Capítulo cincuenta y nueve: El principe del infierno
Deslicé la mano por la perilla, cambiando mi peso de una pierna a otra. Inquieta.
Tras esa habitación se encontraba el abuelo, Cam, Eliot y algunos extraños que alcancé a distinguir en el umbral antes que azotaran la puerta de caoba frente a mi nariz "será sólo un minuto, busca a Wanda para irnos" había dicho hace más de una hora. Por supuesto, no busqué a nadie. Me puse a explorar la sala de estar; ojee unos libros, metí los dedos en la pecera, le hice muecas a ese espejo de pared... De vez en cuando, escuchaba como si estuvieran arrojando cosas ahí dentro pero en el momento que acercaba la oreja a la puerta era igual de silenciosa que un cementerio.
Aunque no lo admitiera en voz alta; tenía miedo. Sentía que si me alejaba lo suficiente del abuelo sucedería alguna otra locura, algo como enterarme que Jeremy Lombardi era el nuevo Diamante Púrpura que viajaría en el tiempo igual que nosotros. O que un nuevo sujeto me dijera "también conozco a Catalina" Lose, enfermizo pero inevitable.
Se me ocurrió que podía encontrar cualquier cosa para matar el tiempo hurgando en los pesados cajones del estante; eran viejos, estaban llenos de polvo por dentro. Entre insectos y periódicos del año del caldo, hallé lápices de colores, llaveros rotos, unas libretas arrugadas y un pequeño álbum de recortes. Ese ultimo capto mi atención, le quedaban muchas hojas en blanco cubiertas por plástico para guardar dibujos.
Una sonrisa satisfecha se plasmó en mi rostro, igual que una niña saliéndose con la suya.
Eché una ojeada a las primeras páginas, parecían fotos antiguas con gruesos marcos de brillantina y flores aplastadas de papel, incluso habían párrafos en una cursiva ilegible.
Despegué la imagen de una mujer sosteniendo una sombrilla, no parecía darse cuenta de que la fotografiaban. Su mirada ausente se posaba en el charco bajo sus zapatos puntiagudos con la misma delicadeza que las abejas saqueaban las flores. Los cabellos finos cubrían parte del cuello tapando el rostro del joven que la sujetaba por detrás: las anchas manos de él la envolvían por la cintura... ¡Vaya! Quién consiguió captar esto debió llevarse la lotería, parece que las cosas a su alrededor se adaptaron en el segundo preciso.
Tomé un lápiz negro, golpeándolo contra la mesa para hacer la punta gruesa, y así estuve; haciendo trazos largos e imperfectos, sombreados en los ángulos del rostro, dibujando el charco con el reflejo del abrigo en ese papel tan viejo que lucía a punto de desbaratarse entre mis dedos. Conseguí una réplica aceptable hasta que el lápiz resbaló.
La puerta se abrió de golpe estrellándose estrepitosa contra la pared. Me incorporé de un ágil salto pero no era el abuelo quien venía. El corazón me dio un vuelco, no estaba haciendo nada malo pero me sentía nerviosa.
Cyprian Jonson salió junto a tres hombres fornidos, al principio creí que solo lo acompañaban, no obstante, pude reconocer al sujeto de la escolta luego del viaje Río Durembo, era el mismo que había intentado disuadir a su compañero que no me asesinara con ese extraño cuchillo. Pensándolo bien ¿Por qué Cyprian tiene guardias? "Para protegerlo"- me respondí a mí misma- a pesar de que otra voz susurraba que se trataba de algo similar a nuestro caso "para evitar que escape"
Dejé la paranoia de lado, erguí la espalda mostrando la sonrisa menos falsa que pude.
- Hola.
El vidente giró el cuello esbozando una mueca amable que formaba arrugas junto a sus ojos.
- ¡Tana! - saludó alegre. No lo corregí.- ¿Esperas a tu abuelo?
- Aja- mordí el interior de mi mejilla, echando un vistazo cauteloso a los hombres detrás- ¿Ya terminó su reunión?
- No, aún no- Se aclaró la garganta. La expresión fastidiada que poseía era distinta a esa serenidad que relajaba sus facciones.- Richard dijo que fuera a dormir, fue un día complicado, hice demasiado trayéndolos devuelta.
Crucé los brazos, lanzándole ojos inquisidores.
- ¿Cómo lo hiciste?
Él negó ligeramente con la barbilla, lanzándo una advertencia silenciosa.
Después me estrechó la mano a modo de despedida, olía igual que que un frasco de especias fuertes; como hojas de menta seca y pimienta entera.
Tragó saliva, clavando la vista en un punto lejano detrás de mí. Pensé que se volvería a poner extraño murmurándole a la nada, sin embargo, deshizo el agarre dando largas zancadas hacía el sofá.
- ¿Qué cosa tienes ahí? -levantó el álbum con mucho cuidado, examinando el borde doblado de la pasta. Puede leer el reconocimiento en su rostro.
- Fotos antiguas.- luego de decirlo maldije, seguro él ya vivía en ese entonces- B-bueno...¡no tanto! Si son tuyas puedes llevártelas o no-balbuceé, enredándome el cabello en los dedos.
Soltó la risa más sincera y fresca que había escuchado en toda la noche.
- Me gustaría conservar esto sino te importa- alargó el otro brazo sujetando el frágil dibujo que hice entre la yema de los dedos- Ellos piensan que el pasado me pone mal pero no dijeron nada sobre un dibujo reciente.
- Adelante - me encogí de hombros poniendo una cara indiferente cuando por dentro tenía una lista de dudas a esas simples palabras. No me atreví a comentarlas delante de esos hombres escuchando.
- Que pases buena noche.- canturreó, manteniendo el mismo ritmo veloz mientras se alejaba.
Seguí a Cyprian con la mirada hasta que se perdió entre las sombras del pasillo, los hombres pisándole los talones igual que perros bien adiestrados.
Suspiré abatida, frotándome el rostro con ambas manos. Moría de sueño.
- ¿Y si entro dónde está el abuelo para pedirle que nos vayamos? Quizá obtenga un par de miradas reprobatorias pero así podría recordar que tengo ganas de dormir, o puedo echar una siesta en el sofá...
- Ni se te ocurra, niña psicótica. El sillón es mío.
Pegué un brinco, llevándome los brazos frente a la cara como si se aproximara una pelota.
La comida que amenazaba con volver salir de mi estómago se mantuvo quieta al ver el cabello verde de Max. Estaba sentado sobre el sofá individual junto al librero, sosteniendo una botella y vasos de vidrio llenos hasta los bordes de un líquido transparente. Su tranquila sonrisa de felino me revolvió las entrañas.
- Estúpido - conseguí decir entre balbuceos.
- Loca -replicó, añadiendo hielo a su bebida.- Estabas murmurando sola otra vez, eres Cyprian con tetas.
Miré a ambos lados, buscando los restos distorsionados alrededor que ocurrían cuando te teletransportabas pero no había ni una mota de polvo fuera de su lugar.
- ¿Te hiciste invisible? ¿Cuánto llevas aquí?
- Lo suficiente para saber qué manoseaste mis peces.
- Son de Richard.
- No les da de comer, ni siquiera cambia el agua -se interrumpió, negando mientras bebía de un sorbo el contenido de vasito.- Olvídalo -la voz áspera por el trago- mejor dime que tanto platicabas con el vidente ¿Planeaban una tarde para ligar con las paredes?
Emití un gruñido desde el fondo de la garganta, mordiéndome el interior de la mejilla.
- Largo -ordené, luego me dejé caer en el sillón siguiente al suyo.- Quiero esperar al abuelo. Sola.
- Es un país libre -dejó salir una risita ante mí expresión enfadada- Helen me quiere aquí, amor. Y sus debo acatar sus ordenes si quiero inmunidad.
- Ósea que eres la ramera de Helen.
- Soy un prestador de servicios pero eso no incluye tirarme a la mamá de Mónica.
- Bien -murmuré, extendiendo las piernas sobre el descansabrazos. Tenía toda la intención de dormir lo que durara su maldita junta.
Abracé un cojín, tomando largas y profundas respiraciones.
La sensación de cansancio se apoderó de mí, pensé oír las celestiales arpas de ángeles recibiéndome pero era la horrible voz de Máximo.
- ¡Oye, Lana! -susurró bajito y estuve tentada a no responder.
Abrí un ojo receloso.
- ¿Qué?
- ¿Sabes la idiotez que hiciste?
- ¿Además de seguirte la conversación? No.
Max se irguió, depositando su enorme botella en la mesa. El cristal contra cristal causó un endemoniado ruido que consiguió erizarme los cabellos de la nuca.
- Esta vez lo jodiste, le dibujaste una fotografía. -hizo un ademán a los lápices de colores regados y al viejo álbum sobre el estante.
- ¿Temes que no le haya gustado? -torcí un puchero fingiendo tristeza.
Max dijo entre dientes una palabra que sonó igual a "cínica" mientras agarraba la foto que usé para copiar.
Me causó mucha curiosidad la manera en la que la sujetaba, como si fuera el objeto más valioso y temiera estropearlo.
- La muchacha en la foto era su esposa -dijo socarrón, deleitándose por mi mueca sorprendida.- La asesinaron antes de cumplir los veinticuatro y Cyprian lo vio. Un par de años antes de esa foto, de hecho, él es quien la abraza por detrás... ¿Ya no es divertido?- inquirió con el mismo tono burlón que yo utilicé.
Desvié la vista, tragando un nudo que se me formaba en la garganta.
- ¿Cómo iba a saberlo?
Él se encogió de hombros, extendiendo adelante un vaso como si brindara en mi honor.
- ¿Te doy un consejo? Mantén distancias con los videntes, no son muy...-buscó la palabra- confiables. ¿Por qué crees que me alejé de esa chica? Erika. La extraña.
Fruncí los labios, tomando el pequeño vaso rectangular que Max ofrecía. Lo olfatee antes de llevármelo a los labios; alcohol. Bebí el contenido de un sorbo haciendo una mueca.
De pronto, aquella puerta color chocolate volvió a abrirse, impactándose y haciendo caer los cuadros colgados en la pared ¿Es que nadie podía abrirla con cuidado?
Una corpulenta figura se deslizó a través del marco, levanté la mitad de mi cuerpo rogando ver los mechones negros del abuelo salpicados de canas plata, sin embargo, quedé boquiabierta. Era Peter.
Me giré indignada hacia Max.
- ¿Por qué él pudo entrar?
- ¿Te parezco el administrador del templo? -se mofó, quitando un cojín violeta para ponerlo en su abdomen, improvisando una mesita, sostenía vasos de cristal como un experto barman.
- Querían una declaración, nada interesante -comentó Peter, levantando mis pies para sentarse y luego dejándolos caer sobre su regazo. Aún vestía ese lindo conjunto blanco sin el sombrero que nos hacía parecer uniformados- alguien que pudiera explicarles sin quejarse o hacer preguntas peligrosas.
Intercambié una mirada confundida con Max.
- ¿Y tú eras el mejor candidato?
- No -soltó sin ganas, jalándome el cojín que abrazaba para descansar su nuca- Yo fui el idiota que se quedó en la mesa, por lo tanto, el único al cual podían tomarle declaración ¿Tú dónde estabas, traidora?
Tragué saliva, intentando recordar la misma mentira que le dije al abuelo.
- Fui a ver las pinturas -logré decir manteniendo esa sonrisa perezosa- Los decoradores tienen un gusto exquisito.
- ¿Casi dos horas mirando cuadros viejos?
- Como dije: un gusto exquisito.
Puso una cara recelosa, esa donde levantaba las cejas, fruncía los labios y trasmitía el mensaje pretensioso: No te creo.
Claro que no lo hacía, si Catalina estuviera viva estoy segura que no me conocería mejor. Ni siquiera una gemela siamesa adivinaría mi estado de ánimo como lo hace él.
Mañana le contaría todo, quizá en la escuela donde Jeremy no husmeara.
- Como sea -se encogió de hombros, tomando el vaso rectangular de vidrio que Max le ofrecía. Bebió todo el contenido, un gran sorbo y se enjuagó la boca con el dorso de la mano.- ¿De qué hablaban antes de que llegara?
Sentí alivio cambiando de tema.
- Max justificaba el rechazo de la chica vidente.
- Lana dibujó a la esposa muerta de Cyprian -acusó.
Peter puso los ojos en blanco.
- No hay justificación para lo de la chica, ella estaba buena y Max... Saludable.-decidió examinado a aludido. Giró el cuello, posando la barbilla sobre la mano mientras me veía- ¿Un dibujo de su esposa?
- ¡No lo sabía! -repetí, se oía como el chillido agudo de gato.
- ¿Qué tiene de malo? -le reprochó a Max. Me sentía como en una reunión escolar donde había hecho algo malo y el abuelo abogaba por mi inocencia con aquella profesora de rasgos varoniles.
Max se inclinó adelante, subiendo ambas piernas al sofá. Echó una ojeada alrededor, no habría sido sospechoso sino hubiera bajado el tono de voz hasta el punto que sonaba como un narrador barato de cuentos en fogatas.
- No es un secreto que Richard e Irina son las cabezas principales y el vidente está de adorno pero él se ganó ese puesto en el Consejo muy bien hace años...-se interrumpió - Poca gente lo conoce, su vida fue horrible por eso a veces no sabe de lo que habla.
- Además de la esposa ¿Qué fue eso fan horrible? -inquirió Peter.
Bajé las piernas de su regazo y ambos nos pegamos al descansabrazos prestándole más atención que en las lecciones.
Max chasqueo la lengua, molesto por la silenciosa petición, sin embargo siguió.
- El padre de Cyprian tenía un circo, lo heredó de sus abuelos. Ahí conoció a Gina, era bailarina y trapecista. Se casaron jóvenes, la pareja se dedicaba a recolectar gente de distintas partes del mundo para nuevos actos pero el circo no era un buen negocio o no lo fue hasta su primer hijo -la voz tensa- Los dos humanos procrearon al vidente más poderoso que se hubiera visto en años, aún es un misterio, dicen que Gina tenía amantes. - pasó la lengua por sus labios humedeciéndolos- No tardó mucho para que se dieran cuenta de su "talento" a los cuatro años podía decir quién llamaba la puerta sin ver o avisar cuando llovía. A los siete comenzó a ver fantasmas.
A mí lado, sentí a Peter tensarse.
- Dijiste que los fantasmas no existían -reproché intentando sonar fastidiada, aburrida. Cualquier emoción posible ocultando los nervios.
- Fantasma es un término incorrecto -determinó, sujetando a Peter por la muñeca hasta que su pulsera de Esmeralda quedara a la vista de todos- lo que está dentro de esa joya es un alma. Los espíritus del alma que se rehusan a seguir su curso tienden a quedarse en este mundo, solo los poderosos lo logran.
Tartamudeé boquiabierta.
» Tranquila, al igual los brujos y otros seres "paranormales" -hizo comillas con los dedos- son muy escasos. Normalmente son personas que se niegan a la supuesta transmigración o reencarnación.
- ¿Supuesta? -Peter dejó escapar un grito ahogado de consternación- ¿Ni ustedes saben a dónde vamos después de la muerte?
- No somos dios, Lockwood.
- Olvídalo, sigue con la historia -lo apremié. Frotándome las manos por el repentino cambio de temperatura.
- Su familia prácticamente lo explotó, llegaban clientes de todo el mundo a meterse bajo esa pequeña carpa para ver a un niño diciéndoles cosas que querían oír, se metía a sus cabezas leía recuerdos y la gente se quedaba maravillada .- esbozó una seca sonrisa- Tres años después los Jonson se podrían en dinero, el niño era cada vez más reconocido por sus hazañas pero al Consejo no le gustó.
Los convocaron a un juicio aquí en el Templo -hizo un ademán señalando alrededor- la condición fue no volver a hacer otra sesión, incluso les advirtieron los riesgos que corría Cyprian por usar su habilidad. No les importó.
» Se mudaron a Irlanda, él era muy inteligente a sus cortos doce años, lo suficiente para entender que era estaba mal eso que su padre le exigía; meterse a la cabeza de los muertos para que le contaran el infierno o cielo que les esperaba después de morir -Max llenó nuestros vasos antes de continuar- Al principio Cyprian no podía meterse a sus cabezas ¿Y quién si? Se trataban de cuerpos vacíos, un simple cascarón sin alma. El señor Jonson no aceptaba un no por respuesta, lo presionaba demasiado. Llegó a darle palizas para incitarlo ¿Quieren saber un detalle morboso? No conforme con las escalofriantes horas en el cementerio, el padre le trajo restos humanos a casa con la intención de "conectarlo"- nos miró fijo, esperando que le dijéramos algo. - Cuando por fin logró cruzar la línea entre el mundo material y espiritual no le dirigió la palabra a nadie durante meses, no dormía. Llamaba a Gina a gritos en las noches diciendo ¡Están sobre mí, quieren llevarme!
- Argg -gruñó Peter, su voz áspera por la bebida.
- Fue en ese momento donde el aura adquirió un tono oscuro, las personas que iban a contactar a parientes fallecidos se llevaban una descripción detallada sobre el día de su propia muerte. Las malas lenguas le decían "El príncipe del infierno" -sacudió los dedos en el aire haciéndose el misterioso- Según cuentan, lo peor era la noche. Criaturas monstruosas aparecían a pie de su cama tratando de asfixiarlo con la almohada o encerrándolo en su armario mientras le susurraban en una lengua desconocida. Despertaba golpeado, con rasguños y marcas en el cuerpo visibles para todos.
Trató de suicidarse, seis veces hasta que el Consejo lo reclamó. La gente dice que tiene más edad de la aparentada, los espíritus no lo dejan partir sino es con ellos. Él sabe que hay detrás de la muerte.
Se produjo un silencio cargado. Nos miramos los unos a los otros con expresiones de poker, incluso cuando apostamos dinero no somos serios.
- ¿Esperas que me crea semejante estupidez? -bufó Peter, aliviando la tensión en el ambiente.- ¿Fantasmas? ¿Restos humanos? Estás hablando del dulce viejecito loco, ese que apenas pude caminar y hace grandiosos chistes racistas sobre la ascendencia afroamericana del canciller. No puede ni abrocharse las agujetas ¿Habrá fallado en seis suicidios?
- Lo de la trapecista fue buen toque -añadí, uniéndome al escepticismo. Admito que me lo creí un momento.
El rostro ofendido de Max no tenía precio.
- Pueden reír o podemos ir a que lo vean ustedes mismos en los registros dentro de la oficina de Richard.-dijo mordaz, cruzándose de brazos.
- Su imaginación es abrumadora, señor Rivers -me burlé, usando un tono cordial y jocoso de una elegante mujer mientras codeaba a Peter - ¿No lo cree?
- Desde luego, mi señora -concordó Peter, al igual que un mayordomo- El peróxido y esa botella acabaron con sus neuronas.
Max sonrió irónico levantando el dedo de en medio.
- Váyanse al carajo, no vuelvo a contarles nada.
Fue cuestión de segundos antes de estallar en grotescas carcajadas, resonaban por la pequeña sala de estar y lo más divertido era la mueca furiosa deformando las facciones de Máximo.
*************
Era casi media noche cuando los demás volvieron, yo dormía plácidamente sobre el cálido hombro de Peter y Max se hallaba acurrucado en la alfombra, abrazando esa pecera cuadrada como si requiriera calor corporal.
Oí los ruidosos tacones de Mónica clavándose en las baldosas provocando ese traqueteo irritante. Luego seguían Wanda y Sarah cuchicheando quien sabe que , pisándole los talones a Alec, este último casi se tropieza con Max, causó el estruendo suficiente para despertarnos a todos por completo.
Max gimió de dolor.
- ¡Baboso! -recriminó, sobando el brazo pisoteado- ¿Por qué no te fijas por donde vas? Eres una vaca estúpida.
- ¿Yo? Tú estabas atravesado por donde la gente pasa -Alec le dio una patada en el estómago, molesto por el insulto - ¿Qué están haciendo?
- Un trio -gruñó el peli-verde- ¿A ti qué te parece?
Alec hizo un gesto con la barbilla en mi dirección.
- Erick los está buscando -había una neutralidad alarmante en sus palabras, sino lo tuviera en frente me atrevería a decir que es un robot.
Retorcí las manos en mi regazo, el corazón me latía irregular era un incesante golpeteo en el pecho que dolía. No tenía idea si se debía al susto o a esa excitación que causaba su presencia.
- ¿No se supone que estaba allá?- balbuceé señalando la puerta de caoba entre abierta, se divisaba desde aquí la luz apagada y solo muebles llenándola. Me incorporé de forma brusca ¿había terminado?
Peter se puso de pie soñoliento, frotándose los párpados mientras hablaba como si estuviera anestesiado.
- Voy a pedirle que me lleve a mi departamento -apretó los labios resecos- quizá Sophie aún no ha sacado las cosas por el retraso del alquiler. Los veo después -se despidió, alborotando la corta melena de Sarah antes de desaparecer.
Lo seguí de forma cuidadosa para no caerme con las piernas de Max, sentí eternos los metros antes de llegar al pasillo.
Eché un último vistazo tras mi espalda, mostrándoles la sonrisa débil y ensayada que hice con Cyprian hace rato.
- Necesitamos hablar -dijo Alec, su voz me paralizó.
Jalé a Peter de la camisa, volviéndome sobre los talones. Era toda oídos.
- Sobre la desvinculación -siguió él - Dijeron que nos querían juntos dentro de un mes mientras se organizaban para el hechizo...
- No creo que empiecen sin nosotros -lo interrumpí cortante, la voz gélida.
No sé que esperaba ¿disculpas? Apreté los dientes y retomé la marcha detrás de Peter.
Las dudas carcomían mi cerebro ¿Qué será de nosotros cuando no tengamos las joyas? ¿Cuándo ya nada nos una? ¿Cómo diablos voy a adaptarme?
De pronto, me entraron unas intensas ganas de llorar, eran cansancio y nostalgia mezcladas, oprimiéndome el pecho hasta que doliera.
Un pensamiento fugaz avivó las emociones ¿Qué estaría haciendo en estos momentos hace unos meses? Seguramente en una discoteca, creando juegos para beber con Peter. O en un partido de hockey, comiendo ositos de goma mientras el entrenador Sheridan ponía a correr a Jeremy en círculos.
Extrañaba eso, no quería elegantes fiestas al pasado ni brujos enfermos tratando de quedarse con el collar... ¡Maldito collar! si tan solo hubiera sido esa bonita piedra inofensiva de hace años.
Peter me dio un suave empujón usando la cadera.
- Puedo oler tu preocupación desde aquí.
Levanté la barbilla y me crucé de brazos.
- Quizá es el agua del río Durembo -jugué - esa cosa hace que te lagrimeen los ojos.
- No tienes que ser siempre de piedra, Lana. Eres humana...-se detuvo pensando- en realidad bruja pero no es el punto.
Lo miré expectante, poniendo una especie de puchero pequeño.
- Hoy fue el peor día de mi vida y quiero ir a la cama.- mi voz titubeó- Fue todo ¿Si? El viaje a los años veinte para nada, el estrés... Las personas; Alec, Wanda, el abuelo, el bastardo de Nathan, los del Consejo e incluso Jared. ¡Estoy harta!- gemí- incluso vomité y estuve llorando ¿de acuerdo? Yo no lloro. Estoy comportándome igual que una perra temperamental, justo como Wanda...-el aire me faltaba- solo pido dos segundos de normalidad.
Peter torció una sonrisa triste, estiró los brazos y yo me refugié debajo de ellos temblando sin poder controlarme.
- Todos se pueden ir al carajo -pasó las manos sobre mi cabello desenredándolo.- Esta bien llorar de vez en cuando.
- Eso lo dices porque eres marica.
Su pecho subía y bajaba por la risa. Me pellizcó la nariz antes de soltarme.
- Muérete, Lana. Estoy tratando de consolar tu drama.-se colocó ambas manos en las caderas fingiendo molestia- ¿Quieres que llame al Príncipe del Infierno para que te perturbe?
- ¿Nos hará descuento si le decimos que venimos de parte de Max?
- Si Richard los oye referirse a Cyprian así de nuevo no le importará esperar otra generación para asesinarlos él mismo.
Dicho eso, Erick se dio la media vuelta murmurando que era hora de marcharnos.
Ambos lo observamos boquiabiertos, no tengo idea que dio más miedo, su forma escurridiza de aparecer donde sea y oír conversaciones o que haya entendido la referencia supuestamente inventada por Max.
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Hola buena gente de Wattpad
Primeramente quiero pedir disculpas, no era mi intención dejar de escribir, fue un cúmulo de situaciones muy malas este par de meses que me llevaron a dejar de hacerlo.
Podría explicárselas o... Podrían seguir con el siguiente capítulo 🌚🌚🌚
¡Gracias por leer y comentar!
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