdo ¿Tú le dijiste a Alec que aún salíamos?
Se encogió de hombros restándole importancia.
- Estaba aburrido y parecía una buena distracción. -asintió, como si estuviera recordando.- Es noticia vieja -canturreó, esquivando con rapidez a un grupo de muchachos para seguirme el ritmo- De todos modos, no hemos hablado bien desde el cumpleaños de Rose, ya sabes, donde Peter llegó ebrio.
- ¿Quieres ponerte al día? Quizá te invite a una pijamada.
- ¿Y ver a la zorra de Wanda merodeando por ahí? No gracias.
Suspiré aliviada.
- ¡Al fin! Alguien lo comprende.
Si alguien debía hacerlo era él, Wanda estuvo detrás suyo mucho tiempo y como era una bestia para expresar sus sentimientos lo trataba igual a basura.
Pasaba con su grupito de amigas y le hacía desplantes, lo humillaba, pero dejaba cartas perfumadas entre sus libros, flores frescas en su casillero.
Era igual a Helga, la niña odiosa de "Hey Arnold" Recuerdo una vez donde a la pobre Jéssica Akers se le ocurrió pedirle una cita a Jeremy, nada del otro mundo, fueron a tomar helados de crema cerca de un parque.
Al abrir la mochila, Jéssica encontró ratas blancas de grasienta cola rosa y dientes amarillentos. Esos diminutos animales que Archibald (nuestro primo) usaba para alimentar a su serpiente de mascota. Archi se los dio a Wanda a cambio de que robara una botella en el mini-bar de mi padrino.
- ¿A qué volvió? -preguntó, alejándome de mis pensamientos.
La pregunta del siglo, hasta ahora seguía sin conocerla realmente, dudo que Wanda haya regresado solo a esperar la desvinculación. Yo sé que se trae otra cosa, la conozco.
Apreté los labios en una línea larga.
- Se irá. Detesta al abuelo, a toda la familia en general.
- ¿Qué le hicieron? Si se puede saber.
- ¿Además de brindarle amor y protección? -me sequé una lagrima imaginaria - Nada Jeremy.
Nos detuvimos en los casilleros, de forma conveniente se hallaban cerca. Metí el gigantesco libro de pasta dura entre mi copia de Matar a un ruiseñor y el volumen 2 de historia universal.
Eché pinceles, brochas, pintura acrílica de colores, silicon frío y cualquier objeto colorido que se me cruzó para clase de arte.
Por su parte, el chico ni siquiera abrió el suyo. Me esperó igual que un silencioso guardián, cruzado de brazos junto al bebedero.
- A lo mejor no fuiste tú -continuó, situándose a mi lado mientras seguíamos el camino al salón - pero Erick o Mery pudieron decirle algo que la hirió. Sabes lo sensible que es. Sus papás la dejaron, no te ofendas pero no fuiste la mejor compañía.
- Ya tuvimos esta conversación, amigo. -apreté los puños a mis costados- hace más de dos años. Quiero paz ¿de acuerdo? Mi prima ha sido el tema de interés por días, necesito saber otra cosa.
- ¿Ya sabes que Melanie y Peter terminaron?
- Ya.
- ¿Las noticias de Emily en su página?
- Fue lo primero.
- Faltan diez minutos antes de que tu profesor le encuentre lugar a su bicicleta -anunció deteniéndose - ¿Quieres ir a tirar colorante en la piscina?
Dirigí una mirada furtiva al aula vacía antes de seguirlo. Es bueno volver.
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Hola buena gente de Wattpad
Mañana hay nuevo capítulo ¡espérenlo!
Gracias por sus votos, comentarios he infinita paciencia.
Yo los amo 💛
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