Capítulo 9: Mi primer rebelión
Bajé del auto de Peter casi corriendo. El estacionamiento estaba vacío a excepción de un par de chicos besuqueándose dentro de su camioneta, y otras personas escuchando música con las ventanillas abajo para sentirse cool, si tan solo tuvieran mejor gusto musical.
-Rápido, - jadeé con la mochila en los hombros. - entraremos tarde a clase.
Peter esbozó una radiante sonrisa que mostraba todos sus dientes.
- ¿Y no podrías... Usar tu collarcito para volver al pasado y entrar temprano?- me preguntó con ironía mientras me ayudaba a cargar los libros que traía bajo el brazo.
- Cierra la boca.-le lancé una mirada furtiva por encima de mi hombro.- Sino me vas a creer esta bien, pero al menos deja de bromear sobre eso.
Paramos de correr en un pasillo y fuimos por los libros restantes para los siguientes módulos. Mi casillero esta junto a el de Jeremy, solo tenía que verle la nuca rubia para saber que era él. Estaba frente
a la puerta del cubiculo viéndose en el espejo ( ¡que raro!) con un pequeño artefacto de metal en la mano. Fruncí el ceño y miré con más detenimiento, pero antes de decir algo Peter se me adelanto.
- ¡Te estas sacando la ceja! - gritó lleno de euforia y burla. Su expresión era tan cómica que no puede evitar reír con él.
Jeremy guardó las pinzas a la velocidad de la luz y cerró la puerta del casillero de un fuerte golpe haciendo que las demás puertecitas vibraran.
-¡No!-gritó rápidamente.- Yo...yo estaba...-tartamudeó con un fuerte sonrojo incapaz de articular una buena excusa que lo salvara de Peter y sus múltiples apodos.
- Ohhhh ¡No tienes bolas! ¡No tienes bolas! ¡ No tienes bolas!-canturreó Pet como un niño. Sus manos se agitaban señalando a Jeremy como presentador de un concurso.- Este chico carece de... ¡Auch!
Jeremy le había propinado un golpe en el brazo.
Unas chicas que iban pasando se nos quedaron viendo con curiosidad y más a Peter que estaba haciendo un espectáculo. Jer se puso más rojo un tomate y negaba con la cabeza.
- ¡No tienes....- puse mi mano en la boca de mi amigo para silenciarlo.
- ¡Basta! - lo reprendí con una sonrisa que fue incapaz de contener.- Si Jeremy Lombardi es afeminado y no cuenta con alguna extremidad de su cuerpo, eso no nos incumbe.-determiné y después empezamos a partirnos de la risa.
- Los dos son unos malditos - escupió y se fue hecho una furia mientras yo me reí a carcajada limpia con Pet, tuve que sostenerme el estómago para que me dejara de doler.
***************
Al caminar escuchaba el sonido de las hojas secas crujir bajo mis zapatos. Eran principios de otoño, las copas de los árboles tenían un suave matiz naranja que contrastaba con el cielo. Parecían que estaban en llamas con esos tonos cafés y rojizos. Mi momento favorito era cuando todas las hojas se caían de cada árbol dejando las ramas secas y entreveradas al desnudo, para después juntarlas en montones y lanzarme sobre ellos. Quería correr a mi casa por un lienzo y pintura pero seguramente cuando llegara, este paisaje ya se habría ido y sólo me encontraría con el profundo azul ocaso que ya he pintado cientos de veces.
Levanté mi mano para arrancar la última hoja de aquel árbol pero antes de tocarla, ya estaba en mis dedos.
Parecía electromagnetismo, a donde movía mi mano se movía la hoja, ahora me hubiera gustado prestar más atención a la clase de física ¿Las hojas serán un material conductor de electricidad? Debo de dejar de hacer preguntas estúpidas, me estoy pareciendo a Pet.
-¡Hola!-saludó una voz peculiarmente conocida.
Desvíe la vista a regañadientes y pare en Alec.
- La última vez que me saludaste termine en tu auto drogada - dije intentando no mirarlo. Aveces el humor agrio me ayudaba a evadir las cosas.
- No estabas drogada.- replicó Alec con una irritación fingida. - Hice lo mismo que tú estas haciendo con esa desdichada hojita.
- ¿Qué quieres?- dije tratando de hablar con firmeza cuando en realidad el corazón martilleaba en mi pecho. Por alguna razón verlo afuera de la escuela no me pareció nada extraño. Después de todo lo que hice ayer, mi concepto de "extraño" supera mis expectativas.
Arriscaba las mangas de su suéter verde olivo hasta los codos mientras hablaba.
- ¿Qué te hace pensar que quiero algo?- susurró como si se tratara de un secreto.
- Bueno, dudo que estudies aquí. - miré mis uñas intentando aparentar indiferencia pero la verdad es que estaba muy intrigada por saber que hacia aquí. Una idea fugaz se me cruzó por la cabeza ¿ Habrá venido a verme?
- Si, tienes razón. Esta escuela es para niños ricos y mimados - dijo observando más allá de mi hombro las aulas. Ignoré su comentario e hice un ademan de impaciencia para que me respondiera.
- Vine por una copia de tu expediente - declaró sacando una carpeta de su mochila de lado.
-¡Mi expediente! ¿Por qué? - mis ojos se abrieron como platos.
- Imagina que saltas a 1865 - sus ojos brillaban de un azul casi irreal. - y ¡pum!te muerde una araña venenosa- levanté una ceja sin poder creer que estuviera teniendo esta conversación con él. - Tranquila, tenemos el antídoto pero ¡Oh, sorpresa! Eres alérgica a ese medicamento y mueres, todo eso se hubiera evitado con esto - hojeó los papeles como bandera.- Aquí vine todo; acta de nacimiento, grupo sanguíneo, alergias...
Antes de que pudiera responder (con una muy ingeniosa respuesta). Miré de reojo la defensa de un carro plateado que rechinaba las llantas en la carretera, las ventanillas polarizadas bajaban lentamente pero ya sabía quien era.
- ¡Lana, vámonos! - gritó Peter sacando sus rubios cabellos de la ventanilla.
Asentí con la cabeza y antes de rodear el auto Alec me tomo por la muñeca.
- No, vine porque necesito llevarte con Camelia.- dijo muy serio. De un momento a otro se había enfadado y su agarre era más fuerte.-Creo que tu "noviecito" puede esperar.
- No es mi novio - le dije zafándome de su agarre- y dudo que a mi abuelo le agrade que vaya con esa mujer.
- ¡Oh! ¿y siempre le haces casó a tu abuelo?- murmuro irónicamente - Que chica tan buena.
- Si- conteste sin pestañear.
Rodee el auto con la vista fija en el suelo y me desplomé en el asiento de copiloto. El familiar olor a desodorante para auto mezclado con la colonia de Peter me golpeó el la nariz haciendo que quisiera estornudar.
Al verme entrar hizo una extraña mueca.
- ¿Quién es ese?- señaló a Alec con la cabeza.
- Nadie importante- me pasé el cinturón por el torso.
- ¿Lo atropello?- sonrió animado levantando una limonada del porta-vasos.
- Hoy no tengo ganas de que le pases las llantas por encima a un cristiano.-respondí a secas.
- Como quieras...
Peter arrancó el coche como si lo estuvieran siguiendo la policía. Una densa nube de polvo y hojas se levantó por la parte de atrás y bloqueó de mi vista a Alec. Cuando intente ver por el retrovisor, ya se había ido.
***************
Las imágenes se arremolinaban en mi mente como un tornado, dejándome aplastada y revolcada por los colores y las emociones que estas me transmitían. Intenté concentrar todo eso en mi pintura. Hundí la punta del pincel en la paleta y di unas suaves pinceladas con los primeros colores que se vinieron a la cabeza; primero fue el gris. Un gris como el de las nubes en el jardín al que viajé por primera vez en el tiempo, gris como el día lluvioso en el mar que casi me ahogo. Luego el amarillo, como la luz del sol que acariciaba las hojas de los árboles proyectando destellos entre las ramas que arañaron mi piel. Por último azul, el azul cristalino y salvaje del océano, el azul flamante que desprendía mi zafiro cada vez que saltaba a otra época,
y por alguna razón también me acordé del azul brillante en los ojos de Alec.
Tenía que admitirlo, el sujeto está guapísimo, pero lo malo de los chicos así es que tienen el ego del tamaño del mundo y sienten que nadie los merece, he conocido miles de tipos así y no tengo intención de involucrarme con ninguno.
- ¿Puedo pasar?- gritó mi abuelo afuera de mi cuarto.
- ¡Adelante!- respondí sin apartar la vista del lienzo.
El pomo se giró lentamente y la puerta rechino al abrirse. Mi abuelo entró con una caja de metal en las manos, me pregunto que guardará ahí. Sea lo que sea debe de ser muy valioso, tiene un gigantesco candado que parece que pesa mas que la misma caja.
- Quítatelo - ordenó extendiendo una mano hacia mí.
Lo miré sin comprender, estaba usando ese tono de reprimenda y evitaba a toda costa verme directo a los ojos. Él me enseño que uno pude saber si alguien esta mintiendo o haciendo algo incorrecto por el lenguaje corporal de las personas. Para mi sorpresa no puso en práctica lo que me enseñó, estaba moviendo la pierna rápidamente y una fina capa de sudor recorría desde su cuello hasta su clavícula.
-¿Qué cosa?- dije metiendo el pincel en un vaso con agua.
- El collar -contestó con sequedad.
Dejé la paleta encima de la mesa, y lo estructuré con duda.
¿Mi collar? ¿Para qué lo querría?
- ¿Ya es día de lustrar y pulir las joyas de la casa?-murmuré con sarcasmo, pero él no se rió, ni siquiera podía sostenerme la mirada.
- Mira, princesa...-empezó con tono cauteloso pero yo ya sabia que se trataban de malas noticas, todas comenzaban así; Mira princesa, se rompió tu teclado. Mira princesa, Wanda vendrá de vacaciones. Mira princesa, tu padre ya no volverá...
- Voy a guardar el zafiro en ésta caja.-continuó avanzando un paso adelante.-por lo menos en un lapso de tiempo, no volverás a saltar. -seguía evitando verme.
- ¿Ya no me lo vas a entregar?- pregunté horrorizada.
- ¡Quítatelo!- repitió apretando sus manos de pianista atrás de la espalda.
Retrocedí instintivamente.
- No...- jamás he desafiado a mi abuelo y muy pocas veces lo he contradicho, pero esto es diferente. Se trata de el único objeto que me dio mi mamá y por muy malo que sea viajar a lugares desconocidos le he tomado cariño, su peso en mi cuello ya no lo siento, es como si formara parte de mí.
- Pero... ¡Tú dijiste que estabas harta! - señaló enojado- estabas a punto de romperlo.
- Lo sé, pero esa piedra es todo lo que me queda de mi madre y lo siento, no pienso entregártela.
- Esa piedra ni siquiera era de tu madre- vociferó- pertenecía a mi abuelo, yo se la di a tu papá y el muy imbécil la regaló en su noche de bodas.
- Con mayor razón la quiero - guarde la joya debajo de mi camisa sin importar que me manchara con pintura.
Lo estaba desafiando, lo sabia, pero hay algo que él mismo me ha instruido, y es proteger tus ideales incluso si tienes que nadar contra la corriente para conseguirlo.
- Eres tan terca.-ladró apretando las manos alrededor de la caja.-No te lo diré de nuevo ¡quítatelo!
- No - Al decirlo me sentí poderosa, rebelarme contra él provocaba una extraña sensación en mi; euforia mezclada con miedo.
Entrecerró los ojos, una fina capa de arrugas bordeó sus cienes, haciéndolo ver mas viejo pero mas imponente.
- Entonces será por las malas.
Cortó el espacio que nos separaba. En un rápido movimiento, tiró de la cadena trozando la cerradura contra mi cuello. Hice una mueca de dolor, más por sus acciones que por el ardor. Forcejé con él y me apretó el brazo con demasiada fuerza. Me liberó con un empujón hacia atrás, y caí de frente golpeándome la cara contra el caballete.
Guardó la piedra en la caja y la cerró rápidamente, colocando el candado superior. Se fue a la salida con pasos firmes y antes de irse me habló. Pensé que sería una frase melodramática como «es por tu propio bien» o «tu te lo has buscado» pero en vez de eso dijo...
- Deja de llorar, Lana.- me ladra cortante - una Harrison no se lamenta, hace algo al respecto.
Se volvió de espaldas y salió dando un fuerte portazo que hizo vibrar mis cuadros. Me seque las inconscientes lágrimas con el dorso de la mano y como era costumbre tomé muy bien el consejo de mi abuelo. Ya no me iba a lamentar, haría algo al respecto.
Me incorporé rápidamente para lavarme la cara. El agua fría entumeció mis miembros doloridos. Alcé la vista hacia al espejo que colgaba encima del lavado; mis ojos estaban inyectados de sangre, pero afortunadamente no lloré tanto para que se me hinchara el rostro. Tenía una pequeña mancha rosa en la frente donde me estrellé contra el caballete, nada que una ligera capa de maquillaje no pudiera arreglar.
Busqué ropa limpia salir de la casa, no quería estar con aquí. Era la primera vez que me trataba así. Si soy obediente y buena con él, es por que estoy agradecida. Mi abuelo pudo dejarme en un orfanato y evitarse el problema de cargar conmigo cuando mi padre falleció, pero el hizo lo imposible para obtener mi custodia. Desde qué murió papá, he intentado complacerlo siendo la buena hija; la mejor en calificaciones, en actividades extra curriculares, en disciplina... Pero ya estoy harta de ser la niñita ejemplar que pide permiso para todo, la que tiene que hacer lo que le dicen sin respingar, ya no.
Ahora voy a hacer lo que yo crea correcto.
Abrí la ventana mas grande de mi cuarto y respire una bocanada de aire fresco, era una noche preciosa. La luz de la luna bañaba la ciudad con un delicado resplandor blanquecino, las pocas personas que habían a esta hora, pululaban alrededor de sus hogares.
Pasé una pierna por el marco la ventana y luego la otra, aferré mis manos al barandal de protección hasta que mis nudillos se pusieron blancos. Recargué mi peso en la pared y subí por una escalera que daba al tejado. Normalmente, me gusta ir a lugares alejados a pensar así que no me quedaré encima del tejado a gimotear por un objeto de valor sentimental, voy a tomarlo y me iré a un lugar....muy alejado.
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