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Capítulo cincuenta y cinco: ¿A casa?

Creo que el día en que murió papá fue cuando más nos acercamos Wanda y yo. Tenía ocho años, recuerdo que desperté y sin ningún tipo de tacto me dijeron que mi padre no iba a volver a casa esa noche, ni la siguiente después de esa, ni luego de esa otra.
No entendía muy bien el concepto de para siempre hasta que la tía Mery me dijo que partiría con mi mamá. Y ahí fue cuando el sentimiento me abrumó, nunca había visto a mamá, eso significaba que tampoco lo volvería a ver.
No lloré, ni me enojé, no sentía nada. Dejé que me vistieran con ese ridículo vestido negro, que me cepillaran el cabello y que cientos de extraños de dieran en pésame. Pero ¿Qué significaba el pésame? ¿Por qué me decían que lo lamentaban? ¿Por qué juraban que mi papá iba a estar en un lugar mejor si ellos nunca habían ido ahí?
Todas esas preguntas martilleaban mi cabeza pero no me atreví a decirlas. Me comporté como una buena niña, justo como el abuelo me indicó.
Pero dolía, maldita sea sino dolía. Los primeros días no me afectaron porque estaba rodeada de familia y los vecinos pretendiendo que me comprendían.
Cuando empieza a doler es cuando haces cosas que antes parecían insignificantes y ahora carecen de sentido porque esa persona no esta a tu lado. Recordaba como se ponía a quitar la cebolla de mi plato, o apagaba la luz luego de darme las buenas noches. Él no volvería a tocar para mí en el piano, ni me corregiría, tampoco le recriminaría al abuelo que fuera tan duro conmigo.

Una madrugada recuerdo que me encerré en la bañera y lloré hasta que me dolió el rostro. Wanda compartía habitación conmigo, no decía nada cuando me escuchaba gimotear en la almohada pero esa vez se metió al baño.
Me observó un largo rato, en su rostro no había compasión era algo que me daba a entender que sabia el modo en que me sentía.
Sin decir nada, se metió a la bañera seca y se dejó caer a mi lado. Sus delgados brazos me estrujaron, me dejó deshacerme en su pecho todo lo que quise. Fue algo que me sorprendió porque no se comportaba muy amable, yo nunca fui de su agrado.

- Lanit, te vas a deshidratar. -comentó, tratando de hacerme reír, apartándome uno mechones que me caían rebeldes por el rostro.

- Tengo miedo. -titubee, atrayendo las rodillas a mi pecho.

- ¿De qué?

- De que me dejen, Wanda. -sollocé tan fuerte que Daniela debió escucharme abajo.- Todos lo hacen, mis amigas en la escuela, mi mamá y ahora papá... ¿Hay algo malo conmigo?

Torció un puchero negando con la cabeza.

- Claro que no, Lanit. Eso me decía yo cuando mis padres se fueron pero tienen sus razones, además yo no pienso dejarte.

Me limpié las lagrimas que me escurrían por la barbilla.

- ¿Lo prometes?

- Eres mi familia ¿no? Somos primas hermanas, ni aunque quisiera podría dejarte.- susurró, envolviéndome en un cálido abrazo que me permitió dormir esa noche.

Lamentablemente, Wanda no cumplió su promesa, los celos y el rencor la carcomieron con el paso de los años. Se fue.
No de la manera que lo hicieron mis padres o aquellas niñas cursis en la escuela. Ella se convirtió en otra persona y me dejó del modo más horrible que una persona puede dejar a otra; olvidando que alguna vez la quizo.

*************

"Lanit"

El apodo normalmente iba acompañado de un comentario desagradable: Lanit, la pobre huérfana zorra. Lanit, la reina del drama. Y mi favorito "Lanit, la arpía voluble". Debo admitir que tenía imaginación, un amplio vocabulario para una niña de doce años.
No pensé que volvería a oír su grotesco timbre de voz luego de aquella noche, y menos en este lugar. Si hace unas semanas atrás me hubieran dicho que Wanda volvería me habría reído en su cara, a carcajada limpia. Y si se hubieran atrevido a insinuar que mi prima podría ser el Ónix lo habría llamado estúpido... Pero aquí estaba, bailando con mi novio, usando una joya del tiempo en su escuálido cuello de bailarina de ballet.
Wanda era famoso Ónix Negro que buscaban durante generaciones ¿y a mí me molestaba que bailara con Alec? Realmente necesitaba poner mis prioridades en orden.

Me tomó desprevenida como nunca antes lo había hecho otra persona, era algo que simplemente no podía manejar, los nervios no me dejaban.
Contuve la respiración, su imagen era igual que una fuerte descarga de adrenalina sacudiéndome el cuerpo con violencia.

Parecía que el tiempo se hubiera detenido. En el ambiente reinó un espeso silencio salpicado de susurros.

- Estas pálida- se acercó, usando esos insípidos ojos miel para recorrerme de arriba a bajo.- ¿Me extrañaste?

El shock me paralizó, no tenía palabras. Ahora, todos esos fragmentos en la conversación de Nathan que ignoré hacían eco en mi cabeza Descendiente de Dominic Harrison. Su rival de amores. El único que odiaba tanto para maldecir su linaje dos veces.
Se me revolvían las entrañas de tal manera que si hubiera comido algo ya no estaría en su sitio.

Obligué a los músculos de mi rostro a relajarse, tratando de quitar esa expresión asustada he impotente.

- No.- me limité a responder en un susurro. 

Todos se mostraban insólitamente callados, perplejos.
A excepción de Nathan, quien esbozó una sonrisa petulante. Disfrutaba de la telenovela que le ofrecíamos.

- ¿Dudas respecto a esto? -rió sarcástico. Apuñalándome con la mirada de reojo. - ¿Si, tú? La nena de vestido blanco.

- Púdrete. -insulté, ignorando los modales del abuelo.

- No seas dramática - Nathan volteó los ojos.- Ella ya no esta enojada contigo.

Esas palabras fueron igual que un puñetazo en el estomago que consiguió dejarme sin aliento. ¿Ella no esta enojada? Era una hija de puta cínica.
Wanda me sonrió socarrona. Deseaba gritar, llamarla por todo tipo de insultos, pero no sucedió.

- Así es- aseguró, agitando las pestañas.- Sin resentimientos, yo...te disculpo por haber sido un tanto cruel conmigo.

Encajé las uñas en el dorso de mi mano para evitar el temblor.

- Gracias Wanda ¡de verdad! -dije con mi mejor cara de póker- tu perdón era lo único que necesitaba, la culpabilidad me había estado deteniendo pero finalmente puedo seguir con mi vida.

Nathan apretó los dientes, estoy segura de que iba a añadir un comentario venenoso si Sarah no se le hubiera adelantado.

- ¿La conoces de algún lado?- Torció el resto en una mueca, estructurando detalladamente a la chica.

Quería articular otra cosa, un insulto, un bramido, algo que me informara que tenía el control de mi cuerpo. Que se llevara esa sensación confusa que me obstruía la garganta, las emociones harían que me viera débil y desprotegida mientras Wanda se regocijaba.

- Son primas -explicó Peter, ganándose la completa atención y el asombro de los presentes.

Wanda se cruzó de brazos, contemplando a Peter como una mascota traviesa que debía ser reprendida pero no podía hacerlo porque era demasiado adorable.

- ¿Y tú?- ladeo la cabeza- ¿Me echaste de menos, Peter?

-  No.- oí exclamaciones desconcertadas luego de esa palabra. - Me imaginaba que habías muerto.- Le sonrió cínico, su conmoción ya había pasado.

Wanda le devolvió el gesto.

- Pues ya vez que no. -se detuvo, colocando el índice en la barbilla fingiendo meditar- una vez estuve a punto de morir.

- Lastima- Peter se encogió de hombros- no todo se puede.

- Estuve en el limbo, muy cerca del infierno... Por cierto, Rosie envía saludos.

Peter dio un paso amenazante hacia ella y dos hombres se interpusieron.
No, no eran los guaridas elementales, se trataban de Nathan Bowie y Alec, quien parecían hacerse ganado el afecto de mi prima en tan solo unas horas, hasta el punto de correr a su auxilio.

- Cuidado, rubita.- advirtió, asomando la cabeza por el hombro de Alec.- Estas pisando terreno delicado.

Alec dio un brusco empujón, obligándolo a retroceder. Esa acción tan insignificante me puso furiosa. La defendía, la conocía de hace unas horas y la estaba poniendo encima de Peter, como si le tuviera algún tipo de aprecio.
Desperté de mi parálisis para devolvérselo, empleando toda la fuerza que me fue posible.

Alec trastabilló un poco, y cuando recuperó la compostura me observó entre enojado e incrédulo. Me sujetó del brazo -el mismo que me habían apretado- su fuerza me superaba de manera abrumadora, hice una mueca por el dolor y creo que tardé más en entender que sucedía que Peter en llegar a mi lado.
Tomó a Alec de la camisa, atrayéndolo hacia él de un modo amenazante.

- ¡Peter, suéltalo!- oía chillar a Sarah.

La cabeza de me daba vueltas, era demasiado.

Alec realizó un giró de muñeca veloz y en cuestión de segundos, la espalda de Peter se había impactado contra la mesa haciendo volar las copas, rasgando los finos manteles.
Wanda se aproximó hasta donde estaba tirando para esbozar una sonrisa arrogante que mostraba todos sus dientes. Y al parecer, eso también puso mal a mi amigo porque impulsó el brazo adelante sacando una ráfaga de aire violento, logrando que Alec se estrellara contra la pared.
Oí el golpe seco de su cabeza contra las baldosas al caer.

No sabia a quien auxiliar, ni hacia a donde correr, o como actuar.
Las emociones me perturbaban, apenas salía del shock y la incredulidad para pasar a la rabia y el miedo.
Sentía que me ahogaba en el mar, en cuando sacaba la cabeza en busca de aire, llagaba una ola para revolcarme una y otra vez.
«Desesperación» Esa tomaba el control de mí en estos momentos, mientras veía como Peter y Alec comenzaban a lanzarse cosas a través del salón.
Fueron unos breves minutos antes de que Nathan interviniera.

- ¡Suficiente!- gritó, y su particular timbre de voz hizo eco en las paredes.
Se oyó tan imponente que -al menos un segundo- todos dejaron de lado sus actividades para voltearlo a ver.- ¿No les bastó con destruir la parte baja? Sino fueran quienes son ya los habría matado. Así que si ya acabaron...

- Le voy a tirar los dientes - amenazó Peter, sin bajar la escultura de hielo que tenía suspendida en el aire.

A unas cuantas mesas de donde me encontraba, Alec le mostraba el dedo del medio, incitándolo a seguir. Le escurría sangre del labio hasta el cuello.

- ¿Ya ves lo que ocasionas? -murmuró Wanda, pasándose la lengua por el labio inferior.

- ¿Yo? Tú hablaste de su madre. -acusé, incapaz de parar el temblor en mis manos.

Nathan le indicó a los guardias sacarlos de local pero declinó por cancelar la orden antes de comenzar otra pelea.

- Por dios - Sarah soltó un quejido que me puso los pelos de punta. - ¿Qué mierda acaba de pasar? El ónix y Lana... U-ustedes- balbuceó, señalando vagamente cuando Peter y Alec se iban acercando. - No, no puedo. Quiero irme a casa.

Ante esas palabras, la amatista en su tobillo resplandeció como un fiel sirviente dispuesto a cumplir cumplir órdenes.

- Aun no he decidió si iré con ustedes - Wanda interrumpió sus quejidos, he inmediatamente la joya se Sarah volvió a dejar de brillar. A veces se me figuraba que tenían vida propia.

La castaña la miró de un modo despreciable, la excitación que tenía por ver a la famosa última joya había pasado.

- Me voy contigo o sin ti. No me interesa.

Alec llego justo para oír esa ultima frase.

- No podemos irnos sin Wanda, si volvemos y no está ella tal vez nunca podremos completar el circulo.

- Y un carajo el circulo ¡vámonos! - mi propio tono me alarmó. Se oía a punto de entrar a una crisis nerviosa.

Me llevé una mano agitada a la garganta buscando mi collar.

- No. - articuló despacio, y luego se giró a mi prima. - ¿Vendrás?

No se como describir el dolor que me causo, fue igual que una bofetada de quien menos te lo esperas. Aunque hubiera preferido mil veces esa acción a que me dejara de lado para considerar las necesidades de una completa desconocida para él.
"Se le pasará" me repetí varias veces para calmar mi impulso de sacarle los ojos a alguien con las uñas.
De igual manera, no tardará el ver quien es realmente, esa perra va a sacar las garras de un segundo a otro porque no quiere a nadie mas que así misma.

Kate (la prima de Nathan) quien por alguna razón había guardado silencio tras la llegada de la rubia, pegó sus carnoso labios a mi oreja para susurrar de un modo burlesco y macabro.

- ¿No te lo dije? Son todos iguales. - su cálido aliento me hizo cosquillas en el cuello.- A veces hay peores.

En tan solo unos minutos todo se iba cuesta abajo gracias a Wanda... ¡Wanda! ¿Por qué ella? ¿Por qué no Theodore o Archibald?
Pensé que iba a vomitar, aquí mismo, sobre mis caros zapatos de tacón.
Me mordí el labio e intenté controlar la respiración, que se aceleraba una vez más. Sumado eso a piernas temblorosas y mi poco auto-control sabía que no duraría mucho manteniendo la compostura.
Por fortuna, la conversación en la que se mantenían absortos dio un giró drástico, logrando sacarme con brusquedad del aturdimiento.

- También quiero detener los saltos - le decía a Alec, obsequiándole una de sus majestuosas sonrisas bobaliconas.

- ¿Crees qué es lo mejor? -inquirió Nathan, frunciendo el ceño igual al padre protector que nuca tuvo.

Ella asintió, regocijándose por toda esa atención que le ofrecían.

- Estaré bien, siempre puedo regresar -su rostro se tornó sombrío.- ¿Entonces Gabriel esta muerto?

Alec negó suavemente con la barbilla.

- No, el dio tu ubicación porque pensó que le consideran algún tipo de emancipación. Supongo que al volver tendremos detalles.

Tragué saliva para deshacer el grueso nudo que subía por mi garganta.
Me sentía excluida y estúpida, me sentía pequeña.
Así era estar cerca de Wanda, era un parasito que se alimentaba de las cosas que te importaban.
Al notar lo entretenidos que se hallaban en su charla, fui hasta donde estaba Peter. Tenía una bolsa de hielo envuelto en un fino pañuelo de seda con las iniciales "K B" bordadas al costado. Kate Bowie.
Dejé caer todo mi peso en la silla a su lado, quitándome el adorno con plumas de la cabeza.

- Trae acá.- Le arrebaté el hielo para darle unos suaves toques en el pómulo inflamado.

Puso los ojos en blanco.

- Ve a curarlo a él... Ah, es cierto. Te ganaron.

Abrí la boca con una docena de respuestas, la cerré de golpe. Tenía razón.
Él me defendió y yo me quedé a ver que pasaba con ellos, aunque tampoco fue intencional. A veces me sumerjo en mis pensamientos tanto tiempo que olvido lo distorsionada de la realidad.

Peter suavizó sus rasgos, tratando de mostrarse arrepentido.

- Lo siento, fue un golpe bajo.

- Descuida, estoy acostumbrada. -presioné en aquel corte que no dejaba de sangrar.

Peter estiró las yemas de los dedos para quitarme el pañuelo. El avellana de sus ojos reflejaba una intensidad a la que no estaba acostumbrada.
Me lanzó una vaga seña indicándome sentar en el escalón a su lado, y nos quedamos en silencio hasta que él lo decidió.

- ¿Sabes? Nunca me agradaron ninguno de tus novios -dijo de repente, haciéndome sobresaltar.- ¿Recuerdas a Ryan "El virgen hablador"? O Tony el de las perforaciones falsas y acento alemán... Incluso ese ridículo hippie que te iba a buscar a la casa con chocolates sin gluten.

Contraje el rostro en una mueca.

» Creía que no me caían bien porque me iban a quitar a mi mejor amiga...pero luego llegué a la conclusión de que solo tienes un pésimo gusto con los hombres.

Le solté un golpe en el brazo sin poder evitar reír. Era la risa más real que había producido en toda la noche.

- ¿Así? ¿Qué hay de Beatriz?

A Peter se le ilumino el rostro.

- Es por ella que no mato a Alec. -se detuvo de golpe al comprender que no sabía de lo que hablaba. -Tú me soportaste cuando ella y yo salíamos, me ayudaste a salir en el error en el que estaba, haré lo mismo por ti.

- Alec no es malo.

- ¿No? Si mi novia estuviera aquí no la ignoraría por su prima. -torció la cara al mencionar a Wanda, como si a él le causara el mismo efecto que a mí.

Cerré los párpados cansada. Este cuerpo ya no resistiría otra emoción fuerte o cualquier otra "distracción" como la de hace rato.

- ¿Sabes en la locura que se están convirtiendo nuestras vidas?

- Si. -respondió, envolviendo su brazo alrededor de mis hombros.- Pero ya encontraron al bendito Ónix, significa que ya va a acabar y en cuanto nos libren de esto -señaló su pulsera con la reluciente esmeralda- te prometo que iremos a un club y nos embriagaremos hasta el punto de no recordar nuestros nombres.

- Y luego...-alargué la palabra para darle a entender que me refería al futuro.

- Iremos a la universidad y estudiaremos algo realmente divertido, si yo no la termino puedo leer las cartas en esos lugares donde estafan a la gente.

- ¿Qué hay de la magia? ¿Olvidaremos esto?

Esbozó una sonrisa maliciosa.

- No oíste lo que acabo de decir, podría trabajar con bolas de cristal y cartas...

- Me refiero a ellos -volví mi vista hacia dónde se hallaban los demás conversando con gestos tensos.

- Supongo que el tiempo se encargará, no te pongas paranoica intentando adivinar lo que va a pasar. He visto las suficientes películas para saber de lo que hablo.- Me atrajo más hacia él, le oí aspirar hondamente en mi cuello.
Jugó con los rizos cortos de mi nuca hasta que consiguió enfadarme.

- ¿Por qué estás tan cariñoso?-dije, apartándome de sus sofocantes brazos.

Peter volvió a sujetarme mientras susurraba.

- Alec lleva mirándonos fijamente desde que hace rato, dudo siquiera que se haya molestado en parpadear.

Consternada, eché un disimulado vistazo por encima de su hombro. Efectivamente, Alec lanzaba miradas asesinas en nuestra dirección e ignoraba a Nathan, que parecía estar hablando con la pared.

- Pet- le recriminé. El aludido se encogió de hombros murmurando que lo odiaba.

Estaba a punto de regañarlo cuando contuve la respiración. La excitación burbujeó en mi pecho, era una sensación similar al vértigo, a un breve mareo antes de realizar una caída libre que te deja muda.
Por unos instantes, lo atribuí a no haber comido ni dormido lo suficiente, pensaba que finalmente el cansancio me vencía. Sin embargo, el cuerpo manda señales poco a poco, no de esta manera, provocando ver borroso y perder la noción de las cosas.
Mi segunda opción era la respuesta que menos me agradaba pero parecía lo más lógico; magia. ¿Sería una manipulación? ¿Alguien me estaba dañando?
Solté una bocanada de aire, dándole un masaje a mis cienes.
Después lo comprendí todo al ver a Peter, él lucia tan perdido como yo.

- ¿Es una teletransportación?-preguntó jadeando, su frente se cubrió con una ligera capa de sudor que lo hacia brillar.

- No.- les respondí, tragando saliva para eliminar la sensación de pesadez en la garganta.

La teletransportación era cálida, me atrevería a decir, agradable una vez que te acostumbrabas. Tus pies se despegan del suelo igual que si volaras, y un aire acaricia tu piel hasta llegar.
Nada se parecía a esto, lento, doloroso... Te quitaba el aliento.

A lo lejos vi como Sarah se doblaba sobre sí misma, el rostro se le contraía de angustia mientras Paris la sujetaba de los brazos tratando de incorporarla o evitar que se diera contra el suelo.
En medio del espectáculo que ofrecían, Wanda apretaba ambas manos en su cráneo soltando maldiciones tan altas que los pocos clientes que quedaban comenzaron a salir.
Alec escupía un líquido azul negruzco de la boca, y las chicas no tardaron mucho en imitarlo.
Sus cuerpos se contraían mientras vomitaban los restos de aquella extraña sustancia.
No terminaba de creer lo que veía, daría cualquier cosa porque este viaje a los años 20' fuera un mal sueño, que al cerrar los ojos dejara de evocar todas esas imágenes y horribles sensaciones.
Quería correr hasta donde se encontraban, gritar por el miedo, llorar por la frustración. Aunque la realidad es que me quedé callada, con la legua pegada al paladar y las piernas adormecidas, sin poder tomar control de mi cuerpo.
Lo que me hizo darme cuenta de lo real que era esto fue ver a Peter desmayándose tras haber vomitado casi un litro de esa porquería.

Al final también me llegó a mí, sin darme tiempo de tomar aire. Me puse en cuclillas vertiendo todo el contenido de mi estomago.
Sabia agrio, me quemaba la lengua. Su espesa consistencia le dio un vuelco a mis labios haciendo que volviera a desecharla.

- Despierta. -imploré, limpiándome con el dorso de la mano.

Oí mi nombre dos veces, la primera vez se escuchaba lleno de desesperación y la segunda...asustado.
No, Alec no tenía miedo, nunca lo ha tenido.

Lo sentí, más tarde sentí que pasaba sin necesidad de que lo dijeran. Igual que un granjero siente cuando están las cosechas fuera de temporada.
Esto era un salto de regreso a nuestra época sólo que ninguno de nosotros lo dirigía, y la constante sensación de estar en peligro me acompañó durante todo el viaje.

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