Capítulo cuarenta: La primera generación
Londres Inglaterra
7 de enero de 1924
El olor a musgo, humedad y miseria inundaban el ambiente, se impregnaban en la ropa de las personas con tal fuerza que era posible reconocer cuando alguien estuvo vagando por las calles.
La noche cubrió el cielo con su manto estrellado, la oscuridad era perfecta para ocultar los vicios del hombre, y para camuflajear los lugares de mala muerte que solían visitar las personas de estos barrios pobres. Las tabernas estaban abiertas para todo publico, aunque solo eran concurridas por la gente a la que se le consideraba inferior: adictos, alcohólicos, apostadores... No había ningún tipo de compañía decente para un hombre de alta cuna como el que estaba recargado en la puerta de aquel local. La luz de la luna era perfecta para iluminar su perezosa y despreocupada silueta, para mostrar sus pobladas patillas rubias; para resaltar sus altos pómulos sonrosados por el frío. Y por supuesto, para hacer destellar esa sonrisa siniestra suya que brillaba como la navaja que tenía en el bolsillo izquierdo. Se trataba de James Snow, un joven brujo que había perdido la luz tanto en sus ojos como en su alma.
Ante los curiosos solo parecía un hombre fumando una pipa, pero bajo esa fachada encantadora había un depredador esperando conseguir su objetivo. Estrechaba los ojos para ver a su víctima potencial, aunque el no quería a mujeres con escasa ropa o hombres sin conciencia de sus actos, para que el hechizo funcionara de verdad se requería un alma pura. Un inocente al cual profanar con el arte de la oscuridad. Quería atentar contra su cordura, quería mostrarle que el infierno estaba en la misma tierra, solo era cuestión de observar y esperar a que el entorno se consumiera.
Tenía a la candidata perfecta para ello.
Del otro lado de la acera caminaba la joven que siguió durante la tarde. La espiaba con sigilo desde lejos para poder observarla, parecía perfecta: pequeña, vulnerable, asustadiza, triste... La comida escaseaba en una casa de cinco, habían perdido propiedades, el prestigio de su familia estaba por los suelos, así que tuvo que recurrir al único medio que había para las señoritas de esos días. Prostitución.
La chica temblaba igual que una hoja en el viento, no sabia que hacer, ni cómo conseguir clientes. Su pureza seria arrebatada esa noche, y lo peor de todo es que ella misma la entregaría.
Con las piernas fallándole, recargó su pequeño torso sobre la pared, y parpadeó para apartar las lagrimas calientes que se deslizaban sobre sus mejillas. No pudo mas, lloró por todos los recuerdos amargos que llenaban de una profunda tristeza su joven corazón. «Dios ¿por qué a mi? ¿Por qué me tocó esto?»
Se dejó caer mientras escondía la cabeza entre sus rodillas.
Era el momento. James cruzó la calle con la elegancia y la destreza de un felino. Sus pasos eran firmes pero apenas audibles, como el sonido de las aves carpinteras traqueteando el pico en la corteza de los árboles. A medida que avanzaba había algo que lo impulsaba a querer retroceder, sin embargo, era muy tarde para retractarse de sus actos. Llegó hasta ella dejando caer los brazos a los lados; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, los dedos agrietados y las uñas con una gruesa capa de mugre abajo.
- Buenas noches, Señorita.-dijo con una sonrisa que enseñaba todos los dientes. Era natural en él, esa personalidad agradable que convencía a la gente de hacer lo que le pidiera- ¿Se encuentra usted bien?
La chica se puso de pie a una velocidad increíble para ser humana. Se pasó las palmas por las mejillas para que no notara que estaba llorando. Tragó el grueso nudo que se había formado en su garganta y forzó una amable sonrisa.
- Me encuentro bien, señor.-musitó con un hilo de voz que le restaba credibilidad a sus palabras.
James asintió llevándose una mano a la pipa, dejaba salir el humo entre sus labios mientras formaba diminutos aros que se deformaban con el vaho.
- Me alegro.-murmuró entre dientes mientras se pasaba una mano por el cabello rubio platinado-Permítame presentarme, mi nombre es James Snow.
Le tendió una mano, algo inapropiado ya que una dama y un caballero no deberían tocarse en publico sin antes haber sido presentados, sin embargo, en estos momentos la formalidad estaba de mas.
Ella se la estrechó, pero la apartó casi al instante.
- ¿Usted es?-la animó a proseguir.
«Nada» -pensó con dureza-«Soy el eco de una nostálgica melodía, soy el recuerdo de mis demonios interiores, soy alguien que nunca la pudieron amar como ella amó...»
- Daphne Lockwood.-dijo entre dientes sintiendo repulsión al pronunciar el apellido.
- Es un placer.-James arrastró las palabras. Las comisuras de su boca tiraron hacia arriba, era como si estuviera riendo de una broma personal.- Si no es ninguna indiscreción, puedo preguntar ¿Que hace alguien como usted en un lugar como este?
Daphne agachó la mirada, un gesto que James odio al instante. Detestaba que bajaran los ojos o rompieran el contacto visual cuando alguien hablaba, sentía que no se concentraba completamente en la conversación.
Una sonrisa amarga emergió de los delgados labios de Daphne.
- Me gano la vida.-comentó con la voz quebrada.- eso es lo que hago aquí.
Si esperaba que sus palabras dejaran atónito al hombre, no lo consiguió. Él simplemente la miró con desafío, le guardaba mucho rencor al mundo y le encantaba desquitarse con todos por igual. Dio un paso adelante acortando la distancia entre ellos.
- ¿Qué es la vida? - reflexionó, rascándose la barba de semanas.-Un día estas allí otro día no, somos tan frágiles y fuertes al mismo tiempo... Mi madre me dijo una vez que la muerte era la gracia de la vida, el no saber que nos iremos de este mundo hace que cada segundo sea único y valioso.
Daphne lo miró incapaz de creer que estaba teniendo una conversación sobre el sentido de la vida. Frunció el ceño observándolo de pies a cabeza; apuesto, bien vestido y con sus modales no podía pertenecer aquí. «Debe ser un niño rico que huyó de casa» pensó la joven mientras retrocedía un paso.
James se dio cuenta de que la abrumaba con su dialecto y pensó en decirle un verso más poético, pero no atravesó la cuidad para citar poseía, y mucho menos para cortejar a desconocidas. Cambió el peso de sus pies y colocó las manos en los bolsillos de su traje.
- Seré honesto, quiero algo de ti-declaró, acariciaba su mentón simulando un falso nerviosismo.
Daphne palideció. Sabia que un chico como él no seria amable sin nada a cambio. La realidad la abofeteó haciéndola caer de espaldas contra el suelo. Tenía que llevar comida a su casa así que solo asintió y volvió a agachar la mirada con el dolor y la vergüenza tiñendo esos ojos sin brillo.
- Esta bien.-dijo aturdida, sin dedicarle una sola mirada. Jugó con el dobladillo de su falda para ocultar el frenético temblor en sus manos. Estaba pasando, iba a hacerlo de verdad pero no como se lo imaginó. En su mente rondaban las promesas y sueños sueños vacíos que se hizo así misma una vez: ser una dama de sociedad, casarse con un chico que le correspondiera en el ámbito sentimental, tener hijos... Todos esos esos sueños se disolvía como azúcar en agua, como polvo en el aire, como una cortina de humo que desaprecia partícula por partícula.
- ¿D...dónde?- tartamudeó insegura.- ¿En qué lugar usted...
James abrió los ojos como platos al comprender.
- Oh, no señorita Lockwood.- se apresuró a decir para desenvolver el malentendido.- no requiero de su cuerpo, no me es de utilidad. Su alma por otro lado...
La mandíbula de la joven calló.
- ¿Mi alma?
James estaba perdiendo la paciencia, era obvio de que la chica no estaba enterada de sus habilidades y eso lo hacía más fácil, pero su poco conocimiento sobre el mundo mágico también lograba aburrirlo he incluso irritarlo. No es una buena caza hasta que se dan cuenta de quien es el depredador y quien es la presa.
- El alma-afirmó.- aquella entidad abstracta, tu espíritu.
A Daphne la recorrió un estremecimiento, y no tenía nada que ver con el frío. Sus manos temblaron sin control, la boca se le secó y los cabellos de la nuca se erizaron. Cada parte de su cuerpo le gritaba "peligro"
El sujeto debía estar intoxicado, venia caminando de la taberna de enfrente, a la chica no le extrañaría si en algún momento comenzará a pedirle propuestas indecentes a los caballos de los carruajes.
En un movimiento sorprendente, James estaba acorralándola contra la pared. Colocó los brazos a cada lado para formar una jaula de acero.
El chico había bajado la mascara dejando expuesto a su verdadero ser, su rostro estaba contraído en una mueca hostil. Una ligera capa de sudor descendía sobre sus cienes dandole un aspecto salvaje.
Daphne intentó gritar pero sabia que era inútil. Nadie defendería a una ramera.
- Tiene dos opciones, mi bella dama.-susurró en su oreja. El cálido aliento le acarició el cuello haciéndola sentir asco.- O me ofrece voluntariamente lo que le pido, o me veré en la penosa necesidad de tomarlo. Créame que siempre obtengo lo que deseo.
Las lagrimas volvieron a cubrir su cara pero ya no era tristeza sino un gran miedo. Se repetía una y otra vez la misma oración «No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir» Estaba petrificada, tan quieta como una estatua de sal. La impotencia recorría cada fibra de su cuerpo, sus palabras se desmoronaban la garganta.
- ¿Va a hacerme daño?- balbuceó tras soltar un fuerte sollozo.
James bajó los brazos, metió las manos en los bolsillos de su abrigo y la miró con cierta empatía. Esto estaba mal, muy mal, lo sabia. Sin embargo tenía que hacerlo, era un hombre egoísta que creía que sus necesidades estaban por encima de las demás. Al verla no pudo evitar recordar a Elizabeth, era por ella quien hacía esto pero ¿de verdad correría a sus brazos después de saber en lo que se ha convertido?
Extendió la mano y le colocó un mechón de cabello, intentando calmarla. La esperanza inundó a Daphne, él no la lastimaría. Podía ver la compasión en sus ojos...
- No voy a dañarla.-siseó pasándole un brazo por los hombros. Una reconfortante ola de calor llenó los cuerpos de ambos, en estos momentos ella quiera un hombro para llorar y que estaba.- Voy a limpiar el nombre su familia, los Lockwood serán poderos y temidos a través del tiempo. Lo juro.
Solo la luna y las estrellas fueron mudos testigos de lo que pasó después...
LA PRIMERA GENERACIÓN
El Consejo se retiró luego de que Irina diera su rápido discurso de bienvenida. Aquella mujer de cabellos grises poseía el carisma de un mueble y la dulzura de un limón. Tenía un pesado acento donde marcaba mucho la «r» Cuando nos presentaron dijo: Estoy muy encantada de conoserr al zafirro. En ese momento pude sentir como escupía diminutas gotas en mi rostro, y ni hablar de cuando pronunciaba nombres como Rupert o Rose.
El canciller o Richard era más simpático, parecía encantado con nuestra edad ya que la mayoría coincidíamos. Nos pidió un objeto para la buena suerte y yo le entregué un anillo que elegí para que combinara con mi vestido verde. Sarah no estaba dispuesta a desprenderse de su joyería pero al final cedió por la presión de Camelia, le entregó un botón blanco de su fino vestido.
El último hombre no hablaba, si fijaba la mirada en un punto no había nadie capaz de moverla a menos que él quisiera. Alec le preguntó en más de una ocasión que si padecía de autismo, a lo que recibió pellizcos de Helen y Eliot. Luego de eso Camelia comentó que Cyprian era un vidente, él tenía dones especiales, muy distintos a los de los brujos; podían leer las auras de las personas para conocer su personalidad, leía almas como leer los papeles de las galletas de la fortuna, escuchar las voces del mas allá... Pero lo que lo hacía especial, mas especial que nosotros, era que podía ver el destino de cualquiera a quien tocara: presente, pasado y futuro. No eran nada para él. Cada poro de su piel desprendía autoridad, debe ser difícil y fascinante. Una cosa era saltar a otras épocas pero otra era invadir la intimidad las personas involuntariamente.
En el corto momento que estuvimos no oí nada salir de la boca de Cyprian, hasta que de la nada se giró hacia el Canciller y sonrío, formando dos óyelos bajo su espesa barba.
- ¡Richard!- gritó, haciendo que las personas de al rededor se sobresaltaran.
- Me di cuenta de que eres un brujo blanco-siguió diciendo una vez que tuvo la atención de los presentes, con una sonrisa de niño travieso.- ¿Entiendes? Es divertido por que tu piel es negra pero practicas magia...
- Entendimos.-dijo Irina, su tono remarcaba una advertencia.
Peter explotó en descontroladas risotadas y cuando vio que nadie lo seguía intentó disimularlo con una estruendosa y falsa tos.
Luego de eso Cyprian no volvió a comentar otra cosa, a veces lo veía sonreírle al suelo o perderse en sus pensamientos« igual que una chica enamorada y en las nubes» -había dicho Helen luego de que nos fuimos a sentar.
Los brujos que habían estado retraídos en la mesa o bailando, se que acercaron a saludarnos como si nos conocieran de toda la vida diciendo cosas como: «¿Realmente lograron atrapar a Baker?» «¡Oh, son unos niños! No deberían poseer tal carga» Y debo decir que me sorprendió escuchar a unos tipos diciendo que esperaban algo mejor que nosotros. Un torbellino de ira crecía dentro de mi cada vez que escuchaba comentarios desdeñosos sobre lo estúpidos que habíamos sido al ir por Gabriel, pero fuera de eso estuve aparentando una tranquilidad profunda y falsa modestia.
No podía llegar a la mesa con bocadillos sin que me interceptara en el camino un grupo de personas. Durante mas de media hora nos bombardearon con preguntas personales como el nombre de nuestros padres, y aparentemente conocían a la mayoría.
Alec estaba detrás de mí, por lo que pude escuchar cuando decía que no visitaba a su familia desde hace cinco años. Comencé a agudizar el oído, toda mi atención estaba centrada en él, si tiene padres ¿Qué hace viviendo con Camelia?
Según Sarah, él la encontró cuando eran niños, le explicó quien era en realidad y hasta la llevó a vivir con Cam para ayudarla a controlar sus saltos al pasado. Sin embargo, esa historia tiene incógnitas que carcomen mi curiosidad.
Una multitud se sentimientos se acumuló en mi pecho cuando oí decir que conocían a papá. Me enteré de que Demian Harrison era un hombre querido por las masas, perdí la cuenta de la cantidad de personas que se acercaron esa noche a darme el pésame, a contarme lo buen amigo que era, y de lo mucho que se entristecieron el día que les llegó la noticia de su muerte. Un chico del fondo se quizo unir a la conversación preguntando como fue que falleció, la avalancha de recuerdos me aplastó igual que a una insignificante hormiga. Era algo que aun no superaba y el hecho de revivir el recuerdo me daba nauseas.
Sarah debió notar mi expresión, por lo que rápidamente cambio de tema.
- He visto fotos de Demian y no te pareces nada a él.-dijo con calidez. Su cortó cabello castaño brillaba bajo las velas igual que una moneda de cobre.
Era cierto. Papá solía tener unos ojos claros que se iluminaban cada vez que sonreía; el cabello rizado con el color rubio rojizo de la abuela y la tía Mery , y por supuesto, la mandíbula cuadrada de el abuelo.
- Creo que me parezco mas a mi madre, Catalina.-les había dicho, obligando a mis labios a formar una sonrisa radiante de comercial para pasta dental. Naturalmente, la conocía por fotos. Mamá poseía unos pómulos altos en lugar de mis redondas mejillas, el cabello lacio negro como el carbón le caía en cascada por la estrecha cintura; su piel (al contrario de la mía) no parecía una hoja de papel, tenía el tono de blanco correcto. No se si le gustaban las cámaras como a papá pero nunca sonreía. Sus ojos aceitunados no se iluminaban para nada, parecía fría... O simplemente odiaba las fotos. El abuelo me contaba que era una reina del hielo, podía pasarse horas en un lugar sin hacer gestos faciales de ningún tipo, algo escalofriante y magnifico a la vez.
Una sombra cruzó los rostros de los presentes. Se dedicaban miradas significativas cargadas palabras pensadas pero no dichas
¿Hice algo malo?- pensé en preguntar.
- También luces como Erick- sugirió una mujer regordeta de vestido rosa.- Él y tú son como dos gotas de agua: el porte, los gestos, la manera de hablar.-enumeró con nerviosismo. Podía percibir el cuidado con el que elegía las palabras, tomándose la molestia de meditarlas un segundo antes de producir cualquier sonido.
- Espero y no se parezcan en el carácter.-masculló por lo bajo creyendo que no la escuché.
No los incité a seguir con el tema de mi madre, parecía algo que no querían tocar. Me sentía como esa persona que no se sabe el chiste cuando todos se ríen.
Con pet sucedió todo al revés, le dijeron que era idéntico a Rose, era ella en versión masculina. Mis recuerdos sobre madre de Peter son pocos, cuando era niña creía que era una dulzura de mujer, se preocupaba por todo el mundo, incluso veía bondad en cualquier ser vivo. Era la clase de persona que lloraba cuando se encontraba con una ave muerta, que se esmeraba en ser la mejor madre, esposa, amiga... Pero su mejor cualidad era: otorgarte el perdón aunque no lo merecieras. Sin embargo, al crecer, la realidad me dio una bofetada haciendo que aterrizara y cambiara la manera de ver las cosas. Existe una ligera línea entre la bondad y la estupidez y Rose la cruzó muchas veces, su fe ciega en la gente la hizo cometer errores fatales, uno de ellos fue continuar su matrimonio con John después del maltrato que sufría.
- Era una mujer muy bella.-comentó una señora llamada Sandy, que veía a pet con una mezcla de asombro y alegría.- Lastima que la exiliaron.
- ¿A qué te refieres con que la exiliaron?-Peter parecía muy consternado en ese momento. El grupo que estaba alrededor había dejado de hablar con esa singular viveza para prestar atención a la reacción del joven, la mayoría creía que a estas alturas ya estaba enterado de lo que le pasó a su mamá.
Él abuelo me contó que era maestro de Rose cuando era joven, y el día que se enteró de que estaba en cinta la escondió junto con John durante un año hasta que nació Peter. Tener hijos con un humano está prohibido por la ley, aunque nunca supe cual era la penitencia, supongo que fue "exiliarla" de su mundo.
- Rosi se salvó de una grande.-siguió diciendo Sandy con esa voz chillona que comenzaba a irritarme y a poner en duda mi temperamento.- Recibes un castigo por mezclar la sangre... Ella no lo recibió ya que sigues aquí.
Esas palabras me tomaron por sorpresa. Sentí un escalofrío preocupante, como si mi corazón quisiera huir de mi pecho dejando silencio donde antes había un constante palpitar.
Me llevé una mano a la boca para ahogar un grito ¿serían tan crueles como para sacar a un niño del vientre de su madre?
Peter no dijo nada después de eso, estuvo callado y tan pálido como el papel. La única vez que lo he visto quebrarse de esa manera es por su madre, Rose murió dos años después que papá en un accidente automovilístico. Recuerdo esas horribles noches donde Peter solía llorarle hasta quedarse dormido, yo lo entretenía con cuentos y le acariciaba el cabello mientras gimoteaba en la almohada con el rostro surcado en lagrimas y los ojos inyectados de sangre.
El sufrimiento propio es una cosa pero ver sufrir a alguien que quieres duele como el infierno.
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La cena consistió en un espectáculo de luces de colores y objetos flotando hacia nuestras mesas. Parecía un banquete digno de La Bella y la Bestia, con todos esos cubiertos suspendidos en el aire, las copas descendiendo sobre nuestras mesas... Tenía la sospecha de que en cualquier momento alguna vela se pondría a cantar y a bailar con las tazas. El plato principal era pavo trinchado acompañado con verduras, solo lo piqué un par de veces ya que me la pase atacando la variada mesa de dulces: nueces tostadas , tartas de fresa y queso, palomitas de colores, pudín de vainilla, trufas, manzanas con caramelo, donas espolvoreadas de azúcar etc. Mi abuelo no era fan de el azúcar así que tenía suerte si anotaba unas gomitas y en la lista de compras que le daba a Dani.
Estiré la mano para ir por mi segundo panecillo cuando vi que que ya no tenían de chocolate, estoy muy segura de que había uno hace diez segundos. Maldije en voz baja y tomé un vaso con de limonada rosa, no era un panecillo pero tenía sed.
- Ups, era el último.
Casi se me cae el vaso en el sostén al ver a Alec a mi lado, y con MI panecillo en la mano. Se recargó en un pilar junto a la mesa con una perezosa y arrogante pose que hizo que mis dedos se doblen.
Negué con la cabeza preguntándome como una persona puede, por si sola, aparecer junto a ti sin que te des cuenta. Poseía un talento que no tenía nada que ver con la teletransportación... Aunque no era eso lo que me abrumaba, era su manera de hacer que el piso me fallara cuando estaba cerca.
- Tenemos que irnos, Lana-canturreó dando un bocado, masticando con lentitud.
- ¿Tan pronto?-separé el vaso de mis labios para hablar. La limonada había logrado quitarme lo empalagoso del chocolate.- Acabamos de cenar.- me quejé con ironía.
- Solo vamos a una reunión con "Papá Consejo" luego nos iremos. -se bufó poniendo los ojos en blanco, su manzana de Adán se movió cuando tragó.- De hecho la reunión empezaba hace diez minutos, pero a una señorita se le ocurrió desaparecerse por ahí y adivina ¿A quién crees que mandaron por ella?
Arqueé una ceja. No desaparecí, he estado toda la noche conversando con extraños y comiendo. Si, el lugar es enorme pero es imposible que no me hayan visto, y aunque fuera así, pudieron haberme llamando.
- No hablo de ti.-explicó al ver mi rostro de incredulidad. -Es Sarah, volvió a discutir con Mónica hace como una hora y nadie la ha vuelto a ver. Cam piensa que se regresó a casa pero yo no estoy tan seguro, ella no lo haría. No sin el SarahMovil.
Mónica no me caía mal al principio, si era molesta y una perra pero no dirigía su ira conmigo hasta esa vez que Alec y yo salimos porque me estaba enseñando magia. Desde ese día se encargaba de marcar a toda costa su territorio, igual que un animal.
- ¿Tú que crees?
Dudé unos segundos antes de responder.
- Los amigos no se descuidan por una chica.-dije sintiéndome la voz de la experiencia cuando en realidad la relación más larga que habia tenido fue a los catorce años, y no iba enserio.
Frunció el ceño. Dio un paso adelante y arrojó a un lado el papel donde venia el panecillo.
- No estoy descuidando a nadie, Sarah es mi hermana y Mónica es...-puso una mueca-como mi prima.
- Yo no meto mi lengua en las gargantas de mis primos-escupí con el máximo sarcasmo que mi tono me permitía.
Una ola de calor se extendió desde mi cuello hasta las mejillas. Desee que el universo conspirara para no estar en la misma zona horaria.
Su rostro se contrajo con seriedad. Mordí mi labio con fuerza «Lo dije en voz alta» maldita sea. Di un paso atrás y fingí prestar mucha atención a la decoración del techo, si tenía suerte solo se haría un silencio incomodo que podía romper comentando sobre la arquitectura...
- Se lo que parece, pero Mónica no es mi novia.-declaró con determinación. No se que reacción esperaba pero definitivamente no era una explicación.- Crecimos juntos, salimos y nos divertimos... luego todo se complicó. Mónica no es mi tipo.
Mi pecho se infló, era unas series de emociones desconocidas que atentaban contra mi cordura y en estos momentos requería mucho de ella. Reí, y no era una risa por cortesía o amabilidad, era alegre, fresca. La mas sincera risa que había producido en toda la noche.
- ¿Mi situación sentimental te parece divertida?- masculló, relajando los músculos de la cara. La seriedad había desaparecido por completo su cara, dejando una inevitable sonrisa.
- No creí que tuvieras algún "tipo" en especial.- me pasé los dedos por el cabello quitándome un par de sujetadores sin goma que me estaban perforando el cráneo. Dos rizos rebeldes bajaron por mi frente dándome un aspecto desaliñado.
Se cruzó de brazos por encima de su pecho. Tenía la mirada alerta y las pupilas dilatadas, su expresión se había calmado, sus hombros no estaban tensos. Se llevó una mano al corazón y chasqueó la lengua fingiendo indignación.
- ¿Me tomas por un ser frío y sin corazón?
- No, solo creí que no eras exigente.-arquee una ceja. Estábamos teniendo una grata conversación sobre parejas. No viajes, no magia, no joyas... Parejas. Y para ser honesta me encantaba.
Se levantó del pilar extendiendo sus músculos, ofreciéndome una prometedora vista de el en traje de gala. Llevó la mano derecha hacia su barbilla partida simulando meditar algo.
- No lo soy, solo espero a alguien que vea al mundo de la misma manera que yo... Deberías saberlo.
La boca se me secó.
- ¿Debería?
- Llevas meses conociéndome, no soy un ser tan profundo y complejo.-refunfuñó mientras se desabrochaba el moño del cuello y lo dejaba sobre-puesto.
- ¿Bromeas? Eres peor que un rompecabezas.-mi pulso se aceleró. Durante estos meses hemos estado estado en un constante tira y afloja. No se si en realidad somos amigos o compañeros o...
- Para ser justos yo tampoco sé mucho de ti.-se acercó haciendo sentir mis rodillas un flan.- Veamos: morena, artista, gruñona y traga-enciclopedias.
Sentí una energía ansiosa construyéndose dentro de mi estomago. Como si una serpiente venenosa estuviera carcomiéndome por dentro, la ultima vez que me interesó la opinión de alguien respecto a mi personalidad estaba en la escuela primaria.
- Esos son prejuicios y estereotipos que tienes por...-comencé a discutir pero me silenció rápidamente con una ademán y una sonrisa caprichosa.
- Como dije "traga-enciclopedias" - sentenció con diversión.
Me crucé de brazos intentando verme más firme.
- ¿Si? Pues... Tú eres... Ególatra, engreído... Y un imbécil.
Negó con la cabeza haciendo que los mechones cafés salieran de su lugar mientras murmuraba algo sobre si tuviera un Mer por cada vez que lo llaman así. Chasqueó los dientes igual que un adulto reprendiendo a un niño, su mirada de superioridad reforzaba los insultos que le había dicho.
- Tenemos una idea errónea el uno del otro.-aseguró.- Creo que hay que comenzar a conocernos mejor.
Nuestros ojos se entrelazaron, era un contacto que ninguno parecía estar dispuesto a romper. El corazón me golpeaba como si quisiera salir de mi pecho, su retorcida melodía hacia sonido en el hueco espacio de adentro.
- ¡Con un carajo!-maldijo acabando así con nuestro momento.- Hay una reunión y yo te estoy entreteniendo... ¿Qué te parece si nos conocemos en el camino?
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Hola quimeras, miserables, ruiseñores, monstruos, alisens y mujercitas.
Les pido una disculpa por tener tanto sin subir. Si se dieron cuenta, les aparecieron notificaciones pero no el capítulo. No se a que se deba, me borraron como cinco veces hasta que decidí pasarlo a papel nada como lo clásico.
La buena noticia es que estuve escribiendo otros capítulos y serán publicados más rápido.
Les mando un beso y unas infinitas gracias por leerme.
La foto de arriba son Las joyas del tiempo *~*
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