
Capítulo 5:¿Dónde estoy?
Caí sobre una húmeda hierba desde una corta altura. Me dolía todo el cuerpo, sentía como si pequeñas agujas estuvieran dándome un rose sobre la piel, y un hormigueo invadiera mis piernas impidiéndome moverlas. Luché en vano por incorporarme, era como si un peso mayor no permitiera mover mis miembros doloridos.
Al intentar subir mi rodilla pude ver un corte, no profundo, pero si largo, destilaba gotas de sangre.
Tomé un minuto para ver el panorama.
No supe identificar que hora era, el cielo era de uno tono gris con las nubes queriendo abrirse paso para dejar pasar unos leves destellos de sol. Los relámpagos violeta contrastaban tan bien que de no haber estado tan asustada me habría puesto a pintarlos.
Vislumbré una casa extravagante; las puertas eran de un color caramelo y median el doble que una pared de largo, con dos grandes semi-círculos de metal que sobre salían. El techo de la entrada se sostenía por cuatro pilares con figurillas de yeso en forma de espirales. El tejado no tenía antena satelital, solo eran los mosaicos acomodados simétricamente y un para rayos.
Me levanté despacio con un dolor en mis músculos como protesta. Parece que estoy en el jardín de esta propiedad... No. Estoy en mi cama, durmiendo con otra pesadilla. Lo primero que haré cuando regrese será programar una cita con algún psiquiatra.
Esto no iba a durar mucho. Recogí mi collar del césped y me lo coloqué esperando regresar a mi habitación. Cerré los ojos con mucha fuerza y conté los minutos; cinco, diez, quince, veinte, veinticinco... Mi preocupación aumentó ¿y si esta vez no vuelvo?
El sonido de un trueno hizo que abriera los ojos sobresaltándome.
Por favor, por favor, por favor....-supliqué en silencio apretando mi zafiro con fuerza.
Me quede mirando el cielo mucho tiempo, luchando en vano contra las preguntas que atormentaban mi mente ¿Estaré enferma mentalmente? ¿Voy a morir aquí? La idea de tener esquizofrenia me asusta mas que la muerte. No quiero seguir con vida sabiendo que escucho y veo cosas que en realidad no existen.
Un trueno mas fuerte me estremeció he hizo relinchar a los caballos... ¿Caballos?
Camine con lentitud hacia la barda detrás de la casa donde había escuchado el estruendoso sonido del animal. Había un terreno tapizado con tablas en la parte donde no tenía pared. Quité un pedazo de madera para ver bien y efectivamente eran caballos. Cuatro bellas bestias color blanco, sus espaldas tenían sillas con cuero para montar. En un estante de madera junto a ellos habían látigos, cepillos y unas bolsitas muy anticuadas.
- Joven Parker. Avísele al señor que ya esta preparado el carruaje.-ordenó alguien que mi vista no alcanzaba a vislumbrar.
- Si me permite dar mi opinión, creo que la lluvia no le hará llegar muy lejos a ese caballero.-replicó otra voz masculina. Por el tono de voz, se podía notar que estaba irritado y que se contenía las ganas de decirle otra cosa.
La otra persona vaciló un momento y luego respondió.
- Por suerte a nadie le interesa su opinión.-ladró cortante.
Escuché las pisadas de ambos sujetos hasta que se desvanecieron a lo lejos. Aparté mas tablas y entré con cuidado por un hueco. Mis pies descalzos retrocedieron inmediatamente al sentir la frialdad del barro. Debe de haber llovido hace poco para que todavía no se haya secado la humedad en la tierra.
Los caballos no se inmutaron con mi presencia. Era como ser otro mueble más, sus pozos negros y vacíos no me seguían al recorrer el lugar.
Los estantes estaban repletos de cosas para los caballos; cepillos, cuerdas, sillas para montar y papeles esparcíos. Levanté un periódico, no se parecía a cualquier otro periódico que haya leído;sus hojas eran muy gruesas, amarillentas, rugosas. La letra cursiva y grande... Mi corazón se detuvo al leer la fecha .
"El clamor público"
16 de noviembre de 1856
Mis ojos casi salieron de sus órbitas. Definitivamente este era el sueño más escalofriante y retorcido en el que jamás había estado. Tengo que despertar ya, pero ¿y si no es un sueño? Tengo que buscar a alguien que me ayude.
Dejé caer el periódico y salí corriendo por el hueco donde entre.
Comenzó a diluviar. Las frescas gotas de agua caían por mi rostro nublándome la vista, gruesas ramas de árboles rasgaban mi ropa y mis brazos desnudos, sin embargo, yo seguía corriendo. Me sentía abrumada, no sabia donde estaba ni adonde iría, solo quería volver a casa y dormir plácidamente en el regazo de mi abuelo como cuando era niña.
Mis propias piernas me traicionaron y me llevaron frente a la imponente puerta de la entrada de la casa. Tenia dos opciones; pedir asilo o esperar en la lluvia. Naturalmente no soy una masoquista así que elegí la primera.
Aferré mi mano a una de las correas de metal en la puerta y la estrellé muy fuerte.
- ¡Que barbaridad! - oí exclamar a una mujer con un marcado acento. Sus zapatos resonaban contra el suelo mientras murmuraba palabras que no comprendía.
La gran puerta se abrió mostrando una mujer entre los veinticinco y veintiocho; el cabello estaba amarrado en un grueso moño cobrizo arriba de su frente con dos rizos bien marcados cayendo por sus cienes.
- ¡Blestem!-gritó abriendo mucho sus ojos aceitunados. De inmediato colocó su mano en guantada frente a su boca, como si le hubiera quemado el decir la palabra.
Lo que más me impresiono era como iba vestida; traía un vestido largo de corsé color crema, sus guantes de seda le llegaban a los codos, y un diminuto sombrero a juego descansaba sobre su cabeza.
Al ver que su expresión cambio de sorpresa a furia supe que no era bienvenida.
- Buen....¿día?-dudé temblorosa.-¿habla español?
Su rostro severo no cambio, sus manos estaban apretadas en puños y pasaba saliva con dificultad, como si tuviera algo gordo en la garganta que le lastimara. Meneaba el pie con nerviosismo y mordía su labio inferior.
- No debería estar aquí -determinó sin perder el acento- puede ser muy peligroso si viaja usted sola.-asomó la cabeza por encima de mi hombro.-¿Hay alguien más con usted?
- No, y no se como llegue aquí -masculle enojada.
- Entonces regrese por donde llegó y no cruce palabra con nadie.-dijo empujando la puerta. Interpuse la mitad de mi cuerpo para que no la cerrará. Me estructuró de pies a cabeza con una mirada fría y calculadora, indispuesta a ceder.
- Por favor.-dije sin apartarme.-no es la primera vez que esto ocurre, quiero saber donde estoy... Y apuesto a que usted sabe algo.-la reté con suspicacia.
Dio un sonoro suspiro apartándose del marco de la puerta y me hizo señas para que entrara.
El cálido ambiente de adentro me hizo darme cuenta de que afuera estaba helando. La casa era la misma que en mis sueños; larguísimas cortinas de seda y una gran caridad de muebles, paredes tapizadas con cuadros de fotos y paisajes colgados por algunas partes. Repisas con libros de títulos que no reconocí, alfombras con patrones sencillos pero elegantes.
La iluminación provenía de las velas del candelabro en el techo, y de la chimenea que emanaba calor para el lugar.
La mujer me invito a tomar asiento con un gesto de mano.
Me desplomé sobre un sillón increíblemente cómodo, sentía deseos de quedarme dormida y descasar todo lo que no lo había hecho en casa.
La mujer colocó una vajilla de porcelana china tan fina que se podía apreciar el liquido oscuro a través de la taza.
- Mi nombre es Ágatha Ivanoa.-dijo mientras tomaba con cuidado la tetera y servia en dos tazas con pequeños platos abajo.-¿y usted?
- Lanette Harrison.-musité masticando mi nombre con amargura. Odiaba mi nombre completo, siempre preferí que me dijeran Lana.
- ¿Leche y azúcar?-preguntó destapando una bandeja con unos pedazos de pan.
Asentí lentamente con la cabeza.
Me tendió una taza humeante que olía a dulce y cítricos. Tomé un sorbo cauteloso, sabía muy rico, como a naranja. Hice una mueca y me lo tragué todo.
- ¿Recuerda cómo llegó aquí? -inquirió mientras ponía dos cubos de azúcar en su taza - se supone que los veré en un mes para la reunión del consejo.
Tomé un pan de la bandeja y lo mordisque sin ganas.
- Lo siento, no tengo idea de que me habla. - murmure masticando el bocado.
- Debes de ser una de las pérdidas. - dio un largo suspiro que hizo que las plumas de su cabeza volarán -¿La Esmeralda o el Zafiro?
- ¿Como dice?
- Bueno, esto va a ser difícil de explicar.-se llevó una taza a los labios y dio un sorbo con suma elegancia.- ¿Cree en la magia, señorita?
- No,-dije sin pestañear ni inmutarme a pesar de lo rara de su pregunta - la magia es sólo ciencia que aún no hemos llegado a comprender.
Sus labios se curvaron en una media sonrisa.
- Una escéptica ¿eh? -sus ojos grises como el día de hoy brillaron con diversión - déjame decirte que yo...soy una bruja.
Casi me atraganto con el pan.
- ¿Perdón? -dejé la taza y le clave la mirada.
- Así como lo escucha.-paso uno de sus mechones cobrizos rebeldes por detrás de su oreja y me miró de arriba a bajo.- Al principio puede ser increíble, pero es cierto.-colocó su brazo frente al mío.-Venga, acompáñeme arriba.
Entrelacé mi brazo con el suelo y la seguí ya que no me quedaba otra opción.
Recorrí el mismo trayecto que hacia en mi sueño pero al revés; subí las escaleras de puntillas por lo frías que estaban, pase junto a la habitación rosa en la que despierto ¿por qué esta vez habré caído en el jardín y no donde siempre?
Con la cabeza llena de dudas crucé el largo pasillo iluminado por velas en los estantes dejando que Ágatha me guiara. Mi firme agarre me hacia sentir que todo esto era real, algo dentro de mi me lo indicaba; las sensaciones, los golpes, incluso el lugar. No pareciera algo sacado de mi imaginación.
Me sorprendí con la facilidad con la que se desplazaba libremente con ese vestido, yo me hubiera caído a la primera con todos esos kilos de tul o lo que sea.
Abrió la puerta de una habitación y se inclinó para dejarme pasar. Mis ojos se abrieron de par en par cuando vi la ventana de cristal que daba a la calle; carruajes antiguos tirados por caballos aun mas grandes que los que están en el patio de Ágatha. La gente pululaba alrededor de la calle sin ser consientes de que yo los miraba desde aquí arriba; Hombres vestidos con trajes formales y sombreros altos de copa descansando sobre sus cabezas bien peinadas. Mujeres con vestidos hermosos y anchos de corsé y encaje, tenían sombreros largos con flores y delicadas sombrillas.
- ¿Dónde estamos? - pregunte a Ágatha fascinada con el paisaje. Debe ser una cuidad muy pintoresca, la cultura...
- Bulgaria- dijo con calidez - en el año mil ochocientos cincuenta y seis.
Sonreí mostrándole todos mis dientes.
- Usted es muy graciosa- susurré sin apartar la vista del pintoresco paisaje. No podía dejar de ver lo grande he increíble que era esto.
- ¿Como dices?-sonaba algo confundida y había un poco de irritación en su voz.
Me giré a regañadientes para encararla.
- Que no lo creo.-la mire fijamente con dureza -Con todo respeto, no sí usted me este jugando una broma de muy mal gusto o estoy soñando pero creo que ya no quiero seguir escuchando.
Me llevé la mano al collar, mas por acto de reflejo que por querer hacerlo. Un brillo destelló en la mirada de la joven mujer, había inteligencia en su mirada como también seriedad. Dudo que alguien con ese semblante este tratando de juzgarme una broma.
- Eres una joya del tiempo, Lana.-había comenzado a tutearme.-Tu zafiro te permite viajar al futuro o al pasado...
- Supongamos que eso es cierto- la interrumpí con recelo- ¿cómo es que usted sabe eso?
- Soy una guardiana, mi trabajo es asegurarme de que las joyas no viajen sin compañía o que hagan algo que ponga en peligro el futuro. - dijo mientras cerraba las pesadas cortinas de la gran ventana- Toda acción, por más mínima que sea, tiene una grave consecuencia en el futuro.
- ¿Y por que yo? ¿Por qué me pasa esto a mi? -dije en un hilo de voz.
Su rostro se transformó con compresión.
- No sólo a ti,-explicó con voz suave- sino a todo tu linaje.
-¿Mi linaje?
- Te diré que voy a hacer- rodó los ojos - voy a contactar al consejo para decirles que encontré al Zafiro azul, ellos te explicarán lo que necesites saber y te enseñarán a como controlarlo para que no viajes inconscientemente.
Parpadee desconcertada.
- ¿Qué?
- Te veré después, Erick debe de estar muy preocupado - al decir aquellas palabras la imagen de Ágatha se distorsionó. Era como ver su reflejo perturbado en el agua por las ondas. Sus palabras se oían cada vez más distantes, como el susurro de un eco que se alejaba poco a poco.
Mi collar comenzó a brillar. La sensación de fuego ascendió por mi pecho y garganta. Hice una mueca de dolor, me mordí los labios hasta que casi sangraron. Cuando ya no pude más, grité. Grité con todas mis fuerzas ante el indescriptible dolor, hasta que mi garganta me doliera, hasta que mis cuerdas vocales se cansaran.
Luego todo seso, una oleada de calma llenó mi pecho. El corazón amenazaba con salirse pero mis respiraciones se estaban regulando.
Abrí los ojos y vi a mi abuelo junto a mi con un trapo húmedo en las manos. Su expresión cambió de angustia al alivio rápidamente cuando desperté. Estaba en la sala, recostada en el sillón. Presentí que iba a vomitar pero no tenía nada en el estómago, me duelen partes que ni siquiera sabía que eran capaces de doler.
- ¡Abuelo!- chillé y le eché los brazos al cuello ignorando las protestas de mis miembros doloridos.- vengo del pasado, pensé que era mentira - balbucee- Y todavía lo pienso pero son demasiadas coincidencia y yo...
- Tranquilizante, princesa- dijo con una media sonrisa haciendo aparecer arrugas en sus mejillas - Has estado soñando otra vez, es sólo eso.
Dejé caer los brazos y lo miré perpleja.
- Pero tu lo viste,- insistí recordando cuando mi collar se elevó - esto es más.
- Yo no vi nada, tú solo te desmayaste después de que fui a tu cuarto. - declaró con brusquedad - Ahora si me disculpas, tengo que dormir. Mañana programaré una cita con un doctor.-añadió antes de cerrar la puerta.
Apreté las manos en puños para eliminar el temblor.
Me quede boquiabierta. Pocas veces lo había escuchado hablarme así. Reprimí el impuso de romper a llorar, sabía que eso era estúpido pero daba tristeza que después de dieciséis años no le importará lo que pase conmigo. Siempre me da lo que necesito y no lo que quiero; necesito ir con un especialista para examinar mi cabeza, pero quería que me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien, que no tenía nada de que preocuparme.
Agarré la manta decidida a irme a mi habitación cuando de pronto mi pierna me lo impidió. Miré abajo y vi el corte en la rodilla que me había hecho al llegar allá, esto no era un sueño y mi abuelo sabe algo que yo no.
***********
- Sólo dime que te pasa, - suplicó Pet en el pasillo de la escuela - no quieres hablar conmigo ni con nadie, no comes y ya ni te molestas en buscar apodos ingeniosos a los profesores nuevos.
-No ocurre nada, Peter.- respondí hostil mientras abría un libro - Tengo sueño, es todo.
Se pasó una mano por su cabellera rubia dorada y puso los ojos en blanco.
- ¿Y por que no duermes?-sugirió con inocencia.
- ¿Cómo no se me había ocurrido? -ironice. Intenté ignorarlo y leer pero los lentes obscuros casi no me permitían descifrar las letras con nitidez.
- ¿Y por que traes lentes bajo techo?-continuó con su interrogatorio al estilo Sherlock Homes -Es decir, te ves en onda y todo eso pero no te los quitas para nada.
Al ver que no le contesté, las manos de Pet se acercaron hasta mi cara y me arrebataron los lentes, dejando expuestas mis marcadas medias lunas debajo de mis ojos. Con lo pálida que es mi piel las ojeras resaltaban como faros en la obscuridad.
- ¡Jesus, Lana! -gritó con sorpresa.- Te ves del asco.
Varias personas alrededor se giraron a vernos por el grito de Pet ¿que no tienen nada mejor que hacer?- me contuve de decir. Estaba de muy mal humor, mi cabeza palpitaba como si miles de martillos la perforarán.
- Por esos comentarios es que tienes novias tan patéticas - susurré arrebatandole los lentes y colocándolos en el puente de mi nariz.
- ¿Qué tiene que ver Betty en todo esto?
- Nada, sólo tuve una oportunidad para insultarla y aproveche - me encogí de hombros y cerré el libro sabiendo que no podría continuar con mi lectura si Peter no se iba.
- ¿Cuánto hace que no duermes?
- Cinco semanas.-admití con un bostezo.
- ¿POR QUÉ? - el grito de Pet hizo que todos voltearán a vernos, otra vez.
- Cállate - le lance una mirada cargada de odio - he tenido pesadillas.
- ¿Sobre qué? - preguntó bajando la voz.
- ¿Qué eres? ¿Dective?-inquirí bostezando.
- No, soy tu mejor amigo y...
- Peter, vamos ya - dijo Beatriz apareciendo como si fuera un genio de lámpara.
- Si, vete. - le dije lanzándole una mirada cargada de veneno a su novia - yo voy por un café.
Me fui sin esperar respuesta y me dirigí a fuera de la escuela. Había una cafetería necesitaba comer un poco, pedí un café negro sin azúcar y unas galletas de nuez. Me senté en la mesa más alejada de todos y le di vueltas y vueltas a mi collar pensando en lo mismo una y otra vez. Las preguntas me atormentaban ¿Será que lo que estoy imaginando todo? ¿Realmente pasó? Estaba nadando en un río de desconcierto y un mar de sensaciones, tenía dos posibilidades hundirme poco a poco en silencio o salir y enfrentarme a lo desconocido.
Levanté la vista de mi taza humeante y vi a alguien sentado frente a mi; Un chico, se veía entre los dieciocho o diecinueve. Bastante atractivo; su cabello era castaño claro como la miel de maple. Tenía labios rellenos y bien formados, hay hombres que no les sientan porque se ven afeminados pero este no es el caso. Sus ojos eran de un color azul oscuro, como el mar de noche, misterios he hipnotizares.
Mostraba un único defecto; en su mano derecha tenía un cigarro. Echaba humo por la boca contaminando el buen aire del lugar, posiblemente moriría de Cancer a temprana edad o por alguna enfermedad respiratoria ¿y todo para que? Para sentirse cool he interesante.
- ¿Se te ofrece algo?-dijo al percatarse que lo estaba observando.
¿A mí? ¡Esta es mi mesa!-me contuve de decir.
-N-no...-balbucee con un inusual temblor .
Se encogió de hombros mientras jugaba con la carta. Sus cejas pobladas estaban arqueadas mientras leía con detenimiento la sección de postres. Tamborileaba sus largos dedos en el borde de la mesa con tranquilidad.
- Muy bien.-musitó sin dejar de leer.
Le di un sorbo a mi café y lo ignore deliberadamente. No me iba a poner a discutir y decirle que el lugar está casi en quiebra, completamente vacío y hay mesas desocupadas en todos lados.
- ¿Te conozco?-me sorprendí a mi misma por el tono tan desesperado de mi voz.
- Lo dudo.-respondió petulante.
Voltee los ojos con exasperación y me levante de la silla. No tenía ganas de establecer una conversación con un extraño ni de compartir mi mesa. Estoy cansada, malhumorada, y cuando mi día no podía ponerse peor viene un imbécil a molestar.
- ¿Te vas?-dijo levantando una de sus cejas pobladas y dedicándome una media sonrisa, parecía satisfecho consigo mismo.
-Si.-respondí a secas colgándome la mochila.
Me gire sobre mis talones dandole la espalda, cuando de pronto sentí su firme mano atrapando mi muñeca y haciéndome retroceder.
- ¿Tan pronto?-habló con diversión.-¿A dónde?
-Muy lejos.-dije intentado retorciéndome para zafarme de su agarre.
-Entonces ven conmigo- murmuró despacio y burlón, como si la situación le divirtiera.-Yo también voy muy lejos.
Estuve apunto de replicar pero un fuerte ardor en mi cabeza me detuvo. Sentí que ya no podía mantenerme en pie, y antes de caer al suelo unos fuertes brazos me sujetaron.
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