Capítulo Cincunta y dos: El Tártaro
Al tratarse de un lugar llamado el Tártaro, me imaginaba algo así como un edificio enorme con luces de colores saliendo de las ventanas; una estruendosa música haciendo vibrar los cristales, y una larga fila de gente a fuera, entusiasmados por entrar a un bar de mala muerte. Pudiera haber apostado mi riñón a que por lo menos habría un tipo robusto impidiendo el paso, las típicas mujeres coqueteando con desconocidos en la entrada, o un sujeto ebrio contándole a un poste la problemática de su vida.
Sin embargo, no había nada de eso. Dejé -igual que siempre- que mi imaginación divagara sobre lo que iba a encontrar, por eso, al aparecer frente a una choza a punto de desmoronarse, estoy segura de no querer intentarlo de nuevo.
La edificación era tan grande como mi baño; tenía el aspecto de alguna casa que usarían para hacer películas de miedo... No, mejor dicho cortometrajes, esas que usan los directores jodidos cuando llegan a la conclusión de su bajísimo presupuesto.
La pintura de las paredes estaba mugrienta, se desprendía por la humedad, al grado de que ya no se podía reconocer de que color era. La puerta de la entrada se encontraba cerrada con tablas; no había ventanas, era como una pequeña bodega de almacenamiento.
En el techo yacía una enorme lamina que cubría un hueco del tejado. Y en el aire reinaba un hedor a putrefacción que me hacia querer vomitar. Aunque lo peor no era el olor, ni como se veía, sino el tamaño de las arañas que se anidaban encima de la puerta, parecía que sus ocho peludas patas se preparaban para descender y atacar en cualquier momento.
Recordé uno de mis primeros encuentros con Alec, cuando fue a mi escuela a buscar mi expediente y puso el ejemplo de la araña, me pidió que pensara en que haría si saltara a otra época y a una se le ocurriera morderme, pero en el momento de me administraran una cura podría morir porque era alérgica a ese medicamento y todo eso se pudo haber evitado con mi expediente.
Ahora que lo pienso bien ¿Por qué no habrá ido por el de Peter?
- ¡Eh, chicos! ¿Podrían calmar ese alboroto?- Se burló Pet.- Este armario de escobas esta descontrolado.
Alec le lanzó una mirada irritada.
- ¿Este es el bar?- A Sarah le temblaba la voz, sus ojos marrones seguían clavados en los arácnidos.- Por qué si lo es, no quiero entrar.
- No, es un camuflaje.- respondió, abriendo su cuaderno. Leyó durante unos segundos, murmurando.- Aquí es, adentro subiendo las escaleras de la derecha.
- Alec, no hay escaleras de la derecha, ni siquiera un piso al cual subir. A menos que el plan sea ir al tejado, drogarse he imaginar a Nathan, no entiendo como lo vamos a encontrar.- repuse, cruzándome de brazos.
- Esa fue buena- Peter soltó una risita pero la reprimió al ver que hizo crecer el enfado de Alec.- ¿Qué? Lo fue.- se excusó.
- Pensé que eran más inteligentes.- se pasó las yemas de los dedos por la frente para bajar la enorme vena azul que se le marcaba.- El lugar esta encantado con hechizo de re-dirección. Como dije antes, el tipo es paranoico con los humanos, no quiere a nadie que no manipule algún tipo de magia.-suspiró, viéndonos con aparente diversión.- ¡Vamos, equipo! Adentro.
Tragué saliva, contemplado la macabra casita del horror. Si así se veía por fuera, adentro debía ser un asco.
Los lugares muy oscuros, al contrario de otros, no me dan miedo sino una fuerte melancolía. Las personas los asocian con monstruos escondidos en las sombras, o criaturas que pretenden hacerles daño. Bueno, yo recuerdo a papá. Él solía tomarme de la mano en un pasillo sin luz hasta llegar a mi habitación, cada noche durante ocho años, nunca se quejó.
Después de que falleciera, el abuelo no intentó tomar su lugar, cuando se lo pedí me lanzó una mirada de reproche y dijo "Déjala encendida, déjala cada lámpara del lugar encendida para que te recuerde que no eres capaz de caminar sin ella. Qué eres una persona dependiente, incluso cobarde.
Tardé varios años en comprender que no quería ser cruel, solo me formaba carácter, y de no ser por sus duras palabras, en estos momentos no estaría avanzando.
Peter fue el primero en entrar, cerrando los ojos y tomando una gran bocanada de aire, pateó la puerta hasta que las tablas cedieron.
El chillido de los tornillos me puso los pelos de punta.
Esperé algo mágico; una luz que se lo tragara, quizá algo de aire para hacerlo dramático pero él permaneció ahí dentro, en medio de la oscuridad.
Sin decir nada más, Sarah y Alec le dieron alcancé, oí chillar a la castaña diciendo que no daría otro paso con esas "cosas" ahí, Alec protestaba que tenían el mismo derecho de vivir que ella, incluso más ya que las arañas no les hacían la vida miserable a nadie. -Sus palabras, no las mías- La chica puso un campo de energía sobre su cabeza por si a alguna se le ocurría bajar a picarla.
Alec echó una miradita por encima del hombro para ver si lo seguía, al notar que mis piernas continuaban clavadas en la banqueta, se acercó.
- Lana- pronunció mi nombre voz dulce- Puedo matarlas por ti, solo no le digas a Sarah, es que me da asco...pero puedo hacerlo.
- No.- susurré.- no es eso.
- ¿Te da miedo? ¿Erick te acostumbró a palacios y no piensas pisar la humilde casita que con tanto trabajo construyó un pobre desgraciado...
Fruncí el ceño.
- Claro que no.- Yo no era clasista.
Alec caminó hasta a mí, sin avisar, me tomó de la mano.- Entonces vamos.- me anima.
La calidez en su mano me hizo sentir segura, feliz, sus dedos entre los míos eran una fuerte descarga de adrenalina.
Por un momento, cerré los ojos he imaginé que éramos como cualquier pareja, dando una caminata nocturna tomados de las manos. Sonriéndonos el uno al otro, y besándonos en las esquinas como lo harían otro par de chicos.
Lamentablemente éramos dos brujos, en 1924, intentando pasar por debajo de dos arañas para llegar a completar una misión suicida y (si nos va bien) encontrar a la ultima joya. Seria una buena película.
Crucé el umbral sin ver nada más allá de mi nariz. Tenía el mismo asco que te ocurre cuando tocas un líquido de dudosa procedencia, aun no sabes que es pero igual te esperas lo peor.
Contuve el aliento, esperando que una mágica transportación grupal a la que ya estaba bastante acostumbrada, en cambio, obtuve pisotones, empujones y zarandeos porque ninguno tiene consideración por el espacio personal, o son iguales que yo y no se quieren acercar a las paredes llenas de moho.
- Tu codo esta en mi abdomen, Peter- renegó Sarah, empujándome a mí. No la culpaba, es que no se ve ni un carajo.
- Yo estoy acá- respondió, girando el torso. Ese simple movimiento bastó para que Alec se tambaleara pisando repetidas veces a la castaña.
Sarah soltó un grito exasperado mientras devolvía el empujón como si fuera personal, en efecto, mi cara se impactó con la espalda de Peter. Él alcanzó a sostenerme antes de que terminara con los insectos del suelo.
Cuando recobré la compostura, a pesar de que no la culpaba, tiré de su corto cabello hacia atrás con un veloz giro de muñeca.
Entre consternada y furiosa, se volvió rápidamente atizando una bofetada a Alec. Oí el «clap» de su mano firme contra la mejilla del inocente.
- Y-yo...-balbuceó sorprendido.- ¿Qué hice, Sarah?
- Dolió, idiota- reclamó hecha una fiera. Sin tener idea de que había sido yo.
Retrocedí unos pasos antes de que se les ocurriera dialogar y llegar a la conclusión que Alec entró después de mí, entonces se encontraba cerca de la puerta.
De pronto, una pequeña luz verdosa emergió en el aire, podíamos vernos las caras, los muebles gastados, las telas agujeradas... Peter sonreía orgulloso a su diminuta estrella con resplandor esmeralda, el color le daba un aspecto tétrico al lugar del mismo modo que cumplía su función: iluminar.
La discusión cesó, todos nos tomamos un minuto para observar, en especial Alec, le brillaban los ojos como si estuviera presenciando algo magnifico.
- Allá esta- señaló detrás de mi espalda.
Divisé a lo lejos la dichosa escalera; no tenía barandilla, los peldaños tenían tantas grietas que bastaría verlos mucho para que se desplomen.
- La entrada al Tártaro- Pet se rascó la nuca. Alec le lanzó una mueca como diciendo "¿Qué más podría ser?"
No hubo necesidad de intercambiar más palabras, una rápido vistazo y subimos.
El corazón me martilleaba veloz en el pecho, me sentía excitada porque podría pasar cualquier cosa; seria una trampa, acabaríamos en la misma casa pero en la azotea, o bien, llegaríamos a un lugar lleno de desconocidos para encontrar al Onix. Con mi suerte, no dudaría que fuera la primera.
Alec me condujo sin soltarme la mano, conforme avanzábamos me preparaba para obtener un golpe del techo en la frente, o el gélido aire nocturno, sin embargo, me recibió una calidez abrumadora.
Me solté de su agarre para frotarme los ojos, la luz quemaba mis retinas.
- ¡Qué increíble!- oí exclamar a Sarah.
- No hagas escándalo.- la reprimió Alec.
- ¿Seguro que es aquí? No tiene pinta de bar.
- No, no la tiene.
En el instante que pude ver con claridad me quedé atónita.
La imagen que tenía adelante era...irreal.
El bar clandestino lucia como un elegante salón de fiestas, habían mesas con manteles color hueso esparcidas por el centro del lugar.
El suelo de mármol blanco hacia juego con las largas cortinas que parecían una cascada de vino tinto.
La barra era tan larga que siente personas la estaban atendiendo, moviéndose de un lado a otro para despachar lo mas rápido posible; de tanta gente que había se les dificultaba, incluso utilizando magia.
En las esquinas se hallaban dos pirámides de copas con un liquido color ámbar corriendo como si fuera una fuente.
Del techo colgaban inmensos candelabros, el tipo de iluminación que ofrecía un aire suntuoso y acogedor.
Junto a nosotros, habían otras escaleras, estas daban a un gran pasillo repleto de puertas. Alec nos explicó que era la parte de arriba del bar.
La gente andaba de un lado para el otro: charlando, bailando y bebiendo. Es que era difícil resistir el impulso de correr a moverte con aquellas trompetas y saxofones. La música llenaba cada recoveco del salón otorgándole algo mágico.
Me quedé tan embobada que no me di cuenta que un hombre me hablaba.
- ...¿Podría?
Salí de mi aturdimiento. Él tenía las manos adelanta esperando algo.
- ¿Disculpe, no lo oí?- Intenté disimular esbozando una sonrisa.
- ¿Qué si me permite su abrigo?-dijo, moviendo su fino bigote al hablar.
Tardé más en quitarme la gabardina, que Peter en darle la mitad de su ropa: el chaleco, el moño del cuello (decía que lo hacia verse torpe) y quería quitarse los tirantes hasta que le recordé su función.
En cuanto todos terminamos de entregar los abrigos, y el mozo estuvo a una distancia prudente para hablar, Alec nos señaló una mesa de sillón circular en la esquina, apartada de la barra y la pista de baile, el único inconveniente era un tipo ocupándola, sin embargo, no parecía ser un problema para él, caminó hasta el asiento indicándonos con la cabeza que lo siguiéramos.
El chico alzó la vista preocupado, ahora que lo veía de cerca noté que tenía unos trece años, por eso se intimidaba.
- Muévete o te escupo.- Amenazó, dejándose caer a su lado.
- No puedo, m-mi madre esa en una reunión-tartamudeó, cruzándose de brazos.- me dijo que no me moviera de aquí.
El ojiazul parpadeó.
- También te dijo que no deben entrar menores de dieciocho- se aventuró, observando con deleite la expresión asustadiza del muchacho.- Y que arriba o hay oficinas sino habitaciones.
- ¡Alexander!- Sarah le dio un golpe en la espalda tratando de reprimirlo.
El muchacho se puso rojo hasta las orejas, tomó sus cosas dirigiéndose a la entrada por donde habíamos llegado. Me pregunto si cuando baje también estará esa choza, o se transportará a un lugar diferente.
- Eso fue horrible- Sarah se sentó después de Peter y yo.- ¿Qué hay de no hablar con nadie? ¿Y lo del espacio-tiempo? Pudiste arruinarle...
- La vida- completó, jugando con su moño.- No seas dramática, pudo ser peor.
- ¿Cómo?- Peter levantó una ceja.
- Bueno, realmente pude haberlo escupido.
Sarah le soltó repetidos golpes en el brazo, él ni se inmutó. Era igual a un gatito arañando una piedra, no conseguía nada.
Una vez que terminó, Alec se inclinó sobre la mesa, bajando el tono de voz como un mafioso o alguien a punto de relatar una historia de terror.
- Tengo todo planeado- dijo, ante nuestras miradas expectantes.- deben hacer lo que les diga sin titubear.
- ¿Y sino me agrada?- lo retó Peter.
- Sin titubear- repitió- Primero déjame hablar. Cada uno va encargarse de algo distinto, luego de esto no tienen que vernos juntos, seria sospechoso. ¿Entienden?
- Ya lo dijiste dos veces, no somos idiotas.- me quejé, apoyando la mejilla en el dorso de mi mano.
- Debía asegurarme. - miró alrededor de manera paranoica antes de continuar.- Sarah te toca el mastodonte de atrás. Él es el jefe de seguridad, nadie abre o cierra una puerta sin pasarlo. Esta junto a las mesas individuales.
Más allá de donde estaban el grupo de músicos, se veía un hombre musculoso, robusto. Tenía una expresión indescifrable, y una cicatriz blanca desde el cuello hasta la barbilla.
Le miraba los pechos a cuanta chica le pasaba por enfrente, incluso se atrevía a sonreírles. Curioso en una persona de seguridad, se supone que son rocas entrenadas no morbosos.
Sarah se veía complacida al notar el punto débil de su adversario, llevaba todas las de ganar.
- No te pases con él, debe tener sus sentimientos.- pidió Alec, mordiéndose el labio inferior para no reír.
- ¿Quieres que lo quite de la salida?- En su cara se podía ver que cavilaba las posibilidades para joder al guardia.
- Quiero el juego de llaves que lleva en sus pantalones.
- Hecho.
Sin perder mas tiempo, se enderezó de un salto, jalando los tirantes del vestido para hacer más pronunciado en el escote.
Vislumbré a lo lejos como se retocaba el maquillaje. Sarah Morgan era el tipo de persona que sabia lo que tenía y lo usaba a su disposición sin ningún remordimiento. Tomaré como nota mental invitarla a clubs nocturnos, quizá nos dejen entrar sin sobornos.
- Peter- Alec pronunció su nombre como si lo regañara- Te toca lo mas divertido de la noche.
- No pienso seducir a un guardia- interrumpió, poniendo una cara de fingida indignación.
- Tu vas a hacer la distracción, algo tan grande que tengan que desalojar el lugar. Sin heridos -añadió.- Quiero pánico.
Peter me guiñó un ojo, dispuesta a correr igual que Sarah. Antes de que levantara siquiera una pierna, Alec lo tomó de la camisa tirando hacia atrás.
- Todavía no, te daré una señal
El rubio soltó un gruñido exasperado.
- Tantas películas te están dejando imbécil. No eres Rambo, ni Indiana Jones, eres Alec Sullivan un tipo con gusto por los esteroides que viaja en el tiempo. Déjame ir a hacer mi trabajo.
- Cabrón- murmuró soltándolo.- Se tiene que hacer en el momento preciso- Ve allá y fije se extranjero.
Peter lo miró confundido.
- Bien, avísame cuando dejes de jugar a los espías.
Lo contemplé acercarse a la barra, sonriendo con naturalidad a las personas que bebían sobre los bancos.
Ese era su truco, respirar profundamente y fingir que a todos les agradaba. Cada parte de él destilaba confianza, hacia amigos con unas cuantas sonrisas. No se de donde lo había sacado, Rose era tímida he ingenua pero una dulzura de mujer. Y John, bueno, era un bastardo.
A lo mejor por eso cautivaba, porque no se parecía a sus padres, Peter era...Peter.
Me giré hacia Alec para que me dijera lo que me tocaba hacer, pero el ya estaba caminando en dirección a una escalera de caracol.
Me enderecé a toda velocidad para alcanzarlo, apretando la boa contra mis codos para no perderla.
- ¡Eh!- lo llamé antes de que se me rompieran los tacones.- ¿Qué hago yo?
Estudió mi rostro unos largos segundos, luego desvió la mirada.
- Ayúdale a Sarah o a Peter.-continuó subiendo, pero se detuvo en el tercer peldaño, miraba de reojo mi expresión enfadada. ¿Es que no me creía capaz de hacer algo bien?
Debía temer que lo arruinara por eso no me lo dijo, a pesar de que pudo ser más sutil y decir que la distracción era para ambos desde que estábamos en la mesa.
- ¿Ves la puerta de allá?- observé a donde él indicaba. Era detrás de la pista con mujeres bailando, se hallaba una puerta blanca que apenas se distinguía. Asentí emocionada.- Cuando comience el alboroto escóndanse ahí.
Una parte de mí -una muy pequeña- tenía la esperanza que me asignará algo que hacer.
- ¿A dónde vas tú?- me recargué en la barandilla- ¿Por qué mejor no lo hacemos sin separarnos?
Suspiró derrotado, bajó para ponerse hasta la altura de mis ojos, recargando las manos sobre mis hombros como si negociará con una niña.
El profundo azul eléctrico de su mirada me estudió un momento antes de hablar.
- ¿Crees que soy feliz dejándote con un montón de extraños?- preguntó, su aliento a hierbabuena me acariciaba el rostro.- No podemos ir y hace cosas a lo impulsivo como...
- Como yo- completé retrocediendo un paso. Las manos le cayeron a los costados.
- Como sino pudiéramos hacerlo mejor. La parte de arriba es algo mas tranquilo, solo para parejas, la música es lenta, ahí debe estar Nathan. Si voy a tocar la puerta de su despacho me echará cual perro sarnoso, en cambio, si le digo que hice mierda su bar tendré toda su atención.
Parpadee intrigada- Eso es una lógica muy estúpida.
- Lo es, pero al hombre le gustan los desafíos, los buenos contrincantes.- se encontró de hombros- Lo tengo, confía en mí ¿puedes?
- Claro, pero y si...-me plantó un fugaz beso sobre los labios y desapareció, dejando una ráfaga de aire a su alrededor que hizo volar las cortinas.
Esto de la teletransportación comenzaba a hartarme.
*********
Media hora. Treinta malditos minutos buscando, me duelen las piernas, quizá Alec ya dio la "señal" para crear el desorden pero yo sigo tratando de hallarlo.
Al regresar a la barra no encontré a Peter por ningún lado, revisé de nuevo en la mesa, he intenté llamando a cada rubio que veía de espaldas. No podía haberse perdido, es decir, si es distraído, pero sabe lo importante que es esto, no iba a irse a recorrer el lugar ¿o si?
La avalancha de incertidumbre carcomía mis nervios, no sabia si Alec estaba bien, Nathan pudo hacerle algo. Esa también podría ser la explicación de por que desapareció Pet ¿Y si tenían a ambos? Puede que en este momento esperen recibir mi ayuda... No, debo pensar con la cabeza fría. Sino es así, Alec me matarían por no acatar el plan.
Suspiré frustrada. Este lugar no es tan grande ¿donde pudo haberse metido?
Dudo que me haya dejado sola con esto, no tengo la menor idea de que hacer. Y tampoco voy a interrumpir a Sarah, estaría confirmándole a Alec que no puedo encargarme de una tarea.
Me recargué contra la pared, con la frialdad en mi espalda me obligué a pensar. Podría crear un pequeño incendio, pero alguien saldría herido...¿Qué digo? Son todos brujos, lo apagarían con un ademán.
Si secuestraba a un músico y lo encerraba en los baños... No tengo madera de criminal, además ese sujeto del saxofón se ve bastante gentil ¿Quién soy yo para amordazarlo y privarlo de su libertad?
- ¿Cautivada por la melodía?- inquirió una sedosa voz.
Al rotar el cuello, me topo con unos ojos azul claro bordeados de espesas pestañas postizas. Era una mujer entre sus 27 o puede que 28
Llevaba el mismo corte hasta la barbilla que Sarah se había hecho, excepto que el de mi amiga era alborotado, en cambio, el suyo parecía aplastado al craneo.
- En realidad, buscaba a un amigo.- respondí, tratando de soñar amable.
Se situó a mi lado, su forma de caminar destilaba tanta sensualidad y elegancia, pareciera que cada uno de sus movimientos pertenecen a un baile.
- También te abandonaron- dedujo, chasqueando la lengua.- Hombres, todos son iguales, pasan por encima de ti de la misma manera que lo harían un tapete.
Maldije para mis adentros. Lo ultimo que me faltaba era una mujer despechada contándome sus problemas amorosos. Aunque, como suele ocurrirme, pensé en voz alta, dándole seguimiento a una conversación que no me interesaba en absoluto.
- Alec no es así.
Las comisuras de sus labios carmesí subieron hasta provocar arrugas en el borde de sus ojos. Su dedo finísimo de manicura perfecta me dio un golpecito juguetón en la nariz ¿Qué tenía hoy que todo el mundo me trataba como si tuviera dos años?
- Alec, Chris, Kenneth... Diferente nombre mismo molde.-soltó una educada risita de su propio chiste.- Tu eres muy joven para entender, no obstante, no creo que deberías conformarte con uno. Al fin y al cabo terminan dejándote, igual que mi primer esposo, Eddie.
- ¿Se divorciaron?- No me importaba, pero fingía interés porque no la volteaba a ver.
Tardó en contestar. Sacó una boquilla de cigarro de entre su bolso, la encendió y la colocó entre sus dientes dandole una fuerte calada.
- Murió en la guerra.
Tragué saliva, pasando de ignorarla a contemplarla fijamente.
- Lo lamento.
- No lo hagas, era un parasito.- Dejó caer la cabeza hacia atrás- Espero que haya ido al infierno...
Las palabras sonaban lastimeras, a punto de llorar. Entonces me di cuenta que había bebido. Sentí una gran admiración por lo bien que lo disimulaba, yo a las tres copas estoy cantando o riéndome de cualquier cosa.
Se secó una lagrima usando los flecos de su vestido.
- Disculpa, te estoy incomodando.- Me ofreció su cigarro como ofrenda de paz, acepté. Porque quién rechaza la paz de una desconocida llorando.
Le di una ligera calada, la áspera sensación se coló por mi garganta haciéndome soltar una estruendosa tos. No se como Alec hace esto a diario.
Rió dulcemente, dándome palmadas en la espalda.
- Uff, no aguantas nada.-comentó con burla.- Me encantaría seguir conversando pero tengo que ir con mi primo, esta arriba, se pone como fiera cuando no lo ayudo a organizarse, iban a venir unas...
Le entregué la boquilla para que se llenara los pulmones y dejara de parlotear.
- No importa, también tengo que buscar a mi amigo.
- Espero verte otro día.
«No lo harás» pensé
- Incluso podría enseñarte a fumar, no es difícil una vez que te acostumbras. Al principio el humo te molesta.
A mi cerebro llegaron una avalancha de posibilidades.
- ¿Cómo dices?- Sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo, poniéndome alerta, como una descarga de adrenalina.
- El humo -volvió a decir.- es horrible, te entra a los ojos y no puedes ver nada-torció un puchero- Aunque no tardas en acostumbrarte, a lo mejor solo me ocurría a mí.
Eso era.
- Gracias. Me tengo que ir- eché a correr lo más rápido que los tacones me permitían. Mis músculos gritaban en señal de protesta.
- ¡Oye!- gritó con las manos alrededor de la boca.- ¿Cuál es tu nombre?
Dudé en decirle o no...¿Qué más da? Ya no la veré.
- Lana- respondí antes de seguir con mi carrera.
- ¡Yo soy Kate!
- Kate la lunática- dije, una vez que me encontraba lejos, donde no pudiera oírme.
Pero gracias a ella se me ocurrió algo perfecto para la distracción.
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
Hola buena gente de Wattpad 🌚
No me se me ha olvidado subir, de hecho, escribí el capítulo anterior y este el mismo día pero no me gustó como quedó, prefiero dárselos bien hechos, mas ahora que habrá drama y momentos cruciales 😈
Muchas gracias por leer y comentar, les mandó un beso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro