Capítulo 7: Viaje con el Rubí
Camelia mordía delicadamente el dedo índice mientras me estructuraba de una manera calculadora. A decir verdad, es algo impresionante como puede manifestar tantas emociones con gestos tan simples como una mirada o una sonrisa. Cuando yo hablo con seriedad acerca de algo, las personas creen que lo digo en tono amargo o con ironía por mi tono de voz.
- Solo tomará un momento,- insistió como si yo tuviera la desiciones de quedarme - es una simple historia.
- ¿Una historia?- repetí con escéptica. Creí que iba a contarme sobre lo que he vivido durante estas horribles semanas, que podía saber lo que pasa conmigo, ¿y ahora me dice que quiere contarme una bonita historia?
- Es la respuesta a por que te trajimos aquí - dijo una chica que iba entrando al lugar. Aparentemente se había ido cuando desperté, porque era la misma voz que escuché cuchichear.
Me recordaba un poco a mi mejor amiga...bueno la única amiga que tuve. Nunca fui muy sociable, de hecho lo único que hacían esas chicas era criticarme abiertamente y preguntar el número de Pet. La joven era bonita; tenía el cabello corto hasta arriba de los hombros de un color castaño caramelo. Aproximadamente diez centímetros más alta que yo, sus ojos son dos grandes pozos marrones que lucieran mejor en su ovalado rostro si no tuviera una mueca de fastidio. Me encantaba su ropa, era un short de mezclilla oscura roto apropósito y una blusa sin mangas a rayas azul marino con blanco. Mi abuelo diría que es una hipe por la forma de vestirse y por esa pulsera de tobillo color morada.
- De acuerdo- asentí lentamente
Mi pulso se aceleró muy rápido, por alguna razón el corazón me latía violentamente, era como subirse ala montaña rusa; la adrenalina, el sudor y esa pequeña sensación de vértigo que te invade desde el interior y envuelve todo tu cuerpo en un terrible estado de malestar... Luego mi zafiro se levanto levemente de mi cuello y sentí como todo mi cuerpo era jalado hacia atrás en un brusco movimiento de succión al igual que una aspiradora.
¡Otra ves no!
[......]
Esta vez no caí de espaldas, ni boca arriba, ni en la tierra.
Estaba en el mar. Llovía a cántaros, el agua salada se metía dentro de mis retinas haciendo que no logrará ver que tan cerca de la orilla me encontraba. Intente abrirme paso a través de las inmensas olas pero era imposible, venían una tras otra golpeándome muy duro, sólo conseguían hundirme cada vez que sacaba la cabeza para respirar. Instintivamente agarré aire por la boca y me sumergí dentro del agua para que no llegara a golpearme la tercera ola. La sensación era desesperante, me ahogaba. Moví brazos y piernas haciendo un esfuerzo por nadar pero lo único que lograba era cansarme cada vez más, patalee, grité hasta que me quede ronca, mi cuerpo se puso aguado, como si ya no pudiera seguir luchando, solté todos los músculos y me deje hundir por la siguiente ola que me revolcó como si fuera una muñeca de trapo.
Hice una mueca de dolor. Alguien me jalo del brazo muy fuerte hacia arriba, casi me provoca una luxación.
Estaba sobre una superficie plana, recostada boca arriba y alguien me apretaba el pecho con fuerza. Eran unas manos anchas y gruesas, se movían adelante y atrás dando golpes en el pecho y estomago.
Escupí todo el líquido dentro de mis pulmones, las piernas me pesaban, estaba empapada. Trate del levantarme lo más rápido que pude pero tropecé torpemente con un alquitrán.
- ¡Eh! -protestó una voz molesta.-Ya, hazme un favor y quédate quieta- me pide Alec ayudándome a levantarme, su mano en mi cintura abría hecho que me sonrojara sin el agua no estuviera helada y el viento no azotara contra mi espalda.
- ¿Qué haces aquí? - digo conseguir entre jadeos.
- ¿Yo? Te seguí - comento encogiéndose de hombros y exprimiendo su camiseta a pesar de que sigue lloviendo- debes intentar controlar tus viajes.
- ¿Cómo? - pregunto. Mi voz suena extraña, como si fuera otra persona quien estuviera hablado.
- Así - se plantó delante de mi con una picara sonrisa. Estaba tan cerca que sentí su olor a Hierbabuena y humo de cigarro.
Agarró mi collar entre sus dedos y lo toco como si fuera lo más frágil y delicado del mundo. En su mano izquierda tenía un anillo de oro con un gran Rubí incrustado en la parte de arriba. Colocó su anillo cerca de mi cuello hasta que lo junto con mi zafiro y este emitió unas chispas parecidas a las llamas del fuego.
- Eso evitará que saltes de esa manera, al menos por un rato. - explicó separándose con brusquedad de mí.- Ahora tenemos que movernos.
- ¿En dónde estamos?- los dientes me tiemblan como castañuelas. Tengo tanto frío que consideré la idea de volver a saltar al agua para aclimatarme lejos de este viento.
- No lo se - admitió Alec - pero seguro encontraremos a un guardián por aquí.
- ¿A quien? - había escuchado a Ágatha llamarse a sí misma una "guardiana" hasta donde creía yo, era un sueño. La mujer que me dijo algo sobre el Zafiro y dijo que llamaría al consejo para que me expliquen, tal ves ellos eran de quien estaba hablando.
- Existen brujos que han adiestrado para eso -Alec hablaba como de cambiar el color de su casa, de lo más normal.- nos deben de brindar protección en estos casos.
- ¿A qué te refieres con estos casos?- dije alarmada.
- Cuando viajas involuntariamente te regresas involuntariamente - contestó con aburrimiento.
Lo miré directamente, el cabello castaño oscuro parecía tan negro como la tinta por estar empapado. La camisa delgada se le pegaba a la espalda, y me dio la impresión de que probablemente tenga aun mas frío que yo.
- Ósea que quieres decir que no sabremos cuando volveremos - deduje siendo presa del pánico. No quiero quedarme aquí.
- No pasa de unas cuantas horas, - añadió con tono autoritario - ahora muévete o nos dará hipotermia.
[.....]
Lo seguí a través de un largo sendero de piedra bordeado con plantas que no reconocí. Nos abrimos paso lejos del muelle a un mercado donde estaban intercambiando cosas por otras o haciendo trueque. Las personas con ropa vieja y polvorienta tomaban sus artículos y examinaban la calidad de otros objetos que les pudieran servir. Debajo de un techo improvisado de madera, estaba una mujer sentada con unos abrigos de lana, intentando cambiarlos por unas sábanas de fibra y algodón. Quise ir por ellas para cubrirme de este frío infernal pero Alec me detuvo diciendo que resaltaría más que un perro verde de tres cabezas debido a mi ropa.
- Si te ven vestida así creerán que eres un fenómeno - explicó con toda naturalidad.
El viento helado me atraviesa la blusa y hace que me estremezca. Al acercarme pude sentir que de el emanaba una oleada de calor corporal y resistí el desquiciado impulso de meter mis manos bajo su camisa para calentarlas.
Estamos escondidos en un callejón de piedra y las personas están desmontando sus mini puestos por la lluvia. El cielo tiene un resplandor violeta de los truenos que se aproximan, el agua cae por mis pestañas nublándome la vista. La escena me recordó cuando Pet y yo teníamos diez años, solíamos correr por la lluvia, saltando de charco en charco para ver cual de los dos caía enfermo y no asistía a clase, en este momento prefería volver a repetir la primaria que estar aquí.
Alec esta hablando en voz muy baja, susurrándole cosas a su anillo y entonces caí en cuenta de algo.
- ¿Qué significan?- dije tras un rato de silencio.
- Es un idioma, Latín...
- yo me refiero a las piedras- lo interrumpí- yo tengo un Zafiro, tu tienes un Rubí.-señalé con el dedo su mano.- y la chica que estaba con nosotros...la castaña, tiene una pulsera de Amatista en el tobillo ¿que significan?
- No eres tan ingenua como yo pensé.- se bufó y al ver mi cara de seriedad me explicó- En total son cinco joyas: La Esmeralda, el Rubí, el Zafiro, la Amatista y el Ónix negro. Hace casi como.... - dudo y se mordió delicadamente el labio inferior - ¿noventa años? Murió la novia de un brujo, uno muy poderoso y el quizo retroceder en el tiempo para evitar su muerte, hechizó el primer objeto que encontró " un joyero de plata" de ahí saco las joyas y las utilizo como portales para viajar al pasado.
«Brujos» esa palabra era una mancha en mi cabeza, lo único que se me venia a la mete al escucharla eran mujeres con verrugas y sombreros puntiagudos con un cucharón en la mano revolviendo un caldero. Pero el lo dice con tanta naturalidad que hace que trate de cambiar mis estereotipos y conceptos.
- ¿Y qué paso? ¿Evito la muerte de su novia? - pregunté con curiosidad genuina.
- Él hizo algo muy malo,- el azul de sus ojos se ensombreció - hacer un hechizo tan poderoso como viajar en el tiempo era imposible, ya que altera la naturaleza y los brujos obtienen su magia de la naturaleza, así que el utilizo magia negra. Asesinó a cinco seres del reino mágico para conseguir sus habilidades.
- ¿Mató a cinco brujos? - me llevé una mano a la boca horrorizada sin poder ocultar mi sorpresa.
- Así funciona la magia negra, necesitas almas para conseguir más poder. Concentró el poder de los brujos en cada una de las joyas y con ellas viajo, no se sabe si logró hacer lo que se proponía pero se dice que las joyas fueron encontradas, intentaron destruirlas pero nadie lo logró.
- ¿Y porque que viajamos nosotros?-las palabras se atoraban en mi garganta indispuestas a seguir con esta conversación incoherente pero tomaban sentido no gracias a lo que decía, sino a los lugares a los que he que iba mientras creía que estaba dormida.
- Porque nosotros somos sus bis bis bis bis nietos - al ver mi cara de consternación añadió - lo que quiero decir es que somos descendientes de los cinco brujos que asesinaron, así que somos brujos. Necesitamos encontrar todas las joyas para que los hijos de nuestros nietos no terminen viajado a lugares equivocados y así restaurar el orden de la naturaleza.
Antes de que pudiera hacerle otra quisquillosa pregunta sentí la misma sensación de vértigo y fui tragada en espiral escuchando la voz de Alec como un susurro en el aire ahogado por el sonido de succión que rebotaba en mis oídos.
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