Capitulo sesenta y cuatro: Desastre en el departamento
No me gustaba cerrar los ojos.
Cada vez que mis párpados se juntaban veía algo agradable o algo que me atemorizaba, era como un juego al azar que me ponía los pelos de punta.
Al inicio veía a un hombre corpulento, de cabello y ojos claros, tenía una barba poco crecida que le daba ese aire varonil a la sonrisa dulce de oreja a oreja. Mi papá.
Él estaba haciéndome un par trenzas antes de irme a la escuela, sus dedos cuadrados se aferraban a cada fibra de cabello para que ninguno se saliera de su lugar. Me llamaba "princesita" igual que el abuelo, pero él lo decía con una ternura y ese tono melodioso que me hacía sentir especial.
Después de tanto tiempo, todavía conservo los detalles frescos en mi memoria. La forma en la que solía arrugar las cejas cuando pintaba, el olor picante de su perfume, el anillo de oro blanco en su mano izquierda, la pequeña cicatriz blanca surcándole el labio...
Luego abrí los ojos y los cerré una vez más.
En esta ocasión mi papá no me tenía abrazada sobre su regazo, él estaba dentro de un auto volteado, echo trizas, sus brazos ensangrentados sobre salían por las ventanillas rotas.
Yo gritaba... No, era alguien más. Yo ni siquiera podía moverme, él abuelo le ordenó a Peter voltearme y el chico me estrujó bajo su pecho para que no viera. Esa tarde esperé en casa a que llegara de donde lo había llevado el abuelo. No lo hizo.
Una vez más alcé la vista al techo antes de que las pestañas rozaran los pómulos. Las imágenes pasaban a una velocidad bastante rápida en mi mente: El gran pez del Río Durembo, Alec besándome, yo bloqueándole el camino a Jared, los ojos zafiro Thomas Harrison, Jeremy bromeando con mi yeso, mi vestido de los años 20's, Wanda bailando con Alec, el abuelo abofeteándome, los cristales cayendo en la casa de Gabriel, Max enseñándonos, mis rodillas clavadas en el suelo del baño mientras vomitaba, los aplausos del templo, Alec metiéndome a su coche afuera de la cafetería, Alec peleando con Peter, Alec salvándome de morir ahogada, Alec dando un extrasensory, Alec y yo en nuestra primera cita...
Alexander, Alexander, Alexander.... Daba vueltas a mi cabeza ¿por qué no pudo tener un nombre difícil de pronunciar? ¿O unos modales horribles? ¿Por qué tenía que estar a centímetros de mí?
Me hacía sentir confundida, torpe conmigo misma, me hacía discutir con mi mejor amigo por él y despertaba mis celos como no lo había hecho otra persona. Odiaba esa sensación, ese sentimiento que me oprimía el pecho y cuando iba a la cama daba vueltas por las dudas.
Incluso ebria no le quitaba los ojos de encima ¿Desde cuándo era tan dependiente? ¿Por qué no puedo hacer que me desagrade?
- Te odio -susurré, o al menos eso creí antes de que Max interrumpiera su relato y todos voltearan a verme. Enterré la cara en la alfombra y ellos parecieron interpretar mi silencio de forma correcta, al menos no me llamaron maniática.
Hace rato nos pareció buena idea tumbarnos en el suelo, cada quien sumergido en sus pensamientos, excepto por Sarah que se hallaba vomitando las entrañas en el baño, y Todd, él seguía inconsciente con la cara dibujada. Luego nos pusimos platicar anécdotas, cuando pasó mi turno dejé de oír y me concentré en parpadear varias veces, en el segundo que mi vista se volvía oscura aparecían recuerdos cada vez más escasos hasta volver a la normalidad.
Agudicé el oído, Max llevaba buen rato hablando después de Peter así que debía tomar el hilo de la conversación por si me tocaba.
-...Papá me dio la putiza de mi vida- el peli-verde esbozó su típica sonrisa gatuna antes de dejar escapar una carcajada seca- estiró el puño y lo estrelló contra mejilla una y otra vez antes de arrancarme las perforaciones. Luego llegó mi hermana, lo sacó de encima como pudo pero el muy cabrón la tomó por los cabellos... Ellos forcejeaban y yo le gritaba que la soltara- Max se aclaró ganta al notar las lágrimas de Mónica- La casa estaba hecha un lío, ese fue mi momento de pánico. Vas, rubita.
Wanda tenía la boca abierta, los ojos entrecerrados y muy poca coordinación cuando se arrastró sobre los codos.
- Umm- gimió, se acomodaba de forma torpe y la manera de hablar era la de una niña que acababa de comerse diez paletas de hielo- Yo tenía doce años, papá vino a la casa del abuelo unos días después de la fiesta de Navidad.
Me ahogué con mi propia saliva ¿el tío Owen nos visitó por año nuevo? Había escuchado decir al abuelo que solo nos mandó obsequios, aunque la expresión en el rostro de Wanda no daba indicios de mentir, no había ningún rastro de vacilación en ese rostro acaramelado.
» Me trajo unos trajecitos con tutú de colores pasteles y unas zapatillas preciosas- le sonrió a la nada, esa mirada perdida en los recuerdos- Pasamos el día juntos desde temprano, me llevó a comer tartas y tomar helados, fue a ver mi presentación en el teatro... Adulaba cada uno de mis tropiezos ¿saben? Tenía esa cualidad de hacerte sentir único e importante -sus labios temblaron- Al final del día regresamos a casa de Erick, me dijo que nos mantendríamos en contacto por sus cartas y miserables vacaciones una vez al año. Lloré, grité, me arrastré implorándole que no se fuera y todo lo que recibí fue un beso, un portazo en la nariz y la memorable frase del abuelito "Le estás dando el privilegio de verte llorar a un idiota que no valora tu compañía, Wanda. Deja de ser tan estúpida y ayúdame a poner la mesa para cenar" -alzó el cuello, apretando los labios en una línea recta- Listo, momento de pánico ¿quién sigue?
Silencio.
Un silencio respetuoso (un tanto apenado) envolvió el ambiente. Nos quedamos quietos, viéndonos las caras, o mejor dicho, evitando la de ella.
- Esto termina de convencerme, Erick es un hijo de perra -espetó Mónica frunciendo los labios.
Fue igual a recibir hielos por la espalda. Enderecé la mitad del cuerpo tan rápido como mi estado lo permitió.
- Cuida lo que dices porque yo no me expreso así de la insípida de tu mamá.- Una advertencia. A penas podía mantener en equilibro, o hacer un hechizo de ataque decente pero la amenazaba.
- Se estaban tardando -suspiró Peter, cerrando los ojos.
Mónica también se incorporó.
- A diferencia de él, mi mamá no es una escoria egoísta que trata a todos como sirvientes. Y a decir verdad, me alegra que otra persona pueda verlo.
Wanda se ruborizó.
- ¿Te oyes a ti misma cuando hablas? Tú no lo conoces, y si Wanda lo dice es por el déficit de atención que le detectaron incluso antes de nacer.
- Solo digo lo que veo.
- Y yo digo que si sigues haciendo tus observaciones no voy a necesitar magia para arrancarte la lengua y ponerla en...
- Shhh- Alec cubrió mi boca con la palma de su mano- Hay que relajarnos, todavía quedan porros en la cocina o puedo hacer una ronda de cócteles.
- Ya cállate - Mónica agitó las pestañas y sus labios púrpuras se ampliaron por la mueca de fastidio- No necesitas hacerte el bueno, Lana ya está enterada.
Sentí la sangre congelándose en mis venas.
- ¿Saben qué?- Peter se cubrió la frente con ambos brazos - Olviden mi relato anterior, este es mi nuevo momento de pánico.
- ¿De qué estoy enterada? -sisee. Tragándome el sabor amargo que subía por mi garganta.
- Que ya no eres relevante y eso te mata.
- ¿Disculpa?
- Supéralo, el chico se divirtió un rato porque lucias diferente: refinada, inocente y elegante hasta el punto de ridícula. Ahora que tu prima es él ónix recibe atención. -se acercó, palmeándole a Alec el hombro de manera juguetona- A mi amigo le gustan las novedades y tú ya dejaste de ser una.
Me quedé estática. Creo que si me metieran aceite hirviendo debajo del sostén hubiera dolido menos.
Sentí un gran dolor punzante sobre mi pecho, ahogándome... No sabía si se trababa de la humillación o el dejavú porque el idiota mafioso del pasado había dicho algo similar.
En mi boca desfilaban una serie de palabrotas dignas la peor arrabalera, estuve tentada a soltárselas a gritos para desahogarme, no obstante, eso iba a sacar a relucir que el comentario me lastimó.
Le eché una mirada despectiva por encima del hombro: las mejillas de Mónica se tornaban de rojo y Peter me observaba cierto fastidio y reproche, como si supiera lo que planeaba decir.
- Oh -hice un sonido con la boca fingiendo ternura, ladeando la cabeza igual que un cachorro- Pareces saber mucho de tus amigos ¿te lo cuentan antes o después de montarlos?
Max se atragantó con su saliva. Oi a alguien enmascarando la burla con una falsa tos, aquel sonido fue como trompetas de victoria que me hicieron esbozar una petulante sonrisa de oreja a oreja.
Mónica levantó la mano, haciendo un ademán amenazante, unos diminutos remolinos grises se formaban en las yemas de los dedos.
- Eres insoportable -chilló, arrastrando las palabras- desde el día que llegaste, creyéndote mejor a los demás
- ¿Y qué se supone que haces tú aquí? El consejo no te envió a enseñarnos, no eres una bruja capacitada ni tampoco una joya, no eres nadie.
Tras decir eso, pude sentir las miradas de todos clavándose donde estaba igual que afilados cuchillos, juzgando, perforando las capas de piel hasta e núcleo donde tanta atención comenzaba a escocer.
Quizá ella tenía razón, yo era algo pretenciosa, ese comentario lo demostró pero ya es tarde para arrepentirme. Crucé los brazos y estudié su reacción.
La rabia helada le invadía el rostro, fue cuando noté su parecido con Helen y Camelia, ese porte dominante que incitaba a los demás a callar.
Se puso de pie con un simple movimiento antes de teletransportarse sin decir nada. Fue lo más inquietante; la ausencia de insultos.
Ella debía estar tan exhausta de pelear como yo, "somos un equipo" -decían Camelia y Eliot- no debemos separarnos ni colocarlos limitaciones, eso nos hace débiles... No. No es eso, lo que en realidad nos hace débiles es provocarnos mutuamente, es el rencor o las rivalidades.
- Andando, Peter - bostecé, inclinando el peso sobre las rodillas mientras me levantaba con suma lentitud. No quería caerme después de haber discutido, eso restaba credibilidad.
- Lana - llamó Alec. Sonaba a pregunta.
- Debo llegar temprano -dije a nadie en específico, tendiéndole la mano a Peter. Él pobre tenía un aspecto enfermizo, a punto de caer igual que Todd, tal vez faltaba poco, me sentía demasiado mareada para darme cuenta. Mantener la cabeza en alto y la comida quieta, era todo un esfuerzo.
- Vamos -insistí, sacudiéndolo por los hombros.- Ven, vendrás conmigo a casa.
- ¡No! -se quejó, arrugaba ambos párpados tan fuerte que toda la cara se distorsionaba- No pago alquiler para dormir todos los días tu cuarto.
- Te voy a llevar a tu departamento ¿Si? Solo ayúdame y levántate.- rugí entre dientes, el chico pesaba demasiado para su edad, un poco más de masa corporal y sería Jeremy.
- Chicos -Max intercaló la vista entre nuestra pequeña lucha por llevarlo- No tienen que irse, Mónica no vendrá hasta mañana.
- No es por tu amiga -le respondió Wanda, yendo tras nosotros mientras se alisaba las arrugas del vestido- Erick nos puso toque de queda.
Suspiré ¿Por qué tenía que ser tan poco tolerante a la bebida? Nadie estaba en sus cinco sentidos pero Peter apenas y movía las piernas ¿será grave?
Le separé el párpado con dos dedos para verle el ojo, estaban enrojecidos pero el vibrante color avellana seguía normal.
- ¿Está bien? -se interesó Alec, colocándose a mi lado.- ¡Ey! -lo llamó jalándole un corto mechón de cabello rubio- ¿Ves alguna cosa extraña?
Peter arrugó las cejas enojado como un niño pequeño.
- Si -gimió frotándose el rostro, el malestar estaba cincelado en su expresión- Es muy extraño que tú seas novio de Lana y a mí me ofrezca su cama.
Tras decirlo, estalló en sonoras carcajadas, inclusive Max se le unió con tenues risitas, ni si quiera la misma Wanda pudo disimular la sonrisa burlesca.
No me atreví a echarle un vistazo a Alec por temor a su reacción.
- Ebrio te pones creativo -murmuré, recogiendo sus zapatos.
************
Teletransportarse hasta la residencia de Peter requería de una gran energía, que, evidentemente ninguno poseía. Así que nos tocó irnos en la gigantesca lata púrpura de Sarah, la chica cedió las llaves de su camioneta luego de que Alec le hubiera dado un par de botellas de suero y colocara una bolsa de hielo sobre su frente apelada de sudor.
Tener a un conductor ebrio no era nada bueno, lo sabía, aunque también sabíamos comparar: morir en carretera resultaba mejor opción a ser asesinada por Camelia o Erick.
Alec condujo todo camino sin infringir ninguna norma de tránsito, además de manejar bebido, naturalmente.
Llegó lugar correcto luego de habérselo explicado una sola vez, Max y él se ofrecieron a ayudarme.
Se echaron los brazos de Peter al cuello, uno en cada lado mientras que Wanda cargaba los abrigos del uniforme.
Llegamos hasta la recepción, donde Sophie (la encargada detrás del mostrador) me entregó la llave luego de una pequeña charla sobre Peter de la música a todo volumen y cámaras de seguridad en los pasillos.
Pet iba a penas consciente, le preguntó a la muchacha que cuando volvería a pasarse a su piso de apartamento, Sophie se ruborizó, y luego él vomitó en el cubo de basura junto al cenicero. No hacía eso desde que íbamos a la discoteca. Me incliné a su lado, aparté los mechones de la cara mientras oía como los altos tacones de Wanda traqueteaban el suelo hasta la máquina expendedora.
Peter consiguió dar unos sorbos de agua antes que fuéramos a su piso.
El apartamento estaba impecable como cada vez que venía. Para ser un adolescente viviendo solo, era de esperar que hiciera fiestas todos los días o mínimo un desastre por doquier, no obstante, la alfombra de la sala lucia recién aspirada, los muebles no tenían una mota de polvo y acabada de hacer las compras.
- ¡Oye, Pet! -Max fue el último en entrar, cerró la puerta mostrando una amplia sonrisa- Dice Steven Spielberg que le devuelvas a su decorador de interiores.
- Lo haré - hablaba a un ritmo pausado- en cuanto tú te quites esa porquería peluda de la cabeza.
- Creo que le dicen cabello -añadí, abriendo las puertas de la alacena. Buscaba galletas. Él siempre guardaba cosas dulces en la alacena, incluso aunque lo empalagaban y solo las sacaba cuando había visita.... Ósea, cuando venia yo.
- Él tiene razón -se unió Wanda, recargándose junto al comedor. Los pasos une daba seguían siendo precavidos, temía caer. No la había visto tan torpe desde sus primeras lecciones de ballet, cuando iba al kínder usando esa costosa ropa ridícula a diario.- Tu casa parece una mezcla entre Jurassic Park con Volver al Futuro. Además, los feos cuadros de Lana son una cruza de Indiana Jones y...-paró. Las ranuras de los párpados se le arrugaron como si luchase por no cerrarlos. Sus largas manos apretaban la tela del vestido a los costados.- ¡Arg! -gruñó, aparentando los dientes.
- Wanda -Peter se balanceó sobre los talones, sonriéndole sin gracia- Si quieres vomitar lárgate afuera, no en mi alfombra.
Ella puso su mejor cara de poker para responderle.
- ¿Por qué? No es como si esperaras amigos o familiares...-calló. Sus ojos miel carecían de maldad, no puede distinguir si el venenoso comentario fue producto del alcohol o de su talento natural.
- ¡Lana! Ella está jodiendo -acusó señalándola, arrugando el rostro ruborizado a la vez que se cruzaba de brazos- ¿Por qué la trajiste?
- Me sigue a veces -susurré en un tono de complicidad- quizá si la ignoramos decida irse.
Wanda soltó un bufido exasperado. Tomó la manga de mi blusa y me arrastró a la sala como si jalara la correa de un perro.
Max y Alec alzaron las cabezas anonadados cuando mi prima comenzó a gritarme en voz baja.
- Dijiste que sólo íbamos a traerlo ¿por qué seguimos aquí?
- ¿Acaso no vez como está? -le reclamé, apuntado a Pet con el índice.
Él estaba sentado junto a refrigerador, tratando de alcanzarse el codo con la lengua, esta estaba teñida de naranja por la bebida de Max. - No puedo irme.
- Y yo no puedo regresar sin ti. El abuelo me arrojaría a la calle sino te llevo conmigo.
Alec se arrastró por el sofá sobre las rodillas hasta llegar a donde estábamos.
- Camelia nos va a colgar si se encuentra con esa escena:Todd drogado e inconsciente sobre su propia inmundicia. Sarah llorando en el lavabo y Mónica en la calle de madrugada. Debemos volver. -dicho eso, estiró ambas piernas y se fue de lado, caía lentamente hasta que el costado de su cuerpo chocó con el control de la televisión. El hueco sonido de su frente al caer frente a la pata descubierta del sofá resonó por todo el recinto.
Peter dejó su tarea del codo y comenzó a carcajearse con la lengua de fuera. Max fue hasta donde estaba Alec murmurando "pobrecito" mientras le daba palmadas bruscas en el rostro, creo que intentaba sobarlo pero habían un mundo de diferencia entre la mejilla y la zona roja inflándose entre sus cejas.
- Recuérdenme no volver a beber -gemí, jalándome el cabello. Sentía el impulso desenfrenado de ir a echarme a un cuarto, desconectarme de los problemas y preocuparme de las consecuencias en la mañana... Si, eso no va a pasar.
Corrí hasta el refrigerador, apartando la mano de mi amigo con un puntapié.
Saqué cualquier cosa apta para microondas, una jarra de agua, y me subí encima del comedor para bajar esas barritas de granola cubiertas de miel que tanto le gustaban, aunque a mí me parecían horribles.
- ¿Estás jugando a la mamá? -inquirió Alec (aún tirado)- porque casi me abro la frente, se supone que las mamás evitan esas cosas.
- Estoy algo pérdida -mascullé, mi voz distorsionada por el agotamiento- ¿Soy tu madre o tú juguete viejo? Quizá deberíamos consultar a Mónica.
Cerré la mandíbula sobre la lengua para no añadir más, me giré sobre los talones sin esperar respuesta, de todos modos él no la tenía.
Entré hasta el cuarto de Peter, saqueando los cajones entre curiosa y con miedo por si me encontraba algo indebido.
Transcurridos unos minutos, logré sacar una pijama, toallas limpias e inclusive encontré mi brazalete de oro, ese que habíamos empeñado hace unos meses para fingir una excursión escolar e irnos a la playa un fin de semana.
La habitación de Peter era ordenada de una manera enfermiza, con los discos apilados juntos al estero por color y banda favorita. Sus zapatos (aún en cajas) dentro del closet con puerta corrediza cubierta de pósters de jugadores de hockey extranjeros cuyos nombres no sabia pronunciar.
- ¡Laaanaa! -oí chillar a Wanda desde afuera.
- ¿Qué? -respondí en el mismo tono. Sus gritos me provocaban una terrible jaqueca, como un martillo perforándome la nunca.
- ¡Peter se desmayó!
Las cosas se me deslizaron de los brazos, desparramándose por el suelo. Corrí por el pasillo (otra vez) ahí los balbuceos descontrolados de Wanda se escuchaban con mayor claridad, a penas podía oírla por encima de mis propios pensamientos de pánico. ¿Qué demonios estábamos haciendo? Esto dejó de ser divertido hace horas.
El lugar no era tan grande, por lo que transcurridos un par de minutos vislumbré a Wanda recargada en la puerta del baño, tenía el rostro congestionado. No paraba de dar toques con la punta del pie, nerviosa, mientras que del otro lado, Max luchaba por mantener a Peter consciente.
- Golpéale el rostro -decía Alec, estaba tranquilo, descansando la espalda sobre la puerta corrediza junto a la regadera.- O tapa su nariz, de manera instintiva tratará de respirar y es ahí donde puede...- sus ojos azules se ampliaron al verme entrar.- Quizá también podríamos llevarlo al hospital ¿no creen? Lo difícil sería explicar la marihuana ¿Tú qué dices...?
- ¡Métanlo a la ducha! -ordené, desabotonando su camisa, la tela blanca estaba manchada con grumos, e impregnada de un olor a comida rancia y hierba.
Max y Alec intercambiaron una breve mirada antes de ayudarme a levantarlo por las axilas.
- E-estoy bie-en. - Pet examinaba alrededor, al reconocer el lugar y mis manos en su cinturón, dejó escapar un gruñido consternado.- No. No, no ¿Qué les pasa? Jodidos enfermos.
Ignorándolo deliberadamente, abrí la llave, haciéndoles una seña con los ojos a los custodias. A pesar de retorcerse, de sus gritos de protesta, ellos lo sostuvieron firme mientras el chorro de agua caliente le empañaba.
- No t-tengu cinco años -alzó la vista hacia mí con furia- ¡Diles Lana!
- Dejé sus cosas en su cuarto, tráelas- le dije a Wanda, al tiempo que vaciaba shampoo en mis manos.
Subí al pequeño escalón junto a la puerta corrediza y comencé a tallarle el rostro, el cabello, detrás de las orejas... Alec no vio con buena cara el gesto, conforme bajaba a los brazos él semblante se le ensombrecía más.
Debió ser eso que le dije sobre Mónica, hacerlo enojar no era mi... No. Esa era exactamente mi intención ¿entonces por qué no es tan reconfortante?
Alec me hizo a un lado sin el menor disimulo, arrebatándome la botella de shampoo. Me tambalee en el resbaladizo mosaico, aún a punto de caerme noté la ira destellando en él, glacial, tan fría que logró penetrarme.
- L-le toca a Max enjabonarlo -se excusó, pellizcando el hombro del peli-verde.
- Vete a la mierda -rezongó el aludido, quien todavía bloqueaba los débiles intentos de Peter por zafarse.
- Hazlo.
- Lana ya casi termina.
- Termínalo tú.
En acto de impulso, Alec jaló a Max por la camiseta arrastrándolo hasta los débiles centímetros que lo separaban del agua, empapándolo por completo.
Este se removió igual a un gato, gimiendo y rasguñando, tirando las botellas de gel. Fue capaz de crear una esfera de luz con el débil roce de sus dedos, la arrojó en dirección a Alec pero segundos antes de impactarse re dirigió el curso al tubo de la ducha.
Tubería rota.
Una acción demasiado pequeña para ser la causante de semejante desastre.
El agua salió disparada hacia arriba, rebotando en el techo y bañándonos peor que las lluvias de afuera.
Entre el alboroto de insultos, el agua cayendo en mis ojos, y los gritos histéricos de Wanda subiendo de tono, pude distinguir a Peter escabulléndose con una toalla alrededor de la cintura.
- ¡Detengan esto!
- No creo que vaya muy lejos. Además vive aquí -Alec detuvo su discusión, dignándose a verme.
- Me refiero al agua.
- ¡Es culpa de Alec!
- No me importa, vamos a inundar el maldito departamento.
El agua espumosa me llegaba a la mitad de las pantorrillas cuando se detuvo.
Escuché el crujir del metal, luego un chillido que podía reventarle los tímpanos a cualquiera.
Los tres volteamos a donde Wanda. Tenía ambos brazos estirados en dirección a la regadera, y sus caros zapatos... Mis caros zapatos estaban arruinados por completo.
- Te espero abajo, en recepción -dijo. No era una pregunta. La seriedad bañando el tono me dio escalofríos, me recordó a alguien pero no supe identificar a quien.
- Yo quiero algo de la maquinita -la siguió Max.
Me quedé ahí junto a Alec. Ambos estábamos mojados y llenos de emociones, como aquella vez cuando nos besamos en el jardín.
Tal vez se trataba de orgullo, ninguno iba a tragárselo para decir lo que se sentía. Y aunque yo moría por hablar, no sabía qué decir.
Traté de esperar pero ¿de qué me había servido esperar? Si quería algo tenía que tomarlo yo misma, si algo había aprendido es que nadie iba a llegar a acercarme lo que quería.
- Alec -empecé de forma suave, sin embargo, él ya estaba en camino a fuera del baño.
- También se me antoja algo de la máquina -masculló entre dientes, sin tomarse la molestia de echar una ojeada por encima del hombro.
Como si evitase encararme, en cierta forma era bueno que no lo hiciera, así no notaría mi rostro demacrado por la tristeza.
*************
- ¿Lo ves? No soy un ebrio idiota.
- Tu pijama sigue al revés, Pet.
- No seas quejumbrosa.- se frotó los ojos enrojecidos, aún arrastraba las palabras pero su estómago ya estaba vacío así que no había riesgo de otro desastre en el departamento.
Peter se metió en la cama de un torpe salto, mientras yo le subía el edredón hasta la barbilla.
Odiaba profundamente que lo tratarán igual a un niño, lo detestaba enserio, siempre que lo hicieran delante de otros. Se sentía débil.
Él era independiente desde pequeño, tanto que hasta cuidaba de mi.
Verlo así de vulnerable, envuelto en su cobija y con las mejillas sonrosadas me hacía sentir especial, como conocer un secreto místico que nadie sabe.
Hice a un lado su brazo para acostarme. No planeaba dormir ahí, solo acostarme. Me importaba poco si Wanda seguía esperando.
- ¿Lana?
- ¿Si?
Pet se giró despacio.
- ¿Hay un desastre por toda la casa?
- Sip.
Se llevó las manos a la frente, tirando de sus rulos rubios.
- Maldita sea, mamá va a matarme ¿podrías cubrirme?
Un nudo se formó en mi garganta, provocándome un fuerte dolor en el pecho, no sabía de qué forma arrancármelo sin lastimarlo a él.
- Si -la palabra salió como un sollozo estrangulado.
Esperé a que se durmiera antes de volver con Wanda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro