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Capítulo cuarenta y seis: La hoguera

Alec avanzaba precipitado sobre la alfombra, daba pequeños toques a su anillo con los ojos entrecerrados; una delgada capa de sudor bajaba por su frente hasta el cuello. Cada poro de su piel emanaba preocupación, desde sus gestos y patrones alterados, hasta sus maldiciones en otro idioma.

- Las fechas no coinciden.-rugió, dándole un fuerte manotazo a la mesa, provocando que las patas crujieran.

Se pasó una mano exasperada por el cabello.

Realmente me desagrada a verlo de esa manera. Caminando de un lado al otro como si fuera un animal enjaulado, igual a ese cachorro en la tienda de mascotas que nunca me compraron porque Wanda dijo que a penas y me alimentaba yo sola.

- ¿Sabes? Si en lugar de caminar a los lados me dijeras que pasa, tal vez podría ayudarte.-propuse, ladeando la cabeza.

Alzó la vista en mi dirección. Su rostro era feroz, me examinaba como si hubiera dicho alguna estupidez. Y aveces las decía, pero no era motivo para mirarme de ese modo.

- Sarah viajó a una fecha nueva, Lana.- Se pasó la lengua por el labio inferior- A lo largo de los años, las joyas han dejado una especie de registro con los guardianes, por eso tenemos el conocimiento de algunos lugares.

Le hice un gesto con la mano, animándolo a seguir.

» Los números que aparecen en mi mente no concuerdan. Debe estar muy atrás- Al ver mi rostro contraído en una mueca, agregó.- No quiero decir que esta en la época de las cavernas, aunque si es mucha la diferencia de a donde hemos ido.

Esto era bastante bizarro ¿cómo es que tenían algunas fechas a las que si sabían dónde y con que guardián caerían? ¿En qué momento dijeron que podías saber a donde se iba otra joya?

- ¿Y qué vamos a hacer?- Conocía la respuesta, aunque quería escucharla salir de su boca.

- Ir por ella.- Le dio un suave golpe al rubí de su anillo.- Quien sabe como este, hay que traerla antes de que descubran de donde viene.
Podría crear cambios irreversibles en la continuidad espacio-tiempo, tal y como James lo predijo.

- ¿Él intuyó que cosas como estas pasarían?

- Lo confirmó ¿Sabes? Gracias a que hizo todo con cuidado, no nos encontramos con otros viajeros del pasado cuando saltamos a las mismas fechas.

Asentí. Había estado estudiando el Extrasensory de Helen. (Los manuscritos son complicados por el idioma pero algunos están traducidos) Me acuerdo que uno citaba a James "Será imposible que la ascendencia y la descendencia se encuentren en algún punto. Los viajeros tendrán la oportunidad de vivir con el don en una determinada línea temporal. Cualquiera cambio significativo a mi hechizo podría crear indescriptibles paradojas temporales..." Y bah, bah, bah, entre otros versos donde se adulaba a si mismo. El sujeto era engreído.

- Si, lo leí pero ¿Como se supone que vamos a ir por ella sino sabemos donde esta?

Frunció los labios y me tendió su teléfono. Parpadee sorprendida, en la pantalla había un mensaje de Camelia.

La vidente me dijo que fueras a donde te guiara la joya
¿A que se refiere?
Me dijo que lo entenderías.

Cuando terminé de leer le entregué el pequeño objeto, se deslizaba entre mis dedos como mantequilla.

- ¿Y ya trataste de que tu joya te guiara algún lado?-inquirí, viendo de reojo su mano. Su reluciente piedra hacia que no quisieras parpadear para seguirla observando.

- Ya lo hizo.

Tendría mi primer viaje al pasado en un largo rato. No estaba entusiasmada. Pero luego pensé en Sarah, en esa sonrisa con hoyuelos bien marcados que se extiende por sus mejillas, en las cosas que dice para hacerme reír a carcajadas. Su carácter rebelde he impetuoso que tanto envidio, porque para ella es mas fácil hacerle frente al sistema. De solo imaginar que alguien pueda hacerle daño, me invade un dolor en el pecho, rara vez me preocupaba por alguien que no sea de mi familia.

Entendí que todos ellos se estaban volviendo una parte importante de mi vida, o ya lo eran

********************

Lo ultimo que sentí fue como mis pies se desprendían del suelo, un remolino de aire helado me envolvía por completo. Mi cuerpo se desvanece con lentitud, dejando en el lugar la tenue luz que emana de mi zafiro...

Al llegar, noté un sabor metálico en mi boca, me había estado con fuerza mordiendo el interior de la mejilla pero es que la emoción me ganó. El paisaje me parecía irreal, como un sueño, uno que ya había tenido pero no recordaba. Ese tipo de sueño que hace que por la mañana te retuerces entre las sabanas intentando recordar los detalles, detalles que se esfumaron con los primeros rayos del sol.

Solté la mano de Alec para tallarme los ojos, acostumbrándome a la penumbra. Estábamos en una especie de bosque; frondosos árboles y espesos arbustos se levantaban en la oscuridad de la noche otorgándole al lugar un aspecto sombrío.
Estiré mis dedos para tocar una pequeña flor blanca que yacía sobre un árbol de hojas largas y ramas separadas unas de las otras, la deposite debajo de mi nariz para que el a olor me despertara, para darme cuenta de que en verdad estaba pasando.

- El plan tiene una enorme falla-dije, encarándolo.- ¿Qué tal si llegamos al país donde esta Sarah pero no a la ciudad? ¿Y si se nos acaba el tiempo antes de encontrarla? Quien diablos sabe donde...

- Esta aquí- afirmó, enfadado por mi falta de fe.- puedo sentirla.

Dio unos pasos adelante, igual que un experto cazador empezó a tomar grandes bocanadas del aire frío nocturno para llenarse los pulmones.

- Si, adelante. Usa tu sexto sentido de brujo y ve a olfatearla.-ironicé. Era divertido ver como se abrían sus poros nasales hasta parecer túneles de tren.

Arqueó una ceja.

- No soy un san bernardo.

- Quisiste decir sabueso, los sabuesos son los que olfatean para encontrar cosas.

- Todos las razas de perros olfatean para encontrar cosas- alegó.

- Si, pero los san bernardos no son...

Un coro de voces excitadas hizo que calláramos abruptamente.
Las voces provenían de la derecha, se mezclaban unos gritos desgarradores y el sonido de golpes secos.
La discusión sobre perros pasó a segundo plano, estaba temblando como una hoja en ráfaga de viento.

Me estremecí.

- No te asustes- dijo, colocándose delante de mí como escudo. Miraba atento hacia adelante, sus músculos estaban tensos, todo su cuerpo alerta.

Voltee a donde él miraba, distinguí dos luces: la primera era la de la luna, bañando el lugar con su resplandor blanquecino. La segunda era una luz anaranjada, muy tenue, como los rayos de un amanecer que se difuminan con las nubes.

- ¿En qué año estamos?-solté, preocupada por la falta de casas o carruajes. Nunca habíamos ido tan atrás, o al menos yo.

Alec miró a ambos lados y ladeó una sonrisa torcida.

- Pues, ya descubrieron el fuego-señaló hacia la luz anaranjada, que se levantaba más intensa con el paso de los segundos.

- Vamos por otro lado-sugerí, tronándome los dedos con nervios.- Con algo de suerte no nos ven.

Sus ojos azules se depositaron en mi con suavidad, como una delicada mariposa se coloca en una planta.

- No podemos ir por otro lado, Sarah está ahí.

Me quede boquiabierta. Quien sea que la viera notaria que es diferente, y mas sino se preparó para ir. Si es una chica lista sabrá esconderse antes de que la vean, si usa su intrépida personalidad esta perdida.

» Son unos cuantos metros hasta donde esta el fuego, podríamos escondernos entre los arbustos y ver donde la buscamos, intentaré hablar con ella a través del pensamiento...

Moví la cabeza fingiendo escucharlo, cuando en realidad estaba pensando en lo bien que había comenzado el día. Tenía altas expectativas, y no debo sonar como una niña pero nunca sale nada como yo quiero.

- ¿Lana?

Alcé el rostro y el me estaba observando; sus profundos pozos azules se clavaron en los míos, con esa mirada que estudia mas que mira.

- Te estoy escuchando-dije antes de que me regañara.

- ¿Entonces aceptas?

Maldita sea, podría decir que si pero ¿que tal si accedo a algo que seguramente odie? como sea, no estoy firmando un contrato.

- Eh... ¿A qué?

- Pues, te dije que es horrible que esto haya pasado justo hoy cuando te invité a salir, me siento mal porque deberíamos estar sentados en esos viejos sillones hablando de cosas absurdas sin nada de magia, y ahora vivo con ese pequeño trauma dentro de mi. Así que ¿tal vez quisieras repetirlo?

Un aleteó se formó en mi estomago, no pude evitar que las comisuras de mis labios subieran hasta formar una sonrisa.
Bajó la mirada a mis labios y se inclinó adelante, emanaba un fresco olor a tierra y jabón.   

- Solo si hay postres.-susurré por los nervios. Si yo hubiera sido unos veinte centímetros más alta ya no habría espacio entre nosotros.

Un quejido agudo me erizó los vellos de la nuca y acabó con el momento, dejando en su lugar una tensión tan grande que asustaba.
Nos separamos con incomodidad, ambos volteamos la cabeza buscando el origen del ruido.
El mar de temores e incertidumbre me ahogaba ¿Donde estábamos? ¿Por qué gritaban? Esperar las respuestas a esas preguntas era una lenta tortura.

Alec fue el primero en romper el silencio.

- Anda, hay que seguir antes de que volvamos al presente

*******************

Avanzamos durante un rato. La niebla difuminaba el follaje, nos estábamos alejando del bosque. Con algo de suerte encontraríamos un guardián y a Sarah bebiendo té en bonitas vajillas de porcelana.
Nos encaminamos rápidamente hasta donde seguía el coro de voces exaltadas. Mis pies se hundían con el lodo, retrasándome en comparación de las grandes zancadas de él.

- ¿Estas bien?- inquirió, mirándome de soslayo.

Tenía dificultad para seguirle el ritmo, probablemente deba comprarme otras botas, pero si, estaba bien.

- Aja...- mascullé. Sus zapatos estaban ligeramente sucios cuando a mi me llegaba el lodo hasta las medias.

El coro de voces se incrementó al pasar los minutos: gritos, conversaciones, lamentos. Todo junto resultaba aterrador, pero cuando nos acercamos más vimos que solo eran campesinos; hombres y mujeres de todas las edades. Usaban vestidos largos de mangas pero sin corsé, los hombres vestían túnicas hasta los pies... 
Estaban todos reunidos frente a una especie de templete, habían algunas hogueras encendidas, la gente gritaba ensordeciéndome, pero no eran gritos alegres o cuando aclaman, mas bien, estaban furiosos. Puede que hayamos llegado a mitad de un levantamiento contra un rey tirano, quizá una reunión clandestina pero en ese caso no harían tanto ruido.

A lo lejos distinguí al que parecía ser el líder. Tenía el aspecto de un hombre poco menos de cincuenta, con una elegante barba café y el cabello bien cortado por encima de las orejas.

- ...el señor me ha mandado con un propósito-gritaba a la multitud sedienta de sangre. - Yo voy a mantener a nuestros niños a salvo, nuestros cultivos, estas tierras ¡serán librados de las garras de las brujas!

La gente asentía y daba gritos en aprobación.

» Eleanor solo fue el principio, primero nuestros hijos ¡criaturas inocentes! Los quieren para elevarse a los ojos del mismo demonio, para demostrar su crueldad- El sollozo de una mujer se sacudió entre el público.- No lo permítenos, recuerden, dios esta de nuestro lado.

Señaló con el dedo y una manta polvorienta calló al suelo mostrándome la escena más grotesca que había visto en mi vida.

Tres mujeres desnudas colgaban de un árbol por el cuello con una gruesa soga. Sus pies descalzos y mugrientos se encontraban suspendidos en el aire, a unos metros del piso. Moscas salían de su boca, se posaban en su piel azulada...

La mano de Alec envolvió mi boca antes de que pudiera gritar. Sin decir nada, sus cálidos brazos me rodearon, ahí adentro contuve un bramido.

Estaba temblando sin poder controlarme.

- ...Los cuerpo de estas tres amantes de Satán serán quemados, el fuego purificará su carne pero su alma regresará del infierno donde perecerán...- la muchedumbre lo aclamaba, veían con ojos de admiración a los verdugos junto al hombre.

Me separé de Alec parpadeando para darle credibilidad a lo que mis ojos estaban viendo. Aun no terminaban, ahí habían otras cuatro mujeres atadas a una cruz de madera con grandes trozos de leña debajo de sus piernas.

- Las van a matar-sisee, mordiéndome las uñas.

- Quédate detrás de los arbustos-susurró, con labios pegados en mi oreja.

Antes de que pudiera preguntarle a donde iba, se teletransportó detrás de un árbol a un metro de mí. Le lancé una mirada confundida antes de volver mi atención a las mujeres.

La primera estaba entre los veinte años, tenía la cara bañada en sangre, sus labios agrietados estaban moviéndose para rezar. No pude evitar voltear la cara cuando le propinaron un bofetón por "maldecir el nombre del señor"
A su lado, le seguía una morena de ojos claros, ella tenía la vista centrada en la gente con antorchas, para gran sorpresa de todos empezó a cantar. Era una dulce melodía en otro idioma, pero los campesinos cubrieron sus oídos y bramaban que la ejecutarán primero.

No fue hasta que vi a la tercera chica cuando solté un quejido agudo desde el fondo de la garganta: Los ojos marrones de Sarah estaban llenos de pánico.
Un temor helado cubrió mi espalda. Alec siguió mi mirada, estaba inmóvil, petrificado como una estatua de sal, sin atreverse a mover un solo músculo.

Ahí estaba ella, con el cabello pegándosele a la cara llena de tierra; su ropa estaba rota y sus manos y pies atados con un metal reluciente, lo distinguí, es con el que hacen los Mers: Anguma. El material que bloquea la magia.

- El mal se lo llevaran las cenizas.-rugía el hombre bajando el fuego de la antorcha a los leños.- El viento las esparcirá por la tierra santa.

Comenzaron a prenderse una por una, las lenguas de fuego se levantaban amenazantes en la oscuridad. Con todos esos troncos se quemarían muy rápido.

- Sus gritos resonarán en los recovecos del infierno-aseguraba, cambiando de un lado a otro y examinándolas con desdén.

- ¡Suéltenla!-rugió una señora entre el público, con los ojos desorbitados y la cara mojada.-¡Es una niña! No pueden acusarla de brujería.

Corrió hasta la chica que rezaba, pero antes de que pudiera llegar la interceptaron dos mujeres parecidas a ella; con el mismo cutis acaramelado y la rizada melena.

- Hermana, no hagas esto.-advirtió, tomándola de los hombros.

-Te van a matar.

- ¡La están quemando! Le duele-rompió en llanto. Las personas a su alrededor se alejaban de ella como si fuera un perro leproso.- Dios no aprobaría esto, es injusto y cruel...-cayó de rodillas hecha un mar de lagrimas- No es real, no es real, dios no es real... ¿Por qué lo permites?

No terminé de escuchar, mis brazos se inclinaron adelante como si fuera tuvieran vida propia. Tiré de ellos una vez mas y el fuego que se expandía en la leña de las hogueras desapareció. Fue tan fácil como me si hubiera agachado a recoger una moneda en la calle.

- ¡Corre!-ladró la estruendosa voz de Alec a mi lado.

Desvíe la atención de la muchedumbre a nosotros.

- ¿Y tú...?- protesté en un siseó cuando las cabezas giraban mecánicamente hacia los arbustos.

- Desátala y corre-dijo entre dientes- Yo los distraigo.

El miedo se hizo presente. La gente pululaba con pánico para atraparnos, ya nos habían visto. Gritaban cosas como «¡Que no escapen!» «¡Llévenlos a la horca!» «¡Visten como la bruja!» «¡sucios amantes de Lucifer!»
Al verlos supe que no eran los campesinos inofensivos que aparecen en las películas, o la lenta muchedumbre con trinches que sale en Frankenstein. Ellos tenía armas; largos filos de carnicero atados a un trozo de madera tallada, rocas grandes envueltas en sogas para hacerlas mazos. Lazas, entre otras que no alcancé a distinguir mientras corría.

La falda del uniforme me permite correr más rápido de lo normal. Las hojas secas crujían bajo mis botas, y la tenue luz apenas me dejaba ver donde pisaba. El aire helado y las ramas sueltas me abofetean el rostro, me impulso con las rodillas pero el camino hasta Sarah sigue estando muy largo.

Oía los pasos veloces de alguien corriendo tras de mí, miré de reojo su sombra y mi pulso se aceleró por los cielos.
Las palabras del Max resonaron en las paredes de mi cabeza "No, aún no estás lista para los hechizo de ataque, amor. No los necesitas"
¿A si? Díselo al lunático que me vine persiguiendo con fuego y un mazo.

Tengo que aguantar estoy a un par de metros de la hoguera.
Veo a las tres mujeres incrédulas por el caos que estamos causando.

Voltee hacia atrás, el corazón se me encoge. Un hombre con ancha corre pisándome los talones. Girar hizo que diera un traspié y cayera de rodillas; él se abalanzó sobre mi. Cierro los ojos con fuerza esperando que el filo rompa los tejidos de mi piel, sin embargo, no sucede.

Oigo un gorgoteo, un sonido brutal que sale desde el fondo de su pecho. Cuando voltee, el sujeto que quería apuñalarme, yacía encorvado en el suelo con las extremidades encogidas. Su piel adquirió un tono negruzco; las venas de su cuerpo estaban saltadas.

Retrocedí, mirando los lados para ver si era Alec quien le había hecho esto, pero, al parecer él se hallaba ocupado formando remolimos de aire y niebla para no lastimar a la gente.

- Debo admitir que esperaba una noche más tranquila-canturreó una dulce voz.

Levanté la mirada.

Se trataba de la chica que estaba cantando hace unos momentos. Mi cerebro comenzó a atar cabos sueltos de la manera más veloz posible. Las emociones me golpeaban como agua fría en el rostro.

- ¿Fuiste...?-señalé al hombre en el suelo.- ¿Tu lo...?

Soltó un suspiro exagerado.

- ¡Todas las brujitas blancas son iguales!-exclamó con ironía. -Si, lo maté, en vez de verme feo debería agradecerme, joven dama. Ese malhechor bien pudo herirla.

Negué con la cabeza, tratando de apartar cualquier pensamiento que no fuera rescatar a Sarah. Deje a la chica con la palabra en la boca.
A medio metro se encontraba ella llorando, con las muñecas sangrantes y los zapatos chamuscados

- ¡Sarah!-chillé. Alzó el rostro al oír el sonido de mi voz.

- ¿Lana?- dejó escapar un sollozo. Estaba temblando; los espasmos sacudían su delgado cuerpo.

Me dejé caer de rodillas, con los dedos trabajando hábilmente en las cuerdas y en los pedazos de Anguma. Empujé los leños para abrirme paso hasta la cruz de madera donde estaba bien atada. Las fibras de la soga se encarnaban en su piel; hizo un par de muecas cuando conseguí quitárselas, pero soltó un bramido en el momento que le retiré el metal.

Sus esbeltos brazos me rodearon en el segundo que terminé. Debía estar realmente asustada porque nunca la había visto demostrar tanto afecto conmigo. Oí sus gemidos apagados en la tela de mi blusa, le correspondí el abrazo intentando no lastimarla.

- Conmovedor, sin embargo, se olvida de nosotras.

Esas palabras provocaron que nos separáramos. Era la chica que me ayudó (me olvide y eso que la tengo a medio metro)
Se retorcía como un felino a punto de tomar la siesta, sacudió las muñecas en el aire para que notáramos que seguía amarrada.

- No me necesitas-dije con aspereza.- No hay Anguma en ti, lo haces por diversión.

Me percaté de ello en el momento en que me salvó, asesinó al tipo sin tocarlo. Además, si estuviera en la posición de Sara también le sangraran las manos, Y no poseería un excéntrico sentido del humor como para cantar o reír cuando están carbonizando vivas a inocentes.

Un brillo astuto pasó por sus ojos claros. Separó las manos y dio un paso adelante, reforzando lo que acababa de decir.
Una capa de cenizas y polvo emergió de su vestido cuando se sacudió.

- ¡Jovencita, lista!- chasqueó los dedos. Las cuerdas de las otras chicas cayeron al suelo como si unas tijeras invisibles las cortaron por la mitad.-La verdad es que hoy planeaba hacer mi buena acción del día y salvar humanas.-señaló vagamente a las muchachas que corrían despavoridas.- Pero me he encontrado con una viajera del tiempo, quería ver que también ardían sus telas- arrugó la nariz- Iba a comprobar esa teoría de que sus cenizas son tan blancas como su magia.

Sarah dio un paso amenazante hacia ella, interpuse mi hombro para que se mantuviera en su lugar.

- Ramera desgraciada- rugió con los dientes apretados. Sus manos se envolvieron en unos puños furiosos que mantenían los costados de su cadera.

La bruja sonrío.

- No debería hablarme así.-advirtió con voz neutra.- Mi nombre es Amice y soy soy hija de la gran bruja negra Eleanor...

- Te puedes ir al carajo con tus títulos.-Sarah intentó irse contra ella de nuevo, pero en la retuve.

Amice miro a lo lejos, por encima de nosotras, como si estuviera descifrando algo.

- No tengan problema, viajeras del tiempo. Ya sabrán de mi- se pasó una mano por las clavículas, igual que si le estuvieran oprimiendo el pecho.- Por el momento voy a hacerles un favor ¡Juguemos a la gallina ciega!

Dio tres aplausos, dejando sumido el bosque en una profunda oscuridad. Las antorchas, las hogueras, incluso los pedazos de leña a penas con fuego...apagó todo rastro de luz. Nos dejaba en gran ventaja sobre los pueblerinos, podríamos saltar al presente sin ser vistos antes de que nos atrapen. Sin embargo, no podríamos ver dónde estaba Alec.

- ¿Qué hacemos?-susurró Sarah. Su respiración era irregular, no recuerdo nunca haberla visto tan perdida, ni siquiera ese día que me habló de su madre.

- Seguirle el juego.

Desde aquí podríamos ver a la mayoría de los gente, corriendo de un lado al otro como cucarachas cuando enciende la luz, lo que es irónico ya que esta vez las apagaron.
La luz de la luna era suficiente para anotarlos aunque no para distinguir los rostros, yo sólo buscaba uno, de pómulos altos y ojos azules. Se me deshace el corazón de imaginar que pudo pasarle algo.

- ¡Ahí hay dos!- chilló una señora de cabello canoso, con un bebé envuelto en una gorda tela.- ¡ayuda!

«Si hubiéramos traído esos ridículos atuendos pudimos haber pasado desapercibidos» este fue mi último pensamiento antes de tomar a Sarah del codo y empezar a correr.

No éramos más veloces que ellos, nuestra única ventaja era la más (que no debíamos usar según Sarah) y el camuflaje con las hojas de los árboles.
Las piernas me ardían, sentía que en cualquier momento mis pulmones entre otros órganos podrían salirse de su lugar. Pero no fue eso lo que me hizo parar, ni siquiera que casi me estaba desmayando por aire, no, lo que logró que mis pies se detuvieran en seco fue cuando a uno de esos idiotas se les ocurrió lanzarme rocas, una en la nuca y otra detrás de la rodilla. Todos me caían a mí porque era más lenta que Sarah he iba detrás.

Fue el impacto de la roca contra mi cráneo lo que me hizo reaccionar ¡Soy una jodida bruja! Ahorcan a las brujas por miedo, miedo de lo que puedan hacerles. 

Estiré el brazo a la derecha, haciendo ademán de tomar algo. A los pocos segundos tenía un gran tronco suspendido en el aire.
Sarah se detuvo, contemplando con horror lo que pana mí se trataba de una gran hazaña.

- ¡Dios, apiádate de nuestros misericordiosos corazones!-chillaba una joven, sujetando a su madre. Recitaban palabras en voz baja y se movían histéricos como si fuera a levantarlos a ellos.

Arrojé la madera a sus pies, y estos retrocedieron como si tuviera alguna enfermedad mortal. Me hizo sentir increíble, que podía comerme el mundo, la misma energía ansiosa que tienes cuando acabas de pelar con alguien.

Dirigí esa energía hasta ellos, haciéndolos retroceder unos centímetros. Ahí fue cuando decidieron huir, alejarse lo más pronto de mi, era divertido considerando que lo único que me sale bien es mover cosas. El lado bueno es que si esto de hacer magia no me funciona, podría dedicarme a las películas de terror de bajo presupuesto.

- ...no vuelvas a asustarme así ¿tienes idea del pésimo día que tuve?

Divisé a Sarah colgada del cuello de Alec, se abrazaban como si el otro fuera a desintegrarse. Las pequeñas manos de ella se aferraban a su camiseta mientras que él le apartaba los mechones de las mejillas para poderle depositar cálidos besos. Sarah se quebró, no alcanzaba a oír lo que se decían pero ella lloraba incontrolablemente, se cubría el rostro con las manos, él le susurraba cosas en el oído y le pasaba la mano por el cabello para tranquilizar.

Desvié mis ojos de ellos, me sentía como una intrusa observándolos de esa manera. Un aleteo furioso revolvió mi estómago, no tenía idea si era por la presión del día o por su muestra pública de afecto que llegaba a molestarme.
Sin previo aviso, todo ese enfado se convirtió en preocupación cuando Alec se giró de perfil y pude ver su hombro izquierdo empapado de sangre. El vértigo invadió mi cuerpo, no soportaba ver las heridas, recuerdo cuando me se raspaba y había que regresarme a casa cerrando los ojos para no ver mi piel, claro, con ayuda de pet.

Me aproxime hasta ellos lo más rápido que pude, solo que no alcancé a llegar. Una fuerza me empujaba hacia atrás, moví las piernas pero era como correr en la arena con piedras en tus zapatos.
La luz del candelabro de Camelia me segó un breve momento, y cuando recuperé la vista supe que estábamos a salvo. Ocho pares de ojos los contemplaban perplejos, y de esos uno era desconocido.

Hola buena gente de Wattpad🌚

Espero y les haya gustado el capítulo.

Muchas gracias por sus votos y comentarios.

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